Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 3: no me detengas ahora.

El golpe recibido pudo haberlo matado. Había sido un golpe duro, pero no lo suficiente para que eso hubiera sucedido. No sabía cuánto tiempo había pasado. Quizás minutos, tal vez horas. Duncan acarició su cabeza y recobró el sentido mirando alrededor. Seguía en la misma habitación, luego, revisó su reloj de pulsera, había estado inconsciente algunos minutos. Theo y Frankie ya no se encontraban con él; habían escapado de su juego.

Se levantó de la silla, sacó la navaja de su pantalón y comenzó a caminar. Se detuvo en la habitación contigua, por su fachada parecía ser un baño. Trató de abrir la puerta, pero estaba cerrada con seguro, desde adentro.

Caminó hasta la siguiente habitación, la abrió y su interior estaba vacío. Verificó en todo el segundo piso y llegó a la conclusión de que sus amigos se habían escondido; tal vez, ellos pensaron en que no podía notarlo, pero se equivocaban.

Regresó a la puerta del baño y comenzó a mover el pomo, intentando entrar, aunque parecía complicado.

-¡Theodore! -llamó Duncan, desde el otro lado de la puerta.

Los ojos de Theo se abrieron como platos. Solo había una persona que lo llamaba de esa forma y era su madre. Aunque, después de cumplir la mayoría de edad, "Theodore" había muerto y ahora, ante el mundo era simplemente "Theo". Su mente voló a un recuerdo de la infancia.

El pequeño Theo a la edad de nueve años había roto un jarrón chino, el cual, había sido un obsequio de una de las hermanas de su madre. El pequeño estaba jugando en la sala de estar y en un descuido, dejó caer el jarrón rompiéndolo en mil pedazos. Su madre al otro lado de la habitación había escuchado el estruendo y se dirigió a ver qué había ocurrido. Theo corrió hasta su habitación y se encerró, no quería recibir una reprimenda de su madre; ella era muy cuidadosa con cada objeto de la casa, por más minúsculo que sea.

Theo no quería ser regañado, ni reprendido.

El pequeño se encerró en su habitación con seguro y se sentó contra la pared a los pies de su cama, sin despegar sus ojos de la puerta.

-¡Theodore! -Había gritado su madre a través de la puerta-. ¡Theodore, abre la puerta!

Su madre seguía llamándolo y él podía notar como ella movía el pomo para intentar entrar; no obstante, el seguro se lo impedía. A los pocos minutos la puerta se había abierto: su madre tenía llaves de cada habitación.

Cuando entró, Theo temblaba acurrucado, con la espalda hacia la pared y mirando fijamente hacía el frente, donde estaba su madre cubriendo la puerta. Theo estuvo bastante temeroso. Su madre le regañó, no por haber roto el jarrón, sino por haber escapado y no haber dicho la verdad. El pequeño no había sido golpeado, ni reprendido; pero había recibido un castigo por aquella falta cometida.

El escuchar su nombre real le hacía retroceder a su infancia, hasta aquel momento en que su madre lo llamaba de tal forma y hasta aquel punto en que dejó de decirle "Theodore". Frankie se dio cuenta de su reacción. Tenía los ojos bien abiertos y parecía sudar por la situación. Frankie temía hablar, ya había tenido demasiadas emociones por una noche y prefería darle su espacio.

-¡Abre la puerta, Theodore! -Volvió a hablar Duncan, sin dejar de forzar el pomo.

-¡Cierra la maldita boca! -le gritó Theo de vuelta.

-Abre, no hagas que cometa una estupidez más esta noche.

-Ya haz hecho suficiente matando a Brittany, ¡somos los mejores amigos! -protestó Theo bastante nervioso, a punto de llorar por la frustración que sentía.

-¿Ahora eres aliado de esa maldita...? -Y no terminó su frase, golpeó con su puño la puerta.

Todo se sumió en un completo silencio. Theo y Frankie se miraron a los ojos por una fracción de segundo. Luego, Theo se levantó y abrió la puerta, para verificar que Duncan se había marchado.

-Ten cuidado -susurró Frankie, antes de que su amigo saliera.

La puerta se abrió lentamente, con un crujido que parecía haberse escuchado a muchos kilómetros de distancia; había roto el silencio de una forma bastante abrupta. ¿Por qué sonaba así cuando salía y no cuando entraba? No se detuvo a pensar en ello, debía detener a Duncan.

-Parece que se ha ido -manifestó Theo, caminó unos cuantos pasos para cerciorarse que Duncan había bajado hacia la primera planta. Regresó al baño donde Frankie seguía sentado en el inodoro como un niño indefenso-. Quédate aquí, pensaré en como detenerlo.

-¿Qué harás?

-Lo pensaré en el camino -le respondió Theo, con una sonrisa-. Cierra con seguro, cuando regrese golpearé la puerta dos veces para que sepas que soy yo. No tardaré.

Frankie asintió sin levantarse del inodoro.

Theo bajó a la primera planta. El lugar estaba en un silencio casi sepulcral que hacía helar la sangre. A través de una de las ventanas, miró su camioneta. Salió con sigilo de la casa. Sacó de su pantalón el montón de llaves que cargaba; entre ellas, estaba la de su casa, la del casillero de la universidad y las llaves del vehículo.

Prendió el automóvil, pensando en ir hasta el lugar más cercano y pedir ayuda. También podía salir del camino boscoso hasta poder encontrar señal y llamar a la policía, pero eso era tiempo perdido; no podía marcharse así no más, debía ayudar a sus amigos, debía actuar rápido.

Duró unos minutos sentado en la camioneta pensando en qué hacer.

Un grito desgarrador de una chica, llegó desde el interior de la casa, podía ser Erin o Marion; por el terror que lo embargaba, no recordaba como sonaban los gritos de sus amigas, pero estaba seguro de que se trataba de una de las chicas. Theo dejó las llaves prendidas al vehículo y dejó su teléfono móvil sobre el asiento del copiloto.

Salió de la camioneta y entró nuevamente a la casa.

El grito había durado menos de un minuto, sólo unos segundos, pero fue lo suficiente fuerte como para alertarlo. Alrededor no había nadie. Theo entró a la cocina. Revolvió los cajones que tenía a su paso en busca de algo con qué atacar a Duncan, hasta que encontró un cuchillo de cocina en el mismo cajón donde había cucharas y tenedores. Con un arma como esa, podía detener a Duncan. Salió de la cocina y se dio cuenta de un camino de gotas de color rojo. Se agachó y tocó una de las gotas. La olió y la pasó por su lengua: era sangre.

Theo dio unos pasos hacia atrás tembloroso y, sumido por el miedo, soltó el cuchillo.

«Alguien está sangrando» pensó por un momento.

No había reparado en ello cuando había cruzado a la sala de estar. Miró alrededor. Le llamó la atención la habitación junto a la cocina. Unos minutos antes, aquella habitación había tenido la puerta abierta. Se acercó con sigilo. Movió el pomo, pero estaba con seguro desde su interior. Dio un par de golpes a la puerta.

-¿Quién es? -preguntó una voz femenina al otro lado de la puerta.

-Es Theo -respondió en voz baja, aunque la pregunta le pareció divertida.

Erin apareció al abrirse la puerta, dejó a la vista uno de sus ojos azabache y su piel canela brillaba a través de la poca luz. Al cerciorarse que no era Duncan, lo dejó entrar.

-¿Estás bien? -preguntó Erin.

-Si -contestó, los nervios lo invadieron, la habitación estaba en penumbras y podía darse cuenta que la chica solo tenía encendida la pantalla de su teléfono móvil-. Dejé a Frankie en el baño de la planta superior. Debemos estar juntos.

-Debemos ir por Frankie y pensar como detener a Duncan -agregó Erin-. Mi teléfono... Aún no hay señal, debemos encontrar el router o el aparato que controla la señal de internet. Sin eso, estamos perdidos.

-Vamos por pasos, primero iremos por Frankie -anunció Theo abriendo lentamente la puerta. Se cercioró de que no hubiese alguien esperando afuera. La sala de estar y los pasillos lucían solitarios.

-Si fueras el padre o madre de Brittany ¿dónde pondrías un módem? -preguntó Erin, saliendo de la habitación.

-Supongo que en alguna habitación o en el tejado, no tengo idea, ya averiguaremos eso después -le respondió Theo.

Y ambos se embarcaron hacía la segunda planta para encontrarse con Frankie.

≪ •❈• ≫

Tan pronto como Theo subió corriendo tras Duncan para salvar a su amigo Frankie, en la sala de estar solo quedaron las dos chicas. El rostro de Erin parecía como si la muerte hubiera pasado frente a sus ojos. Por otro lado, Marion parecía más tranquila y, esta última, no manifestó donde había estado durante los últimos minutos.

-¿Qué sucede contigo? -protestó Erin-. ¿Lo dejaste ir, así no más?

Marion torció los ojos y luego la miró con tono despectivo.

-¿Pensabas que lo iba a detener? -Le devolvió la pregunta con otra pregunta-. Tú siempre eres la diplomática. Tú debiste detenerlo.

Erin gruñó para ella misma. Había tanta tensión en el ambiente y aun así le contestó.

-No sé qué harás, pero yo me esconderé. Se supone que debemos estar juntos, no quiero más muertes esta noche.

-Pues yo me quedaré aquí -habló Marion ceñuda a las palabras de Erin. A veces se cuestionaba como eran amigas-. Lo detendré.

-¿Qué harás? -Quiso saber la morena.

Marion se acercó a la cocina, buscó entre algunos cajones y finalmente exhibió a su amiga un cuchillo de cocina. Uno de tamaño estándar.

-Le daré un poco de su propia medicina -contestó Marion, con una sonrisa de satisfacción.

-No eres muy fuerte para detenerlo -le reprochó Erin.

-Pero lo suficiente valiente para no caer en su juego.

Había sonidos provenientes de la segunda planta. Un sonido de que algo que había caído al suelo y se había roto.

-¿Qué harás si él...? -Pero había demasiado estrés rodeando el lugar-. Ten cuidado. Si pasa algo grita y te ayudaré.

-¿Cómo podrías ayudarme? Eres más débil que yo.

-Algo haré, lo prometo -le respondió Erin, con los ojos bastante abiertos y un tono de determinación-. Que tengas éxito en tu misión suicida.

Marion soltó una risa por lo bajo, solo para hacer enojar a Erin.

No se fijó a qué lugar se dirigía la chica. Decidió ignorarla. Luego, se acercó a la mesa donde estaba el vino con las copas y se sirvió un poco. Guardó el cuchillo en la parte trasera de su pantalón. Sentía como la punta del cuchillo le estaba astillando su espalda a través de la blusa. Pero no podía herirla si se quedaba quieta y en una posición cómoda. Se sentó en el gran sofá donde unos minutos antes se había acomodado con sus amigos.

Comenzó a tomar sorbos lentos mirando hacia el pasillo de las escaleras.

Minutos más tarde escuchó que Duncan gritaba y golpeaba una puerta a la que, aparentemente, estaba intentando entrar. Con su seguridad intacta, esperó a que Duncan apareciera.

≪ •❈• ≫

Duncan ignoró lo que había sucedido en la segunda planta, debía asegurarse... no, debía silenciar a las chicas. Seguramente Theo y Frankie se escondían en algún lugar. Luego se encargaría de ello. Al bajar a la primera planta, se encontró con Marion, quien estaba sentada en el gran sofá con una pierna cruzada y tomando un poco del vino de la velada, la cual, había tomado un rumbo distinto.

Duncan bajó despacio, tratando de digerir en su mente todo lo que sucedía y, también, lo que haría más adelante. Pensó en Brittany. El motivo por el que, por culpa de ella, había perdido la razón y el cual lo había puesto tan enojado. Suspiró ruidosamente y luego soltó un gruñido.

-¿Eres consciente de la situación? -cuestionó Duncan, quien estaba cada vez más cerca de ella.

-Sí -respondió Marion-. Enloqueciste y quieres descargar el odio hacia Brittany con nosotros.

-Eres muy inteligente -la halagó Duncan. Ahora estaban frente a frente.

Marion se dio cuenta de que su amigo estaba desarmado. Sus manos estaban vacías. Su plan era atacar a Duncan, pero ¿qué haría después? Un simple corte en su cuerpo no lo detendría. Su solución inmediata era salir corriendo, después, pensaría en algo más. La chica se levantó del sillón con su mano izquierda mientras sujetaba el cuchillo de cocina que llevaba tras de sí. Oculto a la vista de Duncan.

Se abalanzó ligeramente hacia Duncan y le hizo un pequeño corte sobre su brazo derecho; esto ocasionó que gruñera. Duncan cubrió su herida con la mano derecha, asestó un puño con la misma mano sobre la mejilla izquierda de la chica y ella cayó muy cerca del sofá.

Duncan se dio cuenta de cómo quedaron unas cuantas gotas sobre el suelo mientras se dirigía hacia la cocina para buscar algo que detuviese la hemorragia. Este, tomó un paño de cocina que se encontraba colgado en una de las paredes, envolvió su brazo con el paño y lo aseguró con un alfiler que había encontrado entre un tarro de chucherías varias.

De vuelta a la sala de estar, su amiga no se había despertado, el golpe fue tan fuerte que la dejó noqueada, tomó a Marion y la cargó sobre uno de sus hombros para llevarla a la habitación cercana a la entrada a la piscina. Parecía el sitio perfecto para su siguiente movimiento.

≪ •❈• ≫

-¿No les parece extraño tanto silencio? -preguntó Frankie, quien salió del baño con sus amigos.

-Pudo haber sido Marion, estaba tan tranquila cuando Duncan fue a perseguirte. -La chica puso una mano en la espalda de Frankie mientras bajaban las escaleras-. Mencionó que lo enfrentaría, luego yo me escondí.

-Seguro debe estar torturándola -mencionó Frankie.

Los chicos iban en fila india por las escaleras, liderando la fila Theo; seguido de Frankie y al final Erin, cubriendo la retaguardia de sus amigos.

La idea de Duncan luego de dejar a Marion en aquella habitación, era la de buscar a Erin y asegurarse de mantenerla encerrada y cubrir todos los cabos sueltos, luego buscar a Theo y a Frankie. Para su sorpresa, Erin se encontraba con ellos dos. Duncan había aparecido ante ellos con su arma en mano y con un pedazo de tela alrededor de su brazo derecho. Caminó hacía los chicos para cerrarles el paso.

-¡Sepárense! -gritó Theo.

Frankie y Erin atendieron la sugerencia, pero Erin no tuvo mucha suerte, fue detenida por el agarre que Duncan ejerció sobre ella, lo que le impidió que siguiera corriendo.

-¿A dónde vas? -preguntó Duncan, sin soltarla.

-¡Suéltame! -exigió la chica, retorciéndose para poder huir de su amigo, pero él era bastante fuerte y el agarre le causaba ardor en su antebrazo.

-¡Suéltala! -chilló Frankie, caminando rápidamente hacia Duncan para luego empujarlo.

Duncan reaccionó ante eso y la chica quedó libre del agarre. Erin no pensó en nada más que volver a su escondite. Luego del empuje, Frankie corrió nuevamente cuesta arriba a la segunda planta y Theo se quedó circunspecto mientras todo ello sucedía, mirando hacia la nada, tratando de procesar esta nueva situación.

-Esta vez no te escaparás, pequeño -pronunció Duncan y corrió tras Frankie para detenerlo de una vez por todas.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro