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Capítulo 28: éxodo.

Después de la visita a casa de Duncan, un miedo irracional se apoderó de Brittany. Parte de ella se sentía ridícula por sentirse de aquella forma y, sobre todo, por darle importancia a simples suposiciones.

Tal fue su angustia y paranoia, que optó por contarle a Aiden lo descubierto hasta la fecha y las aseveraciones sobre su probable regreso. No omitió ningún detalle; después de todo, con el descubrimiento de ese viejo video con Duncan, estaba completamente segura en decirle a él cada cosa que pasara en su vida.

Él por su parte se mostró escéptico y con una sensación de que Brittany tal vez exageraba un poco. Mas no fue capaz de ignorarla, ni hacerle burla; por el contrario, se mostró dispuesto a ayudarla en lo que necesitara y le prometió que estaría para ella siempre, sin importar las consecuencias.

-Por ahora, iremos a ver a Marion -habló Brittany-. Quedé de verme con los chicos más tarde.

-Ten cuidado, ¿De acuerdo? -Aiden arrugó la frente, como un gesto de preocupación.

A pesar de lo disparatada que sonaba su historia, una parte en su interior estaba alerta y esperaba que a ella no le pasara nada.

En horas de la mañana, había quedado con los chicos para ir a visitar a Marion a la institución psiquiátrica. Erin se había comunicado con la madre de Marion y ella le informó dónde podría verla. Al parecer estaba en un lugar llamado "Alma".

≪ •❈• ≫

Theo convenció a su padre de dejarle usar el auto, ya que él estaba usando la camioneta. Lo convenció; aunque su madre también lo necesitaba, pero a última hora el señor Reed sacó su inteligencia a relucir y halló una solución para que su esposa no pusiese algún problema. La forma de que no insistiera en llevar ese auto y dejar que Theo lo usara, conllevó a una gran disputa; a la larga, convenció a la mujer para que alquilara un vehículo para hacer las diligencias que tenía previstas para el día. Con ese cabo atado, Theo fue en busca de Brittany y Erin para visitar a Marion, quien estaba recluida en aquel centro psiquiátrico.

El edificio era enorme. De fachada amarilla cremosa, blanca en la parte superior y con techo café. A simple vista, parecía un lugar antiguo. En la parte central de todo el edificio, se podían ver unas letras doradas que formaban la palabra: «centro estrella». Con grandes jardines florales a lado y lado de la entrada, más una fila de árboles secos que señalaban el comienzo del invierno. El lugar contaba con parqueadero; tan amplio como el mismo edificio.

La madre de Marion, le había avisado a Erin sobre el horario de visitas; así como una detallada descripción de la ubicación de aquel recinto. Aunque estaba afligida, se escuchó bastante emocionada por la idea de que su hija recibiera visita por parte de sus amigos.

Theo acomodó el vehículo como pudo. Por ser día de visitas, el parqueadero estaba a reventar, aun así, encontró donde ubicarlo.

Se anunciaron en la entrada y una enfermera de tez morena los atendió.

-En un momento, uno de mis compañeros se encargará de ustedes -anunció la enfermera.

-Gracias -contestaron todos al unísono.

-Pueden tomar asiento -indicó la mujer estirando su mano, señalando hacia la sala de espera.

Tras un par de minutos, un enfermero se acercó a ellos y les pidió que lo siguieran. El hombre los condujo por un corto pasillo, luego tomaron las escaleras que daban al segundo piso y finalmente, por otro largo pasillo.

-En este momento algunos pacientes van a caminar -comenzó a decir el enfermero-. Otros prefieren estar jugando o interactuando con otros pacientes, pero ella se encuentra en su habitación.

-¿Puede hacer eso? -preguntó Brittany.

-Creemos en que, pasar tiempo consigo mismo, también es alentador -le contestó, volteándolos a mirar.

Los chicos intercambiaron una mirada y no pronunciaron ni una sola palabra.

Al final del pasillo encontraron la habitación de Marion. Sobre la puerta, estaba incrustado el número veintitrés y una pequeña tabla en la que, al parecer, se daba a conocer el horario de sus medicinas.

-Los pacientes tienen prohibido visitar otras habitaciones que no sean la suya -explicó el enfermero, mientras abría la puerta-. Solo pueden salir si uno de los enfermeros abre la puerta. Además, regularmente los enfermeros vigilamos los pasillos para evitar esos inconvenientes.

-Son bastante estrictos con la seguridad -comentó Erin.

-Así es -confirmó el enfermero-. No hay límite de tiempo para las visitas, solo asegúrense de que no salga de la habitación. Disfruten su estadía.

-Gracias -dijo Theo.

-Nos aseguraremos de que no salga -agregó Erin.

El enfermero asintió. Abrió la puerta de par en par, y dejó que los chicos entraran. Cuando ya estaban en el interior, cerró la puerta con seguro para poder estar más tranquilo. Los chicos se dieron cuenta, pero le restaron importancia.

Frente a ellos, Marion sin una pizca de maquillaje y con su cabello oscuro cayendo sobre sus hombros. No lucía tan pálida como esperaban verla; de hecho, tenía un semblante de persona saludable. Se encontraba sentada sobre su cama en posición flor de loto, leyendo un libro. Alrededor de ellos, una habitación pequeña que constaba de: una cama, una pequeña mesa de noche, una silla verde en una de las esquinas y una ventana pequeña tras la cama, que daba vista al exterior. Las paredes blanquecinas, le daban un aire celestial y puro a aquel lugar y, a su vez, lucía bastante simple.

-Hola -saludó Brittany.

-Hola, chicos -respondió Marion con voz tranquila.

-¿Cómo estás? -preguntó Erin.

Los tres se mantuvieron de pie. Por la ausencia de sillas, no sabían cómo más reaccionar.

-Estoy bien -contestó sin levantarse de la cama-. Por favor, tomen asiento. -Marion señaló su cama y luego la silla.

Brittany se sentó en la silla de la esquina, Erin se sentó en la parte baja de la cama, quedando a los pies de Marion y, Theo, permaneció de pie.

-Tú también. -Marion sonrió a Theo, aunque era una sonrisa opaca.

-Así estoy bien -dijo Theo con una sonrisa de vuelta.

-¿Qué te pasó? -preguntó Brittany, aunque en el fondo sabía que aquella pregunta era meter el dedo en la llaga.

Marion suspiró.

-Estoy tratando de reconstruir todo lo que pasó. -Comenzó Marion su relato-. Conforme pasan los días, hay un hueco de ese día. Sé que caminaba en dirección a casa, después fue miedo y pesadillas, hasta que un día, todo se volvió un remolino de sentimientos y emociones, y perdí el rumbo de mi vida. Mamá decidió internarme. Ahora puedo dormir mucho mejor; pero a veces las pesadillas se hacen presentes, o esa oscura sensación cada vez que intento recordar. El doctor Fox dice que es un proceso, y... realmente eso creo. Por ahora estoy tranquila, una de las pastillas que recibo me deja somnolienta, así que... es cuestión de tiempo para que caiga como una piedra.

Los chicos no pronunciaron ni una palabra; escuchaban atentamente su narración. Erin, quien estaba más cerca, se sintió afligida por el relato.

-Se trata de estrés postraumático -retomó Marion-. Lo que sucedió aquella noche, desato ese torbellino de cosas y aquí estoy.

-Realmente... no sé qué decir -dijo Brittany.

-Debe ser muy difícil -intervino Erin-. Solo espero a que te recuperes pronto.

-Ya separé el apartamento -mencionó Theo-. Papá me prestó el dinero, realicé el pago inicial y... tenemos un lugar para los dos.

Marion sonrió; sin embargo, sentía que había fallado a su amigo: su mejor amigo.

-Yo... -expresó Marion, pero no encontró palabras y simplemente levantó los hombros.

-No tienes que disculparte -le alentó Theo-. Nadie pensaba que pasarías por una situación como esta.

-En fin... ¿Qué hay de ustedes? -cuestionó Marion.

-Todo marcha bien -contestó Erin-. Mi grado está cada vez más cerca. Aunque... Samuel ha muerto.

El dolor vino hacia ella. Recuerdos de una vida llena de felicidad; la compañía de un ser maravilloso, sus ojos se tornaron aguados y tapó su rostro con ambas manos.

-¡Por Dios! ¿Qué ha sucedido? -Marion descruzó sus piernas y se sentó en el borde de la cama, intrigada por aquella respuesta.

-La investigación está en curso -respondió Erin, secando sus lágrimas-. Al culpable no lo conozco, pero...

-Pero, parece que se trata de alguien que ayuda a Duncan -le interrumpió Brittany.

Marion comenzaba a sentirse somnolienta, pero debía escuchar de ellos la mayor cantidad de información posible, aunque sonara extraño.

-¿Duncan? ¿Ese Duncan que está en prisión? -Marion abrió los ojos de par en par.

-Sí -respondió Theo-. Hace unos días fuimos a su casa. Al parecer, sigue viviendo con sus padres, solo que ese día... no estaba. Salió de prisión hace un mes o un poco más, eso dijo su mamá. -Volteó a mirar a Brittany y continuó-. Brittany piensa, bueno, todos pensamos que al parecer mandó a unos chicos a hacer el trabajo sucio. Él movía los hilos y ellos eran sus títeres.

Marion iba a decir algo, pero Brittany le interrumpió.

-Llegamos a la conclusión de que, el mensaje del espejo, la misteriosa caja, la golpiza de Theo y esa nota del cementerio.

-Espera. -Fue el momento de Marion para interrumpir-. ¿Qué nota del cementerio?

-Ésta -dijo Theo, sacó una hoja arrugada del bolsillo de su abrigo y se la extendió-. La llevo a todo lado. Estaba en la tumba de Frankie.

La chica leyó la nota y se la devolvió a Theo, luego frotó sus ojos con el dorso de su mano.

-Al parecer eso fue trabajo de Duncan, bueno, del que lo haya hecho por órdenes de Duncan, eso no lo tenemos muy claro -habló Erin.

-No me sorprendería si saboteó tu muestra de arte -expresó Brittany-; incluso, es posible que tenga que ver con lo que te pasó esa noche.

-Pero no recuerdo quien estaba esa noche, ¡Todo es borroso! -exclamó Marion-. Recordar eso me pone muy mal.

De pronto, el silencio gobernó aquella habitación. A través de la ventana se podía ver cómo truenos se avistaban a lo lejos. La lluvia se aproximaba.

Marion se acostó sobre la cama y dejó su mirada fija en el techo. Era demasiada información. Erin, comenzó a hacerle un ligero masaje en los pies. Sentir la suavidad de sus pies, de alguna forma la reconfortaba.

-Chicos, gracias por venir -soltó Marion y bostezó-. Lo siento, las pastillas están comenzando a hacer efecto.

Ante el silencio de los chicos, se levantó de la cama y le brindó un abrazo a cada uno.

-Debíamos hacerlo -dijo Theo, sonriendo para ella.

Con gran sorpresa, del celular de cada uno, un pitido se hizo presente. Los chicos intercambiaron miradas. Brittany fue la primera en revisar su teléfono y leyó en voz alta el mensaje recibido.

-Edificio en construcción sobre la carretera Bell Cyn, antes de llegar a la carretera Overland. Hoy a las seis de la tarde. D -leyó Brittany.

-¡Es el mismo mensaje que me llegó! -chilló Erin.

-El mismo -confirmó Theo.

-Chicos, no pueden ir -habló Marion con voz quebradiza-. Es muy peligroso.

-Debemos hacerlo -dijo Brittany-. La única forma de darle fin a este dilema, es seguir su juego.

-Entonces, ¡Tengo que ir con ustedes! -refutó Marion.

-No -dijo Erin, se acercó hasta ella y la tomó de los hombros-. Tú debes estar acá, cuidarte y mejorar tu salud.

Marion torció los labios, en su mente buscaba una excusa para convencer a sus amigos; no obstante, sintió que no lograría su cometido. De nuevo volvió a la cama. Bostezó y talló sus ojos con el dorso de su mano.

-Bien -expresó Marion finalmente-. Gracias nuevamente por venir y por favor, por favor, cuídense. No sabemos de qué es capaz.

-Sí sabemos de qué es capaz -le corrigió Theo-. Pero, nos aseguraremos de que no se salga con la suya.

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