¡Sorpresa!
-Reina... ¿Estás ahí? ¿Ya despertaste? -dice Adino sin poder ver nada.
-Estoy acá -dice Reina quejándose del dolor en las ataduras de sus muñecas-. ¿Qué ha pasado?
-No se cariño, no recuerdo. Pero no logro ver nada.
-Estoy acá, escucha mi voz y llegarás donde estoy -dice Reina y comienza a cantar. Con lo que de esta forma Adino logra llegar donde ella.
-Oh mi vida, gracias a Dios que estás bien -dice Adino colocando su frente junto a la de su amada.
-Dime... ¿Por qué no logras ver nada?¿Estamos en la oscuridad?
-No, tengo los ojos vendados y mis manos están atadas a mí espalda, no puedo quitarme la venda.
-A mí no me han vendado y tampoco puedo ver nada -dice Reina asustada.
-Cariño, tú eres ciega, qué coño vas a ver por Dios.
-Cállate, es para despistar a los secuestradores -dice Reina tapándole la boca-. Creo que nos están escuchando -dice en voz baja.
-¿Cómo lo sabes?
-Siento cerca olor a bebida, peste a pata y un terrible olor a mierda.
-Ese soy yo -dice alguien a pocos metros de ellos-. Que me he cagado, tengo las manos atadas y no puedo limpiarme el culo.
-¿Quién eres? -dice Adino sorprendido- Y tú Reina tienes un olfato muy fino, no había sentido nada, pero ahora que lo dices...
-Si dices que huele mal te rajo una sartén en la cabeza como hacía cuando eras pequeño -dice la voz.
-¿Tío... Tío Agustino? ¿Eres tú? -dice Adino.
-Ya sabía yo que el olor a mierda me era familiar -dice Reina-. Huele como a la de toda tu familia, pero no quería especular.
-Reina, por favor, ahora no -dice Adino-. ¿No vez que no es el momento?
-Ya decía tú madre que tú mujer era ciega, pero también una hija de la gran puta.
-Tío tú también por favor, no es momento de peleas.
-Esta bien, saco bandera blanca -dice Agustino-, pero que no me ataque porque no respondo.
-No se preocupe Agustino, pero usted no necesita bandera blanca, lo que le hace falta es papel higiénico.
-¡¡Reina por Dios!! -dice Adino- Que ha pedido tregua. Mira, mejor trata de desatarme las cuerdas con la boca.
-Si, si con esa boca te logró cautivar no creo que le sea difícil desatar unas cuerdas -dice Agustino.
-¿Está usted insinuando alguna cosa señor? -dice Reina separándose de su esposo.
-No le hagas caso -dice Adino agarrándola del brazo-. Toma, desátame.
-Ok -dice Reina y comienza a mordisquear con los dientes las ataduras de su marido hasta que logra desatarlo.
-¡Dios! que bien, lo has logrado. Ahora sólo resta quitarme está venda y...
-¡Feliz cumpleaños mi vida! -dice la madre de Adino junto a muchos más de la familia con globos, serpentinas y un hermoso decorado que le habían dado a la cocina comedor.
-Ya decía yo -dice Reina al escuchar el barullo-, toda la mierda reunida.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro