¿Estoy solo?
Luego que la pandemia COVID-19 se expandiera por todo el planeta el mundo como lo conocíamos dejó de existir. Por años lucharon creando una vacuna que erradicára el virus, pero los esfuerzos solo daban falsas esperanzas antes de que este mutara una vez más para llevarse miles, millones de personas en un día. Y así sucesivamente la raza humana se extinguió.
Solo quedo yo, un niño que a los cinco años se enfrentó al deterioro doloroso de la humanidad, los cadáveres, el olor putrefacto de estos esparcidos por doquier, el sufrimiento de aquellos que sin poder hacer nada veían a sus seres queridos morir. Hace años ya de la última voz humana que oí, una doctora que me acogió cuando mi madre murió frente a mi. Ella me crió y me dijo que había sido bendecido por Dios, que era la única persona que había vencido la enfermedad haciéndome inmune a ella.
Ahora vago por la tierra con la esperanza de no ser el único, pero ya no me quedan fuerzas para seguir, estoy tirado frente al sol que me quema la piel agrietando mis labios resecos, y digo adiós a mis esperanzas cuando una sombra se interpone entre los rayos solares y yo. ¿Estaré delirando, será parte de mi imaginación? Hay alguien frente a mi, es hermosa y tiene el cabello muy largo... ¿Está lloviendo? No, son lágrimas que brotan de sus ojos, gotitas saladas que me sacan una leve sonrisa, y después de mucho tiempo, alivian mi dolor.
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