La evocación
Una versión desteñida de la ciudad aparece ante mí. Hay maleza, escombros y herrumbre en cualquier rincón hacia el que mire. Es como si hubieran transcurrido cien años o más sin personas presentes. Los edificios y los monumentos han perdido su forma. No se escuchan voces, música ni ningún tipo de sonido levemente humano. Nada por acá sugiere que este sitio se encuentre habitado.
«¿Adónde se fueron todos? ¿¡Qué pasó con la gente!? ¿Qué voy a hacer si el tipo de negro me persigue de nuevo?» Ante la posibilidad de revivir ese horrible episodio, el corazón se me encoge de pavor. Muero de los nervios de solo imaginar que estoy completamente sola en un lugar inhóspito. Soy una criatura indefensa. Cualquier cosa podría convertirse en una amenaza y no tendré a nadie a quien pedirle ayuda.
«Tiene que haber alguna forma de hacer algo», me digo. No pienso sentarme a esperar la muerte con los brazos cruzados. Si me están buscando para matarme, como a la chica de la tienda, al menos quiero irme sabiendo que luché por mi vida. Además de eso, me rehúso a morir sin saber qué significan las extrañas visiones que he tenido. Mi alma vagará en pena por la eternidad si no obtengo respuestas.
—¡Hola! ¿Hay alguien aquí? —pregunto con voz firme—. Si alguien puede oírme, por favor, contésteme.
Camino despacio hacia delante. Observo con suma atención todo cuanto mis ojos alcanzan a ver. Intento detectar el más minúsculo movimiento o ruido. Si hay alguna persona u otra entidad que sea capaz de entender lo que dije, estoy resuelta a hallarla. La haré salir de su escondite sin importar lo que cueste. Estoy harta de huir y de sentir miedo. A estas alturas, creo que no tengo nada que perder. Si la muerte viene por mí, quiero que me vea a los ojos en vez de apuñalarme por la espalda.
—¿¡Por qué nadie responde!? Sé que no llegué aquí por mí misma, alguien me trajo. Quien lo haya hecho, no puede estar muy lejos de aquí, ¿cierto? —Inhalo profundo para poder hablar más fuerte—. ¡Deja de ser un cobarde y muéstrate ya, quien quiera que seas!
Retengo el aliento por un momento, expectante. Mis ojos se mantienen atentos. Sin embargo, ni siquiera una hoja cambia de posición. El desolado paisaje continúa intacto. El eco de mis palabras se pierde entre las paredes sucias. El crujido de las enredaderas marchitas que piso es la única contestación que alcanza mis oídos. Tras presenciar lo inútil de mis esfuerzos, una oleada de furia me domina.
—¿¡Aún buscas mi sangre!? —Levanto mi dedo pinchado mientras vocifero—. ¡Ven por ella! Si tanto te importa que cumpla el estúpido pacto, ¡da la cara! ¡Estoy harta de juegos! ¿¡Por qué te escondes!?
—¡Yingyue!
Escuchar mi nombre pronunciado en voz alta me produce un sobresalto. Casi se me escapa un grito, pero me controlo clavándome las uñas en las palmas. Por increíble que parezca, mi ira es mucho más grande que mi temor. Me giro hacia un lado y luego hacia el otro, alzo la vista al cielo, me inclino hacia el suelo, pero no veo a nadie. No sabría decir si la voz que oí es de hombre o de mujer, pues suena distorsionada. La única certeza que tengo es que su dueño o dueña me conoce.
—¿¡Quién o qué eres!? Si te atreves a llamarme por mi nombre, es porque sabes bien quién soy yo. —Retrocedo para recoger las plumas de cuervo desperdigadas en el suelo polvoriento. Las aprieto con rabia mientras elevo el puño—. ¡Al menos ten la valentía de venir aquí y mirarme de frente!
Apenas termino de escupir la última frase, percibo el movimiento de unas extrañas ondas provenientes de mi cuerpo. Extiendo mi mano hacia ellas, pero se dispersan enseguida. No alcanzo a tocarlas.
—¿Qué está pasando?
Al volver a hablar, una nueva ondulación se forma delante de mí. El raro fenómeno termina aún más rápido que antes. No obstante, ahora creo tener una noción de cómo se produjo. Pruebo mi teoría entonando una estrofa de una canción que amo.
—May the angels bow down for you and lay their feathers beneath your feet...
Boquiabierta, compruebo que las ondas se forman a partir de mis palabras. Es como si mi voz de pronto fuera un tejido transparente. Si pudiera tocarla, creo que tendría una textura suave, pues parece muselina. Niego con la cabeza y se me escapa una carcajada incrédula. «Nada de lo que sucede aquí tiene sentido». Aspiro una enorme bocanada de aire para después soltarla despacio. Elijo seguir cantando, a ver qué sucede.
—May the angels fill your emptiness, guide and lighten up your path...
Por algún motivo que desconozco, algo se activa en mi cerebro al cantar el segundo fragmento. La famosa frase de «lo tengo en la punta de la lengua» describe a la perfección lo que me está ocurriendo. Siento como si estuviera a un milímetro de recuperar un recuerdo, pero la sinapsis restante no quisiera cooperar conmigo. Aunque no tengo manera de saber lo que es, presiento que se trata de una pieza vital en el rompecabezas de mi mente confundida. Cierro los ojos, aflojo los hombros y agacho mi cabeza. El silencio sepulcral me ayuda a viajar hasta lo más recóndito de mis pensamientos.
Es justo allí, cobijada por la afonía del entorno, cuando finalmente soy capaz de evocar algo significativo. El rostro asustado de un muchacho aparece entre mis recuerdos. El grito que escuché aquí hace poco de inmediato se enlaza a su cara. Es él quien me llamó por mi nombre, ¡estoy segura! Mi corazón empieza a latir a gran velocidad ante ese descubrimiento. Como efecto dominó, un buen puñado de otros recuerdos rompen la barrera del subconsciente y flotan hacia la superficie. «¡No estoy loca! ¡Por Buda! ¡Lo que he visto y escuchado no son pesadillas ni visiones!». Abro los ojos de golpe y me echo a correr sin titubear.
—¡Xiang!
Piedras y trozos de vidrio laceran mis pies conforme avanzo. Lo sé por el ardor en mi piel. Vuelvo a sentir calambres en muchos de mis músculos. Inhalo más polvo que aire a través de la boca. Me pica la garganta y me lloran los ojos. Sin embargo, en este momento no me importa nada de eso. Las memorias que logré desbloquear son demasiado valiosas como para perderlas de nuevo. No puedo arriesgarme a que me las arrebaten con un reinicio súbito. ¡Necesito darme prisa!
—¡Xiang, aguanta! —exclamo a voz en cuello.
Las ondas que nacen de mi voz reverberan entre los edificios, multiplicándose hasta transformarse en un potente rugido. Lo que antes era gris ahora está bañado por un destello rojizo. Esbozo una sonrisa esperanzada. Dicho color acaba de adquirir un significado distinto para mí. No está atado a una maldición como yo creía, sino que es una de las claves para acceder a mis recuerdos reprimidos.
—¡Vamos a salir de aquí! ¡Te lo prometo, Xiang!
De repente, la tierra comienza a estremecerse con violencia. El suelo se sacude y se parte en miles de fragmentos. Correr aquí es cada vez más difícil. Me tropiezo y caigo varias veces, pero me levanto de inmediato. Me muevo a trompicones, pero los golpes y raspones no me detienen. ¡Tengo que llegar a él a como dé lugar! Para mi desgracia, escucho un crujido ensordecedor detrás de mí. Una enorme grieta se abre en el suelo y el temblor cesa por un segundo. Sé lo que eso significa. Se me hace un nudo de terror puro en el estómago.
—¡No, otra vez no! —musito, acongojada.
Sin vacilación alguna, me aferro con brazos y piernas a una columna metálica. Cierro los ojos y concentro toda mi energía en sujetarme muy bien de ella. Cuando siento mi pelo suelto ondeando como tentáculos sobre mi cara, aprieto aún más el metal contra mi tronco. Segundos después, una gigantesca masa de aire empieza a girar en medio de la grieta. Debido a la rapidez con la que se mueve, pronto se convierte en un ciclón. La descomunal fuerza de succión del vórtice empieza a tragárselo todo en derredor.
—Xiang, resiste —suplico en un susurro mientras visualizo su semblante.
Trozos de madera, piedra, plástico, tela y metal pasan golpeándome como balas. Las heridas en todo mi cuerpo se multiplican a cada segundo. El pilar del que estoy sosteniéndome no va a resistir por mucho tiempo. Sé que yo también seré absorbida en breve si no desbloqueo la barrera que me ata a este nivel. La simulación iniciará de nuevo desde la primera etapa y comenzaré de cero por enésima vez, sin mis memorias.
«Seguimos atrapados por mi culpa... ¡No puedo volver a fallar!». Aprieto los dientes y los párpados a manera de lamento silencioso. Tengo los músculos agarrotados. En cualquier momento voy a soltarme y todo mi esfuerzo habrá sido en vano. A este paso, nunca podré cumplir mi misión. «La clave está en el mensaje del abrigo rojo. Siempre ha estado ahí, pero jamás logro interpretarla a tiempo. Vamos, Yingyue, piensa. No te rindas». Musito las palabras bordadas otra vez e intento asociarlas con Xiang y conmigo, pero nada viene a mi mente. ¿A qué se refieren esos versos? Los he leído incontables veces y nunca los comprendo. ¿Será distinto esta vez?
El graznido de un cuervo rompe mi concentración. Pese al abrumador ruido del viento, el chillido del animal suena nítido junto a mi oído izquierdo. En menos de diez segundos, oigo otro graznido. Esta vez lo percibo con mi otro oído. La sonrisa de Xiang aparece en mi memoria en ese instante. Es hasta entonces que un nuevo recuerdo me es devuelto. «¡El animal favorito de Xiang es el cuervo! ¿¡Es esa su forma aquí!? ¡Tiene que serlo!». Sin pensarlo dos veces, extiendo el brazo derecho. A pesar del peligro que representa soltarme ahora, me dejo guiar por el instinto.
Apenas mi mano suelta la columna metálica, recibo un fuerte picotazo en el índice. Las mandíbulas del ave presionan la punta de mi dedo con furia. Es como si buscara aplastar o arrancarme la falange. Pese al dolor que me causa, no hago nada para apartarme de su agarre. Si este cuervo es la manifestación de Xiang, probablemente lo que me está haciendo sea fundamental. Quizá se trate de la solución al enigma, ese que me ha carcomido la cabeza por quién sabe cuánto tiempo ya.
—¿Eres tú? —pregunto en voz baja.
En ese momento, recibo un pinchazo en mi dedo. La horrible sensación que viene justo después no tiene comparación. Siento que el animal me está arrebatando la vida a través de esa punción. ¿Acaso se está tragando mi sangre? En cuanto abro los ojos, el ciclón se detiene de golpe. Giro el cuello y veo al cuervo prendido de mi mano. En su pecho hay un gran agujero. Se me escapa un jadeo de sorpresa. ¡Su corazón está expuesto! Luce grisáceo y opaco, como sacado de un cadáver. A pesar de ello, sigue latiendo a buen ritmo.
Mi quijada cae al presenciar lo siguiente que ocurre. El órgano deja atrás el tono gris y adquiere el característico rojo de un corazón sano. El hueco en el tórax se va haciendo más y más pequeño hasta que desaparece. Los ojos del cuervo exhiben un fuerte destello en tono carmesí. Se acerca a mí y su pico se abre de par en par. A la vista queda un mensaje grabado en su lengua. Son trazos hechos directamente sobre la carne. Pese a la incomodidad que eso me genera, me apresuro a leer.
—Encuéntrame —digo en voz baja.
Sin previo aviso, el ave cierra el pico y se posa en mi hombro izquierdo. Grazna a todo pulmón mientras clava sus garras justo donde tengo el tatuaje. Suelto un alarido angustiado, pero el malestar físico que siento no dura mucho. De forma inesperada, cientos de imágenes, sonidos y colores regresan a mi mente. El exceso de estímulos sensoriales que experimento no me deja pensar en el dolor. En este momento, las memorias de lo que me arrastró a esta simulación me roban el aliento.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro