Despedida
En cuanto volvieron a casa y dejaron a Rayla en la escuela, Ethari regresó a lo que estaba trabajando en la forja de su estudio. Hacía días que su trabajo había aumentado pues la temporada de cosecha estaba llegando y la mayoría de los campesinos del lugar acudían a él para pedirle nuevas herramientas a cambio de un generoso pago en monedas.
Mientras tanto, Runaan se encargó de limpiar la casa y hacer la comida para recibir a Rayla y los tres pasar una tarde tranquila y agradable. Los planes de Runaan se formaron rápido en su cabeza sin tener en cuenta algún percance o invitado inesperado; lo primero era ir por Rayla en unas horas, después compartir con Ethari y ella una comida provechosa.
"¿Debería freír un poco de pescado?" se cuestionaba mientras cortaba algunas verduras.
—A los dos les gusta mucho, no estaría mal sorprenderlos con algo así después de todo el tiempo que llevan trabajando el día de hoy —dijo Runaan en medio de la soledad que reinaba en la cocina. Todavía tenía esa vieja costumbre de hablar solo o planear su lista de quehacer en voz alta.
Después de comer, pensó, podrían dormir los tres junto al aire libre en el jardín de la casa. Pasar esa tarde calurosa de la mejor forma que un elfo de luna podía hacer con descansos y voluptuosidades. Y después de la siesta, Runaan había planeado jugar un rato, algo así como a las escondidas o algún combate de fuerza contra Ethari, de esos que tanto le gustaban a Rayla, todo en guisa de cansarla e irla preparando para dormir.
Los planes ya estaban decididos, no había vuelta atrás. Un brillo de emoción iluminó el rostro de Runaan y con los labios dibujando una tímida sonrisa tomó en manos un capacho, el que siempre usaban para poner la carne o algunas frutas cuando iban al mercado. Tomó unas cuantas monedas de un recipiente que Ethari guardaba en su habitación y salió de la casa sin previo aviso. No quería interrumpirlo, además, sería sólo un pequeño rato el que Runaan estaría en el mercado escogiendo los mejores y más frescos pescados para su familia.
Al cabo de media hora, y después de hablar un poco con las vecinas chismosas, Runaan retornó a casa con el capacho hasta el tope, emocionado por probar una nueva receta. Se dirigió a la cocina, sin ver ni un solo rastro de Ethari, pero en la lejanía escuchaba los golpes del yunque emanar de la forja; "Seguramente no se ha tomado ni un descanso, ese cabezón le tiene mucho aprecio a su trabajo" pensó Runaan mientras preparaba lo necesario para hacer la comida.
Es cierto que quien mejor cocina de los dos es Ethari, ese elfo heredó toda la sazón de su hermana mayor y de su madre, pero había ocasiones en que no podía encargarse de los alimentos, entonces Runaan, inocente y emocionado, le decía que no tenía nada de qué preocuparse, que él se encargaría de hacer la comida. De tal manera, la familia terminaba comiendo cosas quemadas, fingiendo que estaban deliciosas con tal de no lastimar el frágil corazón del elfo.
Hoy era uno de esos días en donde Runaan emocionado preparaba la comida para su familia, y esta tenía que esforzarse por tragar todo sin formar una mueca de desprecio. Sólo Avizandum sabía cómo le hacían para sobrevivir a los talentos culinarios de Runaan.
Tras una hora los platillos estaban listos, y para suerte de Ethari y Rayla, no habían quedado tan mal esta vez. Hoy podían comer sin tener que preocuparse por una intoxicación. Runaan se tomó las molestias de freír el pescado (Después de quitarle las escamas y lavarlo muy bien en esta ocasión) con algunas verduras para darle un sabor más fuerte; hizo un poco de sopa y machacó algunos mangos para hacer un poco de agua de sabor. Dejó todo reposar en un lugar seguro dentro de la cocina, esa comida iba a ser tan especial que nadie debía tocarla hasta llegar la hora.
¡Todo había quedado comestible!
El elfo sintió que se esforzó tanto que una pequeña gota de sudor le recorrió la frente. Llevó su mirada a la ventana que adornaba el lugar y a juzgar por la posición del sol, supo que faltaban cerca de dos horas para que Rayla terminara su día escolar.
Ahora Runaan se había quedado sin nada qué hacer, las tareas del día ya las había completado. Se recargó en una mesa y se cruzó de brazos ¿Ahora qué podía hacer para matar su tiempo?
Después de pensar en todas las posibilidades y que nada llegara a su cabeza, un sonido interrumpió sus ideas. El sonido que produce el golpe de dos metales le recordó que cierto elfo seguía encerrado en su estudio, lugar donde seguramente hacía mucho calor debido a la fragua y toda la fuerza física que requiere el moldear un metal a base de golpes con el martillo.
—¡Agua! —gritó e inmediatamente corrió a tomar un vaso y llenarlo con agua de un cántaro.
Runaan pensó que seguramente Ethari estaría sediento ya que desde que volvieron a casa no había salido del estudio ni para comer o beber, no era un pensamiento muy alejado a la realidad, pero el moreno estaba tan acostumbrado al calor de su trabajo que ya podía pasar unas horas sin necesidad de una gota de agua. Así que usando eso como una excusa para perder su tiempo y también para estar un rato con Ethari, con quien no había intercambiado ni una sola palabra en todo el día, corrió en dirección de la forja con vaso en mano muy emocionado.
Una vez llegó al umbral del lugar no hubo necesidad de llamar a la puerta, esta estaba medio abierta y Runaan se dio el lujo de espiar por unos momentos a su novio. La pequeña abertura lo recibió primero con el ensordecedor sonido del martillo y metal, pero hizo caso omiso a su oído lastimado y prestó más atención a la escena en donde podía ver claramente la espalda desnuda y morena de Ethari. Como era costumbre del elfo, cuando comenzó a trabajar encendió la fragua, algunas velas para iluminar el lugar, se quitó su camisa, chaleco y bufanda para trabajar más cómodo.
Ethari no esperaba visitas en ese momento, por tanto, no se dio cuenta de la presencia de Runaan hasta que este decidió salir de su escondite. Antes de llamar la atención del moreno y siendo uno con las sombras, Runaan se quedó callado, observando unos minutos cómo los músculos de la espalda de Ethari se contraían por la fuerza que aplicaba a cada golpe para forjar. Se veía tan fuerte, tan irresistible que Runaan sintió que los colores se le subieron a sus mejillas; pocas veces tenía la oportunidad de presenciar un momento así sin ser molestado por los comentarios provocativos de Ethari.
Cuando sintió que ya tenía suficiente o que el moreno se percataría de su presencia, Runaan salió de su escondrijo para llamar la atención de Ethari golpeando la puerta del estudio. Rápidamente el moreno cesó los golpes y volteó la cabeza para encontrarse con su novio sonriente y un poco avergonzado.
—Ya terminé de cocinar y pensé que tendrías sed... —formuló Runaan desde la entrada del estudio. Extendió el brazo con el que sostenía el vaso con agua—. ¿No quieres agua?
En respuesta Ethari le sonrió con una amabilidad e inocencia pulcros y sorprendentes. Aceptó el presente de Runaan y se bebió el agua de un solo trago, algunas gotas se resbalaron de sus labios hasta su cuello y pecho. Runaan se percató de ello, pero aún así hizo todo lo posible por no parecer obvio.
—Muchas gracias, me has salvado —le dijo Ethari devolviéndole el vaso vacío y con expresión tan calmada y brillante que estaba lejos de representar lo que ya maquinaba en su cabeza ahora que Runaan y él estaban solos en casa.
A lo mejor y fue culpa del calor, del momento o tal vez algunos pensamientos poco propios de Ethari. O tal vez, ambos habían coincidido en la misma idea ahora que ya había pasado tiempo desde la última vez; habían estado tan ocupados que descuidaron un poco ciertas atenciones.
En un suspiro y casi como un truco de magia, Ethari logró que Runaan se sentará por sobre su mesa de trabajo. Lo único que Runaan había sentido era la mirada tan pesada del moreno, así como una fuerte brusquedad sobre su cuerpo que lo dominó y obligó a tomar aquella posición tan vergonzosa.
—Espera, Ethari —murmuró Runaan tan débil y provocativo que Ethari no pensó tanto para abrirle él mismo las piernas e inclinarse un poco para hacer real un beso.
—Dices eso... —respondió pesadamente Ethari mientras aún robaba el aliento de Runaan en un beso. Se atrevió a dejar una de sus manos por sobre una de las piernas de Runaan para masajearla, mientras que la mano restante la llevó a su nuca para acercarlo más y evitar terminar con la caricia—. Pero mira cómo estás con tan solo un beso.
Runaan lo sabía, sabía que con cualquier caricia de Ethari se derretía. Su rostro cambió de uno ceñudo a uno lleno de placer, alzó las cejas y la boca la entreabrió dejando ver un brillo excepcional en sus labios y ojos. Sus alargadas mejillas se colorearon de un tono esmeralda y su respiración aumentó a tal punto que unos débiles jadeos se podían escuchar en la habitación.
Sólo Ethari podía ejercer semejante magia sobre Runaan.
Al cabo de un minuto y después de haber saboreado muy bien los labios y lengua de Runaan de una forma bastante atrevida con el beso, Ethari terminó con el mismo. Se levantó un poco para estudiar la imagen de Runaan en ese momento y se quedó totalmente cautivado con lo que vio; se le pintó una media sonrisa juguetona ante la pose tan sumisa y atractiva que su pareja adoptó al poner una de sus manos por sobre su pecho y la otra llevarla a su morena mejilla.
—Eres tan tierno —dijo Ethari a Runaan volviéndose a inclinar y besar el cuello de su pareja —. Tan tierno, tan atrevido...
Mientras tanto, Runaan se encargaba de sentir muy bien todos y cada uno de esos besos que Ethari dibujaba por sobre la piel de su cuello y parte de su pecho. Algunos de esos besos a duras penas rozaban su piel y lograba percibir, pero otros, eran más húmedos, duraban más tiempo y le dejaban una marca espectacular sobre la piel, acompañados de un dolor que era mitigado por el placer del que su cuerpo era prisionero.
En algún punto, Runaan abrazó con sus piernas a Ethari por las caderas juntando así sus intimidades. Mientras, Ethari había vuelto a hacer de las suyas y abusar de sus encantos para despojar a Runaan de casi todas sus ropas menos los pantalones.
Nuevamente el moreno se detuvo, se tomó el tiempo para estudiar y disfrutar la imagen desnuda de Runaan, quien pronto sintió la vergüenza atacarlo y cubrió parte de su pecho con sus manos.
—¿Qué estás mirando? —le preguntó Runaan como si le intentara buscar pelea, pero Ethari se limitó a reír. Tomó las manos de Runaan en las suyas para descubrirlo.
—Oye Runaan, ¿Por qué te cubres? —le murmuró al oído mientras en el camino lamía, besaba y mordía suavemente su oreja. Runaan ya no podía más, perdió sus fuerzas y los jadeos comenzaron a salir de sus labios sin permiso, siendo así música para los oídos de Ethari—. El hecho de que lo hagas me provoca todavía más, tonto.
Ethari volvió a reír, Runaan no supo qué responder en el momento y sólo se dejó llevar por la guía del moreno, quien ahora, teniendo más campo de batalla y seguro de que Runaan no se interpondría, dejó viajar su mano derecha a su pecho desnudo. Runaan se limitó a colocar sus manos por derredor del cuello de Ethari. Al mismo momento volvió a besarlo, ahogando así sus jadeos entre sus lenguas y la saliva, en alguna de sus caricias al moreno se le hizo buena idea aprisionar uno de los pezones de Runaan y ejercer fuerza en el acto, como si lo estuviera pellizcando suavemente. Esto no hizo más que aumentar de los jadeos a los gemidos, y que Runaan comenzara a mover sus caderas.
—Te gusta... —burló Ethari terminando con el beso. Prontamente se dirigió al pezón restante de Runaan y lo mordió con suavidad, para después chuparlo y lamerlo; todo esto siendo ambientado por la dulce música de los gemidos desenfrenados de Runaan—. Te gusta mucho ¿Verdad? —se echó a reír, pero su risa ya sonaba deformada por el placer que él también estaba sintiendo—. Bien, a mí también me gusta mucho.
—Uhm... —emitió los labios de Runaan, sintiendo una placentera punzada recorrerle la espina dorsal cada vez que Ethari mamaba sus pezones.
Ethari se demoró unos minutos más saboreando el cuerpo de Runaan. Intentaba sentir y besar cada esquina del cuerpo de su pareja y otorgarle el placer que ambos habían olvidado hacía tiempo. Nadie había dicho que tener una hija era cosa fácil; cuando la familia crece la pareja debe dejar ciertas costumbres atrás para prestar más atención a los pequeños. Runaan y Ethari habían dejado de hacerlo con la misma frecuencia que antes, pero esto no hizo más que aumentar sus deseos y sueños cada que se encontraban solos; era, por así decirlo, algo provechoso.
—Runaan... —llamó el moreno cuando ya se hubo aburrido de sólo besar, llevó sus manos a las orillas de los pantalones de Runaan y los bajó un poco—. ¿Podemos hacerlo? Hoy quiero estar adentro.
El albino alzó la mirada, encontró un rojo en las mejillas de Ethari y la suplica en sus ojos color ocre, que ahora habían adoptado un brillo atrapante. Runaan atrapó una de las mejillas de Ethari en sus manos, se aseguró de tener muy bien abiertas sus piernas y compartiendo la felicidad del moreno, asintió dándole permiso de dejarlo completamente desnudo.
Ante la respuesta de Runaan, Ethari se mostró tan feliz como un niño de ocho años cuando le regalan su dulce favorito. Con aquella expresión tan angelical y provocadora Ethari le despojó de sus pantalones, pudiendo ver así el miembro de Runaan levantado y bien despierto sobre toda su rigidez. Lo tocó un poco y Runaan lo sintió como el mejor de los placeres y se encogió de hombros.
—Ya sé, aquí también voy a hacer que te sientas bien —le dijo, aunque la verdad Ethari ya quería estar dentro de Runaan le pareció más placentero que él primero se corriera.
Prontamente y sin esperar el punto de vista de Runaan, Ethari se inclinó en el medio de sus piernas y lamió la punta del pene del elfo, quien se llevó una de sus manos a sus labios para cubrir sus gemidos y jadeos. Los espasmos comenzaron a atacar a Runaan como fuertes oleadas cuando el moreno se abría paso y lamía cada vez más hasta llegar a sus testículos.
—E...Espera, Ethari —dijo Runaan sintiendo un cosquilleo recorrer su cuerpo, pero Ethari no esperó, sabía que eso no quería decir Runaan y continuó con su trabajo.
El moreno siguió con su trabajo de mamar del pene de Runaan. Ahora lo introducía por completo en su boca, y lo sacaba con una lentitud que enloquecía al contrario. En el camino Ethari se daba el lujo de aprisionarle con su lengua y garganta, besar y lamer la punta, y fue tanta su habilidad e insistencia que Runaan, arqueando la espalda y sin poder soportarlo más, se vino en la boca de Ethari.
Runaan se dejó caer vencido por sobre la mesa, sus energías lo habían abandonado momentáneamente, mientras que Ethari se encargó de tragar toda la semilla que amablemente había soltado su cuerpo.
Sus respiraciones se habían vuelto una, el calor que el fuego despedía en ese momento no se podía comparar con el de sus cuerpos y Ethari se bajó los pantalones para también dejar expuesto su miembro.
—Ven aquí —le pidió Ethari recorriéndolo el mismo por sobre la mesa, y dejándolo de forma que Runaan pudiera levantar su trasero—. Levanta tus caderas.
Obediente se portó Runaan, hizo lo que Ethari le pidió y le volvió a rodear la cintura con sus piernas, pero el moreno tomó su pierna izquierda y la elevó a tal punto que pudo ponerla por sobre su hombro. Ethari tenía una erección, la había aguantado el tiempo suficiente como para ahora darse el lujo de acariciar la entrada de Runaan con la punta de su pene.
Ese pudo haber sido el mejor sexo durante mucho tiempo, pensó Ethari.
—Voy a entrar —avisó y sin más, se abrió paso dentro de Runaan.
Ambos liberaron los mismos sonidos lascivos, Runaan sintió un poco de dolor al ser invadido, pero este pronto fue eclipsado por el placer de las estocadas y besos de Ethari. El moreno, mientras tanto, sintió estar en las nubes; su pene estaba tan bien atrapado que sentía imposible moverse, pero su cuerpo ya quería sentirse aún mejor.
—Runaan, ¿Hace cuanto no lo hacemos? —le preguntó antes de comenzar su faena en un débil gemido—. Es que... aquí adentro está tan apretado...
Pareció como si el comentario de Ethari moviera algo dentro de Runaan, pues el moreno se sintió aún mas asfixiado de placer allá dentro. Sin previo aviso, Ethari comenzó a moverse lentamente, lograba escuchar a la perfección el sonido que el choque de sus cuerpos provocaba, así como los jadeos de Runaan.
Ethari se esforzó por no ser tan brusco, por llevar el juego de forma lenta y placentera, pero llegó a un punto en donde sus caderas actuaban solas y se internaban en Runaan de forma rápida, cruel y fuerte. Esto sólo le provocó más placer, al punto que después de un pequeño rato Runaan volvió a correrse, pero ahora sobre su vientre.
Sí, al parecer ambos ya necesitaban algo así. Los pensamientos de Ethari se notaron bloqueados cuando ya sólo sentía la necesidad de moverse desenfrenadamente. Entonces se corrió gimiendo como si fuera un niño pequeño, tan indefenso y tierno que Runaan le abrazó en cuanto salió dentro suyo.
—Te amo tanto —dijo Runaan sintiendo la semilla de Ethari salir de entre sus nalgas.
Ethari rio, abrazó a su hombre con delicadeza y amor genuinos.
—Tonto Runaan, yo te amo muchiiisimo más —dijo riendo y besando su mejilla.
Permanecieron juntos un poco más de tiempo, sintiendo su calor, sus respiraciones y sus corazones compartir el mismo latir, hasta que Runaan se separó de Ethari.Al parecer había olvidado algo muy importante, observó la ventana de la habitación y supo que ya sólo faltaban unos minutos.
—¡Rayla! —gritó mientras se colocaba de nuevo todas sus ropas—. Ya es hora de la salida, demonios.
Ethari se echó a reír, se llevó las manos a sus caderas no sin antes pasarle a Runaan sus pantalones.
—Oye, la niña se va a enojar si no vamos temprano por ella —respondió Ethari yendo por su camisa.
—No te preocupes, yo voy por ella —aseguró Runaan, robándole un beso de despedida para después correr a la salida del lugar—. Tú estas trabajando aquí y yo sólo vine a interrumpirte, yo voy por Rayla, sigue en lo tuyo.
—¿Uh? —dijo Ethari ladeando la cabeza—. ¿Estás seguro? Puedo vestirme e ir contigo, no hay problema.
Pero Runaan salió corriendo, volviéndole a decir que no había problema, que por esta ocasión él se encargaría de ir por la niña y recogerla de la escuela. Así pues, corrió con todas sus fuerzas que su cuerpo adolorido le permitió hasta llegar a la entrada de la escuela en donde Rayla ya le esperaba de brazos cruzados y con el ceño levemente fruncido.
—¡Tarde! —gritó la niña formando un leve puchero. Detrás de ella había como otros cinco niños, dos niñas y tres niños escondiéndose de la mirada tan pesada de un Runaan apurado.
El albino suspiró, a duras penas había llegado y las piernas le dolían tanto que no pudo evitar reprimir un quejido, asustando a los jóvenes detrás de Rayla. Runaan tenía una fuerte reputación entre los jóvenes del campamento; de alguna forma se había corrido el rumor de que el elfo era muy rápido en enojarse, que era duro y cruel y que Rayla tenía la mala suerte de estar bajo su protección. Todo más exagerado que la realidad, después de todo así se forman siempre los chismes que los elfos corren cuando alguien tiene una personalidad fuerte.
—Fueron unos minutos Rayla, no es para tanto —dijo Runaan acomodándose los cabellos. Una vez tomó el aire que le hacía falta, puso más atención a todos los compañeros que se protegían tras la niña.
¿Qué demonios significaba eso?
—Rayla...—llamó a la niña.
—¿Qué? —respondió ella haciéndose la importante.
—¿Quiénes son ellos? —preguntó Runaan siendo directo y apuntando a todos y cada uno de los jóvenes—. ¿Por qué no están con sus padres?
—¡Ah, es cierto! —dijo Rayla elevando la voz con una inocente sonrisa en los labios. Se ajustó su mochila y elevó su dedo índice—. Son mis amigos, los invité a jugar en la casa y sus mamis les dieron permiso de ir.
—¿Los invitaste? —respondió Runaan incrédulo, no sabía nada de eso y de ser así, no creí que la casa estuviera bien hecha para cuidar a otros cinco como Rayla—. Niña, tú no mandas en casa ¿Por qué no me lo dijiste antes? Si me lo hubieras dicho no habría problemas o...
—¿Y qué problemas puede haber por la diferencia de tiempo, Runaan? —le interrumpió Rayla restando importancia a las palabras del mayor—. Lo hecho, hecho está. Vamos chicos.
Y sin más, como si tuviera unos quince años en lugar de ocho, Rayla se encaminó devuelta a casa seguida por su sequito de niños, que lo que menos querían era estar solos con Runaan, el tenebroso del campamento.
Pasados varios minutos y de camino a casa, en donde Runaan alcanzó a escuchar entre los niños todo el miedo que les infundía y los apodos que le tenían, llegaron a las puertas de su residencia. Ni bien abrió el portón los niños salieron riendo y jugando detrás de Rayla, entonces Runaan temió un accidente; era él ahora quien tenía bajo cuidado a seis elfos, seguramente igual de traviesos y curiosos que Rayla.
No podía creerlo, todo lo que había planeado por la mañana se vio comprometido por una decisión de Rayla. Más tarde, y junto con Ethari, ella escucharía una buena reprimenda; no podía estar tomando decisiones a la ligera y exponiendo a sus amigos sin tener en cuenta las consecuencias.
Runaan suspiró, cuanto daría por estar devuelta en los brazos de Ethari como en la mañana, pero si ponía atención, el moreno seguía trabajando e ignorante a lo que sucedía en casa. Entró y cerró la puerta, justo en ese momento se escuchó un fuerte golpe, seguramente en la habitación de Rayla o en la cocina.
El elfo de luna reaccionó al instante, se aseguró de cerrar muy bien la puerta y tomó carrera al lugar de origen de ese sonido tan espantoso solo para encontrar a los niños riendo, como siempre, jugando y provocando desorden. Runaan se había imaginado algún accidente grave, pero por suerte no fue más allá de un plato roto o algún juguete.
Decidido, no podía dejar solos a estos elfos o ellos se encargarían de cortarse los dedos creyendo que van a crecer de nuevo.
Se dejó caer en la orilla de la cama de Rayla, ignorando y siendo ignorado por los niños que ahora se habían sentado en circulo y comenzaron a presumir de sus padres. A Runaan poco le importaba saber de eso, pero sus orejas reaccionaron a la curiosidad cuando llegó el turno de Rayla.
Se preguntó qué podría decir la niña, a lo mejor no lo veía como su padre e internamente extrañaba a Lain. Runaan cerró los ojos y agudizó su oído, ya quería que los niños se fueran, pero no sin antes escuchar a Rayla.
—Pues yo tengo cuatro papás —dijo Rayla orgullosa moviéndose en su sitio.
—¡¿Cuatro papás?! —dijo uno de los niños. Tenía los cabellos cortos y sus ojos eran de un marrón. En sus mejillas había unas pocas pecas salpicadas—. Eso no es posible, mi mamá dice que los bebés nacen de un hombre y una mujer. Que tus papás actuales no son reales.
Instantáneamente Runaan se levantó de su sitio, calló, pero estuvo atento por si a ese niño se le ocurría insultar a su Rayla. Runaan ya estaba acostumbrado a ese tipo de tratos por ciertos elfos, pero no iba a permitir que Rayla pasara por algo en lo que ella no tenía nada que ver.
—¿Me escuchaste bien? A lo mejor y eres sordo —respondió Rayla con una tranquilidad increíble que los niños restantes rieron y Runaan se sorprendió; ella no necesitaba de ser defendida—. Tengo a mi papá y mi mamá, pero ellos están lejos ahora. ¡Mi papá es muy gracioso, y mi mamá tan estricta como hermosa! ¡Aah, los quiero mucho!
Una débil sonrisa se dibujó en el rostro de Runaan, ya no podía evitarlo, estaba tan atento a las palabras de Rayla que poco le faltaba para bajar al suelo y sentarse al lado de ellos para escucharlos.
—Además —continuó Rayla tomando la mano de Runaan, a quien se le dibujaba la incertidumbre en el rostro—. ¿A qué te refieres con que no son reales? Puedes verlo, Runaan, mi otro papi, es de carne y hueso como tú o yo. Ah, y si te refieres a la relación que lleva con mi papá Ethari; ¡Tú y tu mami no son quien para decir nada!
Una gran "o" se dibujó en los labios de Runaan. ¿Desde cuando Rayla se expresaba tan bien? Mientras, el niño sentía las lagrimas salir de sus jóvenes ojos. Los demás sólo se limitaron a escuchar a su amiga.
—Escucha bien ¿Quieres? —le pidió Rayla levantándose y yendo al lado de Runaan, quien sólo la miraba expectante y mudo—. Entre ellos dos he visto lo mucho que se aman. Runaan protege a papá Ethari y viceversa. Pienso que ellos de verdad se quieren mucho y se han esforzado por ser los mejores para mi y educarme con los mejores valores... ¡Los amo y admiro muchiiisimo! Y si ustedes, piensan que hay algo malo entre mis cuatro papás... —la niña bajó la mirada, formó un puño y como si fuera la viva imagen de Runaan en su juventud dio un paso, lista para la guerra—. ¡Que de un paso adelante y nos arreglamos con los puños!
En ese momento Runaan sintió una felicidad tremenda, no sabría como expresarla, pero era un sentimiento que involuntariamente le sacaba una sonrisa cada que recordaba las palabras de Rayla. Después de tal discurso, la declaración de guerra y con los niños asustados, Runaan se echó a reír, llamando la atención de todo mundo. Nadie nunca antes lo había visto reír así, por eso algunos niños se le unieron riendo en tono bajo.
—Ya es suficiente, no peleen dentro de casa —les dijo observando en especial a Rayla y al joven de ojos marrones, no tenía nada en contra de él, no tenía la culpa de recibir una educación tan pequeña—. No se vuelvan enemigos por pequeñeces, ya verán que en un futuro las cosas pueden cambiar y se van a necesitar.
Los dos niños se vieron a los ojos, sin entender muy bien las palabras de Runaan, que dentro de un largo tiempo tomarían mucho sentido.
—Mejor díganme, ¿No tienen hambre? —preguntó y todos los niños asintieron con una sonrisa bien grande en el rostro—. ¡Bien! Vayamos a comer, espero que a todos les guste el pescado porque es lo único que hay.
En ese momento Rayla sintió un terror horrible recorrer el cuerpo, la hora de la comida había llegado y temía que fuera algo tan toxico que les dolería el estomago por una semana. Aún así, cuando Runaan se levantó todos los niños lo imitaron y con más confianza en el elfo, corrieron en dirección de la cocina.
Todos se fueron de la habitación, todos menos Rayla, quien observó a Runaan con un leve sonrojo en las mejillas y con los ojos humedecidos.
—¿Qué pasa, Rayla? —dijo Runaan ladeando la cabeza. La niña sollozó y tembló un poco, corrió en dirección del elfo y lo abrazó tan fuerte por la cintura que Runaan tuvo que inclinarse un poco.
—¿Rayla? —la llamó y ella negó, estaba llorando, pero no quería ser descubierta por Runaan.
—No me gusta Runaan... —respondió la niña en medio de toda su inocencia—. ¡No me gusta que hablen así de ustedes! ¡Yo los quiero mucho, son grandiosos! No es justo... ¡Runaan, no es justo!
Ah, su niña se había hecho la fuerte en la víspera. Runaan entendió todo el valor que Rayla pudo acumular para plantar frente al niño, pero no dejaba de ser joven y sentirse mal por esos comentarios tan tontos. El mayor sonrió, cautivado ahora por su pequeña guerrera y le acarició la cabeza con tal delicadeza que Rayla pensó que se trataba de su madre, de Tiadrin.
—Ya linda, tranquila —le dijo separándola e inclinándose un poco para abrazarla. Vio sus lágrimas emerger de sus ojos y las limpió con un amor genuino—. Fuiste muy fuerte, para tu edad, fuiste muchísimo más fuerte que yo. Así que ya no llores más por algo así. Hagamos esto, ¿Qué te parece compartir conmigo ese sentimiento tan pesado?
—¿Cómo? —preguntó Rayla limpiándose las lágrimas con sus pequeñas manitas.
—Así —entonces Runaan atrapó las manos de Rayla y tomó una de sus lagrimas para colocarla en su alargada mejilla, simulando compartir el llanto y sentimiento que ahora dominaban a Rayla—. Mira, si tú lloras yo también, esta lagrimita nos va a unir, pero si tú ves que soy fuerte como un roble, también tienes que serlo. ¿Entiendes? Estamos unidos.
Rayla asintió, dejó de llorar con el correr de los segundos y al ver que ahora Runaan sonreía, ella también sonrió, haciendo honor al lazo que ahora compartía con su mayor.
—Bien. No les dejes ver tus lágrimas, mejor sonríe para ellos; recuerda que eres la luz de esos niños —le dijo antes de que los dos se pusieran en camino a la cocina—. Ahora vayamos a comer, te aseguro que hoy vas a comer como una Reina.
Tomados de la mano, Runaan y Rayla llegaron a la cocina y se encontraron con todos los niños sentados en la mesa, esperando su porción de comida con los estómagos rugiendo. La niña tomó lugar al lado del niño con el que había tenido la discusión y con orgullo, como antes, se mostró haciendo que los ojos del joven brillaran y un leve tono durazno se dibujara en sus mejillas. Runaan se dio cuenta de ello y sonriente no dijo nada, sólo sabía que de las peores amistades a veces nacen los mejores amores.
Ni bien sirvió los platos y uno a uno los colocó en la mesa, los niños devoraron como pequeñas termitas a la madera. Justo como se lo había asegurado a Rayla, hoy comió como toda una Reina; todo estuvo delicioso y a Runaan poco le importó no haber alcanzado ni una migaja de nada, estaba satisfecho al ver las expresiones de los niños con sus estómagos llenos. En ese momento y muy de repente, Ethari apareció bien vestido, aunque sudoroso, por la puerta de la cocina y se quedó sorprendido por la cantidad de niños que había en su casa.
—¡Buenas tardes! —le saludaron al unísono y el moreno se encogió de hombros.
—Ah, buenas tardes, niños —les respondió inclinando la cabeza con un suave sonrojo. Siendo observado por el joven de las pecas, Ethari se dirigió a donde Runaan y detrás de la barra lo abrazó por las caderas—. ¿Qué festejamos hoy? ¿Por qué hay tanto niño?
—Rayla —le respondió Runaan dándole un beso en la mejilla—. Tú niña trajo a todos estos niños sin nuestro permiso. Tenemos que hablar con ella en la noche.
Ethari lanzó un suspiro, eso quería decir peleas que terminaban en competencias y esos comentarios "rudos" que Rayla y Runaan se dedicaban sólo para molestarse el un al otro.
—Bien, ya entiendo... —respondió Ethari—. ¿Y ya no quedó comida? Hasta el taller llegó el olor del pescado.
—Uh... —dijo Runaan con voz desaminada—. No, mi amor, se acabó, pero si me das un poco más de tiempo puedo hacer otra cosa o quizá...
Pero Ethari negó sonriendo, y aprovechó que los niños estaban ocupados discutiendo sobre alguna fruta y le robó un beso a Runaan.
—Con eso estoy más que satisfecho —le dijo para arrancarle un sonrojo—. Además, así me demuestras que eres un padre excelente.
Runaan formó una leve mueca de vergüenza, desvío la mirada y se encogió de hombros.
—Ya cállate —le ordenó con ternura.
El jovencito enmudeció ante la escena, la cual su madre se la había descrito como asquerosa y horrenda, pero a sus ojos, no había ni un poco de diferencia a las veces que veía a su papá darle un beso a su mamá. Entonces su mente se aclaró y se levantó de su sitió, se dirigió ante Runaan e hizo una corta reverencia.
—Señor, ¿Puedo pedirle perdón? —dijo el niño con la mirada avergonzada —. Mis palabras no fueron las correctas, además, no quiero perder mi amistad con Rayla.
—¿Perdón? —murmuró Ethari siendo un simple espectador confundido en ese momento.
—No te preocupes por esas cosas, niño, todavía eres muy joven —le respondió Runaan entrelazando sus dedos con los de Ethari—. Ya llegará el tiempo en que entiendas a Rayla, y por tu amistad con esa niña no te preocupes, ella es muy terca pero una excelente persona. Mejor dime ¿Cuál es tu nombre?
Al jovencito se le dibujó una sonrisa en el rostro, de ahora en adelante quería ser amigo no sólo de Rayla, sino también de sus dos mayores ahora frente suyo.
—¡Me llamo Lon! —dijo emocionado—. Anque a Rayla le gusta llamarme pecoso.
Los dos mayores se echaron a reír, bien, ya había otra cosa de la qué hablar con Rayla por la noche.
—Muy bien Lon, mi nombre es Runaan, seguramente ya lo conoces por todos esos rumores —dijo Runaan y luego apuntó a Ethari, quien recibió la atención de Lon con una sonrisa amable—. El nombre de mi novio es Ethari.
—¡Arbusto en conocerte! —formuló Ethari inclinándose un poco. En respuesta Lon se inclinó también un poco, nervioso y temblando.
—A-Arbusto en conocerlo...—dijo Lon con un leve tono rojo en las mejillas.
A la sazón Runaan golpeó con suavidad la cabeza de Ethari, y este rio un poco entre quejidos.
—Deja de hacerle bromas —dijo Runaan y después se refirió a Lon—. No le hagas caso, a veces se cree un payaso. Vuelve con tus amigos, jueguen un rato en lo que llegan sus mamás.
Lon asintió a la orden de Runaan, les dio la espalda y se unió a sus amigos para volver a jugar y prometerse mentalmente que volvería a esa casa para aprender y ser tan bueno como Rayla, la niña que extrañamente lo ponía nervioso.
Al cabo de unas dos horas, en donde los mayores se pasaron el tiempo sentados en la mesa charlando y los menores jugando cerca, los padres de los niños comenzaron a llegar por ellos. Y Lon fue el último en irse: salió de casa con una gran sonrisa y se despidió de Rayla dándole un beso en la mejilla. Nuevamente Ethari se sorprendió; al parecer el primer amor de Rayla había llegado.
—¡Nos vemos mañana en la escuela! —le dijo Lon a Rayla. La madre del joven no parecía estar de acuerdo con la amistad de los pequeños, pero eso era una pequeñez para todos. Nadie le prestó atención a la mujer.
—Nos vemos, Lon —respondió Rayla, aparentemente sin corresponder a los sentimientos del niño.
Cuando por fin todos los niños se fueron de casa Runaan pudo suspirar aliviado, ciertamente le costaba despedirse de tanto mocoso, pero la verdad es que gustaba más de una vida en donde sólo estaba Rayla y Ethari. Al menos tuvo ese sentimiento durante otro pequeño lapso de tiempo, porque más tarde cierto pecoso se uniría a la familia.
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