I
Oscuro, muy oscuro, frio, tenebroso.
Eso fue lo último que recordaba el alma de Yuuri antes de dejar su cuerpo.
Despertó, por así decirlo, en un espacio en blanco, muy blanco, muy cegador al principio, tuvo que parpadear muchas veces antes de poder acostumbrarse a la vista. Cuando quiso darse cuenta, noto que no tenía sus acostumbrados anteojos. Se sentía extraño. Había escuchado que cuando uno moría, sentía una insuperable paz recorriéndole el cuerpo, se sentía flotar y no tendría más que temer o sufrir.
Que equivocada estaba la gente.
Al momento de despertar lo primero que sintió fue algo en el pecho, un sentimiento de angustia carcomiéndole, gritos y gritos contenidos que jamás fueron escuchados, se jalaba los cabellos y posteriormente se incrusto las uñas fuertemente en la piel de los brazos intentando infringirse algo de dolor, todo en vano. Su cuerpo no sentía nada, es más no tenia cuerpo, ahora solo quedaba su alma, un alma rota y aquejumbrada que sentía dolor por todos los rincones, un fuego infinito que no le abandonaba, no le abandono en la muerte, ni parecía tener intención de dejarlo.
No quería ello.
Simplemente no lo quería, no lo aceptaba, no estaba conforme con esa decisión que no tomo.
El no quiso morir.
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