Parte Única
I know
There's nothing I can change
And I regret
The things I didn't say
I resent
How I walked away
Now I'm digging my own grave
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(Five Fingers Death Punch)
La memoria es un rumor interior, una marea que viene y va con los años, pero a veces, también es un baúl escondido en el fondo del alma, donde guardas tesoros o simplemente, recuerdos que prefieres dejar atrás. Raven había olvidado, quizás por descuido, quizás por voluntad propia, mucho de su propia historia. Dedicándose a relegar escenas al fondo de su mente durante toda su existencia.
La carta que quebró los cerrojos de todos esos cajones en su conciencia llegó a Horna una tarde en otoño. Traía un matasellos de Denver, la letra de una desconocida y un mensaje que la Dama sin Sombra hubiese preferido no leer jamás.
Hablaba sobre una vieja amistad que para ella nunca se había concretado. De años perdidos en la rueda del tiempo, que gira inexorable. Y, por último, de muerte. La muerte de esa misma persona que un día la había llamado amiga, aún a sabiendas de cuánto la mercenaria odiaba el término.
》》》
—¡Hey, correo! Que cada uno recoja lo suyo —avisó Rex bajando los paquetes del Quinjet. Buscó a Raven con la mirada y se le acercó tendiéndole el sobre que, sin saberlo, destaparía la caja de Pandora personal del Cuervo— Esto es para ti. El de la oficina postal dijo que quien lo entregó fue muy exigente con la importancia de que te llegara, incluso hizo un pago extra para asegurarse.
La chica torció el gesto al cogerlo; no parecía una bomba a menos que fuese el C4 mejor prensado del universo y tampoco se le ocurría qué razones tendría alguien para enviarle una carta. ¿Para amenazarla? Imposible. Todos en el mundillo merc sabían que un papel con palabras, por muy violentas que fueran, no amedrentaban al Cuervo.
Lo rasgó sin preocuparse por arruinar el contenido, extrayendo una única hoja blanca escrita por ambas caras.
Leyó toda la misiva varias veces y mientras más sus ojos repasaban las palabras, más pálido se iba volviendo su semblante, al punto en que Reed acabó sujetándola de la cintura porque pensó que se desplomaría en medio del hangar.
—¿Qué sucede? —Saori también comenzaba a preocuparse por la expresión espantada de su hermana— ¿Rave? Dime qué pasa ¡Rave!
La trigueña se zafó con brusquedad de quienes la asistían, estrujando la hoja en su puño hasta convertirla en una bola que lanzó a un lado como si le quemara las manos.
—No puede ser. No es real —repetía en murmullos. Se giró, encarando al piloto— ¿Quién demonios te entregó esa porquería, Reed? ¿Quién?
El irlandés alzó los brazos y retrocedió un paso, para apartarse de la locura que destellaba en los ojos de su compañera.
—¡Eh, calma, Revi! Te lo dije, una mujer la dejó en la oficina de correos. No sé nada más.
Saori recogió el papel y comenzó a plegarlo mientras leía.
—Devian ha muerto. La carta la envía su esposa. Dice que tú y Anthony eran los únicos amigos de los que siempre hablaba. Te está pidiendo...
—¡NO! —el grito molesto de Raven resonó en las paredes— Devian no era mi amigo y me importa una mierda si está muerto...
—El funeral es en una semana y ella te pide que vayas, Rave.
—¿No me escuchaste? No es mi asunto.
Antes que otro de los presentes pudiese dar la siguiente opinión, la mercenaria se marchó. En su camino de huida estaba Barnes, al que apartó sin miramientos.
—¿Qué le sucede ahora? —indagó sin dejar de seguir con la vista la espalda de la chica, que se perdía en el interior de la mansión.
La pelirroja suspiró, entregándole la carta al soldado.
—Su pasado, que finalmente la alcanzó.
》》》
Escapar de sí misma se había convertido en el mecanismo de autodefensa innato en Raven. Fingir que no le importaba la vida de otros se convirtió en hábito; si ellos creían que era un monstruo inhumano ¿por qué quitarles la idea? Eso la mantenía segura en su coraza, alejada de los sentimientos ajenos para poder esquivar los propios.
Devian, de quien nunca supo su nombre verdadero, era uno de los sobrevivientes a la masacre que perpetró el día de su escape de los laboratorios nazis, hacía mucho más de una década. Contrario a la historia que él solía contar, la mujer–demonio que había segado tantas vidas esa ocasión y que ahora todos conocían como Raven, pero en aquel entonces era solo un cúmulo de odio que podía controlar la oscuridad, no le salvó ni le dejó vivir por una cuestión de nobleza. En todo caso fue suerte la que ese chico metahumano, que creció para convertirse también en mercenario, y otros pocos afortunados, tuvieron.
Aún así, a sabiendas de todo eso, Devian insistía en llamarla amiga y fue feliz cuando, años después, se reencontraron durante una misión. Ella trabajaba con Taskmaster y él se sintió halagado de unirse al equipo. En cada nuevo contrato después de eso, insistió en estrechar lazos con ambos, ganándose la confianza, el respeto e incluso el cariño del enmascarado de la carabela.
A Raven la adoraba, afirmando que debía su libertad y su vida a la Dama sin Sombra.
Cuando sus caminos se separaron, mantuvo el contacto con cartas y emails que ella casi nunca respondía. Les invitó a su boda, a la cual ella se negó a ir. Todo para que entendiera que su amistad era sincera, así como sus palabras de agradecimiento.
El Cuervo se habitúo a saber que en algún lugar de Colorado vivía el demente que la consideraba su mejor amiga y con el que hubiese podido contar sin importar la situación, hasta ahora. Hasta la llegada de esa maldita carta que se llevó por delante cualquier idea del futuro.
Murió cumpliendo un contrato.
Estaba solo.
Ustedes siempre fueron su equipo.
Hablaba con tanta admiración de ti.
Les suplico que vengan a Denver a despedirse.
Todas esas frases le daban vueltas y más vueltas a Raven en la mente, al tiempo que su sentido común le gritaba una y otra vez. No. Puede. Ser. No Devian.
Se negaba a hablar del tema con nadie, porque ¿cómo expresa sus sentimientos alguien que nunca lo ha hecho?
》》》
—¿Dónde está? —Bucky podía lidiar con una Raven furiosa, ya lo había hecho antes, pero verla arrastrarse por los rincones como un animal apaleado le estaba destrozando los nervios.
—En el mismo sitio de esta mañana y de ayer en la noche, Puesto de Observación Vietcong —la psíquica hubiera dado cualquier cosa con tal de lograr cruzar las barreras en la mente de su hermana para ayudarla.
Ambos estaban sentados en la cocina de la mansión, a donde llegaban los rayos del sol de la tarde. Saori les había pedido al resto de los hornienses que se abstuviesen de intentar consolar o simplemente, acercarse al Cuervo. Ella misma lo intentó una única vez, con resultados desastrosos, los hellhounds la cercaron al instante, obligándola a alejarse de su ama. Solo el soldado podía subir a la vieja plataforma sin que trataran de despedazarlo.
—¿Habló contigo hoy? —se interesó la chica. Estaba sentada a la mesa con una manzana que pasaba entre sus manos como una pelota. Sus ideas para enmendar lo que parecía haberse roto en su hermana se iban terminando, era demasiado difícil ayudar a alguien que no quiere recibir ayuda.
James apoyó la espalda en el umbral de la puerta entreabierta, con la mirada perdida en la linde del bosque, donde sabía estaba el árbol con el llamado Puesto de Observación.
—Lo único que hace es beber. Beber como si con eso fuera a lograr algo —habló sin cambiar de postura. Soltó un bufido de exasperación al pensar en lo dicho— Si pudiera hacerlo, realmente se alcoholizaría hasta morir.
—Necesita ir a ese funeral para cerrar esto.
—¿Pretendes que la lleve hasta Denver cargada sobre los hombros y apestando a whisky? —hizo un gesto para disculparse por el exabrupto e intentó relajarse.
Ella clavó sus ojos en los celestes del soldado y Bucky pudo notar, con total claridad, la desesperación que encerraban. Entendió que debía ser frustrante para alguien con un poder mental tan grande no lograr salvar a su propia familia del pozo en que se encontraba perdida.
—Lo intentaré —prometió frotándose los ojos con la mano de metal y volviendo a dirigir la mirada hacia el bosque— Es lo mínimo que puedo hacer. Se lo debo.
Saori sonrió agradecida. Si Barnes no lo lograba, convocaría a quién hiciera falta: Nathan, Logan, Cluster; haría que Master viniese a buscarla y la llevase a rastras en honor a sus viejos tiempos. Lo que fuese con tal que aquella situación terminara.
》》》
James sintió el gruñido de los hellhounds saliendo de la oscuridad que comenzaba a instalarse, tensó los músculos, pero el ataque nunca llegó. Les habían dado órdenes claras: cualquiera que no fuese él debía marcharse, por las buenas o por las malas. Subió, torciendo el gesto a medida que se acercaba a lo alto, consciente de lo que encontraría. No se equivocaba.
Raven estaba tumbada en las tablas con los ojos clavados en el cielo. Con la derecha sujetaba el cuello de una botella casi vacía de vodka y la izquierda descansaba sobre su abdomen, convertido el brazo en su totalidad en una garra monstruosa. Incluso podía notar cómo la marca de la Bestia seguía creciendo, abarcando el cuello, el pecho y seguramente la espalda de la chica.
Odiaba verla así. Le partía el corazón.
La está devorando y no le importa, pensó con tristeza. Acabará ahogándose con lo que no dice. Háblame, Revi. Confía en mí, te lo suplico.
Se sentó al borde de la plataforma, con las piernas colgando en el vacío de apenas 3 metros de altura, pero que la presencia ominosa de la Bestia rondando en las sombras, hacía que pareciese una caída eterna. Tomó aire y lo expulsó despacio antes de hablar.
—Necesitas parar con esto, Rave. Tu amigo murió, ya no está y no vas a remediarlo. No puede remediarse —volteó un segundo para saber qué efecto estaban causando sus palabras y se le fue el alma a los pies, al ver que ella ni siquiera había reparado en su presencia. No sabía dónde estaba la mente de la Dama sin Sombra, pero de seguro no era allí, en lo alto del Puesto de Observación Vietcong con el ex Soldado de Invierno.
Si vas a salvarla, pensó, entonces hazlo de la misma forma en que lo hubiese hecho ella contigo. Arriésgate.
Suspiró con resignación ante la idea, poniéndose en pie. Se acercó, hincó una rodilla en el suelo de madera junto a la chica y la tomó de los hombros, sentándola y sacudiéndola con fuerza. Ignorando el calor que emanaba de aquel brazo izquierdo con su marca del Infierno.
—¡Raven, por el amor de Dios, reacciona de una vez!
Barnes se sobresaltó cuando los ojos dispares se posaron en él, atravesándole el cerebro igual que cuchillos.
—¿Qué demonios quieres de mí, forastero? —esa voz ronca no era a la que estaba acostumbrado, pero le dio esperanzas de igual modo.
—Habla conmigo, Rave. Dime qué sientes. Grítame, insúltame, lo que sea. —seguía sujetándola de los hombros, haciendo oídos sordos a la sensación de estarse quemando vivo mientras la tocaba.
—Ese es el problema, forastero. No siento nada. No hay nada aquí dentro desde hace años.
Inconscientemente le apoyó la garra en el pecho para apartarlo y Bucky tuvo que apretar los dientes para no gritar de dolor. En lugar de permitir que lo alejara, tiró de ella hasta estrecharla en sus brazos.
Que nos toque el Infierno a ambos, decidió.
Raven intentó revolverse, zafarse del abrazo cuando cayó en la cuenta que iba a quemarle vivo si seguían así, pero el soldado no permitió que se moviera ni un centímetro. La presionó aún más contra su pecho, sin soltarla.
—¿¡Barnes, qué demonios haces!? ¡Barnes, suéltame!
En su temor por lastimarle acabó controlando el avance de la marca y sellándolo en su antigua forma.
No. Ya perdí un amigo esta semana, no voy a acabar matando a otro con mis propias manos.
Y fue esa revelación lo que terminó llevándola al resto de la verdad y de ahí al llanto desconsolado que no creyó fuese capaz de tener atorado en la garganta.
Devian era mi amigo. Me perdonó por aquella noche y por lo que hice. Ya no está. No está y no puedo disculparme por el tiempo perdido. ¿Cómo se puede ser tan ciega? ¿Cómo fue que le dejamos solo? Devian está muerto y no hay vuelta atrás.
No supo si estuvo llorando una hora, un día entero o medio año. Al reaccionar estaba en su habitación, en su cama y recostado junto a ella, todavía abrazándola, Bucky.
》》》
El clima en Denver parecía haberse puesto de acuerdo con la ocasión, una fina llovizna que no cesaba acompañó el sepelio. Rodeando la tumba recién cubierta después que bajaran el ataúd quedaban Raven, Anthony Master y la viuda; los otros pocos participantes al entierro se habían retirado unos minutos antes.
—Gracias a ambos por venir —era la cuarta vez que les agradecía y cada ocasión se notaba cargada de sinceridad.
—Gracias a usted por permitir que nos despidiéramos —Taskmaster le estrechó una mano con delicadeza. Llevaba su traje de las misiones y la máscara. Ambos, él y el Cuervo, estaban vestidos como si fuesen a cumplir un contrato en cualquier momento.
La viuda se los había pedido específicamente así: nada de inductores de imágenes, nada de gala. Quería que su esposo tuviese a los amigos junto a los que peleó justo como eran en realidad.
La mujer se marchó y solo quedaron ellos y la lápida recién colocada. Rave se sentó lo más cerca posible de la tierra removida bajo la que yacía su excompañero, al tiempo que extraía de una bolsa de papel una botella de whisky. Tony la imitó, apartando con gesto cansado la capucha de su traje.
—No perdimos nuestro tiempo en traerte flores, Devian —comentó la mercenaria desenroscando la tapa— Pero he traído esto para que compartamos.
Bebió un trago y se secó la boca con el dorso de la mano, sonreía a pesar de las lágrimas que le rodaban por el rostro. Tasky se levantó la máscara e hizo lo mismo, para luego verter una dosis sobre la tumba.
—Que te aproveche, maldito demente. —dio otro sorbo para aflojar el nudo en su garganta y roció la tierra antes de pasar la botella a Revi— Te vamos a extrañar, cabronazo.
Se quedaron sentados bajo la lluvia el resto de la tarde, contando anécdotas y compartiendo ese último trago con el amigo que ya no estaba.
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Playlist:
➡️ Canción Digging My Own Grave / Intérprete Five Finger Death Punch
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