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Cachorro




La pareja salió del coche estacionado al costado de la carretera y se dirigió hacia el espeso bosque.

La luna llena creaba sombras espeluznantes entre los árboles y el silencio antinatural completaba una macabra danza de muerte.

La chica extendió su mano hacia su compañero, acercándolo a ella y capturando sus labios con los suyos. Comenzó a mover su pelvis rítmicamente, dejando que sus manos exploraran el musculoso cuerpo del chico, provocándolo de manera sensual.

—¡Mhh! Sango y Miroku y nos están esperando en la fiesta…

La voz ronca del chico delataba el deseo de poseerla, mientras los caninos le perforaban las encías y alcanzaban su máxima longitud.

—No se darán cuenta si llegamos unos minutos tarde —respondió ella, atrapando el lóbulo de su oreja entre sus labios.

Rápidamente, le quitó la camiseta y lo empujó contra un árbol, mientras las manos del chico alcanzaban sin esfuerzo la cremallera de su vestido.

En menos de dos segundos se encontraron desnudos y excitados, entrelazados en el suelo húmedo. El bosque estaba en silencio, ni siquiera los animales nocturnos se atrevieron a asomarse a la oscuridad. Una ráfaga de aire fresco los golpeó, pero eso no los distrajo. La temperatura a su alrededor parecía haber subido veinte grados. 

El chico dejó un rastro húmedo de besos ardientes mientras recorría el cuerpo de su compañera desde el cuello hasta la pelvis, deteniéndose en la zona más caliente entre sus muslos, lamiendo el pequeño y ansioso capullo con golpes vigorosos.

Los gemidos que siguieron lo animaron a empujar más, dejando que sus manos recorrieran sus senos y atormentaran los pezones erectos. Se le habría puesto la piel de gallina en todo el cuerpo si hubiera sido un simple ser humano. Las uñas de su compañera penetraron entre sus omóplatos, dejando un fino hilo de sangre que corrió por su columna.

La llevó al límite usando solamente su lengua, azotándola con golpes más ligeros y luego cada vez más vigorosos. Cuando sintió que la tensión estaba a punto de explotar, utilizó sus afilados colmillos para cortar su clítoris. El orgasmo de la chica explotó mientras echaba la cabeza hacia atrás.

No le dio tiempo a quedarse sin energía, porque la penetró con un largo empujón, sintiendo sus pelvis encontrarse con un sonido obsceno. El deseo animal se apoderó de ambos y los cuerpos empezaron a moverse con urgencia, fundiéndose en los cada vez más fuertes gemidos de placer. El chico siguió el perfil del rostro de la chica con su cálida y suave lengua, bajando delicadamente hasta su garganta.

—¡Oh, Sesshomaru! ¡Por favor hazlo ahora!

—Eres una chica mala —respondió jadeando, mientras sus colmillos brillaban y perforaban la delicada piel de su cuello.

La sangre inmediatamente llenó su boca, envolviéndolo en el aroma de las rosas. Era dulce, delicada, poderosa.

La chica empezó a gemir más fuerte, acercándolo más a su cuello. Su compañero, sin embargo, se apartó de ella y pasó su lengua, aún manchada de sangre, entre el hueco de sus senos. Cuando capturó un pezón entre sus dientes, la chica levantó el pecho siguiendo sus movimientos.

Las embestidas se hicieron más intensas, el chico agarró un pecho entre sus manos, acariciándolo, apretándolo, torturándolo mientras su lengua hacía lo mismo con el otro.

Ella hundió sus uñas profundamente en la espalda de su compañero, sintiendo los firmes músculos moverse al ritmo de sus embestidas, y envolvió sus piernas alrededor de sus caderas. El orgasmo los golpeó a ambos como una poderosa ola de energía, arrasándolo todo.

Cuando los gemidos se extinguieron, ambos amantes se encontraron entrelazados, exhaustos y calientes.

                                  **

En el centro de un pequeño claro, un grupo de universitarios, apasionados por lo paranormal, habían organizado una fiesta de Halloween “aterradora”, que rápidamente se había trasformado en una fiesta rave. Cuando la pareja llegó a la fiesta, se encontraron con un centenar de jóvenes concentrados en bailar y retorcerse al ritmo de la música metálica que salía de los grandes parlantes a los lados de la pista.

—Amor, ¿me conseguirás una mascota? —preguntó la chica, agarrándose del brazo de su compañero.

—Ya tenemos uno en casa.

— Pero ese es tuyo… ¡Vi cómo me mira, sabes! Está celoso de tus atenciones hacia mí. Intenta morderme cuando me acerco a jugar. ¡Quiero uno propio!

—Es porque eres una golosa, Kagome. Casi no le permites jugar cuando estamos los tres. Sabes que tendrás que alimentarlo y dejarlo descansar, ¿verdad? No es un juguete.

—No soy una niña. De hecho, soy mucho mayor que tú. Soy perfectamente capaz de cuidarlo…

El chico la giró hacia él y la rodeó con sus brazos.

—Hmp… Está bien, puedes tener uno… ¿Pero qué gano yo a cambio?

—Tendrás que esperar nuestro regreso a casa, creo que tengo algunas ideas que te gustarán —respondió ella, rozándole la entrepierna con una mano.

—Ve y elige al que prefieras… Yo iré con Sango y Miroku, deben saber que no cenaremos con ellos esta noche…

La joven miró a su alrededor con entusiasmo y se acercó a un pequeño grupo de chicos sentados en un gran tronco seco.

—¿Puedo unirme a ustedes? —dijo balanceándose hacia ellos, dejando ondear su vestido de encaje negro.

Todos dejaron de hablar y se volvieron para mirarla, asombrados por el disfraz que llevaba, parecía casi real.

Kagome se acercó a uno de ellos, sonriéndole sensualmente. El chico de ojos cafés y largos cabellos negros la miró un largo rato y luego se armó de valor.

—Tu vestido es hermoso. Y los colmillos… ¡Guau, parecen reales!

—Sí, bueno… El vampiro es un clásico de Halloween. Como tu zombi.

Ambos estaban a unos pocos centímetros de distancia, el chico sintió crecer la presión debajo de su pantalón cuando ella disimuladamente cruzó los brazos bajo sus pechos, haciendo que estos se vieran más grandes y apetitosos. Esa chica era muy hermosa y parecía realmente interesada en él.

—Quiero tomar un drink, ¿te gustaría venir conmigo? —preguntó ella, agarrando su mano.

—S-sí, yo también quiero algo fuerte.

El joven se giró y les guiñó un ojo a sus amigos, quienes lo miraron envidiosos y desconcertados. ¿Quién hubiera imaginado que el nerd de Inuyasha podría conquistar a una mujer tan atractiva?

—¡No me esperen esta noche! —les dijo, alejándose con su nueva amiga.

La chica condujo al zombi hacia un mostrador improvisado y luego hacia el matorral más denso, con la excusa de estar solo un rato. Caminaron durante unos minutos, dejando atrás el ruido sordo de la fiesta.

—Pareces un jugador de fútbol —dijo ella, rompiendo el silencio incómodo que se había formado.

—Sí, juego en el equipo universitario.

¡Mmhh!

Ella gimió ante su respuesta.

—Me gustan los cachorros competitivos.

—¿D-disculpa? —respondió él, sintiendo un escalofrío de puro terror recorrer su espalda.

La mujer lo miró con ojos hambrientos, relamiéndose los labios sensuales.

—¡Empieza a correr, cachorro!

El chico escuchó su consejo y comenzó a moverse rápidamente, alejándose cada vez más del grupo y adentrándose en el bosque oscuro y desconocido. Su corazón latía rápido, provocando un molesto zumbido en sus oídos, y la piel de gallina le erizaba ligeramente la ropa. Tenía que correr, alejarse de esa mujer.

Algo lo golpeó por detrás, haciéndole perder el equilibrio. Logró, con dificultad, ponerse boca arriba, justo a tiempo para verla saltar al menos seis metros y aterrizar a horcajadas sobre su vientre.

Apoyado contra un árbol, a unos metros de distancia, vio a un hombre de largos cabellos plateados y vestido de cuero, con los colmillos visibles.

—Te tengo cachorrito, ahora eres mío.

—¡Toma mi billetera y el celular, pero no me hagas daño! ¡No le diré nada a nadie!

—¿No me digas que aún no lo entiendes? No me importa lo que me ofrezcas. Deseo tu sangre, tu cuerpo…

—¿Mi sangre? —preguntó incrédulo, esa mujer estaba loca de atar si creía ser un vampiro.

—Pobre cachorro. ¿De verdad piensas que el mío es un disfraz de Halloween? Ustedes los humanos son tan predecibles, tan fáciles de engañar —dijo, dejando que sus colmillos alcanzaran su máxima longitud.

El pobre desdichado comenzó a gritar, tratando de derribar a la delgada figura que lo inmovilizaba contra el suelo, pero a pesar de que era mucho más grande que ella, no pudo moverla ni un centímetro.

>>¿Sigues creyendo que es un juego? —preguntó, antes de arrojarse a la garganta de su presa, interrumpiendo sus gritos desesperados.

El joven empezó a perder fuerzas, todo se volvió borroso e indistinto.

Tenía frío y temblaba.
Abrió los ojos y luchó por concentrarse en el piso brillante debajo de él y en la habitación silenciosa.

Logró moverse lentamente, percibiendo un ruido de cadenas detrás de él.

Poco a poco fue recuperando el control de sí mismo, hasta percatarse del collar metálico que bloqueaba su respiración. Una cadena lo bloqueaba contra la pared, estaba desnudo y con frío, en un dormitorio grande y lujoso.

Intentó abrir el collar, tirando con todas las pocas fuerzas que poseía, pero fue inútil.

No podía quedarse sentado esperando que lo mataran, de eso estaba seguro. Intentó ensanchar el anillo que sujetaba la cadena a la pared, pero se rindió cuando escuchó que la puerta se abría.

La chica apareció en la puerta, vestida con una combinación roja transparente, seguida por el chico que había visto en el bosque, quien solo vestía una túnica blanca que junto con el cabello plateado le daba un aspecto fantasmal.

—¡Bienvenido a casa, cachorro!

Los movimientos sensuales de la mujer hicieron que su cuerpo reaccionara, excitándose instantáneamente.

¿Qué diablos le pasaba? ¿Qué mierda le habían hecho esos dos? ¿Cómo podía excitarse en una situación como esa?

La chica se acercó con los colmillos al descubierto y el otro chico se detuvo frente a la cama, despojándose de la pulcra túnica y mostrando su potente erección.

Un fuerte gemido salió de sus labios al ver que ambas criaturas lo observaban con lujuria y hambre.

—De rodillas, cachorro — ordenó la vampira y él no pudo resistirse a su orden. Era como si cada reacción de su cuerpo estuviese siendo manipulada por ellos.

Quiso gritar de horror al sentir al vampiro tirar de sus cabellos con fuerza, posicionándose a su espalda, pero nuevamente su cuerpo traicionero reaccionó de manera contraria a la que debía. Ahora se encontraba entre los brazos de dos criaturas perversas, a la espera de la dulce tortura que prometían.

—¿Listo para jugar con nosotros? —dijeron al unísono.

Sí, lo estaba.



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