Silueta.
Ella piensa que no la miro...
Desperté una mañana admirando un rostro angelical, una cara que refleja una inocencia que no ha sido tocada, perturbada o rasgada a pesar del tiempo.
Comencé por admirar aquella silueta que se tornaba en curvas tan peligrosas como perfectas. Mis ojos viajaban frenéticos por aquellas curvas, las cuales aceleraban la velocidad de mis latidos, la sangre fluyendo en todas direcciones mientras mi mirada se quedaba fija penetrando cada poro de aquella piel canela que yacía inconsciente y provocadora a la vez.
Una mezcla de contextos y emociones, la paradoja de su cuerpo que me llevaba de la ternura de su rostro dormido, a lo ardiente e inevitable de su cuerpo desnudo, todo frente a mí, como si observara un hermoso atardecer en la playa, mientras la marea salvaje amenaza con tragarme y no dejarme salir con vida. Tan hermosa y peligrosa, en silencio y soñadora mientras su cuerpo amenaza con no dejarme escapar.
El deseo aborda mi mente y el silencio se apodera de mi boca mientras disfruto despertar a su lado.
...Y ella piensa que no la miro.
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