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TRES

― Esto no es tan necesario, JiMin. ― Murmuró el mayor.

Su mano tenía un corte que se había hecho en el trabajo por pura distracción. Una tonta distracción. Mientras lavaba lo platos se quedo viendo al nuevo mesero del restaurante. Era lindo para él, pero eso no le habría importado si no fuera porque su rostro se le hacía conocido. Muy conocido.

Que penoso.

Fue penoso el instante donde el plato se le resbaló y cayó al suelo y al tratar de levantar rápidamente los trozos se formó un corte en la palma de su mano.

Patético pensaba de si mismo. Jungkook normalmente tenía las cosa planeadas y controladas. Esa distracción no estuvo en sus planes y eso lo frustró mucho ya que gracias al accidente descontaron de su paga de este mes aquel plato roto.

― Oh, pero... Es bastante necesario porque debo desinfectar la herida, Jeon. Aunque no sepa muy bien como...

JiMin hablaba con suavidad, como usualmente lo hace, mientras prestaba atención a su herida, aunque no supiera realmente sobre primeros auxilios.

― Creo que lo haces mal. Pero tranquilo, puedo hacerlo yo.

El menor paró sus movimientos y observó a Jungkook con sus bellos ojos color del sol.

― ¿Lo hago mal? ―Pregunto apenado, sonrojándose notoriamente por la vergüenza. ― Bueno, seguramente es así, de todas formas... Tu eres el que estudió estas cosas. ― Carraspeó y levanto la comisura de sus labios en una sonrisa diminuta. ― Tu eres el que sabe.

Jeon vió como su mano herida fue dejada sobre la vieja toalla con cuidado mientras JiMin lo miraba avergonzado.

― Yo solo puedo, tranquilo. ―Dijo con voz suave tomando su propia mano. ― Pero gracias.

Observó a JiMin asentir suavemente. Con la mirada apartada, las manos dentro de los bolsillos de su polera oscura y una ligera mueca en sus bonitos labios. No había dicho nada malo. Su actitud lo confundía.

― ¿Pasa algo? ― Preguntó atendiéndose él mismo su mano maltratada.

JiMin lo miró y le ofreció una pequeña sonrisa forzada para luego lamer sus labios con ligeros nervios.

― No es nada. Me sentí un poco... inútil.

― No lo eres.

Su sonrisa se hizo un poco más sincera mientras acariciaba su vientre. Y Jeon mantuvo la vista en sus manos acariciando esa zona.

― Y... ¿Qué ocurrió?

El mayor terminó por vendar su mano. Dirigió su atención hacia JiMin, negando luego de entender su corta pregunta. ― Nada importante... Sólo me distraje, el plato se me cayó y al recogerlo me corté.

JiMin asintió en silencio. 

― Creo que lo conocía.

El oji-dorado lo observó curioso. ― ¿Hm? ¿A quién o qué? ― Ladeó su cabeza confundido.

Jungkook vaciló en si contarle o no, muy consciente del efecto que podría tener en JiMin. Jungkook lo sabía, JiMin sentía algo por él, algo más que cariño como el que al comienzo de su convivencia habían establecido prohibido tácitamente.

Podía notar que lo observaba con ojos de anhelo. Y no podía culparlo, después de todo era un chico joven y Jungkook vendría a ser el padre de su primer bebé. Cualquiera en su posición podría llegar a sentir ese tipo de cosas.

A ilusionarse... Porque eso cree Jeon que es, una ilusión, un anhelo, un deseo... Una tontería.

Él nunca podría llegar a enamorarse de JiMin. Por tantas razones que ya no cabían para contarlas con sus manos. Él sólo estaba ahí por su hijo, para hacerse responsable por ese bebé. No por JiMin.

¿Cierto?

Suspiró. Pero no podía ocultarle a su conviviente algo tan inofensivo como eso. No habría nada malo si ese mesero hubiera sido alguien cercano en su pasado, ¿no es así? Porque ya lo conocía, ese rostro no podría olvidarlo.

Totalmente inofensivo.

― Hay un nuevo mesero en el restaurante. Tengo la sospecha que sea un amigo de la Universidad, supongo.

Conectaron sus miradas un momento. Eso le gustaba a Jungkook, los ojos bonitos y radiantes de JiMin. Podía ver anhelo, dolor o incluso amor en esos luceros sin que JiMin lo notase. Pero ahora el sentimiento que sus ojos dorados le transmitían era confuso.

En demasía.

― Oh, supongo que es algo bueno, Jeon. Podrías hablarle. ― Sugirió con una pequeña sonrisa a labios cerrados. ― Ya no estarás solo en el trabajo.

Luego lamió sus labios con la mirada apartada y la de Jeon sobre su pequeño y algo gordito cuerpo. ― Iré a dormir... ¿Vendrás?

Jeon asintió.

― Ya voy.

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