DOS
― Ya llegué...
Avisó Jungkook, dejando las llaves en la pequeña mesa a un lado de la entrada y se acercó a la pequeña cocina-comedor. Sacó un pequeño plato hondo de las repisas, colocó las fresas previamente lavadas y untó la mostaza encima. Tomó el plato entre sus grandes manos, caminando con pereza hasta la única habitación.
― Aquí están.
El pequeño bulto entre las sabanas se movió y una cabellera marrón junto a un par de ojos dorados se asomaron viéndolo curioso.
― Gracias, Jeon. ― Una sonrisa tímida salió de los gorditos labios contrarios.
Jungkook solo asintió, acercándose hasta la cama en una esquina de la habitación y entregándole el plato hondo, con las fresas y la mostaza, a JiMin.
― ¿Ya debes ir a trabajar?
El de ojos dorados observó la espalda del alto y ligeramente musculoso hombre frente a él, notando como se acercaba a su armario sacando sus prendas de siempre.
― Sí. ―Respondió secamente, abriendo la puerta de la habitación y saliendo con la intención de vestirse en el baño.
JiMin sigue sin entender eso de tener que cambiarse en el baño cuando podría hacerlo en la habitación. Pero al mismo tiempo entiende que Jungkook no debe de estar acostumbrado a ser visto por nadie, le gusta tener privacidad.
Hasta donde él sabe fue su primera vez, el primero en verlo sin nada puesto, en cambio JiMin habia tenido su primera vez hace unos años atras, con un compañero de clase que le gustó demasiado en su epoca estudiantil.
Extraña esos tiempos.
Sus amigos, sus padres, escaparse de casa para ir con su grupo de amigos hacia el cine y llegar tarde para esperar ser regañado por sus progenitores.
¿Extrañaba sus padres? ¿Extrañaba las travesuras que hacia con sus amigos? ¿Extrañaba a sus hermanos menores? ¿Extrañaba su antigua vida? Sí, más que a nada en el mundo, lo extrañaba.
¿Desearía volver en el tiempo, evitar haberse conocido con Jeon Jungkook y así haber evitado caer en sus encantos aquella noche? No del todo.
Quería volver a su juventud sin preocupaciones por lo que pasaría luego además de preocupar tener buenas calificaciones y cuidar a sus hermanos menores, claro que sí. Pero al mismo tiempo estaba encantado con esa sensación de caer enamorado por Jeon Jungkook.
JiMin tiene un sentimiento en su corazón que con el tiempo sigue creciendo temerosamente por el alto hombre con el que comparte su pequeño apartamento. Él sentía que todo había pasado muy rápido y tembloroso como para asimilarlo por completo.
Esa fiesta de fin de semestre Jeon se le acercó, lo miró con interés y luego lo atrapó con su encantadora sonrisa, un par de bebidas, unos fogosos besos, las caricias y los gemidos en la habitación fueron suficientes para atrapar su corazón rodeado por algodones.
Recuerda muy bien que amanecieron abrazados, se sonrieron e intercambiaron números mientras JiMin soltaba sonrojos y Jungkook halagos hacia el menor.
Ese fue su primer y último encuentro antes de aquella cita en la cafetería preferida de JiMin. Aquel lugar donde le confesó la existencia de ese bebé que lleva en su vientre. En ese lugar Jungkook decidió hacerse cargo, con una mueca en sus labios pero la mirada llena de determinación.
La puerta se abrió sorprendiéndolo, con sus ojos dorados escaneó rápidamente al padre de su bebé pronto a nacer, alejando sus pensamientos y en su rostro apareciendo una ligera sonrisa y rubor.
― JiMin debo irme. No salgas de la cama hasta que vuelva a almorzar.
El menor asintió con una pequeña sonrisa al verlo morder sus uñas, algo que hace siempre que va a llegar tarde al trabajo, era algo que recientemente había descubierto.
― Bien, te veo en la noche. ― Jungkook cerró la puerta y posteriormente se escuchó como le echaba seguro a la entrada principal.
JiMin por su parte solo sonrió. Adora describir algo nuevo de Jeon cada día. Ese lunar debajo de su labio inferior, cuando arruga su nariz si algo no le gusta, cada vez que muerde sus uñas al estar apresurado o nervioso como hace unos momentos hizo.
Desde que empezaron su convivencia por su bebé JiMin ha descubierto cosas en Jeon que lo hacen suspirar. Está enamorado, cada día lo confirma un poco más. Sabe que está mal. Todo lo está.
Porque JiMin siente cada día más una razón para caer de a pocos en Jungkook y el peli-marrón sólo está a su lado para hacerse responsable del bebé que lleva en su vientre.
JiMin desearía con toda su alma que fuera diferente.
JiMin quisiera que no fuera por él que Jungkook dejara sus estudios y se dedicara a lavar platos.
JiMin amaría que Jungkook sintiese lo mismo que él, que lo quisiera como él lo hace.
Pero hay tantas cosas que uno desea y que nunca podrán cumplirse. Él lo sabe muy bien, ellos no tendrán un romance como en las películas, mucho menos compartirán los mismos sentimientos. Aún así JiMin tiene esperanza a pesar de su realidad, tiene esa discreta ilusión por comenzar una buena relación con Jungkook, compartiendo los sentimientos correctos.
Después de todo creció rodeado de algodones. Su corazón no sabe que es sufrir de verdad... Pero pronto lo sabrá.
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