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DIECISEIS

¿Cómo se podía sentir un beso tan dulce y caliente al mismo tiempo? JiMin no lo entiende, pero Jungkook logra hacerlo posible. Sus pequeños dedos se aferran a la toalla que es el único impedimento de su desnudez. Jungkook sujeta sus mejillas tan rojitas mientras inclina su rostro para profundizar aún más el fogoso beso.

El calor en su estómago y vientre bajo se siente tan bien, y el cariño se siente tan caliente que lo lleva al cielo, JiMin está en el cielo. La piel caliente bajo su tacto, los suspiros contrarios y la forma tan íntima en la que se tocan siente que se irá al infierno por tanto deleite, Jungkook está en el cielo.

Sus manos, sin darse cuenta, abandonan la mejillas suaves y rojitas, rozando la piel del pechito contrario y evita el vientre para deslizarse por la espalda, alcanzando el comienzo de aquella única tela y tratando de estirarla para llegar más lejos.

― Jeon... Jungkook, oye... ― Esos labios tan suaves se separan de los suyos y abre los ojos lentamente buscando los dorados del menor. ― Oye...

JiMin siente sus ojos tan atentos en él y lo que sea que vaya a decir, que sonríe y deja un beso en su mejilla y uno en su cuello, para luego volver a enfrentarlo con una sonrisa tímida.

― Quizás debamos... ― Toma un poco de aire cuando Jungkook besa su frente y mejillas, queriendo más contacto. ― Debamos esperar... A-aún no. ― Jungkook vuelve a conectar miradas con el menor y éste toma las mejillas pintadas de un melocotón tan dulce del hombre. ― ¿Sí?

El hombre asiente tomando un poco de espacio entre sus cuerpos, sonriendo ligeramente.―De acuerdo, yo... Sí. ― ¿Jungkook tímido? Seguía tomándolo por sorpresa, no podía mentir, le encanta esa parte suya.

JiMin deja un último pico en los labios hinchados de Jungkook y suelta poco a poco sus mejillas tan o más calientes que las suyas.

Lindo en todo sentido.

― Deberías soltarme y así yo me visto.

No quiso hacerlo, pero sus grandes manos abandonaron la piel tan suavecita y caliente, sus dedos dejaron de tocar las ligeras marcas en las caderas del menor producto del embarazo y plantó un último beso en sus labios, resignado a mantener distancia.

― Hablaremos luego sobre esto. ― Dijo Jungkook, dándose la vuelta y saliendo de la habitación.

JiMin respiró profundamente cuando las mariposas en su estómago se calmaron. Se dio cuenta sobre lo importante que es conocer las hormonas en el embarazo, y se le vino a la mente la posibilidad de poder leer algunos libros sobre el embarazo de un doncel... Urgentemente.

Suspiró con sus prendas ya puestas, y salió de la habitación, bajando las escaleras hasta la cocina dónde planeaba llenar su estómago con las sobras de la noche pasada. Su vista recorrió el lugar hasta que se acercó al refrigerador abriéndolo, buscando en éste el pequeño recipiente con la cena de la noche anterior. Se flexiono y buscó en los últimos cajones dónde sabe qué guardó ahí el tan buscado recipiente.

Gruñe un poco poco después, con el recipiente ya en sus pequeñas manos, pero sin poder levantarse por el dolor en sus piernas y espalda baja. Que penosa situación. Necesita ayuda urgentemente, y unos de esos libros de paternidad para Donceles puede ayudar mucho, lo sabe. Debería conseguirlos pronto, quizás pedirle algunos a sus padres.

― ¿Necesitas ayuda? ― Pregunta una voz detrás suyo, cerca, muy cerca.

Jungkook.

― Ouh... ― Susurra, tratando de volver a la posición inicial, pero mostrándose adolorido. ― Auch...

Un sonrojo se apodera de su pálida piel, mientras una de sus manos se apoya en la puerta abierta del refrigerador, su rostro giró por sobre su hombro, viendo la mejillas del otro hombre volverse color durazno intenso cuando sus miradas se conectaron.

― ¿Me ayudas? ― Pidió, a lo que el otro pareció pasar saliva, puesto que su manzana de Adán se movió rápidamente, pero de todas formas asintió mientras se acercaba con cuidado.

Con mucho cuidado.

Había tensión.

Con una mano sujeta la pequeña del otro y lo ayuda a enderezarse con cuidado, oyendo pequeñas quejas.

Frunce el ceño. ― Sabes lo que dijo el Doctor. ― Dijo firme, cuando el recipiente fue puesto en el microondas y logró tomar de forma firme pero delicada la cintura del menor para guiarlo hasta uno de los dos viejos sofás.

El menor suspiró. ― Sé que debo tener más cuidado, pero tengo mucha hambre en verdad.

Jungkook lo miró directamente por unos segundos hasta que acercó aún más sus rostros. Ambos brazos en el respaldo del mueble, con el hombre de ojos dorados en medio de éstos, viéndose tan chiquito y ligeramente gordito como es.

Muy, muy bonito.

― Pudiste pedírmelo a mí.

JiMin asintió, claro que estaba de acuerdo, ¡Su embarazo es delicado! Aunque haya salido de los primeros meses de riesgo y ya no se sienta tan débil como en esos tiempos, debe ser cuidadoso. Al menos hasta que sus exámenes de salud digan lo contrario.

― JiMin.

Sonrió nerviosamente cuando sus ojos admiraron los labios tan bonitos del hombre, inclinando su rostro hacia él. Podía sentir su respiración chocar extrañamente placentero con la de Jungkook. Lamió sus propios belfos con nerviosismo mientras los potentes ojos verdes escanean la acción.

― Dijiste que ahora no.

¿Pero acaso engañaba a alguien? Lo que más quería en ese momento eran sus dulces labios contra los suyos.

―T-tienes razón. ― Apretó los labios acercándose un poco más, cada vez más cerca hasta que sus labios se tomaron con cariño y lentitud.

Eso es lo que ellos necesitan. Él uno al otro, se necesitan el uno al otro. Las manos de Jungkook acarician con lentitud y delicadeza las mejillas calientes del hombre, mientras profundiza el beso inclinando la cabeza.

JiMin ejerce presión en los hombros de Jungkook con sus pequeñas manos, sintiendo la calidez de la lengua contraria acariciar la suya propia, suspirando y jadeando cuando el beso se torna más caluroso.

Cada vez más intenso pero ese toque dulce no parece irse de la situación.

Los labios se toman con intensidad, se sienten en el cielo estrellado, cerca de la Luna y Marte, tan caliente y abrumador como un viaje lejano.

Qué dicha.

― ¡Llegué!

La voz suave de Julie tocó sus oídos separándolos rápidamente por la repentina presencia de la mujer.

― ¡Chicos, lle...! ― La cara de sorpresa de la mujer hizo que sus mejillas se calienten aún más, tomando algo de distancia.

― Mamá...

La mujer arrojó su bolso algo viejo en la mesa del comedor, y su típica figura de jarrón apareció. ― ¡Jeon Jungkook!

¿Ella estaba molesta? ¿Habían hecho algo mal?

Ambos hombres tímidos y ligeramente temblorosos se vieron entre sí hasta que JiMin rápidamente desvío la mirada.

― ¡Hijo, al fin! Ya era hora que arreglaran sus problemas. ― Sonrió cálidamente y juntando sus manos a la altura de su rostro, la supuesta molestia alejándose a pasos agigantados. ― Me alegra mucho verlos tan cariñosos... Porque sólo es eso, ¿No? ― Entrecerró los ojos con una sonrisa divertida, avergonzando aún más a la pareja.

―¡Mamá! ¿Estás ebria? ― Reclamó Jungkook acercándose a su madre.

― Tu madre es rara, acostúmbrate jovencito. ― Bromeó la mujer, girando en sus tacones y buscando algo en su bolso. ― ¡Oh! Cierto, traje algunas cosas y...

― ¿No estás molesta, Julie? ― Preguntó tímido abrazando su barriguita.

― Para nada, querido. ― Le restó importancia a la situación con un gesto de mano y una carcajada luego de eso. ― Se ven tan tiernos sonrojados... Ay, que tiempos, que tiempos, mi loca juventud, ¿A dónde te has ido? ― Exclamó llevándose una mano al pecho y desapareciendo por la cocina. JiMin y Jungkook quedaron aún más apenados por sus comentarios.

El hombre más alto dirigió sus manos a sus bolsillos y se encogió entre sus hombros. Sus ojos verdes escanearon la tímida figura de JiMin, carraspeó un poco para llamar su atención.

―¿Quieres ir a dormir? ― Preguntó con su mirada seria pero las mejillas encendidas en un color melocotón.

El menor negó, sonriendo pero aún con las mejillas rojas. ― Aún tenemos hambre.

Le sacó una leve sonrisa a Jeon con su comentario segundos después, quién llevó una mano para acariciar su mejilla.

― Oh, cariño, JiMinie, ¡¿Tienes hambre?! ― Preguntó la mujer asomándose por la puerta de la cocina, pero al ver la acción de su hijo, su expresión cambió de suave a indignada. ― ¡Deja de seducirlo jovencito!

Sí, sería una larga noche, pero al fin no había ese pesar en su cuerpo. Por ahora no había ese dolor en el pecho.

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