
XX: Deshojando margaritas.
Meses después...
El día que llegamos a casa, esta se encontraba igual a como la dejamos, sin embargo tuvimos que hacerle algunos cambios y reparaciones; «movimos las energías» como solía llamarlo mamá, y meses después —seis para ser exactos— ya estábamos establecidos. Papá consiguió un trabajo en una agencia de publicidad y mamá trabajaba traduciendo documentos desde casa para cuidar a los gemelos. Los gemelos estaban en una muy buena escuela donde Caleb empezó a interesarse en las artes y Joshua por los deportes, específicamente por el tenis.
Yo, luego de arduos días trabajando de jardinera para la señora Rivera —la vecina de enfrente—, conseguí dinero suficiente para rentar un apartamento que estuviera más cerca de mi floristería —en la zona de urbanismos de Autumnville—, porque sí, logré tener mi floristería y aquella mañana de verano por fin iría a ver cómo quedó después de las reparaciones.
Me levanté más temprano de lo usual y con más energía de la que de por sí tenía todos los días. Luego de desayunar y arreglarme decidí ir a ver cómo quedó mi local.
Cuando abrí la puerta, me encontré con camino de pétalos de margarita que iniciaba en la entrada de mi apartamento y doblaba la esquina por el pasillo. Lo seguí y me asomé, seguía hasta la salida del edificio. Continué siguiéndolo y vi que proseguía por la calle, lo seguí calle tras calle, cuadra tras cuadra y me sorprendí al ver que el rastro terminaba en la puerta de mi floristería; abrí la puerta para darme cuenta de que en realidad el rastro no acababa ahí, sino que acababa a los pies de una mesa donde estaba sentado...
Él.
Tan guapo como siempre, con sus hoyuelos y sus ojos oscuros. A su lado estaban las margaritas son pétalos que había deshojado antes y en sus manos tenía una perfectamente intacta.
—¿Qué estás haciendo? —Pregunté.
—Deshojando margaritas —Respondió y empezó a arrancarle los pétalos a la que tenía en sus manos—. Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere... —Así siguió hasta arrancar el último pétalo que quedó en «no me quiere»— Esta margarita no me quiere, pero dime, Margarita ¿Lo haces tú? Esta Margarita —Tomó mi mano—, ¿me quiere?
—Esta Margarita quiere saber qué haces aquí.
—¿No es obvio? Vine a buscarte, para mostrarte esto —Tomó un folder que estaba detrás de sí y de él sacó un documento— He puesto la floristería de Nuevo Verano a tu nombre.
No supe qué responder ante tal declaración, lo único que hice fue tomar la hoja de papel y repasar las líneas con mis dedos mientras lo leía y releía.
—¿Ya vas a responder a mi pregunta?
Desvié mi mirada de la hoja para mirarlo a él al responder:
—¿Y tu madre qué?
Él entornó los ojos.
—No sabe que estoy aquí, que estamos aquí. Igual hablé con ella antes de irme para dejarle muy claras las cosas.
—¿Qué cosas?
—Que te amo y no voy a dejarte.
—¿Quiere decir que escogiste mi felicidad por encima de la de tu madre.
—Significa que por primera vez me escogí a mí mismo por encima de ella.
—Esta Margarita te ama.
Sin darme tiempo de responder me lancé a besarlo y él me correspondió. Así es como deben ser las cosas, como debieron ser siempre.
...
Los siguientes meses fueron bastante buenos, dejé a Michelle encargada de la floristería en Nuevo Verano para poder encargarme yo de esta. Antonio empezó a trabajar en bienes raíces y pudimos comprar un apartamento propio, uno que ya no debíamos rentar, los fines de semana visitabamos a mis padres y otras veces pasábamos a buscar a los gemelos en la escuela. Lo más reciente que supimos de Gloria es que se casó con un corredor de bolsas. Antonio la visitaba muy de vez en cuando.
—Hey, te traje un regalo —Anunció Antonio al entrar en casa.
—¿Sí? ¿Qué es?
En sus manos tenía una caja que decía «fragil» y de la misma sacó un jarrón azul celeste con margaritas.
—Está precioso, ya sé exactamente qué poner aquí.
Entré en el cuarto y salí con la margarita plástica que me había regalado once meses atrás. La metí en el jarrón y lo puse enmedio de la mesa del comedor.
»Así la veremos todos los días y recordaremos ese momento.
—¿Siempre? —Preguntó.
—Siempre —Afirmé.
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