XIII: Esa sonrisa.
Llegamos a Nuevo Verano y Antonio fue a dejar sus cosas a su casa y yo fui a hacer lo mismo a la mía.
—¡Maggie!
Caleb y Joshua que estaban jugando en su consola dejaron de hacer lo que hacían y corrieron a abrazarme.
—Hola, fotocopias. ¿me extrañaron?
—¡Sí! Joshua lloró toda la noche cuando te fuiste.
—¡Eso no es cierto! —Replicó el mencionado empujándolo.
Caleb iba a defenderse, pero yo llamé su atención.
—Hey, hey, hey. Sin peleas ¿De acuerdo?
Ambos asintieron y siguieron jugando con la consola.
—Maggie, ¿qué haces aquí? ¿no te mudabas a Autumnville? —Preguntó mamá para luego abrazarme.
—Sí bueno, alguien me convenció de que no lo hiciera, al menos no todavía. Quería darles una sorpresa.
—Pues, dile a ese alguien que gracias —Habló papá saliendo de la cocina y plantando un beso en mi mejilla.
—Fue mi jefe, se llama Antonio.
—¿El que te despidió?
—Sí... Ese, pero no importa en este momento. Subiré a guardar mis cosas.
Fui a mi habitación a poner todo en su lugar, guardé mi ropa y mis zapatos en el armario y guardé la maleta debajo de la cama. Luego hice lo mismo con las cosas que había en mi bolso de mano; el pasaporte, las tarjetas, cepillo de dientes, maquillaje y dinero. Eso iba en la gaveta de mi mesa de noche. Los recibos y facturas de pago a la basura. Por último tomé la flor que me regaló Antonio y la presioné contra mi pecho, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba al recordar lo ocurrido en Autumnville.
Especialmente el beso. Ambos besos.
—Esa sonrisita yo la conozco.
Me asusté al escuchar la voz de Rubén, quien estaba apoyado en el marco de la puerta.
—Rubén, no sabía que estabas en casa.
—No lo estaba. Mamá me dijo que volviste y vine en seguida, acabo de llegar —Entró y se sentó en la esquina de mi cama.
Dió un par de palmadas en el lugar a su lado, pidiendo que me sentara.
—Ahora dime: ¿quién es el causante de tu sonrisa de tonta enamorada? ¿Es por el hombre con el que te fuiste?
—¿Cómo sabes que es un hombre?
—Tú me lo dijiste, ¿recuerdas? «un guapo y testarudo hombre me obligó» —Me imitó—. ¿Cómo se llama y cuándo voy a conocerlo?
—¿Por qué quieres conocerlo?
—Necesito saber contra quién perderé el título de hombre número uno en la vida de mi hermana.
—Ay, Rubén, no seas tontito —Lo tranquilicé—. No te van a quitar nada, tú nunca tuviste ese título.
—Eso dolió.
Reí ante su dramático comentario.
—No lo sé, tal vez me arme de valor y lo traiga aquí algún día, ya sabes, cuando haya pasado un lapso de tiempo sensato.
Algún día cuando aclaremos si somos novios, amigos, amigos que se besan, no novios, amigovios o cualquier otra variante. Agregué en mi interior.
—Margarita, tienes visita —Avisó papá desde abajo.
Me levanté y coloqué la margarita en una jarrón sobre mi peinadora para bajar a ver quien era.
—Voy.
Rubén vino detrás de mí.
—Antonio —Me detuve al pie de la escalera al verlo sentado en la sala.
—O puedes invitarlo a almorzar ahora —Murmuró bajito en respuesta al comentario que hice en mi cuarto.
—Bienvenido —Expresé con los nervios a flor de piel y el corazón a punto de salir de mi pecho.
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