III: Margaritas
Antonio:
—Buenos días, señor García —Saludó Miguel.
—Buenos días, ¿la chica nueva ya llegó? Tengo un trabajo para ella.
—Sí, está en el jardín.
Me dirigí al jardín y ahí estaba ella, llevaba mom jeans con una colorida camisa de rayas horizontales, un sombrero y guantes de jardinería.
—Buen día, Margaret.
—Margarita —Me corrigió—. Buen día para usted también, señor García.
—Llámame Antonio.
Ella estaba escarbando en la tierra.
—¿Qué estás haciendo? —Pregunté de igual forma.
—Perdiendo el tiempo.
La miré confundido.
»Estoy plantando.
Tomó una regadera y esparció agua en la zona que estuvo escarbando.
—¿Sabes hacer arreglos florales?
—Sí.
—Que bueno, porque tenemos un encargo para la fiesta por el compromiso de Alonzo Villarroel.
—¿El dueño de la compañía de teatro?
—Ajá. ¿Qué estás plantando?
—Margaritas.
—Te dije que el cargamento llegaría pronto.
—Entonces usaremos las del cargamento para hacer los adornos.
Margarita se puso de pie, se quitó los guantes y recogió las cosas para guardarlas en el armario de jardinería. Cuando volvió se quedó mirando con detenimiento el árbol sobre mí.
—¿Qué ocurre? —Cuestioné.
—Creo que escogí un mal lugar para plantar las margaritas, en ese lugar no les va a dar el sol de mediodía —Siguió observando el árbol—. ¿Me dejas podarlo un poco?
—Claro, haz lo que tengas que hacer.
Volvió al armario y esta vez vino con unas tijeras de jardinería. Tomó un banquito, se subió en este y comenzó a cortar estratégicamente las ramas, algunas hojas caían sobre mí.
—Te gustan mucho las plantas, ¿cierto?
No, imbécil. Nada más está trabajando de jardinera porque no le quedó más opción.
—Oh sí. Me gustan desde que ví Tarta de Fresa en el país de los sueños, cuando tenía nueve años.
—¿Y eso qué es?
—Una película. El sueño de la protagonista es tener un huerto en Fresilandia, pero llegó el peculiar Arturo Agridulce Púrpura del Puerco espín tatatatan tatan —Finalizó simulando una fanfarria.
—Que nombre tan...
—¿Peculiar?
—Sí. ¿Cómo llegan al país de los sueños?
—Arturo Agridulce va al país de los sueños para adueñarse del sueño de Tarta de Fresa.
—Entonces quieres tener un huerto.
—Quiero tener mi propia floristería, trabajaba los fines de semana en un kiosko para ello y ahora trabajo aquí.
Terminó de podar el árbol, guardó las tijeras y comenzó a limpiar todo.
—Listo, ahora sí van a recibir el sol suficiente —Dijo orgullosa de su trabajo—. Iré a regar el resto de las flores.
Dicho esto, comenzó a regar los rosales y podía escuchar les hablaba a las flores de vez en cuando.
—Señor García, ya llegaron las margaritas.
—Allá voy, Miguel.
Fui a recibirlo, no sin antes desvíar mi mirada a una sonriente y risueña Margarita.
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