Capítulo 8: Tetaboo.
LOREN:
La competición estaba a media hora de empezar, estaba listo para irme y el equipo de Rachel acababa de llegar. Necesitábamos irnos ahora o llegaríamos tarde dentro de lo tarde. Después de concederle otros cinco minutos decidí ir por su puerta. Toqué suavemente. A pesar de tratarse de mi propia casa, no era capaz de violar su privacidad de ninguna manera. No después de la forma en la que depositaba su confianza en mí dejándome pasar tiempo con ella.
─¿Anna? ─pregunté con tono suave también. Me corregí─. ¿Belle?
El maldito Blackwood estaría feliz viéndome. Puto blando.
─Ya casi estoy lista ─murmuró en respuesta. Si no tuviera la oreja pegada a la madera no la habría escuchado─. Pasa.
Tomé una breve y profunda bocanada de aire antes de entrar. Luego daría gracias a Dios por haberlo hecho, de lo contrario me habría quedado completamente sin aire ante la visión de ella usando un vestido a su altura. La tela lila de gasa envolvía su pequeño cuerpo de curvas sutiles hasta las rodillas. El escote era conservador y suave como el resto. Su cabello estaba recogido en un elegante moño y su maquillaje estaba hecho para resaltar tanto las pecas en su rostro como sus grandes ojos verdes. Era tan hermosa que dolía verla. Una completa putada que me dejaba fuera de juego. No sabía qué hacer. O, más bien, no sabía qué hacer con la pelirroja en mi habitación.
O, mejor dicho, no sabía qué hacer con lo que ella despertaba en mí.
Sus hombros cayeron─. ¿Tan mal me veo?
─Sí ─susurré para aligerar un poco el sentimiento de patada en los huevos.
La expresión alegre en su cara desapareció.
─Si sientes que no seré buena compañía puedo sentarme una fila atrás.
Una de las esquinas de mis labios se curvó, pero mi interior ardió con rabia. Ana no era el prototipo de belleza ideal que encuentras en las revistas. Ella encontró la forma de ser bella a su manera... o yo encontré la forma de encontrarla bella. «Joder». Fuera como fuera seguramente su inseguridad era por el bastardo. Estaba convencido. Y tan convencido como estaba, mientras más tiempo pasaba con ella más quería hacerlo pagar con creces por cada vez que la hizo sentir mal. No importaba si tenía que ocupar el puesto del diablo en el infierno para la tarea.
─Estás malditamente loca si crees que sería capaz de algo así. Te llevaría con orgullo a cualquier sitio aunque usaras un tutú. ─Le alcancé un abrigo que elegimos ambos, de piel sintética por su amor a los animales, en la misma tienda que compramos el vestido─. Obvia lo que dije. Estaba siendo un imbécil. Te ves hermosa. En serio ─reafirmé cuando me miró con duda─. ¿Necesitas ayuda bajando las escaleras?
Finalmente una sonrisa adornó su rostro de muñeca.
─No, puedo sola, mi vestido no tiene cola.
─Las mujeres independientes me encienden ─ronroneé contra el arete en su oreja solo para deleitarme con su estremecimiento─. ¿Todavía tienes frío?
─Los ardientes y que, no conformes con saberlo, abusan de su poder me desagradan. Iu. Nunca se les puede tomar en serio. Son hombres de una sola noche.
─¿Por qué?
Sus hombros se encogieron─. Sencillamente de nada te va a servir un lindo trasero cuando llegue la hora de pagar las cuentas, conocer a tus suegros o cambiarle el pañal a un bebé. ─Unió las cejas cuando llegamos a la sala─. ¿Qué son todas estas personas? ¿Por qué adornan tu casa? ¿Esa es... es una fuete de chocolate? ¿Y esos barriles de cerveza?
─¿Te incomodan?
─No, pero... ¿por qué están aquí?
Entrecerré los párpados─. ¿Es que acaso querías que estuviéramos solos para poder dañar el perfecto planchado de mi traje a tu antojo?
─Loren. ─Puso los ojos en blanco. Joder con sus mejillas sonrojadas, sin embargo─. Solo te estoy preguntando quiénes son.
─Están aquí para preparar una fiesta para Marie y su novio ─gruñí intentando recordar por qué mierda ofrecí mi casa─. Se suponía que sería una reunión sencilla. ─Señalé la mesa de aperitivos que estaban montando en la esquina de mi sala─. La lección que no he logado aprender de mi familia es que nada con respecto a ella es sencilla.
─¿Rachel la organizó?
Recordando que mi hermana tenía su agencia junto al kínder de Ana, asentí.
─ Yo hubiera mandado a la ama de llaves con una lista al supermercado y ya.
Sonrió─. O hubieras ido tú mismo.
Negué.
─No, tengo mucho trabajo últimamente. No soy un príncipe, pero sé distinguir cuáles son mis prioridades o cuándo puedo hacer tareas más importantes dejando que otros hagan las menos importantes por mí.
Afirmó─. Entiendo. ─Antes de dejar el departamento atrás se alzó de puntillas en tacones para alcanzar el cuello de mi camisa tras ensalivar su pulgar. No caí en lo que hacía, esperaba otra ronda de chupitos, hasta que terminó y dijo─: No era un planchado tan perfecto.
─Gracias ─susurré metiéndola conmigo en el ascensor.
Dentro Ana se estrechó contra mí como si tal cosa. Le devolví el abrazo mientras descendíamos. No hizo preguntas cuando nos detuvimos en la recepción en lugar de bajar hasta el estacionamiento subterráneo. Cruzamos el lobby en silencio directo a la calle donde la Hummer nos esperaba con Kenny, el chofer de Lucius, listo para llevarnos. Él nos abrió la puerta del asiento trasero con una sonrisa. Los presenté y, por supuesto, el viejo no perdió la oportunidad para babear sobre Anabelle.
─Es usted la criatura más hermosa que he visto, señorita.
─Gracias, Kenny, usted también es muy guapo ─respondió con las mejillas más coloradas que con cualquiera de los cumplidos que yo le hubiera hecho─. Debe tener unos nietos preciosos y una esposa encantadora.
Esta vez fue el turno del viejo de quedarse sin aliento─. Por supuesto que sí.
«Eso, nena», pensé, «recuérdale quién lo espera en casa».
Y eso fue lo que hizo.
─¿Muchos? ─insistió.
─Dos niñas y cinco chicos.
─Me alegro. Seguro no te hace falta compañía.
─No, señorita, siempre tengo un par de ojos sobre mí.
─A partir de ahora tendrás dos ─susurré para que solo él y yo pudiéramos oír cuando Anabelle entró─. Tal vez deberías buscar empleo como poeta, Don Juan. Seguramente te iría muy bien. ¿Es así como tratas a mi madre?
Se aclaró la garganta de repente pálido─. No, señor.
─Bien ─gruñí sentándome junto a Belle─. Que no vuelva a pasar.
─No volverá a pasar, señor ─dijo entre dos ocupando el asiento copiloto.
─¿Qué sucedió? ─preguntó la pelirroja con los ojos abiertos como platos.
Me sentía un poco avergonzado de haber amenazado al chófer cuando la única culpable de ser el centro de atención era ella, así que desvié la conversación al buen ambiente nocturno que se percibía esa noche y a lo que le gustaría comprar para picar durante la competencia. Empezó en blanco, seguramente pensó que estaríamos en una mierda VIP con comida exótica, pero nuestra charla volvió a la normalidad cuando le conté la cantidad de veces que Madison, la hija de Rachel, había manchado mis trajes aplastando M&M's contra mí o con compota de mango.
─M&M's y gomitas está bien para mí.
─Coma diabético será ─dicté abriéndole la puerta, en jodido modo caballero, al llegar quince minutos más tarde─. Por favor, no te asustes si te asaltan con preguntas. Mi familia está desesperada. Se vuelven locos con cada chica que traigo a casa. Se supone que ya debo casarme. ─Desabotoné el primer botón de mi camisa. El tema siempre se me hacía incómodo porque no me sentía listo para él. No cuando no había hallado a la persona indicada: «la ideal», «la definitiva», «la vela de mi pastel», «la gasolina de mi motor», «el amor de mi vida»─. Piensan que me siento humillado por mis hermanas. Rachel ya tiene dos niños con uno más en camino. Marie recientemente adoptó dos. ─Desencajé mi mandíbula. Si Madison ya me resentía porque me dedicaba más a George que a ella, ¿cómo sería ahora? Probablemente me arrojaría pastel─. Para ellos soy infértil hasta que demuestre lo contrario.
Ana me miró con compasión─. Te entiendo.
Me congelé en la acera para observarla con atención.
─¿De casualidad tu madre quiere que te cases con el bastardo?
Hizo una mueca, pero asintió─. Lo ama. Es el príncipe ideal para su princesa. Se la pasa hablando de lo bueno y exitoso que es, que jamás encontraré a otro como él. ─Soltó un largo suspiro─. A veces me hace sentir como si no valiera nada sin Brandon. Como si ir de su brazo fuera lo que me diera valor. O también como si lo quisiera más que a mí.
─¿Brandon es el príncipe ideal de su princesa o de ella?
─Ese es el enigma ─respondió retomando la marcha hacia el interior del teatro atestado de concursantes, sus familiares y simples amantes del baile.
─Eres la única que puede decidir cuándo casarte. No lo hagas por presiones exteriores. Después puedes arrepentirte. ─Me sorprendí del tono serio en mi voz─. Sería lamentable que tuvieras que pasar por un proceso tan complejo como el divorcio, eres muy dulce para eso, pero más lo sería que perdieras toda tu luz al lado de un bastardo que merece pudrirse en la oscuridad.
Anabelle arrugó la nariz─. Realmente lo odias, ¿no?
─No me has dado motivos para amarlo.
─Mi culpa ─susurró mientras le entregaba nuestras entradas al portero.
Este nos dejó pasar no sin antes poner sus ojos en mi acompañante. No era competencia, pero aún así sentí necesidad de pasar mi brazo por sus hombros. Lo hice bajo la excusa de no perderla entre el mar de gente. La verdad, sin embargo, era que había querido hacerlo para marcar territorio. En unas semanas, quizás en un par de días, su novio volvería. Mientras tanto sería mía para mimarla y hacerle entender que se merecía algo mejor. No necesariamente yo, pero algo mejor.
─¡Loren! ─escuché a Rachel llamándome desde el otro extremo.
─¡Bebé! ─Se le unió mamá─. ¡Ven aquí!
Y mi padre─: ¡Hijo!
Y Madison─: ¡Tito!
Y John─: ¡Hijo de puta, ¿qué esperas para venir?! ¡Llegas tarde!
Y Kevin, su hijo, repitiéndolo─. ¡Hijo de puta!
Y su esposa, Luz, regañándolo─. ¡John!
Tras el inicio del dialogo que seguía a mis espaldas al que se le unió Nathan y los lloriqueos de George, aparté un poco a Ana hacia el mostrador con dulces para recordarle que existía un botón de pánico.
─Si en cualquier momento sientes que tu salud mental se ve amenazada, necesito que me avises, por favor. ─Jadeé al ver por el rabillo del ojo a Rachel, la peor de mis dos hermanas, acercándose a nosotros con los brazos en jarras─. Toma. ─Empujé un billete en su dirección─. Compra las botanas. Yo la distraigo.
Ana, riéndose, asintió y avanzó en la fila hacia el cajero.
─¡Loren Van Allen! ¡¿Qué crees que haces?! ─Si tuviera la manicura que normalmente se hace, habría muerto cuando me apuñaló con su dedo tantas veces en el pecho con enojo─. ¡Estamos en el descanso! Te perdiste media competencia. Agradece que Marie esté en el segundo tiempo porque si no...
Besé su mejilla como saludo. Si no lo hacía la tendría elevada hasta que lo hiciera─. ¿Ibas a mandar a Blackwood a hacerme pagar? ─Bufé─. No soy tan mierda. Sabía que Marie empezaría después de la pausa. ¿Tú no? ─Me pateé mentalmente cuando su barbilla empezó a temblar. Ellas seguían peleadas por el enredo que ambas tuvieron con Ryan, mi jefe de seguridad y el no-novio actual de Mar─. Lo siento, Rachel, no recordaba que no han terminado de madurar.
─Él es importante para ella. Yo también estaría molesta ─admitió con voz suave y afligida, como cachorro triste, viéndose dentro de mi mente como la niña que se guindaba de mis piernas y no como una mujer casada y con hijos─. Debí habérselo dicho antes, Loren, pero no pude. Tuve tantas oportunidades para hacerlo y no pude porque sabía cuánto le afectaría. Fui una cobarde.
─Maldición ─gruñí con la promesa de joder a Ryan por enredarse con mis dos chicas y de patearle el culo a Nathan para que fuera más eficiente antes de tomarla en un abrazo─. Ya se arreglará. ─Acaricié su cabello. Era largo, negro y lacio, hermoso como el resto de ella y las demás mujeres de mi familia. Rachel, Marie y Anastasia eran parecidas entre sí físicamente─. Ya verás.
Esta era la parte, la marica, de ser el hermano mayor que menos me gustaba. Si estuviera triste y fuera una de mis mujeres me la follaría o le daría mi tarjeta de crédito, pero lo primero me daba náuseas y tanto Mar como Rachel me cortarían las bolas si les diera dinero para hacerlas felices. Y no era al único. A Nathan y a Ryan también. Cuando las mujeres son exitosas por sí mismas lo único que quieren es amor. A fallo de los dos inútiles me tenían a mí. Mientras lloriqueaba en mi hombro un rato le eché un vistazo a Ana. Estaba mirándonos desde el mostrador con una sonrisa y dos pulgares hacia arriba. Aún no le habían despachado.
─¿Esa es la niñera de Madison? ─preguntó mi hermana al girar el cuello y notarla. Anabelle la saludó y le di un pequeño empujón a Rachel para que hiciera lo mismo─. Mierda, Loren, ¡es la hija de Sophie! Ella fue la primera niñera de Madison. Me cae bien.
─A mí no tanto ─confesé.
No después de lo que Anabelle me contó.
Los ojos casi se le salían de sus órbitas─. ¿La conoces?
─No he tenido el placer.
─Loren ─gimió con angustia sin dejar de verla─. ¿Cómo pudiste? Es tan tierna. Le romperás el corazón y será incómodo cada vez que vaya. Eres un tío terrible. A Madison le gusta su escuela.
─No seas dramática.
─¡¿Cómo que no sea dramática?! ¿Mi hermano rompe los corazones de cada chica que conozco y me pides que no sea dramática? ─Los brazos en jarra volvieron. Malditas hormonas de embarazo. Afortunadamente Nathan venía en camino con un molesto George. Sus gritos eran insoportables, pero no tanto como el escándalo irracional de su madre. Yo no me enojé con ella cuando se metió con mi socio y lo hizo incómodo para mí─. Eres terrible. Terminarás con VIH si sigues escavando en tantas vaginas o, peor, contagiarás a la pobre chica.
Solo el que fuera mi hermana la salvó del cometario desagradable de ser selectivo con las vaginas en las que Loren Jr. entraba, lo que era completa y absolutamente cierto. No era una presa fácil.
Era demasiado exquisito para terminar con una ETS.
─Existen los condones.
─¿Sigue molestándote por los chicos? ─preguntó Blackwood al alcanzarnos.
Sonreí para mis adentros robándome a George de sus brazos antes de que pudiera llegar a los de su madre. El pequeño hombrecito se calmó cuando lo puse sobre mis hombros como cuando jugábamos Tetaboo en el parque con las mamis. Era nuestro secreto, así que Rachel y Nathan no entendieron cuando empezó a buscar escotes desde arriba. Escapé de ella cuando intentó quitármelo pensando que tenía hambre cuando en realidad buscaba un buen par para enseñármelas y decir la palabra. Con respecto a los condones; ellos no estaban buscando un bebé cuando tuvieron a Madison, ni siquiera se conocían. Cuando tuvieron a George fue más de lo mismo, fallo de condón, así que después del segundo bebé empecé a darles clases de anticonceptivos con un pepino y mi reserva de condones cada vez que iba de visita. Con un tercer bebé en camino era obvio que no sirvieron para una mierda, pero me la pasé bien picándolos y enseñándole a Madison las desventajas de tener muchos hermanos.
Ahora mi sobrina tenía extraposesividad con sus cosas.
─No, solo me está explicando por qué fornica con la niñera de Madison.
Nathan unió las cejas, atando cabos en su mente, y me miró─. ¿La pelirroja?
Asentí.
─Mierda, Loren, te dije que no lo hicieras porque...
─Nosotros no fornicamos ─lo interrumpió una dulce voz a mi lado.
Sonreí apretando los pies de George contra mis clavículas cuando empezó a moverse demasiado. Esa era otra señal de Tetaboo. Había una mujer con bonitos implantes y un generoso escote en la fila de al lado. No dijo la palabra porque estaban sus padres estaban cerca. Me sentí orgulloso.
«Chico inteligente», pensé pidiéndole los cinco.
─¿Ven? Solo somos amigos.
Rachel chasqueó mirándola con una sonrisa que intentaba ser amable, pero que en el proceso se distorsionó y al final resultó un poco escalofriante hasta para mí─. Hola, Anabelle. ─Besó sus mejillas sin pedirle permiso─. Lamento haber sonado como una zorra. Lo que sucede es que por lo general Loren no tiene amigas, ¿comprendes? Lo siento si te ofendí. No fue mi intención.
─Sí. ─Mi chica asintió─. Entiendo que tienes que tener un poco más de fe en él. ─Me sonrió─. Loren también tiene necesidades sociales. Seguramente tiene más amigos de los que crees. ─Eso no era cierto, la verdad era que todos mis compañeros estaban en Cornwall o en Londres, pero le di fuerzas a su afirmación asintiendo como un muñeco de beisbol para autos─. Hasta los momentos no se ha propasado conmigo. Supongo que no estás acostumbrada a verlo con mujeres como yo y que te sientes fuera de juego, no te culpo, yo también. ─Soltó una risita. Supuse que hablando de mujeres como ella se refería a mujeres sin codicia─. Pero amigos es lo que somos. ─Sus labios se curvaron ampliamente─. Además, tengo novio, ¿no, Loren?
«Sí, un bastardo».
─Así es.
Rachel, por primera vez sin palabras, parpadeó─. Vaya.
Nathan rió y, por el rabillo del ojo, vi cómo Ana se deshacía.
─Bienvenida a la familia ─dijo dándole un abrazo.
─Gracias. ─Sus mejillas explotaron en tomates─. No sabes cuánto hablamos de ti. Eres una estrella en la guardería. Siempre buscas a Madison a la hora y estás tan pendiente de las tareas y colaboras tanto en los festivales. Eres el representante perfecto... ─Suspiró en medio de un encanto arcoíris. Anabelle lo veía como su... ¿padre platónico? Miré a mi hermana. Estaba seguro de que habría iniciado una pelea de gatas si su coqueteo no fuera tan jodidamente inocente y gracioso─. También está cómo luchaste por su amor a pesar de todas las veces que te gritó en la acera que te fueras. ─Ahora la del sonrojo era mi hermana─. Eres una leyenda.
Blackwood, recordando tiempos pasados con una profunda carcajada, le dijo─: Gracias, Ana. Me consuela saber que hubo alguien de mi parte durante esa etapa tan difícil de mi vida.
─No seas dramático ─me imitó Rachel lanzándole rayos con los ojos, pero sonriendo con vergüenza al darse cuenta de que hubieron testigos en medio de toda la cursilería que fue su historia.
─No lo soy. ─Mi cuñado negó─. Eras una bruja.
─Nathan...
─No sé cómo me enamoré de ti.
─Ah, no sabes...
─Quizás fueron tus labios...
─¿Solo mis labios?
─No, tus caderas también tuvieron que ver.
─¿Y qué más?
Tomé la mano de Ana─. Vámonos. Ya empezaron.
Sonriéndole a George con ternura, mi acompañante asintió y dejamos los dos tortolos atrás para entrar por fin a la sala. Cuando empezaba el juego de lo que me enamoró de ti nunca acababan. Los demás se rindieron con nosotros y ya habían entrado, así que nos tocó pasar por enfrente de todos ellos para llegar a nuestro asiento en medio. Se suponía que la esquina era nuestra, pero Luz, la mujer embarazada de John, la necesitaba para poder cubrir sus necesidades. No era un maldito, así que la dejé a cambio de una botella de brandy que John importaba desde un país asiático por Amazon. Lo habría hecho sin la botella, pero él se ofreció y la mierda era realmente buena.
─¿Qué número es tu hermana?
─No lo sé ─le dije colocando a George en mi regazo. Al otro lado estaba Kevin. No entendí qué coño hacía tan lejos de sus padres hasta que vi a Madison junto a él. Al lado de Ana estaba Cleo, el bombón rubio que era mejor amiga de Rachel y novia del mejor amigo de Nathan, Diego. Ella nos saludó con un asentimiento─. ¿Dónde están los M&M's?
─Aquí. ─Sacó del bolsillo de su abrigo doblado sobre sus piernas un paquete extragrande para mí y uno pequeño para ella. Se encogió de hombros cuando no lo tomé al instante─. Comes mucho.
─No soy un obeso ─gruñí llevando un puñado a mi boca y dándole unos cuantos semiaplastados a George. Él los devoró como si su vida dependiera de ello─. Solo tengo un estómago grande.
─¡Tito! ─escuché su chillido y, sin volverme hacia ella en primera instancia, le pasé un puñado. El aire escapó de mis pulmones al verla usando una copia exacta del vestido rosa de Rachel, pero sin ser ajustado y con volantes. Era un ángel. Miré al rubio junto a ella con advertencia. Él entendió el mensaje. No era la primera vez que le advertía mantener las manos lejos─. ¡Gracias! ¡Te quiero! ─También le di a Kevin para que no me acusara─. ¡A él le diste más! ─Le volví a dar a Madison─. ¡Te quiero más!
─Se parece mucho a su madre ─masculló Ana.
─¿Cómo una cosita manipuladora? Sí. ─Cleo soltó una carcajada─. Me dan miedo. Nathan vive para Rachel. Kevin va por el mismo camino con Madison.
Gruñí.
─Los he visto en el jardín ─estuvo de acuerdo─. Son tiernos, pero asusta.
─¿Qué ha visto Ana en el jardín? ─le pregunté a Kevin aprovechando que lo tenía cerca. George, mi mejor aliado, me imitó inclinándose sobre él también y dándole una palmada demandante de bebé─. Habla, amigo, o le pediré a Madison que lo haga y también tendrás problemas con su padre.
─Nada ─replicó rápidamente─. Solo juego con Maddie. No la empujo.
─¿Solo eso?
─Su cabello es lindo, huele bien... ─susurró─. Pero mamá dice no a las novia hasta los quince. Madison será mi novia. ─Se acercó más para que nadie más escuchara─. Solo faltan once años.
Lo senté de nuevo porque le bloqueaba la vista a los demás.
Bien. Tendría once años para planear el asesinato perfecto con Blackwood.
─Toma. ─Le di otro puñado de M&M's a ricitos de oro─. Disfruta la vida, Kevin, solamente hay una sola ─le recordé e hice que George le volviera a dar una palmada para reforzar nuestra advertencia─. Una sola... ─El eco siempre funcionaba─. ¡Joder! ─Me froté el punto de dolor en mi brazo. Me había pellizcado─. ¡Anabelle! Eso dolió.
─Deja de ser un ogro ─me riñó acomodándose en su asiento─. Ya empezó.
Me enderecé para prestar atención como un puto niño regañado e hice lo mismo con George para que pudiera distraerse con las parejas que iban pasando por el escenario. Casi me ahogo con el refresco que Anabelle me dio cuando una en específico hizo un baile de samba y, por el modelo del traje, George le chillo a la bailarina.
─¡Tetaboo!
Rachel no tardó en responder─. ¡Loren!
─¡Madison!
─¡John!
─¡Luz!
─¡Nathan!
Choqué el puño con mi sobrina─. Eres la mejor.
─Te quiero, tito.
Flechado, le di otro puñado de M&M's a ella y a su amigo. Anabelle me miró mal desde su asiento antes de volver a enfocarse en el escenario. Todavía nos faltaban demasiadas parejas para que esto terminara, por lo que estaríamos demasiado cerca por un buen rato. Tan cerca y sin poder hacerle nada... era una auténtica tortura. Dejándome llevar un poco, dispuesto a enseñarle a George cómo se hacía, acerqué mi mano a la suya para acariciar el terso y cálido interior de su muñeca. Si no podía hacerle lo que quería, específicamente llevarla al baño y besarla hasta que su aliento y el mío fueran uno solo, explotaría al máximo lo que sí podía.
Las palabras estaban involucradas─. Si fueras mi chica, Belle, te tocaría así en todas partes. ─Tracé círculos con mi pulgar sobre su piel─. No habría centímetro de tu piel que no conociera mis dedos. ─Mordí su lóbulo con los labios─. Ni uno.
Temblando, se giró hacia mí con los labios entreabiertos.
─Si fueras mi novio estaría preguntándome si le dices lo mismo a todas.
Sonreí─. Si fueras mi chica eso sería lo último en lo que pensarías mientras te follo. ─Me alejé más al recordar la presencia del bebé de pie sobre mis piernas─. Mejor dicho, te aseguro que no pensarías en nada en lo absoluto.
─Entonces me alegra no serlo. Amo tener personalidad y consciencia propia.
Solté una carcajada baja. Eso también me gustaba de ella: no el que dejara mis bolas azules cada vez que la veía, sino la sensación de que alguien por fin me devolvía la pelota en un partido de ping pong. Había estado jugando solo toda mi vida, al parecer.
HOLAAAAA, espero que estén bien. Tengo tiempo sin subir porque la uni me tiene loquita. Aquí les traigo capítulo, más largo que otros días, y mañana también para celebrar los 1000 miembros del grupo. Si por x causa no subo mañana, subo el lunes ♡ Espero que se hayan reído demasiado. Mañana o el lunes también hablamos de las dedicaciones y las ganadoras del concurso en Ig.
Las quiero, gracias por sus votos y comentarios.
No olviden seguirme en Ig, oscaryarroyo, y unirse al grupo de Face, Leemos a Osc, para recibir noticias y leer los spoilers de mis historias.
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