Capítulo 6: Despertar con el Lord.
ANABELLE:
Desperté entre sábanas desconocidas con un fuerte dolor de cabeza y una terrible opresión en el estómago: literal. Me costó un par de minutos darme cuenta que no era causada por indigestión, acidez u otro tipo de malestar estomacal, sino por la pierna de Loren sobre mí. Él estaba acostado horizontalmente en la misma cama que yo. Parcialmente también. Parte de su cuerpo estaba sobre mí. Su muslo derecho para ser específica. No sé si esto fue amplificado por la resaca, pero estaba segura de que pesaba más que mis dos piernas juntas.
Asaltada por un terrible calambre, no me quedó de otra que pinchar su mejilla con mi índice. Al hacerlo tuve cuidado de no mancharme con la baba que caía de su boca hasta secarse en su cuello.
Usaba la misma ropa de ayer.
Su cabello estaba despeinado.
Tenía marcas de la almohada en todo el rostro.
De repente parecía desprovisto de cualquier carga sex-appeal.
─Loren ─gruñí agitándome─. Por favor, levántate, tengo ganas de ir al baño.
─Grrr, gatita ─ronroneó en respuesta abrazándose a un cojín.
«¿Gatita?», pregunté para mis adentros, pero decidí ofenderme después.
Mi tono se volvió suplicante─. Loren, levántate.
─¿Quieres más? ─Agitó sus caderas, movimiento que definitivamente no ayudó con mis calambres. «Dios, ayúdame». Despertar con él no era lo que vendía el folleto de www.multimillonariosoltero.com. ¿Dónde estaba el Ken semidesnudo recién salido de la ducha con el desayuno cinco estrellas listo?─. Dilo, preciosa, di que quieres más de Loren.
Puse los ojos en blanco. Tras segundos sin obtener otra respuesta, decidí intentar algo arriesgado─. Qui-quiero más de-de Lo-lo-loren ─balbuceé y luego, para no sentirme como si le estuviera siendo infiel a Brandon, añadí─: Con doble de queso y patatas grandes, ¿sí?
Frotándome los ojos para protegerlos de la luz cuando un potente rayo cruzó la ventana hasta estrellarse contra mi cara, lo vi sonreír y asentir con los párpados todavía cerrados.
─¿Lo quieres para ya o para llevar?
Tragué─. Para llevar.
─Está bien. ─Se envolvió como un rollo de sushi con las sábanas. Lo consiguió sin soltarme, para mi desgracia─. Hasta más tarde, dulzura.
─¡¿Qué?! ─chillé incorporándome e intentando de nuevo mover su pierna con las manos ─. Nada de «hasta más tarde», ¡despierta! ¡Te quiero para ya! ─Golpeé suavemente su pecho. Ahí fue cuando me di cuenta del ritmo de su respiración. No era suave, sino agitada. Temblorosa como si estuviera conteniendo una risa. Para alguien acostumbrada a hacer dormir a los demás con cuentos y canciones de cuna, me resultó más que fácil deducir que estaba despierto─. ¡Loren! ¡Eres un idiota! ¡Levántate! De verdad tengo ganas de ir al baño. ─Me retorcí un poco más para darle argumentos a mis palabras─. ¡Quítate de encima!
Con una sonrisa ladeada, recobrando su sex-appeal, pronunció─. No sé...
─¡Me voy a hacer pis en tu cama!
Su rostro se arrugó en una mueca antes de finalmente soltarme. Mi vejiga protestó cuando tomé aire sin sentir dolor alguno. Me levanté de un salto sin realmente tener noción del espacio y tiempo en el que estaba ubicada.
─Anabelle ─lo oí silbar a mis espaldas cuando estaba por pasar al baño─. Lindo culo.
Me sonrojé antes de echar un vistazo hacia debajo.
Sí.
Iba desnuda.
En vez de actuar como la mujer paranoica que se abanicaba dentro de mi mente, entré en el baño y pasé el pestillo para poder desplomarme sobre la linda baldosa holandesa del piso con tranquilidad. Recordaba flashes de la noche anterior: Aria convenciéndome de tomar tragos, Loren llegando de la mano con una hermosa rubia, Lucas molestándose conmigo y posteriormente nuestra patética coreografía, la ronda de tragos de tequila y la agradable sensación de ser aupada toda la noche. Cabía la posibilidad de que el pelinegro al otro lado de la puerta fuera un imbécil de pies a cabeza, pero en el fondo sabía que nada, a parte que la incomodad de tener que llevar a una mujer ebria a tu propia casa porque esta es incapaz de recordar su propio nombre, pasó entre nosotros.
«Toda esa amabilidad no pudo ser mentira», me repetía recordando los bonitos gestos, desde darme el aventón hasta invitarme al teatro, que tuvo conmigo.
De acuerdo con el plano en el que Loren solo estaba siendo dulce conmigo por razones desconocidas, quizás yo era su proyecto de caridad anual, me levanté y caminé hasta posicionarme frente al espejo del lavamanos. Até mi cabello en una sencilla trenza, envolví mi desnudez con un albornoz y lavé mis dientes con un cepillo que encontré en su empaque en uno de los cajones. Cuando llegó el turno de mi rostro, sentí que la paz volvía a mi cabeza cuando el agua fría impactó contra él. La sensación me gustó tanto que terminé dentro de la ducha renegando del agua caliente. Lo que más quería era despertarme. Mi realidad actual era como un sueño mitad parodia.
Este tipo de cosas, despertar junto a un hombre que no es mi novio y que está en la lista de fantasías de al menos cien mujeres, no me sucedían a mí.
Loren tocó la puerta cuando secaba mi cabello con una toalla.
─Anabelle, te traje ropa, puse a lavar tu vestido, ¿me puedes abrir?
Asomé mi mano─. Gracias.
No la introduje de vuelta al baño hasta sentir la suavidad de la tela que no pertenecía a mi vestido. Hice una mueca al desdoblar una de sus camisetas, pero no hice de ello un drama porque al medírmela me di cuenta de que casi me llegaba a las rodillas. No quería ser cruel conmigo misma, pero no necesitaba un brasier para mantener a mis nenas en su lugar, así que solo reutilicé mi ropa interior tras lavarla improvisadamente con shampoo en el lavamanos y secarla con el secador para cabello guindado en una de las paredes.
Esto era cómo limpiar tu ropa en una casa ajena con Anabelle Young.
─¿Loren? ─lo llamé al no verlo en la habitación cuando salí─. ¿Loren? ─repetí sintiendo náuseas en el estómago al ver el piso sobre el que estaba caminando. Todo el suelo del pasillo, desde que salí de mi habitación hasta el último peldaño de las escaleras, estaba hecho de cristal. Era una versión casera del puente chino en Zhangjiajie─. ¡¿Loren?!
─¡Por aquí!
─¡¿Dónde estás?! ─pregunté con el espíritu inquieto de un enano perdido en la casa de un gigante, ¿por qué todo tenía que ser tan grande?─. No te veo.
Su voz erizó los vellos de mi nuca─. Debajo de ti.
Tras sostenerme el estómago con las manos me animé a echar un vistazo hacia abajo. Estaba duchado y había cambiado su atuendo oscuro por pantalones de pijama. Sin camisa. Suspiré antes de darme cuenta de lo que hacía. Su pecho estaba tan... tan trabajado.
─¿Quieres que baje? ─me escuché preguntar.
Su sonrisa me robó el aliento─. ¿Quieres comer? ─Mi estómago respondió por mí─. Baja, estoy haciendo panqueques, debes estar hambrienta.
─Me siento un poco como tu mascota. Parece que estás a cargo de mí ─jadeé bajando los escalones.
Curiosamente la cocina quedaba cerca del área de la sala en la que la escalera terminaba. No era una habitación, sino que estaba prácticamente puesta en la sala sin ningún tipo de división. En realidad no había divisiones en el primer piso. Todo, sala, cocina y comedor, formaba parte de un solo cuarto. Solo se distinguían dos habitaciones. Una de ellas debía ser un baño. La otra, la que se encontraba justo en el hueco dónde estaban las de arriba, tendría el especio suficiente para ser lo que él quisiera. No me sorprendería encontrar un salón de futbolito.
─Anabelle... ─Me estremecí cuando tomó mi muñeca─. Si lo único que tengo que hacer es alimentarte, ¿serías mi pequeña cachorra?
Mi garganta se secó ante el millón de insinuaciones sexuales implícitas en su pregunta llena de sarcasmo. A mí no me daba risa.
Me ponía nerviosa.
─Loren...
Se tomó el atrevimiento de colocar un mechón tras mi oreja mientras reía para sí mismo. Sus ojos brillaban con una chispa traviesa a la que no podía serle indiferente─. ¿O te gustaría más ser mi gatita? ─Vi cómo cortó un panqueque con sus dedos para después ofrecérmelo─. Prueba, Belle, quiero saber cómo quedó. ─Intenté tomarlo, pero no me dejó. Trató que lo comiera directamente de su mano. Lástima que no fuera tan débil. Lo conseguí como él quería. Después lo recompensé por lo bien que sabía. Sonreí mientras masticaba y él batía su mano para intentar aliviar el dolor del mordisco─. Eres una gatita mala.
─No soy tu gatita.
Le eché una mala mirada poniéndome la versión completa del delantal que usaba para reemplazarlo frente a la estufa. Era el único hombre que conocía, a parte de mi padre, que tenía una plancha para panqueques.
Loren, en vez de apaciguarse, se acercó más.
─¿Mi zorra?
Lo amenacé con la espátula hasta que retrocedió─. No me gustan estos juegos ─le dije empleando el mismo tono de regaño que usaba con mis niños─. Entiendo que estás acostumbrado a tratar a tus mujeres así. De verdad. No te juzgo si eso es lo que les gusta hacer. También comprendo la razón por la que ellas permiten que lo hagas. ─Me sonrojé viendo su torso desnudo─. Pero la cosa es que no soy una de ellas. Somos amigos, ¿no? ─Asintió lentamente─. Bien. Si lo somos lo lógico es que me trates con respeto. ─No me gustaba ser quién pusiera las reglas en esta extraña relación entre los dos, no sabía hacia dónde íbamos, si hacia una bonita amistad o al caos total, pero aquí estaba. En lo que terminé de darle la vuelta a la media docena de panqueques cocinándose, lo enfrenté─. ¿Estamos de acuerdo?
Luciendo confundido y avergonzado al mismo tiempo, volvió a afirmar.
─Sí, lo siento.
─Bien ─murmuré sentándome en uno de los bancos─. ¿Ahora me puedes asegurar que nada pasó anoche? Confío en ti, pero...
─Despertaste desnuda en mi cama.
─Exacto. ─Alcé las cejas. ¿Las sábanas rosas eran suyas?─. ¿Ese era tu cuarto?
─No. Es uno de los cuartos de visita que tengo disponible para la parte femenina de mi familia. ─Se encogió de hombros─. Específicamente para mis hermanas. La iluminación, el baño, los muebles... todo está diseñado para ellas.
«Así que nunca pensó propasarse», deduje.
Para alguien que parecía proteger tanto a sus hermanas, me era imposible creer que fuera capaz de cometer actos viles en la alcoba que preparó para ellas. Mi corazón se encogió ante aquel gesto tan bonito y tan contrario a su imagen de playboy. Había tanto, en realidad, que era tan diferente a esa imagen.
La forma en la que me hacía reír, por ejemplo.
─Eso es muy dulce.
Me robó la espátula para voltear los panqueques y apilarlos por sí mismo. Por lo visto no le gustaban dorados─. Suelen venir cuando les entran ganas de husmear en mis asuntos. Normalmente se quedaban en mi habitación cuando estaba remodelando. Dormía en el sofá ─gruñó─. Como seguían decorando y haciendo la mierda para hacer de este sitio mi paraíso, la Lordcueva, les pedí que tomaran un par de habitaciones para ellas.
─¿Cuántas habitaciones hay?
─Seis ─respondió─. Seis, dos baños por fuera y un estudio.
─¿El estudio queda arriba o abajo?
─Arriba. ─«Así que sí puede haber un campo de futbolito», pensé─. Te puedo dar un tour después de comer. Digo, si quieres.
Asentí─. Claro que sí.
─Seré tu guía. ─Me guiñó─. ¿Miel y jarabe de chocolate?
─Por favor ─jadeé observando la bandeja con jamón y diferentes tipos de quesos que sacó del refrigerador.
No comimos en la gran mesa para doce al otro extremo, sino en una pequeña mesita en el balcón que debía servir más como área para la hora del té. El sofá en el que me senté me quedaba muy grande, tres Anabelle pudieron ponerse cómodas en él, así que me posicioné en la orilla para alcanzar la comida con comodidad. Ninguno de los vecinos de Loren estaba asomado, por lo que me sentí tranquila con mi atuendo mientras me llenaba de panqueques y jugo de naranja. Loren comió tres veces lo que yo, como era usual.
Me empezaba a preguntar si eso era normal. Es decir, yo comía poco, pero Loren parecía no haberse recompuesto de esclavización por chefs para catar sus nuevas recetas.
─No me respondiste ─susurré terminando con mi plato.
Estaba tan llena.
─¿Qué cosa? ─preguntó limpiándose los labios con el borde de una servilleta.
Lo imité cuando señaló mi mejilla izquierda. Me sonrojé al darme cuenta que tenía una gran mancha de chocolate, pero el sonrojo pasó a ser la ebullición completa de mi piel al darme cuenta que mi ropa también estaba manchada.
«Su camisa», me corregí.
─¿Pasó algo entre nosotros?
Loren sonrió, en esta ocasión de forma cínica, eludiendo mi mirada y fingiendo concentrarse en la vista de Castle Park que nos ofrecía su balcón─. ¿Además del hecho de descubrir que no solo tu novio, sino también tus amigos, son una mierda? Nada. ─Cuando regresó su vista hacia mí me hallé con una mirada indiferente, vacía, que me dio a entender que ocultaba sus emociones─. Te dejaron sola en un club nocturno, ebria cuando es evidente que nunca bebes, dónde cualquier cosa te podría haber pasado si yo...
Estreché su mano.
─Si tú no hubieras estado ahí ─murmuré─. Gracias.
─Sí. ─Le echó un vistazo a nuestras manos juntas con el ceño fruncido. Cuando volvió a mirarme la arruga en su frente desapareció, siendo suplantada por esa sonrisa llena de vitalidad y malicia que lo caracterizaba─. De nada. Sabes que socorrer mujeres en apuros es uno de mis pasatiempos favoritos. Me va bien la caridad.
─Un día podrías montar tu propio comedor social si quisieras.
─¿Tú crees? ─preguntó riendo, pero algo en su tono me hizo pensar que lo estaba considerando.
La idea de Loren gastando su dinero en algo más que en sí mismo me gustó. Pero claro, la compañía de vinos que manejaba, así como su posición social, seguramente lo obligaba a participar constantemente en obras de caridad. Me alegraba que estuviera considerándolo por sí mismo y no a raíz de una estrategia de marketing, sin embargo.
Le di un último apretón a su mano antes de soltarla─. Por supuesto que sí. Desde que te conozco lo único que has hecho es velar por mi alimentación. ─Reí─. No sabes cuántas personas, no solo mujeres, hay allá afuera necesitando a un hombre con tus cualidades.
─¿Eres una de ellas?
─Antes creía que no ─dije la verdad─. Pero últimamente me he dado cuenta de que hay cosas que no he probado y que me gustaría intentar, cosas que antes no... veía con tanto detalle.
Sus cejas negras se unieron─. ¿Estamos hablando de la pasta de Marilyn Monroe o hay algo más profundo cocinándose aquí?
─Un poco de ambos.
─Entiendo.
─Me alegra que lo hagas.
Loren me tomó por sorpresa levantándose y ofreciéndome su brazo. No lo acepté al instante. Primero le eché un vistazo a los platos─. No te preocupes, Anabelle. El servicio lo limpiará. ─No me moví─. ¿Belle? ─Lo miré─. No te sientas mal. Ese es su trabajo. Les pago bien, lo prometo. Siéntete mal si le robas sus quehaceres ─insistió.
─Bueno ─refunfuñé y acepté su brazo contrariada.
Loren me dejó unos segundos a solas en el baño de su sala, sin ducha, para que me limpiara bien el rostro. Al parecer todo este tiempo había tenido otra mancha de chocolate haciendo de bigote en mi rostro y no me lo había dicho. Empecé a maquinar mi venganza entonces. Estaba cansándome de ser la única trolleada aquí.
─¿Vamos? ─Encajé mi codo en el suyo de nuevo. Observé atentamente los preciosos muebles de tela frente a la chimenea eléctrica y el plasma en la pared que tenían enfrente─. Esta es la sala, como ya debiste haber supuesto, ya conoces la cocina, este es el comedor y... y esa puerta doble que ves allá al fondo conecta este lindo entorno familiar con mi guarida de hombre soltero. ─Negó con severidad─. Lo mejor es que no entres. No he acomodado el sitio desde la última fiesta que hubo allí. En otra ocasión te lo enseñaré.
─¿Tocas el piano? ─pregunté cuando pasamos frente al precioso instrumento de madera en una especie de tarima de cristal junto a las escaleras.
─No ─admitió con sequedad, más no con indiferencia.
«Simplemente respondió», me dije, pero sentía que había más historia tras esa sequedad de la que estaba dispuesto a admitir.
─¿Entonces cuál es el punto de tener uno en tu casa?
─Se ve bien.
─Eso imaginé ─comenté pasando los dedos por la superficie oscura.
─¿Quieres ver arriba? ─preguntó con una especie de urgencia que se me hizo extraña. No quería hacerlo sentir mal, por lo que acepté que me guiara al piso de arriba─. Este es mi estudio. ─Abrió la primera puerta a mano derecha. Lo aprecié un poco más cuando dejó que asomara la cabeza por la abertura sin observarme como una loca. Dentro estaba justamente lo que esperaba encontrar: una oficina al estilo despacho de abogado─. Esta son habitaciones de huéspedes normales ─siguió con el tour señalando las otras cuatro puertas, de las que solo abrió una. Del otro lado había una habitación sencilla y lujosa a la vez, igual a las que se ven en la publicidad de los mejores hoteles─. El resto es igual a esa. Esta es dónde te quedaste. ─Me dirigió a la última, la que suponía era suya y que no quedaba en ninguno de los dos lados, sino en el medio, colocando su mano en mi espalda─. Vamos, Belle, entra. ─Me empujó dentro con suavidad─. ¿Ves? No trafico con personas.
─Aún me falta comprobar el cuarto de abajo ─susurré impresionada por el extraño diseño de su habitación.
Estaba hecha de ventanales, con una cama en el medio y tenía su propio balcón, mini bar y biblioteca. El armario también se veía impresionante. Mientras evaluaba todo me senté sobre el colchón disfrutando de la sensación de mi cuerpo hundiéndose en él por su extremada suavidad. Me dejé caer completamente para compartir la experiencia con otras zonas de mi cuerpo. La sensación de paz se desvaneció cuando, de repente, la oscuridad se apoderó de mi visión.
─¡Loren! ─me quejé quitándome el vestido que me lanzó de los ojos.
Era lindo. Amarillo pastel. De mi talla.
─Es de Marie ─pronunció antes de desaparecer en su baño con una muda de ropa─. ¡Cámbiate, Anabelle! Vamos a salir. El fin de semana es nuestro.
─¿A dónde vamos? ─pregunté pegada a la puerta para que pudiera oírme.
─Es una sorpresa.
Gruñí. Por mi mente pasó la idea de declinar su invitación. Esta noche nos veríamos de nuevo. Me gustaba pasar tiempo con él, pero tanto... me daba mala sensación. No quería abusar de su hospitalidad o de la confianza que Brandon depositaba en mí. El momento de duda me duró poco, sin embargo, ya que pensar en este último disfrutando de las playas de Río, como tan felizmente se veía en su foto de perfil de Facebook, me hizo cambiar de idea. Entré en el vestido de la hermana de Loren y luego busqué mis sandalias en la habitación en la que dormí con determinación.
«El fin de semana es nuestro», me dije.
Me quedo dormida u.u
Gracias por sus votos y comentarios.
Las amu.
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