Capítulo 48: Él.
Dos días después.
LOREN:
¿La cafetería junto al hospital? El maldito mejor lugar del planeta tierra desde que descubrí que servían cerveza. En la que quedaba dentro del hospital solo había buenos sándwiches, buena comida en general. Después de que el laboratorio me entregó los resultados de la prueba de paternidad de Mike, pedí un par y ocupé una mesa al fondo. El sobre blanco estaba frente a mí, llamándome para ser abierto, torturándome y generando un conflicto interior en mí como nunca nada lo hizo en esta vida.
Deseaba que fuera mi hijo. No lo negaba.
La parte más humana de mí quería que fuera mío y no del maldito de Paul, Mike no se merecía a esa escoria como padre, pero la otra, mucho más humana que esa, estaba aterrada sobre lo que podría sentir de serlo y esperaba que todo fuera un juego, que ese dolor le perteneciera a alguien más. Ya había perdido dos bebés con Belle. Con uno no tuve la oportunidad de llorar su partida. Perder el otro me había destruido, llevándome a tomar decisiones de mierda que lastimaron y alejaron a la mujer que amaba, y esto no dejaba de tener el riesgo de que sucediera lo mismo. Mike estaba críticamente enfermo. Podría desaparecer en cualquier momento, dejándome con la culpa de no haber estado allí en sus peores y mejores momentos. Solo había sido capaz de separarme de él para ir por el sobre con los resultados, pero solo porque se durmió. De otra manera estaría sentado junto a él como lo había estado desde que Anabelle se fue, convirtiéndose en el único motivo por el que no estaba hundido en una botella de alcohol.
Tomé un sorbo.
Tomé otro.
Tomé hasta que creí que no sería capaz de leer, pidiendo cinco más, pero aún así lo fui y leí.
Positivo.
Y leí y leí y volví a leer hasta que las letras hicieron un torbellino que luego se convirtió en oscuridad. Para cuando volví a mis cabales estaba en emergencias para adultos, Ryan inclinado sobre mí con una expresión de lástima en el rostro.
─Hey ─lo saludé desde la camilla.
─Loren. ─Afirmó mientras se cruzaba de brazos─. Por favor, haznos un favor a todos y no seas un Paul 2.0. No me importa si su madre se acostó con todo Cornwall o si la situación es muy difícil, o si tu novia por fin se dio cuenta de que es demasiado buena para ti y te dejó. Sé bueno para el niño. No me hagas patearte el culo ─gruñó mientras apretaba mi pierna con fuerza. Demasiada fuerza─. Prométeme que esta será la última vez que bebes hasta perder la consciencia solo porque una mierda parece imposible de resolver. Él necesita un mejor ejemplo.
No ser egoísta.
No ser egoísta.
No ser egoísta.
Belle me había pedido que no fuera egoísta. Eso sonaba un poco como lo que Ryan me pedía.
Giré el rosto, cerrando mis ojos por la molestia de la luz, preguntándome cómo me encontró y qué estaban suministrándome por vía intravenosa. ¿Habían inventado un remedio para la resaca? ¿Qué había de algo para el dolor en el corazón? ¿Para la sensación de una lanza atravesando tu pecho?
¿Para levantarte y seguir luchando contra una montaña?
─Lo prometo ─susurré antes de caer en la oscuridad de nuevo.
Cornwall, Inglaterra.
Dos meses después.
Miércoles, 8 de junio de 2017.
Regresé a Cornwall.
Después de tanto tiempo lejos de casa, llevaba un poco menos de la edad de Madison viviendo en Brístol, terminé en el mismo lugar en el que nací y en el que juré no establecerme. Rodeado de árboles. Con el permanente olor agrio y dulce de la uva flotando en el aire. A veinte minutos de la civilización más cercana. La casa que me vio crecer a mí y a mis hermanas al fondo de la postal, un camino de grava desde la entrada hasta la fuente en la redoma de la entrada, a un lado un pequeño establo con caballos para recorrer las hectáreas que nos rodeaban. Al fondo el jardín más precioso que he visto, mantenido por mamá. Dentro de ella los mejores pasillos, dónde solía corretear a las chicas cuando se metían en mi habitación, diseñados por papá. Un salón para fiestas ocupando el cincuenta por ciento de la construcción.
Era el único sitio en el mundo que se me venía a la mente cuando pensaba en un lugar para sanar.
─Toma esa de ahí ─le dije a Mike mientras metía el puñado de uvas que había recolectado en el canasto que reposaba junto a nosotros─. Recuérdame por qué hacemos esto manualmente y no con una máquina.
Mike habló mientras cortaba el pequeño racimo que le indiqué con un par de tijeras especializadas para la labor.
─El vino de buena calidad viene de uvas de buena calidad, así que las seleccionamos.
─¿Eso significa que desechamos las uvas que no son tan buenas?
Mike negó.
─No. Hacemos un vino más barato con ellas, pero mejor que el de la competencia. ─Mis labios se curvaron en una sonrisa─. O mermelada artesanal que venderemos en la tienda Van Allen oficial.
─¿Cuándo abrirá?
Mike me miró con los ojos en blanco. Estaba usando su gorra de la suerte, una que ahora odiaba debido a la persona que se la dio, y una sencilla camiseta blanca con jeans desgastados que usaba para el trabajo y botas. Lo mismo que yo.
─El mes que viene.
Reí.
─¿Dónde?
Mike lanzó el racimo en el canasto con una ceja elevada.
─¿Eso qué tiene que ver con las uvas, papá?
Me encogí de hombros.
─Nada, pero si un día piensas manejar el negocio familiar debes saber tanto de la vendimia como de marketing. ─Metí unos racimos más también─. ¿Le pediste permiso a tu madre para ir conmigo?
Asintió, la emoción haciendo sonrojar sus mejillas ya ruborizadas por el sol y la agitación de la recolecta. Abriríamos la primera tienda exclusiva de la marca, algo que Lucius nunca hizo por razones desconocidas, en el centro de Londres por ser el sitio con más alcance. Luego en Brístol y en Cornwall por obvias razones. Tenía planeado otra en Dubai para el año entrante, empezando con la internacionalización y la conquista del mundo. Además de nuestra marca, quería abrir una línea de bodegones y supermercados exclusivos de licor. Papá ya me había cedido el control al cien por cien, en realidad a los tres, pero ya que mis hermanas estaban concentradas en sus propios negocios, Rachel en la agencia y Marie con su escuela de baile, todas las responsabilidades recaían sobre mí.
─Sí ─reafirmó cuando no dije nada.
Lena seguía siendo un asunto difícil de lidiar, aunque en realidad se mantenía tranquila con respecto a cualquier decisión que tomara sobre Mike. Quería creer que se debía al tiempo que habíamos pasado separados por ella y Paul, por la culpa de saber que nunca recuperaría los siete primeros años de su vida, pero sabía que mi amenaza de llevarla a los juzgados por su custodia también tenía que ver, junto con el hecho de que ella y su novio estaban formando un hogar juntos. Se casarían en unos meses. Como Mike había estado entusiasmado con la idea de vivir en Cornwall conmigo, Arthur había solicitado un traslado al hospital local y ahora ambos vivían en un lindo apartamento en el centro, no en la casa de Peter. Eso me hizo preguntarme muchas cosas, como por qué mierda escogería vivir en un departamento cuando tenía una gran casa a su alcance, y darme cuenta de que Lena no era la beneficiaria en el testamento de su padre. La herencia, en su mayoría, de Peter era de Mike. Cuando le pregunté a ella la razón de esto, un día con nuestros abogados mientras cambiábamos el apellido de Mike, deseé no haberlo hecho nunca.
Pero esa no era mi historia para contar.
─Nos vamos mañana, ¿ya tienes listo el equipaje?
Mike asintió, su mirada llena de duda.
─Sí, pero...
─¿Pero?
─Megan rompió las paredes de su acuario. Está durmiendo en mi tina. ¿Cómo haremos para llevarla?
Dejé de cortar el racimo de uvas que había seleccionado.
─¿Tapaste el ducto?
Mike afirmó─. Sí, pero no podemos llevar mi tina a Londres.
─Le compraremos un acuario de camino al aeropuerto ─lo tranquilicé. Si alguien quería más a esa tortuga que Belle y yo, era Mike─. ¿Algún otro problema?
Negó eligiendo un ramo por sí mismo.
─No.
Una vez terminamos de llenar al canasto y lo dejamos en una carretilla que movimos hasta la entrada, dónde alguien lo llevaría a procesar, apartándolo de las otras uvas, para producir una botella de vino que abriríamos en unos años, entramos a la casa y hambrientos nos dirigimos al comedor. Mamá nos detuvo a medio camino, sus manos en la cintura y su expresión llena de desaprobación. Mierda. Tendría cuarenta años y ella seguiría viéndome como si fuera un bebé.
─Mike, Loren, ¿por qué entran en la casa con las botas llenas de barro? Están sucios por todos lados ─soltó, su barbilla temblando por la ira─. Dañan mis alfombras. No saben lo duro que fue para alguien limpiarlas.
─Mamá...
Alzó la mano.
─No quiero oírte. Eres el mayor aquí. Debiste tener más cuidado.
Puse los ojos en blanco.
─Estábamos trabajando, abuela, lo siento ─dijo Mike, su mirada clavada en el suelo. Pasé una mano por sus hombros, reconfortándolo mientras le dirigía una mirada a mamá de mira lo que haces.
La ira de Anastasia Van Allen disminuyó al instante.
─Oh, bebé, no te preocupes. Acabo de recordar que mañana toca limpieza de alfombras. ─Atrayéndolo a su lado, lo despegó de mí mientras ella misma lo dirigía a su puesto en la mesa y Mike se daba la vuelta para dirigirme una sonrisa que le devolví antes de sacar mi teléfono del bolsillo trasero de mis pantalones─. Loren, ¿vienes? ─preguntó deteniéndose un momento para mirarme.
Negué mientras le señalaba mi teléfono, pidiéndole un momento. Sus hombros cayeron, el presentimiento de saber lo que estaba haciendo inundándola, mientras asentía.
Escribí:
Aún te amo.
Era mi ritual de todos los días.
Martes, 1 de agosto de 2017.
Mike estaba saltando sobre sus pies mientras arreglábamos la vela. Era la primera vez que navegaríamos el día entero. Había traído una radio y provisiones y él había faltado a la escuela. Su salud había estado mejorando significativamente después del trasplante y unas semanas criticas, pero no había sido hasta hoy que me atreví a alejarlo tanto tiempo de la ruta hacia un hospital. El número de Arthur estaba en mi marcación rápida, aún así.
─¿Preparado? ─le pregunté con él dentro del bote, mis pantalones enrollados unos centímetros bajo mis rodillas para no mojarse.
─Sí, ¡empuja!
La sonrisa en el rostro de Mikhael me llenó de adrenalina. Por primera vez en muchos años me sentí como un niño mientras empujaba y saltaba en el interior de la cosa de madera. Una vez estuvimos flotando, tomé el remo y empecé a movernos, Mike ayudándome con otro, hasta que el viento fue lo que nos movió. Ahí nos dirigimos al mando y comenzamos a seguir las indicaciones que nos proporcionaba una aplicación. Había querido usar un mapa tradicional, pero Mike y su padrino oficial, Google, me habían hecho descargarla. Cerré los ojos cuando estuvimos justo donde quería estar, una hora después, y el aire lleno de olor salado dio directamente con mi rostro. La idea era rodear la cordillera, ver algunas islas y tomar un taxi de regreso a la camioneta, luego volver por el bote.
Cuando nos detuvimos nos llenamos de bloqueador y nos acostamos en el poco espacio libre que teníamos mientras escuchábamos Eminem. Estábamos en bañador. Nuestra meta era conseguir un buen bronceado que alegrara los ojos de Irina, la niña rusa que llamaba la atención de Mike en la escuela. Él todavía no me lo decía, pero notaba la manera en la que se ponía nervioso cuando me pedía que le diéramos un aventón a ella y a su madre de regreso a casa.
Mi hijo nunca se ponía nervioso.
─Esto es increíble ─murmuró junto a mí con los ojos cerrados mientras el viento nos movía de un lado a otro.
Afirmé.
─Te lo dije.
─Pero me gustan más los autos ─añadió.
─Tendrás que conformarte con esto y con ir de copiloto, lo que no deberías, por unos años.
No abrí los ojos esta vez, pero sentí su sonrisa mientras se inclinaba más hacia mí.
Era la primera vez que no protestaba.
Jueves, 17 de agosto de 2017.
Era el primer acto de Mike en la escuela al que asistía. Estaba nervioso a niveles críticos, aunque debía admitir que parte de ello se debía a que creía no merecer estar allí. Mi familia entera había venido para ver el espectáculo, por lo que al menos tenía su apoyo. Pero debía admitir que había momentos en los que no sabía si eso era algo bueno o malo.
Una vez lo dejé en salón para que se preparara, me senté en la fila en el público para los Van Allen y sus familiares. De más estaba decir que la ocupábamos entera. Habíamos pasado de ser un clan exclusivo a una comunidad abierta. Lo único bueno que veía en ello era que Mike tenía ahora un montón de personas que lo querían.
No merecía menos.
─Tío Loren. ─Madison estaba sentada junto a mí. La miré─. ¿Mike está nervioso? Mamá dice que siempre he sido la estrella de la familia, así que no sé lo que son los nervios.
─Creo que sí ─respondí recordando el sudor en sus manos.
Madison soltó un suspiro mientras halaba un mechón de su cabello y negaba. Estaba usando un vestido lindo, pero demasiado glamuroso para la ocasión. Seguro mamá la había obligado a usarlo. Se moría de frío. La rodeé con mi chaqueta.
─Le dije que tomara té antes de venir. Mamá dice...
─Rachel ─la llamé. Mi hermana menor, embarazada de nuevo, dejó de jugar a róbame un beso como si fuéramos adolescentes cuando tenemos cinco años de casados con Nathan para mirarme. Él me observó con molestia, pero como era un hombre inteligente no dijo nada. Yo cuidaba a sus hijos mientras hacían cosas que no quería saber, así que eso me daba poder─. ¿Por qué eres así?
Como si entendiera exactamente a lo que me refería, a que Madison era su pequeña copia, soltó una risita y siguió en lo suyo, ignorándome. Saqué un paquete de gomas de azúcar de mi bolsillo, lo había tomado de la cocina para Mike, y se lo di. Madison me llenó de besos en la mejilla, algo que me derritió, pero no admitiría en voz alta, antes de volver a sentarse y comer en silencio. Kevin, a mi otro lado, se quedaba dormido, por lo que le hice una señal a George de que lo despertara. Este me ofreció una sonrisa malvada antes de mover a Louise, quién sí estaba dormida, hasta que abrió los ojos. Estaba sentada al otro lado de Kevin, por lo que empezó a molestarlo pidiéndole de la nutella que estaba en su mochila. Esa niña era un pacman de la nutella.
Una vez todos nos tranquilizamos, no solo éramos nosotros los del escándalo, a pedido de la directora, el espectáculo empezó. Era una recreación de WALL·E, dónde Mike era el protagonista e Irina, la niña que le gustaba, era Eva.
Mike me había hecho ensayar y ver la película al menos una veintena de veces, por lo que estaba relacionado con cada una de las escenas. Con los diálogos, los cuales eran bastantes sencillos ya que lo único que Wall-E decía era Wall-E y Eva. Fue bastante divertido verlo. Mi pecho se infló con orgullo cuando besó a Eva sin colapsar sobre el escenario, mamá había hecho que se lavara los dientes cinco veces antes de salir de casa, y cuando la obra terminó y todos los presentes se levantaron para aplaudir. Lo hice unos segundos después, anonadado con el sentimiento de malestar y afecto que invadía mi pecho. Madison, la única que se dio cuenta de ello, tomó mi mano y me abrazó mientras señalaba a Mike en el escenario. John a duras penas nos dejaba verlo. Había grabado todo el acto y ahora no dejaba de atacarnos con el flash, tomándole fotos.
Para cuando todo terminó y era el momento de buscar a los niños, fui por él topándome con Lena y Arthur cuando llegué. Contra él no tenía nada, habíamos ido un par de veces a tomar cervezas y coincidíamos cuando tocaba la consulta para Mike, seguíamos yendo una vez por semana y el sujeto era realmente un buen médico, pero con Lena aún era complicado. Cuando la veía no podía evitar recordar a la gran chica que había conocido en mi adolescencia, pero tampoco olvidar que nunca recuperaría el tiempo perdido con Mike y que algunas de sus acciones en el presente pudieron lastimar a Anabelle.
Lo intentaba por él.
─Hola ─los saludé antes de girarme a Mike─. Estuviste fabuloso.
Mike se sonrojó, lo cual supe aún cuando su rostro estaba cubierto de pintura gris, mientras me daba las gracias y me pedía que me inclinara para decirme algo, lo cual hice.
─Papá, ¿puedo invitar a mamá y a Arthur a la fiesta?
Mamá y papá habían organizado una fiesta para celebrar su actuación en la obra, en realidad organizaban una fiesta por todo lo que Mike hiciera, así que entendía que él quisiera que ellos estuvieran ahí. No podía negarle nada e intentaba que mis decisiones no lo dañaran o alejaran de ella, Mike vivía cuatro de siete días de la semana conmigo y los otros tres, fines de semana, con Lena, por lo que asentí.
─¡Genial! ─gritó abrazándome y dirigiéndose después a su madre─. Mamá, papá quiere que tú y Ar vayan a mi fiesta en el viñedo. ¡La abuela y yo hicimos un pastel gigante porque todos vendrían! ¡Tienes que verlo! ¡Habrá mucha gente!
Lena arrugó la frente.
─Mike, no creo que...
Arthur la interrumpió mientras me miraba con gratitud.
─Estaremos allí, Mike.
Mike asintió felizmente una última vez antes de ir a buscar sus cosas e invitaba a sus compañeros. Esto no era la ciudad, así que nadie tenía nada más importante qué hacer y mi casa se convirtió en un anexo de la escuela a la que iba. Una hora después de que llegamos habían niños corriendo por doquier. Uno de ellos llenó mis pantalones de crema batida, como mamá no se esperaba que hubieran tantos invitados habían servido fresas, por accidente. Otro estalló un globo junto a mí mientras terminaba de echarle un vistazo a Mike jugando al escondite con sus primos y otros chicos, caminando hacia el sitio en el que mis hermanas estaban reunidas con Lena. Arthur hablaba con papá junto a la mesa de los aperitivos. Los chicos me miraban desde el otro extremo del jardín con expectación y preocupación en sus expresiones. Asentí hacia ellos de manera tranquilizadora. Creía lo suficiente en mis hermanas como para pensar que no iban a ser malas o crueles con Lena sabiendo que eso podría afectar a Mike.
Me equivoqué.
─Solo espero que podamos llegar a llevarnos bien alguna vez ─les dijo ella─. No quiero que Mike crezca pensando que su familia me odia. Si me odian, ódienme en secreto, pero no frente a él. ¿Creen que pueda ser posible?
Rachel se mantuvo callada con una mirada de incredulidad en el rostro. Marie, sin embargo, asintió.
─No lo sé, Lena, dime qué se siente saber que estuviste a punto de arruinarlo todo para la mujer que salvó la vida de tu hijo ─le respondió─. Cuando seas capaz de responder esa pregunta sin sentirte mal o culpable, seremos íntimas amigas. Mientras tanto estoy bien con mantener conversaciones casuales contigo por Mike. No te tienes que preocupar porque le hablemos mal de ti o algo por el estilo. Nos importa más de lo que te podríamos detestar alguna vez.
Aceleré mi paso al ver que Lena parecía a punto de llorar, no por ella, por el hecho de que Mike pudiera verla y pensar mal sobre nosotros. Lena seguía siendo lo único que tuvo durante siete años de su vida. Ella, sin embargo, se fue antes de que llegara al sitio. Marie se encogió de hombros al ver mi expresión de reproche. Pensaba lo mismo que ella, pero no era lo suficientemente cruel como para decirlo en voz alta o de esa manera.
─Marie...
─Cállate la boca, Loren, o te la romperé en mil pedazos.
Me callé. Rachel frunció el ceño mientras la miraba.
─Marie, ¿tú también...?
Marie asintió. No tenía ni idea de qué mierda hablaban, pero esa respuesta hizo que Rachel se abalanzara sobre ella a pesar de su vientre hinchado y comenzara a saltar mientras soltaba chillidos de felicidad. Me alejé de ellas tomando nota de preguntar por el grupo de WhatsApp después. No el de la familia, ese lo tenía en silencio desde que Anabelle se salió, sino del de los chicos.
Anabelle.
Pensar en ella era una mezcla de emociones. Por un lado quería ser un maldito impulsivo y tomar el siguiente avión a Dublín, sedarla y traerla de regreso, pero por el otro no dejaba de reproducir en mi mente cada error que habíamos cometido, desde la manera en la que me ocultó su primera pérdida y la lucha de años que libré para que se diera cuenta de que la amaba a la culpabilidad que yo sentía de la segunda y el beso con Lena, y no me sentía preparado para verla de nuevo. Quería que solo el deseo de querer besar sus labios fuera lo único en mi mente cuando volviera a verla, algo que solo pasaría si nos tomábamos el tiempo para madurar y sanar por nuestra propia cuenta.
─Papá ─me llamó Mike cuando me encontró sentado bebiendo vino en la sala después de que todos se fueran. Las mujeres estaban preparando pizza con las niñas, los hombres estaban jugando al fútbol con los niños─. Somos los únicos que no están haciendo algo.
─¿Quieres jugar? ─le pregunté enderezándome.
Negó.
─No. Prefiero hablar.
Asentí.
─¿Sobre qué quieres hablar?
Wall-E, puesto que seguía disfrazado, tomó asiento junto a mí en el diván. Lo abracé por los hombros.
─De niñas.
Una sonrisa de he esperado esto por mucho tiempo se extendió por mi rostro.
─Soy todo oídos ─le dije animadamente.
─Besé a Irina ─dijo.
Arrugué la frente.
─Lo sé. Lo vi.
Me miró como si fuera un ignorante.
─No hablo de ese beso. Eso no cuenta.
─Ah. ─Mi sonrisa se hizo más ancha─. Entonces bautizaste el jardín. Gracioso. Nunca pude hacerlo yo ya que mamá...
─Papá ─gruñó.
─Está bien, está bien ─reí─. La besaste. ¿Cuál es el problema? ¿No le gustó? ¿Ella olía mal? ─Lo olí─. Tú no hueles mal. Robas mi colonia desde que empezaste a ir a la escuela aquí. No fue por ti, ¿entonces por qué?
Mikhael agachó la mirada.
─Irina está enamorada de otro niño.
Mierda. Irina no sabía de lo que se perdía.
─Eso está bien. ─Apreté su hombro─. Solo tienes que esperar que él rompa su corazón, los idiotas siempre lo hacen, entonces tú estarás ahí para ella y serás el definitivo. Le enseñarás lo buena que puede ser la vida. La llevarás a comer. Le darás dulces. Le comprarás regalos. Te tomarás molestias que nadie antes se había tomado por ella y al final, si es la indicada, te amará ─susurré─. Lo bueno de que haya pensado estar enamorada antes es que cuando te pruebe tendrá algo con qué compararte y entonces no querrá dejarte ir, puesto que sabrá que eres mucho mejor que lo que ha tenido antes, pero joder, que eso no se te suba a la cabeza. El hecho de ser lo mejor de lo mejor no significa que la tendrás comiendo de tu mano para siempre. Para conservar esa posición debes trabajar cada día. Ser constante. De lo contrario te convertirás en uno más del montón o en un bien sobrevalorado.
─Uhm... ─susurró después de procesar mis palabras─. Yo lo único que quiero es sostener su mano e invitarla a comer helado en el parque, eso es... mucho. No soy un adulto aún. ─Frotó su nuca mientras se levantaba, la incomodidad grabada en su expresión. Me podía ver a mí mismo en él antes de conocer a Anabelle─. Mejor voy a preparar pasteles con la abuela Anastasia.
Sin esperar una respuesta de mi parte, corrió lejos de mí hacia la cocina donde probablemente le darían más amor del que su cuerpo podría procesar, dejando un puesto que no tardó en ser ocupado por alguien más.
─Lena ─saludé juntando las cejas─. Pensé que te habías ido.
Sus ojos rojos eran señal de que había estado llorando.
─No, no me había despedido de Mike.
Asentí.
─¿Ya lo hiciste?
─Sí ─dijo─. Loren, yo... yo solo quería pedirte las gracias por no haberle dicho a nadie lo que te conté. Ese día estaba mal ─susurró─. No soportaría que me vieran con lástima.
─No te preocupes. Me alegra que te hayas abierto conmigo, puesto que es algo que, al envolverte, por su magnitud envuelve a Mike. ─Fui sincero. La verdad era que no había mucho que pudiera hacer. Nada, en realidad. Peter estaba muerto. El problema vendría cuando Mike se enterara, lo que haría algún día, y ello dañara la manera en la que veía a su abuelo. El sujeto era un héroe para él─. Es tu decisión si alguna vez decides decírselo o no, aunque te recomiendo que lo hagas. Solo espera que tenga unos años más y sea capaz de entender ciertos conceptos.
Lena afirmó.
─Es una decisión que no he tomado aún.
─Suerte. Si necesitas ayuda con Mike, aquí estaré.
─Yo...
Me giré para verla directamente.
─También quiero pedirte que dejes de mirarlo como lo haces por su parecido con él. No son la misma persona, Lena. Son diferentes. Es nuestro hijo. Él era tu padre. ─Bajé la voz─. Ve a terapia si lo necesitas. Haz hipnosis. Haz cualquier cosa para dejar de verlo como si le tuvieras miedo. Si se porta mal, castígalo, dale una nalgada, lo que sea. Es un niño. No te odiará. No te lastimará. Eres su madre. Te ama más de lo que ama cualquier cosa, incluyéndome. Deja de sentir miedo. Ya el monstruo no está.
Levantándome del sofá, la dejé con la palabra en la boca, no quería escuchar nada más de algo que no me concernía, y fui por Arthur. Él entendió mi mirada y dejó de jugar fútbol con los demás, dirigiéndose a Lena antes de que hiciera una escena. Al día siguiente me tocaba llevar a Mike con ella, pero no estaba seguro sobre eso. Como si necesitara ver que estuviera bien, fui a la cocina y lo vi amasando la mezcla para pizza con las chicas. Sonreía mientras trataba de lanzarla y que girara en el aire. Entonces, cuando el cálido sentimiento se instaló en mi pecho, lo supe. Lo amaba.
Lo protegería de todo lo que pudiera herirlo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro