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Capítulo 46: Orgullo de ti.

Presente.

LOREN:

Mis dedos buscaron su rostro, anhelando seguir el patrón memorizado de sus facciones. Anabelle no había despertado de la anestesia aún. Estaba ansioso de que lo hiciera y poder continuar con nuestra conversación. Decirle un poco más cuánto la amaba. Repasar nuestros planes. Intentar convencerla de quedarle.

Quitarle el matiz de despedida que quemaba mi pecho.

Cuando pasó la hora de su ingreso a la habitación tras la cirugía, su piel pálida luciendo aún más pálida al estar sobre y debajo de sábanas blancas, salí para continuar estando con Mike. Había estado acompañándolo mientras reemplazaban la médula ósea de su cuerpo, ahora inexistente, con la donación de Anabelle. Hasta los momentos estaba estable en la unidad de cuidados intensivos, pero la vigilancia sobre él era enorme.

Todos estaban esperando que algo sucediera.

─Hey ─lo saludé después de repetir una serie de procedimientos del protocolo médico que llevaba haciendo una y otra vez desde que se le hizo el trasplante, lo cual terminaba en mí con un traje quirúrgico. Lena se mantuvo al margen de mi aparición sentada junto a la puerta, sus ojos enfocados al cien por ciento en Mike─. ¿Cómo va todo?

Mike hizo una mueca.

─Me duele todo el cuerpo ─jadeó mirando el techo.

Algo dentro de mí se quebró cuando lo vi tan débil, algo que quizás me hizo entender solo un poco a Lena y la forma en la que ignoró ir a buscarme durante todos estos años. Cuando veías a tu hijo así difícilmente tenías mente para algo más. Además del hecho de que el trasplante de médula, en su condición, era la última opción debido al riesgo que representaba. Arthur me había explicado que habían hecho lo posible para que no fuera necesaria, agotando tratamientos, porque la cura podía terminar siendo peor que la enfermedad. Mike había tenido que renunciar casi o por completo a su antigua médula ósea para aceptar la de Anabelle.

La vida nos había cruzado en el momento indicado.

─Piensa que pronto estarás bien ─le dije permitiéndome extender la mano para acariciar la suya, asombrándome por lo pequeña que seguía siendo en comparación a la mía, pero también de lo mucho que había crecido sin que siquiera supiera de su existencia─. E iremos a dar otro paseo.

Sus labios se curvaron en una sonrisa que resultó dolorosa para ambos. Para él por el esfuerzo, para mí por verla.

No debería serle difícil sonreír.

─¿Esta vez puedo manejar?

Solté una risa forzada.

─Recuerda que aún no tienes edad, Mike. ─Mirando de reojo a Lena, me incliné un poco hacia adelante─. Pero aquí entre dos, no creo que tu madre se moleste si te enseño navegar. En el mar hay menos policías, así que no deberá haber problema.

Mike, siguiendo la dirección de mis ojos hacia su madre por un instante, me miró con duda.

─¿Lo harás incluso si no eres mi papá?

Asentí.

─Incluso así.

Su cuerpo se relajó.

─¿Me cuentas sobre cómo se siente navegar?

Arrastrando otra silla en la habitación a su lado, comencé.

─Bueno. Mi familia vive cerca del mar. En Cornwall. Es de dónde tu madre y tú también vienen, ¿no? Ella me contó que se mudaron hace poco más de un par de años. ─Mike afirmó─. Imagino que estás familiarizado con la playa. ─Murmuró un débil ─. No crecí exactamente cerca de la costa, más bien en el medio, porque mi familia tiene viñedos. ¿Sabes lo qué es? ─Negó─. Bien. Un viñedo es un terreno dónde se trabaja la uva para la producción de vino. ¿Eso sí sabes qué es? ─Una sonrisa orgullosa se extendió por mi rostro cuando dijo que sí─. Es lo que mis antepasados nos dejaron. Tenemos una industria de elaboración de vino bastante reconocida aquí en Reino Unido con algo de valor mundial, aunque la internacionalización es algo que me tocará trabajar a mí. ─Hice una pausa, preguntándome cómo proseguir ya que habían tantas cosas que quería contarle─. En fin. El punto es que no vivía a la orilla de la playa, pero sí lo suficientemente cerca como para disfrutar de un paseo en bote los fines de semana con mis amigos. Fue lo primero que compré con el primer salario que papá me dio por trabajar con él. Eso y un piano.

Su ceño se frunció.

─¿Pudiste comprar un bote y un piano con tu primer salario?

─Sí.

No mencioné que trabajé dos años por ese salario.

─¿Puedo trabajar contigo?

─Puedes ayudarme a recolectar uvas cuando sea época de cosecha. Te enseñaré a identificar las maduras. ─Papá me había enseñado a conocer cuándo una uva estaba lista a la misma edad que tenía Mike─. Navegar es increíble. No es tan emocionante como conducir un auto porque no creo que podamos alcanzar la misma velocidad y no hay tantos obstáculos, quizás lo más interesante que te encuentres en el camino sea un crustáceo molesto u otro bote, pero es relajante.

Sobre todo cuando eres un adolescente que llena la pobre cosa de cigarros de marihuana y chicas en bikini.

Esos tiempos.

─¿Qué es un crustáceo y por qué estaría molesto? ─preguntó arrugando la frente.

Buena pregunta.

Me rasqué la nuca─. Es como la agrupación para los cangrejos, las langostas y ese tipo de animales con tenazas.

─¿Y por qué nos toparíamos con una langosta enojada?

Reí, esta vez de manera no forzada, olvidando por un momento dónde estábamos y por qué.

─Estaríamos invadiendo su territorio, ¿no?

Mike meditó.

─¿Tu bote produce mucha contaminación?

Esta vez fui yo el que arrugó la frente.

─¿Cómo es que sabes lo que es la contaminación y que eso enojaría a una langosta y no sabes lo que es un crustáceo?

Me miró con su habitual expresión inexpresiva, a la cual ya me estaba acostumbrando. Al principio pensé que le caía mal, junto con el resto del mundo, pero ahora sabía que solo era su manera de ser. Escalofriante para un niño de su edad, sí, pero completamente justificable tomando en cuenta todo por lo que había pasado.

─Tengo siete. No soy tonto.

Lo miré, esta vez llevando las cosas más allá rozando su mejilla con mi dedo. Estaba entumecido. Esa era la verdad. No terminaba de acostumbrarme a la idea de que pudiera ser mi hijo, por lo que no sabía cómo actuar, ni siquiera soportaba estar demasiado cerca debido a la vergüenza que sentía hacia mí mismo por no haber estado en lo absoluto con él y la ira hacia Lena que apenas me dejaba respirar. Pero, por otro lado, no pensaba cometer el error de no ser agradecido por quizás estar teniendo una segunda oportunidad.

De nuevo, la vida nos había unido en el momento indicado.

Quizás había querido que conociera a Anabelle antes, cosa que no habría sucedido si hubiera sabido de Mike desde un principio porque, conociéndome y conociendo a mi familia, probablemente habría terminado con su madre por él. Algo que ahora que sabía de lo satisfactorio que podía ser amar y ser amado por la persona indica para ti no haría, puesto que sería injusto para los tres, incluyendo a Mike, conformarnos con menos. Tal vez de otra forma Mike nunca habría conseguido un donante. Idiota, sí, pero pensar de esa manera era lo único que me impedía enloquecer por completo y asesinar a su madre. ¿Las posibilidades de encontrar una segunda persona con la misma carga genética que él? Casi nulas. Que Belle y él fueran compatibles había sido un milagro. Mi milagro obrado por un ángel.

Su padre estaba tan en lo correcto al llamarla así.

Miré a Mike.

Deseaba tanto esta segunda oportunidad.

─Sé que no eres tonto. En realidad eres el niño más brillante que conozco. ─Presioné un beso sobre su frente sin sentir ningún tipo de vergüenza por las lágrimas acumulándose en mis ojos. Lágrimas de felicidad. De esperanza. De miedo porque aún no sabíamos cómo reaccionaría al trasplante─. Perdóname ─le pedí, pero ello no tuvo nada que ver con nuestra conversación.

Era una disculpa en caso de que mi ausencia en su vida no tuviera justificación. Como si supiera exactamente a lo que me refería, Mike asintió sin dejar de mirarme a los ojos y me señaló el mando del televisor.

─¿Te gusta el lacrosse?

─Sí ─respondí yendo al canal de deportes. Me alegré al ver que transmitían un partido─. ¿Cuál es tu equipo favorito?

─Me gustan los Titanes de Nueva York.

No tenía ni idea de quiénes eran los Titanes de Nueva York, pero desde ahora también eran los míos. Vimos el partido en silencio, su cuerpo demasiado cansado como para seguir con la charla. De vez en cuando extendía la mano para tocar su cuerpo, buscando signos de fiebre demasiado intensa, haciéndome a un lado cuando la enfermera y Arthur venían a revisarlo. Después de la última salida del médico Lena fue con él, dejándonos a solas por primera vez, así que no pude salir a ver si Anabelle había despertado después de que el doc me dijo que la habían pasado a una habitación normal. Pensé que Mike estaba dormido, por lo que me sorprendió cuando habló en voz baja.

─¿Sabes tocar el piano?

─No. No sé tocar el piano.

─¿Entonces por qué compraste uno?

Solté un suspiro. Esto era algo que ni siquiera Belle sabía.

─Por idiota. Quería impresionar a una chica que estaba en la banda del colegio. Le vendí la idea a mis padres diciéndoles que era buena decoración. ─Mike hizo una mueca, pero no opinó nada al respecto─. Luego, cuando crecí, no me deshice de él porque pensé que algún día tendría un hijo y que trabajaría para que él fuera mejor que yo, justo como ahora sé que mi padre hizo conmigo. La prueba de ello sería que aprendería a tocar en lugar de mentir sobre eso para impresionar a los demás.

Mike, quedándose dormido, preguntó una última vez.

─¿Crees que pueda aprender a tocar?

Acomodé su almohada, mi mano yendo a su frente de nuevo antes de que decidiera llamar a una enfermera para que viniera a tomarle la temperatura otra vez. Estaba más caliente que lo que había estado cinco minutos atrás.

─Claro que sí.

ANABELLE:

No me encontraba sola para cuando abrí los ojos. Mamá estaba encorvada sobre mí con los ojos llorosos. Me encogí con un poco de pánico. Ella había estado potencialmente en contra de que le donara células de mi médula a Mike tan de repente, pero no tenía idea de cuánto. Había colgado a penas la llamé para avisar y respondió con un pero, Anabelle... no era correcto. La vida de Mike dependía de esto.

─Mamá ─murmuré, mi garganta seca.

Ella acarició mi cabello con una sonrisa en el rostro, sorprendiéndome. Usaba aún el uniforme del kínder, cosa que no hacía en la calle a menos que la situación la obligara a salir de emergencia.

─Bebé ─susurró─. Mi dulce bebé.

Giré la cabeza de un lado a otro, extrañada.

─¿Dónde está papá?

Sophie puso los ojos en blanco, pero la sonrisa y las lágrimas no se iban. Me estaba asustando. Intenté enderezarme, pero el dolor en la cadera del que Arthur me advirtió me paralizó.

Mamá arrugó la frente.

─¿Puedes, por favor, quedarte quieta? Acabas de salir del quirófano ─gruñó presionando el mando de mi cama, con lo cual terminé en una posición sentada de una manera menos dolorosa─. Tu padre está en la cafetería, creo, no lo sé. Salió a penas llegué. Hablaba por teléfono.

Mis labios se curvaron en una sonrisa.

─¿Lucía nervioso cuando te vio?

Mamá me pellizcó la mano con suavidad, justo como solía hacer cuando estaba infeliz conmigo en público. Una señal para decirme que cuando llegara a casa estaría en serios problemas.

─Anabelle, ya no eres una niña. No tengo que cuidar tus sentimientos. No volveré con él nunca. Ni aunque me paguen. ─Hizo una mueca─. Dios. Creo que me di cuenta tarde de eso. ─Tomó asiento junto a mí─. ¿Existe la posibilidad de que algún día me perdones por arrastrarte al infierno que vivía?

Alcancé su mano, una risita saliendo de mis labios.

─Claro que sí, mamá ─le dije─. Tu hija al parecer es muy buena en eso, ¿no lo sabías? Me gradué suma cum laude en perdón.

Asintió, sus dedos jugando con los míos.

─Lo sé, Anabelle. He estado intentando ocultar tu corazón desde que naciste. ─Mi barbilla tembló─. Evitando que las personas lo roben o lastimen, pero por lo visto es hora de que el mundo te conozca y aprenda a amarte tanto como yo lo hago. ─Tomándome por sorpresa y en contra de las indicaciones del médico, se levantó y me abrazó con fuerza, causándome un dolor que me hizo hacer una mueca, pero no la detuve─. Estoy tan orgullosa de ti por ser tan diferente a mí, Anabelle, lamento si no te lo digo muy seguido.

─En realidad nunca me lo has dicho ─dije bajito, a lo que solo me mandó a callar mientras depositaba un beso en mi mejilla y se retiraba─. ¿Sabes algo de Mike?

Mamá afirmó.

─Arthur vino a revisarte hace media hora, mientras seguías dormida, le pregunté por él y me dijo que hasta los momentos todo estaba bien. Me dijo que Loren estaba con él. ─Volvió a apretar mi mano mientras me veía con cautela─. Cuando le pregunté a tu padre por qué el novio de mi hija estaba con uno de mis alumnos en cuidados intensivos, me contó de Lena, de Loren, de Mike...

─¿Sorpresa?

─Sí. Sorpresa. No sabes cuán sorprendida estoy de tu capacidad para manejar cierto tipo de situaciones. Debí haberte animado a estudiar política o algo por el estilo desde pequeña.

Anabelle para presidente.

─Mike no es una situación ─lo defendí─. Es un niño.

─Que probablemente es hijo de tu novio.

─Que tuvo antes de conocerme.

─El cual será su vida a partir de ahora, Anabelle ─dijo abruptamente─. No será lo mismo si se comprueba que, en efecto, son padre e hijo. Ya no será solo para ti. Tendrás que compartirlo.

─Loren no es una posesión, mamá. Y no me sentiré celosa de un niño de siete años que ha pasado la mitad de su vida en un hospital. Sé humana. ─Alcé el mentón─. Mike merece todo lo que conlleva ser un Van Allen. No tienes ni idea de la cantidad de amor que lo rodeará si es hijo de Loren. Estas personas son estupendas. Has tenido tres años conociéndolas. Serán la mejor sanación que él pueda tener.

Mamá negó mientras extendía su mano y acariciaba mi rostro. Parecía no poder dejar de tocarme, lo que no entendía, puesto que había tenido una vida entera para llenarme de muestras de afecto en lugar de hacerme temerlas.

Nunca era tarde, sin embargo.

─No, Belle ─dijo─. Si Mike es hijo de Loren lo mejor que obtendrá será a ti. No sabes cuánto amor lo rodeará por el simpe hecho de estar en la misma habitación que tú.

Me daba demasiado crédito. Yo solo hacía lo que una persona normal con un corazón promedio haría.

─Haré mi mejor esfuerzo.

─Como siempre.

Pasamos el resto del tiempo poniéndonos al día sobre lo que me había perdido en el jardín, entre otras cosas, hasta que papá apareció. Mi sonrisa se hizo más ancha cuando entró sosteniendo una tablet donde podía ver a mis hermanos, Markus, Bruno y Jared, sonriéndome desde sus trabajos en la tienda de armas. Los tres eran motociclistas, al igual que papá lo había sido en su día, pero no solamente manejaban motos. Con los días había descubierto que papá había fundado su propio club después de dejarnos a mamá y a mí, dijo que era para establecer distancia eventual entre él y su esposa, que ellos ahora manejaban en conjunto. No solo eran apuestos, sino inteligentes y divertidos. De los tres solo Jared no había asistido a la universidad, era modelo profesional y el único que no tenía tatuajes, mientras que Markus había ido a la escuela de finanzas y Bruno a la academia de arte por una beca en deporte, boxeo. Sus trabajos en la tienda eran más simbólicos que otra cosa. Hasta donde tenía entendido cada uno poseía su propia fuente de ingresos. Los tres eran la versión morena, más joven y más ruda de papá.

Estaba ansiosa por conocerlos.

─Hey, pequeña ─me saludó Markus, el de la barba.

─Hola ─saludé de regreso y señalé a mi madre, quién parecía en shock mientras los veía─. Esta es mi madre. Sophie.

─Es linda, ángel, como tú ─dijo Jared mientras sacaba un peine del bolsillo trasero de su pantalón y se cepillaba el cabello─. Hola, señora, ¿cómo está? Estamos ansiosos porque Anabelle nos visite. ¿Podría darle permiso?

─Jared ─lo riñó Bruno─. Anabelle ya nos aclaró la última vez que no venía porque aún estaba recuperándose, no porque no la dejaran.

─Bueno...

─Bien. Yo... yo estoy bien ─respondió mamá levantándose abruptamente─. Tengo que ir a la cafetería. Lo siento.

─Está bien ─murmuré.

Al parecer la cafetería del hospital era un sitio increíble.

─¿Qué? ¿Dije algo malo? ─preguntó Jared cuando Bruno y Markus lo miraron con desaprobación, un reflejo de la propia mirada de papá.

─No ─le respondí─. Solo está asombrada con ustedes.

─¿Por qué? ¿Soy tan perfecto que salió a comprar un billete a Dublín para pedirme el secreto en persona? Por favor, que sea eso, ya te quiero ver e ir de compras. ─Sonreí. Jared no era gay, lo cual pensé al principio, solo un poco adicto al concepto de la belleza. Eso me gustaba. Se salía del patrón. Además, podía imaginarlo fastidiando a Loren y eso traía una sonrisa a mi rostro. Las facciones de Jared se volvieron serias─. Sobre eso, ¿cómo fue la operación? ¿Cuándo vienes?

─Jared... ─Esta vez el que lo riñó fue Markus─. Anabelle acaba de despertar. ¿Podrías, por favor, no aturdirla? Ya ella sabe que aquí es más que bienvenida, mucho más, así que deja de molestar.

─Me fue bien. Tengo pensado salir de aquí directo al aeropuerto. Supongo que me darán de alta en un par de horas. No es un procedimiento sumamente difícil.

Todos guardaron silencio.

Jared lo rompió.

─Eso es más pronto de lo que esperé. Iré a arreglar mi habitación de invitados. Te quedarás conmigo, por supuesto, a menos que quieras morir de aburrimiento. ─Hizo como si fuera a irse, saliendo de pantalla, pero volvió luego con una sonrisa─. Mejor llamaré a mi asistente para que la limpie. Iba a medio camino cuando recordé que no sé cómo trapear.

Puse los ojos en blanco.

Ignorándolo, Bruno aclaró su garganta.

─¿Qué hay con Loren? ¿Vendrá contigo?

Papá les había hablado de él. Yo había llenado los vacíos.

─No. Iré sola.

Hubo un tenso silencio de nuevo.

Jared lo rompió, de nuevo.

─Esa respuesta no me la esperaba. Iré a leer un manual sobre chicas y sus emociones para estar preparado ─dijo, yéndose de verdad esta vez, aún así deleitándome con un último grito─. ¡Escojo ser el hermano cool que busca la conciliación! ¡Ustedes patearán el trasero de Loren! ¡Son los que tienen tatuajes!

Markus cerró los ojos, contando hasta diez, un hábito que tenía desde niño para soportar a Jared, para después abrirlos y mirarme.

─¿Estás bien con que él no venga?

─Sí.

─¿Por qué no está contigo en este momento? ─gruñó Bruno─. No entiendo cómo mierda puede dejarte sola. Yo en su lugar no dejaría de sostener tu mano.

Miré a papá.

Mike, gesticuló.

─Está haciendo justo lo que le pedí que hiciera ─respondí con una sonrisa débil tirando de mis labios, sintiéndome en paz a pesar de que lo que más quería en este momento era abrazarlo.

Había caminos que debíamos de recorrer solos antes de encontrarnos de nuevo. 


Presente al fin, el siguiente cap estará bomba, ya solo nos quedan 4 capítulos para terminar, buaaa :c pero haré 2 epilógos.

Capítulo dedicado a Emi_crg11 por su cumpleaños. 

Dedicación siguiente a la que más  comente (la que más comentó en el cap pasado tendrá una dedicación en otro cap) 

Hasta mañana, las amu. 


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