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Capítulo 45: Por ella.


Londres, Inglaterra.

Ocho meses antes.

LOREN:

Se suponía que estaba en un viaje de negocios.

Se suponía que no era el tipo de hombre que hacía fila, menos una de casi veinticuatro horas, por pases para un concierto. Pero sí. Había terminado siéndolo. Al parecer tenía contactos de todo tipo en mi agenda, menos de patrocinadores de conciertos o disqueras. Le habría pedido ayuda a Rachel, ella seguramente sí tendría a alguien, pero estaba molesta conmigo por tatuar a George con el molde que sacamos de un caramelo, la cosa ni siquiera duró una hora en su frente, y no quería que de ninguna manera la información se filtrara, por lo que nadie sabía. Debía ser sorpresa.

Así que aquí estaba: cubriéndome con un paraguas a las afueras del estadio Wembley, abrigado, detrás de un grupo de adolescentes que no dejaban de hacerme ojos para entrar a mi tienda cuando la montara al anochecer.

Pero no.

Ellas jodidamente no entrarían. No importaba cuánto me recordaran a Mags, la hija adoptiva de Marie, o cuánto me hicieran preguntarme si Suzanne, Louise y Madison se verían como ellas en el futuro. Bob, el padre que estaba detrás de mí haciendo la fila para sorprender a su hija de trece años con un boleto, también tenía las mismas intenciones que ellas, hacerse con mi refugio, pero había cortado sus insinuaciones desde la raíz diciéndole que desde temprana edad me habían detectado la ausencia de un órgano vital, siendo un milagro que por mis venas corriera sangre.

─¡Davi! ─gritó una de ellas, a la cual apodé mentalmente como groupie número uno, abrazando a su otra amiga rubia mientras llegaba de finalizar una llamada con los ojos llenos de lágrimas─. ¿Qué sucedió? ¿Por qué estás llorando? ¿Robert te hizo algo?

Davi, groupie número tres, sollozó.

─Robert me terminó.

─¡¿Qué?! ─gritaron las otras tres en un solo coro.

Hice una mueca. Davi asintió.

─Terminó conmigo. ─Limpió sus mocos con la manga de su suéter de lana color mostaza─. Dijo que no quería compartir a su novia con Ed Sheeran. ¡Es tan celoso!

Groupie número dos, la inteligente del grupo con gafas y cabello negro, la miró con pesar. A favor de Robert, admitía que en ocasiones era fastidioso que tu novia prefiriera ver conciertos grabados de un gordo pelirrojo que tener sexo contigo en diversas posiciones, pero era como Anabelle era y la quería a pesar de ello. También debía admitir que el chico tenía talento y que sus letras eran buenas.

─Davi, no quiero decir te lo dije, pero...

─¡No te atrevas, Isabel! ─Groupie número dos presionó sus labios juntos─. ¡Mi tumblr de Ed en es mi vida! ¡No lo puedo dejar! ¡Mi cuerpo es cincuenta por ciento tumblr, cincuenta por ciento todo lo demás!

Groupie número cuatro, una castaña que en verdad se parecía a Mags, hizo una mueca mientras se cruzaba de brazos y miraba mal a número dos.

─Me parece machista tu posición. ¿Por qué Davi tenía que dejar de hacer lo que más le gusta en esta vida, lo que nos gusta a todas, para complacer los caprichos de un hombre que ni siquiera sabe si se quedará? ─Todas guardaron silencio. Número dos puso los ojos en blanco. Era mi favorita─. Te respeto, Davi. ─Apretó el hombro de la llorosa chica─. No todas tienen tanta personalidad como tú.

Hipando, Davi tartamudeó.

─Gra... gracias.

Groupie número uno la abrazó de nuevo mientras me miraba de reojo, sus ojos recorriéndome con súplica. Me removí, incómodo, pero permanecí firme. Sabía lo que estaba pidiendo. Alojamiento durante la noche ya que habían aplazado la venta de boletos un día. Estas señoritas tenían padres. Eran la responsabilidad de otros, no mía.

Bob, a mi lado, silbó.

─No me puedo ni imaginar a mi pequeña Molly atravesando por este tipo de dramas. No sé cómo reaccionaría. Probablemente patearía el trasero del pequeño bastardo. ─Me di la vuelta para mirarlo mientras hablaba, sin batería en el teléfono y aburrido de las groupies que se habían reunido en torno a Davi para consolarla. El sujeto usaba una camisa de cuadros, chaleco y pantalones desaliñados. Probablemente era leñador, camionero o algo por el estilo─. ¿Tú qué harías?

─No lo sé. No tengo hijas.

Pero sí tenía sobrinas. Hermanas. Una madre.

Sabía perfectamente lo que haría si las veía llorar por un chico. Enloquecer. Nadie lastimaba a mis chicas y salía ileso, en especial a las más pequeñas. Maddie, Suzanne y Louise, que no era de mi sangre, pero era como si lo fuera, eran pequeños capullos que debían ser vistos de lejos por al menos treinta años. Mags en cambio era lo suficientemente grande y valiente como para enfrentarse al mundo por sí sola, en ese aspecto me recordaba mucho a Marie, pero Ryan estaba detrás de sus pasos las veinticuatro horas del día. Aún así aceptaría ir de cacería con él.

De ahí mi odio por Kevin, proporcional a mi amor por Madison.

─Una lástima. ─Bob frunció el ceño─. ¿Entonces eres un fanático de Ed? Quién lo diría. No te ves de ese tipo, pero lo respeto.

─No ─gruñí─. Mi novia lo es.

La sonrisa en su rostro me hizo querer golpearlo.

─Eso dicen todos.

Gruñendo un poco más, me di la vuelta y empecé a desempacar las cosas de mi mochila de acampar cuando dejó de llover. Me había documentado bien antes de venir, por lo que había sabido que esto podría pasar, así que había traído todo lo necesario para sobrevivir una noche a la intemperie. Eso involucraba una tienda para tres personas. Almohadas inflables. Una bolsa de dormir que perteneció a un Jeque y gané en una subasta estando borracho, la cual pensé que nunca usaría, traída directamente desde Dubái. Papas fritas. Ensalada César en un envase. Refrescos. Una máquina de hacer hielo portátil. Copas de plástico. Un mini ventilador. Un televisor pequeño. Una batería portátil para poner a cargar mi teléfono, el cual conecté a penas la encontré. Una fotografía mía y de Anabelle en Italia. Una parrilla. Chorizos. Panes de hamburguesas. Carne. Emparedados. Una pantalla con la imagen de una fogata. Una muda de ropa. Mi pijama favorito, junto con cubre ojos de algodón, y una botella de...

Mi botella.

No estaba mi botella de vino.

Maldita sea.

Mi botella. Rebusqué más hondo en mi mochila una vez terminé de armar todo y me cambié a mi pijama, poniendo la maldita cosa de cabeza y agitándola sobre el césped. No estaba. La había olvidado, probablemente cuando saqué todo para meter la parrilla. Estúpida parrilla. Probablemente era la cosa más inútil que había traído, así que, ¿por qué simplemente no la dejé cuando fue demasiada complicación meterla en la mochila y me limité a venir con todo lo demás? De haberlo hecho estaría abriendo mi edición de Belle junto a la chimenea, viendo un partido de Lacrosse, mi atención en el teléfono mientras le preguntaba a mi chica cómo iban las cosas en Brístol.

¿Ahora cómo soportaría toda esta mierda?

Me halé el pelo mientras soltaba un grito exasperado.

─¿Estás bien? ─preguntó groupie número dos mientras sus amigas miraban fijamente un objeto detrás de mí, mi paraíso, con los ojos abiertos como platos.

Por alguna razón decidí abrirme con groupie número dos, tal vez por sus lentes. El motivo preciso lo sabía, pero transmitía confianza y sabiduría.

─No.

Se arrodilló junto a mí.

─¿Qué sucede?

─No encuentro mi botella.

Joder. Esos no eran mis labios haciendo un puchero. Rápidamente los acomodé. En lugar de reírse, groupie número dos asintió como si entendiera.

─¿La necesitas para estar bien contigo mismo?

Maldición, sí.

─Sí.

─¿Eres consciente de que eso es un problema?

─No tengo un maldito problema ─gruñí─. Solo quiero mi botella, comerme un emparedado y dormir hasta que amanezca y pueda comprar un par de entradas para el concierto del cantante favorito de mi novia, quién ha estado distante últimamente a pesar de que la trato como lo más valioso que tengo. ¿Es mucho pedir? No estoy pidiendo un dinosaurio. Solo quiero mi botella para poder proceder con todo esto sin morir de un coma diabético en el intento.

Ella afirmó de nuevo.

─Lo entiendo.

Apreté mis manos en puño.

─¿Y eso en qué ayuda?

Haciéndome una seña con el dedo índice de que la esperara un momento, groupie número dos se levantó y se dirigió a sus amigas, con quién sostuvo una reunión de al menos quince minutos. Mis ojos se abrieron enormemente cuando un chico en una moto apareció y les entregó un paquete, desapareciendo al instante. Fue entonces que volvió con una sonrisa tirando de sus labios.

─Querido compañero de fila, ¿qué dirías si te digo que he solucionado tu problema?

La vi como si tuviera tres cabezas.

─¿Perdón?

─He solucionado tu problema. ─Rasgó el paquete misterioso, enseñándome la parte de arriba de una botella de vino de la competencia. No era Belle, pero serviría. Intenté alcanzarla. Negó─. Alto ahí, campeón. Mis amigas y yo trabajamos duro para conseguirla. Es justo que tengamos una recompensa.

Medité mis opciones.

Podría mandarlas a la mierda, pero entonces no tendría nada que beber. Podría mandarlas a la mierda y llamar a un bodegón de licor que hiciera entregas, pero había dejado mi tarjetas y efectivo en el auto, al cual no quería volver por miedo a que invadieran mi tienda. Podría mandarlas a la mierda y decirle a alguno de mis amigos en la ciudad que me trajera algo, pero entonces la noticia de que el gran y todopoderoso Loren Van Allen estaba durmiendo a las afueras de estado Wembley para obtener entradas para un concierto se haría eco.

O podía aceptar la botella y aceptarlas en mi tienda.

─Está bien. Entren ─solté tomando la botella de sus manos y adentrándome en mi sitio, dejándolo abierto para ellas.

Las cuatro soltaron un chillido antes de seguirme. Ocupé la mitad del espacio con mi bolsa, ventilador y televisor, pero eso no pareció importar. Se las arreglaron para conseguir sitio y estar cómodas el resto de las almohadas inflables, sus voces impidiéndome dormir después de que terminé de beber tres copas de vino mientras veía un partido de lacrosse que estaba a punto de acabar.

─¿Nombre completo? ─preguntó una.

─Edward Christopher Sheeran ─respondió la otra.

─¿Fecha de nacimiento?

─17 de febrero de 1991.

─¡Esos son datos que encontrarías en cualquier parte! ─se quejaron─. ¡Así no es divertido! ¡Debe ser más difícil!

─Está bien ─gruñeron─. ¿El nombre de algún artista que ame?

─¡Ed ama Eminem!

─¡Pero más a Damien Rice!

─¡Basta! ─las detuve levantándome bruscamente como una momia─. Por lo que más deseen en este maldito mundo, duerman. No entiendo por qué mierda están tan obsesionadas con este tipo, pero...

─Toc. Toc.

Pellizqué el puente de mi nariz mientras Bob asomaba su cabeza.

─¿Sí?

─Allá afuera se escuchó como si necesitaras ayuda. ─Infló el pecho─. Sucede que desde que Molly cumplió como doce años me convertí en una especie de especialista en conducta adolescente. Creo que eso te podría ayudar mucho en este momento.

Omití el hecho de que eso era solo un año de experiencia y afirmé.

─Por favor.

Bob asintió.

─Chicas, ¿qué tal si hacemos una parilla mientras dejamos a este pobre hombre descansar? Ha tenido un día duro trabajando tanto por darle un bonito gesto a su novia ─dijo, a lo que todas respondieron con aws y sonidos de alegría mientras salían de mi tienda, llevándose la parrilla que en primer lugar ocasionó todo el problema, mis chorizos y mis hamburguesas.

Me valían mierda. Seguía teniendo mi ensalada César.

Cerré mi tienda e intenté dormir de nuevo con el aire del ventilador apuntando directamente hacia mi rostro, pero otro golpe me detuvo. Soltando una maldición, abrí de nuevo, pero esta vez me hallé de cara a un indigente en mayoría de edad.

─Señor ─dijo─. ¿Tendrá algún alimento que pueda...?

Le di el tazón de mi ensalada y un refresco y cerré la tienda, esta vez colocándole un candado que venía con la mochila. Me aseguré de poner mi televisión a todo volumen esta vez y de cubrir bien mis ojos. Funcionó. Caí en un sueño profundo y cuando desperté el calor del exterior se filtraba en mi tienda. Me limpié los ojos y cambié mi ropa semidormido, el noticiero de fondo, para luego comerme un emparedado. Comí rápidamente antes de abrir la tienda y salir, estirándome, mi ceño frunciéndose cuando me topé con cinco cuerpos tirados en el césped alrededor de mi fogata artificial. Habían hecho hamburguesas y chorizos, los agotaron todos, probablemente hablando de Ed hasta la madrugada.

─¿Qué mierda? ─murmuré cuando la fila de fans se empezó a mover, a lo que tomé una bengala del interior de mi mochila y encendí. Me cubrí los oídos antes de escucharla estallar─. ¡Despierten! ─grité cuando explotó.

─¿Qué...? ─murmuró groupie número uno levantándose─. ¡La fila se está moviendo! ¡Nos quedamos dormidas! ¡Despierten! ─gritó, lo que sí pareció funcionar.

Bob y las chicas se levantaron y me ayudaron a recoger todo, lo cual agradecí, puesto que me permitió correr al estacionamiento e ir por mi billetera. Dejé ahí toda la mierda que traje y regresé corriendo a la fila. Cuando volví a mi puesto tras de las chicas estábamos a cuarenta personas de comprar nuestras entradas. Pediría una en la mejor área. Anabelle jamás había ido a un concierto de Ed y quería darle la mejor experiencia. Sabía que era algo que ella realmente apreciaría. En lo que quedó de la fila ni siquiera me sentí molesto por los comentarios de las chicas, al contrario, algo de ese entusiasmo se me había contagiado.

¿Cómo diablos no? Había acampado por esas entradas.

Mierda. Si Blackwood o Parker algún día se llegaban a enterar de esto... podía decirle adiós a todo el respeto que mi familia sentía por mí.

A medida que la fila fue avanzando, Bob, otras chicas que iban detrás de nosotros y yo nos unimos en la conversación de las groupies, quienes me dieron un resumen de la vida del cantante que duró hasta que solo faltaron diez personas para que llegara nuestro grupo. Entonces empezamos un conteo regresivo que resultó más emocionante que el de año nuevo. Lo admitía. Me estaba divirtiendo, pero tal vez eso tenía que ver más con el hecho de que me había acabado la botella de vino de golpe con el desayuno que a otra cosa.

Los dedos de mis pies se apretaron dentro de mi zapato cuando solo quedaron tres.

─¡Tres! ─gritó Davi.

─¡Dos! ─gritó groupie número dos, cuyo nombre era Matilda.

─¡Uno! ─soltamos todos cuando las chicas se agruparon alrededor de la taquilla, emocionadas.

Se dieron la vuelta, sin embargo, cuando el taquillero les dijo algo. Murmuraron entre sí, otra reunión similar a la de la botella, por un largo rato antes de mirarnos a Bob y a mí con los ojos brillosos.

─Solo quedan cuatro boletos en primera fila.

Bob y yo nos miramos.

─Está bien, chicas, cómprenlos ─dijo─. A Molly no le importará ver el concierto un poco más atrás. Estoy seguro de que a la chica de Loren tampoco.

Asentí─. No hay problema.

Davi negó.

─No. Ustedes lo merecen, chicos. No sabes lo mucho que los admiramos por pasar por todo esto solo por sus chicas. ─Soltó un par de lágrimas de cocodrilo que limpió con la manga de su chaqueta─. Todas nosotras desearíamos tener un padre como tú, Bob, o un novio tan dulce como Loren.

Las demás asintieron.

Aclarando mi garganta, me preparé para negar, pero Matilda me interrumpió pidiendo cuatro boletos para ver a Ed en segunda fila. Quizás no era mucha la diferencia, pero estaba seguro de que para ellas sí lo era. Conmovido por su sacrificio, me adelanté al momento del pago y me hice cargo de todos los costes de Bob, ellas y míos. No fue mucho, pero definitivamente era lo menos que podía hacer luego de su actuación. Las cuatro saltaron cuando pudieron comprar pases para conocer al artista con el dinero que ahorraron, lo que definitivamente no le compré a Belle, pero Bob sí adquirió para Molly. Tras anotar el número del hombre y ofrecerle trabajo en área de distribución, en algún momento me comentó que la fecha de vencimiento del contrato en la empresa en la que estaba trabajando estaba por llegar y que no se lo renovarían, me marché con las dos entradas para el concierto de Ed Sheeran en mis manos. 


Mañana presente, al fin.

Cap dedicado a: KatyaCruz1D, la cumpleañera a la que vamos a desearle un genial cumpleaños.

Para ganar el siguiente, la que + comente.

Hasta mañana c:

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