Capítulo 44: Sí.
Brístol, Inglaterra.
Un año y medio antes.
LOREN:
Los novios comunes regalan rosas en San Valentín.
Chocolates.
Una cena o una ida al cine.
Tal vez una reservación de hotel.
Yo, en cambio, tenía un anillo sintiéndose como una planta nuclear en el bolsillo trasero de mi pantalón mientras terminaba de hacer los arreglos para que todo saliera bien en el momento en el que Anabelle cruzara el umbral de la puerta que no dejaba de mirar fijamente. Se suponía que sería interceptada por una mujer, cualquiera en entre la multitud para ella, especialista en manipulación, la cual la llevaría a preguntarle a alguien más dónde estaría yo porque ella no sabría qué decirle. Esa persona la llevaría con el gerente, uno de los amigos de Diego, quién finalmente la conduciría a la sección privada del club. Ella no debía esperárselo, quería ver la sorpresa en su rostro cuando deslizara el aro plateado en su dedo y se lo pidiera, por lo que no la había ido a buscar y en los últimos días me había cuidado de mantener un poco la distancia. Conociéndome lo habría arruinado de alguna u otra forma.
No era bueno estando nervioso, era algo a lo que no estaba acostumbrado. Estaba acostumbrado a tener el control. A manejar cada aspecto de mi vida. A conocer cada centímetro de una situación de hasta metros de distancia en amplitud y complejidad. No a depender de la reacción o respuesta de alguien más para obtener un producto final, que era la posición en la que me encontraba en este justo momento.
Si Anabelle decía que sí, la felicidad sería la recompensa.
Si decía que no...
No podía decir que no.
Le había dado vueltas una y otra vez al por qué aún no aceptaba venir a vivir conmigo. Estaba en una posición económica más que estable. Me podía permitir a mí mismo cualquier zona o cosa que deseáramos, desde lo más básico a lo más excéntrico, por lo que no podía ser por el dinero. Ella ya había aceptado esa parte de mí. Ya la diferencia social y económica de nuestra crianza había sido superada, lo nuestro era más fuerte, por lo que no entendía cuál era el maldito problema de venir a compartir un piso conmigo hasta que me di cuenta de que Anabelle siempre había querido más. Merecido más. Ella seguramente quería un anillo en su lindo dedo antes de dar el paso, asegurándose de que todo estuviera en su lugar en el caso de una bendición con b, por lo que no había aceptado.
Chica lista.
Ahora no solo me tenía queriendo ofrecerle el mundo, sino dándoselo en bandeja de plata.
─Señor ─me llamó una de las chicas que trabajaban en la barra. Una sonrisa cursi tiraba de sus labios, haciéndome sentir aún más ridículo─. Su novia ya llegó. Está a unos segundos de entrar.
Asentí.
─Muchas gracias.
Justo como la chica lo predijo, Anabelle entró a la sección privada del antro menos de un minuto después. Usaba un pequeño vestido plateado metálico, un sencillo colgante al final de una cadena delgada y sandalias sin tacón con tiras que se enredaban a lo largo de toda su pantorrilla. Me levanté de la mesa en la que estaba sentado y la acerqué a mí, mi mano encajándose en la suya y halando suavemente hasta que su frente estuvo apoyada contra mi pecho. La abracé mientras le entregaba un pequeño ramo de rosas.
─Feliz San Valentín.
Sus labios estaban curvados en la sonrisa más dulce cuando aceptó el ramo, oliéndolo, y metió su mano dentro del bolso que traía, sacando una pequeña cajita con un lazo.
─Feliz San Valentín ─me dijo de regreso.
Sentía mucha curiosidad de saber qué me había regalado, pero quería que nuestra conversación mientras cenábamos en privado la comida de uno de los mejores chefs de Reino Unido fuera estrictamente en una dirección.
─Lo abriré cuando esté en casa sin ti. Así podré subirme el ánimo ─le dije al ver su expresión de decepción cuando no la abrí al instante─. ¿Comemos? En tu último mensaje me dejaste claro que estabas hambrienta ─reí.
Anabelle se sonrojó.
─Pensé que... pensé que te referías a otra cosa cuando me preguntaste si me gustaba la leche en el postre.
Negué.
Por supuesto que me había referido a otra cosa, pero ella no tenía por qué saberlo. Mientras menos inocente se sintiera al momento de celebrar su sí, mejor. Esa era la forma en la que sacaría partido de este sufrimiento producto del suspenso de alguna manera. Eso y el hecho de saber que pasaría cada minuto de mi vida atado a la mujer que amaba. Un año y medio de buenas experiencias me gritaba que ella era la indicada. Nunca había sentido tanta necesidad de serle fiel a alguien, incluso por encima de mí mismo, que con ella.
O de hacerla reír.
O de no verla llorar.
O de simplemente escuchar el sonido de su voz.
─Eres el diablo ─murmuró mientras tomaba asiento en la mesa, la única en todo el VIP, que había para nosotros. Había pedido que sacaran las demás. Stay with me se filtraba a nuestros oídos por medio de los parlantes bajo el servilletero en el centro de la mesa. Todo iba de acuerdo al plan─. Por un momento pensé que podríamos no hacer nada hoy. Creí que estabas enojado conmigo. Has estado distante todos estos días. ¿Fue por qué me molesté con tu mamá la última vez que fuimos a Cornwall? ¡No fue mi culpa que Marie y Ryan hayan decidido irse de la cena! Ellos simplemente me dijeron que dijera que Suzanne tenía alergia y que irían por medicina, no tenía ni idea de que tardarían dos días y medio en volver. ─Frunció el ceño cuando no respondí. Ese tipo de dramas era el pan de cada día de mi familia, en especial cuando nos reuníamos todos─. ¿Dónde está la carta?
─No hay carta ─le informé─. Ambos comeremos lo mismo.
Su ceño se frunció.
─Loren, ¿cuántas veces te tengo que decir que no me gusta cuando me incitas a comer cosas ricas raras? Odio cualquier platillo crudo. ─Se desinfló en su asiento─. ¿Por qué es tan difícil de entender?
Mis labios temblaron en el intento por contener la risa. Se veía tan desilusionada. Lo que ella no sabía era que había traído a alguien especial para que nos cocinara esta noche.
Alguien que la dejaría con la boca abierta.
─Mujer de poca fe.
─Loren...
─La especialidad de la casa ─nos interrumpió Maurice, el dueño de Pepino caliente, el lugar de nuestra primera cita en Bedminster, el barrio en el que solía vivir.
Había conseguido que el hombre dejara la caja para que nos cocinara directamente las mejores hamburguesas de toda Inglaterra, probablemente Reino Unido. Él era un dios. Los ojos de Anabelle se agrandaron cuando lo identificó, saltando de su asiento para abrazar a su viejo vecino con efusividad. Fruncí el ceño, pero cualquier molestia sobre el hecho de ella tocando a otro hombre que seguramente no era ajeno a su perfume se esfumó cuando la comida estuvo sobre la mesa y ella de vuelta a su asiento.
─Me encantaría mantener una charla contigo, hermosa, pero no le robaré la noche a tu hombre. ─Como si pudieras, gruñí para mis adentros─. Prométeme que te pasarás por el restaurante más a menudo. Así nos ponemos al día.
Anabelle asintió con una sonrisa.
─Lo haré. ─Una vez Maurice estuvo fuera del plano, sus ojos fueron directamente a la comida, luego a mí─. Loren ─murmuró mi nombre de una manera que me hizo sentir el mejor hombre─. No puedo creer que te hayas tomado tantas molestias.
─Dos dobles de carne y queso sin pepinillos. Y dos refrescos de uva ─repetí el mismo pedido que hicimos la primera vez que me dijo que sí, con mucho esfuerzo de mi parte, claro estaba─. Que tengas buen provecho, nena. ─Le robé un rápido beso en la mejilla antes de tomar mi primer bocado─. Mierda. Esto sabe tan bien ─jadeé─. Justo como la primera vez o mejor.
Anabelle tomó su hamburguesa y le dio un pequeño bocado.
─Definitivamente mejor ─murmuró limpiándose la cara con una servilleta cuando iba por la mitad.
Unavez estuvimos llenos de hamburguesa, papas y refresco, pedimos el postre. Erapudín de caramelo, su favorito, el cual devoró como si no hubiera mañana. Mismanos empezaron a temblar ligeramente cuando The Night We Met sonó.Esa era la señal de que todo iniciaría. Extendiendo la mano, mis nervios secalmaron tan solo un poco cuando la aceptó y se levantó de un salto,entendiendo la señal. Esta era la manera en la que debían ser las cosas. Nuestra historia estaba llena de canciones y de recuerdos. De momentos buenos, puesto que no recordaba ni una sola vez en la que lo malo superara lo maravilloso que era tenerla, así que a pesar de que no nos hubiéramos conocido una noche, sino un día en el parque, y de que no le estuviera dando la mejor pedida de mano del planeta, esto era justo lo que creía que necesitábamos.
Un momento a solas en un buen sitio.
Hacerle saber que recordaría esto para siempre.
Una letra con la que sentirnos identificados de fondo.
─Cásate conmigo ─susurré cuando su rostro estuvo enfocado en el mío, sus dedos y los míos juntos.
En contra de todo pronóstico, mi corazón se hizo añicos cuando desvió la mirada y acostó su mejilla en mi hombro en lugar de responder de la manera en la que quería.
─No todavía, Loren ─dijo alzándose de puntillas para presionar un beso en la punta de mi nariz─. Aún nos queda mucho qué aprender del otro antes de tomar una decisión como esa. No dudes que te ame, por favor. Solo no creo que estemos listos para ese paso. Nos falta mucho que recorrer aún.
Mis labios forzaron en una sonrisa mientras asentía.
─No te preocupes, Anabelle, solo quería ver cómo reaccionabas.
Sus músculos en tensión se relajaron, pero algo me dijo que en el fondo ella sabía que no estaba jugando.
Miradas como esa no son un juego.
Roma, Italia.
Un año y tres meses antes.
Vacaciones en familia.
Para muchos puede significar un modesto viaje en auto con tu perro, tu mujer y los niños. Para mí es un viaje en avión con mi chica y, por qué no, mis dos hermanas y mis padres. Hasta ahí íbamos bien, aunque no negaba que podía ser un poco incómodo. El problema venía cuando le sumabas a sus maridos, dos personas más, y sus niños, cinco cabezas pequeñas que cuidar, por lo que las vacaciones se convertían en trabajo. Y como si eso no fuera suficiente, también estaban los extras. Mis cuñados tenían hermanos, los cuales tenían su familia, pareja en el caso de Gary, que también venían. Y ellos y yo teníamos a Diego, la mascota no oficial del grupo, quién tenía a Cleo, la mejor amiga de Rachel.
Por consiguiente, éramos casi dos docenas de personas en un avión privado, dónde nunca pude dormir por el llanto de los bebés de mis hermanas, y ocupábamos todo el piso de un lujoso, pero pequeño hotel.
Y ahí venía la otra complicación.
Allí nos encontramos a Ethan, cuyo hotel le pertenecía a su familia, borracho, el cual por su estado terminó uniéndosenos pensando que sería gracioso. Se llevó bien con Kevin, lo que no me sorprendió, y Anabelle casi lo asfixia con sus pequeños brazos cuando lo vio, no se veían desde otro viaje que hicimos a Dubái después del que nos unió, pero aún así no era gracioso tener que arrastrar con él.
─Tío Loren ─me llamó Madison desde su lugar junto a mí, su mano atrapada en la mía mientras sus padres le compraban un abrigo a George. Habían perdido su equipaje de alguna maldita manera, lo que me sacaba de mis casillas. ¿Quién perdía su equipaje en un vuelo privado? Blackwood, por supuesto─. ¿Por qué tu amigo Ethan vomita? ¿Está enfermo?
Anabelle hizo una mueca, pero no comentó nada.
─Creo que tiene lombrices en el estómago ─le dije.
Madison hizo una mueca.
─Iu.
Asentí.
─Es porque no come sus vegetales.
Puso sus ojos en blanco mientras se deshacía de mi mano.
─Buen intento, tío bobito ─rió corriendo hacia sus padres.
Anabelle soltó una risita─. Eres malísimo en esto.
Las comisuras de mis labios se elevaron mientras la acercaba, mis manos posándose por encima de su trasero. Estaba usando un conjunto deportivo por el viaje. Había ojeras bajo sus ojos. Aún así era tan hermosa para mí.
─Para eso te tendré a ti cuando tengamos los nuestros ─le dije besando su mejilla─. Pero ya que ese momento aún no ha llegado, ¿qué tal si los mandamos al diablo y disfrutamos de la ciudad? Solo estaremos una semana aquí y realmente me gustaría sacar provecho de ello. Luego no tendré espacio para un viaje largo hasta dentro de unos meses. Viene época de cosecha.
Anabelle no lo pensó dos veces antes de ponerse de puntillas y responder─. Sí.
Tomando su mano, alcé la mía y detuve un taxi. Antes de que papá, mamá o cualquier otro se diera cuenta de nuestra huída, nos metí dentro y le pagué al sujeto para que nos diera un recorrido por la ciudad antes de regresarnos al hotel, entre ellas el Coliseo Romano, la Plaza de España, el castillo de Sant'Angelo, dónde nos bajamos a almorzar, y la Basílica de san Pedro. Para cuando volvimos al hotel ya era de tarde, pero aún los otros no habían llegado. Decidí entonces irnos a la suite en el último piso para tener un poco de tranquilidad, traslado que las personas del hotel hicieron sin dudar por mi supuesta amistad con el mayor de los Stamford. Me di una ducha entonces, la paz garantizada, mientras que mi chica ordenaba el equipaje. Anabelle estaba tan emocionada acostada boca abajo sobre la cama, tachando los sitios que vimos o visitamos de su lista, que no se dio cuenta del momento en el que abalancé sobre ella sin nada puesto.
─Loren... ─jadeó cuando me dirigí directamente a sus labios.
─Anabelle ─gruñí metiendo las manos dentro de su pantalón, sacándoselo en conjunto con sus bragas sin ningún tipo de cuidado─. Te estoy deseando desde el momento en el que estuvimos a solas. Por favor. No lo hagas más difícil.
Anabelle acarició mi mejilla.
─No lo haré ─murmuró abriendo sus piernas para mí.
Sonreí, complacido, antes de presionar besos por toda la extensión de su estómago, el cual era tan suave, levantando su camisa, para después dirigirme al interior de sus muslos, lugar que la hizo gemir y presionar sus piernas juntas de nuevo, dejándome atrapado entre ellas y delante de su precioso centro, situación que me forzó a mantener sus piernas separadas antes de empezar a lamer y lamer como si estuviera sediento y su sabor fuera lo único capaz de saciar mi sed. Una vez estuvo satisfecha, ascendí y le quité la camisa y la chaqueta que traía puesta con cuidado de prestar atención a sus senos expuestos. Sus pequeños y dulces pezones se fruncieron contra mis dientes cuando los mordí con suavidad, sus caderas alzándose, mientras me presionaba contra su muslo para que fuera consciente de mi excitación. Su rostro estaba caliente cuando presioné su frente contra la mía, mis dedos entrelazados contra los suyos, y finalmente me empujé a mí mismo dentro de ella.
─Me encanta cómo te sientes. ─Sus piernas se enredaron en mi cintura, tobillos puestos uno encima del otro sobre mi espalda baja─. Es una sensación tan maravillosa.
Mis empujes se volvieron cada vez más y más profundos.
─Anabelle, por favor ─pedí, pero no tenía idea qué.
Anabelle enredó sus dedos en mi cabello, soltando mi mano, sus ojos dando directamente con los míos mientras asentía y me besaba. Me corrí dentro de ella con un gemido que dejó en evidencia mi debilidad. Una vez terminé, me di la vuelta con ella en brazos y nos llevé a ambos de vuelta al baño, donde una tina con agua caliente y vista a la Villa Borghese nos esperaba. Una vez dentro el cuerpo de Anabelle se relajó contra el mío, pero en vez de acostarse de espaldas sobre mi pecho como era usual lo hizo de perfil para poder ver la hermosa construcción que era el jardín. Mis manos se encajaron en la curva de su cintura mientras pasaba suavemente una esponja por su piel, mis labios presionados contra la cima de su cabello. Llegué a creer que estaba quedándose dormida, exhausta por el viaje, hasta que su voz llegó a mis oídos.
─¿Qué pasa si al final no puedo darte lo que esperas? ─preguntó.
La insté a ponerse de frente. Anabelle a veces escondía demasiada información, insegura del efecto que esta podría ocasionar, por lo que sus ojos me ayudaban a saber si escondía algo o no.
─¿A qué te refieres?
─A todo ─murmuró─. ¿Y si no soy lo que mereces?
La apreté más contra mí, abrazándola y acomodándonos mejor en la bañera para que pudiéramos disfrutar juntos de la vista. Al día siguiente esperaba que nos despertáramos más temprano que el resto para pasear por él sin la necesidad de parecer que formáramos parte de un plan turístico, por lo que lo mejor era terminar aquí y descansar. Tendríamos tiempo para hacer el amor y follar tantas veces como quisiéramos en casa, en cambio aquí había cosas que no todos los días tendríamos la oportunidad de ver, aunque si Anabelle así lo quisiera así sería.
─No importa si no eres lo que merezco, Anabelle, eres lo que quiero y eso es lo único que debe interesarte.
Anabelle asintió repetidamente contra mi piel de nuevo, aún sin explicarme qué pasaba por su cabeza cuando lo hacía. Solo esperaba que no se tratara de ella intentando convencerse a sí misma de algo con respecto a nosotros.
Sus dudas estaban matándome.
Un capítulo más en pasado y ya, lo juro jajaja
Por cierto, llegué a los 60K! Felicidades para mí por ser tan fabulosa, ahora haré maratón de DP, cuatro días seguidos, jaja, pero uno solo. No llegamos a 10 en AC, lo cual no importa porque conseguí que muchas bellas lectoras de aquí se fueran por osmosis allá jajajaja
En fin.
Qué lindo todo L
Ganadora del cap: Atzyy13 ♡Para ganar el siguiente a quién + comente.
Las amu.
Hasta mañana.
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