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Capítulo 41: Comunicación.

ANABELLE:

Papá no estaba en casa cuando llegué y me desplomé cuando cerré la puerta tras de mí, deslizándome hacia abajo para terminar sentada sobre el suelo mientras las lágrimas se escapaban de mis ojos. Loren no solo me había mentido ocultándome que podría ser padre de Mike, sino que había hecho lo mismo por lo que me castigó alejándose a pesar de lo mucho que lo necesitaba. No negaba que había sido lo mejor en su momento, aprendí muchas cosas durante esos días en los que me concentré en mí misma y en aprender a luchar por él, pero simplemente no veía correcto que me hubiese arrojado tanta basura cuando, primero, hacía lo mismo ya que no sabía cuánto tiempo llevaba sabiendo que podría ser padre de Mike. Segundo, ¿cómo si quiera podía soportar estar cerca de Lena, quién le había mentido por siete años sobre la existencia de un niño de ambos, cuando a mí me había presionado tanto en un momento tan vulnerable por haberle ocultado mi primera pérdida?

No era justo.

Esto no era justo para mí.

Un par de meses atrás lo habría aceptado. Con un poco de esfuerzo debido a que la situación era complicada, no por Mike, él era uno de los niños más increíbles que hubiese conocido, sino por Lena, su madre, con quién venía en combo. No me veía a mí misma soportando estar en la misma habitación que ella por un tiempo. En el hospital había estado todo lleno de tensión que soporté por Mike y porque ellos eran importantes para Loren, ¿pero toda una vida de ello? No. Me negaba a vivir viendo cómo lo comía con los ojos o cómo él justificaba sus acciones. Entendía que su vida no era fácil, tenía un niño enfermo, pero nada explicaba que jugara así con un asunto tan serio como la paternidad de Mike. Por Dios. Si Mike fuera mi hijo habría hecho todo lo posible por saberlo y más si de ello dependía su salud. Ni siquiera me importaba que se hubiera acostado con Loren y con su ex al mismo tiempo, no la insultaría por ello, no tenía sentido ya que en ese entonces ni siquiera conocía a Loren y no era quién para juzgar a nadie, ¿pero por qué tenía que aparecer ahora que todo había estado a punto de arreglarse?

¿Por qué Loren le había dado el poder de lastimarnos?

Me cubrí la boca con el dorso de la mano, ahogando un sollozo, al recordar mi reacción. La expresión de su rostro cuando lo había golpeado. Era la primera vez que le hacía daño físico a alguien de esa manera y que mi víctima fuera alguien que amaba, aún después de lo toxica que se estaba volviendo nuestra relación, era mucho que decir. Levantandome de un salto me dirigí con prisa a mi habitación. Conocía a Loren lo suficiente como para saber que en cualquier momento podría aparecer y hacerme olvidar lo que había sucedido con un par de besos, pero no quería olvidar. Quería mantenerlo y asimilarlo porque de ser Mike su hijo esto sería algo que tendría que superar si seguíamos juntos.

En mi cuarto saqué del closet una maleta que papá había comprado para cuando decidiera ir a Dublín a conocer a mis hermanos. Metí en ella toda la ropa que encontré útil para más de un mes. También subí todas mis historias a One Drive por si acaso no volvía. Nunca había ido a Irlanda, pero estaba tentada de quedarme en cualquier lugar donde pudiera tener un poco de paz mental y mi corazón dejase de doler. Cuando terminé tomé mi pasaporte de mi mesita de noche, mi monedero, efectivo en un jarrón junto a la puerta y me dirigí al aeropuerto. Necesitaba procesarlo en un lugar donde mi mente funcionara.

Choqué contra un pecho, sin embargo, cuando intenté salir.

─Anabelle ─dijo sonando acabado, sus ojos mirando la maleta junto a mí con dolor─. ¿Huyes?

Retrocedí dos pasos hacia atrás.

─No puedo hacer esto ahora. Por favor, vete.

Loren se adelantó cerrando la puerta tras él de un portazo.

─Me iré. ─Afirmó─. Pero solo después de que malditamente me escuches. No permitiré que la falta de comunicación sea otra vez la razón por la que nos separemos, aunque si es por Mike...

La rabia burbujeando dentro de mí hizo que tomara el mismo jarrón del que había sacado el efectivo.

─¡Ya te dije que no es por Mike! ─grité mientras se lo lanzaba.

Lo esquivó con facilidad, pero este se estrelló contra la pared tras él y se rompió en mil pedazos. El rostro de Loren se arrugó como si hubiese comido algo agrio, pero aún así se acercó a mí.

─Anabelle, por favor, escúchame.

Su rostro implorante hizo que mi labio inferior temblara.

─No quiero, Loren, porque sé que si lo hago te perdonaré y eso no sería justo para mí. ─Me desplomé en el sofá─. ¿Cómo pudiste molestarte conmigo la primera vez que perdí a un bebé por no contarte y perdonarla tan fácil por haberte ocultado a Mike?

Loren se sentó a mi lado. Pasó un brazo por detrás de mí y me acercó a él, instándome a acostarme con la cabeza apoyada sobre sus piernas para que pudiera acariciarme el cabello, cosa que dejé que hiciera debido a lo cansada que estaba.

Cansada de pelear.

Cansada del drama.

Cansada de soportar tanto dolor.

─Me enteré hace un par de días, Anabelle ─dijo─. Ni siquiera es seguro que sea su padre. Lena no sabe si soy yo o su ex. Te lo iba a decir, lo juro, solo estaba pensando en cómo. Mike se me adelantó, pero te lo iba a decir, de verdad. Solo necesitaba encontrar la forma de hacerlo sin que te sintieras mal.

Mi expresión se llenó de dolor por Mike.

─Es por el único que siento pena en todo esto.

─Ha tenido malas experiencias con sus padres.

─¿Por qué no simplemente lo hiciste? ─le pregunté enderezándome─. ¿De verdad pensaste que me lo iba a tomar a mal? ¿Que sería una especie de madrastra malvada? Por Dios, Loren, yo viví eso. Mi madrastra no solo era malvada, también impidió junto con mi madre que si quiera conociera a mis hermanos y a mi papá. No sería eso para Mike ni en un millón de años. Nunca estaría resentida con él. Tampoco contigo. ¡Todo esto pasó cuando ni siquiera te conocía?

Loren agachó la cabeza.

─Lo siento, es que cada vez que intentaba decírtelo hablabas de los bebés que perdimos o de planes para el futuro que sentía que se iban a desmoronar, recordaba tu reacción en el hospital cuando...

─Nunca te he impedido tener una familia ─lo corté─. Te lo he dicho siempre. No estaré en contra si un día decides dejarme y buscar con otra lo que yo no te puedo dar. Pero en el caso de que estemos juntos, ¿no me crees capaz de estar feliz viéndote con Mike? Él es increíble, Loren, estaría loca si no lo quisiera o si no me sintiera feliz por él por tenerte. No solo por ti. Por él. Ser tu hijo significaría que estaría rodeado de personas que lo amen las veinticuatro horas del día. Creo que después de todo lo que ha tenido que pasar con la enfermedad y con sus padres se lo merece. ─Me levanté─. Por lo que sinceramente espero que la prueba de positivo y seas su papá.

Solo no me pidas que esté cerca soportando a Lena.

─Anabelle... ─murmuró siguiéndome─. ¿Eso significa que me perdonas? ¿Que estarás conmigo mientras... enfrento esto?

─Paternidad, Loren, no esto.

─¿Belle?

─No. Sí. No lo sé. ─Tomé la manija de mi maleta─. Necesito tiempo para pensar. Esta vez realmente pensar en mí. Procesar todo. Asimilarlo. Escoger lo que sea mejor. ─Forcé una sonrisa triste en mi rostro─. Necesito tiempo para ser egoísta por primera vez en mi vida y creo que tú lo necesitas para todo lo contrario. ─Coloqué una mano sobre su pecho, lágrimas deslizándose por mi mejilla─. Necesitas madurar y asimilar que ya no solo se trata de ti, Loren, porque presiento que Mike sí es tu hijo. Es algo que creo que es mejor que hagas solo.

Su precioso rostro se llenó de dolor.

─¿A dónde irás?

Me alejé para alejarme de la que pudiera ser su reacción.

─Visitaré a mis hermanos en Irlanda.

─¿Irlanda? ─preguntó atónito─. ¿Se pone difícil y decides irte a otro país? Belle, por favor, reconsidéralo, tal vez aún podamos...

Di dos pasos hacia atrás de nuevo. Esta vez no me siguió.

─No, Loren, ese es el problema. No sé si pueda después de todo por lo que hemos pasado. ¿No piensas que tal vez estemos tan desquebrajados que lo mejor sea simplemente terminar antes de que se ponga peor? ─sollocé─. No quiero odiarte.

Loren palideció.

─No puedes estar hablando en serio.

Asentí─. Lo estoy. Me iré. Pensaré las cosas. Escogeré lo que sea mejor para mí. Si eso es dejarte, sanar y seguir mi camino con alguien más... lo haré.

Loren guardó silencio. Podía ver sus ojos cristalinos, pero seguía firme con respecto a la idea de viajar. Como aún después de todo por lo que estábamos pasando me dolía verlo así, no lo podía evitar, me acerqué para presionar la palma de mi mano contra la misma mejilla que había golpeado más temprano.

─Lo siento por haberte lastimado.

─Belle ─dijo a la par que dejaba caer un par de lágrimas.

Este era el problema. El verdadero problema.

Estábamos haciéndonos más daño que bien. Habíamos estado tan acostumbrados a la verdad que en situaciones como esta éramos como un par de niños con tijeras en la mano, correteando por allí.

─Te amo ─le dije.

─También te amo ─murmuró─. Por favor, no te vayas, quédate conmigo. Te necesito. Sin ti no sé cómo pueda atravesar por todo esto. No confío en mí lo suficiente como para hacerme cargo de un niño. Quería una familia contigo, solo contigo, porque sabía que podrías arreglar toda la mierda que hiciera mal solo con sonreír y ser tú misma.

─Necesito esto ─dije echándome hacia atrás.

Esta vez asintió después de mirarme a los ojos por un largo rato, implorante. En lugar de seguir discutiendo tomó mi maleta y me ayudó a bajarla. Incluso llamó un taxi para que transportara al aeropuerto. Estuve a punto de reconsiderar mi decisión y quedarme cuando metió la maleta en el cajón junto con el chófer. Se veía tan desolado y triste. Tan roto. Me odiaba a mí misma por hacerle esto, pero más me odiaría si seguía con el ciclo sin fin de salir lastimada, perdonar y que me volvieran a herir.

Lucharía por mí misma.

Loren tomó mi mano mientras entraba en el auto.

─La única razón por la que te dejo ir es porque te respeto y si dices que es lo mejor para ti, lo es. ─Mi mano hormigueaba donde sus dedos la tocaban como si fuera el primer día─. Pero te esperaré, Anabelle, porque sé que en algún punto de la historia volverás. Lo único bueno de mi pasado es que él me permite poder decirte que lo que siento por ti, la química que tenemos, no la encontraré con nadie más. Estoy tan seguro de ti como no lo he estado de nada más en mi vida.

El aire escapó de mis pulmones, perdí mi voz, por lo que no hice nada más que asentir y terminar de entrar. Una vez el chófer arrancó y nos alejamos de Loren, del centro de la ciudad, de Brístol, dirigiéndonos al aeropuerto, me permití a mí misma derrumbarme de nuevo. Loren ya le había pagado, por lo que seguí con mi camino una vez me tendió mi maleta. Me dirigí directamente a una aerolínea a al azar y escogí el vuelo más próximo a Dublín. Después de ello hice todo el procedimiento para entrar a la zona de embarque y me senté en una de las sillas de la sala de espera. Fue entonces cuando saqué mi teléfono, pensando en enviarle un mensaje a mamá, papá y a los chicos diciéndoles que iría hacia allá, especialmente a papá para que se sumara si quería, cuando me fijé en el montón de llamadas perdidas que tenia.

Diez de Loren.

Treinta de un número desconocido.

Cinco de John.

Tres de Luz.

Cuatro de Marie.

Dos de Nathan.

Quince de Rachel.

Incluso tenía una de Ryan.

Asustada, busqué en mis contactos el número de Luz para llamarla y preguntarle qué sucedía, pero en eso entró una llamada del número que no tenía registrado y respondí pensando que podría tratarse de alguien de la familia que se había cambiado de teléfono.

─¿Hola? ─respondí.

─¿Anabelle? ─preguntó una voz de fondo haciendo que los músculos de mi cuerpo se tensaran─. Es...

─Sé quién eres ─gruñí.

Su voz era difícil de olvidar, especialmente cuando las veces que la había oído estaba coqueteándole a Loren o esforzándose en demostrar lo mal que le caía.

─Sé que probablemente me odias. Lo siento por cómo actúe. Estaba confundida ─dijo─. No sé si Loren ya se puso en contacto, pero lo que tengo que decirte es bastante importante y no tiene nada que ver con nosotras, no directamente, sino con...

─¿Loren lo sabe? ─pregunté.

─Sí, lo llamé para decirle cuando no pude ponerme en contacto contigo con el número que me dio John, así que...

Le colgué y llamé a Loren. Él respondió al primer timbre.

─Estoy fuera del aeropuerto. Necesito que salgas. Es urgente.

Colgó.

Molesta por no haber obtenido una respuesta, también algo asustada y curiosa, abandoné la sala de embarque, con lo que perdí mi vuelo debido a que había estado a quince minutos de abordar, y me dirigí a la salida luego de recuperar mi maleta. Allí vi a Loren aparcado junto a la acera. Lucía preocupado y en shock, por lo que no le reclamé su manera de hablarme al teléfono mientras me ayudaba a entrar en la Hummer. Una vez metió mi maleta en un cajón por segunda vez, entró en el asiento copiloto y se dirigió de regreso a la ciudad. En el camino, sin que le preguntara, habló.

─Tenemos los resultados de la pruebas de compatibilidad que nos hicimos con Mike ese día, ¿recuerdas?

Puse los ojos en blanco.

─¿Por qué debería olvidar haberme hecho una prueba de compatibilidad? ¿Me dicen Dory?

Loren apretó el volante con fuerza.

─Este no es momento para bromas, Anabelle.

Apreté los dientes.

─¿Entonces puedes decirme de una vez por qué no estoy abordando en este momento un vuelo a Irlanda para hacer todo lo que habíamos hablado en mi casa que haríamos?

Loren tardó en responder, pero cuando lo hizo mi mundo entero adquirió otro color. Uno más vivo, sí, pero también más significativo. Mis manos empezaron a temblar.

─Eres compatible con Mike, cuya sesión de quimioterapia acaba de terminar con él escupiendo sangre porque sus órganos ya no lo resisten ─soltó─. Está muriendo, Belle. Sé que lo harás porque eres terca y ni siquiera pensarás en las consecuencias que eso podría traer para ti, pero Lena y Mike necesitan saber si cuentan contigo.

La noticia debió haberme asustado.

No lo hizo.

En su lugar inflé el pecho y le dirigí una mirada llena de determinación─. Lo haré.

Loren asintió mientras extendía su mano para alcanzar la mía. Dejé que la sostuviera porque probablemente lo estaba necesitando en este momento. Mike, que podría ser su hijo, estaba al borde del colapso. A penas estaba asimilando la posibilidad de ser padre, mis pérdidas lo destruyeron, ni siquiera sabía lo que la idea de perder a un niño en cuya vida no tuviste la posibilidad de estar por culpa de una perra egoísta podía estarle haciendo.

Eso me hizo sentir mal por no ponerme en sus zapatos un poco más, pero era algo que estaba cansada de hacer, de poner a todos por encima de mí, así que el sentimiento no duró demasiado. El único motivo por el que estaba aquí ahora y no en un avión era Mike. Esperaba poderle dar la vida que merecía otorgándole un pedacito de mí.

─Lamento haber interrumpido tu viaje ─soltó cuando llegamos al hospital.

─Esto lo vale.

Loren asintió─. Te lo agradezco enormemente, el que te hayas hecho la prueba, en primer lugar, porque esto podría significar mucho.

Solamente afirmé con la cabeza mientras me dirigía al área de emergencias de oncología junto a él. Allí nos dieron la dirección del sitio en el que estaría Mike. Lo encontramos en una camilla luciendo blanco como el papel, Lena sosteniendo su mano mientras veían juntos algo en su teléfono, cuyos ojos se ampliaron al verme en su habitación.

─Profesora Anabelle, ¿qué hace aquí?

Lena se levantó de un salto, sus ojos hinchados. Fue todo un sacrificio no alejarme de ella cuando se acercó y me abrazó, pero lo hice por Mike. Olía a Chanel. Una vez susurró una gratitud en mi oído, me soltó y me dirigí hacia quién realmente merecía ser tomado en cuenta en la habitación.

─Vine a hacerte un regalo ─respondí sacando un par de caramelos de mi bolso, los cuales tomó con duda.

─Gracias ─murmuró abriendo el empaque de uno.

Sonriendo, tomé asiento junto a él y lo acompañé a ver un episodio de Bob Esponja hasta que su doctor, Arthur, vino a tomarme una muestra de sangre para hacerme más estudios y asegurarse de que pudieran hacer el procedimiento conmigo como donante. No necesariamente tendría que entrar a un quirófano, había otro procedimiento en el que jugaban con mi médula y mi sangre haciendo que las células se fueran al torrente sanguíneo y ya, pero viendo el estado de Mike lo mejor era actuar de la manera más directa y rápida posible y eso era a través de una operación en la que extraerían células de mi médula desde la parte trasera de mi cadera para insertarlas en él luego de una radioterapia o quimioterapia en altas dosis.

Todo se oía tan optimista.

El problema vino cuando Arthur le dijo a Lena que a pesar de tener un donante Mike podría no resistir al procedimiento.

─Lo siento, Lena ─dijo el médico apretando su brazo.

Cuando la oí llorar la rabia, las dudas, cualquier cosa que pude haber sentido por ella se fue, dejando tras de sí la compasión.


Ahora sí hasta después de semana santa.

Las amu c: 

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