Capítulo 40: Mike.
LOREN:
Cuando desperté a la mañana siguiente con Anabelle entre mis brazos roncando suavemente, sus mejillas sonrojadas y su cuerpo desnudo debido a nuestro último juego con crema batida antes de dormir, lo único en lo que podía pensar en era en lo hipócrita que había sido por no haberle dicho la verdad a penas la vi. Tuve tantas oportunidades. Hablamos tantas veces. Había aportado un camión de arena en la labor de destruir nuestra relación culpándola por haberme ocultado algo con la excusa de no lastimarme y aquí estaba yo haciendo lo mismo, pero simplemente las palabras no salían de mi boca. Sabía que de una u otra forma la heriría, así que no era fácil, pero también sabía que ocultándoselo lo hacía peor, pero jodida mierda. No era sencillo. Era una cuenta regresiva antes de que se enterara, por otro lado, y sería peor si lo hiciera por otra persona, por lo que cuando estuvimos en la tina un par de horas después y hablábamos de su trabajo en el kínder, al cual pensaba renunciar para dedicarse al cien por cien a sus novelas, intenté que las palabras salieran de mi boca, pero no por más que quise no lo hicieron.
─¿Pero estás segura de que eso es lo que deseas?
Anabelle asintió.
─Amo mi trabajo, pero preferiría no presionarme a mí misma por un tiempo, ¿sabes? Veo todas esas pequeñas caritas y no puedo evitar preguntarme cómo habrían sido nuestros bebés. ─Su voz bajó de volumen. Masajeé suavemente su espalda─. Si habrían tenido tus hermosos ojos o mi cabello, en la vocecita con la que me llamarían mamá o en los hoyuelos que se formaría en sus mejillas al sonreír. ─Hacía círculos sobre el agua con sus manos─. Lo deseo tanto, Loren. Con mi psicólogo me di cuenta de que no solo se trataba de darte lo que pensabas que querías para que te quedaras conmigo, sino en dármelo para estar conforme conmigo misma. Toda mi vida he deseado una familia. Niños correteando por toda mi casa.
Joder.
─A veces también pienso sobre eso ─dije.
Era cierto. Me había descubierto a mí mismo pensando en cómo habrían sido nuestros niños más de una vez al día, pero intentaba no estancarme en ello porque era un tema que podía consumirme con facilidad. Prefería pensar en posibles soluciones. En la adopción, por ejemplo. En apoyar a Anabelle. No podía permitirme a mí mismo ningún tambaleo. Debía ser fuerte para ella aunque algunas cosas me hicieran desear beber hasta el coma.
Anabelle, sacándome de mis pensamientos, se dio la vuelta para terminar sentada a horcajadas sobre mí. Se abrazó a mi pecho y sus manos se enredaron en mi cabello, logrando que echase la cabeza hacia atrás para que viera directamente hacia sus hermosos ojos verde bosque. La luz que entraba por la ventaba hacia que el contraste entre sus pecas y el tono de su piel fuera más notorio. Se veía preciosa.
Mojada y preciosa.
¿Qué más podía pedir?
─Cásate conmigo ─soltó de repente.
Me tensé.
─¿Hablas en serio?
Asintió con una sonrisa.
─Lo hago. Cásate conmigo.
Mis labios se curvaron en una sonrisa de auténtica felicidad que aplasté contra sus labios mientras asentía. La felicidad, sin embargo, no era completa. En mi interior sabía que no era justo para ninguno de los dos que aceptara dar este paso, pero había querido esto por tanto maldito tiempo. Llevé mis manos a ambos lados de su rostro, separándola con suavidad para que pudiera ver la seriedad con la que hablaba.
Era un asno egoísta.
─Lo haré, pero déjame ser un caballero y pedirte matrimonio apropiadamente por cuarta vez.
Anabelle soltó una risita infantil─. De acuerdo. ─Me miró expectante por un largo rato─. ¿Y bien?
Alcé las cejas.
─¿Y bien qué?
─¿No me pedirás matrimonio?
─Lo haré ─dije─. Pero no en mi baño y sin un anillo.
─¿Los que habías comprado antes?
─Están en Cornwall ─mentí. Los había guardado todos en un cajón en mi oficina para luego tener pruebas al momento de contarle a nuestros hijos lo difícil que fue atrapar a su madre, pero este no era el momento. Anabelle se merecía la verdad primero─. Prometo hacerlo épico.
Anabelle frotó su nariz contra la mía.
─Como todo lo que haces, bebé.
Mi sonrisa falsa amenazó con desaparecer.
Como cagarla épicamente.
Tenía cosas que hacer a lo largo del día en la oficina, era tiempo de cosecha en el viñedo, por lo que terminamos con la tina y nos dirigimos al armario. Allí la ayudé a seleccionar un conjunto de lencería rosado claro y un vestido manga larga de algodón cuando pidió mi opinión. Su vestido era gris, así que mi corbata también lo fue. Usó encima de él un abrigo de lana color vinotinto debido al frío, por lo que solo se veía la falda. Yo entré en una chaqueta oscura. Cuando terminó con su maquillaje mientras me afeitaba a su lado, tomé su mano y nos dirigimos al estacionamiento mientras pensaba en lo fácil que podría acostumbrarme a esto. Anabelle me acompañaría todo el día a petición suya, lo cual acepté. Era una distracción, pero nunca me había molestado trabajar con ella cerca. Por lo general leía libros y se quedaba dormida en mi sofá cuando eso sucedía. Pasé por un par de sándwiches de camino. Cuando llegamos, sin embargo, la bolsa con ellos dentro casi se desliza de mis dedos.
─Mike, ¿qué haces aquí? ─le pregunté al chico de siete años sentado junto a Ashley, solo, sin su madre por ningún lado.
Mike me miró por un largo segundo antes de contestar.
─Me escapé.
─¿De la escuela?
Mike negó─. No.
La voz de Anabelle temblaba mientras le preguntaba.
─¿De casa?
Mike afirmó, a lo que maldije para mis adentros. Lena debía estarse volviendo loca. No. Lo siguiente. Podía acusarla de todo. De fallar no contándome sobre Mike. De manipularme. De estar reacia a aceptar que Anabelle era el amor de mi vida, pero no de ser una mala madre. Ella lo adoraba. Los motivos por los que no había venido a mí en un principio sabiendo que existía la posibilidad de que fuera un posible donante me eran aún ajenas, pero ella lo amaba. Había renunciado a vivir por él.
─¿Cómo hiciste, pequeño? ─le preguntó sentándose a su lado.
─Mmm, salí a por la escalera de incendios ─murmuró para luego fijar sus ojos en mí─. Tomé un taxi con el dinero de mi alcancía hasta acá. Mamá tiene una botella de tu vino. Le dije al señor que conducía que eres mi papá para que me dejara venir.
Anabelle lo abrazó mientras veía a Ashley con rabia. Yo solo permanecía inmóvil en medio de la habitación sin poder creer que esto fuera a suceder de esta manera.
─¿Cómo no llamaste a la policía? ¿A Loren? ¿A alguien?
Ashley dejó de teclear en su computadora para mirarla.
─¿Me ves cara de servicios infantiles? ¡Yo soy solo una secretaria! Él pidió ver a Loren, así que seguí el protocolo y lo anoté en la lista. ─Me enseñó la agenda─. Su cita es a las doce, antes de la pausa del almuerzo porque me dijo que no le tomaría más de quince minutos. Está sentado en la sala de espera.
Anabelle negó sin prestarle más atención que esa.
Mike solo me veía a mí.
Aclarando mi garganta, forcé la voz fuera de mí.
─Tengo que llamar a tu madre, ella debe...
─¡No! ─Mike corrió hacia mí para intentar arrebatarme el teléfono, cosa que no logró, pero empezó a saltar para alcanzarlo─. ¡No la llames! ¡Ella me mentirá! ¡Lo único que quiero es saber la verdad!
Agachándome frente a él tras guardarlo de regreso en mis pantalones, murmuré─: ¿La verdad sobre qué?
Aún guardaba la esperanza de que Lena no le hubiera contado sobre la prueba de paternidad sin tener aún los resultados. Mike no bajó en lo absoluto la voz mientras apretaba las manos en puños y respondía sin apartar sus ojos de los míos. Yo solo lo veía a él, la forma en la que me miraba, y a Anabelle mirándonos a ambos con el ceño fruncido.
─¿Eres mi papá o no?
Anabelle jadeó, sus manos cubriendo su boca antes de apresurarse hacia nosotros y abrazar a Mike.
─Mike, yo...
─¿Eso fue lo que te dijo tu madre? ─le preguntó incrédula.
─No, pero él y yo nos fuimos al laboratorio...
─Eso fue una prueba de compatibilidad de médula, bebé. ─Pasó una mano por su mejilla─. Te la hicieron para saber si su médula es compatible con la tuya, porque si lo es podemos curarte. Yo también me la hice. ─Le sonrió uniendo las cejas─. Por cierto, ¿dónde leíste sobre la prueba de paternidad?
Mike la vio con frustración, a la vez poniendo los ojos en blanco.
─La busqué en Google cuando oí a mamá llamando al laboratorio para pedir que también enviaran los resultados a su correo electrónico, yo estaba arriba haciendo la tarea, pero bajé a buscar mis galletas ─dijo─. Tengo una computadora, profesora Anabelle, me la dieron para mi cumpleaños.
El color desapareció del rostro de Anabelle.
─¿Loren?
Negué.
─Vamos a mi oficina. ─Tomando a Mike del suelo entre mis brazos, era la primera jodida vez que lo cargaba y pesaba muy poco para un niño de su edad, mucho menos para un niño con su cerebro, entré. Belle me siguió titubeante─. Mike, llamaré a tu madre para decirle que estás aquí ─le dije dándole un sándwich y jugo de cartón que saqué de la nevera, los cuales devoró al instante. Debía estar hambriento. Mis manos se apretaron en puños mientras mi corazón se detenía pensando en las cosas que pudieron haberle pasado sin que Lena o yo estuviésemos presentes─. Podemos hablar de esto mientras viene por ti.
Anabelle solo dio dos pasos hacia el interior de mi oficina cuando empezó a retroceder, sus manos temblando. Mierda. ¿Por qué? Solo había necesitado un poco más de tiempo para decirle. Estabilizarnos. Encontrar la manera para que no saliera huyendo a penas se enterara.
─Loren, no entiendo... no... no comprendo, ¿es verdad lo que dice? ─preguntó con un tono roto que exprimió hasta la última gota de vida fuera de mí. Traté de alcanzarla tras cerrar la puerta de la oficina para que Mike no nos oyera, pero no me lo permitió─. ¿Te hiciste la prueba de paternidad con Mike?
─Anabelle...
─¡Responde! ─gritó haciendo que todos los empleados de las oficinas adyacentes mirasen hacia nosotros, cosa que resolví gruñendo en su dirección, mis ojos amenazando con recortar personal.
─¡Señor! ─exclamó Ashley levantándose de un salto─. ¿Quiere que llame a seguridad?
─No ─gruñí.
─Pero el protocolo...
─A la mierda el protocolo. Vuelve a tu maldita silla y haz como si no estuviéramos aquí.
Ashley asintió con duda, pero hizo lo que le dije.
─¿Es cierto o no? ─preguntó cuando me fijé de nuevo en ella.
Cerré los ojos con fuerza antes de abrirlos de nuevo y responder.
─Sí, Belle. Existe la posibilidad de que Mike sea mi hijo.
─Entonces me mentiste. ─sus ojos se llenaron de lágrimas─. Me dijiste que solo había sido un juego de niños, que no habían andado en serio ─sollozó─. Loren, tú... tú me ocultaste algo tan importante luego de... de enojarte conmigo por hacer lo mismo. ¡Eres un hipócrita! ─Me quedé en maldito shock cuando alzó su mano y me golpeó. Eso era algo que no me había esperado de ella ni en un millón de años. Mi Belle era incapaz de agredir a alguien más─. ¡No quiero verte!
─Belle ─la intenté seguir de nuevo, mi mejilla ardiendo por el golpe, pero me cortó alzando su mano.
─No, Loren, no quiero verte.
─Por favor ─supliqué.
Maldición. La sentía deshacerme de nosotros.
─Y no pienses que es por Mike ─negó─. Es por haberme hecho pasar a través de un infierno, prácticamente volverme loca pensando que te perdía, por algo que acabas de hacer. Mike no tiene la culpa de nada. Es un niño y fue hecho antes de que si quiera nosotros nos conociéramos. Tienes que estar muy mal si por un momento pensaste que no lo aceptaría. ─Se cubrió la boca con la mano de nuevo, probablemente reteniendo otro sollozo, destruyéndome más─. Pensándolo a fondo, ustedes dos se parecen tanto, tienen la misma actitud, el mismo gen protector, aman hacer lo mismo, yo... yo... no puedo, Loren. ─Negó agitando los mechones de su cabello de un lado a otro─. ¿Cómo puedes culparme por no saber si me amas o no cuando ni siquiera sabes cómo soy?
Dándose la vuelta, bajó corriendo por las escaleras, dejándome.
No fui tras ella.
Había un niño esperando por mí en la oficina. No podía dejarlo solo y correr tras Anabelle. No cuando dependía de mí. No cuando ya, con sus palabras y la manera en la que seguramente habíamos terminado de nuevo debido a mi indecisión y cobardía, lo consideraba mío.
─Mike ─lo llamé con voz ronca, abriendo la puerta para que pudiera verme. Seguía en el mismo sitio en el que lo había dejado sorbiendo de la pajita que traía el jugo de cartón de mora que iba a ser para Belle y dándole mordidas a su sándwich de pavo con gusto. Un sentimiento ajeno a lo que conocía hasta el momento se instaló en mi pecho. No sabía nombrarlo, pero era una mezcla entre instinto protector, rabia hacia Lena por no haberse dado cuenta de sus planes y afecto─. Ven. Te llevaré yo mismo con tu madre.
Su pequeño ceño se arrugó con confusión, pero aún así asintió y se levantó de un salto sin soltar su desayuno. Aún en su pijama de la noche anterior, una camisa manga larga y pantalones de dinosaurio, tembló de frío cuando salimos del edificio, por lo que me saqué la chaqueta y la coloqué sobre sus hombros. Mike pudo solo con su peso cuando vino la prueba de oro de montarse en el asiento delantero de mi camioneta. Para cuando cerré su puerta y entré al asiento copiloto ya tenía puesto el cinturón y había terminado de comer, dejando la basura organizada en la alfombra del suelo. No tenía ni idea de qué tipo de música le gustaba y aunque no quisiera hablar del tema, haría el esfuerzo por él, por lo que no encendí la radio y lo miré directamente en un semáforo.
─¿Y bien? ¿De qué quieres hablar?
Mike se encogió.
─Mamá dijo al teléfono que nos hicimos una prueba de paternidad.
─Eso ya me lo dijiste, Mike.
─¿Es cierto?
Afirmé.
─Lo es.
Mike meditó.
─Google dice que eso se hace para saber si alguien es papá de un niño ─murmuró.
─Google tiene razón.
─¿Eso significa que puedes ser mi papá?
─Existe la posibilidad ─respondí─. ¿Eso te molesta?
Mike arrugó la frente.
─¿Qué pasó con Paul?
Mierda. Apreté el volante. Esta conversación definitivamente le ganaba a cualquier otra en nivel de incomodidad que hubiera tenido con mis sobrinos, incluyendo, por supuesto, a Maddie.
─Bueno, Paul también puede ser tu papá.
La arruga en su ceño se profundizó.
─¿Tengo dos papás?
─Sí, si lo quieres ver así, sí. Si las pruebas dicen que soy tu padre nos habrás tenido a ambos como padres. Eso es genial, ¿no crees?
Mike sumó dos más dos a la velocidad de la luz, encontrando el cinco que le ofrecí como resultado extraño.
─Ni siquiera conozco a Paul, el abuelo decía que era un idiota por habernos dejado, así que no quiero que sea más mi padre.
No tenía la moral para ir en contra de eso.
Colocando una sonrisa tensa en mi rostro, le respondí.
─Entonces recemos porque los resultados den positivo.
Lo peor de la mierda era que parte de mí lo deseaba. Mike era un chico genial, un héroe por haber pasado por tanto y aún así estar aquí hablando conmigo como si nada, así que joder. ¿Quién no se sentiría orgulloso de tenerlo? Tampoco podía negar que sentía cierto feeling con él. Era literalmente hablando el primer niño que tomaba en serio. Ni siquiera el pequeño George tenía el privilegio de una conversación adulta aún.
─¿Y si no eres mi papá? ─preguntó cuando nos estacionamos frente a su casa, mis músculos tensándose al ver una patrulla junto a nosotros.
Lena, sollozando, respondía las preguntas de un policía mientras una mujer mayor la consolaba. Estaba igual que Mike en pijama, solo que la suya era un camisón azul que nada tenía que ver con los dinosaurios impresos sobre tela de algodón de Mike. Su cabello negro estaba sujeto en un moño desarreglado en la cima de su cabeza. Lágrimas caían desde sus ojos. No pude evitar sentirme mal por un momento, pero luego recordé que estábamos en esta situación por su culpa y me callé. ¿Cómo pudo haber ocultado esto de mí por tanto tiempo? No fueron unos meses, fueron siete u ocho malditos años de oportunidades para acercarse. No estaba en el programa de protección a testigos o encabezando la lista de los más buscados, por Dios, en algún momento pudo haberse topado conmigo.
─En el caso de que no lo sea podemos seguir siendo amigos ─le dije cuando abrí la puerta y lo ayudé a bajar. Una vez en el piso le tendí mi mano para ayudarlo a cruzar la calle─. Divertirnos de vez en cuando. Hablar de nuestras cosas. Tener algo de acción en el Ferrari. ¿Te parece?
Mike asintió─. Está bien.
Lena, escuchando su voz, dejó de hablar con el policía para centrar toda su atención en nosotros. Me hice a un lado cuando corrió para estrecharlo en sus brazos. El policía con el que había estado conversando cerró su libreta y nos dedicó una mala mirada antes de montarse de regreso en la patrulla y marchar. Al menos no había llamado a servicios infantiles. Eso sí habría sido un problema molesto de eliminar. Mi padre había tenido que abogar a favor de Marie una y otra vez en la corte con sus amigos en el juzgado para que no hubiera problema con ella y sus hijos adoptivos cuando su madre biológica había sido internada en el psiquiátrico, siendo la otra opción un frío orfanato. '
Sin dejar que Lena se extendiera demasiado en su agradecimiento, giré sobre mis pies tras despedirme de Mike, dejándolos abrazándose en la calle. Entonces me dirigí al lugar en el que necesitaba estar para respirar con normalidad.
O a quién.
ME DUERMO.
Hasta mañana c:
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro