Capítulo 4: Riendo sin vergüenza.
ANABELLE:
Estacionamos frente a Castle Park.
A menos que fuéramos a comer palomitas y algodón de azúcar, no entendía la razón por la que estábamos allí y no en un restaurant cinco estrellas a las afueras de la ciudad sirviéndonos vino mientras preparaban nuestra comida.
─¿Qué hacemos aquí? ─pregunté con el peso de su mano envolviendo la mía sobre los hombros─. ¿No íbamos a almorzar?
─Eso es lo que haremos, Belle.
Entrecerré los ojos─. ¿Tendremos un picnic?
Nunca había tenido uno.
─Bingo. ─En lugar de guiarnos hacia una de las zonas verdes más bonita de Brístol, le dio un suave jalón a mi brazo para que me diera cuenta de que íbamos en otra dirección. Nuestro destino ahora era un pequeño supermercado asiático que no combinaba con los lindos condominios de la zona, pero que tampoco se veía mal allí─. Te habría llevado a uno de mis sitios favoritos si tuviéramos más tiempo. La mayoría está a más de cuarenta minutos en coche. Solo podríamos si pedimos para llevar.
─No te preocupes.
La idea del picnic, aunque me incomodaba que otros me vieran comer, me gustaba más. Quería por fin poder decir que alguien, aunque se tratase de un británico de buena familia bastante ocioso, se había tomado la molestia de hacer este tipo de cosas lindas por mí sin esperar nada más que mi amistad a cambio.
Solo porque yo lo valía.
─¿Te gusta la Ensalada César? ─pregunté parando nuestro carrito semivacío frente a uno de los refrigeradores de comida preparada. Loren contestó con un sonido que interpreté como afirmación mientras leía la tabla nutricional de un contenedor lleno de mariscos─. ¿Con pollo, camarones o cangrejo?
─Con lo que tú quieras está bien para mí.
─¿Pollo?
Lo vi hacer una mueca, pero él no me vio mirándolo─. Sí, Belle, perfecto.
Sonreí e intercambié la bandeja de César con pollo por la de César con camarones sin que se diera cuenta. Los camarones también estaban bien para mí. Él no debía ser el único sacrificando algo, en su caso su valioso tiempo, aquí. Solo nos habíamos visto dos veces. Era apresurado decirlo, pero presentía que sería lindo tenerlo de amigo si aprendía a dejarme llevar un poco más. La otra vez terminamos comiendo hamburguesa porque me salvó de un catarro llevándome a casa. Hoy, casi una semana después, acepté venir para tener un poco de distracción de lo de Brandon. Ambas veces no habrían existido de haber ocurrido en circunstancias en las que no estuviera potencialmente vulnerable. Era triste. Presentía que si no hubiera pasado como pasó me estaría perdiendo algo importante.
«Su amistad», suponía.
Minutos más tarde lo ayudé a colocar todo lo que habíamos comprado en la cesta que también adquirimos a un precio razonable. Loren quería la pequeña por casi tres cuartas partes de lo que costó la grande solo porque se veía mejor. Eran del mismo material. Lo convencí de llevar la otra con un poco de insistencia y encanto femenino. De la misma forma conseguí que aceptara dejarme pagar la mitad de todo.
─Ya me lo devolverás cuando me lleves a cenar a un sitio que sí no pueda pagar ─le dije al ver cómo su actitud se ensombrecía mientras lo metía todo en la cesta. Lo hice sin darme cuenta de que estaba cayendo en mi propia trampa─. Tu caballerosidad no está en duda por esto. Descuida.
Caí cuando su rostro volvió a cobrar la picardía que lo caracterizaba.
─Así que te llevaré a cenar.... ─ronroneó─. ¿Cuándo?
Junté las cejas.
Ese tono no era precisamente amistoso, pero se lo dejaría pasar porque imaginaba que estaba acostumbrado a hablarle así a todas. Pobre coqueto Loren.
─Nunca.
Se apoyó en nuestra cesta sin prestarle atención a los insultos en chino que le daba la cajera. Había bastante clientela y estábamos obstaculizando su salida. Lo empujé hacia mí por medio de su camisa de tela exquisitamente suave. Lo odié por seducirme con su textura dejando su chaleco en la Hummer.
─¿Cuándo? ─insistió sin moverse ni un centímetro.
Me preocupé cuando la dependienta tomó una escoba y apuntó la cabeza de Loren con el palo─. Mañana. ─Fue lo primero que vino a mi mente─. Mañana está bien, pero vámonos ya, por favor. Te van a golpear. ─Halé más fuerte─. ¡Loren!
─Estoy cansado de solo ir a comer contigo, ¿me prometes que haremos algo más antes? Como en una... ─Sonrió enseñándome sus perfectos dientes blancos. ¿Como en una cita? ¿Eso quería decir?─... salida de buenos amigos.
─De acuerdo.
Infló el pecho─. Bien.
Se movió justo cuando iban a aplastarlo como una mosca. Tomó la cesta y mi mano antes de girarse a devolverle los insultos a la asiática con un mandarín de principiante. Me quedé en silencio, avergonzada, mientras salíamos. Cuando estuvimos fuera, sin embargo, no pude evitar que una risita nerviosa escapara de mis labios. Eso había sido absurdamente gracioso.
─¿De qué te ríes? ─preguntó sacando un mantel del maletero.
Mordí mi labio─. Estuviste a punto de ser bañado en salsa agridulce.
─Tiene problemas para controlar su temperamento. ─Se encogió de hombros y me ofreció su antebrazo tras pasarle el seguro de nuevo a la camioneta. Encajé el mío en el suyo sin dificultad. Estaba levemente inclinado hacia mí con la cesta en la otra mano─. ¿Vamos? Ya solo nos queda una hora.
─¿También escoges dónde comeremos?
─Sí. Me gusta hacerlo bien. No quiero que nada arruine nuestro almuerzo.
─¿Yo lo hago mal?
─Te falta un poco de práctica identificando la auténtica belleza.
─¿Cómo sabes?
Sus ojos rieron─. No me has nombrado tu hombre del año.
Solté una risita. Loren solo sonrió mientras me guiaba por un estrecho sendero de tierra y grama. Inhaló profundamente cuando entramos en un claro situado entre las paredes del castillo y el río Avon. No estaba lejos, pero parecía que sí. Los árboles nos rodeaban por completo. Solo entraba luz a través de un círculo en el techo de hojas. También había grandes piedras extraídas del río que brillaban con el sol. Era un pequeño y bello paisaje natural en la ciudad.
─¿Qué te parece? ─preguntó extendiendo la manta en el suelo.
─Increíble. Vengo siempre, pero nunca me di cuenta de que esto estaba aquí.
─Tal vez no venías con la persona indicada.
Le di la razón─. Puede ser.
Nos sentamos en silencio. El ambiente era especial, pero le faltaba algo. No había pájaros cantando. Quise aportar algo a nuestro almuerzo con mi lista de reproducción en el teléfono. Elegí una de mis favoritas, Young and Beautiful de Lana Del Rey, para empezar. Le bajé el volumen para que no opacara nuestra conversación.
─¿Esta es tu definición de comida de verdad? ─indagué recordando cómo no quiso probar bocado en Monroe y me hizo creer que iríamos a comer a la mismísima luna, pero acabamos en un supermercado.
─No, pero vale lo que cuesta. ─Se acabó su parte de ensalada antes de que yo comenzara con la mía─. Me habría gustado llevarte a uno de mis restaurants favoritos, Belle, pero no teníamos tiempo. Lo siento si no te gusta. Lo haré mejor la próxima vez si...
─¿Cómo podría no gustarme? ─lo detuve.
Loren siendo engreído y sarcástico me agradaba.
Inseguro y nervioso no era que no, sino que no se veía correcto.
─No sé. A muchas mujeres no les viene bien arrodillarse en la tierra.
No le hice caso al sonido de mis medias y probablemente el dobladillo de mi vestido rasgándose cuando me deslicé en búsqueda de los pastelillos de chocolate que compramos. Le di el resto de mi ensalada. Ningún rival era suficiente para destruir mi amor por ellos.
Salvo el pudín. Adoraba el pudín de caramelo.
─No estoy en la tierra. Estoy sobre tu manta. ─Me limpié el rostro cuando intuí habérmelo manchado─. Me gusta que me hayas traído aquí, Loren. No me arrepiento de haber aceptado almorzar contigo. Gracias. Es diferente.
Me ofreció un cartón de jugo de naranja. Lo tomé─. ¿Eso te gusta?
─¿Estaría aquí, soportando este barato jugo de naranja, si no? ─lo imité succionando la pajita hasta que su mirada sobre mis labios me hizo sentir incómoda y dejé el cartón de lado.
Loren soltó una carcajada ronca─. Bien dicho. Ya estás un paso más cerca del ducado. ─Suspiró con los labios curvados en una bonita sonrisa de conquistador─. Solo no vendas tu espíritu por un aura burguesa. No vale la pena.
─¿Es así como funciona?
─¿Qué cosa?
─La clase alta. ─Me crucé de piernas─. ¿Pierdes tu alma?
Hizo una mueca.
─Todo está en la fortaleza de la persona. Piensa en el dinero como en la religión. Tienen el mismo poder. Si te obsesionas, te pierdes. Dios, en mi mortal opinión, es dónde depositamos nuestra fe. Darle demasiada nos dejaría vacíos. Debemos guardar un poco para nosotros mismos. ─Sus facciones transmitían seriedad. Escuchándolo me sentía de nuevo en los salones de conferencia de la universidad─. El dinero, por otro lado, es dónde erróneamente pensamos que está nuestra felicidad. Tenerlo te libra de muchas preocupaciones y te permite muchos lujos, sí, no lo niego, pero si depositas todas tus esperanzas de ser feliz allí luego te darás cuenta de que solo representa una mínima parte y será un golpe fuerte si olvidaste guardar para ti. Debes encontrar el equilibrio entre lo que posees, lo que quieres y quién eres.
Ya que estaba tan abierto y parecía entusiasmado con el tema, seguí indagando en búsqueda de la razón por la que prefería invitar a una completa extraña a almorzar y no a uno de sus amigotes con anillos de oro─. ¿Cómo es tu familia? ─Marie y a Rachel Van Allen viniendo por Madison a la guardería pasaron por mi mente. Las dos eran preciosas y elegantes como princesas─. ¿Cómo son tus hermanas contigo? ¿Tus padres?
Se pasó la mano por el cabello con frustración.
─Una mierda. Hacen y deshacen a su antojo y nunca me cuentan nada de lo que pasa. A veces quiero meterlos a todos en un saco, lanzarlos al mar y... ─Se detuvo al ver mi cara. Esa no era la respuesta que esperaba─. Son personas muy difíciles, Belle, sobretodo mi padre. El viejo nunca me ha dejado soñar lejos del negocio familiar. Fue un milagro que el mundo del licor no fuera tan desagradable. Por cierto, no sé si lo sabías, pero me dedico a los vinos. ─Ladeé la cabeza prestándole toda mi atención. Sus palabras me sonaban a sueños frustrados. Me descubrí a mí misma queriendo saber cuáles serían─. De mi madre solo te diré que le sigue el juego en secreto. ¿De mis hermanas? ─Bufó─. Nunca nadie me sacará de la cabeza la idea de que las dejaron caer de pequeñas, sobre todo a Marie. Me entenderás cuando veas con quienes terminaron.
Reí. Esto era tan común entre el amor fraternal. Siempre tendría el sabor amargo y el resentimiento con mamá de no haberlo podido experimentar con mis hermanastros, los hijos del segundo matrimonio de papá, por culpa de un despecho que no me concernía. Durante mi infancia ella actúo como si hubiera sido mi culpa que él la dejara por alguien más
─El señor Blackwood me cae bien ─mencioné.
Él iba todos los días al jardín a llevar a Madison. A todas las nanas nos gustaba ver cómo luchaba con ella para convencerla de llevársela al trabajo y mentirle a Rachel, lo contrario a lo que hacían los demás. Ella lo empujaba y le gritaba que se fuera y la dejara estudiar hasta que una de nosotras intervenía guiándola al salón.
─¿Nathan? No deberías apreciarlo tanto. Es un blando.
─Blando o no, nosotras lo shipeábamos a él y a tu hermana desde que los empezamos a ver juntos. ─Me cubrí la boca con la palma de la mano por unos segundos. Había revelado información confidencial sobre las actividades extracurriculares de las trabajadoras del kínder─. Si supieras la cantidad de escenas que vemos a diario, las parejas que vuelven y terminan frente a nuestros ojos... ─Fue mi turno de suspirar como una enamorada─. No te lo creerías.
Loren frunció el ceño por un largo rato.
─Anabelle, ¿de casualidad escribes novelas?
Mis mejillas entraron en combustión.
¿Había leído alguna de mis historias autopublicadas en Amazon?
Rezaba porque no. Simplemente había pensamientos que por mi bien nadie debía saber que salían de mí por su alto contenido erótico y cursi. Nadie.
─¿Cómo sabes?
Hizo un gesto despreocupado con los hombros, pero por sus ojos supe que le gustó acertar─. Intuición.
─Mm, sí. ¿No están ricos? ─Le ofrecí un pastelillo intentando desviar la conversación─. Vamos, pruébalo, no te arrepentirás.
Tomó mi muñeca. El aire escapó de mis pulmones cuando la presionó con firmeza, pero sin hacerme daño. El sentimiento empeoró cuando le dio un mordisco con sus labios rojizos por el jugo de arándanos sin soltarme. Mi brazo cayó inerte en su lugar correspondiente cuando lo liberó. Eso había sido tan...
«Exótico», recordé mi palabra para él.
─Entonces, Anabelle, ¿sobre qué escribes? ─quiso saber devorando el resto.
─De todo un poco. Romance, ciencia ficción, fantasía...
─¿Erotismo?
Tragué─. Sí.
─Genial. ─Se apoyó sobre los hombros y cerró los párpados. El sol chocaba así contra su rostro de demonio seductor. Almacené la imagen dentro de mi mente para una posible escena futura entre mis protagonistas solteros y guapos─. ¿Me cuentas sobre eso?
─¿Qué quieres que te diga? ─pregunté sintiéndome orgullosa de no tartamudear.
Ni siquiera hablaba de ello con Brandon, mi novio, ¿por qué lo haría con un extraño? ¿Por qué lo hice?
─Cómo te inspiras, por ejemplo.
Lo que sí no pude evitar fue el sonrojo en la mitad de mi cuerpo. La otra mitad se salvó porque no estaba a la luz─. En otros libros.
Abrió uno de sus ojos para mirarme de forma incrédula con él.
─¿No involucras tus propias fantasías en lo que escribes?
─No ─mentí─. No soy tan experimentada. Soy... ─Respiré hondo─. Frígida.
Al menos según Brandon.
Gruñó─. Yo también lo sería si mi novio la tuviera como un maní.
No debió, pero Loren me hizo reír como nunca nada lo logró en mi vida. Estaba tan acostumbrada a ser la culpable de nuestra mala vida sexual, más bien de la falta de ella, que escuchar que la razón podía estar en alguien más me hizo explotar. Me removí en el piso de una manera que pudo haber resultado incómoda para él. Lo curioso fue que no me sentí avergonzada en ningún momento cuando tenía motivos de sobra para hacerlo. Entre ellos el hecho de que me observara como experimento de laboratorio y de que mi risa fuera definitivamente del tipo que te hace hacerte pis encima si la oyes en la noche con las luces apagadas.
─Bien. Eso lo confirma. ─Tomó un bastón de caramelo de una caja que simulaba ser una de cigarros. Los compró porque le parecieron chistosos─. ¿Por qué sigues con él si es un desgraciado con pene pequeño que te no te lleva con él de vacaciones? ─Usó voz de mujer chismosa─. Yo dejé a mi ex por eso. Se sintió tan bien liberarme de su maní... ahora como salchichas polacas a diario.
─Esa es una dieta asquerosa.
─Es liberador ─repitió canturreando.
Lo golpeé en el estómago con el dorso de la mano─. Basta. Deja de hablar así.
Loren se mantuvo fiel a su papel aunque la risa jugaba en su contra.
─Vamos, Belle. ─Alargó mucho la «e». Intenté callarlo con la mano. No se dejó─. Déjalo. Eres mejor que eso.
─¿Mejor que qué?
─Que él. Mi prima brasileña lo vio en la playa con una garota amante de los Jacks...
Parpadeé.
Ya lo había hecho una vez, pero dos era demasiado.
─Ya no es gracioso. ─Me alejé de él─. No tienes derecho.
Se enderezó luciendo arrepentido─. Lo siento. No volveré a hablar del tema.
─Sé que Brandon no es el mejor, pero tampoco es una pésima persona. Me ha decepcionado unas cuantas veces. ¿Quién no? Al final del día aprendí a no esperar lo mejor de todos. ─Apreté su mano. Tampoco quería perder la complicidad que sentía que estaba creciendo entre nosotros. No tenía muchos amigos. Solo Lucas y las chicas del jardín, en realidad─. Tendrás que conocerlo para entender.
─No, gracias. ─Se levantó ofreciéndome su mano─. Llegó la hora de volver, ¿no crees?
La acepté lamentando que nuestro almuerzo hubiera acabado tan mal cuando la estábamos pasando tan bien─. Gracias ─repetí de regreso al kínder. Escogimos irnos caminando al notar que nos quedaba media hora aún─. Lo pasé muy bien. Espero que lo podamos repetir alguna vez.
─Mañana ─susurró inclinándose como un caballero de época.
─Mañana ─susurré de vuelta. ¿A quién engañaba? Podía insultar a Brandon todo lo que quisiera. Yo defendería a mi novio todas las veces, pero molestarme con Loren actuando como actuaba hasta ahora era imposible. Había caído en su encanto─. ¿Qué haremos?
─¿Te gusta el baile?
Asentí─. Sí. Mucho. No para practicarlo, pero sí para verlo.
─¿Has ido alguna vez a una competición?
Negué. Solo veía Dance Moms.
─Seré tu primera vez ─murmuró─. Te recojo a las... ¿seis? ¿Seis y media?
─Seis ─acordé.
Mientras más temprano nos fuéramos más temprano llegaríamos, ¿no?
─Estaré allí a las cinco. ─Me guiñó alejándose en retroceso─. No salgas cuando llegue, novelista. Tocaré tu puerta con un ramo de rosas y chocolates.
─No toques demasiado fuerte o sabré que eres tú y no abriré ─le dije con una sonrisa tirando de mis labios─. Adiós, Loren. Ten una linda tarde.
─Igualmente, Belle ─dijo y con eso se fue.
Diez segundos después fui asaltada por una lluvia de preguntas.
─¿Quién es ese? ─preguntó Aria.
Paige se le unió arrastrándome dentro─. ¿Por fin dejaste a Brandon?
─Es el tío de Madison.
─¿Madison la de los ojitos grises y el papi ardiente?
─Ella.
─¿Y él tiene nombre? ─preguntó Paige mirándose las uñas cuando llegamos a nuestra aula. Me puse el delantal─. ¿Ana?
─Se llama Loren. No se imaginen nada raro. Somos amigos.
Aria rodó los ojos─. Ajá. Después de ese guiño yo también me chupo los dedos. ─Me pasó la liga que últimamente usaba para atar mi cabello si no quería quedarme calva. Me hice una coleta alta─. En fin. Ya nos contaras esta noche.
─¿Qué sucede esta noche?
Paige suspiró─. Te dije que lo olvidaría.
«Oh, no», rogué.
«El cumpleaños de alguien otra vez no, por favor».
─¿Qué hay? ─murmuré nerviosa.
Aria me siguió los pasos acomodando sus rizos castaños sobre su hombro.
─Noche de chicas.
LOL. Lo siento, no me salió el POV Loren en este capítulo. Para el próximo sí.
Ash, el capítulo es tuyo, felicidades.
¿Qué tal les pareció? ¿No son un encanto? Ojalá la escritora nunca los haga sufrir. Ojalá.
Dedico capítulo a los primeros dos y al mejor comentario (1 y 2 y prólogo). No tiene que ser largo, pero sí que me haga reír o sentir en general. Así sienten lo que yo cuando escribo xd ¡A inspirarse!
Hasta la próxima. Gracias por sus comentarios y estrellitas.
Me hacen sentir en la luna ♡
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