Capítulo 39: Reconciliación.
LOREN:
Fue imposible no sentirme como la mierda, algo que se estaba volviendo una molesta costumbre, cuando a la mañana siguiente, exactamente a las siete en punto de la mañana, vi salir a Mike con Lena de su casa. Él lucía cansado, ojeras enormes debajo de sus ojos y su paso tambaleante. También débil. Definitivamente más enfermo que la última vez que lo vi, lo cual había sido tan solo un par de días atrás. El pensamiento de que pronto el tratamiento en contra su cáncer podría dejar de funcionar me hizo casi desear que la prueba de paternidad diera positivo. El chico tenía derecho a una figura paterna. Lena era un asunto completamente diferente a él. Con Mike no tenía ningún problema. Lo malo, como siempre, estaba en el mundo de los adultos. Era partidario de que los niños nunca deberían tener que ver en eso.
─Hola, Mike ─lo saludé cuando ambos subieron al auto con ropa abrigada─. ¿Cómo estás? Tiempo sin verte ─bromeé.
─Bien ─respondió a secas─. ¿Por qué nos llevarás tú al hospital?
Miré a Lena sin saber qué decir─. Tu madre me pidió el favor.
─Bueno ─dijo abrochándose el cinturón en la parte trasera del auto junto a su madre, cuya decisión de sentarse atrás agradecí.
Era la primera cosa inteligente que hacía.
Lo miré por el espejo retrovisor─. ¿Desayunaste?
Mike negó.
─Mamá dijo que desayunaríamos contigo después de hacerme el examen en el laboratorio ─dijo.
Apreté el volante con fuerza ante la culpabilidad en el rostro de Lena, quién también se sonrojó. No había leído en línea que el ayuno fuera necesario cuando me senté a investigar sobre la prueba de paternidad una vez llegué a casa. Tampoco tenía ningún maldito problema llevando a Mike a comer fuera mi hijo o no, pero odiaba sentir que me manipulaban para hacer alguna mierda.
─Podemos ir por panqueques después ─respondí siendo amable y no estacionándome para bajar a Lena del auto.
Mi propuesta por fin trajo una sonrisa a su rostro exhausto.
─Mamá, ¿puedo untar mis panqueques en nutella?
Lena acarició su mejilla antes de atraerlo a su pecho para que descansara más cómodamente, no retorciendo el cuello contra el cristal de la ventana como había estado haciendo.
─Claro que sí, cariño ─respondió haciéndole cariños mientras manejaba de camino al hospital.
El día estaba malditamente gris. En cualquier momento las nubes cederían e iniciarían una tormenta. Me sentía identificado con el clima. Yo mismo intuía que en el momento en el que Anabelle se enterara de lo que estaba a punto de hacer, independientemente de los resultados el drama empezaría. Aún seguía intentando descifrar cómo haría para enfrentarlo o hacerla entrar en razón cuando eso sucediera. Había visto su expresión cuando perdimos a nuestro último ángel. No había sido bonito. Ella misma se negaba la posibilidad de explorar más opciones por miedo a pasar por lo mismo otra vez. Decía que no lo soportaría.
¿Cómo podía decirle que probablemente tenía un hijo sin herirla?
─¿Loren Van Allen? ─preguntó la enfermera a penas crucé el umbral del laboratorio con Mike y Lena siguiendo mis pasos.
Había molestado el servicio en línea del establecimiento apartando una cita desde la una de la mañana. Luego rogando y poniéndome en contacto con el gerente para que agilizaran los resultados. Esto no era una maldita novela. Quería saber lo más antes posible si Mike y yo éramos o no padre e hijo para así poder continuar con mi vida. No saberlo era una tortura que me mantenía en una posición en la que no podía moverme hacia ninguna parte.
Asentí.
─Loren y Mike ─le dije apuntando hacia el chico, quién miró las agujas con indiferencia cuando entramos al cubículo para que nos extrajeran la muestra.
Afortunadamente podía hacerse con un hisopo, el cual pasaron por el interior de mi mejilla. Mike hizo lo mismo acostumbrado a las pruebas de compatibilidad, sin preguntas, su mano sin abandonar la de su madre en ningún momento del proceso. Cuando terminaron y me indicaron que me enviarían los resultados por correo lo antes posible, probablemente en unos cuatro o cinco días, le dieron un globo de helio a Mike por portarse bien y nos fuimos sin más. De vuelta en el coche le pregunté si quería conocer mi sitio favorito para comer o si le apetecía desayunar cerca del parque. No me sorprendí cuando escogió la segunda opción. Lena había traído consigo un impermeable para él de color amarillo que colocó sobre su vestimenta de suéter, bermuda y zapatos de vestir. Cuando llegamos al parque cerca de mi casa nos detuve frente a un pequeño café dónde podríamos obtener panqueques. Lo sabía porque Belle y yo habíamos vivido de ellos por unas semanas mientras hacíamos el cuarto para los chicos en mi casa.
Me pregunté, solo porque Madison al parecer siempre tenía algo que decir al respecto, qué diría mi sobrina si supiera la situación en la que estaba ahora.
Tío Loren, empezaría, ¿por qué estas cosas te pasan a ti?
Seguiría con un mamá dice...
Terminando con un pero en fin, la tía Anabelle es genial y te perdonará o con un esto no sucede en el gimnasio.
─Esto está genial ─dijo Mike apenas le dio el primer bocado.
─¿Cómo se dice, Mike?
─Gracias ─me dijo llevando a su boca un panqueque entero, del cual solo se pudo comer un tercio, no sin manchar su boca y con mucho esfuerzo.
─Cuando quieras ─respondí ignorando mi propio comida.
No podría comer o dormir hasta saber los resultados.
ANABELLE:
Me preparé para salir con Loren con un poco de retraso. Había estado escribiendo un capítulo para una nueva novela que pensaba publicar en unos meses. Era un drama juvenil inspirado en Mags, la hija adoptiva de Marie. Había hecho a la protagonista muy similar a ella, aunque la trama, trataba de una novela criminal, no tenía nada que ver con la vida de la chica que había perdido a su madre biológica y ahora residía en París cumpliendo su sueño de convertirse en bailarina profesional de ballet. Esperaba de todo corazón que lo lograra. Era una chica dulce, en realidad la única con la que me sentía identificada de las Van Allen, que merecía todo lo bueno y genial de este mundo luego de haber vivido tanto drama.
Usé un vestido rosa palo con un abrigo beige que compramos en uno de nuestros viajes. Me metí dentro de un par de botas altas y rodeé mi cuello con una bufanda debido a que hacía frío. También utilicé medias y lencería bonita por si acaso. No me apliqué maquillaje en exceso, pero sí una fina capa de labial y máscara de pestañas. Cuando terminé me puse a organizar mi bolso, un modelo marrón de correa que estaba todo desordenado. Era algo que nunca hacía y agarraría este pequeño espacio de tiempo para acomodar cada cosa en su lugar. Loren me había escrito media hora antes diciéndome que dejaría a Megan por el clima y que estaría pasando por mí pronto.
─Ángel, llegaron por ti ─me dijo papá, quién se estaba convirtiendo en mi anunciador, abriendo mi puerta tras darle un par de golpecitos unos quince minutos luego de que terminé.
Estaba usando un delantal de cocina por encima de su traje.
─¿Qué cocinaste? ─le pregunté cuando pasamos a la sala en dirección a la puerta, dónde Loren nos esperaba de pie con una ceja arqueada.
Mi respiración se atoró en mi garganta. Se veía sexy en un par de vaqueros y jersey, pero también tan increíblemente cansado que me sentí mal por haber pensado que quizás podría estarme mintiendo con respecto al trabajo la noche anterior. Me había ido a dormir con la idea de que podría solo no querer lidiar conmigo en este momento, no que fuera algo malo, entendía si necesitaba un poquito más de espacio aunque eso me hiciera querer matarlo, pero al parecer sí era verdad que había tenido cosas qué hacer.
Pobre bebé.
─Pasta a la boloñesa.
─Huele muy bien ─jadeé─. Lástima que Loren haya hecho una reservación, de lo contrario podríamos quedarnos. ─Me paré entre ellos─. Casi olvido que no los había presentado aún. Papá, Loren. Loren, papá. Su nombre es Drago y viene de Irlanda.
Papá le ofreció su brazo tatuado a Loren, quién apretó su mano.
─Un placer, señor.
Él le sonrió─. El placer es mío. He escuchado tanto de ti que empezaba a preguntarme si eras real.
─Bueno, sé que puedo parecer una fantasía de cualquier ser sobre la faz de la tierra, pero... mierda, Ana, eso dolió ─se quejó cuando pellizqué su brazo.
Mi vida sexual seguía siendo un tema que no quería compartir con todos, mucho menos con mi padre. El hecho de que escribiera novelas eróticas y él las leyera era suficiente. No tenía por qué saber qué cosas hacía o no en la vida real. Eso era mi asunto. Mi tabú. Las personas podían estarse desnudando en la calle y yo seguiría sonrojándome ante la mención de la palabra con v o la palabra con p.
─Es bueno saberlo ─le respondió papá asintiendo e iniciando su camino de vuelta a la cocina─. Nos vemos más tarde, ángel, ¡te dejaré algo de postre en el refrigerador! ─Tras entrar, conté dos segundos y se asomó─. Por cierto, Loren... ─Una sonrisa estaba en su cara─. Soy vendedor de armas.
Loren afirmó.
─Muy buen trabajo, señor. ─Papá arrugó la frente. Su táctica para intimidar a mi hombre no había funcionado─. Yo manejo la compañía de vinos de mi familia. Podría obsequiarle una dotación de por vida de mi mejor edición... si lo desea.
Papá, un amante del vino, ya que eso era lo único que bebíamos desde que vivía con él, se enamoró de Loren al instante.
─Bien ─dijo y entró a la cocina, pero lo imaginé bailando en ella.
Loren me tomó de la mano y nos sacó del apartamento. Una vez estuvimos en la Hummer, extendió la mano y apretó mi rodilla con suavidad antes de arrancar.
─Entonces eres irlandesa...
─Lo soy ─dije─. Pero no empieces a hacer chistes sobre eso, por favor. No es gracioso.
─Está bien ─aceptó con una sonrisa que bajó mis bragas─. Por cierto, ¿sabes por qué los irlandeses nunca beben agua?
Negué.
─No, ¿por qué?
Sí. Caí como una tonta, ¿pero podían culparme?
─Porque eso les quitaría la sed ─respondió riendo.
Me enfurruñé.
─Nunca te tomas nada en serio. Te odio.
─No, eso es mentira. No me odias. ─Manejó con una sola mano para poder inclinarse hacia mí y mordisquear mi mejilla, algo que odiaba que hiciera porque me dejaba llena de baba, pero de lo que no me iba a quejar en este momento porque incluso eso lo había extrañado─. Me amas con todo tu corazón irlandés.
No le quité la razón.
─Eso es cierto.
Loren afirmó.
─En fin... ¿sabes cuántos irlandeses se necesitan para cambiar una bombilla?
─¡Loren!
─Dos malditos irlandeses. Uno que la sujete, otro que beba hasta hacerla girar.
─¡No soy alcohólica por ser irlandesa!
─Pero no niegas que tienes un problema...
─¡No soy alcohólica, Loren!
Loren rió mientras buscaba algo en su celular y me lo enseñaba, probablemente el vídeo de Cleo de nosotras robando la tienda. Mis mejillas se sonrojaron cuando vi una foto de Luz, Marie y yo tiradas en la calle mirando hacia la nada, riendo.
─La evidencia te delata, muñeca.
─Eso fue una sola vez ─jadeé.
Loren apretó mi mejilla.
─Está bien, nena. ¿Qué tal si en vez de pelear me das tu opinión para una nueva campaña publicitaria?
Bueno, eso lo podía hacer. Asentí ya que estaba familiarizada con este tipo de cosas. Loren me había instruido un poco sobre el negocio en nuestro primer año de novios. Era interesante, pero prefería dedicarme más a la labor social. Lo único que tenía que hacer era buscar una linda causa y firmar un cheque. Hacer acto de presencia. Jugar con niños, saludar ancianos, hablar con enfermos. Me gustaba ese trabajo.
─¿Por qué Dios inventó el whisky? ─preguntó con voz seria.
─¿Debo responder?
Afirmó─. Sí.
─Bueno... ¿no lo hicieron los hombres? ─Negó─. ¿Por qué Dios inventaría el whisky? ¿Eso no es pecado? ¿Tentación?
─Responde asumiendo que Dios es responsable de todos los inventos del planeta tierra.
─¿Por su poder para alejarnos del dolor?
Loren negó de nuevo.
─No, ¿quieres que te diga la respuesta?
─Por favor. No soy buena adivinando.
─Dios inventó el whisky para que los irlandeses no dominaran el mundo ─dijo riendo al final.
Gruñendo me incliné hacia adelante y le subí todo el volumen a la radio, ignorando sus chistes hasta que llegamos al restaurante de comida china. No era algo exprés, sino más bien elegante y refinado. Pedí una ración de arroz de la casa con camarones para mí y té de durazno. Loren pidió lo mismo más costillas, pollo agridulce y ensalada. Comimos poniéndonos al día sobre todo lo que nos habíamos perdido del otro. Entre esas cosas el crecimiento de Megan. Las aventuras que había tenido con Mike. Cómo se sintió cuando recibió mis regalos. Lo difícil que había sido para él rechazarlos ya que había tenido este plan que consistía en dejarme para que me encontrara a mí misma y luchara por él, lo cual consideraba que había sido acertado, pero que pudo haber sido un arma de doble filo.
Cuando terminamos le pedí que nos llevara a su apartamento. Lucía exhausto y tomando en cuenta lo bien que estábamos, probablemente tendríamos más oportunidades de ir al cine o de recorrer el centro comercial en el futuro. Hacía un mal día y me moría de frío, además, por lo que al final gané la discusión y nos dirigimos a su casa, dónde a penas entré fui por Megan y la sostuve entre mis manos, acercándola a mi rostro.
─Megan, linda, ¿cómo estás? Mami te extrañó.
Megan respondió cerrando los ojos y entrando en su caparazón.
Qué expresiva.
Cuando Loren volvió de su habitación dejé de acariciarla como a mi precioso y lo seguí de regreso a ella ante su inclinación de cabeza. Una de las condiciones de venir a su casa era ver la película que nos habíamos perdido en el cine por Netflix. Había dejado mi abrigo en el armario junto a la entrada, también mis botas y bufanda, por lo que caminaba descalza por el pasillo aún usando mi vestido. Loren iba dos pasos por delante de mí, así que no se dio cuenta cuando bajé el cierra a un costado y la prenda cayó. Seguí caminando normalmente después de eso. Mis pezones fruncidos por el frío, con ese vestido no acostumbraba a usar brasier, mis piernas cubiertas por la fina tela de algodón y mis bragas de encaje sintiéndose como demasiada ropa.
─Anabelle, ¿qué película me dijiste que era?
─Mmm, es mejor que escojamos otra, no recuerdo cómo se llama ─respondí permaneciendo detrás de él mientras se doblaba a sí mismo para encender el plasma frente a su cama.
─¿Soportarías algo de acción?
Asentí.
Toda la acción que quieras.
Al no escuchar respuesta Loren se dio la vuelta, quedándose de piedra cuando me miró semidesnuda en medio de la habitación. Habían pasado siglos desde la última vez que habíamos estado juntos o tenido algún tipo de contacto íntimo. Mi cuerpo lo necesitaba. Yo lo necesitaba. No podíamos hacerlo del todo aún, estaba en reposo todavía, pero el sexo era mucho más que un pene penetrando una vagina. Él me lo había enseñado.
─Anabelle...
Aplasté mis labios contra los suyos, llevando sus manos hasta mi trasero, hasta que cedió gimiendo y apretando mis nalgas con fuerza, presionándome contra él para que fuera capaz de sentir cómo se endurecía. Un jadeo hambriento escapó de mis labios cuando sus manos subieron y acunaron mis pechos, amasándolos hasta que se cansó del sabor de mi boca y bajó a mis picos. Eché mi cuello levemente hacia atrás para poder velo succionar y mordisquear. Su sonrisa cuando me atrapó mirando, uno de mis pezones entre sus dientes, casi logra hacer que me desmaye. Extrañaba tanto esto que obtenerlo de nuevo en cualquier dosis dolía por la manera en la que mi cuerpo pedía más y más, consumiéndose en el deseo.
─No sabes cuánto me moría por hacerte esto anoche ─murmuró presionando un gentil beso sobre una marca que dejó en mi seno derecho, la cual escocía de manera deliciosa.
─Puedo decir lo mismo ─dije llevando mis labios a su cuello.
Loren me dejó marcarlo durante el esfuerzo que le tomó tomarme en brazos y llevarme a su cama, donde me depositó con cuidado. Tras sacarse la camisa, volvió a posicionarse sobre mí permitiéndome sentir el calor de su cuerpo pasando del suyo al mío. Separé un poco más mis piernas para que estuviera completamente a gusto entre ellas mientras retomábamos la sesión de besos. Solté una débil exclamación complacida cuando llevó su mano al punto que nos unía, acariciándome por encima de mis bragas.
─Esto. ─Las apretó en su mano mientras sus ojos grises luchaban por mantenerse abiertos y enfocados─. No se puede ir o perderé el control. No quiero lastimarte. Es una auténtica tortura, lo sé, pero si queremos llegar a algo...
Asintiendo frenéticamente en acuerdo, lo acerqué de nuevo y seguí besándolo mientras empezaba a frotarse con fuerza en mi contra. Lo hacía tan lento y con tanta insistencia, dejándome sentir su longitud a lo largo de toda mi abertura, que no pude evitar mojarme más y más ante el recuerdo de lo que era sentirla dentro de mí. Mis jadeos se convirtieron en maullidos cuando volvió a torturar mis pechos con su boca sin dejar de frotarse en mi contra. Cuando llegué a mi primer orgasmo en toda la tarde fue cuando sus dientes se incrustaron con delicadeza, pero presentes, en una de mis aureolas. Mis pechos estaban tan sensibilizados por todo su trabajo en ellos que él se sintió tres veces más doloroso, pero seis veces más placentero.
─Anabelle ─gruñó─. Ha pasado tanto tiempo...
Completamente de acuerdo con él acerqué mis labios a los suyos para poder hacer de las mías mientras terminaba de recomponerme. Una vez pude pensar correctamente de nuevo, lo empujé levemente para que terminara boca arriba y yo montada en su regazo. Una vez logrado esto rompí nuestro beso y le ofrecí mi mejor sonrisa traviesa, la cual había estado ensayando en el camino hacia acá con el reflejo de la pantalla en negro de mi teléfono mientras él estaba ocupado atendiendo una llamada de negocios. Funcionó. Loren se relamió los labios en lugar de echarse a reír y contar más chistes sobre irlandeses.
─¿Qué tienes en mente, muñeca?
Mi respuesta fue un descenso de besos desde la base de su cuello, pasando entre sus pectorales, prestándole especial atención a su abdomen marcado. Estos se convirtieron en mordidas juguetonas cuando llegué a la zona poblada de vello por encima del botón de sus pantalones. Llevé mis manos a este, abriéndolo y cerrando, hasta que el mismo Loren se cansó y lo abrió el mismo, bajándolos junto con su ropa interior. Mis labios fueron inmediatamente a la gota de líquido preseminal brillando en la punta de su sexo. Hambrienta, lo lamí antes de tomarlo dentro de mi boca. Loren reaccionó enredando su mano en mi cabello y alzando las caderas para empujarse a sí mismo más profundo dentro de mi garganta, lo cual manejé bien luego de un rato de alcanzar ese equilibrio entre respirar, no vomitar, contener y chupar. Una vez logrado esto no hubo nada que lo detuviera de empujarse en mi boca una y otra vez, haciendo pequeñas pausas en las que acariciaba mi mejilla cuando le daba golpecitos en el muslo para indicarle que debía hacer una pausa.
─Mierda, Belle ─soltó cuando se vació en mi boca, lo cual tragué.
Una vez se recompuso, me eché hacia atrás del todo y me acurruqué contra su pecho. Fue entonces cuando alcancé el mando del televisor y se lo di. A duras penas lo había visto. Los botones eran mis enemigos ahora. Tras cubrirnos con una manta, Loren apagó la luz de las lámparas que colgaban del techo de su habitación con un interruptor junto a su cama y puso La teoría del todo, la cual estaba basada en la vida de Stephen y Jane Hawking. La historia como tal no me habría hecho llorar, pero Eddie Redmayne era un actor tan bueno, de entre mis favoritos, que no pude evitarlo. Loren hizo un buen trabajo consolándome cuando terminó hasta que me dio sueño y caí dormida acurrucada a su lado pensando en lo linda que era la vida para mí en este momento.
Lo había recuperado.
Creo que son exactamente las dos de la mañana, idk, ando perdida en el tiempo ;-; es lo que me pasa cuando escribo escenas eróticas.
Las amo.
Por cierto, ¿quiénes firmaron la petición de Mike? jaja
Mañana capítulo.
Entren al grupo de WhatsApp. Es una experiencia única.
Dedicación de otro capítulo a quién comente +
BAI.
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