Capítulo 36: El plan.
ANABELLE:
Mi estómago ardía, contrayéndose, cuando desperté, sumándosele a la desagradable sensación de mi cabeza a punto de explotar. La sostuve entre mis manos mientras me incorporaba sobre una cama que no era la mía, pero que conocía tan bien que incluso reconocería en otra vida.
─¿Loren? ─pregunté en un tono que sonó lamentable.
Lo extrañaba tanto. Lo quería tanto.
Mi labio inferior tembló. Probablemente mi llanto era producto de los efectos secundarios del alcohol que aún sacudían mi cuerpo. Era genuino, sin embargo, aunque me hacía sentir como una niña triste por haber perdido su juguete favorito, solo que en este caso en realidad estábamos hablando del amor de mi vida. Mi intención nunca había sido que me viera de esta forma. Rota. Loca. Alcohólica. Quería enseñarle la mejor versión de mí cuando nos reencontráramos directamente de nuevo, no esto. Lo había arruinado de nuevo.
─Al fin luces consciente ─gruñeron desde la puerta, sobresaltándome─. Han pasado a penas dos horas desde que te traje, pero es la primera vez que luces en tus cabales y me miras fijamente. Al parecer la idea de deslizarte por mi escalera en una tapa de cartón era más interesante que...
─¡Cállate! ─grité antes de tambalearme hacia él.
Su rostro lució en blanco, pero no mantuvo sus labios juntos.
─Mierda, pero creo que sigues ebria, ¿no es así?
Me paré frente a él, echándole un vistazo de arriba abajo con ninguna intención de esconder mi admiración. Usaba una sencilla camiseta de algodón y pantalones de pijama, sus pies descalzos. Lucía hermoso, lo cual no era ninguna sorpresa, solo que esta vez su apariencia me resultaba un poco tormentosa. La mirada en sus ojos no era completamente dulce, como antes, pero tampoco completamente indiferente. Podía ver que estaba luchando contra el mismo impulso que yo sentía, el de querer abrazarlo y nunca más dejarlo ir, en mis venas.
Pobre bebé.
Haría lo mismo que él y tomaría la mejor decisión para ambos.
─¿Anabelle? ─exigió, su voz tensa─. Respóndeme.
Mis labios se curvaron en una sonrisita.
─¿Cuál era la pregunta?
Sus puños se apretaron a ambos lados de su cuerpo mientras daba un paso hacia adelante, casi juntando nuestros rostros. Mi respiración se mezclaba con la suya y solo eso hacía que quisiera desmayarme de nuevo, pero fui fuerte y aguanté por ambos.
─¿Estás viendo fantasmas aún? ¿Todavía quieres lanzarte por mi escalera sobre una tapa de caja de zapatos?
Negué.
─No. En este momento hay otra cosa que prefiero hacer.
Su nuez de Adán se movió mientras tragaba.
─¿Qué? ¿Guindarte de un candelabro?
─No.
─¿Tomar un avión a Egipto? Estuviste hablando de eso en sueños.
Arrugué la nariz. ¿Por qué iría a Egipto?
─No.
─¿Entonces?
─Entonces voy a besarte, tonto.
Me puse de puntillas sin dejarlo responder, aplastando mis labios contra los suyos con fuerza, guindándome de su cuello cuando intentó apartarme. Cuando lo intentó por segunda vez murmurando mi nombre lo llevé al siguiente nivel saltando sobre él hasta que se dio cuenta de que si no me ayudaba a rodearlo con mis piernas las probabilidades de que terminásemos en el piso eran altas. Mientras me sostenía aproveché su momento de debilidad metiendo mi lengua dentro de él, insistiendo e insistiendo hasta que finalmente se rindió, besándome de vuelta.
Nunca, ni en un millón de años, habría estado preparada para el hambre con el que me correspondió.
─Belle ─gimió contra mi boca de nuevo, solo que esta vez con súplica, antes de iniciar una nueva ronda que me dejó jadeando por falta de aire y reconsiderando mis prioridades en la vida.
¿Primero iba besar a Loren o respirar?
─Eso fue tan bueno ─dije cuando nos apartamos un poco, sus manos apretando mi trasero, el cual ya no estaba dentro de mi pijama, sino bajo un lindo camisón de satén que dejé atrás cuando me fui.
El que no hubiese arrojado mis cosas debía ser buena señal.
─No sé si es sano de mi parte estar de acuerdo con la opinión de alguien que no está en sus cabales.
Lamí la comisura de sus labios solo para molestarlo.
─Podemos consultarlo con mi psicólogo, si quieres.
Loren hizo una mueca.
─Sobre eso... ¿crees que él estaría de acuerdo con lo que acabas de hacer? ─preguntó, lo cual me hizo reír imaginando la reacción de Alfred. Como mi nuevo amigo gay oficial su deber era apoyarme─. ¿No te prohibió someterte a estrés o algo?
─Lo menos que hago es sentirme estresada cuando me besas.
Relajada. Extasiada. Estresada no.
─¿No te excitas?
Mis mejillas se sonrojaron.
─Loren...
─Eso somete tu cabeza a estrés, Anabelle, aunque a tu cuerpo le guste. ─Me guió de vuelta a la cama. En lugar de posicionarse sobre mí y seguir besándome, sin importar que aún no pudiéramos estar juntos por el reposo, me dejó en ella. Estaba tan cansada que no protesté cuando me cubrió con una manta─. Duerme. Mañana hablaremos sobre lo que sucedió, lo cual no cambia nada. ─Apagó la luz de la lámpara─. Descansa.
Mis mejillas se mojaron. Las lágrimas salieron cuando se fue de la habitación con paso firme, la almohada ahogando mis débiles sollozos de agotamiento. Me sentía cansada.
Débil.
Pequeña.
Estaba luchando, pero nada parecía ser suficiente.
LOREN:
Salir de mi habitación fue sinónimo de tortura, pero era eso o perder una batalla de la que ya me consideraba vencedor. No podía caer de nuevo. No debía. Saboreando el sabor de su boca aún, me encerré en la habitación de huéspedes asegurando la puerta para que, de levantarse de nuevo, lo cual dudaba que hiciera, no pudiera venir. No confiaba en mí mismo si la veía de nuevo. Había estado a punto de sucumbir. A dos centímetros de caer en el precipicio.
Me decía a mí mismo débil por no haber dejado que Ryan fuera solo a buscarlas cuando Cleo envió el vídeo de ellas robando una tienda. Mientras Diego reía con ella, John aterrorizado enviando emojis de autos de policía, yo me vestía para ir por ella. No era solo la necesidad de sentirme bien conmigo mismo sabiendo que estaba bien, era algo más básico. Más primitivo. Algo de lo que no podía deshacerme por más que lo intentara.
Mi instinto de protegerla nunca se iría.
Estaba quedándome dormido por fin cuando un golpecito insistente en la puerta me despertó. No tenía intenciones de abrir si era Anabelle, en este momento ella era la representación del mal, pero lo hice al escuchar la pequeña voz soñolienta de Madison. Ella y los chicos se habían quedado con una niñera, una chica del primer piso que a veces les echaba un ojo mientras Anabelle y yo hacíamos cosas, a la que le pagaba bien por dejar de lado Instagram por una hora o dos.
─¿Tío Loren?
─Maddie, ¿qué haces despierta tan tarde? ─pregunté tomándola del suelo. Usaba un pijama rosa con corazones bordados. A penas podía mantener sus ojos abiertos─. Deberías estar durmiendo. Mañana tienes clase.
Me miró con el ceño fruncido.
─Estaba durmiendo, pero la voz de la tía Anabelle me despertó. ─Mi pequeña sobrina se abrazó a mi cuello─. ¿Nos lanzaremos de la escalera en tapas de cartón? ¡Yo quiero! Suena divertido.
─No ─respondí caminando hacia su habitación.
─¿Todo fue un sueño? Ahora que recuerdo mejor, tú y la tía Anabelle están separados y ella ya no vive en tu casa, sino con su papá, donde un idiota podría quitárnosla.
─Madison ─gruñí.
Esta niña.
─Tío Loren... ─murmuró cuando empecé a caminar─. No quiero dormir ahí. George se echó un gas, mamá dice que tiene problemas estomacales, y mi cama está debajo de la suya. ¿Puedo dormir contigo?
George, negué con una sonrisa, ese chico era mi héroe.
─Está bien. ─Pero Madison era mi primera sobrina, una Van Allen, y sencillamente no le podía negar algo cuando lo pedía tan dulcemente. Volví a llevarnos a mi habitación, donde la dejé en la cama y la cubrí antes de acostarme a su lado, mirando al techo a la espera de que se durmiera─. Descansa ─dije.
─No es así como funciona.
Alcé las cejas.
─¿No?
─No.
─¿Entonces cómo funciona?
─Debes darme galletas y chocolate caliente primero, aunque McDonald también me da sueño.
─¿Qué pasa con tu membrecía en el gimnasio?
No la quería traumar, pero ella vivía traumándome, así que este oficialmente era nuestro lenguaje. Madison no era una niña normal y había aprendido a aceptarlo.
─¿Me estás llamando gorda? ─preguntó mini Rachel.
─No, solo pregunto, no quiero que pierdas tu esfuerzo.
─El gimnasio hace bien su trabajo. ─Se movió junto a mí hasta quedar boca arriba también─. ¿Tío Loren?
─¿Dime?
─Te mentí. ¿Me perdonas?
Mis cejas se alzaron más.
─Tienes que decirme primero en qué me mentiste y luego te diré si puedo perdonarte.
─¿Por qué?
─Porque no puedo perdonarte por algo que, en primer lugar, no sé si hiciste mal. Hay de todo tipo de mentiras.
Como las que haces sin maldad para proteger a alguien que amas.
─Te mentí cuando te dije que no quería dormir porque George se echó un gas ─murmuró.
─¿Por qué no puedes dormir?
─Estoy preocupada por ti.
─¿Por qué?
Mierda. Ahora yo era el por qué de la conversación.
Madison soltó un suspiro.
─Porque sonríes, pero sé que estás triste.
Cerré mis ojos con fuerza, abrazándola.
─No te preocupes, Madison. ─Presioné un beso en su frente─. Todo se arreglará. Al final las cosas siempre resultan como siempre debieron haber sido.
En ese punto era donde estaba toda mi fe.
Ambos dormimos después de eso, Madison relajándose tras murmurar un está bien, mi mente vagando entre el sueño y la pequeña mujer pelirroja que dormía en mi cama. También en el hecho de que debía verme sorprendentemente patético para que hasta mi sobrina se diera cuenta. Definitivamente no era bueno en esto de finalizar relaciones amorosas, ¿pero podían culparme? Seguía considerando a Anabelle el amor de mi vida, solo que no era justo para ninguno de los dos que estuviésemos juntos.
Cuando despertamos a la mañana siguiente ella seguía en coma, por lo que fui a llevar a los chicos a la escuela y le dejé una nota en la cocina dónde le decía que le había pedido el favor a Rachel de llevarla a casa cuando despertara. Llámenme cobarde, pero realmente no podía soportar verla sin bajar mis defensas. Estar n la misma habitación que ella era algo para lo que no estaba listo. Una hora más tarde fui al trabajo, Ashley me saludó con una sonrisa cuando llegué, llevándome una indeseada sorpresa cuando entré en mi oficina y encontré a alguien ocupando mi silla. Alguien que se suponía estaba en un crucero alrededor del mundo con mamá.
─¿Qué haces aquí?
Lucius Van Allen sonrió colocando los pies sobre mi escritorio.
─Oí que has echado tu vida a perder.
Rechiné los dientes.
─Eso es resumir mucho la historia, ¿no crees?
─¿Cómo pudiste abandonar a la chica después de todo por lo que ha pasado? ¿Perder a dos de mis nietos no es suficiente dolor? ¿No pudiste al menos tener la decencia de esperar unos meses a que se repusiera y abandonarla como un idiota común? ─Apretó su mano en un puño─. ¿Todo el tiempo tienes que ser tan extremista?
Desvié la mirada.
─Lo dice el hombre que echó a sus hijas por no seguir las reglas.
─Nunca corrí a Rachel. Solo la amenacé porque no me parecía correcta la situación en la que se puso ─gruñó levantándose─. Y Marie se fue por sí misma.
─¿Eso es lo que te dices a ti mismo para aliviar tu consciencia?
Papá se terminó de acercar a grandes zancadas. Esta vez no aparté mis ojos de los suyos. No era mejor hombre que yo. Me había hecho a su imagen y semejanza, fallando en el intento debido a que éramos completamente diferentes, solo que con los mismos objetivos: cuidar a la familia, mantener el negocio, mirar hacia arriba, no fallar.
─Esos son asuntos entre tus hermanas y yo que, por cierto, ya están superados. Ellas me perdonaron y no vine a hablar de mí, Loren. ─Apretó mi hombro con fuerza─. Mierda. Ni siquiera vine a regañarte. La estaba pasando bien en el maldito crucero con tu madre. Mientras veía el océano sosteniéndola entre mis brazos como en el Titanic, sintiéndome joven de nuevo, pensaba en lo preparado que estoy para retirarme y en lo orgulloso que estoy de ti. Manejas el negocio como nuestros antepasados. El tataratatarabuelo Van Allen estaría orgulloso también. ─Por primera vez su voz no sonaba decepcionada o enfurecida, solo cansada─. Solo quiero saber por qué mierda decidiste cortar las cosas con Ana después de lo difícil que resultó que se adaptara a nuestro mundo.
Masajeé mis sienes.
─No dejé a Anabelle, papá ─confesé sentándome en uno de los muebles de mi oficina─. No de la manera en la que todos piensan.
Acepté el trago que me dio antes de sentarse a mi lado.
─Explícame eso.
Solté un suspiro antes de tomar la decisión de compartir mi secreto con alguien más. Lo había mantenido para mí mismo porque en esta maldita familia nada se puede esconder, pero Lucius era el único que no hablaba en el grupo de WhatsApp, por lo que debía ser la opción más segura.
─Lo hice mal desde el principio poniendo todo el peso de esto sobre mis hombros. La amo, pero si vamos a tener algo quiero que esté construido sobre cimientos de acero y estos definitivamente necesitan dos puntos de apoyo para soportar lo que tengo en mente, lo cual no es nada menos que lo que Marie y Rach tienen. Anabelle necesita aprender a quererse a sí misma antes de que nos podamos dar una oportunidad. Creí que mi amor sería suficiente, pero...no puedes hacer nada por alguien que se niega a ver lo que hay en el espejo cuando se para frente a él. ─Tomé un largo sorbo de bourbon─. Mi chica debe aprender a luchar por nosotros. Hacerle creer que está perdiéndome cuando en realidad sigo envuelto alrededor de su mejilla lució como la mejor opción para incentivarla.
Papá, que me observaba con los ojos abiertos como platos desde el otro sofá frente a mí, tomó un trago aún más largo.
─Mierda. Definitivamente no era la respuesta que esperaba.
─Tu hijo es oficialmente un hada de amor. Siéntete orgulloso.
Hizo una mueca.
─Creo que estás pasando demasiado tiempo con Madison. Hablaré con Rachel y la haré recapacitar sobre enviarla a un internado en medio de la nada ─murmuró─. Mi nieta es un peligro para la humanidad.
─Deja a Madison fuera de esto. Fue cosa mía. Dame crédito.
─Bueno, no es precisamente la idea más inteligente, pero...
─Funcionará. Ha hecho cosas tan fabulosas últimamente que creo que ya está llegando al punto que deseo. No sabes lo malditamente difícil que ha sido resistirme ─murmuré recordando las rosas en mi oficina, aún conservaba una de ellas, y las notas.
Los mensajes de buenos días que recibía siempre, menos hoy por razones obvias. Las barras de chocolate que llegaban al apartamento. El oso de felpa que encontré en mi habitación. Poemas y poemas adjuntos a mis facturas. Incluso tenía un pase para una tarde de masajes en la espalda en el spa.
Anabelle lo estaba haciendo bien.
Había aprendido del mejor.
─¿Y si se cansa de pelear por ti?
─Es exactamente a dónde quiero que llegue ─confesé─. Quiero que se ame tanto a sí misma que ese amor supere cualquier sentimiento que pueda tener hacia alguien más, incluyéndome. Con que uno de los dos ame al otro por encima de sí mismo tenemos suficiente.
Lucius suspiró.
─Tu plan suena un poco como la mierda. Pensé que saldría de aquí diciéndole a tu madre que todo está arreglado y que podemos regresar en paz al crucero, pero por lo visto no estás dispuesto a reconsiderarlo y simplemente volver con ella, ¿o sí?
Negué.
─Si un montón de personas en la calle diciéndome lo mucho que Anabelle me aman no me hicieron reconsiderar mi plan, ¿por qué crees que tú sí?
─Porque soy tu padre.
─Toda la vida he sido consciente de ello. ─Apreté el vaso aún más en mi mano─. Porque desde que tengo memoria cada día se ha tratado de complacerte o de vérmelas mal.
Lucius sonrió de esa forma retorcida que me hacía temblar cuando era un niño porque seguramente tenía algo en mente, como hacerme acabar un libro entero de problemas matemáticos en tres días o enseñarme a montar bicicleta directamente sin rueditas, mientras Rachel y Marie giraban con ellas a mi alrededor riéndose de mis caídas, y querer irme de casa de adolescente, lo cual por lo general terminaba en yo fallándome a cualquier chica de la escuela o manejando un auto a suma velocidad.
─Hijo, ningún padre es perfecto, yo no lo soy, aunque casi ─rió, lo cual verdaderamente me hizo enfocarme en él. En su nuevo bronceado. En su camisa de turista. En sus bermudas. En sus sandalias. Era la primera vez en toda mi vida que lo veía relajado. Quizás su padre ejerció la misma presión sobre él que él ejerció sobre mí─. Pero créeme en este momento. Sé que no he sido el papá más afectuoso o débil en lo referente a ti, en comparación a como he sido con tus hermanas, aunque en mi defensa eres el favorito de tu madre, así que...
─Ve al grano ─gruñí.
─Me he sentido complacido contigo desde que te sostuve en mis brazos, Loren. Lo demás solo ha sido intentar forjar en ti el hombre que siempre quise ser. ─Se inclinó hacia adelante para apretar mi hombro─. Quizás te tomó más tiempo del que esperé llegar ahí, pero lo vi cuando perseguiste a Rachel hasta acá, yendo en mi contra. Cuando protegiste a Marie del cobrador. Enamorándote de una chica por su corazón, no por nada más, y convirtiéndote en su compañero, no en un imbécil sin idea de lo que es verdaderamente estar con alguien. ─Se echó hacia atrás─. Algo por lo que he querido disculparme toda mi vida, también tu madre, es de no haber sido lo suficientemente afectuoso con ella frente a ustedes. Merecían un mejor ejemplo, pero nunca me ha engañado o la he engañado. No ha habido día en el que se sienta mal sin que yo lo sepa. No hay cosa que no me guste o me disguste sin que ella se dé cuenta. Somos un equipo. Valoro su esfuerzo en la casa tanto como ella valora mi trabajo, quizás por eso quería lo mismo para tus hermanas, y paso cada día de mi vida amándola a pesar de que prefiere un par de zapatos sobre hablar del clima. Y ahí está el secreto. Ustedes le pueden decir superficial, loca, estirada, yo digo que me casé con la mujer con los zapatos más bonitos en toda la habitación, porque no son solo zapatos. Es la marca. El color. El diseño. La temporada. La alineación de la luna con respecto al mar que invoca los chacras de sus tobillos y los hace lucir mejor. ─Una mirada cálida se instaló en su rostro mientras reía─. Es un montón de risas en nuestra habitación mientras ustedes dormían, de días preguntándome de dónde salió esta mujer que es capaz de hacerme reír después de un día de trabajo para ambos durante veinte años continuos. No hay noche que me duerma sin estar agradecido de tenerla a mi lado.
─Papá...
Mierda. No sabía qué decir. Esto era demasiado.
─Amo a tu madre y aunque no lo demuestre es algo que nunca negaría, así que no te llames a ti mismo marica, hada del amor, idiota o algo por el estilo por sentirte como te sientes hacia Anabelle. La amas. No te avergüences de actuar conforme a ello. Eres libre de arrastrarte, llorar o quejarte conmigo por ella tanto como quieras. ─Me sirvió más licor─. Con respecto a tu plan de mierda, que en realidad no es tan malo, no sé cómo le explicaré a tu madre que no volverás con ella.
─No puedes decirle ─dije enderezándome─. Le dirá a Rachel, Maddie oirá y le contará a Suzanne, la cual es una bebé, pero de alguna manera Marie leerá su mente y le dirá a Ryan, quién le pasará un mensaje a John preguntándole qué hacer porque es el fan número uno de Anabelle por venir de un barrio pobre como él, quién le dirá a Luz, quién hablará con Nathan durante la clase de yoga de Louise, quién terminará diciéndole todo de nuevo a Madison, quién asumirá que ya Anabelle sabe porque todo el mundo sabe y le enviará un mensaje cuando tome el celular de sus padres preguntándole si ya sabe la verdad y volvimos.
Papá, también acostumbrado a las mujeres de nuestra familia, asintió con suma seriedad.
─Lo sé. Guardaré tu secreto con mi vida.
─Gracias. Eres...
El sonido de la puerta abriéndose me cortó. Después de ello fue el impacto de dos personas contra el suelo. Ashley y mamá, quienes al parecer estaban escuchando todo a escondidas, me saludaron con una sonrisa incómoda antes de levantarse. La modelo lo hizo sola, tambaleándose sobre sus tacones antes de desaparecer en dirección a su cubículo de nuevo, pero mamá recibió ayuda de papá. Ella, al igual que él, olía a mar. Su cuello estaba rodeado con una cadena de flores. Usaba un vestido largo hasta el suelo de un vibrante color melocotón con tirantes delgados.
Mi vida se había terminado.
─Pastel de queso, ¿qué haces aquí? ─preguntó papá besando su mejilla─. Pensé que te quedarías en el hotel.
─Debía escuchar por mis propios oídos lo que mi bebé tenía que decir contra esas acusaciones tan nefastas en su contra. Sabía que no la dejarías tan cruelmente luego de perder a mi nieto, algo que lamento con profundidad. Verdaderamente quería eso para ti, Loren. Serás un papá estupendo. Tienes un instinto protector innato. ─Mamá se acercó y me abrazó con fuerza, apretando mis mejillas en sus manos─. Estoy de acuerdo contigo, preciosidad. Eres demasiado hermoso como para estar arrastrándote. Deja que la chica se fortalezca y luche, no es que tenga nada en contra de Anabelle, por ti. Ambos se lo merecen. Y no te preocupes. No le diré nada a nadie. Espero que tu plan funcione. ─Regresó al costado de papá luego de eso─. Luego la pasarán mejor. Anabelle te ama. ─Miró a papá─. Porque lo ama, ¿no? Se nota en la forma en la que lo mira, ¿pero quién no amaría a nuestro Loren? Es tan apuesto y ya es todo un hombre. Me recuerda a ti en tu mejor momento, Lucius, pero más hermoso debido a mis genes.
─Yo era más corpulento.
Mamá asintió.
─Tenías diez kilos de más que perdiste durante nuestro primer año de matrimonio debido a que empezaste a dejar de comer chatarra.
─Anastasia...
─Lulú, cálmate, ya estamos en esa etapa de nuestra vida en la que debemos contar nuestra historia. Ya tenemos nietos. ─Como si la invocaran, el teléfono de mamá sonó y una sonrisa alumbró su rostro─. Es Maddie.
Fruncí el ceño.
─Hace poco la dejé en el colegio, ¿cómo es que te puede llamar?
Las mejillas de mamá se calentaron.
─Bueno, yo...
─Le regalaste un celular, ¿no?
─No le digas a Rachel ─dijo mirándome con dureza─. Necesito mantener contacto con alguien de esta familia que verdaderamente me aprecie de vez en cuando y mi hija siempre está ocupada con algo cuando llamo. Nathan no me responde casi nunca y George es el único que responde el teléfono de la casa, ¡así que no impidas que tenga una relación con mi nieta!
─No lo haré ─dije─. No si tú no le dices nada a nadie sobre lo que escuchaste.
Mamá entrecerró los ojos.
─¿Me estás llamando chismosa?
─No, pero...
─Lucius, te espero en el auto. Mi hijo, por el cual dejé unas vacaciones alrededor del Caribe, me considera una chismosa. ─Apretado sus manos en puños a ambos lados de su cuerpo, salió, pero a los segundos volvió para fulminarme con la mirada─. Retracto lo dicho. Realmente espero que tu plan funcione, pero que en algún punto Anabelle se fije en alguien que te haga competencia para que aprendas a no tratar a las mujeres, en especial a tu madre, de esta manera.
Esta vez sí se fue, ante lo cual dejé escapar un suspiro de alivio a la par que una risa silenciosa. Papá jadeó. Lo miré con una ceja arqueada.
─¿Pastel de queso?
─Tu mamá se ahogó con uno.
─¿Lulú?
─No quieres saber la respuesta ─gruñó dirigiéndose hacia la puerta─. Tu mamá puede decir lo que quiera sobre lo feliz que estaba de vacaciones, pero la verdad es que los extrañaba, en especial a los niños, cada día. Creo que estaremos en la ciudad por un tiempo, al menos hasta que arreglen Dionish.
─Genial.
Simplemente genial. Maravilloso.
─Nos veremos por allí. Adiós, hijo.
Asentí en su dirección.
─Adiós.
Después de su partida hablé con Ashley, amenazando con despedirla si comentaba algo, a lo que respondió que ella no era ese tipo de persona. Como no tenía a nadie de mi familia cerca para comentarlo me calmé y volví dentro, haciendo todo lo que se suponía que tenía que hacer en tiempo record para poder tomarme la tarde libre y llevar a Mike a comer helado. Había pensado en pedirle a Kevin ir, también a Madison, pero algo me decía que el chico necesitaba una figura masculina con quién hablar, así que al final no lo hice. Llamé a Lena cuando se hizo la hora para asegurarme que le hubiera avisado a su maestra que el niño se iría conmigo. Ella contestó que sí, que había anotado mi nombre en un cuaderno en la dirección al dejar a Mike, y que nos veríamos más tarde en el hospital cuando me hicieran la prueba. Colgué luego de ello. Realmente no tenía mucho más que decirle. Las cosas entre nosotros habían estado tensas desde el beso en su cocina.
─Hey ─saludé al pequeño chico cuando entró en mi coche, el Ferrari soñado, con la misma gorra de siempre─. ¿Cómo estuvo tu día? Te vi esta mañana cuando llegaste, pero tenía que ir al trabajo... ─También estoy un poco indeciso sobre cómo enfrentar a tu madre, la cual no dejaba de mirarme como si quisiera comerme hasta lamerme los huesos─. Y no pude acercarme.
─Bien. Me gusta la clase de música. ─Dejó sus mochila en el posa pies tras abrocharse el cinturón, momento en el que arranqué─. Pensé que Kevin vendría con nosotros, ¿qué pasó? ─preguntó frunciendo el ceño.
─Pensé que sería mejor que disfrutaras de la experiencia del Ferrari por ti mismo. ─Su mueca de disgusto me tomó por sorpresa─. ¿No te apetece más apreciarlo en silencio?
─Me hubiera gustado más estar con Kevin.
Asentí.
─Podemos traerlo la próxima vez.
Mike me miró de golpe.
─¿Habrá una próxima vez?
─Claro. ¿Por qué no?
─Mamá y tú...
─Tu mamá y yo somos amigos. No te preocupes por eso.
─Bien ─gruñó─. ¿McDonald?
─¿No te gusta su helado? ─pregunté entrando en el autoservicio, donde compré dos conos de vainilla.
Mike afirmó─. Sí, pero pensé...
─La idea de esto es probar el Ferrari. Lo haremos en la carretera mientras comemos helado. Sujétate bien ─reí guiándonos a la autopista, dónde aceleré hasta llegar a ciento sesenta kilómetros por hora, punto en el que sus ojos, usualmente apagados, empezaron a brillar.
Eso me hizo sentir bien.
─¡Esto es increíble! ─gritó de una manera en la que verdaderamente sonaba como un niño de siete años, no un anciano amargado─. ¡Ve más rápido!
Cuando pasamos un camión y estuvimos solos en la autopista aumenté a ciento ochenta, pero de ahí no pasé. Tan rápido como llegamos a ese punto, esperé diez segundos y desaceleré. Luego lo mantuve veloz, pero sin violar el límite de velocidad. Mike se mantuvo inclinado hacia adelante todo el tiempo, mirando los autos pasar junto a nosotros, jadeando exclamaciones. Para cuando llegamos al hospital apenas podía sostenerse sobre sus propios pies debido a la emoción, así que lo ayudé a mantenerse estable sosteniendo su antebrazo. Su mamá nos esperaba en el banco de sangre y se levantó de su asiento con una sonrisa brillante en el rostro cuando nos vio, probablemente feliz de ver a Mike tan animado.
─¿Cómo te fue, nene? ─preguntó inclinándose para besar su mejilla. Usaba un vestido rojo ajustado bajo una especie de kimono negro que le quedaba bien. Incluso yo, enamorado como estaba de otra mujer, lo admitía. Lena se veía despampanante─. Te ves feliz.
─¡Fue estupendo, mamá, Loren conduce genial! ─Sus ojos marrones se enfocaron en mí─. La única queja que tengo es que nos hiciste comer en el auto. ¡Eso no se hace!
Una sonrisa se extendió por mi rostro.
─Tienes razón. Debo cuidar mejor mi auto si pienso regalárselo a alguien alguna vez.
Ahora su expresión era de felicidad pura, todo un contraste al lado de lo que había reflejado su rostro el día que lo vi en la camilla.
─¿Me lo regalarás?
Le robé la gorra colocándola sobre mi cabeza.
─Lo pensaré cuando tengas licencia para conducir.
─¡Mamá! ─Miró a Lena─. ¿Puedes conseguirme una?
Lena puso los ojos en blanco, ojos que, por cierto, querían llorar. La estreché contra mí sin poder evitarlo. Sentía por ella casi lo mismo que por mis hermanas. Había estado conmigo en momentos difíciles de mi vida animándome a ser yo mismo, queriéndome por lo que era así fuera como acostón o como amigo, así que simplemente no podía serle indiferente. Papá lo había dicho, tenía un instinto protector innato y ellos estaban solos, prácticamente crecimos juntos, simplemente no podía darme la vuelta y dejarlos por su cuenta. Quizás no sería el donante de Mike, pero si podía hacerlo sentir mejor de una manera que los fármacos no lograban, lo haría.
─Aún estás muy pequeño para eso ─dijo con una sonrisa.
─¡No puedo esperar hasta cumplir dieciocho! ¡Es demasiado tiempo! ─gritó haciendo que la sonrisa de Lena flaqueara, a lo que intervine al recordar que su tratamiento no estaba haciendo efecto como debería.
─Mike, tranquilo, vaquero. Hay un montón de cosas que tienes que saber sobre la vida antes de ponerte tras un volante ─lo calmé─. Como, por ejemplo, no gritarle a tu madre. ¿Crees que te regalaré un auto sabiendo que desafiarás a la autoridad? No, gracias, no seré responsable de darle un arma a un niño malcriado. Un gran poder conlleva una gran responsabilidad y toda la mierda.
─Loren, las groserías ─gruñó Lena pellizcándome el antebrazo.
─Lena, estoy dándole una lección de hombría a tu chico, lo siento por usar nuestro idioma. ─Miré a Mike─. ¿Comprendes por qué no puedes manejar un auto aún o tengo que darte más motivos?
Mike asintió.
─Esperaré.
─Bien. ─Miré hacia la enfermera que atendía a otro donador─. ¿Qué hay que hacer ahora? ¿Espero mi turno?
Lena asintió.
─Esperas a que te llamen. Ya te registré. Solamente tomarán una pequeña muestra de sangre. ─Sus labios se curvaron en una lenta sonrisa mientras apretaba mi brazo─. No te dolerá demasiado, lo prometo.
─Está...
─¿Profesora Anabelle? ─preguntó Mike con el seño fruncido hacia alguien tras mi espalda. Al darme la vuelta me encontré con Anabelle luciendo un lindo vestido suelto, a su lado Rachel y Marie, viéndonos con auténtico dolor. Específicamente viendo la mano de Lena en mi brazo─. ¿Qué hace aquí? Hice toda mi tarea. Espere, ¿usted aún trabaja en el kínder?
─No, estoy de permiso ─respondió forzando una sonrisa en su rostro para el niño, evitando mirarme─. Hola, Mike. Vinimos a hacernos la prueba. ¿Cómo está todo en el kínder desde que me fui? Los extraño mucho.
─Bueno... ─comenzó él, a lo que me di la vuelta para mirar entre Rachel y Marie, quiénes me alejaron de Anabelle y Mike. Lena había ido hacia el puesto de las enfermeras, probablemente huyendo de la incomodidad de la situación.
─John olvidó mencionar que la mamá del chico sigue enamorada de ti ─soltó Marie con una mueca─. Eso no cambia mi decisión de ayudar, sin embargo. ─Miró a Rachel─. ¿Cambia la tuya?
Rachel negó con horror.
─No, ¿cómo crees? Seguiré guardando el puesto de Nathan.
─¿Y a Anabelle la trajeron porque...?
Los ojos grises de mi hermana brillaron con furia.
─¿Porque el idiota que tengo como hermano la dejó sola en su casa sin un centavo? ¿Pidiéndome por mensaje que la buscara? ¿O tal vez porque estaba con ella gracias al que el idiota que tengo por hermano la dejó tirada después de impedir que Ryan la llevara de vuelta a casa, Dios sabe por qué motivo, cuando John llamó preguntándonos si nos haríamos la prueba? ¿O tal vez porque es tan buena persona que no le importa que la madre del niño sea tu ex y quiera ayudar? O peor, ¿será porque es tan buena, buena persona, que en realidad se hace la prueba simplemente porque sabe que ellos te importan y, por lo tanto, le importan a ella?
Bueno, Rachel tenía el poder de hacerme sentir como la mierda.
─Estoy reconsiderando mi elección de apoyarte a ti ─la secundó Marie antes de enrollar su brazo en el de mi hermana y alejarse en dirección a Anabelle y Mike, quiénes reían.
Gruñendo, intenté alcanzarlas, pero la enfermera gritando mi nombre me detuvo. Fui a que me hicieran la prueba sintiéndome nervioso, dudoso, por primera vez desde que elegí dejar a Anabelle. Tal vez, solo tal vez, estaba exagerando y ya era el momento de volver.
¿Qué sucedería si presionaba demasiado fuerte?
Negando, me retracté de dudar, este tiempo separados era más por ella que por mí. Debía encontrarse antes de encontrarme de nuevo. Yo estaría esperando. A la mierda cualquier cosa que hubiera o que diré en un futuro que le lleve la contraria a eso.
Hola, ¿cómo están?
Este capítulo fue largo, para las que me odien por los avisos que dejo y para que las que eliminan mi historia y dejen de seguirme se arrepientan.
En fin, las amu, no hice pregunta el pasado capítulo, así que estaré dedicando 3 para la próxima actu. A las 3 que más comenten.
Las amu.
Hasta pronto.
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