Capítulo 35: El unicornio.
ANABELLE:
Papá se tomó la noche libre para dejarnos la casa a mí y a las chicas a pesar de que le dije que no era necesario. Ya no era una niña o una adolescente con intenciones de esconder algo sus padres. Él ya tenía una idea de lo bochornosa y loca que era mi vida, así que realmente no me preocupaba demasiado por lo que pudiera o no presenciar durante nuestra improvisada pijamada. Tras colocar varias bolsas de dormir que conseguimos en oferta en un almacén en el piso de la sala, me levanté de un salto cuando lo vi salir de su habitación con un bolso y tecleando en su teléfono.
─Está bien si quieres quedarte ─le dije por última vez─. No tengo problema con eso, en serio.
Drago puso los ojos en blanco.
─No me voy por ti o tus amigas, Ana. Me voy por mí. Creo que los últimos días me has robado más masculinidad de lo que un hombre puede soportar sin que su pene caiga ─murmuró─. Prefiero ir a visitar un amigo. No es que tenga nada en contra de un montón de mujeres conspirando.
Bien. Eso lo podía entender.
En los últimos días me había estado ayudando con todo lo relacionado a Loren. Acomodando rosas a pesar de que se veía súper incómodo con ello. Acariciando mi espalda cada vez que me entraban ganas de llorar, escuchándome hablar de nuestra relación, o viendo películas románticas mientras comíamos helado de ron con pasas. Expuesto así lo entendía.
─Bien. ─Me puse de puntitas para besar su mejilla─. Diviértete.
─Eso haré. No he tenido nada de acción desde que vine a Brístol.
Alcé las cejas.
─¿Unos días es demasiado para ti?
Papá asintió.
─Las niñas me llaman.
Hice una mueca cruzándome de brazos.
─Bueno. Eso es algo que no necesitaba saber.
Una sonrisita se apoderó de sus labios.
─Lo siento. A veces olvido lo diferente que es tratar con mi pequeño ángel. Los chicos no tienen filtro. ─Me devolvió el beso antes de irse y, tras empezar a descender por las escaleras, gritar─: ¡No quemes la casa!
─¡Descuida! ─grité de vuelta cerrando.
Cuando por fin estuve sola me apoyé en la puerta y negué. Realmente no quería pensar en lo que haría esta noche o a dónde iría o si conocería a mi nueva madrastra, pero aún así la sensación de repulsión no desapareció de mi estómago hasta que me dirigí al estéreo y puse música a todo volumen, That's my girl de Fifth Harmony sonando, para bloquear mi mente y terminar de arreglar todo. Quería que fuera algo lindo, así que había ido por vino a mi viejo apartamento, donde tenía botellas y botellas del vino Van Allen, y vodka al supermercado. También había comprado frituras y galletas para picar. Rachel dijo que traería comida, pero no quería recibirlas con nada. Alisté todo en el mesón de la cocina. Encendí velas aromáticas alrededor de toda la casa e hice una torre con películas que podríamos ver. Cincuenta sombras de Grey estaba en la cima. Luz me había dicho que quería verla con nosotras para contarnos mientras tanto lo bien que se la había pasado recreando algunas escenas con John. Suponía que sería algo divertido, así que la había tomado del stand para adultos en la tienda de vídeo.
Cuando pensé que ya todo estaba listo, me di una rápida ducha y me coloqué mi pijama favorito: un enterizo de unicornio con un cuerno en el sombrero. El estéreo aún estaba encendido, por lo que fue toda una escena cuando las chicas llegaron con I know you're the talk of the town sonando a todo volumen. A penas abrí empezaron a entrar una tras otra sosteniendo bandejas de comida. Estaban Rachel, Marie, Luz, Natalie, la madre de Nathan, y Nathan. Este sostenía bandejas de comida puestas una sobre otra. No estaba usando su usual traje de negocios, como el de todos los chicos en nuestra vida, sino un jean y lindo suéter. Traía lentes de montura gruesa. Había dicho por el grupo de WhatsApp que Frodo, su perro, había chocado contra la mesa donde colocaba sus lentes de contacto. En el último año había tenido problemas de visión y ahora los usaba.
La manera en la que Rachel lo veía podía inspirar varios capítulos de mi novela.
─Hola, Anabelle, gracias por invitarnos ─dijo Luz besando mi mejilla. Llevaba una camisola rosa pálido que me hizo sentir estúpida por mi elección de atuendo hasta que dijo─: ¡Dios! ¡Amo tu pijama! ¿Dónde lo compraste? John y yo lo vimos en internet y desde entonces hemos querido uno. Lo pedimos en una tienda china, pero el envío se está tardando.
─Lo compré en el almacén ─reí abrazando a Marie, quién venía con una sencilla camiseta gris y pantaloncillos negros con... ¿plumas de cisne?─. Gracias por venir.
─De nada. Gracias a ti por no rendirte con Loren. Sé que en este momento parece que no haya nada que se pueda hacer y que lo mejor es renunciar, así que verdaderamente aprecio que luches por él. Lo merece ─dijo siguiendo a Nathan a la cocina─. Ambos ─añadió antes de estar lo suficientemente lejos.
Rachel me abrazó con fuerza.
─Te dije que traería la comida.
Rodé los ojos─. Olvidaste mencionar que sacarías a tu hombre de su trabajo para que le cocinara a un cuarteto de mujeres. ─La sonrisa no desaparecía de mi cara─. ¿Los niños?
─Están todos pasando la noche con Loren. Hablé con Madison hace un momento por videollamada. ─Hizo una mueca─. Al parecer secuestró el teléfono de Loren y se encerró en el armario, del cual no quiere salir hasta decida llamarte y arreglar las cosas, pero imagino que ya Loren lo solucionó. Es bueno con los niños.
Las comisuras de mis labios temblaron ante ese comentario.
Loren amaba a los niños, pero cuando los cuidaba no podía evitar convertirse en uno. Siempre tenía que meterme entre él y sus sobrinos para evitar que todo explotase, aunque ellos sí lo respetaban cuando jugaba al papel de la autoridad. La única a la que nunca había podido controlar era a Madison, pero esto se debía más al hecho de que ella y todas las mujeres de su familia eran su punto débil. Lo mismo le sucedía con Marie, Rachel y Suzanne, a quién no hallaba cómo regañar cuando entraba a su estudio y robaba sus bolígrafos. La linda niña de Marie y Ryan los coleccionaba. Incluso con Louise, la hija de John y Luz, era adorable colocándola sobre sus piernas y compartiendo su comida cuando se le acercaba.
─¡Miren lo que he encontrado! ─gritó Marie mientras venía hacia nosotras, una botella de vodka en su mano─. ¡Y es de uva! ¡Perras, sostengan sus vasos! ¡Beberemos hasta que no quede ni una sola gota de alcohol en Brístol!
Luz tomó la copa que le ofrecía, siendo la primera en beberse un vaso entero de licor como una vikinga. Tras ello eructó y nos miró a todas, rubor cubriendo sus mejillas.
─¿Qué? ─pregunté.
─Nada ─respondí tomando un vaso y bebiendo también.
El alcohol bajó por mi garganta sintiéndose como lava. Mi ceño se frunció cuando Rachel se negó a beber y en lugar de empezar a tomar chupitos con nosotras desde las ocho de la noche, se dirigió a la cocina para ayudar a Nathan. Rato después Natalie, su suegra, salió sosteniendo otra botella de vodka. Sus ojos brillaban, así que me pregunté qué tan rápido podía emborracharse una persona.
─¡Pequeña roja! ¡Estaba preguntándome cuándo sería la próxima fiesta! ¡No ha habido nada bueno en esta familia desde mi despedida de soltera y eso fue hace tres años! ─Me abrazó con su mano libre mientras que la otra llevaba la botella a sus labios. Usaba un sencillo pijama de satén rojo─. ¡Es momento de algo de acción! ¡Estos huesos se están oxidando!
─¡Mamá! ─gritó Nathan de la cocina.
─¡¿Qué?! ─gritó ella de vuelta luciendo genuinamente enojada─. ¡¿Suficiente no tuviste rompiéndome la pelvis cuando te tuve?! ¡¿Ahora también quieres negarme mis últimos momentos de juventud?! ─Me miró con una sonrisa cuando no obtuvo respuesta─. Debes estar feliz de no tener hijos que no te dejen respirar, Anabelle. Tienes toda una vida por delante que disfrutar.
Mi garganta se cerró por la emoción, no positiva precisamente, que su comentario me produjo, pero indispuesta a permitir que eso arruinara mi noche porque siempre habría alguien que lo mencionara, asentí y bebí otro chupito a fondo blanco.
Y otro.
Y otro.
Y otro.
Y como cinco más además de esos.
Lo siguiente que supe era que Marie, Luz, Cleo, vía Skype, y yo estábamos entrando en un club cercano a mi calle, en pijama, mientras Rachel dormía con Natalie en mi cama. El antiresbalante en mis pies sonaba a cada paso que daba, el sobrero de unicornio cubriendo parcialmente rostro, mientras entrábamos. Las luces del sitio eran lo único que captaba mi atención además de la gran cantidad de gente que nos rodeaba. No era el mejor lugar en el que había estado, pero tampoco el peor. Sin embargo, Marie había tenido que amenazar al dueño con hacer que le cortaran el suministro de alcohol para que nos dejaran entrar. No nos habían permitido el paso por nuestra vestimenta, lo cual entendía.
Pero lo logramos.
Bailábamos Revolution de Diplo en la tarima, junto al dj, saltando y revotando y dando vueltas. Imitábamos el estilo de Louise haciendo una rabieta, en realidad, pero se sentía tan increíblemente bien que ni siquiera pasó por mi mente parar hasta que fui tacleada por un mastodonte de seguridad que me sostuvo sobre su hombro.
─¡¿No sabes quién es mi esposo?! ¡Probablemente trabajas para él! ─gritaba Marie agitándose sin éxito─. ¡Suéltame o lo lamentarás! ¡Haré que nunca consigas empleo o un pase de esteroides de nuevo! ¡Estás en mi reino!
Luz no se quedaba atrás.
─¡¿No sabes quién es el cuñado del hermano de mi esposo?!
Al alzar la vista vi que sucedía lo mismo con Marie y Luz, por lo que me armé de valor y me removí sobre su hombro hasta que terminé sentada sobre su lomo, mis piernas apretando su cuello cada vez que intentaba quitarme, revelándome contra el sistema.
Ya no más Anabelle dulce.
Adiós a la Anabelle que se calla todo.
Hola a la Anabelle que pelea por lo que quiere como una amazona, lo cual era bailar hasta que el cuerpo aguante.
Lo segundo que supe después de ser depositada de nuevo en el suelo por el mastodonte domado fue que estábamos caminando por la calle, Marie con la frente en alto y expresión molesta, Luz sin parar de reír sosteniendo su teléfono con la cara de Cleo en él. Ella también reía sin parar, su cabello atrapado en rollos y su cara cubierta con una mascarilla.
─Ustedes son increíbles ─decía ahogándose con su propia botella de alcohol─. Es triste darme cuenta de esto estando tan lejos. ─Presionó su mano contra la pantalla, pero la quitó cuando no la pudimos ver. Hipó─. Rachel es una aburrida.
─Dijo que no tenía ganas de salir ─dijo Marie─. Pero probablemente Nathan encontró la forma de meterse en su cabeza después de casi cinco años de matrimonio.
─¡Cinco años! No puedo creer que el tiempo haya pasado tan rápido. ─Luz se detuvo apoyándose contra una pared, deslizándose después hacia el piso. Estábamos a una cuadra de mi casa o a cinco en sentido opuesto, no lo sabía─. Estamos viejas. Creo que llegó el momento.
Me incliné sobre ella evaluando sus ojos entrecerrados.
─¿El momento de qué? ─pregunté, aunque seguramente sonó más como alalkdjalkdjlajdllncdldkja.
Luz entendió.
─De tomar el elixir de la juventud.
Todas guardamos silencio a su alrededor hasta que nos pidió ayuda para levantarse y se dirigió hacia la única tienda abierta a nuestro alcance con decisión.
─Maldición. Esto se está poniendo bueno, ¡síganla! ─gritó Cleopatra desde el suelo, donde Luz la había dejado, por lo que la tomé y corrí detrás de Marie que corrió detrás de Luz.
Luz nos detuvo a todas antes de entrar a la tienda.
─El plan es el siguiente: yo seduzco al encargado mientras Marie y tú toman las botellas.
Marie eructó.
─¿Por qué tú eres quién lo seduce? ─Hablaba y se frotaba el estómago al mismo tiempo─. Te recuerdo que estás casada, además de que: ¿no era el elixir de la juventud lo que buscábamos? Por una vez pensé que habías propuesto algo interesante por hacer... no es que tenga nada en contra de mirarte pintar un desnudo de John.
─Marie, no seas ridícula, piensa ─respondió con indiferencia─. ¿Qué es lo que toman en común todas esas estrellas de cine? Y, por cierto, yo soy la que seduce porque mi hombre es el único que no es inseguro.
Marie puso los ojos en blanco.
─¿Lo mismo que los integrantes de alcohólicos anónimos?
─No, tonta. Juro que John es el único que me entiende ─gruñó apretando los puños─. ¡Comienza con A! ¡A!
─¿Alcohol? ─intentó de nuevo Cleo.
Arrugué la frente.
─¿Agua? ─pregunté.
El agua es vida. Tenía sentido que fuera eso.
Luz me miró como si fuera una revelación para la humanidad.
─Exacto, Anabelle, pero no cualquier tipo de agua. ─Hizo señas para que nos acercáramos¸ lo cual hicimos─. Agua con gas.
Todas, incluso Cleopatra, nos miramos entre sí, pero antes de que pudiéramos decir algo al respecto Luz estaba corriendo hacia la tienda. Cuando finalmente la alcanzamos ya se encontraba dentro haciéndole ojitos al hombre de la caja, un gigante tatuado que no dejaba de ver sus pechos dentro de su pijama para noches de pintar desnudos. Marie y yo nos miramos antes de entrar, yo tomando aire y guardando a Cleopatra en el bolsillo del pecho de mi pijama, girando la cámara para que pudiera ver.
─Esto está poniéndose bueno ─la oí decir.
La tienda estaba vacía salvo por nosotras, lo que significaba que teníamos que ser muy cuidadosas si queríamos que todo saliera bien y terminar viéndonos radiantes. Por qué simplemente no pagábamos era una pregunta importante, pero suponía que algo tenía que ver con el efecto del agua con gas. Robada debía ser más efectiva. Idk. Yo no era nadie para juzgar.
─Esta es... ¿creo? ─preguntó Marie sacando una botella de vidrio con etiqueta rosa.
La leí. Decía agua con gas saborizada. Negué.
─No. Tiene que ser agua con gas sin sabor.
─Mierda ─reía Cleo─. Y yo pensé que estaba loca. Esto va para Youtube. El unicornio y el cisne robando el elixir de la juventud que usa Angelina Jolie y Madonna. No me digan que no les advertí.
─¿Esta? ─gruñó Marie tambaleándose sobre sus pies sosteniendo una botella con etiqueta aburrida y azul, asentí, pero aún así Marie la abrió y le dio una probada.
─Esa es.
─¿Pero una es suficiente?
Lo pensé.
─Luz no dijo nada acerca de eso.
─Entonces creo que deberíamos llevar varias, por si acaso.
Sin darme tiempo de reaccionar, Marie bajó un poco el cierre frontal de mi pijama y dejó caer dentro las tres botellas, las cuales estaban frías y me hicieron saltar. Las acomodé en mis pies, donde medio podía evitar que se quebraran, mirándola con el ceño fruncido. Tenía que hacer malabares para evitar que el vidrio sonara contra el suelo.
─¿Por qué yo?
─Porque eres la única que está usando un disfraz con el que podrías ejecutar un robo masivo de electrodomésticos pequeños. ─También metió una bolsa de frituras y muchos chocolates─. Listo. Creo que eso es suficiente. ¿Quieres algo? ─Negué sintiéndome lo suficientemente inflada─. Entonces vámonos.
Tuve que caminar de puntitas para que nada sonara entre los estantes. Marie haló a Luz con una sonrisa hacia el cajero, que no dejaba de ver a Luz, y Luz se estrelló contra mí, lo cual ocasionó que mi estómago explotara, literalmente, debido a la presión que ejerció sobre la bolsa de papas. Sucesivamente se escuchó el sonido de las papas esparciéndose por todo mi pijama. Mis mejillas se sonrojaron cuando el hombre me miró con ojos como platos, pero lo hicieron aún más cuando abrió la boca sonando enfurecido.
─¡¿Te has cagado en mi tienda?!
La botella de agua con gas que Marie abrió y probablemente no cerró bien respondió por mí empapando el suelo.
─Yo... yo...
─¡Largo! ¡Borrachos de mierda que vienen! ¡Los odio! ─Agitaba su puño en el aire─. ¡Maldita la hora en la que abrieron esa discoteca! ¡Maldita la hora en la que nacieron sus dueños! ¡Maldita...!
Empujé a Luz y a Marie para que salieran. Corrimos por media cuadra después de detenernos en una esquina para beber el elixir de la juventud, Marie metiendo su mano en mi traje para comerse las papas. Reímos hasta que el estómago nos dolió, cayendo en el suelo, hasta que una camioneta negra se estacionó frente a nosotras. Sudor frío corrió por mi frente cuando la puerta del copiloto se abrió y un enorme sujeto con hermosos ojos grises bajó de ella.
─Anabelle ─gruñó Loren acercándose a grandes zancadas.
Mi último recuerdo de esa noche fueron sus manos extendiéndose para atajarme cuando me desmayé.
Me duermo :c
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