Capítulo 33: De la noche a la mañana.
ANABELLE:
Él no se convirtió en el amor de mi vida de la noche a la mañana.
Ni siquiera estuvo cerca de la noche a la mañana.
O tuvo mi número o algo por el estilo.
Pero él sí decidió que yo sería el amor de su vida de la noche a la mañana, solo así, sin considerar el impacto que esto tendría sobre mi vida ya establecida, es decir, que no me arrojaría a sus brazos porque sí o que estaría lista al estilo sopa instantánea. Lo nuestro era un caldo que tenía que cocinarse a fuego lento, todo lo contrario a las cenas de comida rápida a las que estaba acostumbrando. Y, ugh, no estoy menospreciando a otras chicas, realmente me siento bien con ellas sintiéndose tan bien consigo mismas que son capaces de disfrutar sin inhibiciones, hablo de mí. Tenía tantas inseguridades, aún las tengo, que podría clasificarlas en archivos. Inseguridades causadas por mi ex novio idiota. Inseguridades causadas por mi primer amor que no pudo evitar verme más que como su hermanita. Inseguridades causadas por mi madre, cuya manera de amar debería tener una definición propia en la RAE o ser un diagnostico en el manual de enfermedades mentales. Inseguridades causadas por un padre ausente sin explicación alguna. Inseguridades causadas por mis compañeras de trabajo que no utilizan relleno en el bra. Inseguridades causadas por los editoriales que nunca me buscaron.
Etcétera. Etcétera.
En resumen, era un caldo de pollo de semanas de preparación.
Pero mi chico es un valiente. Asumió el reto de que primero tendría que luchar contra muchos obstáculos con los ojos, los ojos más lindos que he visto, cerrados. No estaba disponible, no era la persona que más congeniaba con su mundo, mi madre lo odiaba, todos a su alrededor le decían no era correcto adoptar a la chica pelirroja del kínder de sus sobrinos y, como si fuera poco, lo rechacé varias veces antes de por fin incluirlo en la friendzone. Como si eso no fuera suficiente y necesitara más pruebas para enseñarme que iba en serio, también lidió con mi dolor cuando mi pareja de ese entonces me engañó. Incluso después de que le dije que sí aún era incapaz de creer y, por ello, apreciar que me había ganado la lotería con él. ¿Qué quieren que diga al respecto? Los humanos somos desconfiados. Eso no cambiará tan fácil después de veinte siglos de apuñalarnos por la espalda, sumen a eso mi expediente de personas que se alejaron por no ser suficiente y a otras que se quedaron para recordármelo, pero estoy de acuerdo con ustedes. No hay razón por la cual debí desconfiar en él. Hacerlo trabajar tanto cuando ya todo estaba dicho.
Era suya.
Pero aún así lo hice porque no creía en mí tanto como él.
Nunca pensé que podría ser suficiente para alguien.
─Bien, esto es interesante ─dijo mi nuevo editor luego de leer las primeras páginas de mi segundo capítulo sobre Loren y yo, una versión 0.2 del borrador que le regalé que trataría más sobre cómo recuperar su amor que de ganarlo─. Autopublicas, ¿no? Todo en línea. ─Asentí─. Me encanta cómo juegas con la mente del lector. Adoraría saber cómo haces para escribir algo con lo que muchos se sentirían identificados y a ti millonaria. Yo podría intentarlo. Hay muchos hombres de nuestra edad que no son tomados en cuenta para nada si no hay transacciones bancarias de por medio. ¡Después de que mi esposa me dejó solo he tenido unas cuantas citas con mujeres mayores que yo! También está el maldito problema de que te clasifiquen como tercera edad para todo, mierda, ¡yo aún puedo hacer fila! Podría escribir sobre eso.
Puse los ojos en blanco. Alfred estaba loco, a lo mejor esa era la razón por la que no había renunciado a él como psicólogo después de un par de sesiones seguidas en su consultorio.
Su locura me hacía sentir no tan loca.
─Pensé que esto se trataba de mí.
─Lo fue hasta que me abriste los ojos y me di cuenta de que estoy demasiado viejo para no tener el suficiente dinero para hacer todo lo que quiero.
─¿Cómo qué?
─Viajar a la luna.
Masajeé mi sien.
─Pero llevas siendo psicólogo toda la vida y lo amas, ¿no?
Alfred asiente─. Sí, sí, ¿pero de qué me sirve eso si no tengo recursos para cumplir con mi lista de cosas que hacer antes de morir?
─¿Me estás diciendo que siendo escritor te harás millonario de la noche a la mañana? ─pregunté conteniendo las ganas de reír.
Llevaba años escribiendo y recientemente era que podía decir que ganaba por ello lo suficiente para mantenerme mensualmente, nada lujoso y solo porque Loren se encargaba de mis gastos cuando estábamos juntos, que era casi todo el tiempo, por lo que podía ahorrar. Mis ahorros para ir de vacaciones a España habían crecido significativamente los últimos tres años. Ahora podía permitirme a mí misma cosas que antes no, como, por ejemplo, meter cincuenta ramos de rosas rojas a su oficina y acomodarlo todo al estilo Disney con ayuda de Ryan y el equipo de organización de eventos de Rachel.
─No ─respondió secamente─. Lo estuve pensando mejor los últimos cinco segundos y no, mi vida no es tan interesante y no tengo imaginación. Sé un montón de historias porque he estado oyéndolas desde que me gradué en mil novecientos noventa y tres, pero firmo contratos de confidencialidad. ─Soltó un suspiro─. Tendré que apegarme al plan B.
Alcé mis cejas.
─¿Plan B?
─Seré freelancer.
Me enfurruñé en el sofá. No quería preguntarle de qué demonios hablaba porque la palabra freelancer abarcaba mucho, quería que me curara para poder ir tras Loren, pero la curiosidad era una maldita.
─¿Específicamente?
─Me dedicaré a tener citas por internet. Encontraré una mujer rica que quiera adoptarme. ─Sonriendo a pesar de mi rostro en blanco, tomó su blog de notas─. ¿En dónde estábamos?
Retuve como pude el impulso de decirle que eso no funcionaría.
─Hablábamos de mi madre.
─Ah, sí, la que sí está loca.
Mi nariz se arrugó.
─No hables así de ella, no te ha hecho nada.
─Es parte de la razón por la que estás aquí y ya sé lo suficiente de ti como para decir que no eres una asesina en serie, perdóname por cogerte cariño y ser alguien que defiende a sus amigos.
Arrugué la frente.
─Eres mi psicólogo. No mi amigo.
─¿Mason sí puede ser tu amigo? ¿Es por la edad o porque ya vio tu vagina? Yo también fui Mr. Salud, solo que en una noche de borrachera con mis amigos en la universidad y quizás ni siquiera habías nacido. Además, una vagina no esconde los secretos más profundos de tu alma, los cuales, por lo tanto, él no conoce. Yo sí.
Mis mejillas se calentaron─. ¡Alfred!
─Me conformo con el puesto de amigo gay. No tienes uno.
─¡Tú no eres gay!
Una sonrisa se extendió por su rostro.
─Te sorprendería lo abierta que te deja la mente esta profesión.
─¡No quiero saber, por favor!
Mi psicólogo, alías, torturador, rió.
En momentos como este no sabía ni siquiera por qué seguía viniendo. Luego recordaba que había ido a un psicólogo de pequeña para lidiar con mis problemas de abandono, mamá me llevó unas cuantas veces, y lo incómoda que me había sentido. Había llorado toda la sesión y luego me había encerrado en mi armario a seguir llorando por horas, preguntándome dónde estaría papá y por qué no me quería con él. Con Al no era así. Me sentía completamente a gusto hablando de mis problemas con él, como si fuéramos viejos amigos.
─Está bien, está bien, continuemos hablando de Sophie, la... ─lo corté con una mala mirada─. La mujer que referiré a un psiquiatra si alguna vez pisa mi consultorio.
Solté un suspiro antes de retomar la conversación que se perdió cuando le enseñé lo que escribí esta mañana, era algo que hacíamos todos los días. Escribir también era una terapia y él quería hacerle seguimiento.
─Bien. Sé que en parte no tengo nada que reprocharle. Fue una buena madre en el sentido de que nunca me morí de hambre, siempre tuve un techo sobre mi cabeza y me ayudó a ser la persona que soy hoy académicamente hablando ─murmuré─. Así que la mitad del tiempo me siento culpable por aceptar que hay algo malo en ella o que me hizo daño de algún modo. No hay marcas físicas. ¿Sabes a lo que me refiero?
Alfred asintió.
─Mi interpretación de lo que acabas de decir es que ella es lo único que tuviste toda la vida y, por lo tanto, no pudiste compararlo con nada más y darte cuenta de que algo andaba mal, además de que tu mente justifica todo lo que te hizo por el hecho de que no te dejó. Eso es jodido, Anabelle. Es decir, si una persona el día de mañana te golpea, ¿lo justificarías solo porque no te abandona? Eso es lo equitativo a decirle gracias a un abusador, que es lo que has estado haciendo todos estos años, diciéndole gracias a tu madre por su conducta hacia a ti, dándole más razones a su cerebro para comportarse como lo hace. Tal vez esa es la razón por la que ninguna de las dos se dio cuenta de lo mal que estaban hasta ahora.
Afirmé.
Eso sonaba bastante creíble, pero bastante mal a la vez.
─Pensar en ello hace que mi pecho duela.
─Eso significa que tengo razón y lo sabes, pero es duro de procesar. ─Alfred se levantó para darme un vaso con agua, que bebí ansiosamente, antes de volver a su sitio y seguir con nuestra sesión─. ¿Cómo van? ¿Aún no hablan?
Negué.
─Hablamos por teléfono, pero no nos hemos visto en persona desde que papá volvió.
Alfred meditó─. ¿Crees que existe la posibilidad de que acepte venir contigo a una sesión? Sería bueno que hablaran.
Mis manos se hicieron puños.
─No creo que funcione. Ella ya pidió disculpas por lo que hizo, pero algo me dice que en el fondo sigue culpando a Loren por interferir en sus planes enseñándome que puedo ser querida y que, de no ser por él, todo habría sido perfecto. Está perdido.
Alfred frotó su barbilla.
─A pesar de eso me gustaría que viniera alguna vez contigo, aunque conocer a tu padre también sería interesante.
─Puedo pedirle que entre la próxima vez. Con él no hay problema.
Asintió─. ¿Qué hay de Loren? ¿Tu ex? Si me aceptas como tu amigo y lo traes... quizás pueda, solo si aceptas que soy más genial que Mason, hacerlo entrar en razón por ti.
Una sonrisa se extendió por mi rostro.
─No te preocupes. De él ya me estoy encargando.
La suya se desvaneció.
─Está bien, pero no sonrías así, lo asustarás.
Mi sonrisa se hizo más ancha, a pesar de su comentario, al recordar la segunda sorpresa que se llevaría Loren hoy. Papá y John, quiénes congeniaron muy bien, me habían ayudado para esto. Aún no me sentía preparada para dar la cara o atacarlo directamente, quedaban aún algunos temas que tratar con Alfred y quería estar segura de ofrecerle la mejor versión de mí misma para cuando llegara el momento, pero no permitiría que me olvidara.
LOREN:
Hoy no había ido a trabajar y me sentía un poco como la mierda por eso al recordar que esa había sido la excusa que le había dado a Anabelle para sacarla de mi apartamento, tener demasiado trabajo, porque Rachel, quién se negaba a aceptar que había ayudado a Anabelle a convertir mi oficina en una floristería, y Luz me habían pedido el favor de cuidar a los chicos mientras ellas iban de compras. John al parecer quería tener un día padre e hija con Louise, así que Kevin, Madison y George eran los únicos que estaban conmigo. Los fui a buscar a la guardería en la Hummer, mi respiración pesada cuando no vi a Anabelle. Madison y Kevin me esperaban en el estacionamiento con sus maestras, pero de todas formas tenía que bajarme para ir por George, así que no pude evitar cruzarme con Lena.
─Loren, hola ─susurró tomada de la mano con Mike, quién asintió en mi dirección sin mirarme a los ojos.
─Lena ─saludé─. Mike, hola, ¿qué tal estás?
El chico finalmente alzó el mentón para fulminarme con su par de ojos marrones. Peter estaría tan orgulloso.
─No hablo con mentirosos.
¿Qué...?
─Joder, Mike. Lo siento ─murmuré recordando que no había cumplido aún mi promesa de ir a dar una vuelta con él y Kevin─. He tenido algunos problemas familiares. Estuve en el hospital unos días y... rompí con mi novia. ─Esa era la verdad, en parte─. Ahora es que me estoy recuperando. ¿Qué te parece si lo cambiamos para un helado mañana después de que me haga la prueba de compatibilidad? John me dijo que ya él y Luz, al igual que algunos otros padres, se la hicieron.
Cuando terminé de hablar, mamá e hijo, ambos preguntaron al mismo tiempo:
─¿Terminaste con Anabelle?
─¿Te harás la prueba también?
Miré a Lena.
─Terminamos. ─Miré a Mike─. Sí. Me dijeron que nadie ha sido compatible. Lo intentaré. Nada pierdo. ─Mi atención se dirigió de vuelta a su madre cuando esta hizo un sonido nervioso, sus ojos azules huyendo de los míos─. Nos vemos mañana después de que salgas. Le diré a Kev y a Madison que vengan, ¿te parece? Solo que no podremos llevar el Ferrari entonces. Quería que fuera algo solo de chicos, pero el rubio no sabe guardar un secreto del amor de su vida y... si Madison se entera me cortará en pedazos.
Mike asintió tras tener la aprobación de su madre, escondiéndose de nuevo debajo de su gorra de béisbol.
─Está bien.
Sin dejar que dijera lo que sea que pasaba por su mente, comenzó a caminar hacia su auto hasta que ella murmuró una despedida rápida y tuvo que seguirlo. No aparté mi mirada de ellos, preguntándome por qué mierda Lena parecía tan nerviosa, hasta que se fueron. No la veía desde la noche que Anabelle apareció en mi puerta y no recordaba ni la razón por la que había estado allí en primer lugar. Lo único que recordaba era mi chica. De no ser por Marie no tendría ni idea de las cosas que había hecho ese par de días. Como, por ejemplo, caerme en el baño y quedar noqueado por horas. Decidiendo que mañana le preguntaría al respecto y, probablemente, me vería forzado a pedirle disculpas, me dirigí al salón de George.
Lo encontré comiéndose las galletas de un niño mientras este dibujaba en la pizarra, explicándole las vocales.
Lo tomé antes de que se diera cuenta, comiéndome una galleta también, y cogí sus cosas de un casillero con su nombre. Ignoré las recomendaciones de la cuidadora y nos llevé fuera mientras seguía metiendo su pequeña mano en el paquete sin saludarme. En el estacionamiento Madison y Kevin se acercaron corriendo. Abrí la puerta para mi sobrina y George, pero la cerré para el gordito con complejo de actor de Hollywood. Quería hacerle unas preguntas sobre Mike.
─No, amigo, tú vas delante. Necesitamos hablar de algo.
Sus mejillas se tornaron carmesí.
─Me obligaron a besar a Madison. ¡Yo no quería!
Mi. Cara. Perdió. Toda. Expresión.
─Estás jodidamente bromeando. ─Levantándolo del piso como si fuera un saco de patatas, abrí la puerta trasera y lo lancé dentro. No podría mantener mi mierda junta si lo tenía cerca─. George, por favor, repítele la norma de esta familia a Kevin mientras conduzco. Parece haberlo olvidado.
George, fiel, comenzó─. Los hombres hacen caso a todo lo que el tío Loren diga a menos que quieran perder sus pelotas ─dijo con mortal seriedad, su voz de niño pequeño haciéndome sentir orgulloso, repitiéndolo una y otra vez en su oído.
Era la primera frase que decía claramente.
Estaba por hacer un cruce para ir a casa cuando Madison habló sobre mi hombro, su cuerpo luchando contra el cinturón, asustándome como la mierda.
─Tío bonito, ¿por qué no comemos en el parque?
─Sobrina hermosa, ¿por qué no te echas hacia atrás en tu asiento y te conformas con jugar con las miles de cosas que me has hecho comprar? ─pregunté apretando el volante, molesto por casi haber chocado por su culpa.
─Por favor.
─No, Madison, ya preparé una merienda para ustedes.
─¡Cuántas veces tengo que decir que el pastel engorda!
─¡Deja de imitar a tu madre!
─¡Loren, eres un desconsiderado! ¡Paso mucho tiempo entrenando en el gimnasio para luego llegar a casa y que me engordes con pastel! ─continuó.
Quise pegarme un tiro. Pobre Nathan.
Últimamente lo empezaba a ver con otros ojos.
─Madison, por favor...
─¡No te hablaré! ─dijo sin imitar el toque de Reina Isabel en la voz de Rachel, pero aún así siguiendo el libreto.
─¿De casualidad has visto a tu madre tomar ácido fólico? ─pregunté con genuina curiosidad.
Eso sería la única explicación para lo del pastel.
─¿Las vitaminas? ─preguntó George.
Mis manos apretaron más el volante. Santa mierda.
No de nuevo.
Jodida Rachel. Pobre Nathan x2.
X3, en realidad.
─Tío Loren... ─murmuró Madison sin abandonar el tema, el infierno a penas empezando─. Ya entiendo por qué tía Anabelle te dejó. Eres un abuuuuuuuuuuuuuuuuurrido. Tía Anabelle es diveeeeeertida. Ella me habría llevado al parque.
─Ella no me dejó, yo...
─Quiero ir al parque ─dijo de repente George.
Traidor.
─Tío Loren aburrido, aburrido, aburrido ─añadió Madison.
─Tío Loren, ¿podemos ir al parque? ─preguntó mi hombre mientras su hermana seguía poniendo a prueba mi paciencia.
Lo miré. Él entendería.
─No.
Asintió, conforme, sabiendo que luego lo llevaría malditamente a la luna, solo que ahora mismo no era el momento.
─Yo creo que deberías calmarte, Madison. Si el tío Loren no quiere ir al parque, podemos ver una película en su casa. Nos divertiremos. Recuerda que está pasando por un momento difícil desde que tía Anabelle lo dejó. Quizás no está preparado para salir. Papá dijo que solo come helado y llora viendo telenovelas ─murmuró Kevin─. Y me siento mal. No hace un buen día. Preferiría dormir hasta que vengan por mí.
Alcé una ceja. Así que Kevin no quería ir...
Miré por el retrovisor antes de frenar de repente y dar la vuelta.
─He cambiado de opinión. Una tarde en el parque suena estupendo.
Mañana actu, depende, no olviden votar y comentar :(
Ganadora: RoselyMartinez ♡
Para ganar el siguiente, ¿qué creen que será la sorpresa de Anabelle?
Las amo.
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