Capítulo 32: Primera apuesta.
ANABELLE:
Cuando te acostumbras a pasar cada día de tu vida con la persona que amas, su ausencia es como un vacío en la habitación que no te permite concentrarte en nada más. Como si lo único que existiera fuera el recuadro de suelo bajo tus pies. Ya nada a tu alrededor tiene un verdadero significado salvo tú. Eres lo único que queda con la misma importancia de lo que perdiste.
La mitad que no se fue.
Tras terminar de escribir la última página de mi primer capítulo, miré el reloj encima de mi cabeza y me levanté de la silla, dirigiéndome a mi nuevo armario con prisa. Saqué de él un vestido escogido al azar y un abrigo. Usé medias, botas y una bufanda porque era un día frío. Ya era lunes y tendría mi primera cita con el psicólogo. Los días anteriores los había pasado en mi habitación encerrada escribiendo o saliendo a comer a la calle con Drago, viendo películas o compartiendo juntos de alguna forma. Aún no me acostumbraba a él ni estaba cerca de perdonarlo por haberme abandonado, pero era un buena compañía.
Lo encontré leyendo el periódico en nuestra sala. Estaba sentado en el sofá, las piernas dobladas, humedeciéndose la punta del dedo para pasar página. Usaba un polo y jeans, la misma ropa que usaría Loren para salir, y se veía bastante bien.
─Ya estoy lista ─dije aferrándome a la correa de mi bolso.
─Bien, pensé que tendría que sacarte en contra de tu voluntad. Nunca pensé que te gustaría tanto tu habitación. ─Una sonrisa tiró de sus labios mientras encajaba su brazo con el mío─. Luces hermosa, ángel. Me alegra ver que estás volviendo a florecer.
─Tengo el presentimiento de que lo más frío del invierno ya pasó ─le respondí devolviéndole la sonrisa lo más ampliamente que pude, una pequeña curvatura apenas perceptible por el ojo humano, mientras cerraba el apartamento con llave─. Estamos en esa época del año donde la primavera está derritiendo la nieve, los pétalos luchando contra su capullo, viviendo las secuelas, pero sintiendo la calidez de respirar sabiendo que sobrevivimos a lo peor.
Papá se detuvo para mirarme.
─Debiste haber sido una niña muy interesante ─murmuró, sus ojos verdes fijos en los míos─. Cuando tu mamá y tú iban al supermercado o hacían alguna cosa juntas, ¿de repente te ponías a soltar poemas? ¿Algo dedicado al rojo brillante de los tomates? ¿A las semillas de la sandía? ¿O veías a un perro pasar y le escribías algo solo porque te parecía tierno?
Mi sonrisa creció.
─Mamá quemaba mis cuadernos con mis historias. ─Drago se detuvo abruptamente de nuevo, pero lo insté a seguir caminando, algo que hizo a regañadientes─. Bien, no los quemaba, pero los escondía. No quería que me ilusionara con la idea de un príncipe azul. Me decía que tenía que trabajar más en formar un hogar y atenderlo que consiguiendo al amor de mi vida.
No dijo nada hasta que estuvimos dentro del auto, con el cinturón de seguridad puesto, y arrancó en dirección al hospital. No sonaba destruido, pero sí afectado.
─Tu madre no era así.
─¿No? ─pregunté con genuino interés.
No había conocido a otra versión de Sophie.
─No. Ella solía amar las películas románticas. Usaba vestidos como los tuyos y me arrastraba a todos los parques de atracciones con los que nos topábamos. Cocinaba lasaña cada vez que llegaba a casa. Jugábamos ajedrez frente a la chimenea hasta quedarnos dormidos. Reía con cualquier idiotez que saliera de mi boca así fuera el sujeto menos gracioso sobre la faz de la tierra. Te veía como si fueras su mundo entero. No te dejaba sola en ningún momento. ─Le bajó volumen a la radio─. No quiero que la odies, Anabelle. Es tu madre. Sé que no es una persona fácil y que te hizo pasar un infierno mientras crecías, pero... pero ella te ama y si decides odiar a alguien, ódiame a mí. Yo fui el que la convirtió en esto dejándolas. Ninguna de las dos tiene la culpa de nada.
─No. ─Mi cabello se movió mientras negaba─. Algo que entendí recientemente es que cuando te sientes responsable de una vida más, como realmente responsable, la pones primero. No la haces sufrir porque sientes su propio dolor como tuyo y viceversa. Si se hubiera tratado de un par de años o dos siendo algo que no debería ser conmigo estando dolida, lo perdonaría y eventualmente lo superaría, pero se trató de una vida entera. Una vida llena de días en los que pudo levantarse y finalmente dejar de castigarme a mí en tu lugar y no lo hizo. ─Miré por la ventana─. No te libero de la culpa. Sé que la lastimaste y jamás te perdonaré por eso porque también la amo, pero ella también pudo haber decidido buscarte y matarte, usarte como saco de boxeo o algo, sin ofender, en vez de pagarlo conmigo. Para mí los dos son culpables.
Papá asintió aunque noté su deseo de replicar.
Suspiré.
Eso había sido lo más cerca que había estado a sentir algo con respecto al tema de su abandono desde que lo vi. Mi mente y cuerpo seguían más interesados en Loren y en cómo recuperarlo. Luego de que lo tuviese de vuelta habría tiempo para lidiar con todo lo demás.
Llegamos al hospital al cabo de unos minutos de tenso silencio. Cuando estacionamos y salí, él ya estaba allí para sostener mi mano, sus hombros tensos. Se relajó visiblemente cuando la tomé. Tras preguntar en recepción por el número de consultorio de la psicóloga a la que me habían referido, nos dirigimos hacia allá. Cuando llegué ya me estaban esperando. Drago se quedó afuera y yo entré sintiéndome nerviosa, pero algo aliviada también. Quería superar esto y seguir con mi vida y finalmente había aceptado que necesitaba ayuda profesional.
O me habían obligado a tomarla.
─Hola, Anabelle. ─Un hombre en sus sesenta tomó asiento frente a mí. Había estado esperando en un cómodo sofá de piel a que saliera del baño─. ¿Cómo estás? Me llamo Damon Salvatore.
Mis ojos casi se salen de sus órbitas.
─¿Disculpa?
Mi terapeuta comenzó a reír.
─Lo siento, mi hija menor tiene más o menos tu edad, es quizás un par de años menor, y no deja de hablar de él. ─Se echó hacia atrás para mirarme, dejando su blog de notas a un lado─. Mi verdadero nombre es Alfred. Mi apellido está en la placa de afuera y en la referencia de Mason, por si no lo habías leído¸ si sientes curiosidad. Soy tu psicólogo. Estoy aquí para oírte. Además de eso no hay nada más que necesites saber sobre mí. El punto de esto eres tú ─dijo esto último excusando una tos con una sonrisa de disculpa.
─¿Qué hay del dato aleatorio de que tu hija menor es adicta a The Vampire Diaries? ─pregunté alzando las cejas.
Su frente se arrugó.
─Oh, bueno, lo siento, no tienes que ser tan arisca al respecto. Solo buscaba tema de conversación. No volverá a pasar. ─Me imitó alzando las suyas con insistencia─. ¿Entonces?
Mis mejillas se sonrojaron sin razón.
Me sentía tan desnuda. No físicamente hablando, aunque podría.
─¿Entonces qué?
─¿Cuál es tu problema?
La pregunta era directa, pero, sorprendiéndome, mi garganta, en lugar de cerrarse, se aflojó.
─Mamá difícil ─murmuré mirando el vaso con agua que me había ofrecido su secretaria, del cual había bebido.
¿Había consumido algo sin saberlo?
─¿Padre? ─preguntó.
─Ausente desde que cumplí cuatro años, pero hace unos días apareció. Ahora es mi compañero de piso. Estaba en el hospital cuando eso pasó, sufrí una segunda pérdida y no me dan esperanzas de volver a quedar embarazada a menos que me someta a un tratamiento, el cual también corre con el riesgo de no funcionar. Mamá no ha estado cerca últimamente. Supongo que no quiere verlo.
Alfred asintió, su rostro serio.
─¿Novio?
Mi labio inferior tembló.
─Rompimos hace unos días.
Decirlo en voz alta dolía.
─¿Cuánto tiempo llevaban juntos?
─Tres años.
─¿Comprometidos o solo saliendo?
─Solo saliendo. Él me pidió matrimonio y lo rechacé.
─¿Él sabía de tu problema para concebir?
Negué─. No hasta que supe que estaba embarazada por segunda vez. ─Me abracé a mí misma─. Realmente creía que eso de alguna manera afectaría la forma en la que me miraba.
Se inclinó hacia adelante luciendo genuinamente interesado.
─¿Cómo te mira? ─preguntó decidiendo obviar la conjugación en pasado de mi verbo.
Yo también decidí hacerlo. Tenía que ser todavía en presente.
─Como si una noche casualmente hubiera decidido mirar el cielo a través de un telescopio y, en lugar de estrellas, descubrió un nuevo planeta.
LOREN:
Susurra en mi oído.
Muérdeme el lóbulo de la oreja.
Dime cuánto me quieres, pero lo consciente que estás de que no puedes tenerme.
Ese era mi método cuando era un fuckboy. Ahora simplemente veía cómo una media de docena de mujeres pasaban junto a mi mesa intentando llamar mi atención y simplemente obtenían indiferencia. Todas eran hermosas a su mañanera. Algunas tenían buen cuerpo, otras cara de ángel, pero yo solo podía pensar en una. Una pequeña con cabello pelirrojo. Pecas. Senos dulces. Piel de porcelana. Buen culo. Un suspiró de añoranza escapó de mí. La distancia estaba matándome, pero era lo mejor. Eventualmente ambos los veríamos. Rachel, sacándome de mis pensamientos, gruñó hacia una de la media docena que derramó agua de la botella que estaba bebiendo sobre nuestro mantel.
─¡Lo siento tanto! ─exclamó, sus mejillas sonrosadas mientras su mano buscaba disimuladamente mi muslo por debajo del mantel cuando se inclinó para recoger la botella.
Lo moví para que no me tocara, pero no fue hasta pasados los cinco o diez segundos que se rindió.
─Por supuesto que lo haces. ─Usé mi voz baja bragas, lo cual solo hizo molestar más a mi hermana─. Tranquila. ─El conteo regresivo antes de que Rachel estallara empezó─. No me quejaré si...
─¡Loren! ¡Basta! ─gruñó, sus ojos llameando mientras se daba la vuelta para ver a la rubia que ahora la miraba con miedo─. Por favor, sigue tu camino. Estábamos en medio de una conversación importante aquí, además de que me parece desagradable que estés coqueteando con él cuando podría ser mi marido. Ten un poco de respeto al género, chica.
─Disculpa ─tartamudeó su víctima, ojiplática, antes de salir corriendo del restaurante tan disimuladamente como pudo.
Este tipo de intercambios resumía mi adolescencia.
─¿Una conversación importante? ─pregunté con una sonrisa.
─El futuro de tu vida amorosa es una conversación importante. Mis dedos pican. Quiero planificar una boda y tú eres lo único impidiéndolo ─dijo retirando un mechón de su cabello de su cara, fulminándolo con la mirada también por haber estado allí.
Por primera vez desde que estaban juntos sentí estima por Nathan.
─No quiero hablar del tema, Rachel.
Mi tono no admitía discusión.
Por supuesto, ella lo pasó por alto.
─Pero Loren...
─Tomé la mejor decisión para ambos.
─George pregunta si su tía Anabelle estará para su cumpleaños.
Me encogí de hombros. Para su cumpleaños aún faltaba más de medio año. Eso era solo una excusa para joder mi paciencia.
─Dile que la cabra aún no está en el rebaño, pero que es libre de entrar al corral. Él entenderá a qué me refiero ─murmuré terminando con mi filete de un último bocado─. Si eso es para lo que me citaste aquí... ─Eché mi silla hacia atrás─. No creo que tengamos nada más de qué hablar, hermanita.
Rachel me detuvo colocándose de pie también.
─No, Loren, yo... necesitaba tu ayuda en algo ─murmuró luciendo nerviosa, a lo que me tensé. ¿Por qué no se lo pedía a Nathan?─. Un bombillo de mi oficina no funciona y mi personal de mantenimiento está enfermo por un virus que cogieron todos en la... fiesta de graduación de la hija del conserje. ─Tomándome de la mano, sin darme jodido tiempo de procesar sus palabras, me arrastró fuera del restauraste tras lanzarle su tarjeta de crédito al gerente. Eran conocidos, suponía, o la tarjeta estaba a nombre del jardinero─. De verdad trabajar ha sido difícil. No tengo luz ─murmuró cuando terminamos en frente de su edificio tras hacerme caminar tres cuadras en lugar de tomar mi camioneta.
─¿Nathan? ─gruñí.
Creí que esta parte de la hermandad había terminado cuando se casó. Ahora él era su peluche. Aquí la única razón por la que lo había perdonado y dejado pasar, aunque haciéndole bullying de vez en cuando.
Él había tomado mi lugar como su esclavo.
Rachel de pequeña, a diferencia de Marie, era realmente cercana a mí. Realmente, sí, en el sentido de que me usaba para todo. No solo para patear traseros en la escuela, sino para ayudarla con los deberes. Ajustar su ventilador. Recoger sus juguetes. De lo contrario lloraría y me joderían a mí por molestarla. Lucius había creado un monstruo. Bueno, tres, en realidad.
Marie y yo no éramos precisamente santos.
─Está con Madison y George en su visita mensual al pediatra. Espera aquí ─dijo antes de desaparecer en el interior de su oficina, dejándome fuera. El sonido de vidrio roto me hizo fruncir el ceño─. ¡Maldición! ¡Cómo no puedo ver acabo de romper un florero! ─gritó mientras otro sonido de vidrio rompiéndose hacía acto de presencia─. ¡Otro más! ¡Por suerte son de cristal!
Toqué suavemente.
─Rachel, ¿estás bien?
Asomó su cabeza antes de abrir la puerta.
─No te preocupes. Son de cristal. No valen mucho. ─Me dejó entrar. Puse los ojos en blanco. Había olvidado que una de las paredes de su oficina no era de concreto, sino de cristal, por lo que toda la luz de afuera entraba. ¿Cómo demonios no veía?─. Eh, el problema es que cuando quiero hacer algún aplique en los adornos no soy capaz de ver lo suficiente ─explicó cuando le pregunté.
Abrí la boca para replicar, pero la cerré al pensarlo mejor. No tenía caso. Asintiendo, tomé el puto bombillo que me ofrecía y me puse de pie sobre una silla para cambiarlo.
─Rachel ─murmuré cuando saqué el anterior bombillo─. Esta mierda está rota. ¿Qué le...?
─¡Ah, Loren, aprovechando que estás aquí me gustaría que me ayudaras con mi nevera, no quiere enfriar lo suficiente ─dijo haciendo un puchero.
Con las manos hechas puños, lancé el bombillo viejo al cesto de basura y metí mi mano en el congelador, notando que, efectivamente, no enfriaba. Modifiqué la temperatura y el problema estuvo resuelto. Rachel separó los labios, su atención fija en el ventilador que funcionaba perfectamente sobre nosotros, su dedo peligrosamente cerca del interruptor, y me marché jodidamente lejos de su cámara oculta. Casi podía leer los comentarios en nuestro grupo de WhatsApp cuando todos vieran el vídeo.
Molesto como la mierda con ella por burlarse de mí, salí y regresé a mi camioneta. Los vellos de mi nuca se erizaron cuando vi una solitaria rosa sobre el capó. Teniendo un presentimiento sobre algo, la tomé y me dirigí de vuelta al trabajo. Cuando llegué y abrí la puerta de mi oficina, lo confirmé.
Todo estaba lleno de canastos.
No uno, no dos, no diez, no veinte.
Había alrededor de cincuenta canastos mi oficina, pétalos cayendo desde el techo de algún maldito modo y chocolates esparcidos por doquier. Dejando escapar el aire de mis pulmones, leí la carta que había en unos de ellos.
Te amo, Loren.
Lucharé por ti.
Porque fuiste mi mejor y definitiva apuesta,
Anabelle.
Tras parpadear varias veces y aceptar que esto no era un montaje, me senté en la silla tras mi escritorio, los pétalos cayendo sobre mi frente fruncida, pero mis labios temblando por las ganas de sonreír.
Esta no era el tipo de respuesta que había esperado de Anabelle.
Pero podía vivir con ello.
Solo tenía que recordarme una y otra vez los motivos por los cuales debía mantener mi decisión.
Las amo, pero me duermo, bai.
Ganadora: ilectxra ♡
Para ganar la siguiente: la que haga más comentarios :)
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