Capítulo 26: La esperanza, ¿un demonio?
LOREN:
Después de decirle toda la maldita verdad a Anabelle sobre cómo me sentía en estos momentos, algo que no debía ser bueno para el bebé, me duché y cambié a ropa de trabajo para encerrarme mi despacho por la maldita metedura de pata que acababa de cometer. Por más dolido que estuviera, aunque no me amara y eso me destrozase, nuestro bebé iba primero que nosotros.
Nuestro bebé.
Él o ella sería la manifestación física de que esto había valido la pena. Por él era que no podía soportar estar cerca de su madre en estos momentos.
Sintiéndome como la mierda de nuevo, algo común, abrí la página de una tienda online para cosas de bebés y empecé a pedir en línea un poco de todo. Una cuna blanca. Biberones. Cosas que había visto donde Rachel, pero que no sabía para qué se usaban. En el caso de que no nos mudáramos juntos tenía que preparar su habitación aquí. Estaba yendo por la sección de ropa, pidiendo cosas básicas sin sexo, cuando sus nudillos contra la puerta me llamaron la atención. Sabía que era ella porque Anabelle nunca era escandalosa. Siempre era tranquila con todo.
─Pasa ─murmuré cerrando la ventana del computador.
─Loren ─dijo entrando y rodeando el escritorio para acercarse. No me di cuenta de llevaba algo entre las manos hasta que se sentó sobre mis piernas, como solía hacer antes, y lo colocó sobre las suyas─. Lo siento tanto por todo el daño que esto te causó. La única razón por la que no te lo conté fue para no lastimarte. ─Tomó mi rostro entre sus manos. Permanecí inexpresivo ante sus lágrimas. Mi corazón me decía que era un imbécil por no consolarla, pero mi mente no dejaba de repetirme una y otra vez lo dolido que estaba con ella. Los hechos. No sabía qué hacer. Es jodido cuando tus sentimientos son controlados por dos entes diferentes. Me gustaría ser más inteligente o más idiota, en este caso─. Te mereces tanto ser padre. Eres tan genial. Yo solo... yo solo no quería que sufrieras tanto como yo en ese momento.
─No lo habría hecho ─dije, mi garganta seca─. Te habría tenido a ti para compartir ese dolor porque en eso consiste una relación, Anabelle. En compartir.
─Lo sé. Ahora sé que me equivoqué. Te subestimé. ─Su labios se acercaron peligrosamente a los míos─. Pero tienes que entender. Eres tan impresionante que me ha tenido que costar tres años acostumbrarme a la idea de merecerte. No hay nada especial en mí. No soy como tus hermanas. No soy tan fuerte o expresiva. O hermosa. Creciste rodeado de mujeres increíbles, como ellas, todas a tu alcance. ¿Por qué me elegiste a mí?
─Porque te amo.
El labio inferior de Anabelle tembló.
─Me amas ahora, pero en ese entonces, ¿por qué yo?
─Te vi y pensé que eras perfecta para mí.
Negó─. No, Loren. Me viste y pensaste que era perfecta para lo que querías. ─Acarició mi rostro con la palma de su mano─. Una familia. Viste a esta pequeña chica pelirroja jugar como tonta con un montón de niños en el patio de un colegio y pensaste, ¿por qué no? Era perfecta para ti en ese entonces porque pensaste que ambos queríamos lo mismo. ─Peinó mi cabello hacia atrás─. Entonces cada cosa que hiciste desde entonces fue comprarme. Comprar mi amor. Muchos dicen que no es posible, pero Dios sabe que sí. El detalle es que no muchos se dan cuenta de que la moneda de cambio no es el dinero o los regalos. No. Son las acciones. Con cada acción tuya compraste un pedacito de mi corazón. Me enamoré de ti, estúpido. ─Sollozó contra mi pecho, momento en el que me permití a mí mismo extender la mano y acariciar su cabello, aplanándolo contra su espalda─. Pero seguí creyendo que me querías para darte lo que todo el mundo a tu alrededor tenía. Estaba bien con eso porque eso significaba ser algo para ti.
La forma en la que sus palabras caían sobre mí tenía un montón de efectos. Por un lado quería matarme por ser tan jodidamente idiota y no haberlo visto, de nuevo, la magnitud del problema entre nosotros. Esto iba desde el principio y se trataba, más que todo, de la maldición de Anabelle de darlo todo por sentado y analizar más de la cuenta.
Así como ella debió decirme lo del bebé, yo debí haberle dicho muchas más veces lo fuerte que la amaba por lo que era, no presionarla por un futuro que ahora mismo se desvanecía entre nuestros dedos.
─Lo eres todo para mí ─murmuré contra su mejilla.
Se giró.
─Eso lo sé, ahora, ¿pero cómo crees que me sentí cuando pensé que ya no tenía lo único por lo que me querías? ─Mi pecho dolió deseando haber estado allí para sacudir sus hombros─. La idea de perderte es tan dolorosa que apenas puedo respirar. Imagina cómo me sentí cuando verdaderamente pensé que podía suceder. Eres el amor de mi vida, Loren. Cada segundo antes de ti, cada error, estuvo destinado a encontrarte, pero incluso en eso me equivoqué. Al principio pensé que me encontraste tú. Ahora veo que nos encontramos mutuamente. ─Enredó sus dedos con los míos─. Pero en la lucha por no perderte eso fue lo que hice, ¿no? Esto es como estar cruzando un puente sin nada de qué agarrarte. Te empujé tanto en la dirección contraria para evitar que te cayeras que terminé lanzándote por el otro lado.
Me quedé jodidamente sin aliento.
Hablaba precioso. Con tanta fuerza.
Esto era lo que había necesitado. Por lo que malditamente había rogado día y noche: por una muestra de que a ella le importaba tanto esto como a mí.
─Ana...
─Pero te voy a recuperar. Haré lo que tenga que hacer para que volvamos a estar juntos. Esta vez solo nosotros. Sin promesas que no sabemos si podemos cumplir. ─Como si su cuerpo lo rogara de la misma manera que el mío, se inclinó un poco más y presionó nuestros labios juntos. Fue un beso casto. Pequeño. Compartimos más aliento que labios, pero fue el mejor que habíamos vivido hasta el momento. La electricidad seguía fluyendo de ella hacia mí sin importar qué tanto lo habíamos jodido─. ¿Eso te parece bien?
─Me parece perfecto ─dije, por primera vez en días, semanas, sintiéndome completo de nuevo.
Anabelle me dio una de esas sonrisas.
De esas por la que me enamoré.
─Bien. ─Me enseñó lo que traía. Un pequeño cuaderno desgastado que nunca había visto en mi vida. Tenía en la portada escritura árabe─. Esta es nuestra historia. La empecé a escribir cuando te ibas al trabajo en mi habitación en Dubái. Lo tomé de tu biblioteca. Sé que no es lo mismo y que nada remediará el dolor que te causé negándote estar ahí para mí, pero... pero con esto puedes tener una idea más amplia de mis sentimientos sobre ti o de cómo fue perder a nuestro bebé. ─De nuevo acarició mi mejilla─. Puedes estar con la Ana que se equivocó pensando que no la amabas lo suficiente y decirle idiota.
─No ─gruñí.
Su ceño se frunció.
─¿No?
Negué.
─No.
─¿Por qué no? Pensé que era una buena idea. ─Sus mejillas se sonrojaron─. ¿Lo pensaste mejor y decidiste que no eres capaz de perdonarme? ─Ahora sus ojos verdes se llenaron de pánico─. Loren, yo... yo lo intentaré lo más duro que pueda. Al menos dame algo de tiempo. ¿Hasta que nazca el bebé? Si durante ese tiempo no puedo recuperarte, entonces...
La callé con un beso.
─No, Anabelle. Incluso equivocada como estabas en ese entonces... ─La imité acariciando un mechón pelirrojo que se pegaba a su mejilla y metiéndolo detrás de una de sus orejas─. Eras mi Belle. Eso nunca cambiaría. Incluso si un día despertaras y decidieras dejarme, seguirías siendo tú. No vuelvas a decir que no eres especial, porque lo eres. Hay algo en ti que me obliga a mantenerme cerca. Quizás los demás aún no lo vean, pero yo sí. Brillas para ti misma, sin necesidad de cegar a los otros, y eso es lo que más amo de ti. Me dejaste ver. Notar que hay un mundo alrededor de nosotros que no puede ser ignorado. Me quitaste el sufrimiento de tener que lidiar toda mi vida con alguien que me de dolor de cabeza por acapararme solo para ella.
Anabelle volvió a hacer ademán de llorar, pero se resistió abrazándose a mi cuello e inhalando mi aroma con fuerza, tomando todo de él como yo había tomado del suyo cuando apenas se acercó. La estreché contra mí. Mi chica estaba volviendo. Pronto podríamos bromear y discutir sobre cualquier estupidez de nuevo, terminando en besos. En unos meses volvería del trabajo y la encontraría aquí, en mi casa, con mi bebé. Seríamos una familia.
Y pasaría cada día de mi vida haciéndole saber que no era por eso que la amaba.
─Te amo ─lo dijo como si tuviera que oficializarlo para mí.
─Te amo también, Belle ─respondí, confirmándolo para ella.
Ya no había dudas.
─¿Qué es eso? ─preguntó tras un rato de abrazarnos en silencio, señalando la pestaña de cosas para el bebé. No pude omitirlo. El nombre del enlace era Papi, cómprame─. ¿Estás comprando cosas para el bebé sin mí?
Me congelé al sentir su tono herido, aliviándome al verla sonreír. Nuestro bebé era un tema delicado. Lo amaba y quería como nada en el mundo, pero... ¿y si Anabelle lo perdía? Ella puede entenderlo ahora, saber que la amaba a ella, pero entre saber y bloquearse pensando que quería más una imagen enmarcada repleta de niños que a ella eran cosas diferentes. Si ella lo perdía no quería que pensara en sí misma como menos ante otras mujeres, tampoco, o que decidiera obviar el hecho de que solo por respirar era mucho más para mí que cualquier otra.
No quería que sufriera y no quería perderla. Punto.
─No he comprado nada aún. Todo está en el carrito.
─¿Puedo ver qué compraste? ─Asentí llevando el ratón a la barra, maximizándola para ella─. ¿Lencería para amamantar? ─rió viendo mi selección de compra.
Me encogí de hombros.
─Incluso tu Loren deprimido tenía esperanzas de que todo se arreglaría.
─Seguía siendo un pervertido, querrás decir.
─Como si no disfrutaras de ello.
─¡Loren! ─Sus risas eran alivio. Profundo alivio. Quitaban un enorme peso sobre mis hombros─. ¿Qué más compraste? Quiero ver, cariño. Baja.
─De todo ─dije enseñándoselo─. ¿No te gusta algo?
Anabelle negó─. Me gusta todo. Pídelo, pero no compres más. Haremos el resto cuando el bebé nazca. Quiero usar un probador con él. No quiero que entre en nada que no le parezca cómodo.
─¿Ya sabes qué será?
─No. No lo sé.
─¿Crees que pueda ser una niña?
─Mi instinto me dice que lo será, pero no quiero menospreciarlo si es un niño. Estaré igual de feliz con cualquiera de los dos. ¿Tú?
Moría por una pequeña Belle, pero estaba bien si era él.
Hacía un excelente trabajo con George.
─También estaré feliz con lo que decida escupir tu vagina. ─Anabelle empezó a reír con fuerza, así que la abracé más fuerte contra mí. Sentía miedo de despertar si todo esto era un sueño─. Bueno, eso sonó como que lo menosprecié. Lo siento, bebé. ─Acaricié su vientre─. Papá de verdad no cree que seas algo que pueda ser escupido. Eres una bendición y cuando salgas serás tratado como tal.
Mi corazón dolió por la forma en la Anabelle que me miró.
Había tanto amor en sus ojos que solo con ellos podría poner alto a una guerra.
─No sé cuántas veces tenga que decírtelo antes de que me tomes en serio de nuevo, Loren, pero te amo. ─Se acurrucó contra mí y cerró los ojos, preparándose para dormir─. Me gustaría hablar más, pero anoche no dormí bien y me hiciste una mujer embarazada. Recuperarte también me dejó cansada.
Acaricié su cabello.
─No me perdiste. Solo estaba molesto.
─Te herí.
─Ya pediste disculpas por eso.
─Nunca será suficiente ─murmuró quedándose dormida.
Belle permaneció sobre mí hasta que estuve seguro de que ya no estaba en este plano, entonces me puse de pie y caminé con ella en brazos hacia nuestra habitación. La coloqué en mi lado y me acosté con ella unos minutos, viendo lo hermosa que era, contando las pecas de su rostro.
Lo siento, Sophie, estoy de vuelta, reí para mis adentros cuando vi a la mujer asomarse por la puerta, mirándonos con expresión molesta antes de retirarse.
─Nena... Anabelle, Lena me invitó a almorzar con ella y Mike ─le dije, intentando despertarla creyendo que algo de tiempo fuera de aquí le vendría bien, al recordarlo. Debía estarse volviendo loca en estas cuatro paredes─. ¿Quieres ir? Creo que ella y tú se llevarían bien.
Belle se hizo una bola más apretada con las sábanas.
─No, ve tú, yo no quiero ir.
─¿Estás segura?
─Sí. No me molestaré. No tiene sentido después de la conversación que tuvimos. Los terceros nunca han sido un verdadero problema en nuestra relación, sé que me amas a mí. ─Abrió un ojo lentamente. Luego el otro─. Iré la próxima vez. Llévale dulces a Mike. Le gusta el chocolate. Me cuentas cuando regreses cómo está. He tratado con niños enfermos en la guardería, así que trata de mantener temas de conversación a parte de su enfermedad tanto como puedas. Eso lo aprecian mucho. Cáncer no es lo único que son.
─Eres la mejor ─murmuré inclinándome para besarla.
Anabelle me respondió con una sonrisa antes de volver a cerrar sus ojos. No me moví hasta que estuve seguro de que estaba dormida de nuevo. Me levanté y la arropé con otra cobija, luego aumenté la calefacción de la habitación, antes de irme. También disminuí la del resto de la casa, que parecía un horno por Sophie, antes de irme. Dejarme en la quiebra por costes de luz era su manera de vengarse. En el auto, tras verificar por mensaje que Lena y Mike hubiesen vuelto del hospital, llamé a John para disculparme por haberlo hecho perder un cuarto de millón de libras.
─No te preocupes, bro ─respondió con música de fondo, de la cual se empezó a alejar─. Tenías más. Luego de que te fuiste Nathan se emborrachó porque tocaste su punto sensible, algo que te agradecería que no volvieras a hacer, e hice otras apuestas con él. Me hice dos millones más rico. ¿Puedes creer que aplicando su mierda estadística pudo decirnos quién ganaría cuatro de cinco? Ryan tuvo que sacar sus nenas a pasear porque querían jodidamente matarnos ─rió─. Fue una buena noche. De nuevo, gracias por invitarme. ¿Cómo está Anabelle?
Por supuesto que lo fue.
─Está bien. Ya lo estamos solucionando.
─Entonces no fue una buena noche solo para nosotros.
─Bueno, no del todo, cuando los dejé fue porque vi a Lena, la mamá de este niño Mike que va al kínder de Madison y Kevin, gritándole a una ambulancia porque no la dejaban ir con ella. Mike estaba dentro. Nosotros nos conocemos de antes. Somos amigos de Cornwall. ─El recuerdo de ello aún me hacía estremecer─. La ayudé. La llevé. ¿Cómo no podía haberlo hecho? Ella está sola en el mundo porque su padre también murió de cáncer. Necesita amigos. Nosotros como que somos buenos en eso. ¿Por qué diablos no decirle a alguien que lo necesita que no está solo? No pierdo nada.
─Hiciste bien. ─Hubo una pausa─. ¿Qué tan cercanos son?
─Bueno...
─¿Anabelle está bien con eso?
Suspiré.
─No le he dicho los detalles.
─Deberías. Los problemas de comunicación joden todo. Lo sabes por experiencia. Diablos, no entiendo qué mierda pasa con ustedes. No aprenden. Eres testigo de que Ryan y Marie estuvieron privándose a sí mismos casi... una década por no sentarse y hablar y aquí vas tú cometiendo el mismo error.
─Una batalla a la vez, por favor.
─El amor no da tregua, Loren. Te dejaré tranquilo porque no es mi maldito asunto y entre menos personas interfieran en tu relación, mejor, pero tienes que contarle toda la maldita historia a menos que quieras otro estúpido drama innecesario ─dijo─. En fin. ¿Qué tan grave está Mike? ¿Sabías que fui voluntario en un hospital infantil en la India?
No, no lo sabía, pero eso no me sorprendía. John había viajado por el mundo de grupo en grupo después de salir de la escuela, dedicándose a encontrar su verdadero yo o una mierda por el estilo.
─No, ¿qué hacías?
─Lavar platos.
─¿Y qué tiene que ver eso con Mike?
Soltó un largo suspiro.
─¿Por qué siempre es tan difícil hablar con ustedes? Juro que Luz es la única persona inteligente que conozco ─gruñó como si de verdad lo creyera, lo que estaba seguro que sí hacía─. Durante mi tiempo como voluntario en la India presencié varios actos. Algunos ilícitos. Algunos tan puros como el agua. Uno entre la mitad de ellos eran las filas que hacían los integrantes de una misma familia para saber si alguno podía ser donante de médula. Incluso llevaban a sus vecinos. A veces encontraban un donante en alguien que ni siquiera era cercano a la familia. La prueba es fácil, solo toman un poco de saliva de tu mejilla, o te extraen un poco de sangre. El asunto de la donación es un poco más serio, pero nada realmente riesgoso.
─¿Qué me estás queriendo decir con esto?
─Kevin es amigo de Mike. Me ha hablado de él. Mike estaba en la fiesta de Madison porque le pedí a Rachel que lo invitara ya que, como viste, es un año mayor que los chicos. Yo sí no tengo nada que perder. Me haré la prueba y seguramente Luz también la hará. Tú también puedes hacerla si quieres. Llamaré a Lena. Creo que está en el grupo de los padres del club de actuación. Le haremos saber que no está sola ─murmuró tan rápido que apenas fui capaz de escucharlo─. Puede que ninguno sea el donante, pero lo intentaremos. Si no funciona con nosotros tal vez estimulemos a alguien más que lo sea a intentarlo o sirvamos de ejemplo. Nada perdemos probándolo, toda operación tiene un riesgo, pero un posible resultado podría ser ayudar a curar la enfermedad de un niño que juega en el parque con mi hijo. Lo amo, pero Kevin está obsesionado con ser actor y los niños se burlan de él. Si puedo ayudar a que no pierda uno de sus únicos amigos, lo haré.
Apreté mis manos en el volante, la emoción obstruyendo mi garganta. Estaba convirtiéndome en un marica. Lo sabía. Pero la vida te hacía eso. Maldición. Puto John. ¿Por qué tenía que ser tan malditamente noble?
─Está bien. ¿Quieres que le diga a Lena o lo harás tú?
John medio escupió algo que debía estar comiendo.
─¿Hablas con ella?
─Lo hago desde ayer. Tiene mi número y en este momento estoy estacionado frente a su casa para almorzar.
─Joder. Bueno, no le digas nada. Yo lo haré luego de hablar con Luz. Estamos en la clase de manejo de la ira de Louise.
─¿Tu hija tiene problemas de ira? ¿Qué es esa música estridente?
John rió.
─No, pero Luz no quiere que los tenga y viene después de su clase de yoga, así que la metimos. La música es para que salten, hagan berrinche y se drenen. Louise solo come palomitas en el suelo mientras Luz intenta hacer que salte o grite. O algo.
No supe qué decir a eso.
─Bien.
─Pero creo que esta será la última vez que la traiga.
─Por favor.
John rió antes de colgar gritando─. ¡Louise, grita como lo hará el tío Loren cuando Ana corte sus bolas! ¡Así, oye! ¡Aaaaaaah!
Y juraba haber oído a Louise gritar un poco.
Me bajé del auto que había escogido pensando en Mike, un clásico Ferrari rojo, con sus chocolates en mano. Esa había sido la llamada de teléfono más larga que había tenido en toda mi maldita vida, pero la expresión en el rostro de Lena cuando John la llamó después del almuerzo diciéndole que él, Luz y los demás se harían la prueba para Mike valió la pena. Estaba llorando. Sus lágrimas eran pequeñas gotas de esperanza bañando su rostro. No pude apartarla cuando se acercó para abrazarme.
─Gracias, Loren.
Arrugué la frente.
─¿Por qué?
─Por tener personas tan geniales rodeándote y traerlas a mi vida y a la de Mike ─sollozó─. Si alguno de ellos puede ser su donante... Dios. No quiero llenarme de esperanzas vanas. El NMDP tiene registros de miles de donantes y ninguno ha sido compatible con Mike, pero... pero la ilusión está ahí. Eso es algo que no tenía antes de volverte a ver.
─De nada, Lena, pero no es por mí que lo están haciendo.
Ella subió el rostro para mirarme, pelo negro yendo de sus hombros a su espalda con el grácil movimiento.
─¿Ah, no?
─No. Mike es amigo de Kevin. Kevin es hijo de John y Luz. Son personas increíbles. Estoy seguro de que ellos se habrían hecho la prueba por sí mismos si hubieras mantenido una larga conversación con ellos en algún momento, cosa que seguramente habrías hecho porque aprecian a Mike por apreciar a Kev. ─El gordo y pequeño canalla haciendo de las suyas, de nuevo. Solo esperaba que no se acercara a Madison más de la cuenta hasta dentro de tres décadas, por lo menos. E incluso entonces tendría que pasar sobre mí─. Mike es el chico increíble de la historia. No yo.
Ella negó balanceando su cabello, algo que solía amar.
Ahora solo podía pensar en que estábamos demasiado cerca. En que eso me hacía sentir incómodo. En que no debía ser así. No estaba correcto. Pero no era lo suficientemente asno como para empujarla. No a ella. Una mujer que había sufrido demasiado ya.
─¿Cómo puedes estar tan ciego?
─¿Qué...?
Antes de que pudiera preguntar a qué mierda se refería¸ sus labios se estrellaron contra los míos, la puerta de la cocina se abrió y mi teléfono celular sonó, todo al mismo tiempo, sin permitirme realmente entender lo que estaba sucediendo hasta que Mike gritó.
─Mamá, ¿por qué besas a Loren si es novio de la profesora Anabelle? Eso está mal.
─Mike... ─susurró Lena.
─Fue un error ─dije rápidamente─. Tu madre se tambaleó un poco y cayó sobre mí.
Mike junto las cejas.
─No soy un bebé. No entiendo por qué todos piensan que lo soy. El abuelo me dijo que sería el hombre de la casa cuando él no estuviera. Me lo escribió en su carta ─gruñó bajando su gorra con el símbolo de Ferrari para cubrir su rostro─. El viaje queda cancelado. Ya no quiero dar una vuelta contigo en tu auto deportivo. Puedes irte de mi casa. Gracias por los chocolates.
─Mike, no tienes que privarte de salir con Loren por un error que cometí. No... no debí caerme sobre sus labios. ─Lena ahora estaba llorando─. Lo siento. ─Me miró─. Sé que la amas. Yo... solo he estado sola por tanto tiempo ─murmuró para nosotros, sus ojos azules llenos de devastación─. Lo he arruinado, ¿verdad?
─No, podemos ser amigos, pero no esperes más que eso ─dije la verdad apretando su hombro. Luego fui y me arrodillé hasta que mi rostro quedó por debajo de la gorra de Mike─. Tu madre cometió un error, Mike. No volverá a suceder, pero no tienes por qué sacárselo en cara. A veces los sentimientos confunden a las personas y los hacen hacer cosas estúpidas. Ella tiene un montón de sentimientos por ti, tantos que a veces no recuerda que hay más. Debemos ayudarla con eso, ¿sí? ─Mike, con su pequeña mandíbula apretada, asintió─. Me caes bien. Esto no impedirá que seamos amigos. Hablaré con John para buscarlos a ti y a Kevin para ir a dar una vuelta en el Ferrari después de clases, ¿te parece?
Mike, de nuevo, afirmó con tanta seriedad como la podría tener un niño.
─Muéstrame cómo manejas, yo te mostraré quién eres ─citó a alguien, probablemente a Dominic de Rápidos y Furiosos, imitando a Kevin.
Suponía que esa era su manera de decirme que no confiaría en mí hasta verme conducir o le demostrara que no era un mentiroso.
Afirmé─. Me parece bien.
Después de verlo dirigirse hacia el pasillo y desaparecer en su habitación, me enfoqué en su madre.
─Pensé que estabas enamorada de Arthur.
El color desapareció del rostro de Lena.
─¿De qué hablas? Él es muy mayor para mí.
Suspiré. Quizás ellos ya sabían caminar juntos a través de la mierda juntos, pero no tenían ni idea de nada más a parte de ello. Tal vez Ana y yo estábamos excelentes en comparación. O eso pensé hasta que me dirigí a casa, llegando quince minutos después, y la encontré en el mismo lugar en el que la había dejado, pero no de la misma manera. Sophie no estaba por ningún lado. Había tenido un mal presentimiento de mierda desde que vi su nombre en la pantalla de mi teléfono.
─¿Ana? ─murmuré haciendo la sábana a un lado─. ¡¿Ana?!
─¿Loren? ─preguntó enderezándose, sus manos frotándose contra su rostro─. ¿Cómo te fue en tu almuerzo? ¿Le pasó algo a Mike? ¿Por qué estás tan alterado?
Tragué mientras la emoción obstruía mi garganta. La atraje a mí antes de que pudiera ser capaz de verlo por sí misma con el plan de llevarla en brazos todo el maldito camino al hospital si era necesario. No era tan ciego como para tener la esperanza de que nuestro bebé se hubiese salvado con la magnitud del sangrado que había visto debajo de ella.
─Lo siento, nena ─susurré contra su cabello cuando finalmente se dio cuenta y empezó a llorar como nunca antes había escuchado a alguien llorar.
Sin esperanzas.
Rota.
Y yo no había estado ahí.
Dedicaré el nuevo capítulo a la opinión más larga sobre este capítulo.
Las amo.
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