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Capítulo 23: Tragedia inminente.

LOREN:

Llegué a casa a las dos y media de la mañana. Mi Lamborghini se encontraba aún estacionado donde Ryan. A penas sus esposas comenzaron a llamar preguntando a qué hora llegarían, media hora después de que Marie volviera del recital de Suzanne y sacara la mierda fuera de mí por dejar a Anabelle sola en el hospital, John y Nathan me trajeron antes de volver con sus familias porque estaba tan malditamente borracho que no podía sostenerme sobre mis propios pies. Me ayudaron a entrar en el departamento y a subir las escaleras para alcanzar habitación, la cual se sentía en el otro extremo del planeta. Mientras me empujaban para llevarme al segundo piso, maldecía en mi inconsciencia cualquiera que haya sido mi pensamiento cuando pedí hacer los escalones tan jodidamente extravagantes. A penas recobrara al completo mis capacidades mandaría a construir una rampa.

─Maldición, Van Allen ─gruñó el marido de mi hermana cuando por fin llegamos a la puerta de mi alcoba─. Pesas demasiado.

Debilucho.

─Deberías ir al gimnasio con nosotros ─continúo John─. Mañana tomaré un panfleto para ti. La pasamos bien allá. Debes ver a Ryan bailar ─se burló─. No sé por qué no te lo habíamos preguntado antes.

Nathan empujó la puerta con su hombro.

─Porque no sabíamos que estaba tan gordo.

─¿Loren? ─Su linda voz soñolienta consiguió que moviera uno de mis dedos. Había olvidado que ella estaría aquí─. ¿Nathan? ¿John? ─La luz encendida hizo que parpadeara. Sus pasos aproximándose solo lograron que mis músculos se tensaran. Mi cuerpo la quería cerca, mi corazón lejos y mi mente estaba ausente. No sabía cómo jodidamente reaccionar. No podía hacerlo, de todos modos. Borracho como estaba a penas lograba entender lo que decían─. ¿Qué pasó? ¿Qué hora es?

─Son casi las tres de la mañana ─respondió John empujándome dentro de la cama─. Tu hombre está casi inconsciente de alcohol, pero no lo culpamos. Está pasando por un momento difícil.

─Yo... ─empezó a decir, pero Nathan la cortó.

─Sé buena con él, Ana. En verdad está destruido.

─Intentaré arreglarlo. ─La desolación en su voz me llenó de deseos de protegerla, lo que solo logró que me molestara conmigo mismo por tener tan poca dignidad. Era el maldito perro faldero de Anabelle─. No sé cómo lo haré, pero lo conseguiré. Lo amo.

─Lo sabemos, chica ─la animó John─. Estamos de tu lado.

Nathan tosió.

─Admito que no tenía tanta fe en ustedes cuando empezaron. Pensé que Loren sería un idiota y te rompería el corazón en algún momento. ─Hizo una breve pausa─. Nunca me vino a la cabeza que sería al revés. ─Abriendo uno de mis ojos, vi cómo ambos se despedían abrazándola. Enojado con Anabelle o no, me habría molestado como la mierda si no supiera cuán enamorado estaban de sus propias mujeres. Llevaba a mi hijo. Ella seguía siendo mía─. Si necesitas algo de ayuda puedes llamar. Estaremos aquí en un segundo. ─Apretó su hombro─. Cerraremos al salir. Adiós, chica.

─Hasta pronto, Anabelle ─se despidió John.

Los escuché irse después de eso. Segundos o minutos luego, sentí sus manos trabajar en mi cinturón y luego bajar mis pantalones. Mi erección no ayudó en lo absoluto. Se tardó un poco con ellos por lo grande que yo era en comparación a ella, pero le fue mucho más fácil con mi camisa y saco. Una vez estuve desnudo, mi pene duro apuntando hacia el cielo por sus atenciones, lo que odié por lo débil que eso significaba que era, el colchón se hundió junto a mí. Sus dedos viajaron a mi cabeza. La arrastró, forzándome a moverme para no ser decapitado, hasta que la posó sobre sus muslos. Sus dedos cepillaron mi cabello. Mi garganta se contrajo. Habían pasado meses desde que Anabelle me había tocado así. Desde que tenía una pequeña dosis de esta versión de ella que adoraba. De la dulce, transparente y preciosa chica que me robó el aliento.

La amaba tanto.

Esa era la razón por la que su golpe dolía tan jodidamente fuerte.

─Lo siento mucho. ─Una de sus lágrimas cayó en mi mejilla. Mi mandíbula se contrajo. En otras circunstancias saber que lloraba habría jodido mi mente. Ahora me importaba una mierda, pero no porque estuviera enojado, sino porque ebrio como estaba no podía hacer nada al respecto más que intentar que palabras como basta o cálmate salieran de mi boca─. Te amo, Loren. Lamento no habértelo dicho como debería. ─Sus labios presionándose contra mi mejilla se sintieron cálidos en contraste con mi temperatura fría─. No te lo dije para protegerte. Solo... solo sabía cuánto lo querías. No quería ver esa mirada de decepción en tu rostro. Te mereces todo lo que quieras. Has sido tan bueno conmigo. ─Besó mi frente─. Ahora sé lo equivocada que estaba, cariño. Lo siento ─sollozó─. Me muero por besarte justo ahora.

Mi garganta protestó por mis esfuerzos para hablar.

─Hazlo.

Se separó abruptamente, la cortina de cabello deshaciéndose.

─¿Qué... qué?

─Hazlo ─repetí─. Mañana seré un idiota, Anabelle. Bésame ahora.

Su labio temblaba mientras asentía, las lágrimas inundando sus hermosos ojos verdes, y bajaba lentamente de regreso a mí. Abrí la boca para permitirle a su lengua entrar. Estaba demasiado cansado para llevar el mando y, en el fondo, sabía que la pasión entre nosotros terminaría siendo más fuerte que el alcohol y que si decía darle rienda suelta a mis instintos, no solo nos besaríamos. La discapacidad producto del alcohol desaparecería una vez estuviéramos lo suficientemente cerca. Necesitaba sentirla aunque fuera un poco, sin embargo, así que accedía a algo que mi orgullo no me permitiría una vez pensara con claridad.

Su sabor me noqueó como un tsunami. Era tan dulce. Tan tierna. Era mi Belle de antes. Acaricié las puntas de su cabello con mis dedos mientras ella sostenía mi rostro quieto para conectar nuestros labios con comodidad. Sonidos guturales escaparon de mí. Gimió cuando mordí su labio inferior con mis dientes, lo que solo me encendió más. Tal vez había sido una mala idea. Tal vez no me podría controlar. Tal vez el dolor que sentía en el pecho era nada al lado de mi obsesión por ella. Tal vez el que me hubiera traicionado de estar forma solo era un pellizco en nuestra relación. Tal vez aún nos unía más que nuestro bebé, diablos, sabía que lo hacía. No podía dejar de amarla de un día para otro.

Mi libido bajó en picada.

El bebé.

Yo no podía hacerle absolutamente nada. Mi bebé, nuestro bebé, estaba en peligro. Jadeando, la aparté y me alejé lo más que pude. No me había quedado lo suficiente para saber si teníamos permitido o no tener sexo, pero apostaba que no. Apagué la luz tras luchar para hacer que mi brazo se moviera. La escuché llamarme y sollozar, pero solo cerré los ojos y me dejé llevar.

ANABELLE:

Se suponía que no debía moverme de la cama, pero mamá estaba en el trabajo y Loren aún no despertaba de su coma etílico, así que luché contra el deseo de acurrucarme con él y metí mis pies en un par de pantuflas de felpa cuando mi estómago empezó a sonar. Era la primera vez en mucho tiempo que sentía apetito por algo en lugar de ganas de querer vomitar, así que me escabullí silenciosamente de su lado. En la cocina saqué la mezcla para panqueques de la parte superior de uno de los estantes, teniendo que subirme a una silla de la mesa del comedor para alcanzarla ya que Loren, sabiendo que era mi desayuno favorito, siempre las dejaba allí para que tuviera que pedirle ayuda a cambio de una sesión de besos o un segundo round en la cocina. Mi corazón se encogió cuando la alcancé sin recibir ningún abrazo por la espalda o besos en la nuca. Aunque estuviera inconsciente en el segundo piso, sabía que después de lo que había hecho por fin me dejaría guardar las cajas en uno de los cajones de abajo para que no tuviera que molestarlo.

─¿Qué mierda se supone que estás haciendo?

Me congelé al oír su bramido.

─Estoy buscando la mezcla para hacer panqueques. Tengo hambre ─respondí dándole un vistazo por encima de mi hombro.

Seguía desnudo, usando nada más que un bóxer, con la misma mirada de ira y resentimiento en sus ojos de ayer. De cuello para abajo calentaba mi cuerpo, de él para arriba hería mi alma. Se veía destrozado, desaliñado y desorientado, probablemente en resaca, también. Puse un pie en aire para bajar, pero su expresión llena de cólera me detuvo antes de que hablara.

─Espera un maldito momento ─siseó acercándose. Su voz sonaba ronca. Sentí sus manos en mis caderas antes de que pudiera intuir cuál sería su movimiento. Me dejó en el suelo con facilidad, pero a penas estuve allí me arrinconó contra la encimera─. No quiero que hagas ni una jodida cosa que lo ponga en peligro. ─Presionó suavemente la palma de su mano contra mi vientre. Era un frío y caliente al lado del aura de perro rabioso que desprendía─. Ni una maldita cosa, Anabelle, ¿entiendes? Por muy molesto que esté contigo, solo debes decirlo y vendré a ayudarte. ─Se echó hacia atrás─. Joder, ni siquiera sé por qué estás fuera de cama. Se supone que debes guardar reposo hasta que... hasta que el peligro pase.

─Tenía hambre ─repetí, mi mandíbula temblando. Incapaz de soportar el peso de su atención en mí, me di la vuelta y sacar los ingredientes para hacer la mezcla del refrigerador. Loren gruñó cuando me agaché para alcanzar la miel. No me gustaba la miel fría─. Hace semanas no sentía si quiera un poco de apetito. Vomito todo lo que como.

Eso parec0ió suavizar un momento su ira por mí. Cuando me di la vuelta su mandíbula ya no estaba tensa, pero cuando me giré y habló sonaba más enojado que antes─. Esta vez, ¿también lo sabías? ¿Tenías alguna remota idea? ─De nuevo se acercó intentando intimidarme─. ¿Ibas a ocultarme nuevamente que iba a ser padre? ¿Estabas esperando ver a Luc para decírselo antes que a mí? ─Palideció─. ¿Es que a caso tú y él...?

─No ─lo detuve forzándome a mí misma a no perder los nervios. Yo nos había puesto en esta dolorosa situación, así que si alguien debía esforzarse y asumir las consecuencias esa era yo─. En primer lugar, ¿crees que pude haber actuado mi reacción? Lloré como un bebé cuando supe que seríamos padres. En segundo, ¿realmente me crees capaz de hacerte algo así? ¿Que no te amo? ¿Que puedo ser tan... rastrera? ─Lo pensó─. En serio, Loren.

Lo meditó por un momento, luego se encogió de hombros.

─Pensé que no. ─Sus palabras fueron como puñaladas─. Pero aún si fueras incapaz, los accidentes ocurren, Anabelle. Cosas como esas pasan. Los amigos se emborrachan y... ─Tragó fuertemente─. Follan. No tiene nada que ver con lo que sienten por otra persona. Es solo un error del momento.

Me alejé. Lo estaba llevando demasiado lejos al insinuar que Lucas y yo....

Dios. Lucas y yo jamás podríamos tener nada.

─¿Tú lo harías? ─pregunté con más urgencia de la que quería demostrar, lo que solo lo hizo sonreír. En el fondo sabía que solo quería lastimarme, pero, de nuevo, lo estaba llevando demasiado lejos. Él sabía que los celos y terceros nunca habían sido un problema para nosotros─. ¿Te emborracharías con una amiga y luego la follarías por accidente?

Se encogió de hombros. Me vi tentada a tomar el cuchillo de la pared y presionarlo contra su garganta─. Es normal.

─¡¿Normal?! ─chillé─. Normal es tener leche en el refrigerador, Loren, ¡acostarte con otra mujer no lo es! ─grité quedándome sin aliento. No tenía leche para los panqueques. Mi desayuno perfecto estaba arruinado. Habían regresado las nauseas─. ¡Tampoco insinuar que pude ser una completa perra acostándome con otro y siendo lo suficientemente estúpida como para quedar embarazada! ─Lo empujé lejos. Se movió a penas unos cuantos centímetros, pero lo hizo. Sabía que no debí haber caído en su juego, él solo estaba herido y devolverle la pelota solo empeoraría la situación, pero estaba enojada, embarazada y mis hormonas fuera de control─. ¡Lo cual es malditamente imposible! ¡A menos que algo esté mal con tu semen también, es imposible que otro me deje embarazada en una noche de borrachera cuándo tú no has podido hacerlo en tres malditos años!

Eso por fin debió sacarlo del cuarto oscuro donde estaba escondido y traer un poco de razonamiento a su mente, el recordarle mi incapacidad para darle todos los bebés que quería y lo mucho que eso me afectaba. Dando un paso al frente, su mirada cayó a mis ojos y vi arrepentimiento allí. Alcé el mentón.

Ya era demasiado tarde. Habíamos terminado.

─No me hagas el malo aquí ─dijo.

─No lo eres. ─Negué, las lágrimas deslizándose por mis mejillas. Estaba agotada, de nuevo, emocional, física y mentalmente. Empecé a dirigirme a las escaleras─. Pero si realmente piensas que pude haber tenido algo con alguien que no fueras tú, quizás también he desperdiciado mucho tiempo al lado de la persona equivocada.

Lo oí llamarme a mis espaldas, exigiéndome que volviera y comiera algo, pero solo seguí subiendo hasta que llegué a su habitación y me encerré dentro apenas unos segundos antes de que me alcanzara. Por suerte pude pasar el pestillo. Escondiendo mi cara debajo de las almohadas después de vaciar mi estómago en su baño, me concentré en ignorar sus golpes a la puerta y en pasar de largo hasta que mamá volviera y fuera capaz de bajar a comer algo sin tanto drama. Estaría dispuesta a entrar en una lucha con Loren si no tuviera la prioridad de batallar para mantener a nuestro pequeño milagro con vida. El bebé no necesitaba eso. Necesitaba paz, como mamá dijo, que tal vez no hallaría al lado de su padre. Un estremecimiento de culpa recorrió mi cuerpo. Lo arrullé con canciones de cuna, mis manos cubriéndolo e intentando enviarle aunque fuera un poco de calidez. Él iba primero. Si era necesario, me retractaría y regresaría a casa. Si algo Loren, cuando volviera en sí, no me perdonaría, sería no poner a nuestro hijo primero.

Ni yo me lo perdonaría a mí misma.

LOREN:

Maldita sea.

Anabelle, después de nuestra discusión de mierda, se encerró en mi habitación sin dar señales de vida a excepción de los sonidos jadeantes y agonizantes de su sesión de vómito. Estuve a punto de tirar la puerta cuando me di cuenta de lo que estaba sucediendo, sudor frío corriendo por mi frente, mientras asumía parte de la culpa por no haberme dado cuenta de la verdadera gravedad del asunto antes de que si quiera ella hubiera terminado en el hospital el día anterior. No era que pudiera ser escondido en lo absoluto, joder. Sospechaba que algo sucedía, pero me torturaba no haber insistido más, no haber luchado más por la verdad. De haberlo hecho no tendríamos que haber llegado al punto en el que se tuviera que haber desmayado para determinar qué iba mal. Ella llevaba al menos dos meses sin comer bien y mucho más lamentándose. Por más molesto y herido que estuviera con ella, no podía ignorar su sufrimiento. Menos no sentirme preocupado por ellos.

Desnudo porque adentro estaba mi ropa, di vueltas por toda la casa buscando una llave o una forma de abrir la puerta cuando no escuché nada más. Se podría haber malditamente haber desmayado de nuevo luego de vomitar así sin haber comido nada en lo absoluto por mi culpa. Al no hallar un repuesto porque los guardaba todos en mi habitación, fui al cuarto de servicio por destornillador y desmonté la cerradura aunque lo que de verdad quería era tomar un martillo y romper la madera.

─¡Anabelle! ─grité al entrar, haciendo que se incorporara de golpe en la cama y su frente se arrugara con dolor─. Maldición. ─Fui hacia ella y la tomé en brazos. Bajé las escales con su pequeño y suave cuerpo presionándose contra mí en pijama, haciendo todo lo humanamente posible por no caer en la tentación de su aroma y tacto tan cerca. La mamá de mi bebé estaba tan débil que luchaba por abrir sus ojos. La pelea de esta mañana debió haberla dejado exhausta. La dejé suavemente en el sofá de la sala antes de correr hacia la cocina y preparar algo de sopa de lata en el microondas. Más tarde le daría algo mejor─. Toma, nena, debes comer. ─Llevé la cuchara a sus labios. Los separó lentamente. Verla comer se sintió como la eternidad. Una vez terminó, mi alma cayó al suelo cuando, en vez de gritarme o si quiera llorar, volvió a cerrar sus ojos y a acurrucarse contra los cojines como un gatito indefenso.

El color no había vuelto a sus mejillas.

Sin perder ni un segundo, tomé mi teléfono y le pedí al doctor, el Míster, que viniera enseguida. Él accedió a cambio de una buena compensación. Me importó una mierda. Financiaría sus vacaciones si eso significaba que Anabelle y el bebé estarían bien. La habría llevado al hospital yo mismo si no se viera tan frágil. Me daba miedo tocarla. Sentía que en cualquier momento podría quebrarse, lo que me dejaba en una encrucijada y con la sensación de una cuerda apretando mi cuello, quitándome cada vez más oxigeno.

Estaba molesto y dolido como la mierda.

Pero era incapaz de pagarlo con la persona que lo causó porque eso significaba una tragedia de la que ninguno de los dos podría recomponerse.






Sigo sin internet, sin luz cada dos días, sin agua desde hace dos meses, sin nada, por eso no subo. Trataré de darles el último cap del maratón esta semana. Ya sabemos cual es el problema de internet y, para que tengan una idea, CANTV, la compañía de servicio, nos mandó a comprar los aires acondicionados que se dañaron en SU SEDE para que DOS CIUDADES podamos volver a tener internet y teléfono. CANTV es una compañía del gobierno, el cual podría comprar él mismo sus aires acondicionados si realmente quisiera ya que está comprando armamentos y otras cosas en $, a casi 10000 BSF, para reprimir. Y así no fuera una compañía del gobierno, ¿POR QUÉ COÑO LOS USUARIOS TENEMOS QUE COMPRAR AIRES ACONDICIONADOS CUANDO PAGAMOS UNA CUOTA MENSUAL QUE, AÚN SIN INTERNET, SEGUIMOS PAGANDO? Y no solo es Internet y Teléfono, también son los puntos de venta, etc. Tengo que ir a otra ciudad, como ahora, para poder comprar y usar el internet. También para ponerme al día acerca de las cosas que pasan en mi país porque a través de la televisión no se sabe nada.

:D

En fin. Gracias por sus votos y comentarios. Las amu.

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