Capítulo 21: Corazones rotos.
ANABELLE:
La sensación de ardor en mi garganta fue lo que logró despertarme. Separé lentamente los labios, buscando agua, imitando el boqueo de un pez con mis párpados aún cerrados. Mi cuerpo se sentía liviano, sin dolor, pero extremadamente débil. Intenté levantar la mano y lo logré, pero me costó tanto que la dejé caer de golpe sobre la superficie en la que estaba acostada d nuevo.
─Anabelle. ─Mi nombre saliendo de sus labios fue lo que necesité para terminar de despertar. Abrí los ojos lentamente, adaptándome a la luz blanca de lo que parecía un cuarto de hospital, y luego a él─. Muñeca ─murmuró, su mirada acristalada. Mis músculos se relajaron. No lucía para nada como el hombre molesto que me abandonó en la fiesta hace unos días, sino preocupado a muerte.
─Agua ─gemí.
─Sí, ya vengo. ─Se fue y volvió con un vaso de papel que me bebí entero─. Gracias a Dios despertaste. Iba a perder mi mierda si decidías quedarte un solo minuto más así. ─Comenzó a pulsar el botón encima de mí sin cesar. Abrí la boca para decirle que probablemente las enfermeras tenían otros pacientes más graves que atender, recordando haberme desmayado en el baño, pero me detuvo presionando de nuevo sus labios contra los míos─. Tranquila. Un doctor vendrá a revisarlos a ambos.
Mi frente se arrugó. Luché por incorporarme. Lo único que gané con ello fue que su ceño se frunciera, adornando su expresión protectora, y me empujara suavemente hacia abajo. No entendía su actitud. Probablemente me enfermé con algo que comí y me desmayé por el vómito, no era para tanto.
Pero, de nuevo, él dijo ambos.
¿A mí y a quién más? Miré hacia los lados. Nada. No había nadie aquí además de nosotros dos. Ninguna cortina divisora. Ninguna segunda cama.
─¿A ambos?
Sus labios se curvaron en una sonrisa gigante, probablemente la más grande que haya visto jamás. Mi garganta se secó todavía más. No... conocía esa mirada tan bien. Era la de un niño que conseguía en navidad o en su cumpleaños el regalo que exactamente quería.
─Seremos padres, Belle. ─Esparció besos por todo mi rostro, ahogándome en su amor. Mis pulmones dejaron de llenarse de aire, pero no por su muestra de cariño. Lo hicieron por el coctel de sensaciones adueñándose de mí. Por el miedo, el pánico y, luego, por la felicidad, todas mezcladas y sin ninguna de ellas aceptar desaparecer─. Estás embarazada ─dijo con su nariz presionándose contra la mía. Sin poder evitarlo, una risita escapó de mí al ver sus ojos tan cerca de los míos. Sonrió más. Lo entendía. Teníamos meses sin estar así. Lo extrañaba tanto. De repente todo este tiempo se me vino encima. Como pude enrollé mis dedos en su cabello y lo halé más cerca. Presioné mis labios contra los suyos. Loren me besó dulcemente, sin prisa, sin importarle que probablemente mi boca tuviera el peor sabor de la historia luego del maratón de vómito─. En unos minutos vendrán a hacerte una especie de primer chequeo. Nos dirán cuánto tiempo tiene mini Belle.
De nuevo la risa escapa de mis labios.
─¿Por qué mini Belle y no un mini Loren?
─Creo que sabes la respuesta. ─Su rostro gritaba felicidad. Asentí. A pesar de ser más dado a George, su sobrino, Loren tenía esta obsesión con tener una pequeña niña pelirroja. Antes, cuando empezamos, solía decírmelo a cada rato. Una vez rechacé su oferta de irnos a vivir juntos una primera vez, bajó la intensidad con el asunto, pero siempre supe que el tema estaba ahí─. Maldición, Anabelle, estoy tan feliz. Quiero que los cuatro vivamos juntos. Amber, el bebé, tú y yo. Múdate a mi apartamento, cariño. Necesito cuidarte. ─Besó mi vientre─. Quiero poder estar ahí en cada etapa, Belle, por favor, no me lo niegues. No te voy a decepcionar. Cualquier problema que haya entre nosotros, lo solucionaremos, pero déjame estar ahí para el bebé y para ti, nena.
Cerré mis ojos, las lágrimas descendiendo por mis mejillas.
─Sí.
─¿Sí? ─Sus ojos llenos de ilusión barrieron con cualquier duda que pudiera tener.
Él era para mí.
─Sí ─reí abrazándome a su cuello─. Está bien. Me mudaré contigo.
─Eres la mejor.
Sonreí, la característica mezcla entre paz y emoción volviendo a nosotros.
Ahora que llevaba conmigo lo que más deseaba, volvía a ser fácil.
─Lo sé.
─Si te dan de alta hoy, esta misma tarde te quiero en casa.
─Estaría bien, Loren, si por mí fuera, pero mamá...
─No me importa que tenga que traer a Sophie con nosotros ─me cortó─. Se quedará todo el tiempo que quiera en la habitación de invitados.
─Es tu culpa por regalarle una nueva cocina ─gruñí.
─Aún tengo que competir por su corazón con el maldito de Brandon. Él nunca le regaló nada por el estilo. ─Se encogió de hombros─. Además, mientras menos tiempo pases sola, mejor. Ella estará allí para ti cuando esté en el trabajo.
Rodé los ojos.
─Planeo seguir trabajando, Loren, un embarazo no me hace discapacitada.
─Eso depende ─respondió el doctor, un hombre rubio demasiado joven para ser doctor, entrando en nuestra habitación como si hubiera estado escuchando a hurtadillas. Creí ver un sonrojo en su rostro cuando Loren lo miró─. Lo siento, oí para saber si iba a interrumpir un momento incómodo. ─Arrastraba un carrito con un ultrasonido. Usaba una bata quirúrgica y guantes─. Tuviste la fortuna de ser atendida anoche por el ginecólogo obstetra más joven de Brístol ─dijo hinchando el pecho y ofreciéndome la mano─. Soy el Dr. Mason, elegido por el colegio de médicos en Brístol como Míster Salud los años dos mil doce y dos mil trece. ─Me guiñó─. De nuevo, siéntete afortunada, señorita.
─Siéntete afortunado de que ella esté aquí ─le dijo Loren cruzándose de brazos entre él y yo─. De otra forma te arrancaría las malditas bolas. ─En contraste con su tono amenazador, se inclinó sobre mí para poder susurrar en mi oído─. Acomódate para que el doc te vea, Ana. ─Su rostro carecía de color─. Tengo entendido que el primer vistazo es intravaginal.
─Así es, futuro papá ─afirma el Míster Salud llenando la vara que, suponía que meterían dentro de mí, de gel. Sus ojos viajaron a mí─. Tranquila, nena, estoy acostumbrado a los hombres inseguros. Abre las piernas para mí, por favor.
Lo hice.
─No le digas, nena ─Loren le gruñó.
Me guiñó.
─Princesa.
─Limítate a hacer tu trabajo ─dijo.
El doc arrugó la nariz.
─¿Siempre es tan amargado?
Asentí, mis labios curvados en una sonrisita que se volvió tensa al sentir la vara mágica penetrándome.
─Au...
─Cuidado ─ladró mi novio.
─Relájate, cariño ─dijo mientras revisaba la pantalla─. Ahí está. Ese en la pantalla... ─Señaló una sombra concentrada─. Ese es su bebé. En unos dieciséis años será una mujercita o hombrecito rebelde que les robará el dinero y el auto para salir con sus amigos, mientras su planta de marihuana crece en lo más profundo de su armario. ─Su expresión se vuelve seria mientras, tras imprimir una pequeña foto que le entrega a Loren, me mira─. Ahora, he revisado tu historia clínica mientras dormías y necesitamos discutir ciertos asuntos. Debemos evitar otra pérdida a toda costa. Debido a las evidencias de infertilidad primaria manifestadas anteriormente, hay que luchar por mantener a tu pequeño milagro dentro. No te garantizo que podamos hacerlo si no te cuidas. Considera este un embarazo con riesgo.
Me congelé, mis ojos en Loren, cuyo propio rostro perdió color.
─¿Qué evidencias de infertilidad primaria? ─preguntó mirándonos a ambos.
─Joder ─murmuró Mason─. No le dijiste, ¿verdad?
Negué.
─No pude. Yo... él estaba de viaje cuando me enteré y cuando todo sucedió.
Todo pasó la misma semana. Él estaba en Dionish con sus padres, trabajando, me había negado a acompañarlo porque tenía la semana de las exposiciones científicas en el colegio, me desmayé en casa, al igual que ahora y, al hacerme exámenes de sangre para el médico, descubrí que estaba embarazada. Una visita el obstetra a los dos días después descubrí que tenía dos meses de embarazo y que todo, aparentemente, iba bien. Tan bien que perdí a nuestro bebé un día luego, siendo diagnosticada al momento con infertilidad primaria, es decir, con la incapacidad de culminar un embarazo tras superar la incapacidad por concebirlo debido a que mi útero era demasiado débil. Para cuando Loren volvió al lunes siguiente, todo había sucedido tan rápido y me sentía tan destruida que lo menos que quería era repetir la historia en voz alta o involucrarlo a él en ella. Era un dolor que elegía acaparar para mí misma en lugar de compartirlo con él. Todo para protegerlo.
─¿Cuándo pasó qué, Anabelle? ─insistió, sus ojos poseyendo un destello de ira y dolor. Él entendió el silencio de nosotros dos como lo que era, la aceptación y la culpa─. Dime, por favor, que era de Brandon ─dijo─. Dime que era de Brandon, Belle, y que lo perdiste cuando empezamos a andar y por alguna equivocada razón decidiste mantenerlo para ti misma, ¡pero malditamente no me digas que no tuve la oportunidad de estar para ti o de llorar la pérdida de mi propio hijo!
─Loren ─sollocé─. Lo siento. Sé cuánto lo querías y... y... no podía arrastrarte. Cuando me enteré estabas en Dionish y quería darte una sorpresa en tu cumpleaños, solo faltaban dos semanas, nunca me habría podido imaginar que... que no sería lo suficientemente fuerte para mi bebé.
─¡Mierda! ¡Anabelle! ¡Era mío también! ¡Después tuviste tantas oportunidades para decírmelo! ─Pateó la puerta del hospital. Una grieta se formó en la madera. Cuando me miró justo antes de hacerlo hacia el techo, sus manos posicionadas tras su nuca, mi corazón se quebró. Había traición allí─. ¿Luc lo sabía?
Asentí.
─Él me llevó al hospital. Tú no estabas.
Me señaló.
─No tienes derecho a recriminarme una puta cosa. Si lo hubiera sabido habría vuelto tan pronto hubiera sido humanamente posible. ¡Existe el puto teléfono! ¡Una llamada y habría estado para ti en un par de horas! Se trataba del amor de mi vida y mi bebé, por Dios. Ni siquiera tenías que decirme que se trataba de nuestro hijo, ¡por ti lo hubiera hecho! ─jadeó─. Lo eres todo para mí. Ustedes lo son.
─Lo sé, ¡lo sé!
─¿Es por eso que has estado tan distante estos meses? ¿El por qué no has aceptado venir a vivir conmigo?
─Sí. No quería... no quería que te sintieras mal o decepcionarte. Sé cuánto quieres una familia. ─Lágrimas descendían por mis mejillas. El Dr. Mason nos observaba en silencio, ninguna señal de burla en su rostro, probablemente esperando que nuestro numerito terminara para poder seguir con su consulta─. Sabía que una vez te enteraras, no sería lo mismo, no quería que termináramos. Sé que en lo único en lo que piensas cuando estás con tu familia es en formar la tuya propia. Cada vez que te veía con los niños me rompía un poco más pensando que no me amarías si no podía darte la misma alegría. ─Sorbí por mi nariz─. Te amo tanto.
─Si me amaras habrías sido capaz de confiar en mí para compartir ese dolor, mi dolor ─graznó, por primera vez, hablándome con un tono lleno de resentimiento, nada que ver con su forma cariñosa de tratarme. Eso dolía más que cualquier cosa─. Y no pongas palabras en mi boca que no son mías. Quiero una maldita familia, sí, pero la quiero contigo. Con nadie más. Si tú no eres capaz de verlo, es tu maldita culpa, no mía. Si tu mente no es lo suficientemente abierta como para considerar opciones como la adopción o alquileres de vientres, tampoco me lo lances a mí o a mi familia, ¡sabes que mi hermana tiene dos niños adoptados! ¡No puedes ponerme en una posición por la que he luchado tanto no estar! ¡No soy ese tipo de hombre!
─Lo siento. ─Era lo único que podía decir. Tenía toda la razón y ahora veía que ocultándoselo le había hecho más daño que el que le hubiera causado simplemente decírselo─. Solo pensé que era lo mejor. No quería herirte.
─Quitarme la oportunidad de hacer algo en ningún maldito mundo paralelo habría sido lo mejor por hacer, Anabelle, y no se trata de ti. ¡Era mío también! ¡El hecho de que no lo llevara en las bolas no significa que no me duela! ¡Era mi bebé!
─Lo siento tanto, Loren.
─No más que yo. ─Negó─. Si no eres capaz de confiar en mí para algo así y si crees que hubiera podido dejarte por esa maldita razón, puede ser que he desperdiciado estos tres años con la persona equivocada. Esto significa que no me conoces en lo absoluto, Anabelle. ─Se acercó a la puerta─. Te espero en casa. Le diré a alguien que pase a buscarte. Ya que la primera vez no me diste la oportunidad de estar allí en lo absoluto, ahora no te escaparás de mi vista. Confíes en mí o no, ese bebé es lo único que me mantiene cuerdo del hecho de que hayas confiado en él y no en mí para algo como esto ─escupió ácido sobre mis heridas abiertas─. También lo único que nos mantiene juntos justo ahora, así que si de verdad me quieres, procura conservarlo. ─Miró a Mason. Mis lágrimas aumentaron con ese comentario. Si Loren quería hacerme tanto daño como yo le había hecho a él, iba por la dirección correcta. Lo estaba logrando. Lo peor era que lo merecía─. ¿Podrías hacernos una visita en casa mañana? Así me pondré al día. Ahora mismo no creo que pueda... ─Tragó─. Estar aquí.
─Le pediré la dirección. Me pasaré luego de terminar con mis pacientes.
Tras un seco asentimiento, Loren se marchó y me dejó sola, en la que prácticamente era mi primera consulta, con nuestro bebé. Me puso en la situación en la que antes había estado por mi propia culpa.
─Lamento el espectáculo ─dije limpiando mis mejillas una vez me hizo todas las preguntas de rutina.
─No te preocupes. ─Su expresión era compasiva─. Estoy acostumbrado a las emociones fuertes. Hay una gran cantidad de parejas que luchan por concebir día y noche. No sabes la cantidad de veces que he visto como una opción a novios del año en el anuario de la secundaria se convierten en polvo por esto. ─Me ofreció una sonrisa triste─. Lo más lamentable del asunto es que la mayoría de las veces no se trata de tener un bebé o no, sino de cómo manejan el asunto. Cómo mienten, intentando ocultar su dolor en vez de demostrarlo para que este pueda ser tratado con la excusa de querer parecer fuertes, y se echan la culpa a sí mismos o mutuamente. ─Me estremecí. Mason arrancó un papel de su recetario y me lo tendió─. Anabelle, estarás de reposo hasta el día del parto. Hasta ahora todo va bien, pero ambos sabemos que eso podría cambiar. De nuevo lo estás descubriendo a los dos meses, lo que tienes que ver como una cosa buena, si todo marcha bien este mes probablemente sobrevivirá. ─En un gesto que no tenía nada que ver con la personalidad insensible de algunos médicos, apretó mi mano─. Piensa que lo hará, chica, y no te preocupes por el idiota. Ahora mismo tus fuerzas tienen que estar en la cosa maravillosa creciendo dentro de ti. Hacemos estupideces por amor. No lo has traicionado, como dice, simplemente reaccionaste de forma humana, con tendencia al error, cuando pasaste por una situación difícil que afecta en gran parte el espíritu de una mujer. ─Empezó a recoger sus cosas─. Él está pasando por lo mismo en este momento. Su espíritu de hombre fue machacado al no poder protegerte. Se calmará una vez comprenda que no hay nada que podría haber hecho para detener lo inevitable. Sospecho que el hecho de que no haya podido hacer nada lo atormenta más que el que se lo estés diciendo ahora y no hace meses.
─Gracias ─sollocé, las hormonas jugando su papel en el drama también.
─No hay de qué. ─Me guiñó─. Nos vemos mañana en la noche.
─Sí. ─Mi ceño se frunció cuando la puerta no se cerró y, en su lugar, mamá y Rachel entraron. Mamá usaba el mismo pijama de lunares que esa mañana─. ¿Qué hacen aquí?
─Loren me envió. Llegué hace quince minutos. ─Mi cuñada me abrazó─. Me contó lo que está sucediendo, Ana, Dios, ¿por qué no nos dijiste? Pasaste por esto sola. Yo lo hice rodeada de personas y aún así fue duro. Ni siquiera puedo imaginar cómo ha sido para ti. ─Me encogí. Podía ver una aliada en todo esto en sus ojos. Ella, después de perder a su tercer bebé, entendía─. Lo siento tanto. Estoy completamente de acuerdo con mi hermano. Debemos tener un ojo en ti todo el tiempo desde ya.
Mi corazón se apretó dentro de mi pecho.
─¿Eso te dijo?
Asintió, una sonrisa tirando de sus labios. Ver sus ojos, grises como los de él, picaba dentro de mí. Saber que había puesto una mirada de dolor en los suyos, tan preciosos, me mataba por dentro. Tenía que estar fuerte para nuestro hijo, sin embargo, así que me forcé a respirar con normalidad. Las emociones fuertes eran peligrosas en un embarazo de alto riesgo, me había explicado el doctor.
─Sí. Está destrozado. ─Apretó mi mano─. Lo entiendo, ¿sabes? Sonaba justo como Nathan los primeros días después de que pasó, frustrado, pero una vez lo dejé entrar y fui capaz de compartir lo que sentía...
─Algo que yo no hice.
Sonrió.
─Eso no tiene nada que ver, Ana ─rió─. ¿Sabes la cantidad de subidas y bajadas que Nathan y yo tuvimos que pasar para llegar a este punto? Ustedes han estado tres años juntos, sí, pero nunca han tenido una crisis. Nunca han discutido. La cosa es que, aunque parezca imposible de superar, el amor de verdad lo hace. Tiene esta mágica fuerza. ─Puso los ojos en blanco─. El destino les está pasando factura con intereses. Tanta miel. Marie y yo estábamos volviéndonos loca esperando un drama. Créeme, sin drama nada es oficial.
Mamá, sorprendiéndome, sonrió apretando mi mano.
─No puedo estar más de acuerdo con Rachel.
Parpadeé en su dirección.
─¿No estás molesta conmigo?
─¿Por qué? ¿Por no avisarme que seré abuela, por no dejarme abrazarte cuando lo necesitabas o por el espectáculo de tu novio? ─Sus mejillas se sonrojaron con ira─. Podrá ser tu hermano, querida, pero su reacción fue la de un cavernícola. No le debería hablar así a una mujer embarazada y menos a una que ha pasado por tanto. Te equivocaste, pero... ─Tragó, lagrimas en sus ojos─. No dejas de ser mi niñita, Anabelle. Siempre estaré a tu lado. ─Acarició mi vientre─. Y ahora del de mi nieto.
Puse los ojos en blanco en medio del llanto.
─No será niño, mamá.
─¿Ya te dieron el sexo? ─Lucía confundida.
─No, pero Loren quiere niña.
Rachel abrió los parpados de par en par. Usaba traje de falda. Seguramente venía del trabajo cuando Loren la llamó. Sonreí imaginando a Nathan con los niños. Normalmente era él quién los recogía cuando su esposa no podía por el trabajo, el resto de las veces el favor recaía en Ryan o en Loren, dependiendo de qué tan ocupada estuviera la otra pareja. En ocasiones la casa de mi chico se convertía en un kínder. Mi chico. Dios. Ahora esa frase se sentía tan inestable.
─No es como si le pudieras cambiar el sexo.
Llevé las manos a mi vientre.
─No, seguro creerán que soy ridícula, pero sé que ella fue enviada para mantener a sus papis juntos ─murmuré recordando las palabras de Loren. Sabía que las había dicho para lastimarme, pero, después de todo lo sucedido, también sabía que había cierta verdad en ellas─. Lo único que se me viene a la mente cuando pienso en el bebé es una niña. Es pronto, lo sé, pero...
─Es presentimiento de mamá ─me dijo Rachel─. Me sentía igual con George. Nathan estaba obsesionado con una niña, pero yo sabía que mi nene era un príncipe a penas supe que lo llevaba conmigo. Cuando cerraba los ojos lo único en lo que podía pensar era en azul.
─A mí me sucedió al revés. ─Mamá nos contó, de nuevo, la historia de cómo compró todos estos muebles azules para mí dejándose llevar por ese instinto─. Así que lo mejor, según yo, es que esperes saber el sexo para empezar con las compras.
─O compra todo verde, amarillo o blanco ─me aconsejó Rachel con una sonrisa.
─¡Buenas tardes! ─gritó una voz desde la puerta, un llanto haciéndole eco. Luz, la esposa de John, entró junto con Marie y Louise, su hijita de dos años, caminando pegada a su pierna. Era regordeta, gordita, y rubia. Tenía los ojos azules de John y hoyuelos en las mejillas. Usaba un vestido de jean y botas de vaquera, su cabello rubio suelto en una multitud de rizos que adornaban su angelical rostro. Lloraba pidiendo nutella y señalando la pañalera que su madre llevaba, desde la que sobresalía una que iba por la mitad. La entendía─. ¿Cómo están, perras?
Marie, a su lado, puso los ojos en blanco. Era la más callada y fría de las dos hermanas. Mientras Rachel era algo salvaje y actuaba con pasión, Marie solía mantenerse en silencio y tener una actitud más irónica que otra cosa a menos que se tratara del baile, de sus hijos, familia o esposo. Allí era igual de pasional que su hermana. Ambas me caían bien y eran casi una réplica de la otra y estas, a su vez, de su madre, pero a la que más conocía y trataba era a Rachel.
─No sirves para esto, Luz ─dijo pasándola para llegar a mí─. ¿Cómo estás?
─Supongo que ahora que ustedes están aquí, mejor.
─Espero que sí ─dijo─. Porque así podemos evitar posponernos discutir algo importante. No tendré piedad contigo por estar embarazada. Además, creo que el que te recuerden por lo que pasaste una y otra vez tratándote como si fueras de cristal es lo último que necesitas. Mientras estés en una cama, todo bien.
No podía estar más de acuerdo. Casi. Su expresión me asustaba.
─¿Qué cosa?
Se cruzó de brazos.
─Quiero saber cómo repararás el corazón roto de mi hermano.
─¡Marie! ─la amonestó Rachel─. ¡Este no es momento para eso!
─No me obligues a ser una perra. ─Entrecerró sus ojos, era la única de los tres que los tenía negros como el carbón, en su dirección─. Anabelle se ha portado mal todos estos meses, Rachel, Loren ha estado asustado a muerte. Cada vez que lo veía me preguntaba qué podía hacer para recuperarla, a dónde podría llevarla, qué estaba mal con él, si ya no lo amabas... ─Lanzó dagas con su mirada en mi dirección. Su actitud era inversa a su vestimenta. Usaba leotardos, señal de que venía del trabajo, y jeans ajustados con botines altos, su cabello negro y largo suelto hasta la altura de su cadera─. Todo para luego descubrir esto. Sé que la prioridad ahora mismo es el bebé, pero necesito que mi hermano se pueda sostener sobre sus dos piernas precisamente por él. Para garantizar que su madre, que está en un embarazo de riesgo, pueda estar en paz. ─Sus mejillas estaban sonrojadas por la ira─. Resulta que la única forma de lograrlo es reparando su pequeño corazón roto. De lo contrario, lo conozco y...
─Marie ─advirtió Rachel, sus ojos igual de entrecerrados.
─No, Rachel, no me jodas. ¡Sabes que tengo razón! ─Me miró─. No me quedaré en silencio observando cómo seguramente todas le lanzan mierda, incluso tú. ¡Él también ha sufrido! ¡Y peor! ¡Lo ha hecho desconociendo en lo absoluto la razón por la que lo hace! ¡Con la impotencia de no saber cómo repararlo!
Me estremecí por la razón en sus palabras.
─Lo siento, Marie. ─Miré mis manos retorcerse en mi regazo. Una temblorosa sonrisa adornó mi rostro cuando Louise, con sus manitas llenas de nutella, empezó a trepar para subirse a mi cama─. No sé cómo hacer eso.
Era cierto.
Ni siquiera sabía cómo reparar mi propio corazón roto, lo que, sospechaba, era algo que debía hacer antes de poder reparar el de alguien más. El problema estaba en cuánto tiempo me tomaría y en sí Loren, el amor de mi vida, sería capaz de esperarme después del gran daño que le hice. La diferencia en ambos casos era que mientras yo misma rompí el mío con mi silencio, yo se lo rompí a él.
MUJERES, NO TENGO INTERNET DESDE EL JUEVES. Como algunas saben, tampoco subí el miércoles porque tuve un accidente con el carro, el batimovil me dejó botada en la autopista,m así que pausé el maratón. Lunes y martes habrá actu. Fin de semana no porque es el día del padre, pero seguimos lunes, martes y miércoles (sí, me pondré una amonestación de un capítulo más por no subir).
Gracias por sus votos y comentarios. Recuerden seguirme en Instagram: oscaryarroyo, para
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