Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 20: La noticia.

ANABELLE:

Durante nuestros tres años de relación, Loren y yo nunca habíamos peleado de esta forma. Habíamos discutido por cosas tontas, como a donde quería ir de vacaciones y yo no o por su forma de obtener lo que fuera que quisiera, como interviniendo en mi trabajo para que desapareciera con él a cualquier lado del mundo, pero nunca se trató de nosotros lastimándonos. Asumía gran parte de la culpa. Como él dijo, hacía meses que no actuaba como una novia en lo absoluto o, mejor dicho, como mí misma. Eso no le daba derecho a tratar así a Luc, el único apoyo que he tenido en medio de todo esto, o a hacerme creer que es capaz de besar a otra, sin embargo. Una vez los celos desaparecieron, al igual que él haciendo chirriar las ruedas de su camioneta, salí al estacionamiento a tomar aire y me encontré con la botella de whisky que antes lo había visto beber. Su pico estaba manchado con el pintalabios de la mamá de Mike, uno de los chicos más geniales al que tuve la fortuna de darle clases un par de veces, haciéndome sentir como una estúpida por desconfiar en él de esa forma. También, pensando con la cabeza fría, no pensaba que su madre estuviera enfocada en coquetear. Lena, esa era el nombre de la hermosa mujer alta de penetrante ojos azules, estaba demasiado ocupada atendiendo el cáncer de su hijo. Había días en los que ni siquiera se alejaba de la calle dónde estaba el kínder temiendo alguna eventualidad. Y si algo Loren me había demostrado a lo largo de nuestra relación era lo enfocado que estaba en nosotros. Nunca miró a ninguna otra chica de la misma forma en la que me miraba a mí.

Me encogí, el agua refrescando mi pie, en la ducha. Sabía lo que hacía. Sabía que guardando secretos para mí misma, en especial uno de esta magnitud, solo nos estaba conduciendo al fracaso, pero cada vez que pasaba por mi mente la idea de hablarlo con él destellos del deseo en sus ojos mientras cuidaba a sus sobrinos o del anhelo en ellos cuando asistíamos a alguna reunión familiar o de visita a donde sus hermanas venían a mi mente, así como también cuando me pedía que me mudara con él. Era incapaz de hacerle daño así. Era una estúpida y probablemente lo perdería, sí, pero esa era mi manera de protegerlo. No quería verlo pasar por lo mismo que yo pasé. La alegría. El golpe. La pérdida. El dolor. La falsa ilusión de que la siguiente vez, si llega, será diferente. Lágrimas descendían por mis mejillas. No quería esto para él, pero también era incapaz de alejarme.

Lo amaba.

Quería tan fuertemente darle la familia que quería, con uno, dos o tres bebés, mi vida entera. Quería que envejeciéramos juntos, sostener su mano hasta el último momento, seguir descubriendo cada rincón del mundo a su lado. Dejarme mimar. Regañarlo. Delinear las facciones de su rostro hasta que mis dedos se memoricen el patrón. Lo único que me impedía hacerlo era mi cuerpo. Mi incapacidad de darle lo que más deseaba. De dárnoslo. Tres años intentándolo y una única luz, luego apagada, eran la evidencia de ello. Sus intentos por acercarme, por otro lado, no hacían más que herirme. Enseñarme el hermoso hombre que me perdería una vez supiera la verdad. No era la mujer que Loren quería, solo que él aún no lo sabía, así que solo disfrutaba de nuestros últimos momentos antes de que decidiera terminar conmigo y fuera por lo que realmente desea.

Una chica capaz de darle la familia que tanto quiere, sin problemas, ni dolor, ni complicaciones, ni menosprecios. Quizás alguien de su clase, como Lena, con la que tuviera mil y un temas de conversación que no estuviesen relacionados con banalidades, tal vez trabajo o amigos en común. Alguien que no dudara de él, de sus sentimientos, como lo hacía yo. A estas alturas del partido seguía pensando que no era adecuada para él y que, en el intento de serlo, me había perdido a mí misma. A mi verdadera yo. A la chica de la que se enamoró en primer lugar.

Desde hace meses no escribía. Mi trabajo en el kínder era agridulce. Seguía amando trabajar y estar rodeada de niños, eran lo más cercano al sueño que tenía de pequeña de tener una gran casa llena de ellos, ya que mamá me prohibió compartir con mis hermanos y siempre me sentí sola, pero verlos y saber que las posibilidades de que nunca tuviera uno de ellos, no propio, hacían que mi corazón se rompiera cada día un poco más. Ni siquiera soportaba ver los vestidos que antes amaba usar al fondo del armario. Eran demasiado alegres. Los días no eran iguales que antes. Eran nublados y cuando salía el sol, este no hacía más que quemarme.

─Anabelle. ─Mamá tocó la puerta de mi baño con insistencia. Llevaba un par de días aquí. Su cocina estaba siendo remodelada. Aunque en un principió lo odió, por regalos como ese Loren se robó su corazón. Debido a ellos y a su evidente interés de contraer matrimonio─. Llevas más de cuarenta minutos ahí, cariño, ¿estás bien?

─¡Sí, mamá! ─respondí cerrando el chorro.

─¿Estás segura, Anabelle? Tu voz suena con gripa. ─Tocó de nuevo. Mis labios se curvaron─. ¿Estás llorando?

─No ─sollozo.

─¡Abre, Ana! ─Golpeó más fuerte─. Sal, cariño, hablaremos. ¿Se trata de Loren?

─No ─repito.

─¿Entonces qué sucede, cariño? ─me preguntó desde el otro lado de la puerta como cuando me encerraba en mi cuarto, molesta, de niña─. Si no me dices no podré ayudar.

Presioné mi frente contra la superficie de madera, mis ojos cerrándose. De la nada mi respiración se volvió más acelerada. Salté al suelo, arrodillándome frente al retrete, y expulsé la poca cantidad de comida que quedó en mi estómago tras el episodio de esta madrugada. Ya me temía que fuera más que un virus. Pronto tendría que ir al médico, pero...

─¡Anabelle, abre! ─Sus golpes se convirtieron el lo último que resonó en mis oídos antes de que la oscuridad me envolviera.

LOREN:

¿Lo que sentí cuando Anabelle y yo peleamos el sábado?

¿Esa opresión en mi pecho que no me dejó dormir bien todos estos días porque lo único que quería hacer era arrastrarme a su apartamento, perdiendo la poca dignidad que me quedaba, y rogar porque me permitiera pasar un rato con ella? ¿Ese ardor que no me dejaba respirar sin dolor desde entonces? ¿La forma en la que mi mente no dejaba de darle vueltas a todos los errores que estábamos cometiendo, de lo que seguramente amos éramos conscientes, y ninguno de los dos hacía algo al respecto? ¿El temblor de mis manos? ¿El miedo a perderla? ¿Las ganas de perderme en una botella?

Bien.

Multipliquen eso por mil y, aún así, seguirá siendo nada al lado de lo que sentía ahora viéndola ocupando una cama de hospital, sus bonitos ojos cerrados en un estado de inconsciencia que nadie había podido explicarme hasta los momentos. No sabía si era lo correcto por hacer, pero me siento en la punta del colchón y empiezo a acariciar su bonito cabello rojo. Estaba muchos centímetros más largo que cuando nos conocimos, lo que adoraba ya que se balanceaba de un lado a otro cuando caminaba, y un poco más suave. En un principio de nuestra relación solía pedirme que lo peinara, luego lo hacía sin que tuviera que hacerlo, pero difícilmente podía recordar la última vez que lo hice. Habíamos estado tan distantes por tanto tiempo, diría que todo venía de medio año para acá, que incluso esos pequeños detalles se perdieron.

─Nena. ─Mi voz era ronca y entrecortada por el esfuerzo que significa para mí hablar sin derrumbarme─. Anabelle, muñeca, despierta ─le rogué─. No sé cuándo fue que empezamos a tener tantos problemas, pero te prometo que los resolveremos a penas abras esos lindos ojitos tuyos. ─Temblé cuando ninguna reacción vino de su parte. Era como hablar con papel. No me rendí, sin embargo─. ¿Recuerdas nuestro primer beso? ─Entrelacé mis dedos con los suyos. La frialdad de ellos me mató, pero les di tanto calor como pude─. Yo sí. Cada maldito día recuerdo lo que sentí cuando te besé. ¿Sabes qué fue? ─pregunté sin esperar una respuesta─. Pertenencia, Belle, sé que te pertenezco, no importa cuánto quieras alejarme, soy tuyo. No seré un cobarde que decide renunciar a algo en vez de arreglarlo. No soy de esos. Consigo lo que quiero cueste lo que cueste. ─Besé su mejilla sin rubor─. Lo que quiero eres tú.

─Mierda ─susurró una voz tras de mí─. Lo siento, chico, no sabía que estabas en medio de una confesión. ─El doctor, un tipo joven que la recibió cuando su madre y ella llegaron en la ambulancia a emergencias, se rascó la nuca─. Afuera Sophie, la madre de la paciente, me dijo que ustedes dos estaban comprometidos. Soy el Dr. Mason ─Señala a Belle─. ¿Es eso cierto?

Asentí.

─Sí, ¿por qué habría mentido en algo como eso?

Se encogió de hombros.

─Muchas personas lo hacen. ─Se acerca a mi chica y la evaluó

con la mirada─. Aún estamos esperando los resultados de los exámenes, pero según sus signos vitales se trató de una baja de azúcar, ¿sabe si su novia está en algún tipo de dieta extraña? No es normal que una persona se desmaye de hambre o debilidad, menos si no realizaba ningún tipo de esfuerzo.

─No lo sé ─contesté con sinceridad, sintiéndome culpable por no saber qué demonios pasaba con ella─. Pero Anabelle no es de ese tipo de chicas. ─O no lo era─. Dudo que haya estado involucrada en alguna mierda loca. Lo más probable es que esté enferma. ─Acaricio sus dedos─. ¿Cuánto falta para que despierte? ¿Qué le impide hacerlo?

La expresión del doctor era plana mientras hablaba.

─Le hemos suministrado suero para ir contra lo que sea que ha estado haciendo. Hasta ahora ha demostrado que no hay ningún daño cerebral o algo realmente serio, por lo que ella misma es lo único que se impide abrir los ojos ─me dijo─. Lo único que estamos buscando ahora es la razón del desmayo para poder contrarrestarla.

─No es una puta dieta ─le respondí estando malditamente seguro de ello.

El médico, que confieso que me cayó como la mierda, aunque podría solo tratarse del hecho de que estaba más preocupado por Anabelle, abre su maldita boca para responder, pero en ese momento entró una enfermera con trozos de papel en mano.

─Aquí están los exámenes, doctor. ─Lucía una sonrisa en su rostro, como si ella supiera algo que yo no, que no tenía nada que ver con la situación─. El motivo por el cual la paciente se desmayó es obvio ─rió alejándose.

La mirada del tipo, el Dr. Mason, pasa de interrogante a aliviada. Sus hombros se relajan a medida de que los ojea. Cuando termina, me mira.

─Algunas mujeres embarazadas sufren desmayos ─soltó.

─¿Y eso que tiene que ver con Anabelle?

Puso los ojos en blanco.

─Le hicimos exámenes de sangre para descartar varias cosas, entre ellas un embarazo, cáncer, diabetes y...

─¿Qué es? ─pregunté.

Sonrió.

─Positivo.

─¿Para cuál de las tres? ─siseé.

Este idiota debía tener un máster en suspenso.

─Embarazo ─dijo.

Y, solo así, todo cambió.

Las lágrimas que no había dejado salir de mis ojos para no derrumbarme escapan, solo que de felicidad, por lo que me permito esconder el rostro en su vientre. Justo por encima del lugar en el que se supone que está creciendo mi bebé. Aún con la distancia que había entre nosotros, Anabelle consiguió hacerme el hombre más feliz del mundo. Ahora solo esperaba que amara la idea de ser madre tanto como yo, lo que estaba seguro que haría. Después de todo, en el fondo sabía que seguía siendo la chica de la que me enamoré.

No podía haber dejado de serlo de la noche a la mañana. 


Corto, sí, pero quería que solo estuviera enfocado en la noticia del bebé. El siguiente sí será más largo que los que he subido y les daré un spoiler: no hay tanto drama como en estos dos. Empiezan a hablar. Para las chicas que ahora odian a Ana por no contarle a Loren su parte de la historia, les recuerdo un par de cosas: Ana venía de una relación con un idiota, por lo que le es difícil terminar de aceptar a Loren y lo bueno que es con ella, siempre ha querido una familia, no sé si han leído bien estas partes, pero su madre nunca la dejó tener contacto con sus hermanos luego del divorcio de sus padres, hermanastros, y eso fue algo que la rompió, porque Sophie era el tipo de madre manipuladora/"buena" que solo la quería para ella y, tres, no es fácil salir de la depresión. En estos momentos Ana está deprimida, no es que haya dejado de amar a Loren o de ser la chica que todos amamos, está en el fondo tras saber que no puede (o podía) darse a sí misma y al chico que ama, que se supone que la eligió a ella para ese "felices por siempre" como el de sus hermanas, para formar su propio rincón de felicidad.  No poderle dar eso al hombre que ama la está matando, ya que piensa que es algo que él necesita para ser feliz. Y es algo común que las personas deprimidas, en un dado momento, empiecen a buscar la forma de distraerse de sus problemas en vez de enfrentarlos, como le sucede con Luc, así como es también normal que las personas se enfrasque en un "ideal" de felicidad (los hijos, la casita, etc) cuando esta ya está frente a ellos (Loren), dejándola perder por lo que creen que significa ser feliz. Ella lo ama, estén seguras, y él a ella, todos los sabemos, pero mientras DE se trató de conseguir algo, DO de recuperarlo, DP se trata de mantenerlo una vez lo tienes, que es lo que estamos viendo. Dos personas que se aman pero que, por X o por Y, están yendo en direcciones contrarias. No digo que estén bien lo que hacen, porque Anabelle debió hablar con Loren hace tiempo, pero les recuerdo que son humanos y, al igual que nosotros, cometen errores. Lo bonito es cómo salen de ellos. 

Capítulo 2/5, listo, el de mañana estará mejor.  

Más lágrimas, algunas de tristeza, otras de alegría, mucha ternura. 

Gracias por sus votos y comentarios. Las amo. 

No olviden seguirme en Ig, oscaryarroyo, para spoilers c:


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro