Capítulo 2: En casa.
ANABELLE:
Solo había tenido dos relaciones a lo largo de mi vida: Lucas y Brandon. Luc fue mi primer novio. Lo conocí en la escuela y, exceptuando el hecho de que también fue el primero en romperme el corazón, no tenía nada que reprocharle. Fue dulce, divertido y bastante respetuoso con mis hormonas de adolescente. Me costó aceptar que éramos mejores como amigos o que el tiempo a su lado fue más del tipo que hace que te llamen «colega» a diestra y siniestra que del tipo que te llena de pasión y frenesí, pero eventualmente lo hice y fui capaz de mantener una buena amistad con él. Una que hasta el día de hoy seguía vigente.
Brandon, por otro lado, fue el chico que conocí en la universidad y con el que ideé mis «felices por siempre», ¿pero cómo no hacerlo? Era el hombre con el que todos los papás quieren que su nenita llegue al altar: apuesto, amable, inteligente, exitoso y lo suficientemente adicto al ESPN. En otras palabras, era el candidato ideal para mantener el equilibrio en la raza familiar al ser sus genes completamente lo opuesto a los míos perezosos, tranquilos y conformistas. En el fondo creía que por eso se fijó en mí, es más, mientras más me involucraba en su mundo en el que las mujeres de negocios abundaban, en su mayoría hermosas criaturas de piernas largas y uñas acrílicas, tenía más convicción de que esa era la razón. Gracias a su buen ojo de contador, entrenado para detectar fraudes a kilómetros de distancia, fue que halló en mí la compañera perfecta para pasar el resto de sus días. O al menos una gran parte de ellos.
«El amor platónico de las billeteras masculinas», esa era yo.
Sonriente, feliz con cualquier detalle, poco exigente, sin una pizca de celópata, sin ansias de ser cuidada o convertida en un diamante... era la apuesta más segura para su patrimonio. Y aunque era insegura con respecto a ciertas zonas de mi cuerpo, específicamente con mis pechos o la falta de ellos, tenía lindo cabello.
Y trasero por entrenarme tanto corriendo tras niños traviesos y ansiosos de llenarme de sustancias desagradables.
─¡Al fin llegas! ─lo escuché gritar desde algún rincón de mi ático.
─Lo siento ─respondí con un tono de voz moderado. No había tanto espacio como para que mi voz se perdiera. Tampoco la suya─. Los niños me invitaron al parque. No me pude negar. ─Un rostro de ángel con mirada de demonio y expresión juguetona vino a mi mente. Lo ignoré sin conocer el motivo, pero considerando que lo mejor era evitar problemas innecesarios que solo incrementarían su mal humor─. Sabes cómo son.
Brandon salió de mi pequeña cocina con su traje de oficina y un delantal puesto. La prenda era blanca de encaje y tenía un corazón rojo bordado en el centro. Arrugué los labios en diversas muecas para no reír. Le molestaba que se rieran de su alter ego, lo que me enternecía cuando no se me hacía una tortura contenerme. En esta ocasión parecía realmente serio y enojado con mi retraso, así que me esforcé más que otras veces en no caer en la tentación. No lo culpaba. Si yo me hubiera tomado la molestia de cocinar para él estando acostumbrada a pagar para que otros lo hagan por mí y mi invitado de cortesía llegase tres horas después del almuerzo, como le prometí, «llena de ira y decepción» sería poco para describirme.
─Sí, lo sé, pero también sé cómo eres tú ─refunfuñó.
Junté las cejas mientras colgaba mi bolso en el perchero y me deshacía de mis zapatos, metiéndolos luego en el closet junto a la puerta principal. Ahí no solo guardaba ropa de invierno─. ¿Cómo soy?
─Considerada con todos, menos conmigo.
Puse los ojos en blanco. Sonreí cuando su barbilla tembló.
─Lo siento, Bran, no puedo decirle que no a esas caritas.
Se señaló─. ¿A esta sí?
Al pasar por su lado en dirección a mi habitación, besé su mejilla. Para hacerlo tuve que ponerme de puntillas. Brandon era de estatura promedio. Yo no, sin embargo, por lo que de igual forma debía alzarme para alcanzarlo.
─No... ─Me separé cuando intentó abrazarme─. No, no puedo decirte que no. ─Intenté hacerle cosquillas─. Eres muy apuesto.
Hizo una mueca─. Lo estás haciendo ahora mismo.
─Debo cambiarme ─contesté antes de encaminarme de nuevo hacia mi habitación.
No cerré la puerta, acción que no debería llevar a cabo si me sintiera en absoluta confianza con él, hasta oírlo regresar a la fuente del olor a quemado. Uno de los problemas de nuestra relación, uno de los tantos que ambos pasábamos por alto, era precisamente ese: mientras Brandon se molestaba si bromeaba con él, él sí podía reírse de mí y hacerme sentir como idiota si me molestaba. Uno de sus objetos favoritos de burla, como el del resto, eran mis pechos. Por eso prefería conservar cierto grado de privacidad y opté por usar una sudadera que adquirí en Disneyland que me hacía sentir resguardada por el simple hecho de que su ancho hacía que la atención se desviara a otros lugares de mí. Cubrí mis piernas con pantalones de algodón en lugar de mis usuales shorts de estampados, los que criticaba por su falta de seriedad, pero le saqué el dedo mentalmente al sacar un par de pantuflas de conejo de debajo de la cama.
Era mi casa. Yo era la ley dentro de ella.
Si quería dejar un montón de huellas arcoíris tras de mí, lo haría.
─Bebé... ─murmuró al verme entrar en la cocina, un rectángulo en el que más de dos personas no estarían cómodas y dónde un claustrofóbico no debería estar nunca─. ¿Te molesta si me voy por dos semanas? El jefe quiere que maneje las cuentas de un cliente en Brasil. Quería decírtelo mientras comíamos, pero...
«Así que de eso se trata todo», pensé levemente entristecida.
Me había sentido culpable por llegar tarde, por pasar tiempo con Loren y una hamburguesa mientras él me esperaba, pero definitivamente no lo habría hecho de saber que todo era un plan suyo para que la noticia de su estadía en el extranjero el día de nuestro aniversario no me sentara tan mal. Mucho menos el hecho de que no era en cualquier lugar, sino en Brasil dónde estaría rodeado de brasileñas bien proporcionadas en bikinis.
«Bikinis». La palabra sonó como ecos dentro de mi mente.
Yo tenía años sin atreverme a usar uno.
─Está bien ─dije.
Levantó las cejas─. ¿Está bien?
─Sí. Está bien. ─Una sonrisa se extendió por mi rostro─. ¿Cuándo debo hacer mis maletas? ¿Qué debo llevar?
Retrocedió mientras se quitaba el delantal─. ¿Debes?
─Sí. Debo. ─Sabía que estaba siendo muy malvada para su gusto y el mío, pero solo habíamos pasado uno de tres aniversarios juntos─. Ya sabes que estoy ahorrando para ir a España, pero no me molestaría usar el dinero o pedir vacaciones si se trata de conocer otro continente. ─Le di una de mis sonrisas. Esas que de niña me hicieron famosa en las cocinas de las vecinas por hacerme conseguir galletas gratis─. ¿Cuándo nos vamos?
Brandon palideció.
─Bebé...
─Shh ─lo callé─. Yo me ocupo de mi boleto. Entiendo que no entre en tus viáticos. ─Lo abracé con fuerza. Olía a comida, pero no estaba hambrienta y su calor no me hacía falta. Lo solté al cabo de unos segundos─. No quiero ser un golpe para tu economía.
─No, Ana, no se trata de dinero. ─Pasó una mano por su cabellera cobriza─. No puedes ir. Es un viaje de negocios. Sé que nuestro aniversario es importante para ti, pero esto también es muy importante para mí. ─Al ver mi cara, al darse cuenta de que estábamos en medio de un drama, apagó el horno y se empezó a dirigir hacia la salida. En la sala yo misma le tendí su maletín y abrigo─. Muy.
Tardé un poco en conseguir las llaves, pero finalmente abrí.
Brandon salió de mi apartamento luciendo dudoso.
─¿Más que nuestro aniversario?
Su expresión se volvió suplicante─. Ana...
─Descuida. Sé cómo eres.
─¿Cómo soy?
─Considerado con todos, menos conmigo ─murmuré antes de cerrar la puerta justo frente a sus narices y encerrarme así en mi sitio de absoluta paz.
No le hice caso a los toquecitos contra la madera que escuché después. Brandon tenía llave. Por eso había estado aquí antes que yo. Que no entrara por sí mismo significaba que entendió la gravedad del asunto y el mensaje en mis ojos: quería estar sola. El que hubiera llegado tarde a su comida casera, la cual tuve que dejar remojando para poder retirar del recipiente, era nada al lado de lo que él me estaba haciendo por segunda vez consecutiva. Aunque el año pasado había sido peor, puesto que se fue un día antes de fiesta con sus amigos y prácticamente durmió toda la fecha especial, mis esperanzas habían estado puestas al cien por cien en que este año sería mejor.
Que él las pasara por alto y las asesinara, así como así, dolía.
LOREN:
Castle Park, en Brístol, era por mucho uno de mis sitios favoritos. No solo se trataba de la vista o la pureza del aire, sino del ambiente en general. Cada detalle, por más mínimo, colaboraba al momento de hacerlo especial y noble. Llegué a mi departamento en el corazón de la zona al cabo de una hora tras haber dejado a Anabelle en su casa. Había hecho una parada rápida en el supermercado por víveres para la cena. Generalmente alguien los compraba por mí, pero esta noche quería hacer algo especial sin motivo alguno. Empujé la puerta con mi hombro porque tenía las manos ocupadas con bolsas de papel.
─Ashley ─susurré extrañado al hallarla sentada en el sofá de piel de mi sala.
─Loren ─ronroneó levantándose de un salto─. ¿Cómo estás?
─Sorprendido. ─En vez de quedarme a evaluar su cuerpo como cirujano plástico, como de costumbre, seguí de largo─. No te esperaba hasta la próxima semana. ¿Qué tal fue tu estancia en la capital?
─Horrible. ─Pasó sus manos por mis hombros pretendiendo darme un masaje mientras guardaba las cosas en el refrigerador. Logró hacerme sentir incómodo, no relajado─. Londres es nada sin ti.
─Londres sigue siendo la mayor ciudad de Gran Bretaña sin mí.
Tomó asiento en la encimera─. No me refiero a eso.
─Sé que no. ─Lavé mis manos en el fregadero junto a ella sin prestarle demasiada atención a la manera en la que entreabría las piernas─. ¿Te volvieron a expulsar del estudio por ser extremadamente demandante? ─Negué cuando Ash, modelo de ropa interior, se sonrojó─. ¿Me permites un consejo? ─Asintió─. Eres modelo de catalogo, no de Victoria's Secret. Mientras más rápido lo asumas, mejor para ti y tu carrera. La humildad trae puntos extras al currículo.
Cerró sus ojos, dos magníficos pares ahumados, azules y rasgados. Bajé la mirada y me encontré con sus manos convertidas en puños. Me maldije interiormente. Mi noche especial, esa que era para celebrar mi existencia, se acaba de convertir en un jodido drama queen para el que no estaba de ánimos. No por estar en mi faceta de amargado, sino todo lo contrario. Me sentía demasiado bien conmigo mismo tras haber pasado parte de la tarde con la pequeña pelirroja. La calma que me había transmitido no era normal. Ella era como millones de inciensos y el efecto de un montón de ejercicios de yoga concentrados en una sola dosis. No quería que nadie arruinara eso.
─Eres un idiota.
La arruga en mi frente se hizo más profunda. Negarlo sería como negar la existencia de mi polla. No tenía sentido─. Lo soy.
─Pero también eres... ─murmuró.
«Tu oscura obsesión», completé al pensar en todas las veces que la había hallado en los mismos lugares que yo concurría o, como hoy, en mi casa. Tenía una forma escalofriante de seducir al servicio para que la dejara pasar en contra de mis órdenes explicitas de no permitirle el acceso a ninguna de mis propiedades luego de que la atrapé robando mi ropa interior. Hubiera considerado el acto como un fetiche extraño y me habría sentido raramente halagado si no tuviera la costumbre de guardar mis objetos de valor dentro de mis bóxers.
Después de todo estaban hechos para albergar lo más valioso de la anatomía de un hombre, ¿no? Un par de quilates eran pan comido.
No habló por un largo momento de silencio en el que me dediqué a cortar tomates y observarla a punto de explotar. Aunque no solía comparar a mis mujeres y Belle no era una de ellas, no pude evitar hacerlo. Mientras la maestra usaba falda ancha y su escote pasaba desapercibido, la mujer junto a mí vestía un modelito que a duras penas cubría la tersa piel de sus muslos y solo bastaba con que alzara un poco el mentón para saber a consciencia el tamaño de su busto.
─...el único que puede ayudarme a conseguir empleo.
Holaaaaaaaaaa.
Si llegaron aquí me imagino que se dieron cuenta de que estoy resubiendo. ¿Por qué? Bueno. Porque Wattpad me odia y clasifica mis historias en contenido adulto a lo loco. Lo hizo con DE, que no entiendo porque no sé si recuerdan que Nathan y Rachel se besan en el capítulo 30 y tanto (y hay historias como: "Folla conmigo, papi" a las que ni miran), con DO (que sí entiendo porque Marie y Ryan son unos sucios xd), pero aquí NO lo soporto porque llevo a penas 2 capítulos y Ana es más inocente que el pan -.-
Si son buenas stalkers, se dieron cuenta de que esta es la segunda vez que intento subir, LA SEGUNDA PORQUE AUNQUE YO NI TOQUÉ, NI VI, NI RESPIRÉ CERCA DEL "CONTENIDO ADULTO: SÍ/NO, ME LO CLASIFICÓ COMO TAL :DDDDDDDDDDDDDD
Había dicho lo siguiente en el anterior: Para no crear problemas o bardo, volveré a subir, pero bueno. Veremos qué tal va. PERO AHORA SÍ ESTOY ENOJADA. Porque a parte de que guardé para mí sus lindos comentarios y votos para que la historia tuviera oportunidad de entrar en el rankng, VOLVIÓ A SUCEDER LO MISMO.
Pero en fin. Haré yoga y repetiré lo mismo: para no crear problemas o bardo, volveré a subir por segunda vez...
por segunda vez...
tercera vez si contamos la primera...
:D
Gracias por sus votos y comentarios ♡
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