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Capítulo 17: Megan.


ANABELLE:

Loren y yo tuvimos el mejor comienzo que una historia de amor puede tener. Después de regresar de los Emiratos como su novia oficial, nuestra recién iniciada relación solo fue de bien a mejor. A pesar de lo rápido que se desarrolló todo, sus padres me adoptaron como una hija más, me convertí en hermana de sus hermanas y con el pasar de los días no hubo sitio en Brístol en el que no nos hubiéramos besuqueado como adolescentes. Su caballerosidad conmigo nunca se extinguió. Mi amor por él solo se hizo más profundo. A los pocos meses conseguí que su estirado trasero trajeado prefiriera sentarse con un tazón de alitas y cerveza negra en el sofá, viendo algún partido de fútbol transmitido en vivo, sobre empujarme a cualquier sitio caro. Él, por otro lado, me hizo admitir en voz alta que adoraba ser mimada.

Por supuesto, al decirlo me refería a sus abrazos, caricias en mi cabello y besos.

Por supuesto, Loren lo malinterpretó a su favor.

Por supuesto, recibo paquetes de e-bay cada semana desde entonces.

Esa mañana, precisamente, el golpe familiar del hombre del correo, Harold, hizo que me levantara de un salto del suelo, dónde había estado cortando figuras de cartón para los niños de un hospital local de Cornwall al que Loren donaba dinero, visitaríamos pronto sus instalaciones, y corriera en dirección a la puerta. Mi cabello estaba hecho un nido lleno de purpurina y pintura, estaba en pijama, pero Harold ya nos había visto en peores condiciones. Con «peores» me refería a mi hermoso novio semidesnudo en el portal y a mí escondiendo mis encantos tras dos cojines.

Mis labios se fruncieron en una mueca cuando vi la cantidad de paquetes arremolinados a sus pies, otros en sus manos y brazos. Con un poco más de carisma podría empezar a hacerme famosa haciendo haúles de ropa en Youtube. Mi excusa al mundo sería el pasatiempo de hacer compras en internet de Loren.

─Fue menos que la semana pasada ─dijo el hombre encogiéndose de hombros.

Rodé los ojos.

─Al menos nada es demasiado grande.

Una vez recibí un trampolín. Fue divertido saltar sobre él en la calle, pero no entró en el departamento, el edificio no me permitió dejarlo en mi puesto vacío de estacionamiento, ni hubo espacio para él en lo de Loren, así que tuvimos que donarlo a Madison. Pensar en la sobrina de Loren trajo una sonrisa a mi rostro. La cuidábamos, al igual que a los niños menores de Marie, al menos una vez a la semana. Cada uno de los pequeños demonios tenía un sitio especial en mi corazón, incluso Kevin, el hijo del cuñado de Rachel, pero Madison, de cierta forma, era responsable de haber traído a Loren a mi vida. Siempre estaría agradecida con ella por eso. Tenía que pensar en un regalo, por cierto, pronto. Estaría de cumpleaños, el quinto, en una semana. George, su hermano, sin discusión el favorito de Loren, ya tenía tres.

Dos años y medio, casi tres, habían pasado desde que nos conocimos.

─Gracias ─murmuré tras firmar e iniciando mi primera ronda de viajes para llevar las bolsas y paquetes dentro.

─A la orden, señorita ─se despidió con un saludo militar antes de dar media vuelta y bajar las escaleras hacia su camioneta de entregas.

Me tomó cerca de diez minutos tener todo dispuesto sobre mi cama. No solo era ropa, también cosas para el hogar, algunas realmente estúpidas como inventos asiáticos coloridos para pelar diferentes tipos de verduras, o para nuestra mascota. Sí. Nuestra relación iba tan avanzada que habíamos adoptado una tortuga de agua que se mudaba semanalmente, al igual que nosotros. Era ridículo que siguiéramos viviendo separados, todo el mundo pensaba así, pero para nuestra relación estaba bien. El sistema nos permitía una especie de equilibrio entre su mundo y el mío. Un montón de bailes y champagne después, Loren todavía lograba convencerme de que el estilo Van Allen era mejor que mi vida tranquila y cómoda, llena de pizza y pantuflas, de maestra de kínder.

Detuve mi inspección a la bolsa de lencería que seguramente me animaría a estrenar tras el lavado, muchos ligueros y encaje, cuando mi teléfono sonó desde la sala. Corrí de nuevo y lo alcancé antes de que colgara. Su foto en la pantalla, nosotros dos de vacaciones en el Caribe el año pasado, me hizo sonreír.

─Hey.

─Hey ─dije.

─¿Cómo está mi niña?

Una sonrisa tonta se extendió por mi rostro.

─Agotada. Acaba de comer un tazón lleno de lechuga y aderezo césar.

─Belle... ─Su voz sonó llena de desaprobación─. ¿Qué te he dicho de las dietas?

Reí.

─Es una tortuga, Loren, ¿qué se supone que debe comer?

─A Megan le gusta el jamón ─gruñó.

─Al igual que los filetes de cualquier restaurant que estén por encima de las cien libras esterlinas. ─Fui al acuario de Megan en la esquina. Su cabeza se levantó como si intuyera con quién estaba hablando. Su papi. Presioné su caparazón colorido en tonos tierra dentro del agua para que no empezara a trepar. Siempre terminaba boca arriba agitando sus patas. Era una tortuga gorda─. La tienes demasiado consentida. Creo que le das cosas que su estómago no puede soportar. Haré una cita con su veterinario para un bypass.

─La lechuga es lo que Meg no soporta.

Rodé los ojos.

─No dirás lo mismo cuando no pueda defecar. ─Eso ya pasó. Loren estuvo tan aterrado con el agua limpia del estanque que terminamos viajando a otra ciudad para estar en la mejor clínica para animales más cercana. Un laxante y estábamos de vuelta en casa─. ¿Cómo ha ido tu día?

Suspiró.

─Aburrido.

Imaginar su expresión de niño frustrado que quiere ir a jugar, pero tiene que trabajar para mantener a cientos de familias felices, me hizo reír.

─¿Quieres que pase por allá más tarde? Podríamos merendar juntos.

Oí su sonrisa.

─Te estaré esperando, muñeca. Yo... ─Gruñó de nuevo, pero no conmigo─. Joder, Ryan, ¿podrías tocar la puta puerta por una vez? ─Bajó la voz─. Me tengo que ir, nena, solo llamé para saber cómo estaban. ─O cómo estaba Megan, más bien. «Estúpida tortuga». Sabía que era infantil estar celosa de ella, pero aún así─. Nos vemos en un par de horas.

─Allí estaré.

─Te quiero.

─Y yo.

Antes de que el silencio se volviera incómodo, ya que Loren no terminaba nuestras llamadas, siempre era yo, colgué y fui a terminar de guardar las cosas que compró por internet. Arrugué la frente a la imagen de mi armario colapsado con prendas suyas y mías. Pronto tendría que deshacerme de un montón de ropa que ninguno de los dos usábamos o conseguir más espacio. La idea de donarla me agradaba más, pero si lo consultaba con él seguramente terminaría preguntándome por qué no me mudaba a su apartamento.

Otra vez.

Y, de nuevo, tendría que mentirle.

LOREN:

Estaba teniendo un día de mierda supervisando la contaduría de la marca. Llevábamos semana y media en el mismo procedimiento, tomando en cuenta cada pequeño y gran distribuidor al que abastecíamos, y ya quería saltar de un puto edificio. Lo único que lo impedía eran mis dos chicas esperando en casa. Sin ellas caería en el pozo de la desesperación.

Ah.

Y Ryan.

Mi jefe de seguridad, ahora empresario independiente en la materia, solo sabía, además de romper huesos y asesinar sin dejar rastro, tocarme los huevos. Sospechaba que ni muerto me dejaría en paz. El maldito disfrutaba frustrándome. En su defensa yo no era igual con él, sino peor.

─¿No tienes una familia que atender? ─le pregunté sin levantar mi mirada de la documentación que revisaba en ese momento. Todo iba bien por ahora─. Estoy seguro de que Marie apreciaría tu ayuda con los niños.

─Están tomándose el día libre en el zoológico.

─¿Por qué no vas?

Se encogió de hombros.

─Tu hermana quiere tiempo a solas con ellos. Piensa que los robo para mí.

Medité. Este no era un sitio para niños, pero Ryan y su cangurera no lo veían así.

─Toda la puta razón.

Hizo una mueca.

─¿No debería estar feliz con la ayuda?

No me burlé esta vez. Lo mismo me preguntaba de Anabelle con Meg.

─Así son las mujeres.

─Vaya mierda. ─Sacó un paquete de cigarros de su chaqueta. Después de seleccionar uno salió al balcón a fumar. En mi puta oficina. Este era el único lugar donde lo hacía, si Marie supiera de su nuevo hábito lo degollaría. Yo seguía desconociendo las razones de por qué fumaba. Ryan tenía una vida relativamente feliz y acomodada con mi hermana y sus tres hijos. Suponía que solo era otro idiota llamando el cáncer a gritos o queriendo relajarse de la manera fácil. O menos costosa. Yo tenía mis vacaciones a Bora Bora con Belle si esto estaba siendo demasiado y el puto kínder, que había empezado a odiar por sus negativas a darle días libres, la dejaba ir─. ¿Qué has sabido de Calvin? He estado llamándolo, pero no responde. Estoy empezando a pensar que algo pasó.

Calvin era nuestro chivo en una compañía con tendencia a imitarnos. Su trabajo de campo no era para darnos datos, hasta el momento, sino para protegernos. Se arriesgaba haciéndolo, tanto legal como existencialmente, pero tenía buenas recompensas a cambio. Los riesgos, sin embargo, eran grandes. Esta vez no solo se trataba de hombres vendiendo y la competencia, la típica mierda, sino de la reacción de sus inversores cuando estábamos por encima de ellos en el mercado. Sospechábamos que hacían basura de lavado de dinero, entre otras cosas ilegales a las que no les convenía, o se les fuera permitido, tener pérdidas. Como el mundo de los vinos de alta gama era más discreto, selectivo, estaban en esto.

─Lo mismo que tú ─dije─. Su teléfono salta al buzón.

─Creo que es hora de hacerle una visita.

La traducción a eso era que teníamos la obligación moral de comprobar su estado.

─Mañana. ─Revisé el reloj en mi muñeca. Belle llegaría pronto con alguna caja sorpresa con cosas para merendar. Mi mal humor, en parte, se debía a que mi chica había tenido el día libre y no pude disfrutarlo con ella al cien por cien por esta basura. La noche anterior lo compensaba─. Hoy no puedo.

Ryan puso los ojos en blanco.

─¿Otra vez estás llevando al veterinario a tu tortuga de mierda?

Arrugué la frente.

─Megan tiene necesidades especiales.

─Es una maldita tortuga retrasada, entonces.

Despegó su trasero de la barandilla y se dirigió a la salida. Su tarea de hoy, asegurarse de que me interesara por Calvin, estaba completa. Lo que él no sabía era que ya estaba enviando a alguien por mi cuenta a comprobarlo. Le llevaba dos horas y, si se abstenía hasta mañana, que lo dudaba, de ventaja. Tendría una puta estrella en mi lado de la pared cuando se lo dijera.

Loren 1 – 9999999999 Ryan.

─¿Te vas? ─pregunté como si la idea me doliera.

Después de hacer mi vida miserable, como cada maldita mañana, probablemente iba a visitar a uno de sus clientes. Me estremecí. El bailarín pobre del que mi hermana se había enamorado quedó atrás para el mundo, excepto para ella, claro, porque el ex poli seguía siendo un coño en lo que se refería a Marie, pero estaba delante de un completo antes y después. Ryan se encargaba de la seguridad todo tipo de personas con dinero. El asunto iba desde políticos y empresarios a trabajos como garantizar la vida, literal, de un narcotraficante que es trasladado de una cárcel a otra. El imbécil amaba su trabajo, pero por experiencia propia sabía lo jodidamente estresante que era teniendo en cuenta que todos conocíamos su punto débil. Más de una vez lo acompañé a deshacerse, legalmente hablando, con abogados, cárcel y papeleo, tampoco éramos sicarios, de potenciales amenazas. Pero ahora, ya acostumbrado a la mierda de mantener a salvo a quienes ama, Marie y los enanos estaban seguros en su colina.

Más a salvo de lo que lo estaría cualquiera que solicitara sus servicios.

Y yo, bueno, yo seguía siendo rico en todos los jodidos sentidos.

Sus cejas se juntaron─. ¿Me necesitas para algo más?

─Yo... ─Consciente de mi asistente espiándonos desde la abertura de la puerta abierta, llevé mi mano a mi entrepierna y asentí entornando los ojos. Era su culpa por dejarla malditamente sin cerrar─. Por favor, bebé.

Los ojos de Ryan captaron a Ashley espiándonos. Una sonrisa curvó sus labios.

─Vete a la mierda.

Solté una carcajada mientras la veía sonrojar, aún mantenía la esperanza de que un día la invitáramos a un trío, orgia o lo que sea que se cocinara en nuestras reuniones y que la sacara de su aburrida rutina de ex modelo, a la que no acababa de acostumbrarse, pero eso nunca sucedería. Mi polla tenía dueña y estaba muy contenta con eso.

Y ciertamente dudaba que algún día no lo estuviera.

Ella llegó justo en el momento que Ryan iba saliendo, ambos se saludaron con un abrazo y la promesa de ir a cenar con los niños y Mar esta semana, por lo que no tuve tiempo para mí mismo y el trabajo después de eso. Eso era lo que sucedía una vez Anabelle entraba en la misma habitación. Todo lo demás, incluso yo, dejaba de existir. Ella era lo único suficientemente importante para ser notado. Al principio asustó como la mierda, pero después de dos años y medio estaba acostumbrado a sentirme superado por mis emociones hacia ella.

Ni siquiera podía imaginar cómo sería mi vida sin ello.

─Muñeca. ─Me empujé hacia atrás para que pudiera sentarse en mi regazo con su caja de panadería. Besé su mejilla cuando estuvo cálida y dulce sobre mí. Usaba un vestido sin estampado, gracias a Dios, color ciruela con mangas de encaje y botas e vaquero─. Tardaste.

─Megan no quería quedarse quieta en su estanque.

Me tensé. Meg, de alguna forma en contra de las leyes físicas, se escapó antes.

─¿Qué hiciste para que se quedara?

Se encogió de hombros.

─Dejé su estanque en la bañera y cerré la puerta del baño.

─¿Bajaste la tapa del retrete?

Probablemente se quedaría atascada si lo intentara, pero aún así.

─Sí.

Presioné mis labios contra su frente. Luego hice que se apoyara en mí.

─Chica inteligente. ─Levanté la tapa de la caja sorpresa─. ¿Qué es esto?

La conocía lo suficiente para saber que, a pesar de no estarla viendo, sonreía.

─Volcán de chocolate.

─Parece un emoji de mierda sonriendo.

Soltó una risita que jodió mi mente.

─Pruébalo.

Se dio la vuelta en mi regazo y sostuvo el tenedor a centímetros de mi boca. Mentalmente hice una mueca. Lo disfrutaba, joder que sí, pero si alguien me viera en este momento tendría que reportar la desaparición de mis bolas al 911.

─Joder ─dije mientras masticaba─. Está bueno.

Asintió.

─Es como comer trufas con helado de chocolate y brownie.

─Pasaré a comprar más de regreso a casa.

─Por favor.

Jadeé cuando me dio más.

─¿Eres consciente de que en unos años seré una vaca calva? Mi metabolismo no será tan bueno entonces.

Anabelle lo aceptó compadeciéndose con un trozo más.

─Tenemos mentalidad de gordos. Debería entrar en un gimnasio.

Besé su zona de pulso en el cuello.

─O follar más.

Se estremeció.

─Loren...

─¿Qué? ─Me levanté con ella en brazos. La deposité en mi escritorio con suavidad, mandando a la mierda el papeleo al suelo─. ¿No se me permite estar con mi chica?

─Aquí no. ─Miró hacia la puerta. Cerrada─. ¿No te da vergüenza?

Reí.

─No es la primera vez que lo hacemos aquí. ─Froté mi nariz contra la piel expuesta de su escote─. Tampoco es como si no vinieras preparada. ─Colé mi mano bajo el dobladillo de su vestido. De mi garganta salió un profundo gruñido cuando comprobé que estaba usando mi par de bragas favoritas. Pequeñas. Negras. De encaje, con ligueros abajo que iban atados a sus piernas─. Vamos, muñeca.

De alguna forma se escabulló.

─No.

Alcé las cejas. Estaba jodidamente duro.

─¿No?

Negó.

─Le dije a tu hermana que la acompañaría a visitar a Luz.

Gemí. Incluso me dejé caer de rodillas en la alfombra.

─Por favor, Anabelle, puedes tomar mi coche si Rachel te deja. No me dejes así.

Su sonrisa se hizo más ancha.

─No.

Mi ingle protestó. Me levanté, la táctica del ruego no funcionando, para probar con la demandante. Usé mi mejor tono de advertencia─. Anabelle...

─No quiero tener tu polla ahora. Tuve suficiente contigo en la cocina esta mañana. Mis pezones aún duelen. ─El aire escapó de mis pulmones. Ella sabía lo mucho que me trastornaba, de la buena, pero justo ahora dolorosa manera, que me hablara sucio con su linda boca tierna─. Nos vemos en casa.

Antes de que pudiera hacer algo al respecto, descolgó su abrigo del perchero y se escabulló fuera de mi oficina. Ashley se giró hacia mí una vez desapareció al final del pasillo descendiendo por el ascensor. Negué cuando hizo ademán de acercarse a mí para intentar solo Dios sabía qué. Me serví un vaso de whisky y cerré la maldita puerta para empezar a trabajar de nuevo. Maldecía el momento en el que Rachel, Marie y Anabelle comenzaron a llevarse bien. Desde entonces Belle no era solo mía. La tenía que compartir con ellas. Mis diabólicas hermanas. Casi me arrepentía de haberles dado tanto tiempo libre con sus esposos cuidando a sus demonios, pero disfrutaba mucho de mis sobrinos como para si quiera pensarlo. Mi pecho se oprimió. Niños. Quería niños. Anabelle los quería, lo sabía, ella no hacía más que demostrarlo con sus actos, con su forma de cuidarlos como si fueran propios, ¿pero cómo se suponía que llegaríamos allí de la forma correcta, primero la boda y todo eso, si ni siquiera lograba convencerla de mudarse conmigo? Llevaba más de seis meses insistiéndole directamente, indirectamente desde que empezamos a salir, pero ella solo bloqueaba el tema.

Maldición. No lo quería así, pero tendría que empezar a jugar sucio.


Hey. 

Chicas, espero que les haya gustado el capítulo. Iba a subir el sábado, pero la situ de Venezuela me lo impidió. Iba a hacer un vídeo para compartirlo por este medio cuando lo subiera. Lo hice y planeaba subir ayer, domingo, pero como algunas saben el internet se está yendo en algunas zonas porque este es un país donde el gobierno no reprime los medios de comunicación :D Like my house. Y han sucedido otras cosas que quería añadir al vídeo, por eso no lo compartiré ahora mismo, pero dije que ya han tenido demasiado abandono. Lo subiré a mis redes sociales en los siguientes días (si es que lo termino, porque todos los días pasa algo nuevo que merece ser mostrado, o lo subiré por partes). 

A mis chicas/os venezolanas/nos, fuerza. 

Esto es algo que no tendrá una solución inmediata, pero el primer paso es no mantenernos calladas/os. El que estemos sobreviviendo a esto nos enseña que somos guerreras/os o muy conformistas, lucha, no necesariamente saliendo a la calle, sino compartiendo tu opinión sin miedo, si quieres ser considerada/o como lo primero. 

A mis chicas/os de otros países, apoyo. 

Sé que es complicado de hablar de algo de lo que no se tiene idea, pero investiga y sé nuestra voz en tu país. Comenta con tus amigos. Corre la voz. Di lo que nosotras/os no podemos. Di lo mismo que decimos a diario, pero probablemente en tu caso sí será escuchado. 

Hasta la próxima actu.

Como siempre, gracias por sus votos y comentarios. Ahora más que nunca son mi fuerza.


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