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Capítulo 16: Estatus.

LOREN:

Era un Imbécil.

Un idiota.

Un egocéntrico.

Un playboy nato.

Un hijo de puta sin escrúpulos y muchos más términos de mierda, pero mátenme si no era egoísta también. Anabelle se estiró en la cama de sábanas y cojines sobre la arena, su cabello despeinado y sus pequeñas manos intentando mantener el dobladillo de su vestido sobre sus muslos, acelerando mi corazón con tan solo respirar. Nunca me sentí más poca cosa delante de alguien. Infiernos. Tenía un mundo, un montón de giros de ciento ochenta grados, que ofrecerle a su aburrida rutina de maestra de kínder y, sin embargo, era ella quién estaba especializada en hacer que el mío diera vueltas como un balón fuera de control en la punta de su dedo.

─¿Terminaremos lo de esta mañana? ─preguntó con una sonrisa nerviosa.

─Sí. ─Fui deshaciéndome de todo lo que pudiera bloquear la sensación de su piel sobre la mía. Algo en la forma en que me miraba hizo que me mantuviera de pie, a metros de distancia, desnudándome para ella en lugar de unírmele. Me veía como un puto trozo de pastel que quisiera devorar─. Vamos a tener la diversión que nos negamos más temprano.

─Mmm...

─Te haré el amor tan bien.

─¿Follar no?

─No. ─Negué─. Quiero tomar posesión de ti. No solo de tu cuerpo. ─Desabroché mis pantalones y los dejé caer al suelo junto con mi ropa interior─. Quiero cada centímetro de tu mente. Cada sensación de tu alma. Cada suspiro que salga de tu linda boca.

Gimió.

─Me harás llegar si sigues hablándome así.

─¿Cómo?

─Como un poeta cavernícola adicto al sexo. ─Hizo una mueca frunciendo los labios─. Un poco mentiroso también. No sé a quién más le has dicho cosas así.

Estreché los ojos─. Te aseguro que no a muchas.

─¿Cuántas?

─Ninguna.

─No te creo.

─No me importa si lo haces. ─Me encogí de hombros ofreciéndole mi mejor sonrisa. Quería borrar esa molestia en su rostro a pollazos─. Celosa estás ardiente.

Sus mejillas se ruborizaron. Abrió la boca para responder, pero ningún sonido salió. Sus sentidos se concentraron en el espectáculo que estaba iniciando masturbándome para ella. Mis músculos se tensaron cuando rodeé mi longitud. No era el estímulo que ansiaba, pero sus grandes ojos verdes en mí estaban trastornándome. Nos mantuvimos en silencio, yo tocándome y ella mirando, por unos minutos de insoportable y exquisita tensión. Ninguno de los dos mostró indicio de querer cambiar de escena hasta que sus muslos se juntaron, movimiento en el que vi parte del triangulo de sus bragas mojadas, y no pude más.

Bombeé mi polla unas últimas veces antes de acostarme a su lado.

Acaricié su mejilla─. ¿En qué piensas?

Se mordió el labio.

─Me gusta lo que veo ─murmuró con voz entrecortada.

Y esa corta oración fue lo que necesitó mi autocontrol para desvanecerse.

─A mí también ─susurré de vuelta posicionándome entre sus piernas.

Hice que me rodeara con sus piernas antes de dejar caer mi cintura contra la suya. Ana era pequeña. Pechos pequeños, cintura estrecha, trasero respingón y apretado... se suponía que proporcionalmente estábamos mal, pero, en lo que a mí respectaba, era perfecta. Sin exagerar como una muñeca. Una linda muñeca que follaría hasta que sus gemidos desaparecieran y mis músculos consiguieran un desgarro. Lentamente descendí la cabeza hasta que mis labios se rozaron con los suyos, tanteando, para después separarlos y darle acceso a mi lengua a su boca. Solté un gruñido gutural cuando su sabor llenó mis sentidos. Esto era el maldito paraíso y ni siquiera acababa de empezar. Cómo de bueno sería cuando estuviera dentro de ella, mi lengua en su boca de nuevo, consiguió hacerme estremecer.

─Loren ─jadeó al cabo de unos minutos de besuqueo intenso.

Reí ante la visión de su cabello despeinado, labios hinchaos y mirada perdida.

Me sentía orgulloso de que esto le afectara tanto como a mí.

─¿Sí?

Sus manos enredándose en mi cabello, acercándome, me tomaron por sorpresa. También la presión que ejercieron sus tobillos sobre mí, empujándome más y más hasta que lo único de lo que podía ser consciente era de la humedad de sus bragas frotándose contra mini Lord. Desvié la mirada hacia la pared para que no pudiera verme girar los ojos. Anabelle, sin embargo, lo prohibió tomando mi barbilla y girándome de vuelta hacia ella. Soltó una risita conocedora antes de frotarse de nuevo. Mi pecho dolió. Dios.

Era tan hermosa que jodidamente dolía.

─No quiero que te detengas.

─No lo haré. ─Besé sus labios rápidamente. Ronroneó en protesta cuando me alejé─. Tranquila, encanto, no pararía ni aunque mi reputación de chico bueno dependiera de ello.

─¿Chico bueno? ¿Tú? ─gimió, ejerciendo presión de nuevo con sus dedos en mis mechones, cuando lamí la zona entre sus pechos─. No, Loren, mentir no te hace interesante.

La miré apoyado cómodamente en su pecho─. ¿Miento?

─No eres un chico bueno ─dictaminó.

─Lo soy. ─Mordí suavemente uno de sus pezones─. Sería malo si permitiera que esto... ─Acaricié su linda entrada por encima del material húmedo de sus bragas. Mi cuerpo casi se deshace cuando me di cuenta de que era seda, no algodón, y de que era más pequeña de lo que pensé. Pero joder. Debía ser pequeña para no marcarse con el vestido─. Quedara sin remedio.

─Loren...

─Cumplo con mis deberes. ─Presioné un poco más hasta que encontré el punto que la hacía gemir independientemente de lo que pasara a nuestro alrededor. Paré cuando sus muslos empezaron a temblar. No quería hacerla llegar aún. La primera vez debía ocurrir juntos─. Soy responsable. Eso es ser un buen chico para mí, ¿para ti no?

Dirigí mis labios a su cuello y mis manos a los delgados tirantes sin dejarla contestar. Un estudio completo de su atuendo me reveló el truco: solo debía desabrocharlos en la parte delantera y Belle estaría desnuda para mí. Así lo hice, dejándola en sus bragas de satén y encaje, sin darle ningún tipo de atención especial. Estaba muriendo por unirla a mi club de la desnudez a penas la vi salir de casa con esa diminuta mierda mata hombres. Recordaba haberla pedido, pero no lo que pasó por mi cabeza cuando lo hice. Seguramente algún tipo de cosa sucia que nubló mi mente y me impidió pensar más allá de mi libido, por lo que no me percaté que no sería el único que la vería o fantasearía con ella vestida así.

De nuevo, era aun idiota y no había forma de que pudiera negarlo.

─Maldición ─solté absolutamente embriagado con su silueta y el contraste del blanco perlado de su ropa interior con su pálida piel y pezones rojo-rosados. Atrapé uno de ellos entre mi índice y pulgar, pellizcándolo hasta que lloriqueó en necesidad de más─. Eres tan preciosa. ─Descendí de nuevo─. Toda mía.

─Tuya.

─Y yo soy todo tuyo, Belle.

Acercó sus labios a mi oído─. Más te vale.

─Lo soy ─reafirmé bajando con besos y lamidas por su torso─. Soy tuyo. ─Me entretuve especialmente con el hueso de su cadera. Froté mi nariz contra esa zona hasta que sus gemidos me suplicaron bajar─. Te besaré aquí ─le advertí con el fin de que luego no me pudiera reclamar por no avisarle lo que vendría a continuación─. Lo haré hasta que estés tan mojada que mi polla pueda deslizarse fácilmente dentro de ti. ─Hice a un lado sus bragas, todavía no me apetecía deshacerme de ellas, para poder meter la punta de mi dedo en su interior. Su calor me hizo perder la cordura─. Estás tan apretada y cálida ya, encanto. Quizás no sea necesario...

─¡Loren! ─chilló guiando mi cabeza hacia abajo.

─Joder ─susurré antes de empezar a deslizar mi lengua a lo largo de su entrada.

El sexo oral era algo que no hacía todo el tiempo. A menos que se tratara de una vagina realmente bonita no era un práctica que me llamara la atención, pero Belle... mi chica tenía la vagina más linda, lisa y suave como la de un puto bebé, que pudiera haber tenido para mí. Rosada. Apetecible. Sabía tan bien, por otro lado, que realmente no era ningún sacrificio para mí besarla ahí. En realidad lo disfrutaba. O lo amaba, en verdad, pasar mi lengua por ahí sabiendo que había sido yo quién la había puesto húmeda y levemente hinchada. Saber que fui yo quién la hacía estremecer, curvar la espalda y enloquecer y rogar por más.

Metí mis manos por debajo de su espalda para mantenerla en su sitio a pesar de sus bruscos movimientos. Lamí, con cuidado de no dárselo completo, hasta que mi cuello dolió por la posición y tuve que despegarme unos segundos para pasar el calambre. Mi intención era reanudar mi tarea, pero Anabelle no me dejó. Se incorporó en la cama con el único objetivo de atraerme a su rostro de nuevo, mi polla tanteando su coño, para iniciar la segunda ronda de besos en la que su sabor fue traspasado de mi boca a la suya sin ningún tabú.

─Quiero sentirte ─ronroneó envolviendo mi cintura con sus piernas.

El misionero sería.

Posicioné mi polla─. Y yo.

Me sumergí en ella con una lenta embestida que nos torturó a ambos. Anabelle echó su cabeza hacia atrás y se permitió gemir como no lo había hecho hasta entonces, sin pudor, cuando inicié un rítmico vaivén que nos volvió locos. Estaba tan apretada. Tan suave. Tan cálida. Mi verga se sentía en casa.

Escondí mi cara en el arco de su cuello, mis dedos entrelazados con los suyos, marcándola con algo que me echaría en cara después mientras la hacía mía y me entregaba como suyo para seguir perdiéndonos en lo que fuera que estuviera construyéndose entre nosotros. Las contracciones de sus paredes a los minutos de iniciar la primera ronda me indicaron que el momento había llegado. Me corrí en su interior tan duro y abundante que temí que mi orgasmo, el suyo también, no tuviera fin. Ninguno de los dos se atrevió a ser quién le pusiera fin a la íntima conexión, por lo que me di vuelta y la acosté sobre mi pecho. Aún me sentía duro e insatisfecho, la noche acababa de empezar, pero sentía que iniciar otra ronda instantáneamente arruinaría el momento.

No tanto como lo arruinó el sonido que escapó de sus labios, por otro lado.

─Dime que eso no fue un maldito bostezo.

─Creo que sí ─rió─. Me dejaste agotada.

Me sentí como un estúpido cachorro herido─. O te aburrí.

─No. No lo hiciste. Fue intenso. Maravilloso. ─Acarició mi mejilla─. ¿Cómo estuvo para ti? ¿Te aburrí? ─preguntó con vocecita soñolienta y una sonrisa que me hizo saber que ella conocía la respuesta, un no rotundo, pero que aún así quería oír de mi boca lo increíble que era.

─No, amiga, no me aburriste.

Su expresión fue como la causada por chupar un limón agrio.

─Odio esa palabra.

Besé su frente─. Yo también, ¿qué tal si nos deshacemos de ella?

Me miró completamente despierta.

─¿Cómo?

─No sé. ─Deslicé un dedo por su frente─. ¿Te gustaría ser mi chica?

No podía decir que Anabelle no fuera una chica inteligente.

Aunque me hubiera gustado un sí instantáneo, se tomó su tiempo pensándolo.

─Depende.

─¿De?

─¿Tu chica, como tu puta, o como tu novia?

«Chica inteligente». Reí.

Al parecer un buen polvo era lo que la hacía desprenderse de su timidez.

─Como ambas.

─Loren...

─¿Sí?

─Estás loco.

─Tú igual, chica de barrio, por eso es que somos tan buenos ami...

─No te atrevas. ─Se abalanzó sobre mí cubriéndome la boca con sus pequeñas manos─. Sí. Está bien, seré tu novia, pero no uses esa palabra nunca más. Por favor. Creo que he desarrollado una crisis existencial con ella. Soy demasiado vieja para tener problemas con la friendzone.

Mis párpados se separaron en shock. Sus ojos verdes brillaban con humor.

Mierda.

─¿Eres mi novia? ─conseguí decir una vez me permitió hablar de nuevo.

Debía asegurarme para poder seguir con mi vida. En caso de ser una broma, retirándome a un bar con Ethan a desahogar mis penas, cuando estábamos con Rachel seleccionando la comida el idiota compró una botella en caso de, o en caso de ser verdad... continuar con mis planes sintiéndome el bastardo más afortunado.

Bufó antes de acomodarse de nuevo contra mi costado.

─Si así de rápido tienes dudas al respecto es mejor que no.

Tomé su rostro en mis manos y lo incliné hacia arriba─. ¿Eres o no mi novia, Belle?

Esperaba que mi rostro dijera lo mucho que odiaría un chiste ahora.

─Sí.

─Mierda.

Sin tener ningún tipo de motivo oculto, o mala intención, estrellé mis labios contra los suyos y los besé por un largo, muy largo, rato en el que no hice más que abrazarla y besarla como un primerizo.

─Gracias por la oportunidad ─murmuré contra su cabello cuando terminamos.

Ese terminamos iba entre comillas.

En lo que mí respectaba apenas acabábamos de empezar.

─Gracias a ti por aparecer.

Sin saber qué diablos significaba eso, cerré los ojos y nos permití extender un poco más nuestro descanso. Su cuerpo recostado contra el mío me producía una oleada de paz que no había sentido desde que era un niño. Anabelle me hacía sentir como uno; hacer y decir cosas que mi yo adulto no se atrevería. En otro momento, con otra persona, me sentiría estúpido. Con ella presentía que nunca sería así. Lo que hago a su lado, quién soy con ella, es tan natural como respirar. La estreché contra mí pasando una mano por a través de la tersa piel de su cintura. No había sentimientos negativos aquí, solo el miedo de que esto algún día pudiera tener su final. Sin importar cuánto me hubiera costado llegar aquí, pensaba que había sido demasiado bueno y fácil para ser real.

Nunca nada es tan bueno y fácil.

ANABELLE:

Me levanté sintiéndome observada y fuera de lugar.

Y con razón.

─¿Qué haces aquí? ─le pregunté a la figura sentada en un sillón frente a mi cama, no en la playa, sino frente a mi cama en mi habitación en la casa de Loren. Mis mejillas adquirieron un tono rosado cuando me di cuenta de que seguía desnuda. Me cubrí con las sábanas. Lo último que recordaba era haber cerrado los ojos sobre el pecho de Loren luego de aceptar ser su novia y unas cuantas... ¿folladas? ¿Revolcones? ¿Rondas de hacer el amor?─. ¿Qué hago aquí?

Rachel finalmente despegó la vista de su teléfono─. Mi hermano te trajo.

Puse los ojos en blanco.

─Gracias. Eso responde todas mis preguntas.

Sus labios se curvaron en una sonrisa que me hizo ver lo hermosa que lucía. Su cabello negro estaba recogido en un moño alto y el tono nude de su traje era exquisito contra su piel. Rachel tenía los ojos de Loren, como Madison, así que se me hizo difícil no pensar en él cuando los vi. Tampoco pude evitar compararme con ella. Éramos como agua y aceite. A pesar de ser su hermana, estaba segura de que las mujeres en el mundo de Loren lucían tan inmaculadas como Rachel Van Allen, no desgravadas como yo.

Esto sería un desastre, pero no me arrepentía.

─¿Quieres que sea más especifica?

Asentí.

─Por favor.

─Bien. ─Se puso de pie─. Estabas tan agotada físicamente que no te diste cuenta cuando Loren te trajo de regreso. ─Su expresión me hizo saber que conocía el motivo tras ese agotamiento. Mis mejillas pasaron de rosa a rojo─. Pero si te preguntas qué haces acá, tan lejos de casa, estamos igual. No sé la respuesta a eso. Esperaba que tú sí.

Arrugué la frente─. Loren me invitó.

Asintió─. Y tú aceptaste.

─Sí. Somos... éramos amigos.

─¿Por qué le dijiste que sí? ─Se acercó. Le importaba un bledo que estuviera desnuda. Me cubrí más. Habían sido pocas las veces que hablé con ella en el kínder y solo la había visto con Loren unas cuantas ocasiones, por lo que no tenía idea de cómo manejar esto o cuáles serían sus verdaderas intenciones─. ¿Cuáles son tus intenciones con mi hermano?

Su tono preocupado me tranquilizó.

─¿Eres una especie de hermano mayor sobreprotector?

─Estoy más acostumbrada al término hermanita menor celosa, pero si lo quieres ver desde ese punto de vista... ─Se acercó a la peinadora y me lanzó una bata de seda con cuidado. Después se dio la vuelta y me deprimió con la visión de su trasero después de dos bebés. La envidiaba tanto─. Por favor, Anabelle, cubre tus tetas para que podamos seguir hablando sin que sufras un ataque. ─Suspiró como si verme así fuera un sacrificio para ella─. Pero me alegra que seas recatada. No tienes ni idea de las cosas que he tenido que ver en lo que se refiere a Loren y sus... ¿compañeras? No sé cómo decirles.

Me la puse rápidamente entre aliviada y ansiosa. Sentía curiosidad acerca de esas cosas que habría tenido que ver. Quizás esta conversación no era tan mala. Tal vez me enteraría de muchas cosas acerca del pasado mujeriego de Loren.

Porque esperaba con todo mi corazón que estuviera en el pasado.

Me enderecé en la cama con actitud perezosa. Fue ahí cuando me di cuenta del desayuno dispuesto en la mesita de noche. Tomé la bandeja con cuidado de derramar el contenido de la taza. «Buenos días», junto con una disculpa por tener que ir a hacer cosas de trabajo de emergencia, estaba escrito en una de las servilletas. Preguntándome qué clase de negocios tendría Loren acá, picoteé un poco de brownie para que me diera fuerzas y pudiera enfrentar a Rachel.

─Yap ─le avisé cuando arreglé más o menos mi cabello, haciéndolo un moño desarreglado que se sentía mal al lado del suyo, tras cubrirme─. ¿En qué estábamos?

Se sentó en la esquina de mi cama. Protesté cuando me robó un cupcake.

Cupcake. Brownie. Chocolate caliente. Panqueques. Su forma dulce de ser.

¿Loren quería inducirme en un coma diabético?

─Me decías cuáles eran las intenciones con mi hermano.

─Ah, eso. ─Le di un bocado a mis panqueques. Estaba pretendiendo ser fuerte, pero por dentro estaba temblando─. Pues... solo sucedió.

Rachel alzó una ceja.

─¿Te sentaste sobre su pene y lo enamoraste por accidente?

Me atraganté─. ¿Qué demonios?

Su sonrisa se volvió malévola.

─No eres la única que puede jugar sucio. ─Observó su manicure─. Te lo resumo: eres dulce, pero no sé qué escondes tras esa carita de ángel. Amo a mi hermano. Te estás acostando con él. Al parecer le gustas mucho. Quiero saber si estás jugando o, si al igual que Loren por primera vez en su vida, te estás tomando esto en serio. El amor y el dinero no se mezclan.

─Yo...

Me detuvo─. No quiero verlo lastimado, Anabelle. Si solo lo estás utilizando por dinero... ─Le quitó el forro a su teléfono y desdobló un cheque que había estado en él. Una suma con muchos ceros me llamó la atención─. Te estoy dando una salida fácil. Lo tomas, lo tienes, dejas de burlarte de él y permites que siga con su vida sin dañarlo al punto de que no quiera volver a intentarlo con nadie más.

Mi corazón se hizo añicos ante sus insinuaciones. Aunque, pensándolo mejor, no eran ningunas insinuaciones. Rachel estaba siendo tan directa como podía serlo hablándome de esta manera.

Por un lado me sentí bien y a gusto con su forma de protegerlo.

Pero por otro... me destrozaba que eso probablemente sería lo que pensarían todos cuando supieran de nuestra relación. Pero no por mí. Por él. Odiaba que todos creyeran que Loren no tuviera nada más que ofrecer. Molesta, un nuevo nivel de furia que no conocí hasta ese momento, extendí la mano y robé el cheque de las suyas. Rachel me observó con ojos decepcionados hasta que empecé a romperlo en pequeños e irregulares pedazos sobre el colchón.

─Toma esto ─rugí─. Tu hermano y tú se pueden meter su dinero por dónde mejor les quepa. No me importa. Lo quiero a él, Rachel. No a la forma en la que se viste o a dónde me lleva a comer. ─Alcé el mentón con orgullo─. Hemos sido más felices almorzando en el piso de un parque o en una hamburguesería de cuarta que en cualquiera de tus caros restaurantes. No necesito esas estupideces para hacerlo sonreír, ni él las necesita tampoco. Loren me habría gustado aún trabajando de mecánico en un taller.

Alzó ambas cejas─. ¿Te das cuenta de que te estás contradiciendo? Si no lo quieres por interés, ¿por qué aceptaste venir con él a Dubái? ¿Rodeada de oro? ─Miró hacia mi armario con disgusto. Esa información debió haber sido dada por los empleados o estos ya debieron haber traspasado mis cosas. Cuando me fui ellas seguían en la habitación donde ahora dormía Ethan─. ¿Por qué permitiste que te comprara tantas cosas?

─Habría aceptado vacacionar en un basurero si él hubiera estado allí.

─¿Y los vestidos?

─Yo los pedí ─contestó una voz gutural, tan emocionada como la mía, a nuestras espaldas. Me di la vuelta. Loren estaba apoyado en el marco de la puerta luciendo uno de sus trajes. Hermoso. Mis vellos se erizaron, ¿me habría oído decir todo aquello? Mitad esperaba que sí, mitad esperaba que no─. No se suponía que debías interrogarla, Rachel. Pensé que solo tendrían su día de chicas haciendo desastre en el centro comercial.

Rachel se tensó.

─Estaba asegurándome de que valiera la pena perder nuestro tiempo con ella. ─Se levantó tras tomar un cupcake de mi bandeja─. Te espero abajo, Ana. Ponte algo lindo. Hay un vestido coral con bordados en tu armario. Quedará bien con tu tono de piel y el clima del día. Los planes son comprar y almorzar antes de que mi vuelo de la tarde salga. Tengo una familia a la cual volver. ─Sonrió, estirando la tela de su chaleco, sin ningún tipo de tensión esta vez─. Lo siento, pero te robé este, creo que lo pidió una talla extra. ─Cuando pasó por su lado le rodó los ojos─. Hombre tenías que ser.

─Seguro ─murmuré cuando desapareció sin entender qué acababa de suceder.

Miré a Loren en busca de una explicación. Él solo se encogió de hombros.

─Marie será más fácil. Lo prometo ─dijo sentándose junto a mí. Al igual que su hermana me robó un cupcake. Ahora solo me quedaba uno. No me quejaba. Tenía media docena de brownies para compensarlo. Loren frunció el ceño al cheque roto en el colchón─. Ese es el pago de Rachel por ayudarme anoche, ¿te lo dio a ti?

Recogí un trozo con su firma. Sabía que había tenido que tener ayuda para hacer todo eso por sí mismo de la noche a la mañana. Que trajera a su hermana desde otro continente para conseguir ayuda solo lo hacía más tierno. En lo que a mí respectaba no le quitaba nada de crédito.

Tampoco era como si no hubiera tenido que pagar.

─Creo que sí.

─Supongo que ahora puedo andar por la vida sabiendo que cuento con ella sin que mi cuenta se quede vacía a cambio. Eso es... ─Fue interrumpido por el sonido de su teléfono. Su rostro se puso en blanco cuando lo revisó─. Obvia lo que acabo de decir. Si fuera un naufrago en una isla no puedo jodidamente contar con nadie.

─¿Por qué? Es lindo que te haya echado una mano sin recibir nada a cambio.

Loren hizo una mueca.

─Lo acaba de arruinar enviándome el número de su cuenta para una transferencia.

─El amor y el dinero no se mezclan ─cité a su hermana.

Loren se tensó antes de soltar una baja carcajada─. ¿Ella te lo dijo?

─Sí, ¿por qué? ¿Es un dicho que tienen los Van Allen? ¿No estar con alguien que no esté a la altura? Porque si es así... no creo que una chica de barrio sea suficiente para tus padres.

Negó a la par que me abrazaba─. No. Es algo que le enseñé mientras estaba en la universidad. Se suponía que solo lo tomaría en cuenta para el trato con los clientes, pero al parecer Rachel le encontró otras aplicaciones adicionales. ─Besó mi mejilla─. Y no debes preocuparte por la aprobación de nadie, Ana. Mamá y Lucius te aman. ─Sonrió─. Y si no lo hicieran no importa, soy mayor de edad.

─¿Y la de tus hermanas?

─He dicho nadie.

─Pero Rachel y tú son cercanos. Marie te importa. Las quieres.

─Ellas están dentro de esa generalización que solo nos excluye a nosotros.

Sus palabras fueron tan lindas, no tanto como la convicción con la que las decía, que no pude frenar el impulso de alzarme un poquito y besar sus labios. Era perfecto. Justo así no había nada que deseara cambiar. Me despegué de él cuando un pensamiento curioso cruzó mi mente.

─¿Me escuchaste?

Loren siguió besando mis mejillas─. ¿Mm?

─¿Me escuchaste hablar con Rachel?

─Sí ─susurró─. Y fue lo mejor que he oído en mi puta vida. ─Sostuvo mi rostro─. Estoy tan cerca de amarte que puedo sentirlo rozando la punta de mis dedos. No hace falta mucho, Anabelle. Soy como una jodida bomba. Un solo chispazo más y todo esto que siento por ti explotará. Espero que sea de la mejor manera, pero no te puedo asegurar nada. Estoy asustado por eso. ─Presionó su frente contra la mía─. No quiero alejarte.

─Yo también estoy cerca ─confesé─. Y no está en mis planes alejarme.

─¿Querrás también a las consecuencias de tenerme?

La forma en la que cerró sus ojos cuando toqué su mejilla me derritió.

─Las querré a todas y a cada una de ellas.

Y esperaba que él quisiera las mías.


Llegó por la que lloraban. 

Lo sé, me desaparecí, pero mi vida este mes se traduce en: parciales, trabajo (la situación me hizo empezar a trabajar escribiendo para un tipo, de lo que seguramente sacaré una historia, pero no todavía) y enfermedad. Es lo único que diré. 

¡Dedicación! Este cap va dedicado a Abby por haber sido mi primera compradora vía PayPal. Abby es vida. ¡Muchas gracias, nena!  

Para ganar la próxima dedicación: ¿de qué forma llama Loren a Belle a parte de, por supuesto, Belle?

Gracias por sus votos y comentarios. Las quelo. 

FAPV, voy por ti mañana o pasado c:

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