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Capítulo 14: Por una respuesta.

ANABELLE:

Mis párpados se separaron al escuchar el sonido de la puerta abriéndose y cerrándose junto con una sucesión de pasos viniendo hacia mí. Acomodé la sábana contra mi pecho y me enderecé, estremeciéndome cuando una corriente de aire me recordó lo desnuda que estaba por debajo de ella. Mis músculos dolían. Lentamente alcé la vista del colchón, viajando a través de sus piernas bajo un pantalón de pijama y su torso desnudo, hasta detenerme en sus ojos grises. Su mirada era oscura y traviesa, pero calmada como si de momento estuviera satisfecho y no tuviera en mente volver a atacar.

Lucía más bien como si estuviera planeando su próximo asalto, los engranajes dentro de su apuesta cabeza moviéndose con velocidad. Junté mis muslos. Anoche fue la segunda vez que realmente me dejé llevar y disfruté del sexo. Loren, en definitiva, tenía este efecto inhibidor que me empujaba a disfrutar de cada momento en el que termináramos envueltos.

─Te traje el desayuno ─dijo sentándose y colocando la bandeja sobre su regazo. Palmeó el sitio a su lado─. Ven aquí, Belle, te daré de comer.

Mis mejillas se sonrojaron mientras me movía con cuidado de no dejar caer la tela. Ninguna protesta sobre él alimentándome como su mascota tendría sentido ahora. Ya habíamos compartido cualquier nivel máximo de intimidad.

─¿Panqueques? ─Mi tono fue maravillado. No había comido unos, estos tenían el plus del jarabe de chocolate encima, desde esa mañana en su casa. Ya los extrañaba─. Gracias ─murmuré tomando unos tres y acurrucándome a su lado para devorarlos con una taza de chocolate caliente.

Tanto chocolate me haría daño después, pero era mi adicción. Simplemente no puedes poner un paraíso de él frente a una chica y torturarla esperando que no se lo coma todo.

Si simplemente estallaba en M&M's luego, culparía a Loren.

─Nunca me he sentido tan desplazado como ahora. Tomaré nota mental para después: no le des chocolate a tu chica si lo que quieres es tener un momento romántico. Te engañará con el maldito frente a tus ojos ─refunfuñó junto a mí.

«Mi chica», dijo.

Temblé. Sería absurdo negarlo. A estas alturas me sentía como su chica, pero no sabía qué hacer con ello.

─No es mi culpa que no sepas tan bien como él. ─Mi mirada bajó a sus labios. Nuevamente mis mejillas estallaron. El sabor de su boca competía con el chocolate, pero él no tenía que saberlo─. ¡Loren! ─chillé cuando me robó mi panqueque perfecto, un enrollado con jarabe, queso y mantequilla, devorándolo en dos mordiscos─. Te odio.

Preparó uno igual y lo colocó solo a centímetros de mi rostro─. No, no me odias. ─Mi respiración se atoró─. Muerde.

Despacio, dudando por un breve instante, hice lo que me pidió.

─¿Soy yo o sabe mejor que el que yo hice? ─hablé con la boca medio llena.

Loren soltó una carcajada baja─. Eso es porque te la di. ─Besó la cima de mi cabeza y me dio el resto para que me encargara yo sola. Lo tomé con cierto resentimiento que se desvaneció cuando me di cuenta de lo que estaba deseando: ser alimentada como su maldita mascota─. ¿Quieres hablar de lo que pasó anoche?

Me congelé. ¿Hablar acerca de qué? ¿De la forma en la que me arrojé a sus brazos? ¿De lo que hicimos? ¿De lo bien que se sintió? ¿De cómo ahora no podía verlo sin sonrojarme? ¿Sin recordar lo bien que se sentía tener sus manos sobre mí? ¿Tenerlo dentro de mí? ¿Siendo uno? Pues no, no me iba a hacer decir en voz alta los sucios detalles.

─¿Tenemos que hacerlo? ─Mi voz sonó ronca, como una mujer con sed abandona de en el desierto, así que me tomé unos segundos para aclararla con un suave tosido─. ¿Es necesario?

Loren asintió lentamente─. Sí, quiero que me repitas la razón por la que Ethan terminó desnudo en tu cama. ─Sus brazos se envolvieron protectoramente alrededor de mí─. Después de lo que sucedió anoche... creo que está claro el papel que estás jugando en mi vida. ─Mis músculos se relajó un segundo, al saber que se refería a lo de Ethan, antes de tensarse nuevamente. ¿Cuál papel? ¿El de su nuevo juguete? ¿Amante? ¿Amiga con beneficios? Si pedían mi opinión, el último era más como nosotros, pero aún así me posicionaba en un punto incómodo en el que eventualmente me enamoraría, él no, y mi corazón se rompería de nuevo. El movimiento de mi cabeza hacia él, sus dedos presionando mi barbilla, hizo que el disturbio en mi cabeza desapareciera para dar paso a las ganas de besarlo al ver su rostro a solo centímetros del mío. Él no dio el primer paso, sin embargo, así que yo tampoco lo hice─. Eres importante para mí, Anabelle.

Me fijé en sus ojos. No había duda de que él lo decía en serio.

─Lo sé ─murmuré.

─Bien. ─Se alejó echándose hacia atrás hasta que su espalda chocó contra el cabezal─. Porque no hay una jodida forma, ninguna maldita manera, de que te comparta. ─Me echó sobre él. Gracias a Dios el chocolate caliente no se derramó sobre ninguno de los dos─. Eres mía.

Me estremecí otra vez, esta vez no por el frío, sino por el calor en sus palabras. Sonaba tan encantadoramente posesivo que cualquier feminista que no entendiera nuestra situación, lo odiaría por creerse con el derecho de tenerme.

Pero solamente era un hecho. Loren me tenía.

─Está bien ─me escuché a mí misma aceptándolo en voz alta.

Después de una pausa tensa en la que sonrió como alguien que se acaba de ganar la lotería, me acomodé sobre él y volví a repetirle lo que sucedió la noche anterior mientras terminábamos de comer, asegurándole que Ethan no me tocó y poniendo especial énfasis en el hecho de que no violé a su amigo mientras me aseguraba de que estuviera cómodo mientras dormía. Cuando terminé Loren no respondió. Se quedó en medio de un silencio sepulcral hasta que no aguanté más.

─¿Qué haremos hoy? ─pregunté intentando mejorar la expresión sombría en su rostro. Quería que el hombre travieso, despreocupado y dueño del mundo volviera─. ¿Iremos a la playa? ¿A la mezquita? ¿Qué?

─Hoy tengo trabajo.

Me desinflé como un globo. Loren lo notó y presionó otro beso contra mi cien. No pude contener un puchero. Quería ser besada, no tratada como una niña del jardín.

─Lo siento, nena, saldremos en la noche. Tengo que atender unos asuntos. ─Se enderezó para robarme otro panqueque. No me quejé. Le daría todos los que quedaban en mi plato, unos cuatro, si se quedaba─. Pero no será hasta dentro de una hora más o menos. Por ahora sigo siendo tuyo.

Una pequeña sonrisa se extendió por mi rostro.

─¿Mío?

Asintió lenta y severamente─. Tuyo. ─Me abrazó y dejé caer mi espalda contra su torso, consciente de la calidez entre ambos, como si fuera mi sofá. Estuve a solo un paso de ronronear─. ¿Hay algo que quieras discutir sobre lo que pasó anoche?

Jugué con mis manos en mi regazo. La respuesta era un gran sí.

Tenía un montón de preguntas en mente.

─Bueno...

─Demonios, eres tan adorable. ─Se acomodó debajo de mí de tal forma que sus manos estaban rodeando mi cintura, apretándola contra él como si quisiera fundir su cuerpo con el mío, y sus labios a solo una pulgada de distancia. Su aliento impactaba directamente en mi mejilla─. ¿Te gustó? ─Afirmé despacio. Un gruñido satisfecho escapó de su boca─. ¿En qué posición nos deja eso ahora? ¿Qué somos?

Hice una mueca. Se suponía que esa era mi pregunta por hacer para él responder, no al revés.

─¿Qué quieres que seamos? ─contraataqué.

Lo mejor era pasarle la papa caliente.

─No sé... ─Soltó una suave carcajada que fue como líquido caliente entrando desde mis oídos hasta concentrarse en mi vientre─. ¿Es tan difícil responder?

─No sé, Loren, ¿es tan difícil responder? ─gruñí.

Volvió a reír y a causarme la misma sensación. Esto no era normal.

─Bien. ─Entrelazó sus dedos con los míos. Siempre estábamos tocándonos. Incluso siendo inocentes amigos pasando el rato, lo hacíamos. Yo lo hacía. Lo abrazaba a cualquier mínima oportunidad. Mis mejillas se sonrojaron más. Era una descarada. Lo comprobé cuando llevó el dorso de mi mano a su boca y lo único que hice fue imaginarme su cabeza entre mis muslos, los cuales junté por el efecto y la necesidad que desencadenó la imagen. Solo quería aprovecharme de él─. ¿Crees que una cita podría ayudar a aclarar nuestra mente? Algo romántico, no sé, ¿cómo lo que escribes?

─¿Una cita? ─murmuré.

Loren sonrió con timidez─. Sí, una maldita cita.

Mi corazón se derritió. No me quedó más remedio que devolvérsela como una tonta. Podía soportar el deslumbramiento de otros tipos de sonrisas, pero esta, en particular, no. Quería fotografiarlo.

─Suena bien.

─Joder, sí. ─Arrojó la bandeja del desayuno al piso. Luego invirtió las posiciones y se cernió sobre mí. Sus ojos volvían a ser salvajes. De depredador. Abrí mis labios para él cuando se inclinó para besarme. Fue dolorosamente rápido─. Ahora, pequeña señorita, déjame tener mi postre. ─Sus palabras me confundieron. Mi boca se abrió cuando descendió plantando besos sobre mis pechos, mordiendo y chupando mis pezones, y abdomen. Envolví su cabello con mis manos, empujándolo más hacia abajo, cuando jugó con mi mente trazando círculos alrededor de mi ombligo─. Mierda, Ana, me dejarás calvo. ─Volvió a reír─. Dime qué es lo que... ─Halé su cabello más fuerte. Retorciéndome como estaba no quería que hablara, solo que hiciera lo que sea que tenía en mente y me dejara en paz─. Está bien, jefa, entendí el mensaje.

Fue entonces que me di cuenta de que no lo había soltado en lo absoluto y le estaba dando una mirada mordaz. Mi agarre sobre él se aflojó. Una vez libre, Loren no tardó en volver a asaltarme con su boca dando largas lamidas y repartiendo besos a lo largo y ancho de mis muslos. Para cuando su boca se acercó a mi centro, estaba jadeando y gimiendo su nombre sin control. No había apartado mi mano de su cabeza, así que volví a empujar y halar de sus mechones a su antojo hasta que me dio lo que quise y todo mi mundo se hizo añicos con solo tres o cinco lamidas.

─Loren ─susurré con los ojos cerrados mientras la fuerza de nuestra pasión nos consumía.

─Ana ─dijo por encima de mí, plantando un beso en mi frente, antes de apartarse─. Si pudiera estaría dentro de ti en este mismo momento, pero tengo que bañarme, encanto. ─Vi el gran bulto a punto de explotar por debajo de sus pantalones. Su voz sonaba ronca y sin fuerzas, como si no estuviera seguro de poderse contener y aún así pidiera a gritos que lo atacara. Quise hacerlo. Quería hacerlo con tantas fuerzas que dolía, sentirlo dentro, ser uno, pero no deseaba ser una molestia. Él debía trabajar─. Esta noche ─prometió más para sí mismo que para mí─. Esta noche, después de salir, dormirás aquí. Ethan se puede quedar con mi maldita habitación. No quiero que duermas dónde él lo haya hecho. ─Loren hizo una mueca. Debió haberse dado cuenta de lo loco que sonaba─. Desnudo.

«O no haberse dado cuenta en lo absoluto», pensé.

Apreté su mano, de repente cansada y con ganas de dormir un poco más, mirándolo directamente. «Dios». Sus facciones de pómulos y barbilla cuadrada estaban tensas. Era tan hermoso. Llevé mis manos más arriba y acaricié su mejilla. Mi respiración se detuvo cuando se giró hacia mi palma y plantó un suave beso en ella antes de acariciarse a sí mismo frotándose contra ella.

─Esta noche ─le prometí yo.

Loren movió la cabeza de arriba abajo en un lento signo de afirmación.

─Esta noche ─repitió antes de salir y dirigirse a la ducha tras tomar su traje del armario.

Suspirando, me hice un gusano con las mantas y volví a dormir.


LOREN:

─No sé qué mierda pasa contigo. ─Junté mis manos con los codos apoyados sobre la barra. A mi lado estaba el maldito Ethan bebiendo desde las putas diez de la mañana. Había pedido un trago solo por no estar aquí sin pedir nada, pero cómo él podía tener hígado y estómago, todos los demás órganos incluso, para soportarlo me era desconocido─. Pero no lo toleraré. Estás peor desde la última vez que te vi. Necesitas ayuda, Ethan, o tocarás fondo.

Tosió en medio de una carcajada─. ¿No lo he tocado ya?

Mi puño se apretó en torno al vaso. Escuché el sonido del vidrio agrietándose. No le presté atención. Si estuviéramos en Brístol, en mi territorio, estaría ordenándole a Ryan noquearlo y meterlo en mi puta maleta, pero estábamos en los Emiratos. Aquí el príncipe era su hermano y, desde las sombras, Ethan. Los idiotas tenían más propiedades en la ciudad, incluido el hotel en al que pertenecía el bar en el que estábamos, que dedos. La razón por la que seguía interrumpiendo en mi casa me era ajena. Quizás solo quería estar fuera del radar, para lo que tenía que invadir propiedad privada.

Yo podría poner una maldita bala en su cabeza después de lo que pasó anoche con Anabelle y nadie tendría razón para enviarme a prisión. Era mi casa. Él un intruso.

─No ─gruñí vertiendo su vaso en la barra─. No lo has hecho.

Su rostro se endureció. Joder. La única forma de sacar la mierda de él era alejándolo de su adicción. Empezaba a llorar como un niño sin su paleta. No fue hasta que el chico tras la barra terminó de limpiar el desastre que se desató contra mí, empujándome fuera de mi sitio y lograra que cayera sobre mi espalda en el suelo. Maldije cuando mi cabeza se estrelló contra el piso. Las ganas de devolverle los golpes mientras se abalanzaban sobre mí eran enormes, pero si lo hacía mi plan no funcionaría. La idea era empujarlo a desquitarse de otras maneras, no lastimarlo más de lo que ya de por sí estaba.

Y llamar la atención de su estúpido hermano para que él se hiciera cargo. Lo habría hecho con gusto si Anabelle no estuviera conmigo o no tuviera un par de familiares, ambas mujeres, volviéndome loco cada día.

Con Rachel y Marie era suficiente.

─Nunca vuelvas a hacer algo como eso ─murmuró contra mi mejilla sangrante, el mismo sitio dónde Anabelle me había acariciado por última vez, con ira brillando en la profundidad de sus ojos verdes. No lucía apagado y deprimido. Era un avance─. Nunca ─repitió sin aliento.

─Está bien, lo siento ─me disculpé tratando en lo posible de sonar como una víctima, no como un sujeto jugando con sus emociones─. No creí que te fuera a molestar tanto. No lo hubiera hecho de saberlo.

La mirada de Ethan se suavizó. Sabía que no estaba acostumbrado a disculparme y lo valoraba. Me tendió la mano para ayudarme a levantar. La acepté. Agitó la cabeza antes de verme con culpa grabada en su rostro. Al parecer lo ocurrido sacó el alcohol fuera de su sistema.

─No, soy yo quién lo siente, no debí reaccionar así.

Palmeé su espalda─. Estás pasando por un mal momento. Lo entiendo. Solo quiero que nos dejes ayudarte. Es lo único.

Su rostro se deformó con dolor.

─Tú no entiendes, Loren, nadie puede entenderlo. Es más que eso. ─Señaló la botella de bourbon sobre la barra─. Es más que el alcohol. No bebo para sentirme bien. Lo hago para no sentirme mal. Para no estar consciente de mis demonios. Solo así puedo dormirlos. ─Tragó─. No quiero escucharlos. No...

─¡¿Qué mierda pasa contigo, Ethan?! ─Elliot, su hermano de estatura media y fornido, entró haciendo un escándalo ante sus trabajadores. Eran los únicos, además de Ethan y yo, en el bar a esta hora─. No puedes simplemente venir y abrir tu saco de mierda, tenemos una reputación que cuidar, ¡¿qué crees que hubiera sucedido un par de horas más tarde?! ¡Probablemente habrían aparecido en todos los titulares de mierda haciendo desastre en mi hotel! ─Su mirada azul se desvió a mí. El idiota era menor que nosotros por unos cuatro años. Él creía que ser la cabeza de la línea hotelera de su familia le daba derecho a hablarnos como quisiera, pues bien, tenía razón. Por eso deseaba que Ethan se desatara y pateara su culo fuera del trono que le pertenecía. Él era capaz de manejarlo. Lo sabía. Su precisión con el juego, las apuestas, la forma en la que ningún detalle se le escapaba, me lo decía. Solo tenía que salir de su puta depresión─. ¡Voy a llamar a Elena! ¡Ella vendrá y pateará tu culo a un centro de rehabilitación! ¡Se lo prometiste!

Su mandíbula se desencajó. Me aparté del par para disfrutar del espectáculo en silencio. Eran tan diferentes. Mientras Ethan era un rizos de oro de ojos verdes bastante delgado, Elliot tenía el cabello tan negro como la noche, ojos azules y el cuerpo que solo alguien adicto a los esteroides solo podía conseguir. Ambos mordaces. Sonreí. Ellos no eran tan entretenidos como mi Belle, pero me distraían. Definitivamente cuando Elliot mencionó a Elena, la hermana de ambos, algo dentro de Ethan reaccionó. Él se moría de amor por su hermana. Cada vez que hablábamos, él borracho, lo único que hacía era contar historias de cuando eran niños y su mamá seguía viva. Ella murió en un incendio en uno de sus hoteles cuando eran pequeños.

─No sé si lo recuerdas, maldita bola de mierda, pero esto también es mío. ─Un Ethan desquiciado, quizás un poco borracho, se subió a la barra. Tomó una botella del estante, de las más caras, y la abrió. Le dio un trago dando vueltas sobre sí mismo con los brazos abiertos como el rey del universo. Me ofreció un trago. Le tendí mi vaso, riendo con la cara furiosa de Elliot, y lo llenó. Lo bebí solo para enfurecer al idiota. Mi garganta ardió. Era jodidamente fuerte─. Si no fuera por mí, pequeño bastardo, no estarías aquí. Sabes que solo tengo que hacer una maldita llamada para apropiarme de todo lo que has hecho, cada maldito avance que has tenido en estos años, y eso jodidamente te mata. Por más perfecto que seas, por más que lamas el culo de Christian, estoy por encima de ti. ─Contuve el impulso de tenderle mi puño para chocarlos─. Eres la maldita puta de un borracho, Elliot. Estás dónde estás mientras yo quiera que lo estés, pero una vez decida regresar... ─Sus labios se curvaron en una siniestra sonrisa─. Estarás en el maldito segundo lugar.

Elliot, cada centímetro de su cuerpo crispado, se dio la vuelta con los puños apretados y sus nudillos blancos. No había nada que pudiera decir ante eso. Ethan, con autoestima renovado, se bajó lentamente de la barra y se sentó a mi lado. Mi sonrisa se hizo más ancha cuando arrojó la maldita botella a la basura. No esperaba una pelea, mi plan inicial era lanzárselo a Elliot y salir pitando mientras Elena u otro familiar se ocupaba de su culo borracho, pero si lo que Ethan necesitaba para volver era dejar salir su rabia, sentirse vivo, soltarse... creía haber encontrado una posible solución. Ahora, sin embargo, ya teníamos un punto de partida. No sabría decir si él era consciente de sus propias palabras, pero Ethan le prometió a Elliot regresar.

Me levanté de un salto e incliné mi cabeza hacia la puerta. Nos iríamos de este sitio de mierda, por más lujoso que fuera el hotel de su familia, y lo arrastraría conmigo por el resto del día. Por golpearme lo castigaría ayudándome a preparar la cita para Anabelle. En el auto se inclinó contra el tablero y aplicó presión sobre su frente. Le tendí una taza de café que había estado esperando ser bebida por alguien desde que salí de prisa de la casa, huyendo de más dolor sobre mis bolas azules.

─¿Qué haremos ahora?

«Tratar de conquistar a Belle», pensé sin atreverme a decirlo en voz alta por lo malditamente cursi que sonaría. En su lugar le tendí un libro, una copia de uno de los que ella había escrito, que tomó con el ceño fruncido. Lo encontré tras pagarle a un amigo de Ryan, un detective privado, para encontrar su seudónimo el mismo día que me confesó su talento oculto. Mi sorpresa fue grande cuando me di cuenta de que escribía un montón de géneros, entre ellos el erótico. El que había escogido era una especie de romance +18 entre un ama de casa casada y el mejor amigo de su esposo, más rico y más apuesto que él.

─¿Iremos a un club de lectura?

─No ─dije─. Haremos los sueños de una pequeña chica realidad.

Ethan gimió─. ¿Tu hermana no es organizadora de eventos? ─Asentí. Normalmente no hablaba de Rach o Mar con nadie, ellas eran mías hasta que los malditos Blackwood y Parker aparecieron, pero seguramente algo se me escapó estando borracho alguna vez─. ¿Por qué no la llamas?

─Ya lo hice.

─¿Y?

Me encogí de hombros─. Viene en camino. Partió ayer. Necesita ayuda porque poco personal la acompaña, así que seremos sus asistentes. ─Ethan gruñó─. Lee lo que está escrito ahí, Ethan, tenemos que encontrar la escena perfecta.

Los ojos de Ethan se entornaron─. ¿Por qué te tomas tantas molestias por una chica? ─Ahora estaba serio, como si la respuesta realmente le interesara, enderezándose en mi asiento─. Anabelle es linda, no lo niego, pero te he visto con modelos, actrices, incluso con malditas princesas. ¿Qué pasa contigo y ella? ─Sus párpados se entrecerraron─. No me parece que juegues con su corazón así. Si solo quieres follarla, hazlo, pero no la ilusiones. Luego no lo sacarás de tu consciencia.

Mis puños se apretaron contra el volante.

Ya sabía la respuesta a eso, pero decirlo en voz alta era una tortura.

─Anabelle no es cualquier chica ─dije─. Es la chica. Quiero intentarlo con ella.

─Maldición. ─Ethan rió─. Estás perdido, pero bien, leeré. ─Soltó un largo suspiro mientras estacionábamos frente al aeropuerto y abría el libro en una página al azar. Rachel no tardaría en llegar─. Su enorme pene entró en mí, rompiéndome placenteramente, haciéndome sentir lo que nunca otro, ni siquiera mi esposo, pudo...

─Las partes eróticas no ─gruñí.

Sus labios descendieron a mis pechos y... ─Maldijo cuando golpeé su nariz contra el tablero. Empezó a sangrar al levantarse y se echó hacia atrás, sosteniéndola, mientras le arrebataba el libro─. Pagarás por eso, Van Allen ─prometió con voz nasal.

─Considéralo una parte del costo del hospedaje.

Mi respiración se atoró al seguir una lectura silenciosa del momento íntimo entre los dos protagonistas. Imaginar a mi pequeña Belle, la pequeña e inocente Belle, escribiéndolo... sencillamente me encendió junto con otra docena de imágines de ella esta mañana y el recuerdo de la sensación de estar en su interior aún latente en mi cabeza. Mi polla se endureció de manera dolorosa. Ya estaba acostumbrado a ello, al dolor de mis bolas, por lo que solo me preocupaba el ejemplar que tenía en mis manos. Esperaba que solo la leyeran mujeres. De lo contrario tendría que matar a cada pervertido que pusiera una libra en su cuenta por una copia.

Finalmente, luego de mucho sexo y dilema de la protagonista, entre seguir con el pija corta o vivir su vida al máximo con el amor de su vida, encontré lo que quería.

Las luces colgando de las palmeras, la playa de fondo, la suave música saliendo del reproductor... todo, absolutamente todo, era perfecto. Suave. Despacio. Sutil sin omitir el golpe de pasión que nos noqueaba en cada beso; iba con nosotros. ─Seguí leyendo para mis adentros, creando un escenario parecido para mí mismo que después Rachel se encargaría de traer a la vida. Lamentándolo, arranqué la página que describía la escena y escondí el resto en la guantera─. ¿Qué te parece? ─pedí su opinión, pero solo obtuve ronquidos como respuesta. El maldito se quedó dormido.

Presioné mi frente contra el volante y cerré los ojos por un momento. Justo cuando estaba perdiendo el sentido y la calma volvía a mí, un pequeño golpeteo insistente nos despertó a ambos. Soltando un gruñido, me di la vuelta para ver a mi hermana haciendo señas. Abrí el seguro y se deslizó dentro. Quise lanzar a Ethan a la carretera cuando se le quedó viendo por más de diez segundos. Mi tolerancia llegaba hasta cinco, un minuto en el caso de Blackwood y solo porque estaban casados y tenían dos hijos.

─Rachel ─susurré con suavidad.

Ella era la razón por la que estaba aquí en primer lugar. No sabía cómo manejar la pérdida de su tercer bebé y el embarazo de Marie al mismo tiempo, así que solo huí. Me sentí mal cuando le expliqué mi plan y se ofreció a venir a ayudarme, me negué, pero no pude decirle no otra vez cuando mencionó que necesitaba alejarse de todo. Distraerse. Tenía dos pequeños que la necesitaban en casa, que probablemente estarían llorando sobre Nathan extrañándola, así que regresaría mañana mismo.

─Loren ─dijo de regreso colocándose en medio de nuestros dos asientos─. ¿Y él es? ─Su frente se arrugó mientras lo observaba con más atención─. Ethan Stamford, ¿no? Tu hermana llamó para preparar su boda conmigo, pero no pudo ser. Estaba embarazada. ─Me alegré al oírla hablar de otra cosa que no fuera lo mucho que quería ser madre otra vez, como sucedió la semana pasada, sino como si de verdad lo estuviera superando─. Dile que si tiene otro evento no dude en llamarme. La ayudaré.

─Se lo diré ─respondió a su discurso comercial con una sonrisa─. Eres toda una mujer de negocios, ¿no?

Asintió─. Casada, con hijos y un hermano con un espíritu gánster que... ─Se fijó en los restos de sangre seca en su rostro. Hizo una mueca y le tendió una toallita húmeda de George que siempre llevaba en su bolso para cambios de pañales de emergencia─. Por lo visto ya lo conoces.

Ethan se vio como si lo lamentara y tomó la toallita de su mano. Yo me sentí malditamente orgulloso de Rachel. Fui yo quién le enseñó, desde los cinco años de edad, a mandar a la mierda a los niños que la molestaban con la excusa de jugar a la casita. Así empezaban todos. Estaba esperando unos años para hacer lo mismo con Madison. No podía esperar ver la cara de Kevin cuando le pusiera un alto a toda esta mierda de «seamos amigos desde la infancia». El pequeño canalla tenía malas intenciones. Era obvio. No entendía por qué era el único que se daba cuenta.

─En otra vida será, amor. ─Volvió su mirada a la carretera─. También puedes trabajar con mis otros hermanos, ¿sabes? Tenemos una línea de hoteles que podría necesitar tus servicios de vez en cuando.

Rachel movió su nariz, de esa forma en la que lo hacía cuando algo llamaba su atención, y me sentí un intruso en esta reunión de negocios. Contratos con Ethan la ayudarían a internacionalizar su negocio. El orgullo volvió. No era un maldito secreto que ella era mi favorita. Marie siempre estuvo torturando mi culo, haciendo que me castigaran, mientras que Rachel solía ser mi cómplice y quién me ayudaba a salir de problemas. Era tierna, hermosa, pero fría cuando tenía que serlo. Su amor por la clase y el ambiente en el que fuimos criados, su capacidad por levantarse y hacerse un camino propio hacia la buena vida cuando le dimos la espalda, era otra de las cosas que amaba de ella. Solo mi hermana entendía el odio que yo sentía por ser visto desde abajo, así como el amor por los negocios y los lujos que venían con ello.

No era de extrañar que tuviera a Brístol y gran parte de Inglaterra, Reino Unido en general, comiendo de su mano. Sabía cómo moverse entre serpientes sin dejarse envenenar por una.

─Me parece perfecto, ¿te gustaría anotar mi número?

Ethan le tendió su móvil─. Guárdalo, por favor. Tener el contacto de alguien dispuesta a pasar horas en un avión por venir a ayudar a su hermano con una simple cena es más que útil y necesario.

Vi sonreír a Rachel por el espejo retrovisor mientras manipulaba el iPhone. Me contagié, mis labios curvándose, negando. Si Ethan supiera. La primera regla que le enseñé mientras estudiaba administración fue no hacer negocios con la familia y, si lo haces, cobrar el doble para que te paguen al darte la mitad. Yo no era un tacaño, le pagaría lo que me dijo, pero en definitiva ella la puso en práctica conmigo.

Pero Anabelle lo valía.


HOLAAA

Acabo de llegar del mercado. Iba a subir ayer, pero se fue el inter y ahora es que puedo subir. Chicas, ¿qué pasa? Nadie contestó la pregunta del capítulo -ríe malvadamente-, así que será la misma para ganar el próximo y la dedicación de este la dejaré para premio de un concurso que están haciendo en el grupo "Leemos a Osc" en Facebook. ¡Deberían apuntarse! Habrá premios, entre ellos un capítulo con una de ustedes como personaje principal con los chicos de la saga.

En fin, ¿qué tal?

¿Les gustó el cap?

Para ganar el siguiente: a opinión propia, gana la respuesta más original, ¿qué son Anabelle y Loren?

Muchas gracias por leer, sus votos y comentarios. Las amo.

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