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Capítulo 13: Intensidad.

LOREN:

Pasamos la tarde en la pista de esquí sin almorzar. Estaba hambriento como un salvaje desde antes de entrar al centro comercial, pero simplemente no encontré un momento en el que se sintiera correcto interrumpir lo que estábamos viviendo. Me sentía orgulloso de cada vez que una sonrisa se extendía por su lindo rostro. «Joder». Incluso cuando se caía, asustándome como la muerte, y reía era agradable. No lo iba a arruinar siendo un maldito idiota quejón, por lo que no nos detuvimos hasta que sus piernas empezaron a flaquear por el cansancio, pienso que Anabelle sobrepasó su capacidad, y llegó el momento de devolver el equipo.

Terminó con su ropa antes que yo. Sus manos eran ágiles. Debían serlo por el montón de manualidades que hacía en el jardín. Mientras que ella danzaba dentro de los nuevos jeans y la fea camiseta con el logo del centro comercial que se colocó en el baño, para mi desgracia, yo apenas me deshacía de mis botas.

También estaba el factor Instagram-tortuga involucrado.

─Mira lo que compré. ─Me tomó por sorpresa sentándose junto a mí en la banca con dos paquetes. Su olor era increíble─. Son shawarmans. Hay uno de pollo y otro de carne. Yo estoy bien con ambos. ¿Cuál quieres tú?

─El de pollo está bien ─respondí desconcertado.

Solo había dejado de verla por cinco minutos, ¿cómo los consiguió?

─Hay un carrito allí ─contestó mi pregunta sin hacer señalando un hombre jugando con una espátula tras un carro de metal a una distancia considerable─. Ya estaba un poco harta de escuchar tu estómago crujir. ─Lo desenvolvió para entregármelo. Lo tomé cuando acabé con mis botas. Con la otra mano cogí las bolsas con la ropa de ambos. Estaba putamente avergonzado. Mi obeso interior era una maldición─. ¿Qué te parece si comemos mientras damos un paseo por las tiendas? ─preguntó leyéndome la mente por segunda vez.

─Sí, suena bien para mí.

─Me ha encantado esquiar. De verdad que sí. ─Le dio un mordisco a su shawarman─. ¡Esto está buenísimo! Prueba el tuyo.

Lo hice lamentando no haber elegido el de carne. Por la expresión de éxtasis en su rostro era una cosa de otro mundo, pero el pensamiento duró hasta que probé el mío. El de pollo estaba demasiado bien también. Demasiado. Todo en la mezcla de los vegetales con la salsa y la carne blanca era perfecto. Mi vida cambiaría para bien si conseguía uno de estos a diario de regreso a casa.

─Mierda. Tienes razón. ─Una sonrisa estúpida se instaló en mi cara cuando me ofreció el suyo. Me agaché unos centímetros para darle un mordisco. No pude decidir cuál de los era mejor, ambos estaban muy buenos. Pedí su opinión─. Anda.

Anabelle le dio un mordisco de pájaro.

─Me gusta más el mío ─dijo tras masticar.

─A mí también.

─La próxima vez pediremos de carne.

«La próxima vez» sonaba como una promesa de un día parecido, la primera que me gustaba escuchar salir de los labios de una mujer. Si tuviera que elegir un día para repetirlo una y otra vez por la eternidad, exceptuando a Ethan, sería este.

─Pero yo invito.

─Ya me has invitado mucho. ─Observó con añoranza una máquina expendedora de refrescos. Saqué un par de billetes de mi bolsillo y nos acerqué para sacar dos Coca colas─. Mucho ─repitió tomando su primer trago.

─No te sientas mal por el dinero que gasto en ti.

─Intento no hacerlo. ─Sonó afligida─. Es difícil.

─No estás acostumbrada a aprovecharte de los demás.

Sus ojos se abrieron ampliamente. Eran tan bonitos.

─¿Sientes que me aprovecho de ti?

Sonreí─. Ojalá lo hicieras.

Pagaría un montón de dinero a quién sea por saber qué pasó por su mente para hacer que su rostro luciera como una continuación de su cabello pelirrojo. La curiosidad me picó tan hondo que estuve a un par de intentos de preguntarle. Al final recordé que lo mejor para nosotros, en especial para mí, era no hacerlo incómodo otra vez.

No respondió. Fijó su mirada en las vidrieras con exuberantes prendas y artilugios, la mayoría de ellos escandalosamente caros e innecesarios, en lugar de en mí. Solo nos detuvimos para arrojar la basura cuando acabamos de comer. No nos habíamos planteado entrar a ninguna boutique hasta los momentos, por lo que tomé su codo y con suavidad la halé hacia una joyería dónde exhibían el oro como frijoles. Había cadenas de él en barriles dispuestos para su venta en metros.

─Es todo tan extraño ─murmuró mientras avanzábamos por el pasillo.

Hice una mueca. De nuevo estaba el tema del dinero nosotros. Si tan solo supiera que un cincuenta por ciento de las chicas con las que solía salir estaban por debajo de ella, económicamente hablando, por lo que perseguían el paquete de lujo y comodidad, no a mí, lo dejaría de lado para siempre. Anabelle era mejor que todo mi pasado junto y, probablemente, mi futuro.

─Te traeré a sitios como este hasta que deje de ser inusual para ti.

─¿Eso sería posible?

Me encogí de hombros.

─No te sorprendes fácil. No te sientes deslumbrada. Yo digo que sí.

Sus cejas se unieron.

─¿Cómo sabes que no estoy sorprendida?

─Se nota. Tu cara es más bien de asco. ─Pinché la punta de su nariz─. Te mimaré tanto que no podrás asimilar otro estilo de vida que no sea el burgués, chica de barrio. Te despertarás y acostarás añorando un baño de espuma.

Se cruzó de brazos luciendo ofendida─. Oye, no soy una chica de barrio cualquiera. Hice algo bien si estoy aquí. ─Dio una vuelta sobre sí misma─. Rodeada de riquezas con las que algunos solo pueden soñar. ─Se acercó a una pila de lingotes y tomó uno. Le eché un vistazo al encargado. Lucía tan extasiado con ella que no se daba cuenta de que tenía una cantidad significativa de oro en su mano. No lo culpo, pero mierda, un jeque enamorándose de ella es lo último que necesitaba─. ¿Cuánto crees que costará uno?

─Mucho dinero. ─Lo devolví a su lugar antes de que el sujeto encontrara una excusa para acusarla y hacerla su octava esposa a cambio de no denunciar el crimen. De un momento a otro su cara había pasado de fascinación a expresión de psicópata─. ¿Te paree hacer un intercambio? Compraré algo para ti y tú escogerás algo para mí.

─¿Escoger?

Asentí. El propósito de esto era hacerla entrar en razón. Quería que de una vez por todas se sintiera a mi nivel, nunca por debajo. Ella debía darse cuenta de que si alguno de los dos estaba un escalón por debajo, ese era yo.

─Si puedes pagarlo, hazlo.

Aplaudió como una niña pequeña. Al parecer en estos términos sí disfrutaba despilfarrar. Era con el mi dinero que había problemas.

─¿Utilizas llaveros? ─Se agachó para echarle un vistazo a los que estaban en la parte inferior de la vidriera. Se giró para mirarme con expresión ansiosa e inocente al no obtener una respuesta─. ¿Qué tal un cortauñas?

Su risa me hizo saber que no fui bueno ocultando mi desagrado.

─¿Qué tal unas argollas? ─pregunté fijándome de un par delicado en la sección de joyería femenina.

Anabelle se giró para sonreírme con timidez─. Siempre he querido unas.

─¿Cuánto cuestan? ─le pregunté a Osama Bin Laden.

─¿Para la señorita? ─No afirmé nada─. Le doy un cincuenta por ciento de descuento. Quedarían en cuatrocientos dírham. ─Acarició su barba de terrorista. La idea de halarla y arrancarle la lengua pasó por mi mente─. Se verán hermosas en ella.

─Sé que sí ─gruñí pasándole ochocientos dírham.

Las argollas no debían tener ningún puto descuento. Por la forma en la que miró el dinero como si se hubiera ganado la lotería, ese cincuenta por ciento fue pura palabrería para atraer la atención de Anabelle. Una oscura satisfacción se cernió sobre mí al comprobar que entre él y yo, probablemente entre el resto de los hombres en el mundo y yo, solo yo sabía cómo llamar su atención.

Nada material. No muestras de poder. No fanfarronear.

A Belle le gustaba que la hicieran reír.

─Gracias por su compra ─gorjeó de regreso.

Fruncí el seño. Él sonó enamorado de mí ahora.

Tomé la bolsa con un lazo cortesía de la casa─. De nada.

Cuando me di la vuelta para buscarla casi me tropiezo con ella. Estaba haciendo fila detrás de mí para pagar. Sus manos formaron una capsula protectora que no me permitió ver qué traía entre ellas. Por más que traté no conseguí un vistazo de mi regalo, al que sí le dieron un cincuenta por ciento de descuento auténtico, hasta que estuvimos sentados en un banquillo del centro comercial bebiendo una versión occidental de las malteadas que compramos el otro día.

─¿Quién va primero? ─preguntó.

─¿Tú?

Negó.

Puse los ojos en blanco. ¿Entonces para qué preguntó?

─De acuerdo, iré yo. ─Le tendí la bolsa de satén─. Feliz cumpleaños.

─Mi cumpleaños es en enero. ─Soltó una risita mientras la cogía de mis manos. Cuando las vio lució fascinada─. Oh, Loren, están hermosas. ─Me abrazó de nuevo. Cerré los ojos absorbiendo su suave aroma a vainilla. Podía acostumbrarme a esto tan bien─. Gracias.

Me encantaban sus demostraciones de afecto clandestinas, pero la curiosidad y el suspenso me estaban matando. La separé de mí como un niño pasando de su mamá por ir a abrir los regalos debajo del árbol en navidad.

─No hay de qué. ─Se mantuvo en silencio. Alcé las cejas. Las comisuras de sus labios temblaron. ¿Hasta cuándo me mantendría expectante? ¿Qué era esto? ¿Un maldito concierto de una banda de chicos egocéntricos?─. ¿Y bien?

Deslizó una pequeña cajita en mi mano. También tenía un lazo.

─Feliz navidad.

─Gracias ─respondí sin abrirla.

Sintiendo sus ojos sobre mí, desaté el lazo y levanté la tapa de la caja. Mi mandíbula cayó al ver su contenido. Dentro había un aro de oro similar a un anillo con relieves brillantes, largo de alto y de buen grosor, pero que nada tenía que ver con las manos. Con la mente en blanco le eché un vistazo a Belle, luego al anillo y de regreso a ella y así sucesivamente hasta conseguir que las palabras salieran de mi boca.

─¿En qué circunstancias se supone que debo usar esto?

─Eh... ─Su frente se arrugó─. ¿En un antro?

«Tan inocente», repetí dentro de mi mente con ecos.

─Belle ─jadeé su nombre fuera de mi boca─. ¿Qué crees que compraste?

─¿Un anillo?

─¿Soy el primo lejano de Pie Grande? Mano Grande Van Allen.

Le enseñé mi mano. Era demasiado grande para cualquiera de mis dedos. Su cara se tiñó de rojo vergüenza cuando se dio cuenta. Si me lo pusiera cualquiera de ellos me quedaría como un yeso excéntrico. De brazalete podría ser, luciría como una marica, pero al menos lo estaría usando. Sin embargo...

No sería divertido.

─Loren, lo siento, yo no encontraba nada que comprarte y... Mira, tiene una separación, debe poderse ajustar. ─Lo robó de mis manos e intentó configurar su tamaño, pero solo consiguió agrandarlo más. Maldije. Era tan excitante y gracioso que mis bolas y estómago dolían por diferentes razones, ambas de contención─. De verdad lo siento ─se rindió al borde del llanto.

Palmeé su rodilla─. No importa. Le encontraré un buen uso. Lo prometo.

Su labio inferior tembló. El idiota hambriento de sexo en mí rugió.

─¿De portalápiz?

Solté una suave carcajada─. O de portapolla.

─¡No es gracioso! ─me regañó.

─Lo es. ─Acaricié uno de los mechones de su bonito cabello. La cercanía me permitió disfrutar del espectáculo de su sonrojo─. ¿Quieres saber qué me compraste? ─Sus ojos se toparon con los míos. Nuestros labios estaban a centímetros del otro. Solo tenía que inclinarme para besarla, pero prefería esperar y obtener el plato principal, no un aperitivo─. ¿Segura? ─pregunté cuando afirmó, a lo que volvió a asentir─. Bien... ─Mis huevos se apretaron al bajar la vista y ver sus pequeñas manos jugando con el artefacto─. Me acabas de obsequiar una funda para mi verga, encanto. Literal.

La imagen de ella desmayándose con la noticia estuvo muy cerca de lo que sucedió, solo que fuera de mi mente no perdió la consciencia. Solo dejó caer sus manos a ambos lados de su cuerpo, palideciendo y lanzando el anillo para pollas al piso, mientras que el rojo se apoderaba de su rostro tan fuertemente que por un momento temí que se volviera permanente.

«Adorable», ronroneó la misma bestia que me pedía a gritos follarla.

Riendo, lo recogí y guardé en mi bolsillo bajo la promesa de sacarle provecho.

ANABELLE:

Hay libros que simplemente lees, usándolos como entretenimiento en momentos aburridos, y otros que acarician la parte más profunda de tu alma. La novela erótica que tenía abierta a apenas centímetros de mi rostro era una mezcla de ambos tipos. Ni quiera sé por qué la metí en mi equipaje en primer lugar. Estoy a favor de pensar que fue un error porque siquiera fue sido una opción para leer en casa. Fue un libro de portada bonita que compré en época de ofertas y que se quedó al fondo de mi biblioteca sin ser abierto. Siempre pasé de él por otros con menos porno, ya sabía cómo era antes de comprarlo, pero ahora estaba tan arrepentida de haberlo hecho.

Era bueno. Las escenas estaban bien descritas. A medida de que la lectura avanzó, me metí más y más en la piel de la protagonista hasta el punto en el que contraía los dedos de mis pies en las partes más intensas. Lo que no conseguía descifrar es si el hecho de que imagino al protagonista como Loren, en el libro era descrito como un moreno ardiente de ojos claros, y el estarlo leyendo en su cama, el sueño de cualquier mujer, tenía que ver.

La respuesta llega como un gran «¡sí!» cuando la puerta se abrió en un punto clave del capítulo y la decepción me invadió al no hallarme con Loren. Parpadeé varias veces antes asimilar la presencia de Ethan.

─¿Qué haces aquí?

Era tarde. Sin mirarme, se dio la vuelta y cerró la puerta con suavidad. Lucía demacrado, nada en lo absoluto como el hombre despreocupado que conocí en la mañana, y desde mi posición olí el alcohol en su sistema. Lo único en lo que pensé después de eso era en que él no debía estar aquí. No conmigo. No encerrados. No sin alguien como Loren protegiéndome. Sabía cómo se comportaban las personas con adicciones, tuve una larga experiencia con mi madre antes de que se divorciaran, y que generalmente hacían cosas estúpidas.

Como entrar en la habitación de una pequeña mujer indefensa con quién sabe qué intención, por ejemplo.

«Oh, Dios».

No sabía por qué, me estaba dando cuenta de que había muchas cosas que no sabía, pero presentía que Loren le rompería el culo solo por haber entrado. Lo de acuerdo que la parte aterrada de mí estuvo con eso me asustó. Era una anti-violencia nata. Ethan necesitaba ayuda, no golpes, pero ahora mismo me asustaba como nada.

─Ethan, ¿qué haces aquí? ─repetí con insistencia.

Una lenta sonrisa curvó su rostro─. ¿Tienes miedo?

Cerré el libro y me enderecé. Esa sonrisa no estaba bien.

─¿Qué haces aquí? ─Mi tono se volvió demandante─. Se supone que no debes acercarte, ¿recuerdas? Se lo prometiste a Loren. ─Ahora entendía la razón; Ethan tenía un problema fuerte con el licor y los dos lo sabían. No puedo culpar a Loren por no advertirme, sin embargo─. Deberías irte. Estás a tiempo.

Sus facciones se contrajeron.

─Piensas que te haré daño, ¿no?

─Yo... ─No supe qué decir a eso─. Lo siento.

Su barbilla tembló. No solo estaba borracho. También estaba pálido y ojeroso como si no hubiera comido en semanas y dormido en meses.

─No te preocupes. ─Su voz sonó perdida en cualquier momento menos en el presente─. No es mentira. Daño todo lo que toco. ─Se desinfló a mi lado en el colchón. Alejé mi pie para que no lo aplastara en su caída. No pude seguir deleitándome con el rojo en sus ojos porque los cubrió con su antebrazo─. Nora merece algo mejor.

─¿Nora?

─Sí ─gimió en agonía antes de empezar a perder el sentido─. Nora...

Y después de eso todo fue una serie de rezos con el mismo nombre. No sabía quién rayos era Nora, pero por cómo decía su nombre debía ser una especie de diosa. Sintiéndome mal por cómo lo traté y por haber pensado que este pobre hombre roto podría haberme hecho daño, me levanté y me hice cargo de él hasta conseguir colocarlo en una posición relativamente cómoda, o que al menos no le rompería el cuello, en mi preciosa cama. La tarea me dejó sin aliento. A pesar de lo mucho que mis mejillas se sonrojaron en el proceso, también me ocupé de su ropa y de hacerlo beber algo de agua en sueños.

Esto último fue como darle un biberón a un bebé. Tuve que poner su cabeza sobre mis piernas y darle de beber despacio, atenta a sus glop, glop, glop. Un glap era peligroso. Mortal. Lo menos que quería hacer era matar al mejor amigo de Loren, o socio de borrachera, ahogándolo.

─Ugh, ugh ─me quejé lanzándome al suelo sobre una manta.

Había pasado de dormir sobre la cama perfecta, con las sábanas y el colchón perfecto, a acurrucarme sobre la alfombra como el perro de Ethan.

Estaba quedándome dormida cuando la puerta se abrió por segunda vez. Esta vez lo hizo sin pudor y formando un escándalo que me hizo pensar que un equipo SWAT estaba allanando la casa. No me imaginaba a Loren en la lista de los más buscados, pero siempre el dinero en cantidades exuberantes era peligroso.

─¡Mierda! ¡Anabelle! ─No estaba del lado de la entrada, así que la cama me ocultaba─. ¡Maldito Ethan! ¡Te voy a matar si me entero que le has hecho al...! ─Loren no continuó. Mi mano sobre su boca tras saltar sobre él lo impidió. Tras echarle un vistazo al rubio y asegurarme de que no lo hubieran despertado, que no era el caso, conseguí arrastrarnos fuera de mi cuarto. Fue allí cuando lo dejé hablar de nuevo─. ¡Ana...! ─Volví a cubrir su boca y le indiqué que hiciera silencio con un «shhh». No la separé de nuevo hasta que asintió─. Anabelle.... ─Pasó una mano por su cabello con ansiedad─. Joder, joder, joder... ¿qué hace Ethan desnudo en tu cama? ─Mis mejillas se tiñeron carmesí. A este paso, con toda la sangre viniendo a mi rostro, tendría un cutis perfecto a los ochenta años─. ¿Te acostaste con él?

Abrí la boca formando una gran «o»─. ¿Qué?

─Anabelle ─dijo con voz profunda, no alta, que me hizo estremecer. Acto seguido me arrinconó contra una de las esquinas del pasillo. Frío recorrió mi cuerpo cuando mi espalda chocó contra una de las paredes de cristal─. Maldita sea, responde bien, no me dejes pensar. ─Pegó su frente a la mía. La visión que tenía de sus ojos, de sus labios, se volvió más nítida. Más íntima─. Dime.

¿Qué? ¿Si me había acostado con Ethan o no? ¿Cómo si quiera la idea pudo pasar por su mente? Es decir, ¿no me veía? Ethan era un chico hermoso y sensualmente encantador. Me gané la lotería siendo notada por Loren. Que Ethan se llegara a sentir atraído por mí sería demasiado. Un chico rico, amable y sexy por cada chica era suficiente. Dos sería sospechoso.

La oscuridad en sus preciosos y usualmente brillantes ojos grises, sin embargo, me hizo comprobar que en realidad él si lo creía posible.

¿Qué le sucedía?

─No, no me acosté con él.

Sus músculos se relajaron contra mi torso. La fina tela de mi pijama permitió que fuera consciente de cada uno de ellos a partir de allí. Fue así que me di cuenta de que estaba prácticamente desnudo, salvo por un pantalón de pijama, contra mí. Suspiré inconscientemente. Ahí estaban esos abdominales de nuevo.

─¿Lo besaste? ─El tono había mejorado, pero seguía sonando atormentado.

Negué.

─No, Loren. No lo besé ─respondí fijándome en sus hermosos labios.

Los recordaba cálidos y exigentes contra los míos. Eran los únicos en los que pensaba cuando intentaba escribir una escena romántica. No solo eran perfectos en forma. Besaban tan bien. Mi vientre se contrajo al invocar la escena que protagonizamos en su casa el día de la competición.

─¿Cómo es que está en tu habitación?

─¿Me prometes que no le harás nada?

Su rostro se crispó con impaciencia de nuevo─. Anabelle...

─Loren.

Gruñó─. Está bien, pero responde mis preguntas. Quiero todos los detalles acerca de cómo esa pequeña mierda llegó a tu cama, encanto.

«Encanto».

─Bien... ─Empezaría por lo fuerte─. Ethan estaba borracho y seguramente entró a mi habitación buscándote.

─¿A mí?

Asentí─. Sí, ¿esa no era tu vieja habitación?

─Sí.

─Bueno, seguramente estaba buscando el hombro de un amigo, así que fue al que era tu cuarto y básicamente se echó sobre tu cama cuando no te encontró ─omití a Nora y el número de baja autoestima─. Lo ayudé a ponerse cómodo.

Loren volvió a su posición rígida─. ¿Tú lo desnudaste?

─Como lo haría una enfermera. ─Su mirada me hizo saber que eso no lo hacía sentir mejor. No sabía el motivo por el que le daba explicaciones, por otro lado, pero simplemente sentía que era lo correcto─. No pasó nada malo.

Loren tardó un rato en procesar mi respuesta. Cuando habló de nuevo lo hizo como si se hubiera dado cuenta de algo crucial, exaltado.

─¿Te tocó? ¿Te hizo daño? ─Sonaba preocupado─. Maldición, Belle, los hombres podemos ser monstruos cuando estamos así. ─Tomó mi rostro entre sus manos─. No seas tan buena por un momento. El no es un discapacitado de mierda, te lo dije, no tiene derecho a causarte dolor. Si te lastimó dímelo. Lo mataré con mis propias manos.

Froté mi mejilla contra su palma. Se sentía tan bien.

─No me hizo nada.

─¿Segura?

─Sí.

─¿Sí? No lo preguntaré otra vez.

No sabría hasta qué punto la lectura erótica o las fuertes emociones que experimenté tuvieron que ver, pero de pronto me sentí abrumada por una ola de lujuria que no pude contener. ¿Cómo? Era un tsunami contra una palmera de raíces poco profundas. Colocándome de puntillas por unos segundos, planté un beso en la comisura de sus labios de forma lenta y casta, pero a la vez tan intensa que sentí su aliento y el mío trabarse a la vez. Me bajé con la misma velocidad con la que lo besé y sin conseguir apartar mis ojos de los suyos. Entre él y yo había una atracción similar a la de la luna con el sol, solo que multiplicada por mil.

Cada toque de su piel contra la mía, sin bromear, era un big bang que reformaba constantemente mi mundo a su antojo.

Jugando a ser esa chica atrevida que siempre he querido ser, mordí mi labio.

─¿Quieres comprobar por ti mismo?

Loren no me respondió con palabras. Me hizo saber que sentía la misma urgencia que yo al montarme sobre su hombro y arrastrarme hacia su habitación como el cavernícola que me encantaba que fuera. En ella me dejó caer sobre la cama como el día anterior, solo que en esta ocasión se echó sobre mí para devorar mi boca como si fuera su platillo favorito. El beso fue exigente desde el inicio, demandando en primer lugar que abriera mis labios para recibir su lengua dentro de mí y luego que le siguiera el ritmo. Intenté con todas mis fuerzas complacerlo, pero no llegamos a un buen punto hasta que dejé ese deseo de lado y seguí mi instinto halando su cabello para atraerlo más cerca de mí.

Duramos tanto tiempo besándonos que cuando se apartó sentía mis labios arder en una mezcla de placer y dolor. Su cara se refugió unos instantes en mi cuello, enviando escalofríos a través de mí, hasta que recobró el aliento. Me dediqué a acariciar su cuero cabelludo mientras tanto. Cuando se enderezó lucía una sonrisa egocéntrica que se me hizo adorable en vez de molesta.

─Sabía que no tendría que esperar mucho para probar tus labios de nuevo.

Hice un puchero─. No soy una chica fácil, si es lo que quieres decir.

Loren negó sin deshacerse de la sonrisa.

─No estoy diciendo que lo seas. ─Se acomodó entre mis piernas. El nuevo ajuste causó que fuera consciente de la magnitud y el estado de su longitud contra mi centro. No pude evitar arquearme en respuesta. Se sentía duro y caliente contra mí─. Si lo que siento es correspondido, esta química que hace que me estremezca con cada roce, es de niños determinar que estarías de regreso más pronto que tarde. No he dejado de pensar en la forma en la que montabas mis dedos o de escuchar tus gemidos en mi cabeza. No sabes cuántas veces me he venido recordándolo. ─Se inclinó para dejar un suave mordisco en mi cuello. Lloriqueé cuando empezó a restregarse contra mí a la par que metía una de sus manos por debajo de mi camisa y sostenía mis muñecas con firmeza por encima de mi cabeza. No fue a mis senos directamente, sino que se entretuvo un rato jugando a acariciar la sensible piel por encima de mis costillas. Mis pezones ya erectos se endurecieron más en respuesta─. Porque es correspondido, ¿no? ─No siguió con su exploración hasta que murmuré una débil afirmación─. Te mojas cuando estamos demasiado cerca. Lo sé. ─Liberó mis manos solo para colar la suya dentro del pantalón de mi pijama─. Tan húmeda... ─jadeó cuando junté mis muslos para retenerlo ahí.

─Loren... ─gemí su nombre consciente de lo obscena que soné.

─¿Qué quieres, encanto?

Mecí mis caderas─. Por favor.

─¿Por favor qué? ─Detuvo sus caricias en mi coño─. ¿Qué es lo que quieres?

─Loren ─me quejé─. No me hagas decirlo.

Su expresión seria no fue lo que esperé como respuesta. Ya no había rastro del Loren juguetón con el que amaba conversar y salir. Su sexy clon, una versión ardiente del hombre de negocios que debía ser en la oficina, ocupó su lugar. No cedí al instante por el desconcierto, así que lo tomó como una falta y me obligó a darme la vuelta. Acostada sobre su cama sentí el peso de su cuerpo caer sobre el mío, sin aplastarme, acorralándome de nuevo. Su brazo pasando por debajo de mi vientre y levantándome mientras su mano empujaba mi espalda hacia abajo, obligándome a alzar el trasero, casi consigue hacerme entornar los ojos. Un chillido escapó de mi garganta cuando su mano se estrelló contra mi trasero en un firme azote.

─¿Qué es lo que quieres, Belle? ─repitió con el mismo aire sombrío.

Me aferré a las sábanas con las manos al sentir el segundo golpe─. Yo...

La sensación de su polla contra mi culo no me dejó pensar, mucho menos el hecho de sentirla por completo entre mis nalgas después de que bajó mis shorts. Un rápido vistazo hacia atrás me hizo saber que Loren estaba como vino al mundo. Me atonté aún más después de eso. Era demasiado grande para una mujer promedio, esbelta, alta, grande.

Mucho más lo era para mí. La chica pequeña sin experiencia.

Temblé ante la idea de ser abierta en dos. Lo que realmente me daba miedo era el hecho de que me resultaba tan excitante como aterradora.

─¿Loren? ─pregunté sorprendiéndome con lo perdida y abrumada que sonaba. Vulnerable─. ¿Loren?

Tamborileó sus dedos sobre la curva entre mi espalda y trasero.

─Estoy esperando.

─Yo... ─Tomé una profunda bocanada de aire. Era la primera vez que decía algo similar─. Quiero que me folles.

Me dio un tercer azote que no estaba en mis planes.

─Buena chica.

Después de torturarme acariciando la zona que su mano golpeó, sus caderas se impulsaron suavemente hacia adelante buscando mi abertura. Hizo a un lado mis bragas después del quinto empujón. Si en ese preciso instante no hubiera sumergido la punta de su miembro en mí, robándome la razón, le habría reclamado no tomarse la molestia de quitármelas. Era obvio que le gustaba jugar con mi cordura, por lo que no me sorprendió que no se sumergiera en mí hasta que no estuve delirando y rogando por más.

─Por favor.

Me incliné más. Separé más los muslos. Lo quería. Era una estúpida broma decir que estaba abrumada con su conducta. Quería más de él tratándome de manera brusca. Estaba cansada de ser la muñeca de cristal a la que nadie toca, de ser llamada «tierna» por todos. Era una mujer, por Dios, no una niña. Quería sentirme como una. Quería ser deseada al borde de la locura. Vivir mi propio romance desenfrenado. Primitivo. Sin control. Con pasión.

Sin embargo, nada de lo que hice lo impulsó a darme lo que quería.

Cansada de esperar, hice que saliera de mí y cambié de posición con él tras conseguir desnudarme. Su mirada a mi cuerpo, en especial a mis pechos, consiguió hacerme sonrojar. Nadie nunca me había mirado así. Gracias a Dios no detuvo mi ataque de valentía.

─Eres hermosa ─ronroneó cuando lo empujé contra el respaldo.

─Y tú un idiota ─me quejé posicionándome sobre él. No quería más preámbulos o juegos. Lo haría por mí misma─. ¿Por qué no me follaste? Estaba lista. Quería ser tomada por el cavernícola Loren.

─Quería verte a los ojos ─respondió.

Hice un puchero. Con eso consiguió derretir mi corazón.

─¿Ahora está mejor? ─Envolví mis dedos tras su nuca. Asintió─. ¿Empiezas?

─Mandona ─rió dándome otro cachete en el culo. Le gustaba hacer eso.

Sus manos acariciando mis pechos me congelaron. Loren empezó a chuparlos, morderlos y pellizcarlos hasta que alcanzaron su punto de hinchazón máximo. Después coló una mano bajo nosotros y, tras comprobar mi elasticidad haciéndome suspirar con uno y después dos dedos dentro de mí, guió su pene a mi centro. Soltó una serie de maldiciones y malas palabras sobre mi estrechez a medida que me hacía descender sobre él. Me sujeté a sus hombros durante el proceso. Me llenaba por completo, abriéndome hasta el punto de quiebre. Estuve a punto de celebrar cuando la parte posterior de mis muslos chocó contra la delantera de los suyos. Encajábamos. Dolía, pero no era un dolor desagradable, sino excitante.

Era perfecto.

─Lleva el ritmo ─ordenó al notar que ya me había acostumbrado.

─Mmm... ─gemí al ascender y descender por primera vez sobre su verga.

Montarlo fue al principio una experiencia agradablemente caliente, cómoda, en la que intercambiamos más sentimientos que placer mirándonos a los ojos hasta que ninguno de los dos pudo más y aceleramos las embestidas. Eché mi cabeza hacia atrás, cometiendo el error de exponer mi cuello, cuando sus fuertes movimientos hicieron que mi vientre se contrajera como primer aviso del inminente orgasmo en camino. Sollozando débilmente, me dejé hacer como una muñeca de trapo arriba y debajo de su longitud hasta que los dos nos dejamos arrastrar, yo primero y luego él, por el tsunami.

Dos palmeras de raíces poco profundas derrumbadas en la arena vinieron a mi mente mientras, retirándose con cuidado de mí, Loren tomó una manta y nos cubrió con ella. Luego acarició mi espalda hasta que me quedé dormida sobre él con una gran sonrisa en el rostro.

Ahora entendía una multitud de cosas.


Este capítulo me dejó KO ;-:

Las chicas de WhatsApp son testigos de que lo tuve listo desde ayer, pero el internet de Venezuela es malvado y no me dejó subir. Hoy en la mañana se fue la luz y cuando regresó el internet volvió con ella. El dicho de un mal cura otro mal hizo su magia.

En fin, aquí les traje cap no apto para menores, sé que muchas lo estaban deseando. Fue patrocinado por The Weekend y su voz sensual. El siguiente capítulo también estará bueno. Anabelle pensará y pensará. 

Preguntas:

1-. ¿Estuvo buena la parte +18?

2-. ¿No quieren abrazar a Ethan?

Pregunta para ganar el capítulo siguiente: ¿qué creen que Edu le quiere preguntar a Gary en el especial de navidad? Si no lo han leído, lo pueden encontrar en mi perfil. Está bueno. 

Nadie ganó la dedicación, así que este capítulo va para Carla, la diosa del Photoshop ♡

Bye, las amu.

Gracias por sus votos y comentarios. 

 

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