Capítulo 9: Collingwood.
Brístol, Inglaterra
Presente
Mala con las direcciones era más que poco, era nada. Nos perdimos tantas veces en Southville que el BMW de Patrick terminó estacionado en la orilla de la calle mientras me bajaba a preguntar. Todas las personas a las que le dirigía la palabra terminaban viéndome como si fuera una recién salida del manicomio. Aparentemente nadie conocía sobre la existencia de una academia de baile cerca.
Finalmente la dueña de una tienda de artesanías me indicó el camino a través del millón de bloques iguales, e incluso me alumbró con el nombre de la escuela; Collingwood. El rubio supo trabajar con ello a pesar de que no fue la mejor dirección. Llegamos a la torre turquesa y con plantas desahuciadas en menos de lo que nos tardamos averiguando su ubicación.
― ¿Nos veremos el sábado? ―preguntó al bajar para abrir mi puerta.
Le devolví el corto beso en los labios antes de responder.
―No he dicho lo contrario.
―Bien. ― Por la mirada que me dio supe que daría mucho por acompañarme en mi aventura―. Muñeca, me encantaría quedarme contigo, pero...
―Lo sé, un millón de mujeres hormonadas esperan por ti. ―Lo volví a besar. El pobrecito iría al consultorio con la ropa del día anterior y con ojeras que se notaban a kilómetros de distancia. Por mí―. Te llamaré durante el almuerzo.
―Estaré esperándolo. ―Su semblante cambió a uno más feliz. Lo empecé a extrañar cuando comenzó a separarse para rodear el capó y volver dentro―. Suerte, Marie.
―Igualmente.
Él la necesitaría más que yo. Más de una vez lo había sorprendido en el trabajo y me había dado cuenta de que Rachel no era la mujer embarazada más desquiciada del planeta.
Esperé a que arrancara para dar mis primeros pasos hacia mi única esperanza de conseguir trabajo en lo que me gustaba. Los peldaños crujieron bajo mi peso, dándome la bienvenida. Su sonido fue lo equitativo al de una campanilla. Sonreí tras traspasar el umbral. Las niñas pequeñas, entre dos y cinco años, estaban sentadas en línea recta pegadas a la pared del pasillo. Gracias a sus uniformes entendí que se trataba de una clase infantil de flamenco.
Collingwood tenía varios géneros, eso me gustó.
― ¿Te puedo ayudar en algo?
El instructor, un rubio de anteojos, conjunto Adidas azul y sonrisa ancha, dejó de atender a una de sus pequeñas estudiantes para enfocarse en mí.
―Vine hace unos días. ―Soné ansiosa―. Entré a un salón en el que daban clases de salsa. Quise hablar con la encargada. Me dijeron que estaba de viaje y que regresaría pronto. Quería saber si...
―El retorno de Cornelia se ha retrasado. Llegará la próxima semana. Pero... personalmente creo que estás algo mayor para empezar, aún así nada es imposible. ―Suspiró―. Giselle iniciará una clase nocturna para adultos en dos semanas. Todavía tienes tiempo de apuntarte en ella.
Arrugué la frente.
― ¿Qué? ― ¿Pensaba que quería aprender a bailar? ¿Estaba en tan mal forma? Me ejercitaba dos o tres veces a la semana―. No, no estoy interesada en tomar clases de salsa. Sólo necesito información.
Sus ojos se achicaron y su mirada dejó de ser amable; las niñas a nuestro alrededor se callaron y se juntaron como un equipo dispuesto a defender a su profesor.
― ¿Sobre?
―Quería saber si había algún puesto vacante.
Me miró mejor, me inspeccionó de pies a cabeza sin hacerme sentir incómoda. No me veía de esa manera, pero sí me evaluaba entera. Tanto que me sentí mercancía.
Al terminar su análisis cabeceó, sonriendo ampliamente.
―Aceptamos voluntarios ―Volvió a ser amigable.
Barajeé mis posibilidades; dos naipes.
El primero, un As de Bastos, era el dinero que necesitaba y que fácilmente conseguiría a través de cualquier puesto dado por mis conocidos.
El segundo, un cinco de Espadas, representaba la promesa de soplos de felicidad tras mucho esfuerzo sin fines de lucro.
Tenía la seguridad económica en contra de mi realización.
― ¿Cuándo empiezo? ―Guardé el As en lo más profundo de mi manga, esperando no tener que usarlo.
El rubio separó los parpados de par en par y en vez de contestarme llamó a una de las madres para que se quedara a cargo del grupo. Ella asintió, seria, y empezó a reñir a un par que discutía por quién tenía el cabello más largo.
Él tomó mi mano con emoción antes de subir conmigo al segundo piso, metiéndonos dentro de una oficina llena de juguetes deniña. Estuve a punto de chocar contra la cocina de fantasía de Polly Pocket.
―Lo siento, Donna y Eve aún no van a la escuela y acompañan a papá al trabajo. ―Se sentó detrás el escritorio de metal. Su paciencia se deformó un poco ante el sonido del animal de hule siendo aplastado bajo su trasero. Tras forcejear lo lanzó a un rincón, castigado―. Ellas y su madre son mi vida, pero mierda. A veces necesito recordar que soy hombre.
Reí.
―Entiendo, tengo una sobrina pequeña. ―Nathan tenía el mismo aspecto cuando Madison lo obligaba a jugar a las princesas de Disney―. ¿Tengo que firmar algo?
Él negó, ocultando el sujetapapeles que antes había sujetado un horario y que ahora sujetaba las primeras obras de arte de un infante.
Sacó una hoja blanca de un cajón y la puso frente a mí.
― ¿Qué días estás libre?
Pensé en mi rutina de The Vampire Diaries, la serie adolescente de vampiros, dormir y soñar con mi trabajo de instructora en La Academia de Ballet de Brístol, y me sonrojé.
―Todos.
Levantó las cejas.
― ¿A qué horas?
Uh. Uhh.
―A todas.
Se echó hacia atrás en su silla de ruedas y cruzó los brazos, dejando la hoja intacta.
No pude evitar sonreír hacia su típico tatuaje de sirena pelirroja en el antebrazo. Era apuesto, no podía negarlo. Pero la apariencia de chico duro por fuera y blando por dentro no era mi tipo. Patrick, siendo blando, lo era.
Dos en uno no me atraía. Menos era más.
― ¿Desempleada? ―preguntó con fingido tacto.
No me enojé. Se divertía con mi situación; todo el mundo lo hacía.
―Así es. ―Escondí el rostro entre mis palmas.
― ¿Entiendes que de trabajar aquí serías voluntaria y que por lo tanto no recibirás más que gratitud a cambio? Lo lamento, pero es lo único que tenemos. ―Asentí―. Bien, regresa mañana y te diremos en qué nos puedes ayudar.
― ¿Ah? ―Descubrí mi cara de nuevo―. ¿No debo entregar mi currículo?
Frunció el ceño.
―No, no tienes que hacerlo. Nosotros nos encargaremos de conseguirte un puesto en el que seas útil.
― ¿Perdón?
―Necesitamos de todo un poco. ―Pasó la yema de su dedo por el polvo que cubría su modesto escritorio―. Enséñanos qué tienes y sabremos dónde colocarte. Eres libre de irte si no te gusta.
―Yo pensé... ―Él ahora era el serio encargado que había venido a buscar―. Está bien, yo... ah, vendré mañana.
Me ofreció otra de sus sonrisas y se levantó, extendiendo su mano hacia mí. Lo copié.
―Me llamo Sad Collingwood, abrí esto con mi esposa y mis hermanos hace dos años.
Le devolví el apretón.
―Marie Van Allen.
Sad volvió a pisar un juguete de sus hijas al salir, pero no le prestó atención al borde aplanado del Ula-Ula. Sentí compasión por él al ver el alivio en su expresión al abandonar su despacho.
―Marie, no puedo prometerte que algún día tendrás algo más que gratitud a cambio si decides venir mañana. ―Ya estábamos en la planta baja de nuevo y un par de niñas, pelirrojas como Ariel en su antebrazo, se aferraban a su camisa balbuceando palabras acerca de otra niña siendo mala con ellas. Donna y Eve, supuse por la forma cariñosa en la que tomó a ambas en brazos. Ellas parecían tener menos de dos años. Madison y Kevin eran mucho más grandes―. No puedo hacerlo cuando yo no lo he hecho, pero sí puedes contar con que aquí haremos espacio para ti.
Eso era suficiente.
―Gracias. ―Agité con suavidad el bracito pálido de una de las gemelas, la más pequeña que enredaba sus dedos en mi cabello, y me despedí de Sad.
Salir de Southville no era tan difícil como entrar. Parte de ello se debía a que siempre lo hacía mediante un taxi. Tomé uno a sólo tres cuadras de Collingwood. Lo mismo que la primera vez. Apoyé mi frente contra el cristal de la ventana y permanecí en silencio de camino al centro de Brístol, decepcionada de no haberme cruzado con Mags.
Rachel había adquirido la agencia de festejos dónde empezó trabajando como una empleada más y que, con su espíritu celebre, sacó de la quiebra. Hecho que no hizo más que reforzar la decisión de su antiguo dueño, un viejo amigo de papá, de vendérsela.
El cuadrado de ladrillos rojos destacaba entre las demás edificaciones de la Victoria St. No me tomé la molestia de entrar. Loren me esperaba fuera con George en brazos, comiendo un chocolate casualmente mientras las mujeres que pasaban a su lado se lo comían a él con los ojos. Rodé los míos al ver cómo el bebé de mi hermana se contorsionaba dentro de su agarre. Tal vez tendría alguna linda y gentil chica acompañándole si tuviera más de cerebro y menos de playboy.
―Vas a conseguir que sus primeras palabras sean acerca de lo mucho que te odia. ―Le arrebaté a George. Por ser hijo de su madre usaba un atuendo de nubes que combinaba con el algodón en su diminuta cabeza. No recodé haber visto a alguien más infeliz que él; se lo quité y por su expresión supe que me amaría por siempre―. ¿Qué haces aquí? Deberías estar atendiendo un viñedo.
―Falta un año más, Marie. ―Hablábamos del retiro de Lucius Van Allen del negocio de vinos―. No es como si fuera un ignorante sobre ello. Puedo tomarme mis vacaciones lejos del mundillo cuando quiera.
Era cierto.
Loren había formado parte de la marca antes de terminar la universidad y conocía tanto o más que nuestro padre acerca de cómo vender un buen cultivo. Rachel y yo, por el contrario, habíamos renunciado a todo lo que Dionish significaba. La única diferencia era que ella, la menor de los tres, ya había alcanzado su sueño.
― ¿Así que decidiste unírtenos hoy? ―El día anterior me había ofrecido a cuidar a Georgie y a Madison toda la tarde. Natalie, quién se encargaba de ambos cuando Nathan y mi hermana tenían asuntos que atender, no podía hacerlo debido a que estaba pasando la semana con Kevin enfermito y Luz―. ¿No tenías algo más que hacer? ¿Alguien a quién visitar?
―No. ―Me dio esa mirada de fastidio que nos identificaba como hermano mayor y hermana menor―. No hay nadie.
Metí a George en su carriola.
― ¿Seguro?
―Joder, sí. ―Arrojó la envoltura del chocolate a la basura y me quitó el puesto tras el carrito―. La última vez que revisé no había ninguna mujer recién follada en mi cama. ¿Quieres comprobarlo por ti misma?
¿Me estaba invitando a buscar olor a sexo en su casa?
Ew.
―Estarías muerto si Rachel escuchara lo que estás diciéndome en frente de George.
Loren se encogió de hombros.
―El hombrecito debe aprender a tratar con ustedes sin volverse una mierda afeminada. ―George nos miró con la cautela de un recién nacido―. ¿No es así, amigo?
Mi sobrino cerró los ojos y giró el rostro, durmiendo.
La guardería de Madison quedaba cerca. Fuimos caminando y la sacamos en medio de la hora del almuerzo. La pobre estaba sentada en su salón de clase, esperándonos y negándose a comer en el comedor porque saldría a hacerlo con sus tíos. Sophie, la maestra, no hallaba qué hacer con ella. El cariño hacia sus niños quedó más que comprobado cuando su rostro, arrugado por la edad, se relajó como si nuestra presencia fuera un bálsamo.
―En su cuaderno hay una circular para Rachel.
Hubo orgullosa diversión en los ojos de Loren mientras Sophie le contaba que Madison había manchado las paredes con tempera durante una actividad, pero esta desapareció cuando miró a la culpable. Acepté que Maddie se escondiera tras mi falda todo el camino a la camioneta de su tío, contando el trayecto por el pasillo en el que más de una madre soltera se derritió por mi hermano tras el carrito de George. Pero la dejé bajo su escrutinio cuando entramos en esta.
Fuimos a comer a Brandon's Sauce, una nueva pizzería cerca del Castle Park y el apartamento de Loren. Y fue la segunda vez en la semana que me sentí traicionada por mi propia sangre.
―Maddie. ―Madison deshizo el entrelazamiento de nuestras manos y corrió para abrazar a Ryan, quién no era de extrañar que se viera fabuloso en sus Jeans entallados y camisa. Tan bien que me hizo sentir horrible y desarreglada en mis vaqueros y suéter gris con brillitos―. Loren, Ma... Marie.
―Hey. ―Trataba en lo posible de no asesinar a mi hermano.
Loren se aclaró la garganta ante el incómodo silencio que vino después. Tan diplomático.
Sus acciones me dolían incluso más que las de Rachel, pues él había declarado una y otra vez no llevarse del todo bien con el moreno. Lo que había hecho que el sentimiento de hermandad entre nosotros se hiciera más fuerte. Pero ahora sabía que era otro amigo más de él; uno más en la lista.
Traidor.
―Venga, vamos a comer. Ya te hemos hecho esperar demasiado. ―Se dirigió a la mesa con un despierto George en brazos. Todos lo seguimos―. ¿Pepperoni?
― ¡Pizzaaa! ―La pequeña castaña gritó dentro de su vestido de capas fucsia y escaló hasta su asiento junto Loren y su hermano, hambrienta―. Mami no deja comer pizza.
―Mami es rara ―le dijo Loren.
Miré a Madison con recriminación. Su elección de lugar me había dejado junto al neandertal. Ella agitó sus coletas, picara, mientras me hacía caso omiso y tartamudeaba We Found Love de Rihanna, lo que hizo que también me enojara con Rachel y su lista de reproducción.
El mesero vino a nosotros en cuestión de segundos y se marchó con nuestro pedido extra, extra grande. Me ocupé de luchar con George y su biberón mientras esperábamos por la comida. Él todavía seguía queriendo comer únicamente del pecho de Rachel, por lo que sólo se rindió tras dar una buena batalla. Lo dejé reposar en mis brazos al acabar. Aún estaba en esa etapa comer-dormir de los bebés.
― ¿Lo trajiste? ―Loren apartó sus pupilas de Madison y las enfocó en Ryan por un momento, colocando una máscara que asocié sin dificultad.
El moreno asintió y le entregó una carpeta. Lo suficiente que pude ver de ella me confirmó lo que sospechaba; Loren le estaba dando empleo a Ryan.
Mordí el interior de mi mejilla.
Rachel, cómo el ama de casa que era a media jornada, había chismeado conmigo en la cocina. Entre sus cotilleos se encontraba el de la situación económica de Ryan; despedido. Y el hecho de que entendía mis rechazos ya que él tampoco cedía a sus múltiples ofrecimientos de un puesto en la agencia o en la embotelladora de los Blackwood. Así que el verlo sucumbir ante Loren me desconcertaba a la vez que me molestaba.
Aborrecía la idea de que estuviera dando falsas expectativas.
―Necesito alguien que se encargue de los depósitos aquí en Brístol. ―Loren intervino antes de que me pusiera a exigir respuestas―. Mandé a mi anterior jefe de seguridad a Dionish, necesitaba que alguien controlara esos incendios en los sembradíos.
Levanté una ceja.
―Ryan es perfecto para la tarea, ¿no?
―Yo se lo pedí, Marie. ―Mi hermano se frotaba la frente con los dedos―. Necesito alguien de confianza dentro de esto y Ryan es el único que conozco que se encuentra lo suficientemente capacitado para...
―Es tu asunto, Loren. ―Le pasé a George con cuidado, él lo aceptó con desconcierto―. Dionish es tu responsabilidad, tú sabrás cómo manejarlo. Iré a hacer una llamada.
No esperé una contestación, salí de la cabina y fui hacia los baños del restaurant. Desgraciadamente no tenía cobertura en ellos, por lo que me tuve que dirigir al área de Brandon's Sauce al aire libre. Le marqué dos veces a Patrick, ninguna de ellas contestó. A la final terminé dejándole un mensaje en el que decía lo mucho que quería verlo, lo cual era verdad, y lo mucho que me hacía falta.
Realmente mi día había pasado de ser genial a la desgracia total.
― ¿Podrías intentar aparentar estar feliz de verme? ―Ryan salía del baño de hombres cuando yo ya estaba de camino a la mesa―. ¿O no tener ganas de vomitar, por lo menos?
No se detuvo para hablarme. Siguió y volvió a ocupar su sitio diagonal a Loren. No me entraron deseos de pelear con él. Pero no fue por mí. Yo siempre tenía ese tipo de deseos en lo que respectaba a su persona.
Fue por él.
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Hola :D
Sí, me he animado a subir capítulo antes. Es que tengo gripita y no he salido de casa; me quedé escribiendo en cama y comiendo sopa u.u Espero que les haya gustado.
Preguntas:
1. ¿A qué no son adorables mis pequeñines (el elenco infantil)?
Ganadora de la dedicación: Mi preciosa @LoverBooksGirl*Le lanza pétalos*.
Pregunta para ganar el próximo capítulo: Lo dejaré a opinión (No mido longitud, mido contenido).
Espero que tengan una linda semana, hasta el viernes/sábado.
Gracias por sus estrellitas y comentarios ❤️.
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