Capítulo 55: Nuestra vida juntos.
Brístol, Inglaterra.
Presente.
Asistir al funeral de una persona que no tuviste la oportunidad de conocer está entre las cosas más tristes e incómodas que he hecho. Sientes que perdiste algo que pudiste haber tenido, como su amistad o una charla sobre algún tema en específico, de lo que eras absolutamente inconsciente. Por suerte Loren, Ryan, Luz y Rachel, que abrió un hueco en su agenda para ayudarme a organizarlo todo, estuvieron allí tanto para mí como para los chicos. Fue un bonito detalle que los compañeros de Willy y Mags, chicos de la escuela y de la academia, se acercaran a acompañarlos en este momento tan difícil. Desde mi posición veía como Hugo, todavía en silla de ruedas, la abrazaba como podía mientras ella acariciaba la superficie de madera con las yemas de sus dedos. No había querido que nadie supiera como Suzanne Shepard se fue de este mundo. Su cuerpo estaba oculto dentro de la urna sin vidriera. Me acerqué cuando el cura terminó de recitar los rezos de la misa, momento en el que sería enterrada, porque Mags no quería separarse de su lado. Willy, en cambio, dormía exhausto en los brazos de Ryan. Su reacción a todo esto había sido más tranquila. Suponía que él, por no saber comprender lo que Mags y yo, había asimilado desde un principio la idea de haberla perdido.
─Preciosa, tenemos que irnos.
─No puede ser ella la que esté aquí. Ella no. No quiero dejarla ir.
Hugo, con una mirada llena de impotencia, entendió la señal en mis ojos y se marchó en silencio para dejármelo a mí. Me acerqué con cuidado. No quería que mi lenguaje corporal fuera el de un ente invasor porque se cerraría. Debía tratarla con paciencia. De aplicar demasiada fuerza se podría quebrar. Exactamente así lucía dentro del vestido negro cubriendo su figura delgada y moño trenzado en la cima de su cabeza: como una figurita de cristal que pudiera romperse a cualquier mínimo movimiento hecho en falso. Mi chica estaba tan astillada y rota.
─Mags ─la llamé, pero no se dio la vuelta, así que tomé su brazo─. Debemos irnos para que ambas descansen, pies izquierdos. Ya no está. Lo que hay ahí... ─Señalé la urna─. Es solo un cascarón vacío. Lo que la hacía especial, su alma, se fue.
Sus irises se clavaron en los míos.
Estaban tan vacíos.
─¿Dónde puedo encontrarla?
Mordí mi labio inferior─. Siempre estará acompañándote. ─Acaricié un bucle fugitivo─. Ya sea en los recuerdos que tienes de ella dentro de tu mente o cuidando de ti desde dónde sea que esté, estará contigo. Tú solo tienes que dedicarte a recordarla cómo fue, no por las decisiones que tomó. ─La ayudé a soltar la petunia, había sido su tipo de flor favorita, sobre la urna en descenso─. Por cómo terminó con su vida no debes olvidar cómo vivió, Mags.
─Ella nos amó ─murmuró devolviéndome el abrazo.
Me estremecí con su calidez. Esta era la respuesta más larga que tenía de ella desde el lunes. Desde que supo la noticia se dedicó a encerrarse en mi habitación a escuchar música mientras Willy lloraba en mi regazo o se entretenía dando paseos por la ciudad con Ryan y Loren.
─¿Cómo no pudo amarlos? ─Besé la cima de su cabeza─. Por supuesto que sí.
─Si lo hacía, ¿por qué se fue? ¿Por qué nos dejó?
─No lo sé, Mags, pero... ─Hice que me mirara─. Estoy segura de que no fue por falta de amor hacia ustedes. A veces las personas se equivocan, toman malas decisiones, son egoístas... pero no por eso pierden la capacidad de amar, cariño. ─Mi barbilla empezó a temblar─. La razón solo la supo ella, pero apuesto todo lo que tengo... ─Le sonreí─. Incluso a ti y a Willy, que ahora son lo más valioso en mi vida, que no lo hizo por ti o por él. Ella estaba enferma. La depresión es una enfermedad. Lo sabes, ¿no? ─Hablaba tanto para ella como para mí─. Quizás la hizo pensar que hacia lo mejor renunciando a ustedes. Por más retorcido que suene, pudo haberlo hecho por creyendo que... que estaba cuidando de ti y de Willy.
─¿Dejándonos solos?
Besé su coronilla─. Dejándolos libres.
Mags asintió, empezando a alejarse, tras un momento más de silencio.
─No la quiero olvidar, Marie.
─No lo harás ─susurré mientras caminábamos hacia los demás─. Yo te ayudaré a no hacerlo. Lo prometo, pies izquierdos. ─La abracé con una sola mano─. Te quiero.
Me lo devolvió─. Y yo a ti.
De vuelta con Ryan y el grupo nos quedamos un rato más hasta que las personas terminaron de irse. Suzanne nunca tuvo un vínculo estrecho con alguien más además de sus hijos, por lo que Mags no quiso hacer una recepción después del entierro. En su lugar regresamos a casa. O bueno, ellos lo hicieron. Yo me desprendí del círculo para tomar un taxi. Mags me miró con el ceño fruncido. Vi desde unos pasos de distancia cómo Ryan le explicaba lo que estaba a punto de hacer. Luz me sonrió y Rachel asintió en mi dirección. Levantando la mano llamé un taxi. Él me llevó al hospital por la mitad de la tarifa que usualmente cobran. Supuse que el color negro de mi vestido, las lágrimas y el hecho de estar saliendo de un cementerio tuvo que ver. Al llegar me encaminé hacia la recepción llevando el récipe que la doctora Salvin me dio. A pesar de que se supone que todo el mundo va a terapia, para mí era un gran paso asumir que algo dentro de mí, algo en mi manera de ver el mundo y, sobre todo, de verme a mí no funcionaba correctamente.
Existía la posibilidad de que nunca lo hubiera hecho.
─¿El consultorio de la doctora Browning?
─Piso cinco, consultorio quinientos diecisiete.
─Gracias.
Cinco minutos más tarde me encontraba frente a la puerta adornada con la brillante placa plateada. Quería hacer esto lo más pronto posible. Bajo ningún concepto Mags, Willy, Ryan o el bebé que venía en camino pasarían por eso de nuevo. Me cuidaría a mí misma para que no sucediera, razón por la que tomé un hueco disponible por un paciente que se ausentaría a su sesión para verme. Era terca, pero no tanto como para seguir negando que hubiera problemas que solucionar con mi mente.
El mayor de ellos era ser demasiado sensible.
─Pase adelante, por favor.
Estreché la mano de la mujer de cabello grisáceo─. Marie Van Allen.
─Sasha Browning, psicóloga especialista en trastornos emocionales y afectivos. ─Me indicó que tomara asiento en un diván frente a su escritorio. Eso hice relajándome lo más que pude─. Bien, Marie, empecemos hablando de lo básico. Dime, ¿cuándo naciste?
Tomando una honda bocanada de aire, le relaté mi vida desde su inicio hasta el momento actual: episodios de la niñez que no recordaba hasta ahora, mi adolescencia, la pasión por el baile que nació la primera vez que fui a un recital, mi educación artística, la temporada en Suecia, mi regreso a Inglaterra y mi nueva vida en Brístol. Cuando terminé ya había pasado la hora. Fue entonces cuando me di cuenta que no habíamos tratado ningún tema en específico. Al mencionárselo la doctora Browning soltó una risita mientras jugueteaba con una pelota anti-estrés.
─¿No te consideras un tema de conversación?
Me sonrojé─. Viéndolo así...
─¿Sabes? Creo que todas las personas a tu alrededor, incluso la doctora Salvin, hicieron bien al preocuparse por ti. ─Se echó hacia atrás en su silla─. Pero hay un fallo en sus deducciones. No tienes ningún tipo de depresión.
─¿Ah, no?
─No, Marie. ─Sonrió─. Solo padeces de hipersensibilidad emocional. Es común en los artistas. Lo que sí es raro es que quiénes lo padecen se den cuenta. No sé por qué, pero junto con los deportistas siempre son los más descuidados con su salud. Ya sea psicológica o física, pero demonios... ¿es que no ven cómo continuamente están alterando o manejando sus emociones para expresarlas a través de un medio en especifico? Esto también suele afectar mucho a los escritores o pintores. Es... desgastante.
Separé mis párpados─. ¿Eso no es peor que padecer de depresión?
Negó─. En lo absoluto. La hipersensibilidad es una consecuencia de tu trabajo. Entiende esto: todas las personas padecemos los mismos sentimientos. La diferencia entre tú y los demás es que mientras para ellos una cosa determinada carece de importancia, a ti te puede llegar a afectar de formas impensables. Eres una especie de amplificador. Eso es con lo que trabajas cuando estás en el escenario dejándote llevar por la música. Amplificas lo que sientes. ─Tomó un sorbo de agua─. Solo tenemos hallar la forma de aislarte cuando no estés necesitándolo. No será fácil. Llevas demasiado tiempo captando el mundo con más intensidad, pero lo haremos.
─¿En la próxima sesión?
─¿Ya se agotó el tiempo? ─Arrugó la frente. Alzó las cejas tras echarle un vistazo al reloj─. ¡Se agotó! Ya es la hora del almuerzo. ─Se levantó. Después me ayudó a hacer lo mismo─. Otra cosa que te quería decir es que no debes preocuparte por tu reacción al enterarte del embarazo. Sientes unas diez veces más que una persona promedio. Es normal que estés abrumada. Yo lo estuve cuando me enteré y no padezco lo mismo que tú.
─¿Eso quiere decir que seré una buena mamá?
─Eso quiere decir que no debes preocuparte de ser una mala a causa de tu salud mental. ─Estrechó mi hombro. Nunca me agradaron los doctores, Patrick fue la excepción, pero esta psicóloga lo estaba haciendo bien─. ¿Ya sabes cómo lo llamarás?
Asentí─. Solo si es niña.
─¿Y si es niño?
─No lo será ─aseguré admitiendo lo que sentía con respecto a este bebé.
No creía en intuiciones, pero sí en el destino.
─¿Cuál será el nombre? Si es ella, claro, porque sospecho que tienes menos de tres meses. Si tienes más olvidaste mencionar que sufres un trastorno alimenticio. Eso sí es grave, más estando embarazada, y podría aplazar un poco más mi almuerzo para escucharte.
La detuve de volverse a sentar en su silla soltando una carcajada─. No.
─¿No qué?
─No sufro de anorexia o bulimia, no en esta época. ─Por hoy había sido suficiente. El resto de la historia sería contada la semana siguiente cuando volviéramos a vernos─. La llamaré Suzanne. ─Acaricié mi vientre plano. A veces me costaba creer que alguien cupiera allí abajo─. Es lindo, ¿no crees?
Su frente se volvió a arrugar─. ¿Ese es el nombre de...?
Afirmé─. Me tomo las promesas en serio, doctora Browning.
Una sonrisa adornó su rostro.
─Son pocas las veces que estoy verdaderamente feliz de conocer a uno de mis pacientes. La mayoría del tiempo me entristece. Si están aquí es porque algo va mal con ellos. Ese no es motivo de alegría. ─Estrechó mi mano─. Me alegra conocerte, Marie. Solucionaremos esto.
Puse mi otra mano sobre la suya─. Eso espero.
Con un último asentimiento nos despedimos. De regreso a casa apoyé mi frente contra el cristal del taxi. Sentía que parte de la fuerza que antes oprimía mi pecho se había desvanecido. Subiendo por el ascensor me creía capaz de enfrentarme a lo que sea. Incluso al par de ojos tristes que debía reconfortar. Le di mi llave a Ryan. Tuve que tocar el timbre para que me abriera. Me sonrojé al verlo sin camisa. ¿Qué necesidad había de que anduviera así? Esto era Brístol. Por lo general no hacía calor. Solamente había humedad.
─¿Qué sucedió? ─pregunté señalando su pecho desnudo.
─Mags me usó como pañuelo. ─Me ofreció una sonrisa triste─. Luz está haciéndose cargo de ellos ahora. Le pedí el favor. Nos dio dos horas a cambio de pasar una noche cuidando a Kevin. En el fondo creo que el favor se lo haremos nosotros. Ella y John llevan tiempo sin salir.
─¿Dos horas para qué?
─Para enseñarte cómo será nuestra vida juntos.
Con una sonrisa ladeada, Ryan desapareció por el pasillo para volver segundos después usando una sencilla camiseta negra. Tomó mi mano antes de que pudiera cuestionarlo. Me monté en su auto desconociendo nuestro destino. No pregunté para no arruinar la sorpresa que evidentemente quería darme. La emoción aumentaba a medida que nos alejábamos del centro de la ciudad. Mis ojos se abrieron de par en par cuando nos desviamos a Brislington. Era una linda zona aledaña a Brístol, la ciudad como tal, dónde vivir. Ryan sonrió cuando me descubrió viendo todo con demasiado detalle. Finalmente, cuando iniciamos el camino a través de un sendero en ascenso, habló.
─Estamos muy apretados en tu departamento ─empezó─. No te ofendas. Amo tu sofá. ─Se rascó la nuca─. Lo que sucede es que me alegraría dormir contigo en una cama y abrazarte porque quiero, no porque no tengamos espacio. Quiero hacerte el amor con comodidad. Follar. ─Se relamió los labios echándome un vistazo─. Mags y Willy también tienen que tener su propia habitación. Ya están bastante grandes. Necesitan su espacio. Ni siquiera hablemos del bebé. ¿Dónde dormirá? ¿En el armario?
Mis manos empezaron a sudar cuando nos estacionamos frente a la casa más bonita que he visto: grande, de hermoso jardín, hecha de ladrillos, chimenea, dos pisos, redoma y con aproximadamente unas seis, siete o más habitaciones por la cantidad de ventanas que tenía. Me bajé. Instantáneamente amé el sonido que hacían mis botas contra el camino que llevaba al pórtico. Ryan jugó con el juego de llaves antes de abrir. Corrí dentro hasta posarme bajo el candelabro que alumbraba la zona de la escalera. Era enorme. Di vueltas alrededor de mí sin poder creer que hubiera hecho esto por nosotros. Es decir, la casa debía costar más o menos lo ahorros de toda su vida. No hubiera sentido la misma gratitud, no la sentí, si alguien con los medios hubiera hecho esto por mí.
Por nosotros.
─Ryan... gracias. ─Lo abracé─. Es hermosa. Gracias.
Acarició mi espalda─. ¿Te gusta?
Me puse de puntillas para besar sus labios─. Me encanta.
─Bien. ─Tomó mi mano en la suya─. Llegó el momento de hacer el tour.
Encajé mi hombro en el suyo─. ¿El resto es tan precioso como esto?
─Sí.
─Seguramente es increíble.
Ryan me llevó alrededor de la casa como lo haría el mejor vendedor de bienes raíces. Era obvio que había estado ahí antes. El segundo piso resultó ser aún más lindo que el primero. Los suelos eran de madera, las paredes estaban pintadas de un lindo tono entre salmón y beige y las puertas eran encantadoramente antiguas, grabadas, de época. Cada una de las habitaciones, resultaron ser ocho, poseía enormes ventanales desde los que se podía tener una linda vista del jardín delantero o del extenso patio lleno de pinos. La nuestra era la más grande. Tanto como la mitad de mi departamento. La amé. Junto a ella estaba la que sería de nuestro de bebé. Esta se comunicaba con nuestro baño. Cuando nos cansáramos de procrear, no sabía si nos detendríamos en uno, lo convertiría en un armario.
Me enamoré de la tina.
─¿Sirve?
Ryan asintió─. Agua fría y caliente.
Mordí mi labio.
─Mmm...
─¿Qué tienes en mente, bruja?
Desaté los tirantes de mi vestido después de darle vueltas al grifo de agua caliente. Bajo de él llevaba un conjunto lindo de lencería negra. No lo usé intencionalmente. Solo lo elegí porque era el único que tenía limpio de ese color. Ryan, al verme, ladeó la cabeza evaluándome. Me sonrojé. Estaba siendo una descarada total, pero con los chicos estábamos restringidos. Cualquier momento para nosotros había que aprovecharlo.
Di un pequeño y lento giro sobre mí misma para tentarlo más, pero al ver que no era suficiente añadí─. Dijiste que compraste esta casa para hacerme el amor... ¿qué estás esperando?
Ryan se desvistió a la velocidad de la luz tras mis palabras. A diferencia de mí se quitó la ropa interior, lo que hizo que su adorada polla quedara colgando entre sus piernas semi erecta. La tina no se había llenado todavía, por lo que decidí jugar un rato con ella, mis manos y nuestros labios uniéndose en un sensual intercambio. Jadeé de una forma que me haría sentir avergonzada después cuando metió sus dedos dentro de mis bragas. Estaba tan mojada.
─Bruja...
─Ryan, por favor. ─Me apreté contra sus dedos─. No seas cruel.
Los sacó en contra de mis súplicas. Lloriqueé mientras veía como los lamía sin pudor. En venganza intenté separar mi mano de su miembro, pero la tomó y la movió el mismo cubriendo la mía con la suya. Su polla se endureció cuando me hizo apretarlo más. Estaba palpitante.
─Ha pasado tanto tiempo ─rugió.
Asentí─. ¿Ya nos podemos meter al agua?
─Lo que quieras.
Separándose, se arrodilló y me alzó en brazos para meternos a ambos dentro del agua. La encontré agradable. El subidón de temperatura que me afectó fue sentir su pene abriéndose paso sin piedad entre mis paredes. Lo anhelaba tanto que gemí durante todo el proceso. Cuando estuvimos tan unidos como dos personas podían estarlo y empezó a moverse mientras susurraba suciedades en mi oído, me olvidé de todo lo demás y me dejé llevar hasta que la explosión fue inminente. Ryan jadeó, pero no me siguió. Me hizo tocar el cielo unas tres veces más antes de unírseme. Me sujeté a sus brazos al sentir la calidez de su liberación dentro de mí.
Era tan suya en ese instante.
─Marie... ─ronroneó saliéndose de mí y cepillando mi cabello con dedos mojados─. Tengo el presentimiento de que adoraré vivir aquí. ¿Tú no?
Me di la vuelta para quedar frente a frente─. Adoraría vivir en cualquier lugar, pero solo si es contigo. La casa es hermosa. Sí. Me enamoré de ella. ─Besé su mejilla─. Pero más te amo a ti.
Me devolvió el beso con ternura.
─Y yo.
TERMINÓ.
Estoy teniendo una crisis emocional aquí, así que dejaré lo de las dedicaciones y eso para DP. O sea, serán de DO pero nos arreglaeremos la semana que viene porque ay. Estoy mal. Voy a extrañar a mis bebés.
PREGUNTA QUE TODAS DEBEN RESPONDER SÍ O SÍ: Opinión general de la novela.
Las quiero.
A las que no lo hayan hecho, pueden pasarse por el grupo de "Leemos a Osc en Facebook". Por ahí siempre estamos jugando, hablando, pasando el rato y dando información de mis historias.
NOS VEMOS EN EL EPI Y EN DP.
LAS AMOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO.
¡GRACIAS POR SUS VOTOS Y COMENTARIOS!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro