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Capítulo 54: Pérdida.


Brístol, Inglaterra.

Presente.


El tiempo es un puto relámpago. El día para el primer control, veinticinco de Marzo del 2013, se acercó a nosotros a la velocidad de la luz. Antes de entrar juré tatuarme la fecha si todo marchaba bien con nuestro bebé. Siempre quise un diseño en la cara interna de mi antebrazo, pero nunca tuve un motivo real para hacerlo. Nunca nada me marcó como Marie, nuestro amor o él o ella en camino y no era un secreto, así que hacerlo público en realidad no era la gran cosa. Fuimos tras la enfermera con las manos entrelazadas. La suya temblaba ligeramente. No como cuando tienes una adicción o común miedo, sino como cuando estás a punto de hacerte pis del terror.

─¿Asustada?

─Tremendamente ─admitió estremeciéndose y abrazándose a sí misma.

La acerqué a mi cuerpo─. No lo estés. Todo saldrá bien.

─¿Cómo sabes? ─Me dejó ver un poco de la magnitud de la única emoción que por los momentos sentía acerca de esto: terror. Vi mucho de él en sus ojos cafés. Miedo a no saberlo sobrellevar, quizás─. No puedes ver el futuro, Ryan, no sabes si saldrá perfecto. Solo podemos esperar.

─Creo que ese es el chiste del asunto ─murmuré contra su frente.

─Pues no me hace gracia.

Sonreí─. Lo sé, bruja, no tienes que decirlo.

Hizo una mueca, pero se sonrojó ante el apodo.

Reí entre dientes. Generalmente la llamaba de esa forma cuando estábamos envueltos en una situación comprometedora. Cuando, en efecto, caía en su hechizo de cabello oscuro, piel pálida, olor y figura delicadamente femenina.

─Bien.

─Todo saldrá bien ─repetí para ambos dando un paso dentro del consultorio de paredes rosa, baldosas amarillo pastel y equipo médico─. Ya verás.

─Espero.

─Buenos días ─saludó la mujer rubia de bata blanca tendiéndonos la mano tras el escritorio.

No había palabras en el mundo que expresaran lo agradecido que estaba de que fuera una doctora y no un príncipe más atendiéndonos, por lo que le di mi más brillante sonrisa y estreché su mano con efusividad para luego ocupar asiento junto a Marie manteniendo la curvatura de las comisuras de mis labios. Ellas me miraban raro mientras charlaban acerca de su último período, las sustancias que había consumido desde entonces y lo que podía y no podía hacer desde ahora. Me encogí de hombros cuando la obstetra me preguntó cómo llevaba la idea de ser padre tras hacerme un largo interrogatorio para el historial.

Estaba jodidamente feliz.

─Tengo el presentimiento de que alguien será la nenita de papi. ─Se levantó con el estetoscopio guindado del cuello para pasarnos una bata verde agua de puntos─. Marie, cámbiate, por favor. Vamos a echarle un vistazo.

─¿Nenita? ─pregunté.

La doctora Salvin asintió─. El sexo solo se puede saber a partir del tercer mes, pero una década haciendo esto me dio poderes. ─Suspiró─. Por lo general puedo intuir el sexo de los bebés. A veces falla. ─Le ofreció una mirada de disculpa a Marie─. Solo a veces. La mayoría de las ocasiones no lo hace. Lo siento si arruiné la sorpresa.

Mi chica sonrió sin darle demasiada importancia. No creía en supersticiones. Yo, por el contrario, entendía lo que quería decir. También sentía una especie de aura en torno a ella que gritaba que tendríamos una niña. Esto no tenía nada que ver con que últimamente remplazara los colores oscuros por los claros en su vestuario o ese tipo de cosas que notan las abuelas para determinar el sexo del bebé, sino que era un no sé qué que se sentía. Aunque existía la posibilidad de que solo fuera mi subconsciente formulando ideas sin sentido, esperaba que sí. Una mini Marie sería más que interesante.

─Aquí vamos ─anunció la obstetra al cabo de unos minutos.

Apreté su mano. Nuevamente estaba en la mía, pero ahora se encontraba acostada, desnuda, con las piernas separadas para la ecografía transvaginal y seguramente con más frío. Oí cuando le informó que se suponía que no debía dolerle. La arruga que se formó en su frente la causó la presión de la sonda que fue envuelta en un condón y cubierta de gel antes de entrar en ella y empezar a proyectar imágenes en un monitor. Me estremecí cuando señaló un frijol en el TV. No era tan grande, seguía siendo un embrión, pero esto nos estaba asegurando que era real. Maldición. Era el frijol más hermoso que hubiera visto.

Reí.

─Ryan ─me riñó Marie─. Cálmate.

Besé el dorso de su mano─. No. No puedo. Estaré emocionado por los dos hasta que empieces a estarlo. Es lo que ella se merece.

─No puedes determinar que será niña solo por una intuición ─refunfuñó.

─Dos ─la corrigió la doctora con tono ofendido─. Él también lo siente, ¿no?

Asentí.

─Uhg.

─Bien, esto se realiza básicamente para determinar si el embarazo se ha formado en la cavidad uterina, que no sea ectópico, y confirmar la presencia del saco amniótico, es decir, que no sea un embarazo anembrionario. ─Señaló un círculo alrededor de nuestro frijol─. Y para saber si es único o múltiple.

─Solamente hay uno... ¿o no?

─No. Hay tres.

Marie palideció─. ¿Perdón?

─Sí. ─Presionó su dedo en dos lugares diferentes al lado del embrión─. Tres.

─Pe-pe-ro no veo nada.

─¿Te refiero a un oftalmólogo?

Presioné mi rostro contra su cabello suelto para ahogar la risa─. Está bromeando contigo, bruja. ─Instantáneamente sus hombros se relajaron─. No tendremos tres, pero cuatro sí. ─Señalé otro punto─. ¿No vieron este de aquí?

─¡Ryan!

Junté las cejas─. ¿Qué? Tú eres la que dice no creer en cosas que no ve, pero aquí estás chillando por tres clones de ti que no existen. ─Sonreí contra su cabello─. Aún.

─¿Entonces es solo uno? ─preguntó para asegurarse.

─Solo uno ─le confirmó la doctora con expresión enternecida─. Y es bastante afortunado de tenerlos como padres. No porque sean o no las mejores personas, no los conozco, pero sí por la fuerte conexión que existe entre los dos. ─Le dio vueltas a una rueda de subir volumen─. No sé si se pueda oír porque es muy pronto, pero es diferente en cada caso y quizás ustedes corren con la suerte de... ─Un sonido bajo y rítmico, pero constante y vivo, la interrumpió─. Ahí está.

De repente sin aliento, luché para que las palabras salieran─. ¿Su corazón?

─Sí. ─Miró a mi chica en shock─. Marie, ¿lo oyes?

Ella afirmó─. Sí... lo escucho. Es tan...

─¿Lo que necesitabas para asumirlo? ─pregunté intentando ocultar mi molestia con ella.

Odiaba la forma en la que inconscientemente seguía despreciándose a sí misma. En su cabeza debía estar pensando que no merecía lo que venía en camino solo porque no sabía cómo hacer feliz a los demás. El secreto que todos sabíamos y ella no, era que sí. Marie sí sabía. La que no conocía cómo hacerse feliz a sí misma era ella. Agobiado por esto busqué sus ojos. Me los enseñó colmados de lágrimas que en un principio interpreté como tristeza, pero que después de unos segundos me di cuenta de que nacían de la felicidad. Un enorme peso se desprendió de mis hombros. Por primera vez desde que me enteré que iba a ser padre respiré sabiendo que un hijo sería algo bueno para nosotros, no algo que terminara separándonos. Ese había sido mi mayor miedo: verme obligado a elegir entre las dos personas que más amaba. Pero ya no existía.

Marie lo aplacó con la temblorosa sonrisa que me dedicó después.

Ella era feliz.

─Sí.

─Es un latido fuerte y saludable, seguramente le llegó el amor que sienten por el otro. ─Retiró la sonda, se quitó los guantes y los lanzó a un cubo. Posteriormente se levantó para cruzar la habitación y traernos la primera ecografía de nuestro frijol─. Para el álbum.

La tomé.

Seguro como el infierno que le sacaría copia para guardarla en mi cartera.

─Gracias ─susurró Marie sentándose cuando le entregó ácido fólico y yodo.

─De nada.

Le pasé su ropa doblada en una pila sobre una silla. Marie la tomó y regresó al baño para cambiarse. Yo me quedé esperándola oyendo indicaciones para el padre: cómo ayudarla durante el embarazo, cómo sobrellevar los antojos, cómo manejar los cambios emocionales, cómo masajear sus pies cuando se hinchen, cómo cuidar su piel de las estrías, cómo hablar el idioma de las embarazadas sin morir en el intento, entre otros tips, recomendaciones y consejos.

Cómo ser su esclavo, en pocas palabras.

─Ahora voy a darles el cronograma con las próximas citas y las posibles fechas de parto. ─Achicó los parpados en dirección a Marie cuando volvió a entrar luciendo sus jeans y sencilla camiseta rosa con bordado─. Nos veremos una vez al mes para controlar tu peso. Tu grasa corporal debe aumentar o será peligroso tanto para ti como para el bebé. ─Me observó por debajo de sus gafas de aumento─. Lo mismo va para ti.

─¿Tengo que engordar? ─pregunté extrañado.

¿Qué tenía que ver mi peso?

Estábamos embarazados, sí, pero la de la panza sería Marie. No yo.

La doctora Salvin suspiró.

─No. Tienes que recordarle cada vez que quiera comer o sienta deseo de hacerlo que la comida es para el bebé, no para ella.

Marie alzó las cejas─. ¿Aunque la que engorde sea yo?

─Unos kilos más no te vendrían mal ─admitió la otra mujer.

─Bueno, está bien, vendremos una vez al mes, cada dos o a la semana si es necesario ─corté el rollo antes de que Marie se lanzara por su garganta─. ¿Algo más? Creo que no hemos hablado de...

─Por los momentos nada más. Estamos bien. Ya hablé con ella sobre la comida, los cambios que sufrirá su cuerpo y lo que debe abstenerse de hacer. Bailar en exceso, por ejemplo, durante los primeros tres meses. ─Me volvió a dirigir una mirada de súplica. Asentí. Me aseguraría de que Marie acatara todo lo que nos decía─. Eso es todo por hoy.

─Gracias ─dije estrechando su mano cuando nos levantamos.

Me caía bien la doc.

Que no tuviera pene contaba, por otro lado.

─Hasta la próxima visita ─se despidió agitan la mano desde el borde de la puerta mientras salíamos─. ¡Recuerden alimentarse bien!

─¡Lo haremos! ─respondió Marie con un grito exasperado─. Dios. Esa mujer es un estrés total. ¿Puedes creer que me refirió con un psicólogo? Dice que puedo llegar a sufrir depresión postparto, pero...

─Yo creo que deberías ir.

Nos detuvo en medio del pasillo para verme─. ¿Crees que soy candidata?

─No quiero tomar riesgos innecesarios. Si ella lo mencionó es porque notó que algo va mal. ─Sostuve su rostro cuando su barbilla empezó a temblar─. No te ofendas, bruja, no estoy menospreciándote. Solamente quiero asegurarme de que ustedes dos... ─Presioné mi palma contra su vientre. Era consciente de que estábamos armando una escena, pero quería hacerlo─. Estén tan bien como puedan estarlo, ¿me entiendes?

─Está bien. Iré ─gruñó. Alcé las cejas. No me esperaba que fuera tan sencillo convencerte─. Lo haré solo para librarlos de la preocupación. Lo cierto es que nunca le haría eso a mi bebé. No después de ver por lo que Willy y Mags están pasando.

─Y ellos te necesitan como nosotros ─le di más motivos para no recaer.

─Sí ─murmuró regresando a su sitio bajo la protección de mi brazo.

Deposité un beso en su mejilla antes de retomar el camino─. Así se habla.

De regreso a su departamento, mi segundo hogar desde que me enteré de su estado, se mantuvo en silencio junto a mí. Intenté sacarle conversación hasta que entendí que estaba haciendo lo suyo procesando la emoción que nos envolvía al borde de la asfixia últimamente. Primero fue nuestro regreso, luego lo de Hugo, su ruptura con Pat, lo de Mags, el concurso, lo de Rachel, el regreso de los corazones alrededor de nosotros, parte tres, la extinción de los príncipes azules, el bebé...

Era comprensible que necesitara espacio.

─Hoy Loren me hará el favor de pasar por Willy. No sabía cuándo saldríamos de la consulta ─respondió cuando me ofrecí a ir por él y a llevar a Mags, que estudiaba en las tardes, tras dejarla a ella y al frijol sanos y salvos en casa.

─¿Qué habrá de almuerzo?

─¿Pizza?

Jadeé─. ¿Otra vez?

Tomó mucho aire antes de responder.

─No sé si lo has notado, Ryan, pero no estoy acostumbrada a tener tanta gente en casa. No cocino estupendamente. Además de los sándwiches y el cereal con leche, siempre hubo alguien haciéndolo por mí. No soy una experta. ─Se enfurruñó sobre el asiento cuando ya estábamos estacionando─. Si querías una esclava debiste buscarte una, no a mí.

─Pizza será ─susurré en derrota.

Cuando formalizáramos lo nuestro y viviéramos juntos, que esperaba fuera pronto, contrataría a alguien. Amaba a Marie, pero mi sistema digestivo moriría de tanto amor si no me hacía cargo del asunto pronto.

─¿Dónde la pondremos?

Luché con su puerta y la llave. Esta era otra de las cosas por las que quería mudarme. La principal era la comida y el hecho de que estábamos en abstinencia sin una habitación propia. Abstinencia que estaba acabando con mi paciencia y todo lo demás. Lo soportaría mejor si tan solo no hubiera esta química espontanea entre su cuerpo y el mío, pero ese jamás sería el caso, así que era como estar nadando en una olla con agua hirviendo la mitad del tiempo.

Le robé la foto─. Primero le sacaré una copia, la pondré en mi billetera y después compraré un bonito álbum rosa donde las colocaremos todas. ─Sonreí hacia su estómago. Últimamente me sorprendía a mí mismo haciéndolo a cada rato─. Ahí también pondremos fotos tuyas y nuestras durante el embarazo. Quiero que sepa que, a pesar de que no lo buscamos, lo esperamos con los brazos abiertos.

Marie arrugó la nariz─. Eso es muy dulce de tu parte.

─Sacas ese lado mío.

─Ryan... ─advirtió cuando empecé a ponerme intenso besando su cuello.

─¿Sí? ─gruñí.

─¿Dónde está Mags?

Me separé abruptamente.

Pensamientos irracionales pasaron por mi mente. Ella normalmente, ¿normalmente?, siempre nos recibía en casa cuando la dejábamos sola ofreciéndonos una taza de té. Era una costumbre extraña, pero constante.

Mags debía estar aquí. Que no lo estuviera era un error de programación.

Me desprendí de Marie para acercarme a su habitación. La alarma saltó cuando no la encontré ahí, en el estudio o en alguno de los dos baños del apartamento. Al volver a la sala me hallé con mi chica hablando por teléfono. Su rostro estaba pálido. No podían ser buenas noticias. Sudor frío recorrió mi frente, ¿qué sucedió ahora?

─Ryan... ─sollozó cuando colgó─. Se fue.

─¿Quién? ─pregunté abrazándola tan fuerte como pude.

«La chica no, por favor», pensaba.

─Suzanne, la madre de Mags, completó en el psiquiátrico lo que no terminó en la casa de los chicos. No me dieron detalles, pero se suicidó, Ryan, al final lo hizo. Al parecer su depresión era más que problemas económicos. ─Me apretó más contra ella. Lo hizo queriendo buscar consuelo. Se lo brindé acariciando su cabello─. Me siento tan mal. Se enteró estando sola. Llamaron a la casa porque fue el número que dimos allá. Fue a casa de Hugo. Él también estaba en consulta. De alguna forma terminó con Ignacio. ─Moqueó─. Está con él.

Todo mi cuerpo se tensó. Recordaba el renacuajo.

Que estuviera con él en un momento como este no podía ser lo mejor.

─¿Con él hablabas?

Asintió─. Están en la casa de su padre. Solos.

─Salimos ahora mismo para allá. Llamaré a Loren de camino para que nos encontremos ahí. ─Mi garganta se secó al pensar en Willy. Tuve que aclararla varias veces antes de poder hablar cuando regresé con una muda para Mags porque recordaba haberla visto en pijama esta mañana. Deducía que al enterarse se fue como estaba. Joder. Ella y el niño se estaban robando mi corazón con sus ojos de ardilla y lémur correspondientemente. No era justo─. Marie... ¿cómo manejaremos esto? ─lancé la pregunta de camino. Estaba aterrado de la respuesta. Antes de hoy ellos dos en nuestra casa era un asunto temporal, pero ahora... me estremecí con las manos sobre el volante. Ni siquiera podía pensar en lo que pasaría con ellos si no actuábamos─. ¿Qué haremos?

La ferocidad en su tono, sin embargo, hizo que me volviera a enamorar de ella.

Ya iban dos veces un mismo día. Un total de tres.

─¿Qué otra cosa podemos hacer? No estaba lista cuando asumí esta responsabilidad, pero lo hice porque era lo correcto por hacer, y ahora es mía. No los voy a dejar. Si lo hago una parte de mí... ─Posó la palma de la mano sobre su vientre─. Precisamente la parte de mí en la que confío para esta tarea que viene en camino, la que se preocupa por los demás desinteresadamente y está lista para dar amor, se perderá. Es algo que no puedo hacer. ─Abrió la puerta. Habíamos llegado─. Lo siento y sabré entender si no puedes con ello, pero Willy y Mags forman parte de mí a partir de este momento. Somos un paquete de tres. Cuatro ─se corrigió a sí misma rápidamente─. ¿Lo tomas o lo dejas?

Me bajé─. ¿Luzco como alguien que no quiera una familia de cinco o debo dejarme crecer la barba? ─Rodeé el auto para tocarla─. Haremos esto juntos.

─Gracias ─murmuró con la nariz contra mi pecho.

Tomé su mano en la mía para entrar al edificio─. No las des. Somos un equipo.

─¿Equipo Mary?

─Equipo Mary por y para siempre.

Entrelazó mejor sus dedos con los míos─. No sé con qué nos podamos encontrar allá arriba. Estoy aliviada de tenerte junto a mí. ─Tragó─. Te amo.

De haber podido la habría hecho mía en el ascensor. Las circunstancias y el momento lo impedían, pero joder que esas dos palabras eran lo más bonito que había oído en toda mi vida. Cuando llegamos al piso del padre del adolescente idiota tocamos una y otra vez la puerta hasta que este abrió con una toalla envuelta en su cintura. Arrugué la frente. Lo empujé sin dudar para pasar. ¿Qué hacía desnudo cerca de mi segunda chica? Él no me agradaba, pero lo odiaba cerca de Mags. No olvidaba que por más que estuviera reconstruyéndose como persona fue el sociópata que la lanzó a ella y a su novio por las escaleras. De no ser por el otro adolescente idiota, menos que este, ella estaría gravemente herida o peor.

«O peor» no lo olvidaría jamás.

Menos ahora que ella también era mi responsabilidad.

─¿Dónde está Mags? ─preguntó Marie.

─En el baño. Llorando.

Ella le agradeció el gesto. En el fondo, muy en el fondo, yo también. Si no fuera por él ella pudo haber terminado en cualquier otro lugar donde no pudiéramos encontrarla. Eso no lo exoneraba de sus pecados, pero me impedía no cruzar la habitación en reclamación de su cabeza.

─¿Qué haces aquí así? ─lo cuestioné.

─Es mi casa. ─Se estremeció cuando me acerqué─. Si te refieres a por qué estoy desnudo, fácil, llovía cuando la encontré y ella ya estaba bastante mojada. Temblaba. La hice colocarse mi ropa dentro del coche de papá. ─Subió las manos, enseñándome sus palmas, cuando di otro paso en su dirección─. No vi nada, amigo, lo juro. No es como si tuviera algo que...

Se calló al ver a Mags apareciendo con ropa propia, la que le trajimos, aferrada a la cintura de Marie. Sus ojos se tiñeron de una emoción que interpreté como compasión. Al parecer el chico no estaba del todo perdido. Le faltaba sufrir y aprender más de la vida, pero veía potencial en él. Claro. Que sufriera y aprendiera lejos de Mags. Ese era mi único deseo para con su culo.

─Lo siento ─dije.

─¿Podemos ir a casa? ─preguntó frotándose los ojos.

«Casa», repetí.

Probablemente ya Marie la había puesto al tanto de nuestra decisión.

─Por supuesto, cariño ─respondí tendiéndole la mano para luego pasar el brazo por debajo de sus rodillas.

Mags no necesitó que se lo pidiera. Apoyó la frente contra mi hombro y se dejó ir con un débil sollozo. Ella y Marie compartían la misma condición de perderse a sí mismas usando más combustible del que consumían, por lo que no me extrañó que se desmayara contra mí tras haber sufrido un golpe tan fuerte como lo es el quedarte solo en el mundo. Yo pasé por eso cuando mamá murió a mis trece y Gary y yo nos quedamos con la abuela. La entendía de formas que ella no sabía, pero que esperaba fuera de ayuda para sobrellevar la situación. Lo bueno de ambos casos, tanto del suyo como el mío, era que teníamos a Marie para llenar el vacío. Ella, Willy y el bebé serían nuestra familia. Unidos lo lograríamos. Yo tampoco me habría perdonado a mí mismo si hubiéramos actuado diferente.

Compartí una mirada con mi chica mientras bajábamos─. Te amo.

─Tardaste mucho en responder.

─No volverá a pasar.

Y era verdad. Aprendí la lección. 

Nunca sabes cuándo te quedas sin tiempo para contestar.


HOLA T-T 

¿Lloraron? ¿No? Mañana me encargo de que sí, muajaja, okno.

Pobre Mags, pero como dijo Ryan, es una suerte que tengan a Marie. Ella es tan estupenda sin saberlo. Queda un capítulo y el epilogo. Mañana subo el capítulo final. Será la bomba. El epi también. El lunes tiene actu de Loren (una amiga me secuestró el fin de semana que viene u.u). Trataré de hacer maratón de fiesta por el final de DO a partir de entonces, es decir, lunes, martes y miercoles DO. O lun, mier y vier.  

Mañana me comienzo a arreglar con las dedicaciones. Mañana o el mier también subiré por el grupo los dibujos que me han mandado. Son hermosos. 

Gracias por sus votos y comentarios c:

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