Capítulo 52: Jodido.
Brístol, Inglaterra.
Presente.
Nos fuimos del hospital a las ocho con el resto. Solo se quedaron Nathan y Anastasia. Los demás nos dirigimos a lo de John para recoger a los chicos. Mags y Willy entraron en el auto llevando dibujos que la madre de Luz y Diego les dejó pintar con las acuarelas de su hija. Sabían lo que sucedió con Rachel, pero no dijeron nada durante el trayecto a casa de Marie. Estaban exhaustos. Cuando llegamos tuve que cargar al menor de ellos desde el estacionamiento hasta la cama de Marie. Roncaba como un motor de tractor. Mags, a su lado, cerró los ojos a penas su cabeza chocó contra la suave superficie de la almohada. Robé una manta y un cojín del armario de Marie antes de regresar a la sala, dónde la hallé calentando leche y metiendo una bandeja de galletas con chispas de chocolate al horno. Era muy tarde para eso. No para las personas normales, sino para ella y su control de calorías. Tragué cuando se inclinó un poco más. Por alguna razón se había quitado el pantalón. Solo la cubría mi sudadera.
Sus bragas, en teoría, eran lo único que me impedía el acceso a su coño.
Me crucé de brazos─. ¿Qué mierda haces?
Me mató echándome un vistazo, algo que de cierta forma interpreté como una invitación, sin tomarse la puta molestia de enderezarse. Me removí, incómodo, porque mi polla empezó a desear su dosis de Marie. Casi eyaculé como un adolescente cuando arrugó la nariz. Tanto tiempo negándome el placer de su cuerpo y renunciar a él teniendo la posibilidad de tomarlo me torturaba de una forma indescriptible. Era más que jodido. Muy jodido.
Extremadamente jodido.
─¿Galletas?
─Eso veo... ─Dejé la manta y el cojín en su mesa para cuatro. Dudaba de mi juicio. Ya no quería distancia entre nosotros. Necesitaba acercarme como nunca antes había necesitado algo─. ¿No cenaste bien? Recuerdo haberte traído un sándwich de atún y dado órdenes explicitas de acabarlo, preciosa.
Marie cerró la tapa y me miró con grandes y furiosos ojos cafés.
─¿Y tú quién eres para darme órdenes? No recuerdo haber sido comprada por ti en el mercado de esclavos. ─Unió sus cejas─. Ni que estemos en el siglo quince, amo Ryan. ─Se dio la vuelta. Saqué provecho de la situación arrinconándola contra el fregadero. Sentir la suavidad de sus nalgas contra el bulto en mi pantalón no ayudó─. Pero sí. Comí lo que me trajiste. No tienes nada de qué preocuparte. ─Se dio la vuelta. Sus párpados se separaron más cuando su nariz chocó contra mi pecho─. Ryan...
─Bruja ─susurré enredando una mano en su cabello.
Seguía siendo demasiado corto para mí. Le era fiel a su largo en Suecia, pero me encantaba lo sedoso que era, su olor a flores silvestres y su color negro como el carbón. Lo halé suavemente hacia atrás para hacer que terminara de ofrecerme sus labios entreabiertos. Eran tan rosados y estaban tan correctamente llenos que instantáneamente quise meter mi lengua, mi polla y dedos entre ellos. Amaba que chupara, succionara o mordiera cualquiera de las tres opciones. Era una de mis fijaciones para con ella.
Ignoré aquél deseo, sin embargo, momentáneamente. En lugar de hacerlo sucio y sin censura como quería, deslicé mi boca desde el lóbulo de su oreja hasta que acabó sobre la suya y mi lengua se coló dentro de ella. Fue un beso dolorosamente suave. Corto. Marie solo me dejó saborearla por unos segundos que no consideraría suficientes de aquí a mil años. Gruñí contra su frente. Intentaba calmar el fuego que ardía dentro de mí por ella, de verdad que sí, pero el que estuviera parcialmente desnuda y tibia contra mí no ayudaba. Me odiaba a mí mismo por haberme puesto en aquella posición en vez de irme con la cola entre las patas a casa.
«Es mi perdición y salvación al mismo tiempo», pensé inhalando su aroma.
─No podemos hacer esto ─murmuró con tono débil y soñoliento en mi oído.
─Podemos.
─No. No podemos. ─Intentó apartarme─. Tú querías tiempo.
─Ya no.
Alzó las cejas─. ¿Así de sencillo?
Le di una palmada a su trasero.
─Así.
─¿Puedes decir más de dos palabras?
Negué apretándome más contra ella─. No.
─Pareces un cavernícola. ─Se dio la vuelta con la intención de ignorarme o tentarme más. No lo sabía─. Cazar. Comer. Follar. Dormir. Cazar. Comer. Follar. Dormir... ─canturreó abriendo el grifo─. Evoluciona un poco más, por favor.
La empujé hacia la encimera, acostándola contra ella, para presionar tranquilamente mi pecho contra su espalda y mi pelvis contra su pequeño culo. Me bajé la bragueta del pantalón e un simple movimiento. Hice lo propio con sus bragas con la misma determinación cuando gimió en acuerdo tácito. Me sentí satisfecho al hallarlas húmedas. Tuve la gran idea de guardarlas en mi bolsillo trasero tras olerlas, lo que pareció gustarle por la forma en la que se arqueó debajo de mí. Volví a azotar su trasero. Me obsesionaba la idea de marcarla.
Lento, agonizante y constante.
Así fueron mis primeras embestidas. Me esforcé en tomar la situación con calma. A disfrutar cada milímetro de su estrecho y húmedo canal. Me complació no oír nada más salvo gemidos y jadeos provenir de su boca. Ellos me recordaban una y otra vez que esto no iba en una sola dirección. Marie sentía por mí la misma atracción insana que yo. Eventualmente fue demasiado para ambos. Empecé a acelerar el ritmo cuando empezó a mover las caderas para hacerlo ella. Se volvió más duro y sucio entonces. Terminé en su interior, por primera vez sin hacer uso de protección, con un gruñido sordo al asegurarme de que hubiera hecho lo mismo segundos atrás.
Me faltó madera para ser un completo idiota después de haberla follado como un salvaje. Tomándola con el cuidado con el que no la hice mía, la levanté en mis brazos y la llevé al baño de su cuarto de huéspedes transformado en un pequeño estudio de baile. Lo bueno era que Marie había conservado el lavado. También la linda y amplia bañera de porcelana con servicio de agua caliente en el que nos metimos por unos minutos hasta recordar las galletas.
─Se están quemando ─gimió envolviéndose en una toalla.
Me encogí de hombros dentro del agua. Me faltaba el pato de hule para ser un hombre feliz─. Déjalo. Haremos más mañana. Ahora podemos beber cerveza y comer algo de la sobras del pollo del almuerzo. Las traje para mí porque ya tenía pensado quedarme contigo para asegurarme de que todo marche bien y porque sé que solo tienes comida orgánica, pero si quieres podemos compartirlas e ir mañana con los chicos por unos panqueques.
Marie hizo ademán de vomitar.
Arrugué la frente por lo real que pareció, ¿se sentía mal?
¿No le gustaba el pollo frito?
─Lo único que se me antoja son galletas y leche, Ryan. Gracias de todas formas. ─Empezó a retirarse hacia el pasillo─. Tampoco puedo beber alcohol ─la oí decir en voz baja antes de que el sonido de sus pisadas desapareciera.
Me bañé solitariamente un poco más. Salí al cabo de diez o veinte minutos. Me sequé con otra toalla guindada en la pared y usé la ropa que llevaba antes de ponerme el pantalón para el concurso; mono y camisa deportiva. Con los pies descalzos seguí el aroma a delicia recién horneada proveniente de la cocina. Lo que encontré, sin embargo, me descolocó: Marie comía una docena de galletas quemadas en el sofá mojándolas en leche como si no hubiera mañana. Rememoré nuestros encuentros una y otra vez en búsqueda de otra ocasión en la que la hubiera visto comer tanto. Últimamente comía mejor, pero nada como el monstruo come-galletas apoderándose de su cuerpo en este momento.
─¿Qué sucede contigo? ─Me senté al otro extremo del sofá masajeando sus pies. Eran suaves, pero tenían las típicas lesiones de las bailarinas de ballet─. ¿Lo que sucedió con tu hermana te produjo ansiedad? ─No me extrañaría. Marie era sensible. Lo que sucedió con Rachel, bastante lamentable, por cierto, pudo haberle tocado un nervio─. Sé que es un asco, pero es joven y seguramente tendrán más bebés en un futuro. Son cosas que pasan.
─No. No es por eso ─respondió con una convicción que me confundió.
Ella sabía lo que le pasaba, ¿por qué?
¿Al fin siguió mi consejo de ir a terapia?
─¿Por qué es?
─Porque me gustan. ─Le dio otro mordisco a otra galleta-carbón─. Están ricas.
Se la arrebaté. La probé. Escupí.
Era una auténtica mierda. Sabía a bazofia.
A ceniza. Literal.
─¿Cómo te puede gustar eso? ─le pregunté limpiándome la mejilla de migajas.
─Me gustan. Saben a...
─Carbón.
─No. A pollo. ─¿Así que sí le gustaba? ─. Dame. ─Me arrebató el pedazo de ceniza. Se lo comió con tal pasión que el estómago se me revolvió. Estaba empezando a preocuparme. ¿Qué iba mal con ella?─. Mmmh...
Mi capacidad para resolver misterios se activó con su «Mmmh...».
De repente detalles como su renovado apetito, su fascinación por la ceniza, el que no le hubieran permitido donar, su nueva personalidad sentimental, lo fácil que era hacerla llorar últimamente, la fragilidad con la que parecía moverse... me noquearon con una sola y única palabra que las conectaba: embarazo. Marie podía estar embarazada. Tensé la mandíbula. Pensar en el principito saliendo victorioso al final del día me jodía la mente. Pero no. No podía ser del medicucho. No.
Debía ser mío. Sus futuros hijos me pertenecían.
No a él. No a nadie más.
Si iba a tener una familia en un futuro sería conmigo. Con nadie más.
─Marie, ¿por qué no puedes beber alcohol? ─pregunté temiendo la respuesta.
Dejó de comer galletas por un instante.
Sus ojos, aquél par que sabía leer mejor que cualquier línea, me respondieron.
─Ryan... ─susurró.
─Maldición ─dije y me levanté del sofá.
Como no tenía la fuerza para apartarme de ella, tomé la manta y el cojín de la mesa y me encerré con los chicos. Dormí en el suelo del lado de Willy. Sus ronquidos eran nada al lado del tormento que no me dejó dormir. Habíamos estado juntos, pero estaba casi seguro de habernos cuidado, así que las posibilidades de que fuera de él eran más altas. Y si así fuera, ¿me correspondía renunciar a ella para dejar que volvieran? ¿O dejaría mi ira de lado y la ayudaría a pasar por la maternidad como tenía planeado hacerlo con los chicos? Era diferente tratándose de un hijo suyo con otro, sí, pero si la amaba...
«Joder».
Me quedo dormida ;-;
3/3: listo.
Mañana hay capítulo de DP ♡
GRACIAS POR SUS VOTOS Y COMENTARIOS.
P.D: No hay dibujos aún. -se le rompe el corazón-.
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