Capítulo 50: Lo vale todo.
Brístol, Inglaterra.
Presente.
Los ganadores del concurso se anunciaron tres horas después de nuestra salida al escenario. Mags, Marie y yo estábamos cruzando los dedos tras el telón cuando un sujeto barbudo con smoking de lentejuelas empezó a recitar lo resultados de los solos. La emoción de haber quedado en el segundo puesto hizo que la chica se echara a llorar sobre el escenario. Mi pecho se oprimió de una forma extraña mientras la veíamos recibir su diploma. En lo que a mí concernía lo había hecho mucho mejor que el enclenque que ganó, pero este era su debut y un segundo lugar estaba bastante bien para su primera vez en una competencia. La animaría a ir por el primero para la próxima. Eso y el que esto no fueran las nacionales fue lo único que me impidió ir a exigir un vistazo a la puntuación de los jueces. Cuando el tercer lugar obtuvo su diploma y una foto, empezó la premiación de los dúos.
Abracé a Marie.
Después de lo que nos dijimos, se sentía jodidamente bien y correcto hacerlo.
Ella estaba tan concentrada en la voz del presentador que se dejó.
─En primer lugar, con una puntuación de noventa y cinco puntos... ─Marie me devolvió un abrazo al no escuchar nuestros nombres─. En segundo lugar con noventa y tres... ─Mordí el lóbulo de su oreja─. Y por último, en tercer lugar con una puntuación de noventa y dos, ¡la pareja número setenta y ocho! ¡Un aplauso para Marie Van Allen y Henry Parker!
Puse los ojos en blanco.
Se habían equivocado llenando la maldita planilla de nuevo.
─Me gusta más tu segundo nombre. ─Besó mi mejilla entre risas. Mierda. Mataría por escuchar ese sonido más a menudo─. Gracias ─murmuró sobre el micrófono al público que hacía una ovación de pie─. Significa mucho para Collingwood recibir este premio. ─Apuntó a Sad y a Cornelia con la figurita de metal─. No es solo nuestro. Hay un montón de trabajo tras él. ¡Gracias!
Me aclaré la garganta─. Gracias.
Sin dejar de sostener su mano, nos encaminamos de regreso a la sala de espera dónde nos conseguimos con Mags y Anastasia Van Allen. La mujer se comportaba más como una representante en plan negocios que como un familiar emocionado. En vez de unirse a los llantos del par, les enseñó su agenda con un montón de otros concursos próximos en los que podrían participar y el número de varios diseñadores de vestuarios. Al cabo de media hora, cuando las personas empezaron a retirarse, bajé a los camerinos para recoger sus cosas y las mías para irnos a la fiestecita que habían organizado en el departamento de Loren en Castle Park. Pensar en el refugio del Van Allen siendo asaltado por un ambiente familiar me hizo sonreír. Eso sería jodidamente interesante.
─Lo hiciste bien. ─Dejé caer la chaqueta rosa sobre sus hombros. Mags se aferró a ella dedicándome una sonrisa que se hizo más grande cuando le di su pequeño ramo─. Mereces ese premio y más, Magnolia.
─Gracias ─logó susurrar antes de verse asaltada por una lluvia de abrazos.
Hugo y James, sus dos amigos cercanos, se la llevaron para caminar varios pasos delante tras recibir un gesto de cada uno de los miembros de nuestra pequeña comunidad en Brístol: Rachel y su familia, mi hermano y su novio y nuestros amigos cercanos. En la salida estreché la mano de David. Estaba esperándonos junto a Lucius. Por lo que veía se llevaban bien a pesar de la evidente diferencia entre el talle de sus trajes.
Palmeó mi espalda─. Estoy orgulloso de ti, muchacho.
─Gracias.
Me ofreció una libreta con un bolígrafo.
─¿Me das tu autógrafo?
La tomé de sus manos riendo y negando con la cabeza─. Claro que sí.
─No conocía esta parte de ti.
Miré al padre de mi chica─. Yo tampoco sabía que fueras un apreciador o fanático del arte, Lucius. ─Presionó sus labios fuertemente. Le estaba refrescando la memoria. Parecía haber olvidado que media hora atrás usaba una camiseta que rezaba «#TeamMary» en una especie de shipeo enfermo. Al parecer se la puso desconociendo su significado o que el nombre de su hija se escribía diferente. Con «ie» en vez de «y»─. Nunca lo habría adivinado por mí mismo.
Se encogió de hombros fingiendo desinterés.
─Anastasia me trajo.
─Papá. ─Su expresión cambió al ver a Marie acercándose con un millón de ramos de flores. Me llenó de satisfacción comprobar que ninguno de ellos se parecía tanto a ella como el que le di─. Nunca pensé que vendrías.
La abrazó─. ¿Cómo me lo podría haber perdido?
─Como te perdiste los otros.
─Lo siento, Marie. ─Besó su frente─. Prometo participar activamente más en este aspecto de tu vida. Aunque no esté del todo de acuerdo... ─murmuró el que fan del arte─. Empezaré a verlo con buenos ojos si me permites mirar. Eres mi hija y estaré bien con todo lo que hagas si eres la mejor haciéndolo. ─Le dio una orquídea que se sumó al vivero en sus manos─. Como hoy.
─Gracias.
Lucius le contestó con otro beso en su arrugada frente.
Tras el pequeño momento padre-hija nos dirigimos a Castle Park. Marie se fue con Loren. Yo me encargué de llevar a los chicos y ceder con la radio a su amor por The Weeknd hasta que estacionamos en el estacionamiento subterráneo del edificio de cristales. Allí esperé en lobby junto a Gary y Eduardo mientras el resto ocupaba el ascensor por turnos. Cada vez que las puertas se abrían veía a Loren apuñalar los botones del tablero con su índice. Ya la presión de ser el anfitrión de la velada estaba quebrantando su espíritu.
─¿Cómo te va en la aerolínea? ─le pregunté al piloto rubio cuando me cansé de ser el centro de la conversación. Más que tratarse de mis victorias, Gary había entablado un monologo lleno de bullying hacia mí sobre los momentos más bochornosos de mi existencia: mi adolescencia de Don Juan y el período oscuro post-Suecia en el que decidí dejarme el cabello largo─. ¿Sigues tomando viajes cortos?
Eduardo negó. Al hacerlo buscaba con la mirada a Gary por debajo de sus espesas pestañas. Mi hermano apretaba la mandíbula con desaprobación─. Esta semana empecé a tomar vuelos a México y Panamá con escala en Ámsterdam.
─¿Cómo se siente? Recuerdo que dijiste que te estabas aburriendo de ver el mismo cielo. ─Realmente no entendía cómo podía tratarse del mismo cielo de siempre si las nubes están en constante movimiento, pero para Eduardo era así─. ¿Extendiste tus alas en territorio desconocido y hallaste la adrenalina que querías?
─Hallé más de lo mismo ─confesó─, pero con mejor clima.
Gary gruñó cruzándose de brazos─. No entiendo cuál es la jodida diferencia.
─Yo tampoco ─admití.
Aunque no quería la infelicidad de su novio, a quién consideraba ya parte de la familia, entendía la preocupación de Gary y sentía cierta lástima por él. Debía ser horrible pasar constantemente por lo que yo pasé por solo dos o tres días con Marie. Saber que la persona que amas está en peligro, o peor, que no puedas hacer nada al respecto, es una mierda que no le desearía ni a mi peor enemigo. Ni siquiera a Patrick. Y a pesar de que las posibilidades de un accidente aéreo eran infinitamente menores a las de uno terrestre, nunca faltaba en las noticias un anunciado que hiciera referencia a uno de ellos o a sus sobrevivientes.
Eduardo se arremangó la camisa rosa pastel que usaba, que casualmente combinaba con la corbata de Gary, antes de responder─. No puedo describir lo que no puede ser transmitido con palabras. Lo siento. Deberían sentirlo para entenderlo. Es diferente y punto.
─La cultura está en el aire ─lo imitó mi hermano con los ojos en blanco.
Hice una mueca. Lo conocía más que a mí mismo. De niños sabía cuando quería mi porción de postre, de adolescentes cuando alguien se metía con él en el colegio o de adultos cuando se acababa el dinero de la renta sin que lo dijera. Llevando esa capacidad de leer el comportamiento de una persona con la que convives por casi tres décadas a la actualidad, podía ver en sus ojos que realmente lo estaba pasando mal. Lamentablemente ninguno de nosotros era quién para exigirle a Eduardo que cambiara en lo más mínimo. Si Gary lo hacía no estaría amándolo como es: de corazón sensible y abierto a todas las experiencias que el mundo tuviera por ofrecer. Ese era uno de las mayores verdades que sacaba de mi relación con Marie. Era sexy y bella como el infierno, pero sería una más si no poseyera esa personalidad atrapante, entregada y filosa.
No puedes cambiar a quién amas porque estarías amando a alguien más.
─Te quiero ─susurró Eduardo en su oído al darse cuenta del evidente cambio en su semblante─. No quiero que estés mal por esto, Gary. Sabes que es poco probable que me pase algo. Te amo, idiota paranoico.
─No, yo te amo más ─respondió mi hermano presionándolo contra la pared del lobby con una pasión de telenovela sin tomarme en consideración o al vigilante cenando un sándwich de atún frente a nosotros. Para ellos estas muestras de afecto eran tan comunes─. Mucho más. Si me preocupo es por mi bien, no por el tuyo, porque nunca encontraré a alguien que me haga sentir tan vivo como tú. Eres único. ─Acarició su mejilla lentamente─. Tú o nadie.
Eduardo hizo lo mismo con el rostro de Gary─. ¿Qué tanto me amas?
Me aclaré la garganta cuando el hombre se ahogó, pero fue como si no.
Puto caso me hicieron. Era yaoi porque sí.
─Muchísimo. ─Mordió su quijada─. De aquí a plutón.
─Joder ─murmuré, aliviado como un virgen, cuando las puertas se volvieron a abrir y milagrosamente pude entrar. Ellos, por fortuna para mí y el par, no lo hicieron y se quedaron a solas para poder seguir disfrutándose mutuamente en compañía del vigilante voyeur. Compadecí a Loren. Pronto estaría en mis zapatos en un espacio mucho más estrecho y caliente─. Es muy pronto para estar cansado, ¿no crees?
─Somos una familia grande y todos están gordos. ─Miró a Kevin en brazos de John─. En especial tú. ─Hizo lo mismo con George en los de Lucius. Sus padres no estaban. El pequeño se sentía más libre que nunca y mordía activamente el hombro de su abuelo─. Y tú.
─Loren... ─murmuró una voz desconocida y suave desde el fondo─. ¿En qué piso vives? Creo que me voy a desmayar. No recuerdo que vivieras tan arriba.
Me reservé para mí la desagradable pregunta de «quién demonios eres» dirigida a la pelirroja de apariencia aniñada y vestido violeta hasta las rodillas, decidiendo en su lugar ser amable con mi compañera de siete pisos restantes fuera quién fuera ella─. Son treinta y dos. En teoría vive en el treinta y uno. Hizo una adaptación a dos departamentos de dos pisos diferentes para tener una especie de casa. ─Le guiñé cuando se sonrojó de la nada. Al parecer no había esperado una respuesta de cualquiera de nosotros salvo del Capitán ascensor. Era extraña. Casi tanto como la razón por la cual estaría con nosotros, específicamente con un playboy que no le construiría su casita en el campo, en lugar de recogiendo flores en un valle─. En las alturas porque así no se siente responsable por las plantas de un jardín.
─No tiene paciencia para la crianza. Ya lo has notado ─añadió John.
─Eso es porque estabas medio inconsciente cuando te traje a la Lordcueva y bastante entretenida cuando te fuiste ─le respondió haciendo caso omiso a todos nosotros. Ella se sonrojó aún más con su contestación─. ¿También has olvidado en qué habitación dormiste? ─Se despegó un rato del tablero para murmurar algo en su oído que, por la forma en la que palideció, casi hace que se desmaye─. Veo que no ─dijo, satisfecho, al evaluar su reacción.
El pitido del ascensor esta vez la salvó a ella.
Empezamos a salir. En el proceso escuché a Lucius no siendo tan cordial como yo. Aunque en realidad la verdadera culpa era de Loren por no presentarla correctamente. Era un idiota.
─¿Quién eres?
─Anabelle Young. ─Le ofreció su mano. Él la tomó luciendo confundido─. Trabajo en el jardín de infantes de Madison. ─También le dio al viejo cascarrabias la que sería la sonrisa más dulce que hubiéramos visto jamás─. Lo sé, señor, sé que desentono aquí. Fue Loren el que insistió en que lo acompañara a ver a su hermana. Lo conocí en el parque. Hemos salido un poco después de eso. Sabe que me gusta mucho el ballet y que nunca lo vi en vivo hasta hoy. Marie es estupenda, por cierto. Y tiene unos nietos adorables. Me encantaría felicitarlo por la linda familia que tiene. ─Hizo un gesto que si a mí me resultó raro, para Lucius fue un autentico fenómeno de la naturaleza: ladeó la cabeza y achicó sus grandes ojos mientras las comisuras de sus labios se curvaban mucho, muchísimo más─. Debe estar orgulloso.
Dejando de lado a Anabelle Young, cuyo verdadero motivo de su presencia seguía desconociendo, la reacción de Lucius sí fue un autentico fenómeno de la naturaleza para mí. El hombre frío como Antártida y aristócrata como ninguno le devolvió la sonrisa hinchando el pecho y diciendo─: Lo estoy. ─Y posteriormente rodeó su cintura con el brazo con el que no sostenía a George y la acompañó dentro, dejándonos a mudos─. Entonces, Ana, ¿te puedo llamar así? Mi esposa no me deja. Se llama Anastasia, pero no me deja abreviar su nombre, ¿cómo es que una dulzura como tú terminó involucrada con un imbécil como Loren? Es una rareza. Sus mujeres son más...
─¿Exóticas? ─la escuchamos completar antes de que se alejaran del todo.
John silbó─. Mierda.
─Doble mierda ─dije.
─Mierda infinita ─murmuró Meteoro antes de bajar de nuevo por el ascensor.
─Es un conejo entre coyotes. ─John dejó a Kevin en el suelo. El niño rubio salió corriendo tras Madison sin si quiera mirarnos. Ella era su pequeña compañera de juegos─. ¿Qué futuro le ves a eso?
─¿La verdad?
Asintió─. Sé sincero.
─No lo sé. Loren es un mujeriego de mierda y ella se ve demasiado dulce para la vida que lleva. No creo que consiga cambiarlo. Es una situación difícil.
John soltó una carcajada─. Lo mismo decía yo con Rachel y Nathan. Que terminarían y eso. También contigo y Marie. ─Se encogió de hombros al ver mi mirada─. ¿Qué? Lo siento, Ryry, pero eres una roca sin expresión y ella algo... intensa. Perdóname, pero hace tres o cuatro meses no los habría podido imaginar juntos. Cuando Luz me contó...
─¿Tú y ella lo tuvieron fácil?
Hizo una mueca─. La esperé toda mi vida y más. Se casó con otro cuando por fin podíamos estar juntos. Por suerte él resultó ser un idiota que lo único que hizo bien en su vida fue darnos a Kevin, pero si no lo hubiera sido no habríamos tenido nuestro cuento de hadas ─relató tomando una copa de champagne─. Pero maldita sea. Pasaría por todo otra vez. La amo. Ella lo vale.
─Bien. Algo parecido es lo mío con Marie. ─A excepción de que me hubiera matado si la hubiera visto casándose con otro, lo era. Mi mente solo la podía asimilar como mía. Habría colapsado de verla perteneciéndole a alguien más─. Solo que más crudo ─añadí cuando vino a mi mente la gran carga sexual entre nosotros y el hecho de que fuimos amantes antes que amigos, novios y todo lo demás.
─Es sorprendente la forma en la que te atrapan, ¿no?
─Sí. Lo es.
─Como si fueras una puta mosca dirigiéndose a una trampa eléctrica.
─Lo peor es que morimos felices ─dije─. Discúlpame, John. ─Él asintió al enfocar a Marie a unos metros de nosotros. Gracias a Dios llegué a ella primero que muchos otros─. Hola.
Limpió una mancha invisible en su vestido color crema─. Hola.
─¿Cómo la estás pasando siendo el centro de atención?
─No mejor que tú. ─Relamió sus labios. Ellos estaban curvados en una sonrisa tensa─. ¿Qué te parece si nos escapamos un rato? Loren tiene un lindo balcón.
Mis cejas se alzaron─. ¿A solas?
─Por favor ─gimió tomando mi mano y guiándome fuera. En el balcón cerró las puertas de cristal como si ellas pudieran protegerla de una multitud de zombis─. Moriré si alguien más viene a felicitarme, Henry. Lo haré. Estoy tan... agobiada de abrazos.
─¿Henry?
Cerró los ojos─. Lo siento. La costumbre. Oí al presentador diciéndolo y...
La callé con un beso en la mejilla.
─No te disculpes. Te permito llamarme como quieras.
─¿Ryry?
Mis labios se curvaron hacia abajo─. Menos así.
Soltó una carcajada. Posterior a ello rodeó mi cuello con sus manos. Un leve temblor me recorrió al percibir la calidez de su toque. Al oler su aliento entendí la razón tras tanto afecto.
O la cantidad de alcohol tras él, más bien.
─No lo haré.
─No lo hagas ─la imité y no me estaba refiriendo a llamarme por el apodo de perro, sino a lo que sí hizo a continuación: besarme o intentar hacerlo─. No, Marie, así no... ─murmuré con el maldito dolor que me producía rechazarla. En lugar de devolverle el beso guardé distancia tras presionar mis labios contra su frente como lo hizo Lucius─. No quiero que nada de lo que hagamos esté manchado por el olvido. Mañana, cuando estés lúcida, lo haremos si te sientes lista. No antes. Quiero que estemos bien para avanzar. ─Opté por perderme en la vista de Brístol que ofrecía el departamento de Loren. Si veía sus ojos caería─. No me hagas caer antes de tiempo, bruja ─supliqué.
Marie no se tomó mi rechazo tan bien.
Haciendo una mueca, volvió dentro murmurando un «tú te lo pierdes».
Fui tras ella. Me mantuve vigilándola de cerca el resto de la velada. Conté los tragos que tomó tras hacerme llevar al par de hormonados y acostar a Mags y a Willy. Me preparé cuando llegó a los veinte. Mis brazos estuvieron listos para recibirla cuando empezó a tambalearse a eso de las once y media. La única razón por la que no la había detenido de camino al alcoholismo era el que probablemente la emoción de los últimos días había sido demasiado para ella y seguramente necesitaba liberarse un poco del gran peso que ahora sostenía sobre sus delicados hombros. La dejé en la habitación de invitados que Loren me indicó. Luché conmigo mismo para no tener pensamientos enfermizos mientras la despojaba de su ropa y la cambiaba por un pijama que Rachel, cabizbaja aún por lo sucedido, me pasó.
─Adoraría encontrar una manera de hacerle entender lo mucho que siento haberla lastimado o traicionado su confianza ─susurró dándome el pantalón de algodón y franelilla que había metido para ella intuyendo que Marie no lo haría.
Sintiéndome como la mierda por haber dañado su relación, la consolé como mejor pude─. Lo hará. Marie entenderá. ─Rogaba que sí─. Solo necesita...
─¿Tiempo? Eso es lo que me dice Nathan una y otra vez, pero tú y yo sabemos que Marie necesitará más que tiempo para perdonar lo que le ocultamos. ─Agachó la cabeza─. No importa si lo hicimos para no hacerle daño.
─De alguna forma tendrá que entender, Rachel.
─Espero que esa forma no tarde mucho. ─Al volver al verme vi como sus ojos grises, esos que creí que pudieron haber sido mi perdición pero que en realidad fueron el detalle que me recordaba una y otra vez que no se trataba de la misma persona, se llenaban de lágrimas─. La extraño.
Le ofrecí una sonrisa triste─. Sé cómo se siente. Lo sentí por casi una década.
Después de la pequeña charla que mantuvimos y de subirle los ánimos dándole algo de esperanza, porque joder que su relación no se iba a acabar por mi culpa, terminé de arreglar a Marie para que durmiera cómoda: desaté su cabello, la arropé y suavicé su almohada con golpes. Me fui a mi propio cuarto provisional al estar seguro de que nada ni nadie la molestaría. Más que no querer llegar a una casa vacía, Gary pasaría la noche con Eduardo, no querer conducir tan tarde era la excusa perfecta para quedarme en lo de Loren y poder verla al día siguiente a pesar de que no fuera de la manera en la que en realidad quería. Es decir, a mi lado en la cama y con el cabello alborotado por una ronda de sexo mañanero.
El error en mis cálculos fue creer que Marie aceptaría un no por respuesta tan tranquilamente. Tal y como sucedió durante nuestro primer reencuentro en el presente, entró en mi habitación cuando me hallaba en medio del puente entre la realidad y la fantasía. Siendo ella mi mayor sueño, ¿cómo no caer en sus redes? El que no tocara antes de entrar en el camisón que usó en el escenario fue otra prueba más de que no era de las que pedían permiso y de que en aquel instante le importaba un pepino nuestro acuerdo. Tampoco que me hallara potencialmente indefenso a su encanto, sin nada más que ropa interior, al momento de atacar. Sonriendo de manera seductora y titubeante, como si supiera cómo hacerme enloquecer pero fingiendo no estar segura sobre hacerlo o no, caminó dando cortos pasos hasta que sus rodillas chocaron contra el colchón. Fue entonces cuando empezó a gatear hasta llegar a mí. Gruñí cuando comprobé que no llevaba nada debajo al enterrar la mano entre sus muslos, ocasionando que la delicada curva de su espalda se curvara como se suponía que no debería hacerlo si lo que teníamos en mente era guardar distancias el uno del otro.
Aquello me mataba.
─Eres una bruja ─murmuré contra sus labios antes de engullirlos.
No sé como conseguí la fuerza necesaria para apartarla de mí y no mandarlo todo a la mierda por un beso más, pero lo hice. Con la polla a reventar, sí, pero lo logré. Pude dejar de lado la pasión carnal que nos caracterizaba para concentrarme en cuidar lo nuestro. Y cuando hablaba de «lo nuestro» no hablaba de sexo, pasión o dolor, sino de la energía que nos envolvía cuando estábamos juntos en el escenario. Del tipo de amor por el que valía la pena luchar con uñas y dientes porque sí, si a mí también me preguntaban si pasaría por todo de nuevo para hallarme en la posición en la que estaba; con la polla a reventar, ignorando sus quejidos hasta que se quedó dormida y abrazándola contra mí para protegerla del frío, la respuesta siempre sería sí.
Ella lo valía. La amaba.
1/3 listo ♡
Holaaaa, lamento no subir el fin de semana el #DOble que prometí, pero es que surgió algo a lo que no pude decir que no... (playita) y bueno, aquí estoy hoy lunes subiendo la primera parte de un #DOTriple para compensar. Espero que les guste.
Sé que quieren calor y que las dejé a punto xd Pero es que ya hemos tenido de eso durante todo el libro. Es hora de que Marie y Ryan conozcan algo diferente mientras puedan. MUAJAJAJAAJAJAJAJA.
Luego del #DOTriple, hay #DPx2
EN FIN. Hasta mañana.
Gracias por sus votos y comentarios :)
PD: ¿Alguien aquí dibuja? Me encantaría ver cómo ven a Ryan y a Marie en sus mentecitas.
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