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Cápitulo 49: Brístol Old Vic.

Brístol, Inglaterra.

Presente.


─Estás más prepara de lo que crees ─murmuré tomando mechones de su cabello para atarlo en un moño. Era la primera vez que se lo hacía a alguien más─. Solo sé tú misma. ─Apoyé mi barbilla en su hombro al acabar─. Solo sé tú y lo demás, bueno o malo, vendrá solo.

─¿Y si ser yo misma significa ser un desastre en el escenario?

─Los hará reír y amarte, consciente o inconscientemente, por esos breves segundos de felicidad. ─Arrugué la nariz─. No te sientas mal por hacerlos sentir alegría, pies izquierdos.

La Marie de dos semanas atrás hizo una mueca ante mi cursi intento de darle ánimos, lo cual se había convertido en una tarea constante y sin fin en lo que se refería a ella y Willy. Los dos necesitaban tanto apoyo como fuera capaz de darles. Por eso no me despegaba de ellos ni por un instante, exceptuando el tiempo en el que el más pequeño estaba en clase, Mags todavía no se sentía lista para volver, y los momentos a solas que tenían con su madre en el hospital. Ryan y Loren, este último al entender la gravedad de la situación por la que pasaban, también habían colaborado casi en contra de mi voluntad. Aunque en un principio pensé que sería un desastre y algo malo para ellos añadir más y más aspectos nuevos a su rutina ya de por sí sola inestable, la reacción en ambos me enseñó que en este tipo de situaciones mientras más personas se conviertan en tu ancla, mejor.

Mags sentía un cariño teñido con respeto hacia Ryan. Lo mismo sucedía con Willy. A él sí lo tomaban en serio cuando intentaban alcanzar el frasco de galletas sin que me diera cuenta. A Loren, por otro lado, lo buscaban para que los ayudara a conseguirlos. Porque sí. Ambos se habían venido a vivir conmigo durante unos días. Según ellos lo hacían para asegurarse de que no tuviera una recaída por la presión, argumento que me hacía rodar los ojos interiormente, pero estaba convencida de que se trataba de algo más.

Mi hermano, acostumbrado a dormir en las mejores habitaciones de hotel o a la comodidad de su propio departamento de soltero en Castle Park, no habría abandonado su comodidad de lujo por compartir mi sofá con Ryan a cambio de nada. Y el policía, a pesar de sus sentimientos por mí y la empatía que fuera capaz de sentir, había prometido darme espacio para refrescarme del aire tóxico que nos envolvía estando juntos.

Ese «algo más» debía ser bastante grande para hacerlos cambiar de opinión.

Mags sonrió.

Los nervios hacían que sus comisuras temblaran─. Eso lo hace todo mejor.

─Sé que no. ─Sostuve sus manos en las mías─. Sé que cualquier cosa que pueda decir o hacer en estos momentos será inútil porque he estado mil y un veces en tu lugar. A pesar de la experiencia no ha cambiado. ─Le devolví el gesto sintiendo mi propio torbellino de mariposas en el estómago─. Así que no esperes que lo haga, Mags. Personas con más tiempo que yo en esto me han dado la razón. Simplemente tienes que adaptarte.

Sus hombros cayeron.

─¿Me estás diciendo que esto nunca acabará? ─Asentí─. Perfecto. He destinado mi vida al caos. ¡Mis piernas están temblando tanto! ─Las señaló. Escondí una risa como tos. Realmente temblaban como palillos de madera aguantando el peso del mundo─. Me caeré. Lo sé.

Sin molestarme en ocultar mi diversión, la di como caso perdido─. Entonces asegúrate de caer con gracia. ─Le pasé sus zapatillas─. Necesito arreglarme. Yo también compito. Cuando termine vendré a verte. ─Me acerqué al marco de la puerta─. Cualquier cosa que necesites...

─... cuentas conmigo ─completó una voz a nuestras espaldas.

Me di la vuelta sintiendo un hueco en el pecho.

Ella tenía bastante tiempo sin ir a uno de mis recitales o competencias. La última vez que lo hizo yo tenía diecinueve y fue mucho tiempo antes de irme a Suecia. Lucius nunca apoyó que no decidiera seguir un camino más profesional o, en caso contrario, más hogareño. Ambos temían que el baile fuera la antítesis del lindo futuro que tenían pensado para mí.

Arrugué la frente a su abrigo de piel, guantes y típico vestido blanco que usas si eres miembro de la realeza y te invitan a la ópera, no a un concurso de baile contemporáneo en Bristol Old Vic─. Mamá.

─Hija ─pronunció mientras observaba los trajes que patrocinó colgados en una esquina del camerino que Mags compartía con otras tres chicas que esperaban fuera.

Mags puso los ojos en blanco─. Abuela.

Intenté responder antes que Anastasia para impedir que le diera una de sus respuestas cortantes, pero me congelé cuando escuché su risa chillona y de expresión llena de arrugas. Esa era la verdadera risa de la cabecilla femenina de la familia Van Allen, no un encanto improvisado para agradar.

Y era horrible.

─Es muy temprano para que me llames así, pero no te lo impediré si tu abuela de verdad no se molesta. No puedo evitar ser fabulosa y que las personas escojan estar a mi alrededor en lugar de con otros. ─Echó su cabello negro hacia atrás con aire de diva─. Pero eso algunos no lo entienden y ya tengo suficientes... ¿haters? ¿Así les dicen?

─La adoro ─murmuró Mags en voz baja mientras la miraba con ojos llenos de admiración─. Tu madre es muy bonita, Marie. Quiero llegar a la vejez como ella. ─Reí disimuladamente al observar el rostro de Anastasia crisparse. Mags no era buena con el secretismo─. No se preocupe, señora Van Allen, no tengo abuelas o abuelos que la puedan atacar mientras duerme por arrebatarme. Los padres de mi mamá murieron cuando ella era pequeña y los de mi papá no los conozco. A él tampoco.

─Oh... eso es muy triste. ─Le dirigí una mirada de advertencia─. Pero completamente perfecto e ideal para los planes que tengo contigo mientras seas mi nieta. ─Encajó su brazo con el de Mags─. Lo primero es llevarte a un camerino de verdad. No te preocupes por tus cosas. Alguien vendrá a buscarlas. ─Empezaron a dirigirse hacia la salida. La adolescente a mi cargo me dirigió una mirada confusa. Me encogí de hombros─. En el siguiente piso hay varios sin usar que colocan como no disponible para guardarlos para las verdaderas estrellas como tú. Conozco al jefe del teatro. Me dejó la llave de uno de ellos. Estaba enamorado de mí cuando éramos más jóvenes, pero...

«Mi abuelo hizo que se casara con mi padre. Lo odió hasta que un día notó lo apuesto que era y después empezaron a procrear y a adaptar a sus hijos a las viejas enseñanzas que les dieron y a las que no es hasta el día de hoy, en el siglo veintiuno, que están viendo con diferentes ojos», completé.

Todavía sin saber qué era lo que había sucedido, las seguí hasta poder verlas desaparecer por el ascensor. A pesar de todo, de sus artimañas y juegos pasados, creía a mi madre incapaz de hacer algo que pudiera dañar a Mags y más sabiendo la verdad. No había parecido sorprendida. Ella definitivamente vino para deslumbrarla, sabiendo mis movimientos a través de Lucius o Loren, lográndolo. Por esa razón me di la vuelta tranquilamente hacia mi camerino individual pasando frente a las chicas que habían mirado mal a Mags cuando les pedí el favor de dejarnos unos minutos a solas. Me encerré en él tras dar varias y hondas bocanadas de aire.

En menos de dos horas sería mi turno.

─He destinado mi vida al caos.

─Yo también ─contestó Ryan del otro lado de la puerta.

─Si es tan complicado, ¿cómo es que me puede gustar tanto?

─Te aburre lo simple. ─Abrí─. Como a mí.

Acepté el ramo de violetas que sostenía con una mano─. ¿Para mí?

─No. Ese era para Mags. ─Soltó una carcajada al ver mi expresión─. Este es para ti. ─Me ofreció otro de claveles rojos, muy grande y lleno de ramitas, que inspiraban pasión. Eran todo contrario al lirio blanco, símbolo de pureza e inocencia, que Patrick me regaló la primera vez que fuimos a casa de Rachel. También tenía una tarjeta en el medio. La tomé tras dejar ambos presentes en la repisa frente al espejo─. Se parecen a sus dueñas, ¿no crees?

Asentí. Tenía toda la razón.

Mientras el de ella era tierno y pequeño, el mío era excéntrico.

─Para la bruja que hechizó al ogro con sus encantos malignos y corazón de piedra. El hielo se derrite. Su corazón, como la piedra más preciosa e inalcanzable, no lo hace ni por todos los pantanos del mundo. Es un diamante en bruto de precio inalcanzable... ─leí la tarjeta con su caligrafía en voz alta.

Se cruzó de brazos en pantalón, sin camisa, mirándome de forma intensa y penetrante cuando lo normal sería que luciera avergonzado por estarse rebajando a estos niveles de romanticismo barato de Hollywood. No lo culpé. Yo también me hallaba más emocionada que antes por el detalle─. ¿Qué más?

─Mereces esto y más por iluminar mis días con tu brillo.

Ryan se acercó despacio. Las pausas que hacía tras cada paso me daban a entender que medía los grados de presión que ejercía sobre mí temiendo una explosión. Lo hice más fácil para él dando mi propio paso en su dirección. Alargó el brazo para meter un mechón de cabello tras mi oreja y acariciar mi mejilla cuando estuvimos a solo unos cuantos centímetros de distancia. Su toque por primera vez me transmitió una calma desconocida y extraña. Por lo general Ryan me excitaba, enfurecía o volvía un remolino de nervios solo con el hecho de estar demasiado cerca. Nunca me había tranquilizado de esta manera en condiciones semejantes: solos, con tiempo, ganas y disponibilidad para amarnos como únicamente nosotros sabíamos.

─¿Qué hay del remitente?

Ryan sonrió al ver mi alzamiento de cejas. Suspiré.

Él de verdad quería que lo dijera en voz alta.

─Del ogro. ─Mordí mi labio inferior para contener una sonrisa─. Para la bruja.

Me acercó a él con un abrazo─. ¿No crees que sea un maldito perdedor enamorado? ─murmuró en mi oído mientras jugaba con sus labios y mi lóbulo─. Seguramente se pajeaba viéndola, ella nunca le hizo caso y se reformó para conquistarla.

Rodeé su cuello. Olía tan bien. A cítricos y lluvia. Lluvia y cítricos. No importaba el orden de los factores. El resultado seguía siendo el mismo: yo locamente enamorada de él.

Siempre lo sería.

Mis mejillas se sonrojaron al recordar un pequeño y erótico episodio de nuestra estancia en Suecia bastante relacionado con la masturbación voyerista─. Seguramente ambos lo hacían pero ninguno era capaz de pedirle ayuda al otro.

─Eso suena mejor ─ronroneó.

Froté la nariz contra su hombro.

Él también lo había recordado.

─Entonces... ─Me separé de él al cabo de un rato. Teníamos una competencia a la que asistir y muchas heridas que sanar antes de encontrarnos en condiciones para volver o no─. ¿Vienes a tener un último ensayo? Creí que habíamos acordado vernos arriba. Las flores me las pudiste dar después.

Ryan negó─. También vine a mandar a la mierda nuestra coreografía.

─¿Qué quieres decir?

─Marie... ─Tomó mis manos─. Otra pareja bailó nuestra canción. Lo hicieron bien. Muy bien. ─El aire escapó de mis pulmones. Era tan injusto. Ese tipo de inconvenientes técnicos hacía que fuera casi imposible quedar entre los tres primeros lugares tras una buena impresión─. Hablé con el comité. Les rogué que nos dejaran cambiar de canción. Tuve que hacer un par de cosas... ─Se relamió los labios─. Pero lo conseguí.

─Espera... ─Di dos pasos hacia atrás para asegurarme de que no estuviera mintiendo─. ¿Me estás diciendo que otra pareja tomó nuestra canción, que fueron unos completos profesionales y que será imposible superarlos si usamos la misma música?

Asintió─. Más que profesionales, Marie. Fueron astronautas.

Eché la cabeza hacia atrás.

─¿Qué haremos?

─Sé que tienes buena memoria. ─Sostuvo mi mano─. Bailaremos de la misma forma con otra canción con el mismo ritmo. ─Besó mi mejilla─. Improvisaremos otra vez, bruja. No es la primera vez que lo hacemos, ¿recuerdas?

«¿Cómo podría olvidarlo?», pensé.

─Está bien ─susurré aferrándome al marco de la puerta.

Me guiñó─. Y estará mejor cuando ganemos.

Lo observé alejarse. Mi atuendo era una especie de baby doll azul eléctrico y zapatillas de punta a juego sin ningún tipo de medias de por medio. El suyo solo eran pantalones blancos demasiado ajustados, sexys y calientes que hacían que su trasero se viera más que bien. Estuve en la misma posición hasta que desapareció igual que Mags y Anastasia. Luego volví a entrar y terminé de arreglarme. El maquillaje fue en lo que más me tardé. No descansé hasta conseguir un ahumado perfecto en mis ojos y unos labios esponjosos e inocentes bajo capaz de labial rosa bebé. Mi cabello, por otro lado, lo até en una coleta que acarició la piel de mi nuca. No estaba tan largo, pero poco a poco volvía a su longitud ideal. No salí hasta después de calentar un poco las puntas frente al espejo.

Me sentía lista.

¿Lo estaba? No. Nadie puede estar listo para enfrentarse a casi mil personas de las que un promedio de quinientas esperan que lo hagas mal, doscientas están atentas a los detalles, ciento cincuenta están por dormirse y el cien restante solo viene por sus familiares. En la sala de espera, con el número setenta y ocho pegado a la parte baja de mi baby doll, ocupé asiento junto a Ryan, mamá y el que supuse era el coordinador del teatro. A penas lo vi supe la verdadera razón por la que Anastasia Van Allen no se fijó en él.

─¿Mags? ─pregunté.

Ryan señaló la gran pantalla en el centro─. Está por salir.

Me sentí culpable por no haber estado un poco más con ella hasta que pensé que lo mejor fue darle su espacio. Mi número en los solos había sido uno de los últimos, pero los participantes llevaban rato saliendo y entrando del escenario representando a sus academias. Mags salió diez minutos después con la misión de dejar en todo lo alto el nombre de Collingwood.

Vaya que lo hizo.

No pude evitar que un par de lágrimas escaparan de mis ojos mientras la veía bailar. Siempre sentí la emoción que producía estar ahí, frente a todas esas personas, pero nunca el abrumador orgullo de mentor tras bambalinas. Ahora entendía la mirada en los familiares de los concursantes de The X Factor, The Voice o American's go talents cuando los demás, el resto del mundo, veía en la persona a la querían la misma magia que ellos.

Eso los hacía darse cuenta de que dicha persona sí era especia.

De que no estaban locos.

Cuando el público se levantó tras la interpretación de Mags de todo por lo que estaba pasando y los sentimientos que eso desencadenaba, porque ella les encontró un uso hermoso, hice lo mismo así ella no pudiera verme─. Es tan...

Anastasia me pasó un kleenex─. Talentosa. ─Se desconcentró de su amigo para fijarse en mí─. Lo sé, Marie. Todos aquí lo sabemos. ─Me abrazó─. No te he visto bailar, pero ahora mismo me siento orgullosa de ti por lo estás haciendo con esa chica y sé que ese tipo de orgullo no será superado por ningún premio. ─Sus labios empezaron a temblar─. Es el orgullo que siente una madre al ver a sus hijos floreciendo para ofrecerle al mundo la belleza más pura y sutil, no un capullo vacío. ─Me abrazó de forma rápida y corta. No lo suficiente como para que no pudiera identificar su perfume caro y exótico de la India─. No fui una madre perfecta, pero ahora mismo siento que hice las cosas bien. Eres un regalo.

─Mamá...

─No, Marie, no empieces con tu maldito drama depresivo. Nos tiene un poco hartos, ¿de acuerdo? ─Sonrió─. Eres valiosa. No fuiste la señorita que quería que fueras... ─Hizo una mueca─. Ni tú, mucho menos tu hermana, lo fueron, pero fueron más que eso. Superaron mis expectativas. ─Se enderezó─. Ahora, si me disculpas, iré a sentarme en el público con tu padre para verte en vivo y directo.

─¿Lucius está aquí?

Anastasia sonrió─. Todos estamos aquí.

No entendí la magnitud de ese «todos» hasta que, a punto de salir al escenario, me asomé de entre los telones y vi toda una fila ocupada por mis cercanos. Desde Loren, Luz y Rachel con sus respectivas parejas hasta Diego con Cleo, Gary con Eduardo y David con su esposa estaban sentados en una de las primeras líneas de butacas. Ryan, al otro extremo, sonrió mientras negaba con la cabeza señalándolos con sus pancartas y cornetas preparadas. Eso era un tipo de sobrepoblación que resultaría poco imparcial a la hora de los aplausos. Los demás competidores nos odiarían de por vida con lo que sea que ellos tuvieran planeado hacer.

También entendí a lo que Ryan se refería con tener buena memoria cuando In This Shirt, la canción que debimos haber bailado en Estocolmo en la última ronda del festival, empezó a sonar. No fue necesario que me hiciera algún tipo de señal. Tampoco me quejé de los ajustes que hizo sin tomarme en consideración porque estaba de acuerdo con ellos. Esta era nuestra forma de vivir el pasado de una forma diferente. De contestar la interrogante de qué hubiera pasado sí. De dejarlo ir para siempre para continuar con el resto de pasos, canciones y rutinas que teníamos previstas para el futuro.

Empecé la corografía que nunca debimos perder ejecutando los movimientos complicados y llenos de saltos y extensiones que se grabaron a fuego en mi mente. En cada uno de ellos debí demostrar mi confianza ciega en él. En que estaría para atajarme. Fue especial. De una forma u otra tanto la letra se había adaptado más que antes a nosotros. Nos amábamos y eso nunca iba a terminar por más que nos hiciéramos daño porque nuestro amor era como la energía. Se transformaba de acuerdo a las circunstancias, podía ser agridulce, lleno de rencor o de una insaciable pasión, pero permanecía sin perderse en el tiempo a pesar de la lejanía o lo diferente que pudieran haber sido nuestros mundos.

Sin el otro estábamos perdidos.

Él era mi eje sobre el cual girar. Yo el suyo.

─Te amo ─murmuré contra sus labios cuando acabamos.

Me dejó caer en el suelo suavemente.

─Y yo a ti ─murmuró de vuelta frotando su nariz contra mi frente.

HOLAAAAAAAAAA ♡

Aquí les traje capítulo. Espero que les haya gustado. Ya quedan 6/7. QUE EMPIECE EL CONTEO REGRESIVO. 

Para las que leen la historia de Loren, les recuerdo que la resubí y que si quieren leer la actualización a tiempo el martes o el miercóles cuando suba, deberán buscarla en mi perfil y agregarla de nuevo en su biblioteca. También les pido que se pasen por "El infierno empezó contigo". Luci las espera, hice un booktrailer (pero solo lo pueden ver desde la pc), y quedó lindo -se besa los dedos-.

Hasta mañana. 

Gracias por sus votos y comentarios.

PD: LLEVO 500 PÁGINAS DE WORD DE LA HISTORIA. LOOOOOOOOOOL. #LaQueMásEscribe xd 

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