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Capítulo 40: Mi final feliz.



Brístol, Inglaterra.

Viernes, 23 de diciembre del 2011


Tuve un año y medio para conquistarla. Tuve todo a mi favor: vivía bajo mi techo, de cierta forma dependía de mí, su pequeña niña me amaba y existía química sexual entre nosotros, pero yo no era la persona indicada para ella. Aunque compartimos más momentos de los necesarios y tuvimos nuestra oportunidad de empezar algo, yo no era el elegido para sus felices para siempre. Ese era el padre de su hija, el idiota que las rechazó y que ahora estaba redimiéndose. El homenajeado de la fiesta sorpresa que ella misma organizó para él como si siempre se lo hubiera merecido porque el amor tiene esa mil hasta las más viejas heridas desde dentro. No se concentra solo en cicatrizar, a diferencia del sexo clandestino y la adrenalina de una noche loca.

Una sonrisa se expandió por mi rostro al verlos bailar en el centro de la pista. Madison reía en medio de ellos, a quienes les importaba una mierda sus vestimentas de marca y prestigio. Ella las arrugaba y ensuciaba con sus manos llenas de dulce, pero ninguno se atrevía a reñirla o si quiera dedicarle una mirada con nada más que adoración. Tomé otro sorbo de mi cerveza. La felicidad que desbordan me hacía sentir ruin por haber querido robársela.

Ellos eran el vivo ejemplo de que el amor perdonaba.

Si era así, ¿por qué yo no podía olvidar que Marie me abandonó y empezar a buscarla? ¿Por qué? ¿Por el tiempo que había pasado? ¿Por miedo a verla con alguien más? ¿Por miedo a luchar? ¿Por miedo a ser nuevamente rechazado?

«Sí a las últimas cuatro», reconocí.

Por miedo.

─Henry... ─murmuró una suave voz.

Su voz.

Mi mente era tan jodidamente cruel.

Le eché un vistazo a la botella en mi mano. No había bebido demasiado.

Solo diez más.

─Henry ─repitió con más insistencia.

─Marie ─respondí al viento llegaba al balcón del salón.

─Henry, ¿qué haces aquí?

No fue la pregunta lo que me hizo desechar la idea de que fuera una alucinación. La Marie de mis fantasías me recibiría con los brazos abiertos, no con recriminación. Tampoco fue el hecho de que mi cuerpo reconociera al instante el perfume que creía olvidado. Fue su tono odioso y obstinado lo que me trajo a la realidad, confirmándome que era ella y no otra la que estaba tras de mí. Yo solo tenía que dar la vuelta y asumirlo.

Pero no podía.

Cuando deseas algo con tanta fuerza y te lo envían envuelto en papel de regalo, temes la idea de abrirlo y descubrir que no fue más que una broma.

─Henry ─insistió─. ¿Qué es lo que haces aquí?

Inhalé y exhalé.

Apreté la barandilla en lugar de responder.

Después me di la vuelta y lo que hallé me dejó sin respiración. Si antes había sido hermosa, los años habían afinado y endurecido sus facciones de la más sensual forma. Sus labios estaban fruncidos en una mueca de rojo carmín. Centímetros debajo su pecho se apretaba dentro del escote más peligroso. El vestido color plata se abrazaba a su delicada figura, más delgada que antes, como un guante hecho a la medida del brazo de su portador. Me estremecí al dar con la abertura en una de sus piernas. Exponía su muslo, rodilla y pantorrilla derecha. Había tanto recuerdos de mi boca pasando por ahí en dirección a su centro. Mi polla de inmediato la reconoció.

Marie.

Mi Marie.

Mi voz sonó más llena de reproche de lo que hubiera creído al momento de responder─: ¿Qué es lo que haces tú aquí?

Se cruzó de brazos, lo que fue un movimiento estúpido. De nuevo mis ojos estaban en esos perfectos y pequeños senos de hada. La boca se me hizo agua al evocar la imagen de sus pezones endureciéndose contra mi lengua.

Joder, la extrañaba tanto.

─Esta es la fiesta de mi hermana.

Arrugué la frente.

No sabía que Blackwood tuviera una hermana.

─Hermano, ¿no?

─Hermana.

─¿Hermana? ─¿Blackwood había hecho lo del cambio de sexo─. ¿Nathalia?

Me miró como si fuera un retrasado─. Rachel es mi hermana.

Y ahí fue cuando todo encajó: el parecido entre ambas, la reacción de Rachel al ver su foto en mi recamara y la razón por la que huyó de su hogar a la menor oportunidad cuando se enteró de que esperaba a Madison. Por los padres de Marie, por ese maldito mundo de dinero y apariencias, fue que ella me dejó. Era tan asqueroso el comportamiento de las personas en él que no había querido que su hija viviera en él, a diferencia de Marie que se aferraba a sus costumbres como ninguna y por las cuales estaba dispuesta a renunciar a la felicidad.

A mí. A «nosotros».

─¿Cuál es tu apellido? ─demandé.

─Van Allen.

Me estremecí. Todo el puto tiempo estuvo ahí.

A unos pasos de mí.

─¿Desde cuándo estás en la ciudad? ¿Qué has hecho? ─pregunté ignorando el hecho de que mis rodillas temblaban como las de una jodida colegiala─. Dime.

Marie ojeó su manicure─. No mereces saberlo.

─Quiero.

─¿Qué es lo que haces aquí?

─Rachel es mi compañera de piso. Vive en mi casa. ─Cómo levantó las cejas me hizo saber que pensaba mal─. No pasó nada entre nosotros, si es lo que piensas. ─Omití el hecho de que estuvo a punto─. Solo somos amigos.

«Amigos que casi follan», corregí para mis adentros.

Sin embargo, Marie se limitó a encogerse de hombros─. Da igual. Solo quería saber para decidir si llamar o no a seguridad. ─Una sonrisa superficial y fría, igual de hiriente que el Polo Norte en su mirada, se apoderó de las comisuras de sus labios─. No pareces del tipo de persona que asistiría a un evento como este.

─Tú sí.

Asintió─. Este es mi lugar. Siempre lo ha sido.

Se dio la vuelta y volvió al salón sin permitirle decirle lo que me moría que supiera, que mi vida había sido un infierno y que verla de nuevo era como volver al cielo, y sin responder lo que mataba por saber; ¿cómo había estado? ¿Qué había sido de su vida? ¿Cómo era posible que fuera más hermosa de lo que recordaba? ¿Cómo la estaba pasando? ¿Por qué se cortó el cabello? ¿Cómo supo que el plateado le quedaría también? Si era legal usar ese vestido, si estaba casada, si tenía niños, si se había olvidado de mí... O lo más importante, ¿por qué me abandonó?

Furioso como la mierda con Rachel por no haberme dicho que su hermana era el puto amor de mi vida, la seguí y dejé la botella vacía en la primera mesa que vi. Me alegré de sobremanera cuando se involucró en una pieza que consistía en danzar minuto y medio e intercambiar parejas. La primera mujer con la que bailé era una ninfómana que no perdió oportunidad para rozarse contra mi paquete. La segunda fue una morena más recatada que me sirvió de enlace para arrebatarle a Marie a un idiota que no sabía controlar su flujo de babas. Ningún hombre en la sala estaba ciego, mucho menos yo para no darme cuenta de que todos babeaban por ellos. La canción de fondo era Give me love de Ed Sheeran, así que la bailaban al estilo vals.

Me incliné para besar su palma antes de acercarla a mí.

Tras eso la conexión entre nosotros surgió de nuevo. Ya no importaba que Rachel hubiera conocido su ubicación, el que yo no hubiera sido el elegido para su final feliz o el que Marie pudiera estar comprometida, casada o en medio de un noviazgo. Lo importante era que estaba aquí. Conmigo. Y que ella era mi final feliz, mi historia, y que sosteniéndola no sentía que le estuviera robando algo a alguien porque esto era mío. Lo único que sabía era que estaba de regreso entre mis brazos y que si fuera por mí jamás la volvería a soltar. Sus dedos encajaban en los míos a la perfección. Su cuerpo se movía con el mío como si fuera uno. Su aroma me embriagaba y su tacto me hechizaba: solamente debía pedirlo para hacerme su esclavo.

Me agaché para esconder mi rostro en el arco de su cuello pese a la incomodidad que manifestó en un pequeño gruñido de gatita furiosa. Se jodió. Había pasado demasiado tiempo. Por consiguiente teníamos demasiado qué recuperar. Demasiados recuerdos qué hacer. Demasiado por lo qué luchar.

Ella valía la pena y yo estaba malditamente borracho.

─Mi vida no ha sido vida sin ti ─murmuré en su oído.

De repente, sintiéndola de nuevo contra mí y bajo el éxtasis de haber encontrado mi mitad, no me importaba el hecho de que me hubiera dejado. Estaba tan desesperado por más migajas de su amor que me veía haciendo lo que fuera por obtenerlas. Era otro tiempo. Era más maduro. Estaba listo para convertirme en el hombre que ella quería a su lado, no importaba si este fuera la antítesis de mí mismo.

Rico y educado, por ejemplo.

─No digas mentiras cuando ya sé la verdad ─murmuró cuando terminó de girar bajo mi guía─. Es molesto.

Volví a acercarla─. ¿Qué mentira?

─Sabes de qué hablo.

─No. No lo sé.

Se alejó, deshaciéndose de mi agarre para observarme con ira total.

─Que no seguiste con tu vida.

No capté lo que sucedía hasta que fue demasiado tarde de nuevo. Uno, todos nos miraban. Dos, Marie estaba corriendo lejos de mí. Ahora tenía idea de dónde encontrarla, pero nuevamente sentí que me estaba dejando. Mi pecho se oprimió de manera salvaje. No dudé en seguirla a través del salón y del hotel en sí, pero cuando salí a la calle ya no estaba.

Me había dejado otra vez.


Holaaaa ♡

He querido escribir, pero he estado ocupada con la historia para el concurso. Es el 6, ¿recuerdan? Y la mía la tenía lista, pero la volví a hacer por algunos problemas que se presentaron con la trama y tsk.  Pero la nueva que estoy haciendo va genial, es mejor, así que jijijiji. Ya verán, estén atentas/os el 6 de este mes porque la pienso subir todo de golpe. SÍ, SEÑOR, DE INICIO A FINAL muajajaja.

Y hoy, tadá, tengo una mención especial. 

Hace dos días Alex me escribió para que le hiciera una mención especial a su novia, María, por su primer mes juntos. Y aquí está, Mar, este capítulo es para ti. Gracias por leerme, hermosa. 

En fin, gracias por sus votos y comentarios.

Recuerden pasarse por el grupo de Facebook: "Leemos a Osc" dónde estaré subiendo noticias :) 


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