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Capítulo 37: Mi tipo de hombre.


Cornwall, Inglaterra.

Presente.


Tras lo sucedido con Mags y Hugo, decidí que lo mejor era declinar el millón ofertas para «ensayar» el sábado, que todos sabíamos en qué terminarían, y por fin aceptar la invitación de mi madre a Dionish. Quería despejar mi mente en el campo que me vio nacer, cosa que en efecto no lograría al lado de la dosis de locura proporcionada por Brístol y uno de sus habitantes bien parecido. Menos después del gesto que tuvo con Hugo y el millón de bichos que se arrastran por mi estómago, luchando por manifestarse en acciones, desde entonces.

«Maldito Ryan Parker», lo culpé de una más de mis crisis internas.

Por otro lado, el embriagador olor a la más dulce cosecha de uvas nos recibió a Pat a lo largo de los tres kilómetros de sembradíos hasta por fin el taxi nos dejó en el portal de mi viejo hogar. Al bajarnos evalué el contraste entre lo viejo y lo nuevo antes de tocar. La última vez que estuve aquí lucía diferente. En el cumpleaños de Madison mamá había dicho algo acerca de hacer remodelaciones. Lo que nunca pensé fue que se tratara de un cambio tan extremo. Las antiguas columnas romanas que sostenían el balcón ya no estaban. Fueron suplantadas por una pared de cristal y hierro muchísimo más moderna. La puerta ya no era de pino, sino de hierro plateado. Ya no había rosas y otras flores adornando la entrada, sino muchos cactus. Cuando una de las chicas del servicio me abrió, descubrí que el piso de mármol ya no estaba. Ahora era de madera. Ese cambio no lo aprobé. El viejo suelo se limpiaba más fácil.

─¡Marie! ─gritó mi madre bajando la nueva e imponente escalera de caracol.

─Mamá. ─La abracé cuando llegó a mi lado─. ¿Qué hiciste con la casa?

─La llevé al siglo veintiuno, cariño. ─Alisó la tela de su camisa al separarse. Nuestro afecto la arrugó─. Patrick, querido.

─Señora Van Allen ─murmuró con adoración mientras besaba el dorso de su mano y ella soltaba una risita─. Es un placer estar aquí. Estoy seguro de que...

─Estoy seguro de que descansarás lo debido en tu dormitorio ─completó mi padre saliendo de entre las sombras haciendo énfasis en el «tu»─. En tu cama. En el cuarto que preparamos para ti. ─Estrechó su hombro─. Exclusivamente para tu uso y en el que no entrará nadie más que tú. ─Centró todo su poder de intimidación Van Allen en mi novio─. Porque debes estar cansado por el viaje, ¿no?

─Se-señor...

─¡Lucius! ─lo riñó mamá─. Esa no es forma de tratar a tus invitados.

─A Nathan lo traté con cortesía y Maddie, regalo de Dios, vino al mundo sin que yo tuviera la más mínima idea de que él era el padre. ─Me miró─. Sé que no quieres hijos, Marie, pero tus ovarios y sus espermatozoides no piensan lo mismo. A ellos les da igual si quieres o no... si están casados o no. ─Le ofreció una sonrisa de dientes blancos a Pat─. En mi casa dormirán separados.

─Papá... ─empecé a protestar, pero Patrick me interrumpió con su diplomacia.

─No se preocupe, señor. ─Me miró con una sonrisa llena de ternura que me estremeció desde los huesos. ¿Por qué tenía que ser tan encantador como un príncipe? Si fuera un ogro todo sería más sencillo─. Su hija y yo no intercambiaremos nada más que palabras bajo su techo.

─Eso espero, muchacho ─le respondió el magnate del alcohol sin importarle en lo absoluto que Patrick no fuera precisamente un «muchacho», sino un hombre de treinta años que ha traído al mundo a sus dos únicos nietos─. ¿Hasta cuándo se quedarán? ─me preguntó cuando Pat y mamá subieron las escaleras con las maletas─. Podrías extender tu fin de semana unos días, ¿no?

─No lo sé. Tengo dos jefas muy exigentes.

Puso los ojos en blanco─. Tu hermana vendrá mañana y pasará una semana con nosotros. Loren viene el lunes. ─Con tanto trabajo en la ciudad, si Loren venía a Cornwall quería decir que también lo hacía por motivos laborales. Lo que a su vez quería decir que la persona de la que he estado huyendo para no volver a tropezar con la misma piedra, lo acompañaría─. ¿Lo pensarás?

─Tengo que discutirlo con...

─Marie ─murmuró en completa tensión─. Tu madre me está volviendo loco.

Arrugué la frente.

Por lo general Lucius Van Allen se volvía loco por cualquier cosa, era un paranoico sin remedio, pero la mayoría de las veces se guardaba esa locura para sí mismo. Que lo dijera así, con desesperación y de una forma tan directa, me desconcertó. ¿Qué quería decir con que lo estaba volviendo loco?

─Desde que Madison y George entraron en nuestras vidas, todo cambió. Está más amorosa de lo que no ha estado en mucho tiempo. Y loca también. ¿No ves lo que le hizo a la casa? Ahora entra demasiada luz. ─Se estremeció como un vampiro─. Está como cuando Loren, Rachel y tú nacieron. Tierna. Humana. Desesperada por repartir color a quiénes la rodean para que se sientan igual de felices. ¡Y no estoy acostumbrado! ─Señaló a la chica que me abrió la puerta. Limpiaba una serie de adornos de hierro en la pared. Ella asintió─. Nadie aquí lo está.

Me senté en el sofá de la sala, cruzándome de piernas dentro de mi vestido de tul, porque en Cornwall se usaban solo vestidos, cuando me cansé de estar de pie escuchando su miseria─. ¿Y eso te vuelve loco en el bueno o en el mal sentido?

Ocultó el rostro entre sus palmas─. En el bueno.

Junté las cejas.

Si le gustaba, ¿por qué tanto drama?

─¿Eso es malo?

─Sí. ─Me miró─. No quiero encariñarme con esta versión de ella otra vez.

─¿Crees que dejará de ser «tierna» contigo cuando tus nietos crezcan?

─Así es. Y el tiempo pasa tan rápido, Marie... ─Se haló el pelo canoso─. Dudo que Rachel nos dé más de tres y tú no has querido casarte con nadie. El tal Patrick no es tan malo. Es un blandengue, pero percibo potencial en su mirada. Si con Nathan se pudo, ¿por qué no? Lo convertiré en un Van Allen. ─Se inclinó hacia mí como un conspirador─. Lo único que tú debes hacer es...

«Casarte con él», completé para mí misma.

De inmediato me levanté─. Mejor pídele ayuda a Loren.

Unos minutos después, tras pasar por la cocina por unos aperitivos, entré en mi vieja habitación al no dar con Pat y mi madre. Me reí mientras comía y veía un viejo episodio de Fashion Police. Joan Rivers era la mejor. Sin embargo, mi buen humor no solo era causado por su sarcasmo, sino por el descaro de Lucius Van Allen. ¿Separar a Patrick de mí era realmente su forma de evitar que tuviéramos minis él y minis yo? ¿O era exclusivamente para evitar que tuviéramos minis él y minis yo fuera del matrimonio? O, más bien, ¿era una táctica para estimular nuestra relación, algo al estilo Romeo y Julieta luchando por estar juntos, y que regresáramos a Brístol con un compromiso? Creía que era más de lo último, ya que él mismo se contradijo a propósito con la explicación que le dio cuando llegamos y su drama tras ello.

Sea como sea, me hizo pensar en un futuro abstracto del que aún no sabía nada. ¿Realmente no quería tener bebés? ¿No quería ver minis él y minis yo correteando y ensuciando mi mundo con creyones? ¿Era feliz siendo independiente? Actualmente no los deseaba y sí, estaba bien así, pero... ¿en el futuro? ¿Nunca cambiaría de opinión?

─Adelante ─dije cuando tocaron la puerta una hora después.

─Patrick está dormido. ─Mamá se sentó en el borde de mi cama─. ¿Cómo están las clases en Collingwood? Tu papá y yo ya queremos ir a la competencia. Te debo enseñar las camisetas que mandamos a bordar. ─El brillo llenó sus ojos mientras juntaba las manos a la altura del pecho. Ahora entendía a qué se refería papá─. Cuéntame todo lo que te esté pasando en Brístol, Marie. ─Sonrió con leve tristeza─. Te extraño.

Dejé de lado el plato con fruta en cuadros y chocolate─. Y yo.

Obvié algunos detalles, por supuesto, como mi nueva personalidad infiel y los amoríos de Loren con media ciudad, y me enfoqué en relatarle de inicio a fin el incidente de Mags, Hugo e Ignacio. Se llevó la mano a la boca, anonadada, cuando le dije que la pareja ya no podría salir al escenario y que el chico había terminado en el quirófano. Su personaje favorito de la historia fue Ryan, pues no pude ignorar su participación en el castigo que le dimos a Ignacio, y en medio de halagos hacia él terminó confirmando mis más temidas sospechas.

─Cuando lo vea el lunes le daré las gracias por apoyarte. Me cae tan bien. ─Ladeó la cabeza─. Hubo un instante, hace año y medio cuando Nathan vino la primera vez como el padre de Madison, que pensé que él y tu hermana terminarían juntos.

Reí al pensar en él y Rachel juntos.

En ninguna dimensión podrían ser buena pareja. Eran tan parecidos, ambos impulsivos, y aunque en un principio, cuando me llevé la sorpresa de saber cómo se conocieron y lo bien que se portó con ella durante el embarazo, pensé que sus intenciones tenían un motivo, que le gustaba, ahora se me hacía imposible imaginarlos como pareja. Ellos eran muy buenos amigos. Nada más.

─No creo.

─Yo sí ─susurró como si las paredes tuvieran oídos─. Nadie hace lo que él hizo por amistad, Marie. Ya no. En este mundo hay una intensión tras cada acción y...

─¿Y...?

─La forma en la que él la miraba, como si fuera su última esperanza, no se me borra de la mente. Sé que no es tu persona favorita, pero... ─Sonrió─. Él es un buen hombre y lo ha demostrado en cómo actúo con Rachel, sea por algo o no, y en cómo ahora lo hace contigo por el cariño que le tiene a tu hermana. Y no pongas esa cara. ─Se refería a mi expresión inexpresiva─. Amo a Nathan, pero no me habría importado tener a alguien como Ryan en la familia.

¿Qué?

Si esa era su forma de pensar, ¿por qué quería casarme con Harry?

¿Por qué empujó a Rachel a los brazos de Thomas?

─¿Incluso si no cumple con tus expectativas?

─Al dinero, ¿te refieres? ─Asentí─. Bueno... ese sería un inconveniente, pero nada que no tenga solución. ¿No ves cómo ha creado ya su propia empresa? Ryan es del tipo que, si no está a la altura, se esfuerza por subir los escalones. En un par de años podría complacer los caprichos de cualquier mujer sin problema. ─Mi estómago se revolvió. Ahí estaba la Anastasia que me hizo temer perder a mi familia si me arriesgaba por el mismo hombre del que ahora hablaba con tanta devoción─. Pero ya, Marie, no importa. Rachel ha hecho que prácticamente sea uno más de la familia. Yo estaré feliz presentándole a tus primas. Dos o tres de ellas aún están solteras. ─Temblé al pensar en la hija de la tía Laupa─. Por otro lado, Pat tampoco está mal. Es dulce, amable, comprensivo... y recuerda que el sueño de toda madre es ver a su hija con un médico. ─Soltó otra de sus risitas─. Nunca pensé que ese fuera tu tipo de hombre, pero estoy orgullosa de ti por haberlo elegido.

«Yo tampoco», añadí para mis adentros.

Al pensar en mi «tipo de hombre», pensaba en alguien más moreno, fornido y serio, peligroso, de buenas manos y pies en la tierra, realista, con una mirada tan pasional que me volvía líquido con solo verme y que, como Anastasia dijo, en un tiempo sería capaz de complacer los caprichos de cualquier mujer: no solo en lo carnal, que ya lo hacía, y que por ello sería más codiciado. No en Pat y su amabilidad. Esa era la verdad. Y reconocerlo, finalmente caer en cuenta de lo que ello significaba, no me hizo sentir como la peor persona sobre la faz de la tierra, porque así me sentía desde la primera vez que traicioné su confianza, sino como si estuvieran asfixiándome y debiera hacer algo, un qué que conocía a la perfección, para volver a respirar normalmente. Caí sobre mis almohadas cuando Anastasia se fue tras hablar un poco más de trivialidades. Llevaba menos de dos horas en Dionish y, en vez de encontrar paz mental, hallé más desorden y la única y posible la solución a él.

Más tarde cenamos en silencio. Pat durmió casi toda la tarde. No solo fue por el viaje. Sus pacientes tenían mucho que ver con su cansancio. El cual era tal que al terminar de cenar, se disculpó por no poder acompañarnos con el postre en la alberca y se fue a descansar. Lo escuché contestando llamadas de futuras madres desesperadas por una charla con su médico, sin embargo, mientras subía por las escaleras para ir a dormir. Cuando abrí la puerta de su habitación me llevé una decepción al verlo echando el sueño de nuevo.

A la mañana siguiente me desperté con una única misión en mente; acabar con todo aquello mientras fuera posible hacerlo causándole la porción más de dolor. Rachel vendría en la tarde, por lo que esperaba poder terminar en buenos términos para no hacer de su estancia en la casa de nuestros padres demasiado incómoda. Me preparé con una falda y una chaqueta de gabardina beige muy al estilo safari, pero adecuada para dar un paseo por los viñedos y desayunar en el pueblo. Me llevé una gran sorpresa al verlo listo en el pasillo.

Besar mi frente fue lo primero que hizo─. Buenos días, muñeca.

─Buenos días. ─Entrelacé mis dedos con los suyos─. ¿Cómo dormiste?

─Bastante bien, ¿tú?

─No tan bien como tú, pero bien. ─Traspasé el umbral cuando abrió la puerta para mí─. ¿Cómo sabías que tenías que estar preparado? ─Fuera le eché un vistazo a su atuendo de bermuda y camisa de botones con un discreto estampado─. ¿Eres adivino?

─Me crucé con tu mamá esta mañana en la cocina y me contó tus planes de secuestrarme y mantenerme como tu rehén todo el día. ─Me guiñó─. Pero es evidente que no lo soy. Me hubiera arreglado un poco más de haber sabido que estarías tan hermosa.

Me sonrojé por su abierta sinceridad y disposición, no por el cumplido como tal. ¿Por qué estaba a punto de dejarlo? Era perfecto y, justo por eso, no era para mí─. Gracias.

Pat me ayudó a subirme en el jeep que nos dio una vuelta por el terreno de la casa. Aunque no parecía estarme prestando demasiada atención, lo que me extrañó, le expliqué los procedimientos de cosecha, destilación y conservación y la historia de mi familia desde que pasaron de ser campesinos a comerciantes a la fe que tenía mi padre en Loren para seguir con el negocio. Cuando me cansé de ser prácticamente ignorada nos pusimos camino a mi restaurant favorito en Cornwall, Mora's, en el que pedí panqueques, café y jugo de naranja por los dos.

─Pat... ─llamé su atención cuando la enfermera se fue─. ¿Te sucede algo?

─No ─dijo tan rápido como se corrigió después─. Sí. No... sí, pero no te preocupes. Se me pasará y podremos seguir disfrutando del fin de semana. ─Estrechó mi mano─. ¿Tú estás bien? Últimamente te noto estresada. ¿Es por el concurso? ─De repente pareció recordar algo que hizo que su relajación se esfumara─. ¿Ryan se está portando bien contigo?

No pude evitar la corriente que traspasó mi cuerpo con la sola mención de su nombre─. Sí. Se está portando bien y no, no es por él. Es una mezcla de muchas cosas. ─Me di cuenta de que ni siquiera le había contado lo de Hugo y Mags, hecho que no hizo más que darle fuerza a mi decisión─. Es sobre ti.

─¿Soy yo el que te estresa?

─No. ─Le sonreí con pesar─. La conversación es sobre ti, no sobre mí. ¿Qué es lo que te sucede? ¿Por qué estás tan callado?

Pat, indeciso, tomó mi otra mano y las juntó, la mía y la suya, con las otras dos. Me asusté. Él no era dramático, ni siquiera misterioso. Al contrario. Era tan transparente. ¿Por qué de la nada actuaba así?─. No sé si soy el único, pero cada vez que me encuentro con tu familia, ya sea con Rachel en Brístol o aquí con tu madre, empiezo a preocuparme por el día de mañana ─murmuró más que hablar como tal─. Los veo y sé que quiero hijos, una casa, compartir mi vida con alguien que quiera compartir la suya conmigo, pero te veo y me pregunto si quieres lo mismo. ─Una sonrisa triste apareció en su rostro de ángel─. Y si lo quiero contigo. Si realmente deseo tenerlo contigo, obligarte a quererlo, o si valdría la pena intentarlo con alguien más a quién no tenga que rogarle.

Retiré mis manos de la mesa al entender lo que sucedía. Mis dedos se sintieron helados en contra de la fría superficie de plástico. Yo lo traje aquí con el mismo fin, pero Patrick era quién estaba terminando con esto por mí. Contuve las ganas de sollozar. De esa forma, siendo él, era peor. Haciendo lo que yo debí hacer en un principio, al instante en el que sentí dudas, me estaba demostrando una vez más lo bueno que era y reafirmando el hecho de que yo nunca lo merecería. Yo, en su lugar, fui egoísta y lo retuve conmigo para no quedarme sola. Solo por eso estábamos aquí. Juntos.

Solo porque no quería quedarme sola.

Él, en cambio, me dejaba ir.

─¿Alguien que quiera ese futuro en el presente?

─Alguien que lo quiera conmigo. ─Desvió la mirada hacia el estacionamiento lleno de camiones y autos rústicos. Llovía─. No soy ciego, Marie. He visto cómo eres con tus sobrinos. Puede que no te suceda con todos los niños, pero eso es normal en ti. No quieres a cualquiera ─soltó esto último con un tono que me terminó de quebrar─. Pero quieres. Los quieres. No hoy, no mañana, pero en un futuro y no conmigo. De haber pensado en tener niños...

─¿Todo se reduce a si quiero hijos contigo? ¿Tan importante es para ti?

Estaba siendo cínica e hipócrita, lo sabía.

Pero estaba tan harta del tema.

─He hecho que tantos vengan al mundo y he visto tantas veces la felicidad que traen consigo, reflejada en el rostro de sus padres, que he empezado a desear sentirme igual. ─Finalmente me plantó cara. La luz que normalmente alumbraba sus ojos azules ya no estaba─. ¿Puedes culparme? ─Negué─. Pero también he visto el desapego en quiénes se vieron forzados a traerlos al mundo por compromiso y, tras saber lo bueno que debería ser y cómo algunos matarían por sentirse así, no me parece correcto. Un niño debe ser traído al mundo con todo el amor que se pueda recolectar y su nacimiento debe ser sinónimo de felicidad. Eso nunca lo tendré contigo si, para empezar, no te hago feliz.

Me encogí─. Tú me haces sonreír.

─No es si te hago sonreír o no ─dijo─. Puedo contarte un chiste y reirás.

─Si me río es porque me haces sentir feliz.

─No. Entre sonreír y ser feliz hay una gran diferencia. Sonríes porque en una determinada fracción de tiempo te sientes feliz. Lo mismo sucede cuando ríes. ─Sus labios se volvieron a curvar en esa sonrisa triste que me desgarraba el corazón─. Si eres feliz es porque lo eres siempre. Sin importar qué, alguien o algo te hace sentir así las veinticuatro horas de los siete días de la semana. Sonreír es un instante. Ser feliz es hacerlo internamente de forma ininterrumpida. Yo te hago sonreír. ─Tomó mi mano de nuevo. No la aparté─. No te hago feliz.

─Pat...

─No te culpo, Marie. ─Besó mi dorso─. Ni me culpo a mí mismo.

─¿Entonces a quién culpamos? ─balbuceé mientras la misma sonrisa triste tomaba posesión de mis labios. Esto era tan doloso y liberador a la vez. Lo que más deseaba era poder tenerlo como amigo y, en el fondo, sabía que ni eso merecía por haber traicionado su confianza como lo hice─. ¿Al destino?

Soltó una ligera carcajada─. A él lo culpan siempre. Seamos diferentes.

─¿A Rachel? ─susurré feliz de haberlo hecho sentir un poco mejor.

─A nadie ─respondió tras reír más─. No fue malo gastar mi tiempo en ti.

─Lo perdiste ─murmuré.

─No, Marie, nunca. ─Alzó mi barbilla─. Me costó bastante aceptar la realidad que ya conocemos, es lo único de lo que me arrepiento, pero de haber estado contigo jamás. Disfruté gastando mi tiempo en ti, así que no lo perdí.

─Puedo decir lo mismo.

Besó mi frente tal y como lo hizo esta mañana, solo que esta vez fue una despedida y no un saludo─. Eso es suficiente para mí.

Comimos rápido. Prácticamente no hablamos, sino que cruzamos una que otra palabra con respecto al clima ya que mencionó que prefería regresar a Brístol a adelantar las actualizaciones de las historias de sus pacientes a tener que fingir que seguimos juntos o enfrentarse al escrutinio de toda mi familia. En casa, aliviada, comprobé que mis dos padres salieron a buscar personalmente al aeropuerto más cercano a Rachel, Nathan y los niños por la lluvia, lo que nos dejó la suficiente libertad para empacar, bajar las maletas y meterlas en el taxi a nuestro antojo.

Pat no se despidió agitando la mano desde la ventana como hacía cada vez que se iba, por lo que me tuve que conformar con un último beso en los labios antes de verlo marcharse de Dionish y de mi vida en general. Por más que deseara lo contrario y convertirme en su amiga en un tiempo, no podía seguir engañándolo y decirle la verdad tras todo lo sucedido sería lo equivalente a abrir una herida que empieza a cicatrizar para echarle sal encima.

Al igual que ayer, me encerré nuevamente en mi habitación con un plato lleno de fruta y un tazón rebosante de chocolate fundido. En vez de ver un programa creado para subir el humor, terminé viendo De amor y otras adicciones, en la que lloré por el vacío que me causaba no tener alguien con quien compartir tanto mis sueños como mis temores por estúpida, por no poder dejar atrás la única patética y breve historia de amor que he tenido.

─Marie... ─Rachel fue quién subió a mi habitación a buscarme. Ya llevaban media hora o más de haber llegado. Lucía hermosa aún en el típico atuendo deportivo que usaba para viajar─. ¿Y Patrick? ¿Dónde está? Mamá dijo que...

Se calló al ver mi estado con mayor precisión─. Se fue.

No sabía si era la manifestación de algún tipo de conexión entre hermanas, pero Rachel dedujo y entendió lo que pasaba sin siquiera pedir una respuesta o una pista al respecto. Cerró la puerta y se acercó dando grandes zancadas. Al llegar me abrazó, sentándose conmigo, y me escuchó de principio a fin. Literal desde el principio: empecé en Estocolmo, pasando por el falso final en Gamla Uppsala y la última vez que lo vi cuando me dejó en casa tras llevarme a la comisaría a ver a Ignacio, y terminé en mi ruptura con Patrick propiciada por él mismo. Escuchó en silencio, centrada en entenderme y no en juzgarme, y la amé más por ello.

─¿Y él lo hace?

─¿Qué cosa? ¿Quién?

─Ryan, ¿él te hace feliz?

─No lo sé ─contesté con infinita sinceridad. A veces creía que sí, otras que no─. Pero él me hace sentir, Rachel, y eso es más de lo que cualquiera ha logrado jamás.

Me abrazó─. Entonces vas en la dirección correcta.


HOLA

Sé que no subí la semana pasada, pero es que estoy en un concurso y se suponía que debía terminar la historia "Bajo mis órdenes" para el 10, así que escribí toda loqueishion porque el tiempo se me iba a acabar y -.- vienen y lo pusieron ahora para el 6 de Julio, así que aquí estoy.

ESPERO QUE HAYAN LLORADO MUAJAJAJA. 

Esto fue un bye #TeamPatrick, sí, pero no se achicharren, nunca se sabe qué puede pasar. El destino es muy sucio. Aunque Pat lo haya defendido, igual lo tiene en la mira e igual algún día Pat terminará sintiendo odio por él como Marie. Mientras tanto sonrían porque EL PRÓXIMO CAPÍTULO SI NO SE LO ESPERAN 7u7 

Por otro lado, ¿soy la única que siente nervios cada vez que pronuncian Rachel y Ryan en una misma oración? Jijijiji, recuerden que Marie aún no sabe ciertas cosas.

En fin. 

Espero que les haya gustado el capítulo, uno de mis favs hasta ahora.

Gracias por sus votos y comentarios, nos vemos entre semana c:

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