Capítulo 35: El ex-policía.
Brístol, Inglaterra.
Presente.
Rachel jadeó cuando le conté lo de Hugo y Mags─. Tranquila. Tómate el día.
─¿Estás segura? ─le pregunté.
─Segura. No soy una dictadora. ─No supe qué responder a eso─. ¿Cómo está?
─¿Hugo? Tiene una fractura. ─Eso significaba que no iba a competir─. Estamos esperando saber si se necesitará operar o no. ─Los doctores aún mantenían esa parte en agonizante suspenso─. Ryan y los gemelos están aquí.
─¿Los rubios candentes?
─Uno está casado y con hijas, recuerda.
─¿El otro?
─El otro es muy idiota. No te hagas ilusiones.
─Lástima. ─Me la imaginé haciendo un puchero─. Quiero un cuñado. Siento que no estoy exprimiendo al máximo mi potencial de mujer hasta que no tenga uno qué molestar. Si mamá no tuviera a Nathan se sentiría igual que yo.
─¿Ya no estoy con Patrick?
─¿Te comprometiste?
─No.
─Es igual.
¿Igual? ¿Qué querían? ¿Una boda real para hacerlo oficial?
Entendía ese tipo de pensamientos de mamá, la loca de las bodas y las apariencias de ejemplo perfecto para la sociedad, pero no de Rachel. Las hormonas debían estarle afectando más de lo que creía.
─¿Cómo están los niños? ─decidí cambiar de tema.
Sus niños siempre daban de qué hablar.
─Están hermosos. George ya anda en su andadera. ─Soltó una risotada─. Marie, ¡debes venir a ver cómo pone la carita cuando Madison lo empuja! Se convierte en Hulk. No llora, se molesta. ─Siguió riendo y, al pensar en la bruja de mi sobrina, sonreí─. Nathan y yo hemos separado varias veces su manita del cabello de su hermana. Son unos monstruitos.
─Ya ─reí─. Salieron a ti.
─Yo diría que a ti y a Loren. Ustedes eran los que peleaban.
Hice una mueca al recordar la plastilina en mi pelo, la mutilación de mis muñecas y el secuestro exprés de mis amigos─. Tendré que comprarle una peluca a Madison entonces.
Rachel, que probablemente no recordaba nada de lo que yo porque nunca lo sufrió en carne propia, respondió con voz dudosa─. Le encantará.
─Bueno, Rachel... ─Le hice señas a Sad de que ya iba. Me llamaba desde la habitación─. Me tengo que ir. Nos vemos mañana.
─Bien. Dale un beso a Ryan de mi parte. Nos vemos ─dijo antes de colgar.
─Nos vemos ─susurré al teléfono.
Lo guardé en el bolsillo de mi chaqueta ya que mi bolso estaba en el auto de Ryan, quién se quedó conmigo y Sad a hacerle compañía a Hugo mientras no aparecieran sus padres. Broken y Mags habían ido a localizarlos. Él desde la academia para hacerle una llamada formal y ella yendo directamente a su casa, dónde al parecer ya había estado. Por los momentos no se las pediría, pero Mags tenía que darme una explicación al respecto a mí o a su madre.
─¿Qué sucede? ─le pregunté al rubio.
─Debo ir con las gemelas. Al final el truco no funcionó. ─Sus labios se fruncieron. Broken había propuesto ser su clon para que se quedara─. Son inteligentes. Saben diferenciar entre Broken y yo mejor que su abuela.
Le eché una mirada de reojo a su tatuaje y lentes─. Es por la personalidad.
─Debe ser. ─Apretó mi hombro─. Iré con ellas a casa, vendré mañana porque su niñera no puede venir, ¿te podrías quedar y manejar la situación? Ya el seguro respondió. No tienes que hacer papeleo ─Separé los labios para responder, pero de la nada se sonrojó─. ¿Tú no tenías trabajo en la tarde? ¡Marie! Lo siento tanto, vete... ─Empezó a empujarme─. Aún puedes llegar si te das prisa.
─Son las tres de la tarde, Sad.
─Ah. ─Se detuvo─. Lo siento. Le diré a Broken que se pase.
─No es necesario.
─¿No?
Sonreí levemente─. No. Ustedes pueden estar tranquilos. Me quedaré.
─¿Y el trabajo?
─Le expliqué la situación a mi jefa. Como me debe mil favores o más... me dio el día libre. ─Apreté su hombro─. Esperaré aquí a los familiares y te estaré avisando. ─Enderecé los míos al ponerme derecha─. Nos vemos mañana, Sad.
─Nos vemos ─susurró a mis espaldas con una nota de agradecimiento.
De regreso en la habitación de hospital, sencilla pero acogedora, me volví a encontrar con el rostro angustiado y demacrado de Hugo. Era un chico sumamente callado. Verlo así, deprimido al saber que era imposible que estuviera en condiciones para ir a la pista con Mags, me molestaba. ¿Hasta cuando el destino estaría empeñado en hacer sufrir a quiénes menos lo merecen? Me senté junto a él en la butaca acolchada. Le dediqué una mirada de compasión, no lástima, cuando sus ojos oscuros se centraron en los míos buscando respuestas a preguntas que no sabía cómo contestar: ¿por qué a él? ¿Por qué ahora? ¿Por qué así? ¿Por qué no después? ¿Por qué sucedió? ¿Por cuándo menos debía pasar? ¿Por qué no a alguien más? ¿Qué había hecho él para merecerlo?
Él sí podía responder una mía, sin embargo.
─¿Cómo pasó?
Masajeó su sien─. Molestaban a Mags. ─Ryan, que nos observaba en silencio desde una esquina, se acercó como un depredador que huele a su próxima presa a kilómetros de distancia─. Él se le estaba acercando demasiado. ─Apretó los puños─. Le rompí la maldita nariz, pero entre él y los demás lograron empujarnos.
El aire escapó de mis pulmones─. ¿A ambos?
No solamente Hugo pudo salir herido, sino que Mags también.
─Sí ─dijo sin más.
─Te moviste para llevarte todo el golpe tú, ¿no? ─le preguntó Ryan.
─Así es. ─Hugo asintió como un pequeño soldado que le informa de «la situación» a su superior─. He sido un idiota al respecto por mucho tiempo, pero ya no más. Ella me importa. ─Su atención se volvió a centrar en mí─. La quiero.
Pasé una mano por su cabello, peinándoselo─. Lo sé.
─¿Dónde me dijiste que vive? ─nos interrumpió Ryan.
Las comisuras de los labios de Hugo se curvaron─. ¿Te refieres a su casa naranja al lado de la única charcutería de Southville o al apartamento de soltero de su padre en el centro de Brístol, junto a Asados de Julliet?
Le devolvió la sonrisa─. No, hablaba de algo más, pero ya se me olvidó.
Empecé a sudar en frío.
Ryan no podía estar hablando en serio.
─Eres mayor de edad. Te demandarán y a la escuela si haces algo malo. ─Halé el borde de su camisa para que dejara de hacerse el loco conmigo─. Él es menor aún, Ryan. Te meterás en serios problemas si le pones un dedo encima.
─No trabajo en la escuela, Marie. No la demandarán por eso ─murmuró alejando mis manos de su ropa─. En un dado caso solo me joderán a mí y eso si tienen el descaro de hacerlo después de lo que le hicieron. ─Señaló a Hugo─. No te preocupes.
¿Cómo que no me preocupara? Si no lo hacía terminaría en la cárcel.
Bloqueé la puerta─. No irás. Te lo prohíbo.
Ryan dejó de colocarse la chaqueta para mirarme con una ceja alzada. Era tan condenadamente hermoso que lo único que impediría que siguiera comiéndomelo con los ojos era arrancármelos o renunciar de alguna u otra forma a este sentido. Su belleza, como el invierno que te hace adorar el paisaje y a la vez desear calor, era agridulce.
─¿Ah, sí?
─Sí.
─Pues tendrás que venir conmigo para evitarlo. ─Con un único movimiento me quitó del medio, pasando ahora al pasillo─. Lástima que tengas que quedarte aquí a cuidarlo. ─Se despidió con la mano cuando empezó a caminar hacia el elevador─. Diviértanse.
─¡Diviértete tú rompiéndole la cara al imbécil ese! ─le gritó Hugo con todas sus fuerzas antes de empezar a gemir de dolor, momento en el que justamente entró su madre bañada en lágrimas junto con Mags.
─¡Hijito! ─soltó la señora Hernández en español y llevándose las manos a la boca para ahogar un grito al ver sus extremidades inmovilizadas─. ¿Qué te sucedió?
─Tuve una pelea, mamá ─respondió en el mismo idioma.
Mags lo miró con ojos desorbitados al sentarse a su lado mientras su suegra lloraba a los pies de la cama de su adorado tesoro sin escuchar ninguna de las explicaciones que los tres le dimos. Solo lloraba sin césar. Únicamente entendió, o creía que sí, cuando le mencioné que la escuela se haría cargo de los pagos. Eso mágicamente la calmó, pero solo un poco.
─No sabía que supieras hablar otro idioma.
Hugo entrelazó los dedos de su brazo bueno con los delicados y frágiles de ella─. Aún hay cosas que no sabes de mí, nena. ─Le dio una de esas sonrisas de adolescente conquistador─. Tendré que enseñártelas.
Ella se sonrojó─. Espero que sí.
Yo agrié el rostro─. Espero que después del matrimonio.
─Yo también ─añadió la madre de Hugo logrando contener su llanto por un momento.
Como se me estaba haciendo incómoda la intimidad del momento, Hugo estaba con la que creía eran las dos mujeres de su vida, y los doctores entraron para decirnos lo que ya sabíamos, que iría a quirófano en unas horas para arreglar el problema, me acerqué a la ventana para perder mi vista en Brístol. Ahí fue cuando me di cuenta que de que Ryan no jugaba al insinuar que iría por la cabeza de Ignacio. Estaba fuera abriendo la puerta de su coche mientras hablaba por teléfono. Al darme la vuelta para anunciar mi despedida me encontré con que Mags y Hugo sonreían a pesar de la angustia que les producía el diagnostico.
─Vas a ir tras él, ¿no? ─preguntó él con acento pervertido.
─Sí ─dije mientras entraba en mi chaqueta de cuero.
Mags achicó los ojos de tanto sonreír─. Habías tardado mucho.
─Demasiado ─añadió él.
─¿Te vas? ─me preguntó su madre, la única que al parecer no pensaba que estaba perdidamente colada por el ex policía─. ¿Tan pronto? Mi esposo no está en la ciudad. ─Hipó─. Estoy sola, no tengo familia, no me llevo bien con los vecinos y...
La abracé. No porque me saliera del alma, lo hice porque eso era como el chupete para un bebé en estos momentos─. Vendré en una hora o dos. Llegaré antes de que lo operen. No te preocupes. No estarás sola.
─Gracias ─susurró limpiándose por fin las lágrimas.
Estábamos en el segundo piso. Bajé las escaleras en lugar de esperar el ascensor. Fuera el viento impacto contra mi rostro con fuerza, agitando mi cabello y haciendo que ondease como una bandera. Ya estaba largo de nuevo. No tanto como antes, pero sí significativamente por debajo de los hombros. Cortármelo sirvió para aclarar más el contraste entre mi hermana y yo. En Cornwall las personas ya nos conocían y sabían diferenciarnos, pero aquí en Brístol era bastante molesto que cada cinco minutos alguien estuviera recalcando nuestro parecido. Yo no estaba casada, feliz y embarazada del tercero.
Yo no era ella. No me gustaban las comparaciones. En especial si después de un profundo análisis las personas, solo con saber cosas básicas de la otra, determinaban a base de estereotipos quién era la ganadora. Si a su edad, porque Rachel aún era sumamente joven, tenías familia, un buen trabajo y un marido exitoso, eras una ganadora. Si a mi edad, que era tan solo unos tres años mayor, aún continuabas sin un rumbo fijo en la vida, eras una perdedora. Y no. Simplemente no. La sociedad debería darse cuenta de que un bebé y un hombre no hacen la felicidad. No se trataba de ser una anti-Rachel, porque realmente la conocía y sabía que su alegría era por estar rodeada de amor y obtener satisfacción de cada cosa que hace, no únicamente por estar dentro de un proyecto social de reproducción, sino de hacer que se dieran cuenta de que el éxito no es ser bonita, tener dinero o los hijos perfectos. No. El éxito de una mujer es estar conforme consigo misma, lo que muy pocas entienden. Y, menos, logran.
Yo aún estaba en proceso.
─No vas a ir a ningún lado ─dicté bloqueándole la puerta del convertible.
Pegó un salto─. ¡Maldita sea! ─Se estremeció─. Joder, Frankie, te espero en lo de los asados en diez minutos. Adiós ─se despidió antes de colgar─. Me asustaste. ─Se haló el pelo en un intento por tranquilizarse. Mordí mi labio para no reír porque eso solo lo volvería más loco de lo que ya estaba al pensar que podría hacer lo que quisiera con la vida de un menor─. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo pudiste tomarme tan fácil con la guardia baja? ─Parpadeó todavía sin creérselo─. Estaba cien por ciento consciente de mi entorno, ¿cómo apareciste?
─Solo lo hice.
Ryan apretó la mandíbula─. Sí. Me lo imaginé. ─Sorpresivamente, porque ahora yo era la que no se lo esperaba, pasó una mano por mi cintura y me apretó contra sí─. Tú sencillamente apareces de la nada, lo jodes todo para mí y cuando te aburres te esfumas. ─Tomó el lugar de mis dientes en mi labio inferior. La diferencia entre ellos y los míos fue la presión que ejercieron. Ryan me abrió una herida por la que después tendría que darle explicaciones a Patrick─. Eso es lo que tú haces.
Ronroneé a propósito. Él me mordió más.
«Dios».
No sabría decir en qué momento exacto empezamos a besarnos como adolescentes en la calle, pero lo hicimos. Fue la primera hicimos algo así en público. No debió pasar y menos frente a un hospital, frente a uno de los posibles sitios que frecuenta Pat, pero así pasó. Ryan exploró mi boca con ansías similares a las mías, aunque un poco más salvajes. Gemí cuando empecé a quedarme sin aliento, lo que solo lo impulsó a enredar sus dedos en mi cabello y a aplastarme contra el coche para evitar que me cayera por el estremecimiento de mis rodillas.
─No sé por qué esto siempre pasa en mi turno... ─Una voz congeló nuestro infierno─. Jovencitos, por favor, sepárense. No quiero tener que viajar al comando por un par de besucones descarriados. Ya estoy demasiado viejo para esto.
─Y aún así sigues jodiendo ─murmuró Ryan contra mis labios.
Mis mejillas se sonrojaron─. ¿Lo conoces? Dime que no.
─David fue el idiota que me ayudó a entrar en la policía cuando volví de Suecia. ─Su mirada se volvió tan fría que, de no haber visto cómo sus ojos se fundían de gusto y frustración, jamás hubiera creído que alguien fuera capaz de encontrar si quiera un ápice de emoción en ellos─. Me tendió la mano cuando nadie más lo hizo. Es un buen amigo. ─Sonrío con ironía─. De los viejos.
─Oh, mierda. ─David, un hombre mayor de ojos verdes y cabello canoso, estrechó su mano─. No puedo creer que seas tú, hombre. ¿Tan rápido te pasaste al lado oscuro? Estuve a punto de llevar a esta señorita...
─Marie Van Allen ─me presenté tendiéndole la mano.
─... y a ti a prisión por alterar el orden público ─terminó estrechándomela─. Oficial Harris a tus órdenes y las de la reina, dulzura. ─Besó el dorso de ella tras apretarla demasiado─. Tu apellido es como el vino. Delicioso. ─Hice una mueca─. Lo siento, te lo dicen mucho, ¿no?
En lugar de responder le lancé una mirada de advertencia a Ryan. Él no me hizo caso, por supuesto─. En realidad Marie es de ese clan.
De repente la mirada de David brilló.
─¿Ah, sí? ¿Cómo es que una chica como tú terminó con un desempleado como este? ─Codeó a Ryan. Me hizo sentir mejor, más persona y menos como la superestrella del licor, que le hiciera bullying a él en lugar de hacerme demasiadas preguntas o, lo que sería aún peor, pedirme botellas para emborracharse─. ¿Te ha dicho ya por qué lo echaron? ¿Cómo es que se conocieron?
─Ryan es el guardaespaldas de mi hermano. ─En venganza omití que tuviera su empresa y que fuera su jefe de seguridad, no su guardaespaldas como tal, y nuestro pasado en Suecia─. No, no me dijo, ¿sería usted tan amable de informarme? ─Me colgué de su brazo como una mujer rica y triste enamorada del jardinero. Ryan me miró mal, pero lo ignoré, apreté más cuando intentó zafarse e hice un puchero─. Mi bebé no ha querido contarme.
─Tú bebé discutió con el jefe por pelearse con su mejor amigo ─contó con actitud seria, completamente indiferente a la mía y mirándolo a él, demostrando así que la conversación era realmente entre ellos y no conmigo─. Lo hizo porque el idiota abusaba de su autoridad, pero conoces cómo funcionan las influencias... ─Asentí─. Lo echaron injustamente, señorita Van Allen. Pero tú bebé estará feliz al saber que Lil cometió una falta que su amigote no pudo tapar, porque sería como cubrir el sol con un dedo, y lo botaron, y que...
─David ─le advirtió Ryan.
─Muchos nos movimos para lograr que el comandante estuviera dispuesto a aceptarlo de nuevo y a reconocer sus años de servicio en la nómina. Él solo tendría que ir, hacer el papeleo, aceptar las disculpas y ponerse el uniforme de nuevo.
Me concentré en Ryan, ¿por qué no había ido? Claramente él ya estaba al tanto del arreglo. Rachel y todos con los que hablaba en sus reuniones familiares me decían lo mucho que él había amado su trabajo como detective en la comisaría, así que ¿por qué no? ¿Qué estaba esperando para volver? Le habían servido su regreso en bandeja de plata.
─¿Por qué no lo haces? ─le pregunté con más emoción que la transmitida por su expresión sombría.
─Ya encontré en qué ocupar mi tiempo ─respondió cortante y, de nuevo, extendiendo la mano para estrechársela a su viejo amigo─. Debo atender algo, David. Nos estamos viendo.
─No te pierdas ─le dijo este ajustándose el uniforme─. Adiós, señorita Marie.
─Adiós... ¿adiós? ─recordé mi misión inicial: impedir que David o cualquier otro de sus amigos uniformados tuviera que forzarse a llevar a Ryan tras la rejas─. ¡Ryan! No puedes ir. Es peligroso. ─Tapé el hueco para la llave con mi mano. Él simplemente presionó un botón tras de ella y él auto se abrió. Me miró con suficiencia─. No permitiré que arruines tu vida. No así. Loren te necesita. Gary te necesita. Yo te necesito. ─«Yo te necesito», admitirlo fue un error, pero era cierto. Lo resolvería haciéndole creer que era por el baile. Hice remolinos en su camisa─. Recuerda que eres mi pareja.
─¿Son novios? ─volvió a interferir David.
No se había ido como pensamos.
─Parejas de baile ─respondimos a la vez.
─Ya ─rió─. Es lo mismo.
─No lo es ─siseó Ryan.
David descendió a mis labios hinchados, luego a mis manos en su cuerpo y después a nuestras piernas entrelazadas entre sí de lo cerca que volvíamos a estar. Mi rostro volvió a enrojecer. ¿Qué debía estar pensando el pobre señor?
─Si se miran y se tocan de esa forma, y si además están entrelazados por otra cosa, en su caso el baile, lo son o lo terminarán siendo ─dictó de esa forma que tienen los ancianos de predecir el futuro basándose en sus experiencias.
─No lo somos ─repetí.
─¿Te preocupas por él por nada?
─Sí.
─¿Realmente te preocupas por mí? ─me preguntó Ryan.
─Bueno, ahora sí los dejo solos. Debo cumplir con mi deber ─canturreó David antes de salir corriendo hacia un par de jóvenes que acosaban a una viejecita.
─Marie, ¿realmente lo haces? ─repetí.
─Sí.
─¿Es por el baile o por algo más?
«Mierda».
Me sentía como una niña que fue atrapada robándose galletas: si decía la verdad me jodería, pero si mentía él sabría que lo estaría haciendo.
─Por algo más. Eres el amigo de Rachel.
Sus labios se curvaron lentamente─. ¿Solo por eso?
─Solo por eso ─afirmé.
─Bien. ─Se echó para atrás─. Si te hace sentir mejor, no seré quién le patee el culo al idiota. Frankie lo hará. Es menor de edad también. Permaneceré en el anonimato hasta que uno de mis compañeros se lo lleve a prisión. Pasará ahí unos días o dos. Ya tenemos el permiso de sus padres para proceder. Broken me dio el número de ambos.
─¿Cómo que ya tienes el permiso de sus padres?
─Están divorciados. La madre de Ignacio cree que su padre lo ha estado criando mal y que lo mejor es que se lleve un susto antes de que no haya vuelta atrás para él. Su padre solo no quiere un problema mayor. Aunque por lo visto Sad no hará nada al respecto porque no quiere que Cornelia piense que es incapaz de manejar la academia por unos días... ─Puso los ojos en blanco─. Le mencioné a su padre que podría perder mucho dinero si nosotros o la madre de Hugo demandamos, por lo que accedió.
─Entiendo ─murmuré levemente impresionada con su plan.
─Pero si aún con lo que te conté piensas que acabaré de naranja, ven.
Negué─. No. Le prometí a la madre de Hugo que estaría allí para ella.
─Lo estarás. No tomará mucho tiempo. Frankie ya debe estar allá.
¿Cuánto?
─Cuarenta y cinco minutos, una hora y media como mucho.
Suspiré─. Está bien. Vamos.
Quería enfrentarme a Ignacio también.
Y no por Hugo o Mags, sino por él. Él, al igual que ellos, era mi estudiante.
El tráfico estuvo de nuestra parte. Llegamos a Asados de Julliet en menos de quince minutos, lugar dónde se refugiaba Ignacio según su padre. Literal. Lo encontramos devorando un plato de costillas al fondo con ansiedad. Así, por lo visto, aplacaba su culpa. Frank Films, un rubio bronceado de diecisiete que estaba de vacaciones en la ciudad y al parecer era amigo de Nathan y entrenaba en el gimnasio con Ryan, lo tenía en la mira desde que llegó media hora antes que nosotros. Usaba una sencilla camisa blanca y jeans, pero era rubio, de cejas pobladas y acento marcado era el típico adolescente por el que las chicas se derriten. Hugo debía cuidar a Mags si se llegaban a conocer.
O al menos eso pensé hasta que conocí su personalidad infantil.
─Pensé que jamás llegarías. No sabes lo cerca que estuve de pedirme una de esas. ─Señaló el plato casi vacío de costillas─. Por lo visto están muy buenas.
─Lo siento. Algo me retrasó ─contestó Ryan mirándome─. Esta es Marie, Fran. Fran, Marie. Nathan lo conoció en Cornwall. Ahora está viviendo en el Caribe, pero está de vacaciones y decidió quedarse con su tía en la ciudad.
Una sonrisa boba adornó su expresión jovial─. Sé quién eres.
─¿Sí? ─pregunté dudosa.
─Sí. Eres la hermana sexy de la esposa de Nathan. Te he visto en Cornwall.
─Oh...
Ryan se estremeció─. Joder. Hasta a mí me dio miedo.
─Ignacio no tendrá oportunidad contra ti si le hablas así. ─Me sentía bastante inmadura por alentar una pelea de adolescentes en vez de ir de lleno a conversar con él, pero eso no sería suficiente. Él necesitaba impacto, consecuencias, no palabras─. ¿Qué es lo que harás?
En cinco minutos Frank me contó su plan de tropezar con él cuando saliera a la calle y empezar una discusión que terminaría con Tesle, uno de los amigos oficiales de Ryan, llevándose a ambos a la comandancia. Allí serían encarcelados hasta que los padres de ambos aparecieran. En el caso de Ignacio eso no sucedería hasta dentro de dos días, enseñándole que las represalias de sus actos eran para él y nadie más. Ni siquiera para quiénes lo trajeron al mundo. Me pareció bien. Por más complicada que sea la situación en su casa, los demás no deben sufrir por ello. Él tampoco. Comportándose así solo empeorará las situaciones futuras como pasaba ahora. Ya no solo era el problema en su casa. Ahora había un problema en la academia y habría uno o más en cada ámbito de su vida si seguía así.
Cuando se levantó de la mesa, Frank empezó a saltar sobre sus pies y a frotarse las manos como un boxeador─. Está saliendo. Pongámonos en marcha.
─Te esperamos afuera ─le dijo Ryan dándole una palmada en la espalda.
En la calle, mientras presenciábamos la actuación de Frank y la altanería de Ignacio aún contra un adversario que le doblaba el tamaño, ninguno intervino. Como esperábamos Frank terminó sometiéndolo con movimientos de los que Ryan se hizo responsable como su supuesto mentor. Casi al instante llegó la patrulla con Tesle y se hicieron presentes las esposas. Nuestro joven aliado se dejó esposar con gracia y nos guiñó un ojo antes de entrar en el vehículo, pero Ignacio empezó a llorar echándole la culpa al rubio y se sacudía para intentar escapar. Terminó siendo empujado en el asiento trasero.
Los seguimos de cerca hasta la comandancia, un edificio de dos pisos en el centro, dónde todos reconocieron a Ryan y le dijeron lo mismo que David. Él también les respondió de la misma forma: «ya encontré en qué gastar mi tiempo» sin rechistar. Mi estima por él creció un poco por eso. Le era leal a Loren.
─¿Vendrás conmigo? ─le pregunté al notar que no me seguía a la celda dónde estaba Ignacio.
Desde dónde me hallaba se escuchaban sus sollozos asustados. Ryan era inmune a ellos. Yo no. Bebió un sorbo de su café con una tranquilidad que me llevó a imaginármelo como David aunque fueran polos extremos. Mientras Ryan era candidato a agente del SWAT por su físico, David era el típico oficial panzón y regordete que muerde una rosquilla mientras denuncias a tu jefe por acoso sexual o a tu suegra por intento de asesinato.
─No, ve tú, no tiene sentido que vaya. Frank ya está "hablando con sus padres". No lo conozco y no hay otros prisioneros de los que te tenga que proteger. Los veré por aquí. ─Apuntó una pantalla con leve audio cuando se dio cuenta de que mi duda no flaqueaba─. Perderás fuerza si te acompaño.
─Bueno ─murmuré y finalmente di un paso en frente.
De nuevo esta prioridad de pensar en alguien más por encima de mí me embargó. Me era increíblemente complicado poner su bien por encima de mis intereses personales; mi afecto por Hugo y Mags, pero eso era estrictamente necesario si realmente quería hacer lo mejor por el chico y las personas que lo rodearían, los cuales podrían ser mi mismo dúo de estrellas. Lo mejor para todos era que lo escuchara sin juzgar, no que lo cuestionara e hiriera. Después de todo estábamos aquí para evitar que se convirtiera en un criminal o en algo peor, ¿qué sentido tendría tratarlo como uno? Estaba bien que se diera cuenta de sus errores, por eso realmente estaría en la celda por dos días o más, pero él todavía no estaba perdido como ser humano. Merecía ser escuchado, entendido y, a corto o a largo plazo, perdonado.
─Ignacio.
Despegó la frente de sus manos. Lloraba─. Profesora Marie, ¿qué hace aquí?
Hice una línea con mis labios. Ahora sí era «profesora Marie».
─Vine a ver a un amigo y te vi entrar. Me dejó verte por unos minutos. ─Usé la pared frente a las rejas para descansar mi peso─. ¿Ya llamaste a tu padres? ¿Vienen en camino?
Apretó los dientes─. Sí. Ninguno respondió.
─¿Cómo es que terminaste aquí?
─Un idiota en la calle me empujó. Discutimos, un policía pasó y nos trajo. ─Mentía. No hizo falta que Frank se tropezara. Ignacio lo había empujado al pasar─. No hice nada malo.
Una parte de mí, la que creía en sus lágrimas, se decepcionó. Ignacio no aprendería tan fácil─. Da igual. Por algo te trajeron. Si es un malentendido, estoy segura de que saldrás pronto. ─No lo haría; el programa de adolescentes descarriados duraba estrictamente como mínimo dos días─. ¿Cómo estás?
Bufó─. ¿Cómo crees que estoy? ¿No ves?
Sí. Lo veía destruido por dentro y por fuera.
─Estás mejor que Hugo. Por fortuna tus heridas son simples. Las de él no.
Palideció─. ¿Heridas?
─¿Pensaste que Mags y él aterrizarían en un algodón de azúcar? No pasó así. ─Alcé la barbilla─. Tus amigos y tú le rompieron una pierna y un brazo, Ignacio, y debemos esperar para saber si los golpes en su cabeza tendrán represalias. Estará en quirófano esta noche. Su madre fácilmente puede tomar acciones legales contra ti si le da la gana.
─Yo... ─Desvió la mirada─. ¡Se suponía que solo sería ella! Yo no quería que... yo no quería que él... ─Enterró el rostro en la almohada de su lecho de reclusión─. ¡Es mi mejor amigo! ¡No quería que ella estuviera a su alrededor! Siempre estuvimos juntos, ¡pero desde que entró en nuestras vidas nada es como antes! Nada. ¡Y es tu culpa por ponerlos juntos! ─Sus facciones se deformaron por la rabia. Ahí fue cuando noté la húmeda cicatriz entre sus fosas nasales─. Él era el único que... que...
─Era el único que te entendía ─completé.
Asintió─. Sabe todo de mí. Me entiende.
No. Hugo no lo entendía. Entendía su sufrimiento.
─Mags no lo alejó de ti. Lo hizo tu comportamiento.
─Eso es mentira. ─Tragó─. Él no la ama. Somos demasiado jóvenes.
─No te llevaré la contraria en eso. Son demasiado jóvenes. No se casarán. Quizás no pasen de este año ─dije la verdad por más cruel que fuera esta para Mags y él─. Pero el amor, aún en pequeños intervalos de tiempo, es infinito. Si Hugo la eligió para compartir esta etapa de su vida con él, ¿por qué no lo respetas?
─Ella no es buena para él. Es demasiado... débil. Frágil ─escupió con asco.
Demasiado como su madre, pensé. Si lo que sospechaba y oía en el pasillo de Collingwood era cierto, Ignacio, como su padre, tenía potencial de maltratador.
─Alguien que soporta lo que ella sin desquitarse con el resto, a ti entre otras cosas, no puede ser débil. No puedo decir lo mismo de ti. ─Supe que había llegado al callejón sin salida cuando no respondió. En su lugar hizo como si no me escuchara. Ya había hecho suficiente. Lo que pasara después de que saliera de aquí era cuestión suya─. ¿Cómo se siente estar del otro lado?
─Como la mierda.
─¿Así es como quieres sentirte toda tu vida?
─¿Teng
o otra opción? No sé sentirme de otra forma.
─Ignacio... ─Cerré los ojos. Le daría un soplo de esperanza─. Hugo no te acusó, ¿sabes? Cuando los doctores y su madre preguntaron qué pasó, dijo que se peleó, pero no con quién. También nos hizo prometer no decir nada.
Se puso de pie─. ¿Qué? Eso no puede ser. Él me odia.
─No. No lo hace. Está decepcionado, pero no te odia. ─Le sonreí─. Aún hay otra vida para ti, Ignacio. Tú solo tienes que decidir cuál quieres vivir. Sal de aquí y lucha por ella. Es temprano para ti. Aprovecha ahora que puedes.
Por primera vez me vio a los ojos─. Lo haré.
─Bien.
Tras prometerle ponerme en contacto con sus padres para que fueran por él y sentirme orgullosa de su reacción madura, silenciosa más que otra cosa, cuando le informaron que pasaría dos días más tras rejas debido a que lo consideraron el causante, salí y me reencontré con Ryan y una caja de rosquillas medio vacía. Al verme se levantó del escritorio de un salto. No necesité pedírselo. De algún modo debía estar al tanto de mis emociones a flor de piel. Se acercó a mí y, sin pedirme permiso, nos sumergió en un dulce abrazo que duró demasiado poco. Eventualmente, al escuchar el sonido de agentes acercándose por el pasillo, nos separamos.
─Lo hiciste genial.
─¿Escuchaste? ─Movió la cabeza en señal de «sí»─. Pensé que el café te distraía.
─Al contrario. Ayuda a concentrarme. Ayudaba ─rectificó al final.
─¿Por qué no quieres volver? Es evidente que este era como tu hogar.
─No, este era un sitio de transición. ─Se quejó cuando me froté contra su pecho. Le gustaba─. Cuando regresé de Suecia no sabía qué hacer con mi vida. Empecé a beber y a participar en... peleas ilegales. David me reclutó de una de estas. ─Señaló las celdas a través del monitor─. Luego solo me quedé.
¿Peleas ilegales?
─Eso no responde a mi pregunta.
─¿Cuál era?
─¿Por qué no aceptas volver? En un principio pudo ser un sitio de transición, pero se volvió tu hogar. Te encantaba, ¿no? Todos me dicen que sí.
─Me encantaba, sí. Pero ya no quiero.
─¿Por qué? ─insistí.
─Mi trabajo con Loren me da una excusa para estar cerca de ti.
HOLA
¿Qué tal les pareció? Fueron 5200 palabras para que después no digan que mis capítulos son cortos, bla, bla, bla. Espero que les haya gustado. Para mí fue uno de los mejores. ¿No notan cómo ya la historia se está poniendo buena? Ya hay salseo e.e
Este capítulo va para DIANAMN, que ha terminado su primera historia: "Neblina púrpura". ¡Un aplauso para ella! Ya es oficialmente una escritora, ¡la voy a bautizar como "Diana Rice"! Les recomiendo mucho pasarse por sus historias. Ella, además de embajadora de la comunidad, escribe hermoso. TAMBIÉN LES DIGO QUE GRACIAS A ELLA FUE QUE EMPECÉ A ESCRIBIR, así que hay que darle las gracias por Marie, Ryan, Rachel, Madison, Nathan, John, Diego, Luz, Cleo, Loren, etc... ¡Gracias, Di!
Veré si subo el dom. Veré.
Gracias por sus votos y comentarios ♡
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