Capítulo 27: Performance.
Brístol, Inglaterra
Presente
Vinieron por mí a las ocho menos cinco de la noche. Entré en el auto de mi hermana sintiendo que aceptaba formar parte de una gran locura. Luz, tan embarazada como ella, nos acompañaba en el asiento trasero. Abas usaban la misma ropa del mediodía, lo que me confirmó que estuvieron haciendo cosas de esposa y madre después de que las dejé en la tienda. Las dos hablaron de sus futuros bebés de camino al pub, obviando de sobremanera la bolsa de papel junto a mí llena de lencería y artilugios eróticos que no debieron estar allí. Bajo ningún concepto usaría el látigo, el chupete gigante o el sostén de cocos dentro.
Absolutamente no.
―¡Bienvenidas! ―Uno de los guardaespaldas de Ryan, es decir, de su pequeña empresa de seguridad que consiguió su primer contrato con mi hermana, nos recibió―. ¿A quién tengo que guiar a los camerinos?
―A ella ―dijo Rachel señalándome―. Nos vemos dentro, Marie. Iré a asegurarme que todo esté bien. Te deseo mucha suerte. ―Se acercó a darme dos sonoros besos. Después empezó a alejarse arrastrando a Luz―. ¡Nos vemos al rato! ¡No dejes que te toquen!
Me vi tentada a responderle con mi dedo medio. Lamentablemente el sujeto me empujó suavemente al elevador dándome instrucciones de hacia dónde ir. Las seguí en el solitario piso subterráneo que me hizo temblar hasta que entré en el cuarto con probadores. Además de ellos había una banca y una repisa con lavamanos. Ahí dejé la bolsa tras sacar lo que me iba a poner, traje con el que luché por más de media hora para ajustarlo y apretarlo dónde debía ser ajustado y apretado. Al salir del probador no reconocí en el espejo. Estaba hecha una... una bailarina exótica. Mis curvas se marcaban con la tela de encaje negra. Mi piel, mis ojos y mi cabello, por otro lado, brillaban más con el toque de las plumas de pavo real. Me veía tan seductora y fascinantemente mujer como nunca.
Enredé el índice en mi liguero. La imagen en el espejo era tan surrealista.
Era la bailarina estrella del cabaret francés.
―La mataré ―murmuré pensando en Rach.
¿Por qué tenía que serle tan condenadamente leal?
Salí a eso de las nueve y media maquillada, perfumada y tambaleándome en tacos de veinte centímetros. Afortunadamente la carcacha del ascensor sirvió para un viaje en ascenso más. Mataría al dueño por no invertir en su negocio si hubiera tenido que subir las escaleras. Ayudé a Rachel a escoger el sitio para la despedida de soltero. Era caro. Fuera estaba lleno de mesas de mármol al estilo romano, con una pista hecha para la diversión de los inmortales y un escenario específicamente alumbrado para los dioses. Pero en lo que se refería a áreas para los empleados estábamos hablando de alcantarillas del submundo. Era una porquería en ese aspecto.
―¡¿Quién está listo para un poco de entretenimiento masculino?! ―oí decir al Dj de la reunión a través de los parlantes. La música estaba tan alta que mis oídos querían sangrar. Empecé a deshacerme de mi bata―. ¡Pues aquí está lo que todos quie...!
―¡Marie!
Ladeé la cabeza instantáneamente en dirección a su voz.
No podía ser.
Ryan se acercaba a mí pegando grandes zancadas que por poco hacían temblar el suelo. Su traje negro me dijo que estaba aquí en calidad de trabajo, pero su expresión molesta como el infierno daba a entender que el asunto era más personal. De cierta manera sus puños apretados a cada uno de sus costados y la chispa que echaban sus penetrantes ojos me recordó a cuándo solía mirarme bailar con Milo, mi compañero de escenario en el festival de Suecia, molesto por tener consideración con él y no aumentar de peso para que me cargase. Solo iba a bailar un poco. Si lo que le molestaba era el hecho de que pudiera enviar nuestros ensayos a la basura saliendo herida, este no era el caso. Andar en auto con Rachel era más peligroso que danzarle un poco a un objeto inanimado y sus amigos borrachos.
No veía el problema. No era nada de otro mundo.
―¡Por favor! ¡Démosle un aplauso a Monique! ―Los focos me alumbraron tanto que tuve que lograron que desviara mi atención del moreno y entrecerrara mis párpados―. ¡Sal de ahí, nena! ¡No seas tímida!
Todas las artes requieren de un poco de actuación. Un escritor debe ponerse en los zapatos de los personajes para escribir un libro. Un pintor debe formar parte del paisaje. Los cantantes, por otro lado, se funden en la letra y los músicos en la melodía, así como los actores lo hacen en el guion. Desde que vi cómo docenas de cabezas giraron en mi dirección y dejé caer al suelo el trozo de satén que me protegía, exponiéndome zonas estratégicamente seleccionadas por el diseñador de la lencería, comencé a ser lo que ellos querían ver sin sentirme mal en lo absoluto. Pasara lo que pasara por la mente de cada uno de ellos, incluyendo la paranoica de Ryan, estaba haciendo arte.
Fuck You All The Time de Jeremih con Lil Wayne empezó cuando di mi primer paso hacia el cilindro de metal en el centro del escenario. Una de mis dos únicas preocupaciones, resbalarme haciendo algo que llevaba años sin poner en práctica sobre plataformas que me hacían tan alta como una modelo de pasarela, se esfumó cuando comprobé que el piso era de madera. La otra, la de resbalarme haciendo algún truco, quedaba en que el talco de George en mis manos fuese suficiente y en que ningún idiota lo hubiese engrasado. Rachel y Luz prometieron revisarlo, pero jamás somos completamente ajenos a los accidentes.
―Tú puedes... ―murmuré para mí misma.
Al llegar al centro del área destinada al show hice círculos con mis caderas frente a él. Mientras lo hacía giré el rostro para comprobar que Ryan me observaba desde entre las telas doradas del telón. Esa fue mi manera de prepararme para el primer giro sosteniéndome solamente de una de mis manos. Por suerte no tuve que tratar con tambaleos debido a que la estructura estaba directamente anclada al suelo. La intensidad de la luz bajó cuando acabé con las piruetas depositando un beso en el frío metal y me dirigí a la audiencia. Ahora la canción era Burnin' Up de Jessie J. Imité parte de la corografía durante el coro durante mi marcha. Rachel, sonrosada, me señaló al cumpleañero mientras sus labios gesticulaban disculpas. A gatas fui hacia él. Era castaño, con lentes y temblaba pensando en su prometida viéndole. La falta de lujuria en su mirada y que se hubiese negado a contratar a bailarinas, cosa que nos pidió en secreto el padrino que era el verdadero cliente, lo decía.
Me vi superada por los billetes que cayendo del cielo y las manos extendiéndose hacia mí. Ese aspecto de la situación era nuevo. Las clases que tomé fueron todas en un salón, con otras mujeres y nunca bajo el propósito de mejorar mi economía. Se veía como un gran sujeto, así que no fui tan mala con su consciencia al momento de darle la parte exclusiva del baile. Él, entre dos, me agradeció con una sonrisa cuando no me senté en su regazo como era usual. Para que no hablaran mucho al respecto después, mordí ligeramente su mejilla en lugar de mancharla con mi pintalabios. Desde el fondo Rachel y Luz subieron sus pulgares. Sonreí en su dirección, en paz por haberme sacrificado para salvar el día y no estar tan mal luego de ello, mientras me levantaba por haber estado de rodillas.
Todo iba bien hasta que una de las manos entre el público, pálida y notablemente bien cuidada, alcanzó mi piel. Y no fue al estilo gusano baboso.
Me abofeteó.
Actúe por impulso haciendo lo mismo.
―¡Zorra! ―Una rubia con un diamante en el dedo, en ese dedo, me miraba con rabia mientras se frotaba la mejilla. Yo no le di el gusto de verme haciendo lo mismo. Los hombres a su alrededor que la hicieron pasar desapercibida en el público se habían alejado. El volumen de la música bajó―. ¡Y tú! ―Sus ojos brillaban llenos de lágrimas al señalar a su prometido, alías el hombre más fiel sobre la faz de la tierra. Con semejante loca ya cualquier otro habría saludo huyendo―. ¡¿Cómo pudiste?! ¡Me prometiste que no lo harías! ―Sabiendo lo mucho que dolía, cerré los ojos cuando lo abofeteó a él también. ¿Qué estaba mal con ella? ¡Ni Rachel intervino así en la despedida de soltero de Nathan! Lo sabía porque nos obligó a acompañarla y a espiar desde la ventana, más no a intervenir. No directamente―. ¡Y tú también! ―Enfocó su atención en el padrino, quién ahora coqueteaba con una de sus amigas que supuestamente la acompañaba en su aventura aguafiestas―. ¡Eres una puta alcahueta! ¡Quiero que te alejes de Charles!
Alcé mucho las cejas. La rabia se había convertido en ganas de reír con la cara del hombre. Di la vuelta al sentir que algo rozó mi espalda. Rachel y Luz se refugiaban tras Ryan, el muro de Berlín, murmurando instrucciones en su oído y él se encontraba tras de mí.
No tardó en invertir las posiciones.
―Señora... ―Empezó a intentar razonar con ella―. Señorita, eh, ¿por qué no sale a tomar aire? Seguro le sienta mejor, ¿no cree? Si quiere luego podemos hablar sobre el asunto. ―Se aclaró la garganta cuando finalmente lo vio―. Es decir, su prometido, usted y yo.
Puse los ojos en blanco.
¿Desde cuándo su mayordomo interior superó a su simio interior? Ahora, que necesitábamos a un neandertal que pateara su trasero a la calle sin caballerosidad, al parecer los resultados de tanto tiempo con Loren, el experto de mi hermano en bajar bragas con palabrerías y hechizos como un profeta de la seducción, salían a la luz. La consternación de la sala, incluyéndonos a las mujeres presentes, creció cuando ambos empezaron a murmurar entre sí.
―¿Así que el problema está en que no pudo tener su despedida? ―pude oír.
Ella asintió sollozando―. Sí-sí. ¡Char-charles no me dejó hacer más que tomar el té! ¡Yo acepté porque él prometió no tener bailarinas!
―Ah. ―Le ofreció su mano y una sonrisa, lo que ella aceptó gustosa sin importarle la mirada de palo de su prometido aún atado a la silla ―. Eso lo podemos arreglar, hermosa ―ronroneó―. Después de todo hoy es la última oportunidad que tendré contigo siendo libre. Me encantaría aprovecharla.
Todos contuvimos el aliento al ver cómo subía en el escenario con ella en brazos, la depositaba con suavidad en el centro y se dirigía a la mesa del Dj a quién, a pesar de que ese era su trabajo, le dio un par de billetes para que Talk Dirty de Jason Derulo interrumpiera la linda voz de Jessie J. Después de eso comenzó a quitarse el saco. Rachel, con una expresión indescifrable que debía ser la réplica exacta de la mía, nos guió a Luz y a mí a un balcón desde el que pudimos ver su striptease y su actitud encantadora con las amigas de la loca queriendo tomar trozos de él, así tuvieran que esperar en el callejón de al lado a que quisiera irse a casa, que secuestrarlo y, si lo de la violación no funcionara, picarlo en pedacitos.
―¡¿Hace calor aquí o soy yo?! ―Luz se abanicó quitándose el abrigo de espía que llevaba. Lo acepté con gusto. Por más a gusto que estuviera con mi cuerpo y acostumbrada a usar trajecitos, fuera del escenario no me resultaba gracioso―. ¡Lamento no haberte defendido de esa perra, Marie, pero cuando llegué ya la habías hecho pagar! ¡Esto es tan...tan...! ―Sus mejillas sonrojadas hablaron por ella; esto era mucha emoción para su cuerpo―. ¡Me encanta!
Rachel habló sin apartar su atención de Ryan complaciendo a la prometida en el escenario―. ¡Creo que contratarlo es una de las mejores cosas que he hecho! ¡¿No piensas lo mismo, Marie?!
―¡Si tú lo dices! ―Comencé a levantarme. El abrigo de Luz no era suficiente―. ¡Al menos ya no debes preocuparte si te cancelan en una despedida de soltera!
Me fui de allí en dirección al camerino. El plan era vestirme e irme a casa para dormir. Estaba exhausta. El amigo de Charles, el padrino endemoniadamente hermoso, lo cambió interceptándome en el ascensor. No tuve a dónde escapar porque las puertas se cerraron y la maquina era tan vieja que no tenía botones de pánico, para abrir la puerta y mucho menos de expulsión de pervertidos caprichosos, ricos y acostumbrados a nunca escuchar un no por respuesta, en especial si la negativa venía de parte de una mujer.
―¡Aléjate! ―lo empujé de encima de mí apenas las compuertas se abrieron.
Por suerte estaba tan borracho que pude escapar y llegar a tiempo a mi refugio. La puerta cerraba, pero no tenía pestillo. No me quedó de otra que apoyarme en la madera para evitarle el paso. Dejé caer todas mis fuerzas y peso sobre ella, lo cual bastó para resistirme a sus empujones.
¡Retírate! ¡Ambos sabemos que quieres hacerlo!
¿Qué cosa? ¿Permitir que me viole? «Maldito demente borracho», pensé mientras mis mejillas se manchaban con humedad de pánico. Sin retirarme alcancé el hacha contra incendios dentro de una vitrina junto al extintor, pero aún con el arma en mano no me aparté porque si lo hacía sería mi honor como mujer o su vida. Realmente no quería dañar nuestro esfuerzo en este evento con un cadáver. Ya la prometida loca lo arruinó bastante apareciendo y convirtiendo esto en un festival exótico.
Pero yo definitivamente era lo suficientemente egoísta como para matarlo.
―¡Oye, tú, hijo de puta! ¡¿Qué haces?! ―oír su voz, exactamente la suya llena de experiencia en seguridad, fue un alivio. Ryan estaba aquí. Lo vio. Venía a salvarlo de ser asesinado y a mí de ir a prisión―. ¡Vete si no quieres que te haga vomitar mierda!
Sonreí sin sentir en lo absoluto el impulso de lavarle la boca.
Estaba en éxtasis oyendo su vulgaridad.
―¡¿Qué te pasa, idiota?! ―contraatacó el imbécil que al parecer no apreciaba su capacidad para respirar. Ryan seguramente lo partiría en dos―. ¡Vete a buscar tu puta, esta ya es...!'
Lo que probablemente era su cabeza chocó contra la madera. Me aparté para dejarlo entrar. Cuando lo hizo pude verlo inconsciente en el suelo. Me habría gustado sentirme mal, pero lo merecía por canalla. Salí y le di un puntapié, aplasté, dónde sabía que le dolería. Lo hice con tanta ira que Ryan apartó la mirada. Eso le enseñaría. Silencio es no, huir es no, encerrarse es no. Sí es lo único que significa sí y yo jamás lo dije o diría con alguien como él.
―Marie, ya está. ―Sus manos rodeando mi cintura me detuvieron de cortarle la tráquea―. Ya pasó, princesa, ya. ―Acarició mi cabello cuando caí en su pecho. Temblaba―. Tranquila. Estoy aquí. Él no te hará daño, aunque...
Aparté mi mejilla de la suave tela de su camisa para verlo―. ¿Aunque?
Embozó una sonrisa que suavizó sus rasgos―. Aunque creo salvé su culo de ti, no al revés. ―Con sus dedos aflojó los míos. El arma blanca cayó al suelo. Desgraciadamente no cortó ninguno de los del pervertido por centímetros―. ¿Te parece bien si te llevo a casa? Esto aún no termina. Rachel me pidió el favor de llevarte, pero también quiero hacerlo. ¿Estás bien con eso? ―Asentí―. Bien. Te ayudaré a recoger tus cosas. ―Me soltó para dirigirse a la repisa dónde descansaba mi bolso y las otro que mi hermana compró pensando que sería divertido. Ryan me miró con el ceño fruncido al notarlo, pero luego negó―. Mejor no pregunto, ¿cierto?
Mordí mi labio para contener una risa―. Mejor.
Me tendió su chaleco en el ascensor. Entré en él porque prácticamente no me dejó otra opción. Su auto, con el que ya estaba familiarizada por lo de esta mañana, fue el paraíso para mí. El cuero se sentía embriagadoramente suave, cómodo, bajo mi peso. Tanto que me quedé dormida sobre él en cuestión de segundos. No soñé, pero al despertar me sentí tan desorientada que juraría que sí. No estaba en mi casa, tampoco en su deportivo o en lo de alguno de mis hermanos. El lugar lo conocía bien porque vine de visita cuando era el compañero de piso de mi hermana, pero nada más. A duras penas sabía por dónde ir. Me levanté soñolienta de la que fue su cama. Mi muñeca protestó cuando me apoyé sobre ella. No le hice demasiado caso. Limité mis pensamientos a cruzar el pasillo hasta la alcoba de Ryan.
Pensé que lo encontraría dormido. Que tras uno o dos pares de años podría volver a ver esa expresión de paz en su rostro que solo tenía al dormir. Pero cuando entro sin tocar lo hallo sentado en el borde de la cama, meditando, con el torso desnudo y un pantalón de pijama. Su cambio de atuendo me hizo recordar que estaba igual o más desnuda que él porque no tuve oportunidad de cambiarme. Y la confianza entre nosotros ya no daba como para que me viera desnuda sin mi autorización. Bajé el tirante de mi malla cuando se dignó a mirarme, dejando mi hombro al descubierto para después hacer lo mismo con el resto de mi cuerpo.
Con mi permiso era diferente.
―Marie ―susurró con voz ronca cuando estuve frente a él―. ¿Qué haces?
En aquel momento no pensaba lo que hacía, solamente en lo que haría a continuación. Me senté en su regazo como debí hacerlo con Charles para merecerme la bofetada de la cabra oxigenada. Él acarició y apretó mis muslos―. ¿Qué crees tú? ―Junté su frente con la mía―. No importa lo que pienses. No estoy jugando. Deseo esto.
Sentí su mano bajo mi barbilla. Él la alzó para evaluar cada milímetro de mi expresión. Lo que debió ver en ella lo desconcertó. Entrecerré los parpados. A mí también me tomaba por sorpresa todo esto. Estaba Patrick, estaba el asunto de que no creía que fuéramos buenos juntos, estaba el no querer arruinar nuestra tregua, estaba el hecho de que quizás solo no quería pasar la noche sola.
Y estábamos aquí, casi desnudos, juntos.
¿Cómo eso podía pesar más que lo demás?
―¿Qué tanto?
Relamí mis labios antes de juntarlos con los suyos―. Eso debes averiguarlo.
No conseguí parar tras tomar el primer bocado de él en años. Ryan se deshizo de la tela sobre mi piel con manos expertas y ansiosas. Vi una que otra pluma volar mientras lo hacía besando, mordiendo y toqueteando cada rincón libre, enviando más de esa fría, placentera y liquida sensación de lujuria a lo largo de mi cuerpo. Me arqueé en el centro del colchón cuando acabó y se entretuvo entre mis piernas. Su manera salvaje, hambrienta, de tomar cada cosa de mí llenó por completo el vacío que se había hecho abismo en mi interior desde que no volví a encontrar alguien como él. Alguien tan parecido y a la vez tan diferente a mí que tuviera el valor de hacerme consciente de mis virtudes y amase mis defectos, cuya hambre solo fuera comparable con la mía y viceversa.
Supo qué hacer para satisfacerme, qué no, cómo y cuándo. Sus yemas exploraron mis rincones con agónica y firme lentitud. No se cansó de hacerme llegar al paraíso hasta que quise irme de él o ansié con todas mis fuerzas un compañero con quién compartirlo. Estaba ida, pero no suicida, me aseguré de que entrara en mí usando un preservativo. Mientras bombeaba con su rostro enterrado en mi cuello pasé mis uñas por su espalda ante sus guturales rugidos de gratificación masculina. Mi intención era compartirle aunque fuera un ápice de mi sufrimiento. Dolía. No porque no estuviera lista para recibirlo, sino porque quería más y más. Porque no quería pensar que hubiera un final, aún si este se tratara del mejor clímax.
Enredé mis tobillos en torno a su duro trasero, haciendo que la estocada final se convirtiese en nuestra muerte en conjunto. Tiré de mi cuello hacia atrás sintiéndome flotar. Ryan, en lo mismo que yo, se aproximó a él y succionó. No protesté. Estaba demasiado exhausta para ello. Me limité a darme la vuelta cuando se retiró de mí y a dejarme arropar, aupar y, eventualmente cuando volvió del baño, abrazar hasta volver a Morfeo con sus brazos rodeándome.Nada de lo que me envolvía era pacifico, pero todo era un alivio.
―Marie, joder, ¿qué hicimos? ―gruñó en mi oído cuando ya estaba perdiendo la conexión con el plano real, internándome en mis felices sueños sin tener en cuenta el día de mañana con Pat esperándome en casa, Rachel preguntando por nosotros y yo sin saber qué hacer―. Eres una maldita bruja.
No protesté.
Lo era.
Hoooooooooooooooola
Siento por tardar un poquito en subir. Andamos celebrando el cumpleaños de mi hermanito desde el jueves (padres divorciados es igual a torta aquí torta allá). No quiero romper corazones ;-; Espero que les haya gustado el capítulo.
Preguntas:
1. ¿TeamPatie?
2. ¿TeamHenrie?
Ganadora: Persephone ♡ ¡APLAUSOS PARA LA NOVIA DE HADES! (Sus comentarios son lo max).
Para ganar el próximo capítulo: Vía el club de lectoras de Osc (el grupo en Facebook) envíen una imagen hecha o encontrada por ustedes, una canción también vale, que les recuerde a un momento de la historia o a la historia en general *o* El link del grupo se los dejo en el primer comentario. Allí escogeremos a la ganadora por votación.
Gracias por sus estrellitas y comentarios.
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