Brístol, Inglaterra

Martes, 14 de febrero del 2013 

─¡Ry! 

Me di la vuelta para verla corriendo hacia mí. 

Lucía como un algodón de azúcar con patas. Todos queríamos comerla. La levanté del suelo y después la alcé, deleitándome con su sonrisa de dientes de leche. Me extrañó que luego de un rato jugando con ella ninguno de sus padres, ya fuera la desquiciada o el jardinero, apareciera. Por lo general siempre iban persiguiéndola por doquier a menos que el nuevo, George, estuviera acaparando su atención con una enfermedad o sus necesidades urgentes de recién nacido.

─Madison, pequeña, ¿con quién estás?

Pinchó mi nariz para luego reír como una diminuta versión de Rachel haciendo de las suyas─. ¡Maddie! 

Mi cabeza cayó hacia atrás al oír su apodo. No porque no entendiera lo que estuviera diciendo, que sí entendía, sino por lo que significaba: Marie. Ella se mencionaba a sí misma para referirse a la amargada, mal follada y, por lo visto, irresponsable de su tía. Miré a ambos lados. Incluso me acerqué a la orilla del río para verificar que no estuviera hundida en él, observándonos como una espía, y respirando a través de una pajita. No estaba. Pero debía hallarse cerca. Arrugué la frente al recordar a Madison viniendo del bosque adyacente en su patio, gesto que se profundizó al mirar a la niña de Nathan y Rachel, casi mi ex, con más atención y notar barro en los volantes de su vestido con corazones por el día del amor y la amistad.

Joder.

¿Y si la bruja se cayó? ¿Y si se perdió? ¿Y si Madison se le escapó y sigue buscándola en las profundidades forestales? ¿Y si...? 

Acaricié sus orejas de gato─. ¿Me dices dónde está?

─Sí, Ry, ven. ─Tomó mi mano en la suya cuando la bajé. Tuve que trotar para seguirle el paso de pequeño demonio─. Tía Maddie está llorando. Maddie fue con mami a buscar paños. ─Hizo un puchero. ¿Marie llorando? El infierno debía estarse congelando, entonces, pues los polos se estarían derritiendo con su corazón enterrado en el más grande de sus icebergs─. Estamos cerca, Ry. ─Su vocecita se convirtió en susurro. Efectivamente lo estábamos; tan cerca que veía su espalda estremeciéndose con cada sollozo─. Maddie debe irse. Papi regañará a Maddie por hacer llorar a Maddie si me ve. ─Su diminuto ceño se frunce─. Ellos no creen que Maddie no moleste a Gríg. 

─Está bien. ─Me arrodillé para quedar a su altura y plantar un beso en su frente─. Anda. Grita fuerte si te caes, ¿sí? ─Yo no era tan demente cómo para dejarla sola. Estábamos cerca de casa. «Las profundidades del bosque» eran solo unos cuantos metros─. Ve. 

─Adiós, Ry.

 ─Adiós, Madison.

 No aparté mi mirada de ella hasta comprobar que se encontraba en su verdadero jardín, no en las hectáreas, y ver cómo el jardinero la reñía por marcharse sola al bosque de nuevo. Negué. Mierda. Si seguían así de sobreprotectores ella verdaderamente se iría un día de estos. Contuve la risa que me dio imaginar cómo de blancas serían las canas de Nathan si su princesa alguna vez trajera a un princeso a su pequeño reino con Rachel. 

Maddie seguro terminaría exiliada con Loren o John.

─¿Hasta cuándo seguirás cavando? ─Escuchar su voz nasal mientras regaña a su sobrina confirmó lo dicho por esta; lloraba. ¿Por qué? Apreté los puños al pensar que el medicucho le hizo algo. No podía hacer nada al respecto con ella, pero a él lo podía enfrentar un día de estos por cualquier cosa insignificante. «Tu carro estacionado chocó contra el mío», puño. «Tomaste mi sitio en la mesa», puño. «Te vi coqueteando con una paciente en el centro», puño. No sonaba a mal plan─. ¿Madison?

Sus párpados se separaron de par en par al notarme. Esos ojos suyos... 

Eran mi perdición. 

─Hola ─dije. 

Aunque matara por volver a ciertos tiempos, no me apetecía verla. Seguía si perdonarle ciertas acciones del pasado, en especial romperme hasta el punto en el que no podía imaginarme pasando San Valentín con nadie que no fuera ella, y en definitiva permanecer a solas junto a su persona, tan hermosa cómo estaba con su versión rosa del vestido de Marilyn Monroe y su odioso pelo corto suelto, lo prefería largo como antes, no era lo ideal para mi diplomacia. Si había algo más jodido que trabajar para el hermano de tu ex, era trabajar para el hermano de dos de las mujeres que más te marcaron. Cada una con sus razones y sentidos, pero lo hicieron.

Debía ser tan cuidadoso.

─Hola. ─Saltó de la roca en la que permanecía sentada y me pasó de largo, dirigiéndose hacia la fiesta en el interior de la casa de su hermana y probablemente hacia los brazos de aquél─. Adiós. 

Cerré los ojos al toparme por un breve instante con ese aroma suyo invadiendo mi nariz; flores y cítricos agridulces. Ese que, aún tras haberlo sepultado bajo metros de despecho, seguía siéndome tan familiar y correcto a mi lado que dolía saber que pertenecía a alguien más que seguramente no tendría idea de cómo atesorarlo, mucho menos cómo sacarle provecho o mantenerlo. Esperé a que hubiese entrado para seguirla. Acepté la botella de ron que John Blackwood me tendió con una sonrisa apenas llegué a la sala. Por suerte no estaba. 

No quería que mi camino se cruzara con el suyo de nuevo.

No hacía falta.

Hola 7u7 

Les dejo un especial de SV. No es ni presente ni pasado. Ocurrió antes de los dos añitos de Madison, cuando aún se odiaban. No lo hice más largo para no dar spoiler o dañar la trama diciendo cosas que no podían ser posibles en ese momento ♡

Este capítulo no tendrá dedicación de tipo concurso. Se lo daré a ZeláBrambillé (seguro la conocen), alías la rompecorazonesmáscrueldeluniverso y una de mis BFF en Wattpad. (Es decir, por más rompecorazones que sea si se lo rompen a ella yo les romperé los huesos (?) Okn... No. Nada de Okno. Es en serio: Zellá, toma capture y envíaselo a tus novios. Que sepan que hay alguien de la mafia de las sopas de letras esperando por ellos). 

Gracias por sus estrellitas y comentarios. 

Las amo.